martes, 30 de octubre de 2018

ECLESIOLOGÍA EPISCOPAL Y SU CENTRALIDAD EN LA VIDA DEL ANGLICANISMO...


ECLESIOLOGÍA  EPISCOPAL Y SU CENTRALIDAD EN LA VIDA  DEL ANGLICANISMO.





INTRODUCCIÓN.




La Iglesia Episcopal  como parte de la Comunión Anglicana se constituye en un componente vital del signo de  Comunión Eclesial que integra a Iglesias a lo largo y ancho del globo terráqueo (1). No podemos definir a la  Iglesia Episcopal y su eclesiología por fuera de la Comunión Anglicana. Su integración es a nivel esencial y no circunstancial o secuencial. La Iglesia se reconoce a sí misma en la profesión de Fe de los  bautizados. La Iglesia de cara al mundo permanece en actitud de dialogo con el ser humano y sus realidades,  en el contexto de su pertenencia y afirmación desde la explicitación de los contenidos doctrinales que definen nuestro  Corpus Doctrinal. Es UNA porque pertenece al cuerpo de Cristo. SANTA porque pertenece al cuerpo de Cristo. CATÓLICA porque pertenece al cuerpo de Cristo y APOSTÓLICA (2) porque pertenece al cuerpo de Cristo, a partir de su relación hipostática con la Iglesia de Cristo que el Espíritu Santo engendró en el vientre apostólico, podemos desarrollar un pensamiento y sus lineamientos en el marco de la indisoluble relación con la Iglesia en la historia y en el presente, solo distinción tiempo espacial porque su vínculo no reconoce accidentalmente el tiempo sino que lo vive en el plan salvífico de Dios. La accidentalidad doctrinal no afecta el Corpus Eclesial sino que nos ubica en el tiempo donde el bautizado vive su cotidianidad y por ende vocación salvífica. La relación de los misterios de nuestra Fe es celebrada en comunión eclesial con el gran cuerpo cristiano. La condición de nuestra vital comunión no es asunto nominal o simplemente un acuerdo de ritos y sentencias es más que eso supone la integración de los misterios y acontecimientos salvíficos que la Iglesia enseña y comparte con los creyentes (3).  La estructura visible es producto de sus relaciones con el entorno objetivado por los intereses de los bautizados cuya praxis de Fe materializan el sentido eclesial y su pertenencia. La colegialidad eclesial no es un don exclusivo de los clérigos, también es una sana iniciativa de los bautizados que a lo largo y ancho de sus vidas entran en la historia eclesial con sus épocas y costumbres. Los tiempos pueden y deben cambiar pero las aspiraciones de lo sobrenatural en el bautizado no… La Iglesia Episcopal, posee un único referente y es su propia concepción de la Redención que no es más que la expresión de la Iglesia universal por sus venas y cosmovisiones (4). El espiral de los acontecimientos data los eventos y la Iglesia data los acontecimientos humanos desde la presencia de la Gracia,  haciendo de la historia no solo un componente de eventos y fenómenos naturales como humanos sino de accionar de la Gracia y el sentido santifico de las obras de los creyentes. Nuestra eclesiología es universal y en ella como en existencia toda, poseen espacio y se les considera iguales. La radicalidad del ser eclesial supone ser un Cuerpo articulado bajo el modelo de unidad producida por el Espíritu Santo en nosotros. La autoridad eclesial es universal y en cuando a este enunciado recordamos una tesis presentada en un ensayo anterior sobre la POTESTAD ANGLICANA (5)  que como respuesta de la institución define poderosamente la influencia salvífica de las acciones eclesiales aun por fuera de la concepción romana y griega de institución. El llamar a la Iglesia Anglicana protestante es asumido con la perversa (citamos un anacronismo) intención de desmontar y mitificar su ser eclesial y desligarlo de la catolicidad. Nuestra eclesiología como anglicanos supone la influencia positiva tanto jurídica como  espiritual del anglicanismo y este como multi color expresión de  la  igualdad eclesial universal. Somos anglicanos y como tal la expresión de nuestra Fe no se compra bajo conceptos de separación o aislamiento que suponen endémicos esfuerzos por fundar iglesias. La Iglesia Anglicana no fundó Iglesia alguna, ella  reforma su expresión católica local. No olvidar nunca que el dogma sobre la autoridad e infalibilidad papal no es concepto sin el cual peligre la salvación, este dogma hace parte de las verdades relativas de la Iglesia  y con ello implica la posibilidad de obviarlo sin convertir tal acción en separación de la Iglesia de Cristo. No es un dogma salvífico porque este no se dirige a las Divinas Personas y sus relaciones con la humanidad (Trinidad Económica).


