CUARTO
DOMINGO EN CUARESMA. Año B. Números capítulo 21 versículos 4-9. Salmo 107: 1-3,
17-22. Efesios capítulo 2 versículos 1-10. Juan Capitulo 3 versículos 14-21.
Números
nos presenta para este domingo en Cuaresma (4) la imagen de la serpiente de bronce que no parece encajar con
las secuencia de los relatos anteriores, se
ubica aquí bajo una significación particular como veremos. Tengamos
presente que el Texto Sagrado de Tradición considera sagradas las conquistas
que adelantó el pueblo en su peregrinación por el desierto. Sobre la serpiente
de bronce se han encontrado imágenes similares en las culturas vecinas e
incluso en los territorios suramericanos colonizados a principios del siglo
anterior y avanzado este, se creyó que para evitar a las serpientes en
terrenos, hogares y cultivos bastaba matar una de ellas y exponerla para que
las demás al verla escaparan, esta práctica de generalizó con otras especies,
por ejemplo en la región asiática de donde es oriundo el tigre la cultura
popular dice que para evitar sus ataques es necesario usar mascaras en la nuca
ya que este animal ataca en emboscada a sus presas y si él cree que lo están
observando entonces no ataca, este mito no es verdadero y mucho menos
concluyente. La imagen de la serpiente de bronce corresponde a la “medicina
mágica” del antiguo Oriente que
genera la construcción mítica de relatos variados.
La
tradición Sumeria (este pueblo no era
semita) habla de la diosa serpiente o Ninkhursag de donde desciende la
mujer, este relato es muy anterior a los escritos del Génesis. Muy probablemente la serpiente de bronce
proceda de estas prácticas sincretistas adoptadas por el pueblo judío
conforme se relacionaban con los pueblos que les rodeaban. Era de bronce por
la proximidad de la Arabá cuya economía era la minería, así lo indica el
versículo (4).
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Superado su posible
connotación antropológica y cultural, encontramos en la Tradición eclesial que
para los PP. De la Iglesia tal escena de la serpiente sostenida en lo alto por
el patriarca (estandarte) una figura del Señor levantado en la Cruz para salvación de la humanidad. El poder curativo
del símbolo de la serpiente nos habla de la relación con la divinidad y su
trascendencia, en este caso como imagen de la misericordia de Dios en el ámbito
cultural del pueblo semita. Incluso la definición de la serpiente es mística
porque corresponde a un ser alado que nos hace pensar en un “ataque” de índole espiritual más que
físico. Gracias a la biología actual sabemos que en los desiertos no existen
muchas y variadas serpientes porque los alimentos que ellas predan no son muy
abundantes lo que sin duda limita su desarrollo y población, uno de los
factores que permitieron a la humanidad crecer en números fue precisamente la
capacidad de asegurar sus fuentes de alimentos y/o recursos.
El Salmo 107 en los versículos
indicados nos proyecta la visión del rescate como de la frustración que el
amañarse en la expresión y vivencia de la fe produce en el bautizado. Las afirmaciones
de la Providencia de Dios dejan en claro la disponibilidad salvífica de su gran
Amor y también desafortunadamente nuestra negativa a tales acontecimientos. Un
manjar sin la Gracia es detestable como una vida sin las primicias de la Fe
pareciera afirmar el Salmista frente a las infidelidades del pueblo en el
desierto. Grande es la misericordia de Dios para afirmarnos aun en medio de
tantas equivocaciones de nuestra parte. Cuenta una historia en una perspectiva
mayor que si solo estuviera limitada a un pueblo, es una connotación universal de la intervención de Dios.
El Apóstol Pablo en la Carta a los Efesios, centra sus afirmaciones en orden a la Gracia y
su presencia en la vida de los bautizados sin desconocer también la cercanía
del mal como una opción de vida para quienes rechazan a Cristo o no lo
participan de sus vidas. La naturaleza humana necesita de la Gracia para
sublimar su propia existencia de lo contrario es muy probable ser víctimas del
pecado y lo que origina en nosotros y en nuestra experiencia de vida resucitada
(principio escatológico de nuestra
salvación) Pablo indiscutiblemente ve en la Gracia un vínculo tanto sobrenatural
como histórico con el Dios revelado.
La postura Paulina
contrasta con la judía de su época donde la concepción de la Gracia era
inexistente dada una relación de subyugación entre el creyente judío y Yahveh,
una relación que desconocía la filiación en la perfección de Cristo. También nos
relaciona una vez más el tema de la Fe y la Gracia como relación salvífica apuntando
como es su estilo y pensamiento a la consolidación de una relación madura sin
otro interés que el amor salvífico.
Pablo
ve con absoluta claridad que tal relación es nueva superando así el modelo del
Pentateuco y su énfasis en la Ley por la Ley sin implicar con ello la relación amorosa
con el Dios revelado. Cristo nos vendrá a hablar del Dios amoroso y no del juez
en la conciencia religiosa judía que
castigará hasta en la tercera generación. Dios dispone en su infinita Providencia
todo aquello necesario para asegurar nuestra libertad de escogencia y la
salvación.
Juan
en su evangelio nos deja claro que Dios es el dueño de la
vida y todas las situaciones tienen esperanza en el Resucitado, que la
salvación es obra del amor de Dios intimado en la Voluntad salvífica de su
Adorado Hijo, que la salvación no dependerá de nosotros sino de Dios. Juan establece una diferencia que es
recurrente en su obra, estamos hablando de la diferencia de estado y condición
entre la Luz y la oscuridad, la primera se fundamenta en Dios y la segunda en los
poderes e ídolos del mundo cuya propuesta está alejada totalmente de Dios. La Verdad en esta perspectiva se afirmará
también en la revelación.
La naturaleza Joanica no abandona su característica semítica
recordemos que por ejemplo el versículo (18)
se refiere al Nombre del Hijo de Dios (unigénito)
en una clara alusión a la identidad de Jesús en su connotación de Persona
Divina, la misma que será argumentada en su lucha contra la hostilidad del
mundo en el que se predica su Palabra. La alusión a la serpiente fabricada por Moisés aquí como decíamos antes es un
argumento de su identidad mesiánica. Queda
claro que es Cristo y no la invocación de lo sobrenatural lo que verdaderamente
sana nuestra condición herida por el pecado. Solo la Fe proyectada en Cristo es
signo de salvación.
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