ULTIMA
PALABRA DEL SEÑOR DESDE LA CRUZ.
“Entonces
Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y
habiendo dicho esto, expiró.” Lucas capítulo 23 versículo 46.
La tradición de la
revelación Escrituristica ve en las expresiones Jereminianas un brillo
particular que lo asocian con esta última Palabra del Señor desde la Cruz. El Salmo 31 en el versículo 6 consigna esta misma
expresión. Vemos como la tradición
reconoce la absoluta confianza que el personaje deposita en Dios y como en
cuanto al Señor, la consumación de su Sacrificio no ha dejado nada al azar y
mucho menos fuera de la dimensión salvífica. Ya en el tiempo de los inicios de su ministerio público. Los
signos y sus manifestaciones poderosas, milagros, curaciones, liberaciones, comensalías,
en una palabra ya no había nada más que
expresar a la humanidad más allá de su gran Amor por todos nosotros.
Las palabras seden ante
los hechos reconocidos por todos, las palabras ya no expresan más que imágenes gastadas
por la incomprensión y el abandono, aquel Salvador pende de un madero y todos
se quedan lejos de su vista. La familiaridad sede su lugar al temor y al miedo,
los abrazos de los amigos y conocidos,
no encuentran eco en su corazón y sus brazos ya abrazan el duro clavo de hierro
y el madero levantado en lo alto. No hay mañana el presente solo se hace
interminable. Padre exclama con potente voz: En tus manos encomiendo mi Espíritu, no puedes oh Señor encomendarlo al mundo que
te subió al madero de la Cruz o a nosotros que con saña pusimos los clavos
sobre tus manos y pies. Pero aun ahora hay Esperanza y sabes muy bien que el Amor del Padre está por sobre
toda consideración de miseria y humillación, que no es el final sino el
comienzo de tus promesas, que la Cruz levantada en lo alto atraerá a la misma
humanidad que hoy te damos la espalda. Sabes que la Cruz se convertirá en signo
salvífico y fuente de espiritualidad para todos los bautizados que clavados en
ella clamamos a Ti…
No hay dolor más grande
que la soledad cuando reuniste a todos bajo tus brazos, no hay mayor dolor que
la angustia de ver como los que amas se
esconden de ti. No puede haber más luto que el vivido por tu corazón pronto
traspasado y roto. La realidad que experimentaste en la Cruz no es otra que las consecuencias de tu vida
coherente y diáfana, no son otras que la radicalidad en el Amor y en la
entrega. No hay Cruz que no sujete por Amor
y mucho menos causa que no conquiste la entrega y el abandono confiado
en brazos del Padre Dios… Última Palabra, ultimo decir, última exclamación y
toda una eternidad para conocer y amar a aquel que en la muerte nos dio su Ser y en la Resurrección nos dará la vida. Última
Palabra no significa que no sigas hablando al corazón del bautizado. No
significa que estemos solos porque nunca estaremos más cuando sabemos que Tú Señor estas y así será hasta la consumación
de los tiempos.
En manos del Padre Dios
haz puesto tu Espíritu, en manos de quien como nadie te ama haz puesto tu vida
y toda su integridad. No hay otro momento más sublime que ver con el corazón
como Dios te recibe y abraza y como Tú unido a Él y al Paráclito se funden en una
entrega solo de Dios y para Dios. Ángeles y Arcángeles, Querubines y Serafines,
la multitud de los rescatados viendo eternamente al Cordero de Dios que retorna
al seno del Padre y del Espíritu. NO hay
dolor, ni soledad y mucho menos miedo, hay alegría y fiesta en las alturas por
el Hijo de Dios triunfante y ascendido. Am
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