ANGLICANISMO Y EPISCOPALIANISMO.


Ambas expresiones podrían sonar iguales o significantes por antonomasia de un mismo contenido y su realidad eclesiológica, pero tal aseveración no es del todo cierta. La indisolubilidad eclesial se remonta al origen mismo de su llegada al continente  norteamericano. Samuel Seabury (6).  (Nacido el 30 de noviembre de 1729 en Groton, Connecticut. Falleció el 25 de febrero de 1796 en Nueva Londres, Connecticut, EE. UU.), Primer obispo de la Iglesia Episcopal Protestante en los Estados Unidos .fue educado en medicina en la Universidad de Yale y en la Universidad de Edimburgo. Después de convertirse en sacerdote en 1753, sirvió en parroquias en New Brunswick, New Jersey, en Jamaica, New York, y en Westchester, New York; También practicaba la medicina. Se hizo conocido por sus folletos que instaban a los estadounidenses a no buscar la independencia de la corona británica, que evocaba folletos en respuesta por el joven Alexander Hamilton. Seabury fue un lealista durante la Revolución Americana, mudándose a la ciudad de Nueva York ocupada por los británicos. En 1783 fue elegido obispo de Connecticut y Rhode Island. Fue a Escocia para ser ordenado y luego regresó a los Estados Unidos en 1785. Ese mismo año se convirtió en rector de la Iglesia de St. James en New London, Connecticut.


En l785, se celebró la primera Convención General y en ella se adoptó el nombre de "Iglesia protestante episcopal". Este nombre temporal quiso cambiarse en muchas ocasiones y, finalmente, la palabra "protestante" por implicar connotaciones negativas ya no aparece en los libros de la Iglesia. El término episcopal, que significa obispo, viene a simbolizar la dificultad que en un principio hubo en conseguir obispos, así como el que estos son los supervisores y responsables de que se mantengan la Fe y el orden eclesiásticos (7).

El 28 de julio de l789, 22 clérigos, incluyendo a los obispos William White y Samuel Seabury, y dieciséis seglares, se reunieron en la iglesia de Cristo en Philadelphia, para celebrar la convención más importante en la historia de la Iglesia Episcopal. El obispo White fue el genio de la convención. Uno de los puntos cardinales aprobados fue establecer una Iglesia libre de toda autoridad civil. Habría total separación entre Iglesia y estado. Este principio quedó reflejado en la primera enmienda de la Constitución de la nueva nación de Estados Unidos. En la convención se adoptó una constitución, un código canónico, se logró unidad en la Iglesia y se autorizó el primer Libro de Oración Común americano (1785), en cuyo prólogo se afirma: "Esta Iglesia está muy lejos de pretender separarse de la Iglesia de Inglaterra en ningún punto esencial de doctrina, disciplina, o culto, más allá de lo que exijan las circunstancias locales" (8).  



Las relaciones eclesiales se afectaron en cuanto a las relaciones administrativas por razones muy claras y contundentes, pero el espíritu eclesial se conservó y conserva como parte de nuestro patrimonio. La Iglesia no obedece a caprichos generacionales, ella responde a su propio ser tangible e intangible que la une históricamente a Inglaterra y en cuanto a su Corpus este hace parte de la Iglesia universal cuya cabeza es el propio Cristo.

 El término “protestante” fue retirado por generar posturas  ambiguas frente a nuestra propia tradición eclesial. Ya no se trataba de ser diferentes sino de expresar en América el sentido universal de la Iglesia y todas las connotaciones de su eclesiología. La Iglesia como institución se une tangiblemente,  pero esta realidad también implica disparidad en algunos asuntos que no deben interferir el Dogma y su construcción dialéctica, dicho de otra forma, las verdades esenciales es y deben seguir siendo las mismas. El Párrafo del primer L.O.C en América del Norte, lo atestigua, una Iglesia unida de forma inseparable que hace una especie de hipostasis con la Iglesia de Inglaterra. Es por demás imposible de separar de esta realidad eclesial, no poseemos en si la facultad para ser algo distinto por nuestra propia cuenta es la recreación del símil Paulino sobre el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Nuestra unidad esencial con Inglaterra no es un asunto identitativo simplemente, es algo de mayor profundidad, se remonta a nuestra propia genética eclesial.

