viernes, 2 de marzo de 2018

CRISTO CORDERO DE DIOS... TITULOS MESIANICOS


TÍTULOS  MESIÁNICOS. CRISTO  ES  EL  CORDERO  DE  DIOS.


INTRODUCCIÓN.


La tradición de Israel es clara en orden a la figura del “Cordero de Dios o Pascual” que reproduce el sentir y la visión cultural de un pueblo que se relaciona profundamente con el ganado ovejuno y esta relación involucra un sector grande de su población en tiempo de Jesús. Es también la contraparte o némesis de una figura antagónica como lo es el Toro o becerro imagen de la deidad Baal, esta deidad originaria del  antiguo Canaán y Fenicia. La práctica de la adoración de Baal se infiltró en la vida religiosa judía durante la época de los jueces (Jueces capítulo 3 versículo 7), se expandió en Israel durante el reinado de Acab (1 Reyes capítulo 16 versículos 31-33) y también afectó a Judá (2 Crónicas capítulo 28 versículos 1-2).

 Según la mitología Cananea, Baal era el hijo de El, el dios principal y Asera, la diosa del mar. Baal era considerado el más poderoso de todos los dioses en el antiguo Oriente. Esta semblanza nos muestra el impacto cultural que en la región causó tanto la deidad como su representación, un toro similar a un miura (torturados en la fiesta taurina) pero en la concepción de mansedumbre, amor por la paz y la fraternidad, el Cordero sustituye del imaginario judío a esta imagen de fuerza y rudeza, de allí que el Cordero como signo de reconciliación estuviera manso y dispuesto a ser sacrificado. En el ámbito cultural la economía dependía en gran medida del ganado ovejuno al que hace referencia el Cordero como economía y posteriormente como signo de espiritualidad mesiánica en Juan y antes en Isaías. Bajo este concepto la sique judía estaba marcada positivamente por la imagen  de este animalito y su importancia en la vida cotidiana del pueblo, la carne y la leche fundamentales tanto en la alimentación como en la vida religiosa del pueblo necesitaba del Cordero.  

Esta entrega generosa al servicio de muchos nos hace pensar en el propio Cristo como el Cordero de Dios manso incluso hasta en el mismo sacrificio, hoy la imagen del Cordero Pascual se conserva viva particularmente en las iglesias de tradición católica quienes asumen su importancia en la construcción tanto teológica como espiritual y moral de los bautizados.  

SIGNO  MESIÁNICO  DEL  CORDERO  PASCUAL.

Pues ligados a la tradición que hace carrera en la manifestación cultural de esta  Nación es fácil interpretar la sublimación del signo del Cordero Pascual y sus implicaciones  que han superado distintos momentos históricos en su afirmación como identidad nacional y para argumentar desde la Palabra revelada acudiremos al Texto inicial condensado en el Libro del Éxodo:

Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del año. Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa. Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer. El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre al amanecer lo quemaréis. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh. La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre (Éxodo capítulo 12 versículos 1-14).
    


Las instrucciones para la celebración de la Pascua y el consumo del animal sacrificado hacen parte fundamental del rito de tránsito o camino que en este caso concreto implica el desplazar una condición para ser asumida por otra.  Nada para el camino porque es Dios el más grande proveedor del pueblo en el desierto, así como su Pastor y guardián.  La carne asada le da la precisa connotación de sacrificio como quiera que las ofrendas eran sacrificadas y consumidas totalmente por las llamas, ellos y otros pueblos creían que las deidades  e incluso el Dios revelado a Abraham y Moisés se alimentaba por el olfato.

Estas implicaciones suponían la necesidad de comer como tributo ya que los sacerdotes en el futuro inmediato consumirán una parte de lo sacrificado. La cuestión trasciende las prácticas rituales habituales en su época para posesionarse en un fuerte imaginario colectivo dando lugar al signo inequívoco de la redención por la intervención de Dios y la perfección del sacrifico de su Adorado Hijo en la Cruz. El Texto del éxodo que habla de la institución de la Pascua corresponde a la Tradición Yavista. Aunque analizando su estilo y gramática nos damos cuenta de las posteriores adiciones de carácter Sacerdotal, porque el objetivo primario es hacer de la pascua una manifestación ritual y litúrgica por antonomasia de la Voluntad salvífica de Dios en los signos visibles e intelectivos del colectivo israelita.

