miércoles, 7 de marzo de 2018

CUARTO DOMINGO EN CUARESMA.


CUARTO DOMINGO EN CUARESMA. Año B. Números capítulo 21 versículos 4-9. Salmo 107: 1-3, 17-22. Efesios capítulo 2 versículos 1-10. Juan Capitulo 3 versículos 14-21.


Números nos presenta para este domingo en Cuaresma (4) la imagen de la serpiente de bronce que no parece encajar con las secuencia de los relatos anteriores, se  ubica aquí bajo una significación particular como veremos. Tengamos presente que el Texto Sagrado de Tradición considera sagradas las conquistas que adelantó el pueblo en su peregrinación por el desierto. Sobre la serpiente de bronce se han encontrado imágenes similares en las culturas vecinas e incluso en los territorios suramericanos colonizados a principios del siglo anterior y avanzado este, se creyó que para evitar a las serpientes en terrenos, hogares y cultivos bastaba matar una de ellas y exponerla para que las demás al verla escaparan, esta práctica de generalizó con otras especies, por ejemplo en la región asiática de donde es oriundo el tigre la cultura popular dice que para evitar sus ataques es necesario usar mascaras en la nuca ya que este animal ataca en emboscada a sus presas y si él cree que lo están observando entonces no ataca, este mito no es verdadero y mucho menos concluyente. La imagen de la serpiente de bronce corresponde  a la “medicina mágica” del antiguo Oriente    que genera  la construcción mítica de  relatos variados.

La tradición Sumeria (este pueblo no era semita) habla de la diosa serpiente o Ninkhursag de donde desciende la mujer, este relato es muy anterior a los escritos del Génesis.   Muy probablemente la serpiente de bronce proceda de estas prácticas sincretistas adoptadas por el pueblo judío conforme se relacionaban con los pueblos que les rodeaban. Era de bronce por la proximidad de la Arabá cuya economía era la minería, así lo indica el versículo (4).


Superado su posible connotación antropológica y cultural,  encontramos en la Tradición eclesial que para los PP. De la Iglesia tal escena de la serpiente sostenida en lo alto por el patriarca (estandarte) una figura del Señor levantado en la Cruz para  salvación de la humanidad. El poder curativo del símbolo de la serpiente nos habla de la relación con la divinidad y su trascendencia, en este caso como imagen de la misericordia de Dios en el ámbito cultural del pueblo semita. Incluso la definición de la serpiente es mística porque corresponde a un ser alado que nos hace pensar en un “ataque” de índole espiritual más que físico. Gracias a la biología actual sabemos que en los desiertos no existen muchas y variadas serpientes porque los alimentos que ellas predan no son muy abundantes lo que sin duda limita su desarrollo y población, uno de los factores que permitieron a la humanidad crecer en números fue precisamente la capacidad de asegurar sus fuentes de alimentos y/o recursos.

El Salmo 107 en los versículos indicados nos proyecta la visión del rescate como de la frustración que el amañarse en la expresión y vivencia de la fe produce en el bautizado. Las afirmaciones de la Providencia de Dios dejan en claro la disponibilidad salvífica de su gran Amor y también desafortunadamente nuestra negativa a tales acontecimientos. Un manjar sin la Gracia es detestable como una vida sin las primicias de la Fe pareciera afirmar el Salmista frente a las infidelidades del pueblo en el desierto. Grande es la misericordia de Dios para afirmarnos aun en medio de tantas equivocaciones de nuestra parte. Cuenta una historia en una perspectiva mayor que si solo estuviera limitada a  un pueblo, es una connotación  universal de la intervención de Dios.

El Apóstol Pablo en la Carta a los Efesios,  centra sus afirmaciones en orden a la Gracia y su presencia en la vida de los bautizados sin desconocer también la cercanía del mal como una opción de vida para quienes rechazan a Cristo o no lo participan de sus vidas. La naturaleza humana necesita de la Gracia para sublimar su propia existencia de lo contrario es muy probable ser víctimas del pecado y lo que origina en nosotros y en nuestra experiencia de vida resucitada (principio escatológico de nuestra salvación)  Pablo indiscutiblemente ve en la Gracia un vínculo tanto sobrenatural como histórico con el Dios revelado.

La postura Paulina contrasta con la judía de su época donde la concepción de la Gracia era inexistente dada una relación de subyugación entre el creyente judío y Yahveh, una relación que desconocía la filiación en la perfección de Cristo. También nos relaciona una vez más el tema de la Fe y la Gracia como relación salvífica apuntando como es su estilo y pensamiento a la consolidación de una relación madura sin otro interés que el amor salvífico.  

Pablo ve con absoluta claridad que tal relación es nueva superando así el modelo del Pentateuco y su énfasis en la Ley por la Ley sin implicar con ello la relación amorosa con el Dios revelado. Cristo nos vendrá a hablar del Dios amoroso y no del juez en la  conciencia religiosa judía que castigará hasta en la tercera generación. Dios dispone en su infinita Providencia todo aquello necesario para asegurar nuestra libertad de escogencia y la salvación.

Juan en su evangelio nos deja claro que Dios es el dueño de la vida y todas las situaciones tienen esperanza en el Resucitado, que la salvación es obra del amor de Dios intimado en la Voluntad salvífica de su Adorado Hijo, que la salvación no dependerá de nosotros sino de Dios. Juan establece una diferencia que es recurrente en su obra, estamos hablando de la diferencia de estado y condición entre la Luz y la oscuridad, la primera se fundamenta en Dios y la segunda en los poderes e ídolos del mundo cuya propuesta está alejada totalmente de Dios.  La Verdad en esta perspectiva se afirmará también en la revelación.

La naturaleza Joanica no abandona su característica semítica recordemos que por ejemplo el versículo (18) se refiere al Nombre del Hijo de Dios (unigénito) en una clara alusión a la identidad de Jesús en su connotación de Persona Divina, la misma que será argumentada en su lucha contra la hostilidad del mundo en el que se predica su Palabra. La alusión a la serpiente fabricada por Moisés aquí como decíamos antes es un argumento de su identidad mesiánica.  Queda claro que es Cristo y no la invocación de lo sobrenatural lo que verdaderamente sana nuestra condición herida por el pecado. Solo la Fe proyectada en Cristo es signo de salvación.




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