 En  Norte América y el Caribe como en las demás Américas solo somos aquella expresión local del Cuerpo Místico de Cristo que es su Iglesia (9). Ese solo argumento posee tal profundidad que nos permite vivir en un perenne Pentecostés fundacional y misionero. No solo podemos verlo como un encuentro de culturas religiosas con una manera de hacer y vivir las cosas sino como parte de un todo o Ser Eclesial definido,  que en el contexto local es la manifestación de su ser universal o catolicidad (10). La vivencia, nos identifica esencialmente  con la historia y su tangencialidad no es determinante la idea de una Iglesia local sino es vista inserta en la universal. Aquí las iglesias particulares sean anglicanas o romanas expresan lo mismo, signo vivo de comunión en su ser eclesial (11).  La Iglesia en su extensión no se limita por ninguna jurisdicción. Es solamente la administración de lo disciplinario y su gobierno donde se producen las diferencias.
 La metafísica del Cuerpo eclesial es el mismo en donde se manifieste la Fe de los bautizados  y la disciplina eclesial en su doctrina y enseñanzas (12).

La percepción de esta realidad es aleatoria y vinculante y hasta el último de los bautizados cuenta en su ser y conjugación ministerial. El ser Episcopal se inserta en el todo anglicano y este se manifiesta así mismo como Iglesia de Cristo donde se encuentre. La eclesiología para el Episcopal es la misma en sus proporciones que para el inglés o el romano, y lo mismo para el griego. La Iglesia como cuerpo de Cristo no es un cuerpo metafísicamente limitado como el nuestro sino que es la manifestación histórica de la Gracia convertida en Salvación cósmica y por ende universal. Es una realidad axiomática que no se discute sino que se vive. EL SER ANGLICANO (13)  es la máxima expresión de una nación y naciones como de una cultura y culturas, es un Ethos antropológico y sociológico que no posee limitaciones más allá de su dialéctica inserta en la realidad de los bautizados que viven su opción por Cristo en el anglicanismo. En  cuanto a la percepción Episcopal es también en la dialéctica de su realidad la manera de percibir la opción fundamental por Cristo desde la óptica propia de nuestra herencia y ser anglicano.

La connotación eclesial que conocemos y vivimos posee una particularidad muy curiosa y es la inserción del ser eclesial en el modelo nacional propio de los EE-UU, lo que reclama para nosotros una visión distinta  de esas particularidades del Ethos cultural propio de cada una de las regiones donde la Iglesia Episcopal hace presencia. Esta Iglesia no es una propuesta diferente o nueva, lejos tal inclinación, somos Iglesia de Cristo en las particularidades culturales de nuestra confesión Episcopal y por ende Anglicana (14)… La historia no solo es testiga de la identidad confesional de nuestra Iglesia sino que ella nos muestra las distintas experiencias y sus praxis vitales. “Hoy somos tan católicos como el papa mismo puede serlo y tal Reformados como el mismo y más aún que Lutero y Calvino (15)”.

 La dialéctica de la historia y su discurso idiomático nos dispuso para los fines de la misión y la comunión eclesial (16).  Nuestros obispos en la  Diócesis, el Diocesano es el guardián celoso de la doctrina eclesial y cual será esa doctrina sino la misma contenida en la Tradición y el Magisterio. El vínculo relacional se mantiene por sobre las tipologías diferenciales que encontramos en cada latitud y cultura eclesial (17). La tradición Episcopal como un todo eclesial se mueve por las aguas de la Iglesia de Cristo cuya visión histórica es la misma en el mundo de la catolicidad, las diferencias nunca podrán hacer daño definitivo en nuestra condición y herencia recibida (18).  Preferimos hablar de los modos en los que vivimos nuestra  identidad como  bautizados  y el “toque” de nuestro Carisma eclesial. Esta característica propia no es endémica corresponde a una cosmovisión que se ha cristalizado con el paso del tiempo y la inclusión de todo tipo de condiciones  en la vida de la Iglesia. Estamos ante una realidad que nos debe permitir exaltar la identidad Episcopal pero  en el ámbito de nuestro ser Anglicano. El PLEROMA ANGLICANO (19) como cuerpo de su propia realidad eclesiológica corresponde a la praxis de los valores tanto de la Reforma del siglo XVI como de los aportes del Movimiento de Oxford, este matiz exclusivo de nuestra condición  de Comunión de Iglesias por el mundo,  nos permite vivir la riqueza del encuentro de Ethos de todo tipo de composición pero precisamente si hablamos de Comunión debemos buscar y hacer más fuertes los nexos entre sí (20).