La anterior afirmación la hacemos conociendo por ejemplo que la presencia de los Ázimos o panes y/o tortas sin fermentar o levadura son propios de una tradición anterior que se manifestaba en la celebración de las cosechas y demás productos del agro (origen cananeo).

Recordemos que la Pascua es una fiesta anterior a Israel, es decir, pre-israelita.

También encontramos siguiendo la línea de la (T.S) que el colectivo encabezado por Moisés y Aarón encontraron similitud entre esta celebración (Pascua) y la 10 plaga  en sentido sacrificial estrictamente hablando, pero miremos el Texto Sagrado de Tradición:

Y sucedió que, a media noche, Yahveh hirió en el país de Egipto a todos los primogénitos, desde el primogénito de Faraón, que se sienta sobre su trono, hasta el primogénito del preso en la cárcel, y a todo primer nacido del ganado (Éxodo capítulo 12 versículo 29).
 



La salida se originó en la fiesta y no antes y mucho menos posterior a la celebración, recordemos que el propio Moisés pide al Faraón permiso para ir a celebrarla (Éxodo capítulo 5 versículos 1-2) el significado que se adquiere aquí es totalmente nuevo ya que no solo se habla de una celebración en el “calendario religioso judío” sino en la consolidación de una relación salvífica cuya plenitud será indiscutiblemente el Cordero Pascual, en la visión Soteriológica de Juan en su Evangelio, cuyo Texto citamos a continuación:

Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… Postero die videt Iohannes Iesum venientem ad se et ait ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi (Juan capítulo 1 versículo 29).
                                                                                
 



La expresión latina del Texto de Jerusalén es bello en su simplicidad y estilo, no solo traduce que Jesús es el Cordero sino que supera su versión castellana afirmando que la “totalidad, todos” los pecados serán borrados por Jesús. Es el mundo el escenario no solo de luchas y confrontaciones contra el Evangelio sino también el ámbito relacional de la salvación de la creación y la totalidad de la humanidad. Es en síntesis una realidad que se alinea históricamente desde la perspectiva primero de pueblo y ahora de índole cósmica.  La cosmovisión Joanica es bien interesante al amalgamar tanto la tradición del Cordero Pascual con el Siervo de Yahveh (Isaías capítulo 53)  y convertirlo en un “Cordero expiatorio” de los pecados personales y colectivos de la humanidad. Desde esta perspectiva es comprensible la relación que se gesta entre el Cordero de la visión Joanica y el de la celebración en Israel. Esta cuestión nos habla de los fundamentos de la Cristología  de este evangelista y su percepción de la salvación mediante la consumación del sacrificio del Señor.
En el libro del Apocalipsis encontramos también alusión en esta línea de pensamiento por parte de Juan, miremos el Texto:

Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra, continuando más adelante con la afirmación, y decían con fuerte voz: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza   (capitulo 5 versículo 6 y 12).
 


Este Cordero aquí descrito en medio de una manifestación pavorosa en la presencia de Dios, sin duda alguna, hace mención de Cristo y su sacrificio salvador. Lo demás en la simbología de este género literario son recreaciones de la cultura judía y su entorno cuyo contenido es diciente y referente a la vez. Aquí el escenario es muy distinto al del sacrificio, este ya tuvo lugar y el Cordero ocupa su lugar en la Majestad de Dios. En nuestra temática es fácil desde la Fe encontrar la relación y secuencia de los textos citados con anterioridad, pero sobre todo, indicar directamente la presencia escatológica de cuanto aquí recrea el vidente de Patmos.
Es absolutamente indispensable la imagen del sacrificio ya que los eventos de la Pasión de Nuestro Señor tuvieron incidencias bajo esta concepción reparadora y por ende salvífica de la cultura y mentalidad tanto de Israel como de la Madre Iglesia en sus comienzos o “años mozos”… La secuencia historica empodera los acontecimientos y a manera de cronista, el evangelista cuenta en la concreción de su Fe todo lo visto en sus visiones. Es el Cordero de Dios tanto Altar, como Victima y  Sacerdote, no es pasivo el Cordero de Dios, es vivo y dinámico y sobre todo intimado por la Voluntad salvífica de Dios en Él.   Juan nos deja ver esta relación vital sin siquiera sacarla de su contexto sino por el contrario la sublima bajo la figura del reconocimiento del Precursor como citábamos arriba.
Él contestó: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: Fue llevado como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre la boca. En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra. El eunuco preguntó a Felipe: Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de otro? Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús  (Hechos de los Apóstoles capítulo 8 versículos 31-35).  



