TÍTULOS MESIÁNICOS. CRISTO ES
EL CORDERO DE
DIOS.
INTRODUCCIÓN.
La tradición de Israel es
clara en orden a la figura del “Cordero
de Dios o Pascual” que reproduce el sentir y la visión cultural de un
pueblo que se relaciona profundamente con el ganado ovejuno y esta relación
involucra un sector grande de su población en tiempo de Jesús. Es también la
contraparte o némesis de una figura antagónica como lo es el Toro o becerro
imagen de la deidad Baal, esta deidad originaria del antiguo Canaán y Fenicia. La práctica de la
adoración de Baal se
infiltró en la vida religiosa judía durante la época de los jueces (Jueces capítulo 3 versículo 7), se
expandió en Israel durante el reinado de Acab (1 Reyes capítulo 16 versículos 31-33) y también afectó a
Judá (2 Crónicas capítulo 28 versículos 1-2).
Según la mitología Cananea, Baal era el hijo
de El, el dios principal y Asera, la diosa del mar. Baal era considerado el más
poderoso de todos los dioses en el antiguo Oriente. Esta semblanza nos muestra
el impacto cultural que en la región causó tanto la deidad como su
representación, un toro similar a un miura (torturados en la fiesta taurina)
pero en la concepción de mansedumbre, amor por la paz y la fraternidad, el Cordero sustituye del imaginario judío
a esta imagen de fuerza y rudeza, de allí que el Cordero como signo de
reconciliación estuviera manso y dispuesto a ser sacrificado. En el ámbito
cultural la economía dependía en gran medida del ganado ovejuno al que hace
referencia el Cordero como economía
y posteriormente como signo de espiritualidad mesiánica en Juan y antes en Isaías. Bajo
este concepto la sique judía estaba marcada positivamente por la imagen de este animalito y su importancia en la vida
cotidiana del pueblo, la carne y la leche fundamentales tanto en la
alimentación como en la vida religiosa del pueblo necesitaba del Cordero.
Esta entrega generosa al
servicio de muchos nos hace pensar en el propio Cristo como el Cordero de Dios manso incluso hasta en
el mismo sacrificio, hoy la imagen del
Cordero Pascual se conserva viva particularmente en las iglesias de tradición
católica quienes asumen su importancia en la construcción tanto teológica como
espiritual y moral de los bautizados.
SIGNO MESIÁNICO
DEL CORDERO PASCUAL.
Pues ligados a la
tradición que hace carrera en la manifestación cultural de esta Nación es fácil interpretar la sublimación
del signo del Cordero Pascual y sus
implicaciones que han superado distintos
momentos históricos en su afirmación como identidad nacional y para argumentar
desde la Palabra revelada acudiremos al Texto inicial condensado en el Libro
del Éxodo:
Dijo Yahveh a
Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será para vosotros el
comienzo de los meses; será el primero de los meses del año. Hablad a toda la
comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí
una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa. Y si
la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al
vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que
cada cual pueda comer. El animal será
sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los
cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea
de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán
la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En
aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y
con hierbas amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su
cabeza, sus patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo
que sobre al amanecer lo quemaréis. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras
cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis
de prisa. Es Pascua de Yahveh. Yo
pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos
del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia
de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh. La sangre será
vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de
largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo
hiera el país de Egipto. Este será un día memorable para vosotros, y lo
celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación.
Decretaréis que sea fiesta para siempre (Éxodo
capítulo 12 versículos 1-14).
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Las instrucciones para la
celebración de la Pascua y el consumo del animal sacrificado hacen parte
fundamental del rito de tránsito o camino que en este caso concreto implica el
desplazar una condición para ser asumida por otra. Nada para el camino porque es Dios el más
grande proveedor del pueblo en el desierto, así como su Pastor y guardián. La carne
asada le da la precisa connotación de sacrificio como quiera que las ofrendas
eran sacrificadas y consumidas totalmente por las llamas, ellos y otros pueblos
creían que las deidades e incluso el
Dios revelado a Abraham y Moisés se alimentaba por el olfato.
Estas implicaciones
suponían la necesidad de comer como tributo ya que los sacerdotes en el futuro
inmediato consumirán una parte de lo sacrificado. La cuestión trasciende las
prácticas rituales habituales en su época para posesionarse en un fuerte
imaginario colectivo dando lugar al signo inequívoco de la redención por la
intervención de Dios y la perfección del sacrifico de su Adorado Hijo en la Cruz.