 Nuestro Pleroma es parte viva y dinámica de Cristo como quiera que la extensión de la Madre Iglesia no se limita a Roma, Atenas, e Inglaterra sino que es tanto abarcante como totalizante (21). La realidad de la Iglesia como Cuerpo de Cristo fue dimensionada  históricamente por el Apóstol Pablo y su percepción de una realidad definitiva que buscaba una estructura en la Fe de los cristianos, y esa estructura es precisamente la Iglesia en su materialización plena de la Fe en  cada uno de los bautizados, por esta razón su metafísica supera cualquier presupuesto institucional para convertirse en una realidad perceptible en cada uno de los creyentes. El propio Señor, en el mandato de “ir y bautizar” señalo el camino de su nuevo y definitivo discipulado (Conf: Mateo capítulo 28 versículos 16 ss). Un discipulado maduro y seguro de su Fe en toda la extensión de la palabra (22). La inclusión de nuestro ser institucional en la Comunión Anglicana no es solamente un “paraguas” ante las tormentas de la historia eclesial (23). La historia de los puritanos marcó la vida de la naciente Iglesia en Estados Unidos, creemos importante compartir un breve texto sobre los mismos:



PURITANISMO.


El puritanismo aparece en el contexto de la historia religiosa de Inglaterra después de la reforma. En el Acta de supremacía (1534), Enrique VIII (1491-1547) separó la Iglesia de Inglaterra de Roma, no va por los motivos teológicos que aducían los luteranos, los calvinistas y los otros movimientos de la Reforma continental, sino más bien para obtener en su reino la supremacía sobre la Iglesia. Sin embargo, ya desde el principio, las ideas teológicas de la Reforma continental conquistaban en Inglaterra a un número cada vez mayor de personas en el clero y en el laicado. Se advertía, por otra parte, que el nuevo orden religioso, establecido por la hija de Enrique VIII, Isabel I (1533-1603), mantenía aún demasiadas cosas de la doctrina, de la estructura episcopal y de la liturgia de la Iglesia romana. Surgieron entonces individuos que querían  purificar a la Iglesia de Inglaterra de todos los vestigios del papismo (de ahí el nombre de puritanos) y adoptar una reforma más radical, especialmente según el modelo de la Ginebra de Calvino, adonde habían huido cierto número de exponentes puritanos durante el breve restablecimiento del catolicismo bajo la reina María (1553-1558). Los puritanos resistieron a los intentos de Isabel I en 1564 de imponer la uniformidad en la práctica litúrgica según el Libro de la Oración Común.  Preferían un servicio cultual más simplificado, que se desembarazase del boato tradicional heredado de la tradición romana. Muy pronto algunos de sus exponentes- como Thomas Cartwright (1535- 1603), defendieron la forma presbiteriana de la estructura eclesial de Calvino, basada en los consejos locales del clero y de los laicos más bien que en la- estructura episcopal de la Iglesia establecida. Algunos puritanos partieron a América, recién descubierta, con la esperanza de crear en la Nueva Inglaterra aquel santo Commonwealth que pudiera servir de ejemplo para la vieja Inglaterra. El espíritu puritano era característico de los primeros colonos ingleses de América.

Los puritanos creían que la Iglesia era una comunidad voluntaria de individuos, unidos mutuamente por un pacto con Dios y entre ellos.  Esta visión de la Iglesia les llevó a dar importancia y prioridad a la comunidad local. Posteriormente se unieron a otros disidentes de la Iglesia anglicana y se les conoció como congregacionalistas. Los puritanos subrayaban la necesidad de la conversión para redimirse del pecado y exigían una rigurosa vida moral, estimulada por la predicación que amenazaba a los cristianos rebeldes con los castigos de Dios. Heredaron de la teología calvinista un fuerte sentido de la predestinación y de la elección, llegando a considerar el éxito material como un signo del favor de Dios. Recientemente, aquellos descendientes de los puritanos conocidos como congregacionalistas han sido muy activos en el movimiento ecuménico y han buscado frecuentemente la fusión con otras Iglesias cristianas (24).


Para nuestra reflexión puntualicemos sobre los puritanos, ellos rechazaban la autoridad tanto del estado como de los obispos y presbíteros, es decir, su sistema de gobierno y vida congregacional se asemeja a los Presbiterianos, eran también conocidos con el nombre de Los independientes, estos no-conformistas, fueron combatidos por el Arzobispo de Canterbury William Laud, aunque sus planes para los puritanos en Estados Unidos no pudieron llevarse a cabo por factores de política interna. Desde luego por las persecuciones muchos emigraron al nuevo mundo. Una de esas peregrinaciones sin retorno la ubicamos en el año 1622 (25). En la actualidad podemos hablar de más de 600.000 personas adultas que viven el espíritu puritano particularmente en naciones de habla inglesa (26).


EL PIETISMO.