La memoria de la naciente Iglesia tenía muy claro la relación establecida entre el Jesús histórico y el Mesías anunciado en estas figuras proféticas, son solo elementos ciertos de la estructuración de un discurso trascendente que involucra tanto al Señor como a la misma revelación de su condición y misión. Es cuestionante nuestro papel frente al cumplimiento de las promesas y más aún cuando nos ha costado tanto reconocer su veracidad y configurar nuestras vidas según sus enseñanzas. La línea de tiempo establecida entre el Cordero Pascual a la salida de Egipto y tránsito por el desierto y aquel que “quita los pecados del mundo (todos) de la visión Joanica, nos está enseñando la realidad salvífica actualizada en ambas figuras del sacrificio y triunfo del Señor en la Cruz, la atemporalidad es primordial para asumir que la salvación llega a todos los que como anunciamos en el Texto anterior deciden aceptar y dimensionar en sus vidas estas enseñanzas.  La misión del Cordero de Dios según Juan en su evangelio, queda marcada categóricamente en los versículos que siguen al reconocimiento de Jesús como el Cordero. Miremos el Texto inspirado:

Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo. Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios  (Juan capítulo 1 versículos 31-34).
 


El Elegido, es la manera de encausar la figura del Señor en los ritos que se describen en este evangelio y de paso ponerle literalmente a la cabeza de las promesas.  Esta percepción Joanica deja siempre a salvo la elección como una cuestión propia de Dios sin que medie como es conocido, algún tipo de mérito de nuestra parte, nuestro merito si se puede hablar en estos términos, es el amor de Dios por su obra. El Cordero es elegido por amor y por amor no se bajará de la Cruz. No olvidemos que en la tradición pascual el sacrificio era total y totalizante y no solo un distintivo de su creencia o memoria religiosa. El judío entendía que lo sacrificado era consumido totalmente a nombre de Dios porque era la práctica cultual incluso en tiempo del Señor. No se derramó una llamarada consumidora de todo lo sacrificado sino el Espíritu santo vino sobre Él y lo consagró en su misión redentora. De lo anterior desprendemos con facilidad que la presencia del Espíritu Santo y toda esa rica simbología era el preludio de la consumación de su sacrificio como víctima agradable a Dios.

Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi voz cuando a ti clamo. Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la tarde. Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis labios (Salmo 141, 1-3).  



RELACIÓN  ESPIRITUAL   DEL  CORDERO  CON  LA  IGLESIA.


Y al final del Apocalipsis que es también la conclusión de toda la Biblia  se nos presentan, en todo su esplendor y belleza, las bodas místicas del Cordero con su Iglesia, que aparece toda hermosa y ricamente ataviada, como una novia que se engalana para su esposo (Apocalipsis capítulo  19 versículos 6-9; 21, 9).A esta luz, el símbolo del Cordero se  ha llenado de sentido y de una riqueza teológica y espiritual fuera de serie. Ese Cordero Pascual es Jesucristo mismo. Es el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, el Cordero Pascual de nuestra redención, que se inmoló como sacrificio perfecto en su Sangre e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo. Así, su Iglesia puede celebrar todos los días, en la Eucaristía y en los demás sacramentos, el memorial de la Pasión, Muerte y gloriosa Resurrección del Señor, para prolongar su presencia entre nosotros y su acción salvadora hasta el final de los tiempos. No podemos desconocer la relación de profunda entrega e identidad del Señor con su Iglesia, esta entrega de fundamento místico nos hace por extensión  al bautizado parte de viva de la misma. La relación esponsal que ubica al Cordero en la Iglesia es la misma que nos hace parte de su sacrificio y no solo receptáculos de su Gracia.