El Texto del éxodo que habla de la institución de la Pascua corresponde a la
Tradición Yavista. Aunque analizando su estilo y gramática nos damos cuenta de
las posteriores adiciones de carácter Sacerdotal, porque el objetivo primario
es hacer de la pascua una manifestación ritual y litúrgica por antonomasia de
la Voluntad salvífica de Dios en los signos visibles e intelectivos del
colectivo israelita.
La anterior afirmación la
hacemos conociendo por ejemplo que la presencia de los Ázimos o panes y/o tortas
sin fermentar o levadura son propios de una tradición anterior que se
manifestaba en la celebración de las cosechas y demás productos del agro (origen cananeo).
Recordemos que
la Pascua es una fiesta anterior a Israel, es decir, pre-israelita.
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También encontramos
siguiendo la línea de la (T.S) que
el colectivo encabezado por Moisés y Aarón encontraron similitud entre esta
celebración (Pascua) y la 10 plaga en sentido sacrificial estrictamente
hablando, pero miremos el Texto Sagrado de Tradición:
Y
sucedió que, a media noche, Yahveh hirió en el país de Egipto a todos los
primogénitos, desde el primogénito de Faraón, que se sienta sobre su trono,
hasta el primogénito del preso en la cárcel, y a todo primer nacido del
ganado (Éxodo capítulo 12 versículo
29).
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La salida se originó en
la fiesta y no antes y mucho menos posterior a la celebración, recordemos que
el propio Moisés pide al Faraón permiso para ir a celebrarla (Éxodo capítulo 5 versículos 1-2) el significado que se adquiere aquí es totalmente
nuevo ya que no solo se habla de una celebración en el “calendario religioso
judío” sino en la consolidación de una relación salvífica cuya plenitud será
indiscutiblemente el Cordero Pascual,
en la visión Soteriológica de Juan en su Evangelio, cuyo Texto citamos a
continuación:
Al
día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo… Postero die videt Iohannes Iesum venientem ad se et ait
ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi
(Juan capítulo 1 versículo 29).
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La expresión latina del Texto de Jerusalén es bello en su simplicidad y estilo, no solo traduce que Jesús es el Cordero sino que supera su versión castellana afirmando que la “totalidad, todos” los pecados serán borrados por Jesús. Es el mundo el escenario no solo de luchas y confrontaciones contra el Evangelio sino también el ámbito relacional de la salvación de la creación y la totalidad de la humanidad. Es en síntesis una realidad que se alinea históricamente desde la perspectiva primero de pueblo y ahora de índole cósmica. La cosmovisión Joanica es bien interesante al amalgamar tanto la tradición del Cordero Pascual con el Siervo de Yahveh (Isaías capítulo 53) y convertirlo en un “Cordero expiatorio” de los pecados personales y colectivos de la humanidad. Desde esta perspectiva es comprensible la relación que se gesta entre el Cordero de la visión Joanica y el de la celebración en Israel. Esta cuestión nos habla de los fundamentos de la Cristología de este evangelista y su percepción de la salvación mediante la consumación del sacrificio del Señor.
En el libro del Apocalipsis encontramos también alusión
en esta línea de pensamiento por parte de Juan, miremos el Texto:
Entonces
vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que
son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra, continuando más
adelante con la afirmación, y decían con fuerte voz: Digno es el Cordero degollado de recibir el
poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza (capitulo
5 versículo 6 y 12).
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Este Cordero aquí
descrito en medio de una manifestación pavorosa en la presencia de Dios, sin
duda alguna, hace mención de Cristo y su sacrificio salvador. Lo demás en la
simbología de este género literario son recreaciones de la cultura judía y su
entorno cuyo contenido es diciente y referente a la vez. Aquí el escenario es
muy distinto al del sacrificio, este ya tuvo lugar y el Cordero ocupa su lugar en la Majestad de Dios. En nuestra temática
es fácil desde la Fe encontrar la relación y secuencia de los textos citados
con anterioridad, pero sobre todo, indicar directamente la presencia
escatológica de cuanto aquí recrea el vidente
de Patmos.
Es absolutamente
indispensable la imagen del sacrificio ya que los eventos de la Pasión de
Nuestro Señor tuvieron incidencias bajo esta concepción reparadora y por ende
salvífica de la cultura y mentalidad tanto de Israel como de la Madre Iglesia
en sus comienzos o “años mozos”… La
secuencia historica empodera los acontecimientos y a manera de cronista, el evangelista
cuenta en la concreción de su Fe todo lo visto en sus visiones. Es el Cordero de Dios tanto Altar, como
Victima y Sacerdote, no es pasivo el
Cordero de Dios, es vivo y dinámico y sobre todo intimado por la Voluntad
salvífica de Dios en Él. Juan nos deja ver esta relación vital sin
siquiera sacarla de su contexto sino por el contrario la sublima bajo la figura
del reconocimiento del Precursor como citábamos arriba.