 En el contexto de nuestra reflexión no está por demás citar el Pietismo, cuyo objetivo esencial era anteponer a la “fría” doctrina de la justificación por la Fe una enseñanza sobre el amor y el corazón en el creyente. La palabra pietismo  es una designación general de un movimiento muy ramificado y de formas muy variadas dentro del  protestantismo. Sus orígenes se remontan a principios del siglo XVII. Su mayor importancia en la historia espiritual corresponde a la primera mitad del siglo XVIII, pero sus efectos se dejan notar en los movimientos de vida cristiana del siglo XIX y se extienden hasta nuestros días. La  reforma para el pietismo  no es un acontecimiento ocurrido y consumado una sola vez en el pasado, que haya de entenderse institucionalmente. Es más bien un acontecer que se debe realizar constantemente en la Iglesia, si la soberanía de Cristo ha de ser una realidad viva.

 La idea fundamental de todas las tendencias pietistas es el ansia de praxis pietatis y de ejercitación en la bienaventuranza divina. La actividad espontánea y viviente de la subjetividad religiosa es para el pietismo  el punto central del hecho histórico de la mediación de la salvación. En ella se concentra también el interés teológico. Esta manera de acentuar la subjetividad puede realizarse en las formas tradicionales de confesionalidad protestante; pero en el pietismo  radical tiende a disolver la Iglesia.

 (27). La palabra pietismo puede representar cualquier movimiento que intente renovar por medio de una moralidad rigurosa y una piedad personal a una comunidad en la que la religión se haya separado de la experiencia vivida.  Así por ejemplo, pueden denominarse con cierta justificación pietista,  algunos movimientos como el puritanismo, el jansenismo o el metodismo. Pero más propiamente la palabra pietismo llegó poco a poco a designar una renovación en el ámbito del luteranismo alemán durante la última parte del siglo XVII y comienzos del XVIII, principalmente bajo la influencia de Jakob Spener (1635-1705). Al final de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) la teología alemana tomó un carácter escolástico y apologético para contraponerse adecuadamente a la teología católica romana y a la teología calvinista, perdiendo así gran parte de su capacidad de inspirar una vida cristiana fervorosa. En reacción contra esto, Spener fundó sus collegia pietatis pequeños grupos, principalmente de personas laicas, que se encontraban para discutir las Escrituras, para compartir sus experiencias espirituales y para animarse mutuamente a una vida de Fe más entusiasta. Los que frecuentaban estos collegia pietatis fueron llamados muy pronto pietistas, de donde tomó su nombre el movimiento.

El principio que guiaba al pietismo es que el cristianismo es una cuestión del corazón más que del entendimiento; en el fondo el amor es más importante que la ortodoxia. Spener publicó sus Pia desideria en 1675, sugiriendo las siguientes propuestas para la renovación de la Iglesia: más uso de la Escritura en la oración y en la discusión entre los cristianos; énfasis en la importancia del laicado: insistencia en que la fe ha de tener frutos prácticos en la vida cotidiana; formación de los ministros que tenga más en cuenta la piedad que las polémicas, y la edificación como objetivo principal de la predicación  Uno de los discípulos de Spener, August Herman Francke (1663-1727), desarrolló la potencialidad social del movimiento pietista estableciendo diversas organizaciones caritativas en torno a la universidad de Halle. Nikolaus Ludwig von Zinzendorf (1700-1760), un alumno de Halle, se convirtió en el espíritu guía de un renacimiento de la Iglesia morava, en la que se han preservado hasta hoy los valores del movimiento pietista. John Wesley (1703-1791), el fundador de los metodistas recibió la influencia de un discípulo de Zinzendorf y su conversión en 1738 tuvo lugar en un encuentro de oración con los hermanos moravos. Mientras que en general los comentaristas refieren que el pietismo fracasó en su intento de dar un nuevo vigor al luteranismo alemán, es preciso reconocer su influencia en la himnodia y en los movimientos de renovación de los siglos XVIII y XIX. El pietismo ejerció además una influencia ecuménica, en cuanto que exaltó un tipo de fervor cristiano que pasó a través de las demarcaciones confesionales (28).


ANÁLISIS DEL PURITANISMO Y EL PIETISMO, EN EL CONTEXTO DE UNA ECLESIOLOGÍA EPISCOPAL.