El Cordero obró la redención con su Sangre y sobre todo con su Voluntad sacrificial dándole un sentido de acción acatada por Amor al Padre Dios y su mandato explícito. No es pues la Cruz solo una consecuencia de su Voluntad salvífica también lo es de su Amor que mueve lo primero. Dios no ama como un atributo o cualidad de su Ser perfectísimo sino que lo hace porque su Esencia es Amor (entendimiento  en perspectiva antropizada de su Ser). En Dios el Amor no es un reflejo de sus actos es todo el Motor que mueve el universo y nada lo mueve puesto que no hay amor como el suyo en Gracia y Santidad.

El sacrificio del Cordero Pascual solo es comprensible amando y siendo amados, de lo contrario solo se convertirá en una exposición de razones y no de verdades. Lo cierto y relevante es que Dios nos ama y lo hace con un Amor que solo es comprensible en Dios mismo, sin importar las consecuencias de nuestro accionar está el Amor de Dios en la Trinidad Santísima. En esta dinámica el Cordero es una muestra de Amor y no solo una ofrenda reparadora o Cordero expiatorio. Juan en su evangelio tiene claro que la salvación en virtud del sacrificio del Cordero lo hace pertenencia de Dios.  En la profundidad mística la Iglesia es testiga del sacrificio del Cordero y de esta manera configura su vida bajo este contenido, ella nunca olvidará que es parte de un sacrifico y que su actitud ante el sacrificio y el manejo del dolor o la enfermedad en sus hijos bautizados la emparenta con el Cordero expiatorio. La Iglesia vive así su maternidad en medio del drama de sus hijos y debe dar respuesta a sus necesidades y circunstancias.

Ella como testiga de estos acontecimientos salvíficos debe perpetuar el memorial por medio del cual se inmola el Salvador, ella debe vivir en la Eucaristía de forma incruenta este misterio hecho luz por el Amor de Dios. La actualidad de la Eucaristía es una realidad que transforma la percepción del bautizado y le une poderosamente a Cristo en el ámbito salvífico y sobrenatural. No es posible una vivencia profunda sin los dones que brotan de la Eucaristía como quiera que es el centro de nuestra espiritualidad.

 No es la repetición de un evento milenario sino la praxis viva de la salvación y su contundente actualidad en la vida eclesial.  Esta relación profunda es en sí salvífica, de lo contrario, como podría la Iglesia animar y guiar a sus hijos si ella misma no fuera parte viva del triunfo del Redentor. La Madre de los bautizados es portadora de estas gracias que su Señor y Cabeza le concede…

 Debemos pues vivir este contenido salvífico recreado en la vivencia sacramental  que se convierte en la plenitud de toda su simbología lo que implica que literalmente las figuras de la Eucaristía dan espacio a esta praxis como tal. Es el momento oportuno para afirmar que en la Iglesia la simbología del Cordero Pascual cambia radicalmente la concepción de sacrificio y lo incorpora al rito significante por antonomasia. Todavía somos una sociedad que ve con admiración el sacrificio aunque esto no implique que estemos dispuestos a vivirlo, solo afirmo que preferimos verlo en todo su esplendor en otros que en nosotros, desde luego toda regla tiene su excepción.

La espiritualidad que adorna la vida de Fe del bautizado  refleja en su configuración una dosis grande de sacrificio aunque no sea siempre interpretado de esta manera. Nuestros sufrimientos se unen a los de la Victima sacrificada, en este caso a Cristo, convirtiéndose en una auténtica ofrenda salida de nosotros y no de alguien más. Es afirmar simplemente que el dolor y todo lo que este implica no está ni estará lejos de nuestra propia vocación a la santidad y por ende a la salvación.

Todo bautizado que sufre sabe que no está solo y que de esta manera suple en su ser las imperfecciones de su existencia, es asumir el valor del sufrimiento y no verlo como un castigo, en esto nos distanciamos del judaísmo. El sufrimiento abre también las puertas del Reino de Dios porque nos emparenta con el Cristo sufriente y resucitado. El amor ocupa un puesto vital en esta concepción ya que sin amor nada de lo anterior tendría objeto (visión Paulina).

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