Él
contestó: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía? Y rogó a Felipe
que subiese y se sentase con él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo
era éste: Fue llevado como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo
trasquila, así él no abre la boca. En su humillación le fue negada la
justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada
de la tierra. El eunuco preguntó a Felipe: Te ruego me digas de quién dice
esto el profeta: ¿de sí mismo o de otro? Felipe entonces, partiendo de este
texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús (Hechos
de los Apóstoles capítulo 8 versículos 31-35).
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La memoria de la naciente
Iglesia tenía muy claro la relación establecida entre el Jesús histórico y el
Mesías anunciado en estas figuras proféticas, son solo elementos ciertos de la
estructuración de un discurso trascendente que involucra tanto al Señor como a
la misma revelación de su condición y misión. Es cuestionante nuestro papel
frente al cumplimiento de las promesas y más aún cuando nos ha costado tanto
reconocer su veracidad y configurar nuestras vidas según sus enseñanzas. La
línea de tiempo establecida entre el Cordero
Pascual a la salida de Egipto y tránsito por el desierto y aquel que “quita
los pecados del mundo (todos) de la
visión Joanica, nos está enseñando la realidad salvífica actualizada en ambas
figuras del sacrificio y triunfo del Señor en la Cruz, la atemporalidad es
primordial para asumir que la salvación llega a todos los que como anunciamos
en el Texto anterior deciden aceptar y dimensionar en sus vidas estas
enseñanzas. La misión del Cordero de Dios según Juan en su
evangelio, queda marcada categóricamente en los versículos que siguen al
reconocimiento de Jesús como el Cordero.
Miremos el Texto inspirado:
Y
yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea
manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al Espíritu
que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le
conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con
Espíritu Santo. Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios (Juan
capítulo 1 versículos 31-34).
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El Elegido, es la manera de encausar la figura del Señor en los ritos
que se describen en este evangelio y de paso ponerle literalmente a la cabeza
de las promesas. Esta percepción Joanica
deja siempre a salvo la elección como una cuestión propia de Dios sin que medie
como es conocido, algún tipo de mérito de nuestra parte, nuestro merito si se
puede hablar en estos términos, es el amor de Dios por su obra. El Cordero es elegido por amor y por amor
no se bajará de la Cruz. No olvidemos que en la tradición pascual el sacrificio
era total y totalizante y no solo un distintivo de su creencia o memoria religiosa.
El judío entendía que lo sacrificado era consumido totalmente a nombre de Dios
porque era la práctica cultual incluso en tiempo del Señor. No se derramó una llamarada consumidora de
todo lo sacrificado sino el Espíritu santo vino sobre Él y lo consagró en su
misión redentora. De lo anterior desprendemos con facilidad que la presencia
del Espíritu Santo y toda esa rica simbología era el preludio de la consumación
de su sacrificio como víctima agradable a Dios.
Yo
te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi voz cuando a ti clamo. Valga
ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la
tarde. Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis
labios (Salmo 141, 1-3).
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RELACIÓN ESPIRITUAL
DEL CORDERO CON
LA IGLESIA.
Y
al final del Apocalipsis que es
también la conclusión de toda la Biblia se nos presentan, en todo su esplendor y
belleza, las bodas místicas del Cordero
con su Iglesia, que aparece toda hermosa y ricamente ataviada, como una
novia que se engalana para su esposo (Apocalipsis
capítulo 19 versículos 6-9; 21, 9).A
esta luz, el símbolo del Cordero
se ha llenado de sentido y de una
riqueza teológica y espiritual fuera de serie. Ese Cordero Pascual es Jesucristo
mismo. Es el verdadero Cordero que
quita el pecado del mundo, el Cordero
Pascual de nuestra redención, que se inmoló como sacrificio perfecto en
su Sangre e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo. Así, su Iglesia puede celebrar todos los días, en
la Eucaristía y en los demás sacramentos, el memorial de la Pasión, Muerte y
gloriosa Resurrección del Señor, para prolongar su presencia entre nosotros y
su acción salvadora hasta el final de los tiempos. No podemos desconocer la
relación de profunda entrega e identidad del Señor con su Iglesia, esta
entrega de fundamento místico nos hace por extensión al bautizado parte de viva de la misma. La
relación esponsal que ubica al Cordero
en la Iglesia es la misma que nos hace parte de su sacrificio y no solo
receptáculos de su Gracia.