Los grupos humanos salidos de Inglaterra (Una de ellas en el año 1622) por las persecuciones contra  los no-conformistas o puritanos desencadenó su llegada masiva al nuevo mundo, se ubicaron en EE-UU (inicialmente) y de esta forma su vivencia se convirtió en Ethos cultural y religioso con el apenas natural correr del tiempo. No se trató solo de un desplazamiento forzoso (29) como se conoce en el contexto actual, sino  que sus presupuestos doctrinales fueron puestos a prueba. La realidad de las migraciones matizaron desde siempre el mundo y los entornos fueron re-definidos constantemente.  Es absolutamente una utopía pensar en la composición homogénea del mundo y  sus realidades conceptuales. La realidad eclesial depende de estos componentes que se alinean con el correr del tiempo. No  pretendemos desconocer que la influencia de las verdades de nuestra Fe es en gran medida  condicionada por el entorno eclesial, también el entorno es parte viva de la praxis cultica y cultural,  y con todo ello el mapa de la religión es armado convenientemente (30). El puritanismo rechazando la estructura eclesial  de paso rompe con la presencia del ministerio ordenado en la dimensión eclesiológica conocida. Estas tendencias  hacen presencia en la cotidianidad de la Iglesia en las colonias del Norte.  Tal concepción puede incluso relativizar la liturgia y los sacramentos, suprimiendo la asiduidad eucarística e implantando modelos litúrgicos donde el rito y lo que ello implica puede ser suspendido a cambio de otras expresiones litúrgicas de menor valía en nuestra tradición. Estas condiciones eclesiológicas, son claramente cuestionables porque desdibujan la expresión axiomática de la liturgia como el mayor acto de Adoración en la Iglesia Episcopal y en la Comunión Anglicana y donde exista presencia de la catolicidad. El cómo celebrar la Eucaristía es una verdad relativa más no el suponer su reemplazo con expresiones culticas distintas a su naturaleza (31).

 La relativización conceptual que implicaba para la Iglesia la presencia del puritanismo marcó la concepción de una Iglesia bajo los presupuestos dogmáticos. La reacción de William Laud (32)  desde la cede de Canterbury no se demoró en producirse en contra del puritanismo. Recordemos que el puritanismo aparece como reacción al Acta de Supremacía de Enrique VIII. El rechazo al L.O.C solo podía generar que sus miradas buscaran vertientes como la calvinista y la presbiteriana. Estos modelos eclesiales son distintos a los ofrecidos por la tradición, ya el propio Laud era partidario de la Sucesión Apostólica y la Tradición de los primeros 4 siglos del cristianismo y por ende de las enseñanzas de los santos PP. de la Iglesia.  Ninguno  de los tópicos anteriores era siquiera considerado por los puritanos (33).

En su eclesiología la tesis básica del puritanismo es: “La iglesia se constituye en  un pacto entre el individuo y Dios,  de allí el valor de la respuesta personal, pero en tal pacto no media liturgia alguna como expresión del mismo” (34).  El presente del puritanismo  evolucionó hasta nuestros días como un movimiento de fuertes tendencias ecuménicas, pero si retrotraemos tal postura vemos la dinámica eclesial de los pietistas cuyos conceptos abogaban por una religión del corazón, más que doctrina alguna fría como decíamos antes, eran los instauradores de una concepción más humana e irradiada por nuestras condiciones y cualidades. Aquí el componente psicológico es fundamental en la generación de tal bienestar. La vivencia consciente del creyente será fundamental en su consolidación, el empoderamiento personal  deja casi sin recurso a la Gracia en tal proceso que dependerá mucho de la percepción del creyente (35).  Creo que es importante mencionar otra de las tendencias teológicas que sin duda influyeron y al parecer todavía lo hacen en al concepción eclesial del Episcopalianismo, nos referimos al Latitudinarismo Es la actitud adoptada por algunos teólogos anglicanos en el siglo  XVII, que abogaban por una interpretación menos estricta o dogmática de la religión cristiana, lo cual permitiría continuar su adhesión a las formas externas de gobierno y culto anglicanos, manteniendo al mismo tiempo una cierta indiferencia o escepticismo sobre su validez absoluta. En este sentido la palabra inglesa latitude retiene el significado original latino de amplio margen o espacio; empleando con lenguaje popular se diría en castellano que los latitudinarios eran teólogos de manga ancha.

      En el panorama histórico del anglicanismo los latitudinarios ocupan al inicio una posición intermedia entre la High Church anglicana (conservadora de gran parte de la tradición católica), por un lado, y, por otro, la rigidez calvinista de los puritanos no conformistas. Más tarde, en el siglo  XVIII, las corrientes latitudinarias y racionalistas desembocarían en la Broad Church anglicana, mientras que la influencia propiamente protestante, tal como permaneció dentro de la Iglesia anglicana, vendría a ser denominada Low Church.    Las características esenciales del Latitudinarismo. Se pueden resumir en: 1) oposición a todo lo que fuera dogmático en doctrina o costumbres; 2) dar preferencia a la razón sobre la tradición de la Biblia o de la Iglesia; 3) presentar la religión sobre la base de la teología natural; 4) búsqueda de las formas correctas de vivir más que de las de pensar; 5) tolerancia en materias religiosas como instrumento de la unión entre los cristianos. Los tres primeros puntos reflejan el intento de aplicar en el terreno religioso el espíritu de investigación científica de Bacon (v.) y sus seguidores: Lord Falkland y los demás latitudinarios negaban la autoridad de la Tradición en materias de Fe, como Bacon lo había negado en los conocimientos de la física y proponían el uso de la razón como medio supremo para comprobar la verdad. Los dos últimos puntos reflejan más bien un naturalismo pragmático muy en línea con las tendencias sociales británicas, que subsisten en cierto modo en el anglicanismo actual. En el Siglo  XVIII, estas premisas cederían el paso a los deístas que negaban la religión revelada y proclamaban la libertad de pensamiento, la tolerancia universal y un total anti dogmatismo muy en consonancia con el racionalismo de esa época (36).

Estos elementos de criterio  hacen parte de las discusiones puritanas en América del Norte donde su encuentro generó una expectativa distinta a como era leído el fenómeno en Inglaterra. Ellos llegaron para no retornar lo que implicó la instauración de su Ethos, el mismo que se alimentó de las condiciones propias del nuevo mundo. Ya no estaban en un enclave reducido sino que estaban ante la inmensidad de una nación tan grande y más que la propia  Europa (37).  La multitudinaria afluencia de puritanos sembró los principios del Ecumenismo que distingue a la Iglesia Episcopal en el mundo eclesial. Los distintos matices adornaron la elección de este estilo de vida sobrenatural y la forma como fue abordada la discusión sobre la pureza de las practicas o expresiones de la memoria religiosa. La memoria religiosa se enfrenta con concepciones  de Fe que superan su cometido inicial, los puritanos tenían una imagen compleja del mal y veían literalmente al diablo en todas partes (38).

La coherencia en el mensaje se vio influenciado por la sique que retrotraía del pasado sus experiencias negativas, la paz puritana no fue una realidad perceptible indefinidamente sino que la tensión de sus doctrinas contrarias a la influencia  inglesa permitió su crecimiento y mutaciones convenientes. El suelo americano se cerró tras el puritanismo al menos por muchas generaciones durante el siglo XVI y XVII, el Episcopalianismo también se relacionó con el puritanismo pero particularmente con el pietismo (39). Con la expresión de una religión o principio que desde la introspección psicológica y moral, buscó incansablemente articular su dialéctica sobre la conveniente exploración del ser humano como absoluta posibilidad dialéctica frente a la interpretación religiosa en el plano personal y por ende subjetivo.  El pietismo hizo su gran aporte en cuanto a la humanización de los postulados doctrinales y su Ethos relacional. No implica que abiertamente como el puritanismo mostrara su influencia en  Norte América pero si desde la universalidad de las ideas que se invirtieron en otras partes del mundo como la citada anteriormente (40). En el concepto de su universalidad podemos citar el pietismo en Alemania, en Francia y el mismo Italia, la secuencia de acciones de índole mitigantes ante el influjo frío y calculado de la doctrina es la manifestación del pietismo,  desde esta óptica lo referimos  a la inclusión futura de los DD-HH en la consideración de índole religiosa cuando el “correligionario” es visto como un sujeto de libertades y derechos pero también deberes. La comunión social y cultural que establece el absolutismo necesario de la religión como manifestación aterrizada de la idea religiosa es indispensable (41). Bien podemos decir que el ser humano es libre de abrazar este o aquel postulado pero la formación seguirá siendo el conector o nexo dialectico de esta elección (42).

Nuestra eclesiología Episcopal se  postula tanto en la dinámica de lo conservador y radical como del libre ejercicio de los DD de los individuos, lo referente a su praxis es de índole disciplinario en nuestros propios postulados.  Nuestra eclesiología es en vocación universal expresión de su conciencia de ser parte de la Iglesia de Cristo, nuestro postulado fundamental lo resumimos en el siguiente recuadro (43):


De nuestra eclesiología hacen parte todos los seres humanos bautizados,  y en figura de nuestra potencia evangelizadora,  aquellos quienes no lo son y podrán serlo con nuestro desempeño eclesial. Nuestra eclesiología es cósmica como la figura del mandato universal de la gran comisión y su texto kerigmatico en Mateo capítulo 28. (44).