El
Cordero obró la redención con su
Sangre y sobre todo con su Voluntad sacrificial dándole un sentido de acción
acatada por Amor al Padre Dios y su mandato explícito. No es pues la Cruz
solo una consecuencia de su Voluntad salvífica también lo es de su Amor que
mueve lo primero. Dios no ama como un atributo o cualidad de su Ser
perfectísimo sino que lo hace porque su Esencia es Amor (entendimiento en perspectiva
antropizada de su Ser). En
Dios el Amor no es un reflejo de sus actos es todo el Motor que mueve el
universo y nada lo mueve puesto que no hay amor como el suyo en Gracia y
Santidad.
El
sacrificio del Cordero Pascual
solo es comprensible amando y siendo amados, de lo contrario solo se
convertirá en una exposición de razones y no de verdades. Lo cierto y
relevante es que Dios nos ama y lo hace con un Amor que solo es comprensible
en Dios mismo, sin importar las consecuencias de nuestro accionar está el
Amor de Dios en la Trinidad Santísima. En esta dinámica el Cordero es una muestra de Amor y no
solo una ofrenda reparadora o Cordero
expiatorio. Juan en su evangelio
tiene claro que la salvación en virtud del sacrificio del Cordero lo hace pertenencia de Dios. En la profundidad mística la Iglesia es
testiga del sacrificio del Cordero
y de esta manera configura su vida bajo este contenido, ella nunca olvidará
que es parte de un sacrifico y que su actitud ante el sacrificio y el manejo
del dolor o la enfermedad en sus hijos bautizados la emparenta con el Cordero expiatorio. La Iglesia vive
así su maternidad en medio del drama de sus hijos y debe dar respuesta a sus
necesidades y circunstancias.
Ella como
testiga de estos acontecimientos salvíficos debe perpetuar el memorial por
medio del cual se inmola el Salvador, ella debe vivir en la Eucaristía de
forma incruenta este misterio hecho luz por el Amor de Dios. La actualidad de
la Eucaristía es una realidad que transforma la percepción del bautizado y le
une poderosamente a Cristo en el ámbito salvífico y sobrenatural. No es posible
una vivencia profunda sin los dones que brotan de la Eucaristía como quiera
que es el centro de nuestra espiritualidad.
No es la repetición de un evento milenario
sino la praxis viva de la salvación y su contundente actualidad en la vida
eclesial. Esta relación profunda es en
sí salvífica, de lo contrario, como podría la Iglesia animar y guiar a sus
hijos si ella misma no fuera parte viva del triunfo del Redentor. La Madre de
los bautizados es portadora de estas gracias que su Señor y Cabeza le
concede…
Debemos pues vivir este contenido salvífico
recreado en la vivencia sacramental que
se convierte en la plenitud de toda su simbología lo que implica que
literalmente las figuras de la Eucaristía dan espacio a esta praxis como tal.
Es el momento oportuno para afirmar que en la Iglesia la simbología del Cordero Pascual cambia radicalmente
la concepción de sacrificio y lo incorpora al rito significante por
antonomasia. Todavía somos una sociedad que ve con admiración el sacrificio
aunque esto no implique que estemos dispuestos a vivirlo, solo afirmo que
preferimos verlo en todo su esplendor en otros que en nosotros, desde luego
toda regla tiene su excepción.
La
espiritualidad que adorna la vida de Fe del bautizado refleja en su configuración una dosis grande
de sacrificio aunque no sea siempre interpretado de esta manera. Nuestros
sufrimientos se unen a los de la Victima sacrificada, en este caso a Cristo,
convirtiéndose en una auténtica ofrenda salida de nosotros y no de alguien
más. Es afirmar simplemente que el dolor y todo lo que este implica no está
ni estará lejos de nuestra propia vocación a la santidad y por ende a la
salvación.
Todo
bautizado que sufre sabe que no está solo y que de esta manera suple en su
ser las imperfecciones de su existencia, es asumir el valor del sufrimiento y
no verlo como un castigo, en esto nos distanciamos del judaísmo. El
sufrimiento abre también las puertas del Reino
de Dios porque nos emparenta con el Cristo sufriente y resucitado. El
amor ocupa un puesto vital en esta concepción ya que sin amor nada de lo
anterior tendría objeto (visión Paulina).
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