Desde luego la formalidad eclesial se dibuja desde su doctrina y la perfecta identidad del bautizado con la significación de su Pacto Bautismal.   La naturaleza misma de nuestra eclesiología resume la expresión de su militancia bajo el parámetro conocido y vivido como facultativo de una relación plena con el Dios vivo y revelado en las Escrituras y ya perfectamente en su Adorado Hijo (45)… Nuestra eclesiología parte de esta primicia y se universaliza como esencia de la misma Iglesia de los Apóstoles que por extensión paradigmática, dogmática, e histórica,  es la misma en nosotros (46). La praxis eclesial se manifiesta en los signos Identitativos condensados como notas esenciales en el Credo Niceno-constantinopolitano. En la sique eclesial de la Iglesia Episcopal no solo son recitados en cada Eucaristía sino que ello implica todo un reto axiológico para poner en práctica en cada una de las acciones eclesiales para que estas no se conviertan en acciones aisladas de su expresión católica.  Ser Una, Santa, Católica, y Apostólica (47), reclama más que un enunciado,  toda una cultura,  todo un Ethos activo de pensamientos y acciones pastorales vestidos de su propia universalidad. Por esta razón nuestra primicia es clara y radical también: La Iglesia Episcopal no es la Iglesia de EE-UU o el Caribe o las Américas, y otros,  es por demás, la misma Iglesia de Cristo cuyos fundadores fueron los apóstoles bajo la guía y poder del Espíritu Santo (48). Superando las connotaciones de gobierno y las singularidades de su ser antropológico, somos la Iglesia en la Iglesia de Cristo (49). Las implicaciones de nuestras declaraciones son amplias y poderosas ya que la universalidad no es un manifiesto volitivo de la misma Iglesia sino de su misión tanto a la humanidad como   la misma creación. La cuestión doctrinal es un ingrediente de esa visualización cósmica necesaria en el contexto de su propio acontecer histórico y la Gracia en este acontecer se manifiesta también en la profundidad de su universalidad como en la expresión de su ser local palpable (Diócesis, Congregación, Bautizado) (50). La integralidad doctrinal no solo es un tópico de esta relación sino que junto a la liturgia y disciplina constituyen un entronque rico en expresiones de nuestra Fe universal, aquí la declaración de las notas esenciales de nuestra eclesiología cobra todo sentido y explicitación de su misión y misterio  dada su calidad escatológica (51). Nosotros conservamos las notas esenciales de la catolicidad bajo la dialéctica propia de una Iglesia Reformada que nunca perdió la conciencia  de su ser universal. Esto último no debe generar temor alguno, ser reformados no implica perdida de nuestra universalidad y su conciencia se  manifiesta en la vivencia de nuestra liturgia y doctrina. La  Reforma no desdibuja la identidad eclesial en su naturaleza Identitativa, nunca hemos salido del ámbito eclesial universal. Hoy como hace siglos la identidad  Anglicana corre por nuestras venas con la misma fuerza que en Pentecostés. Miremos apartes de un ensayo anterior sobre el Pentecostés Anglicano (52):


La presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia Anglicana se entiende desde la perspectiva de sus principios y bases de Comunión así como su ministerio en las distintas latitudes donde la Comunión Anglicana hace presencia. Los motivos de su presencia en el mundo son variados pero todos ellos superando las dimensiones  políticas, económicas e incluso militares, de su entorno antropológico,  son y serán fruto de la perenne presencia del Espíritu de Dios en su eterno Pentecostés.

  Ser parte de dicha manifestación constituye un eslabón clave en la afirmación de nuestra propia catolicidad. Más allá de sus orígenes políticos (como cualquier otra iglesia histórica) es relevante su vocación salvífica y ministerial  de cara al pueblo de Dios. Nuestra Iglesia es fruto de esta presencia  y parte viva de la cristiandad en su rol de vivir la catolicidad. La presencia de la Trinidad salvífica nos hace una “Iglesia Entera” es decir, parte de la Institución eclesial fundada por los apósteles. Aquella comprensión de la Persona y Obra del Espíritu Santo, que parte de la revelación divina grabada en las Escrituras, leída e interpretada en la óptica de la Hermenéutica reformada, teniendo como propósito la gloria de Dios y el avance de su reino en este mundo.”  Tal afirmación nos deja la certeza de un fundamento de comunión que se hereda desde la perspectiva misma del Evangelio y sus contenidos traducidos en orientadores de vida o praxis social.

 La revelación del misterio salvífico produce el impacto necesario para ser difundido y la Iglesia Anglicana como parte viva de aquel Pentecostés que por extensión llegó a su ser católico y reformado puede asegurar la presencia del Espíritu Santo en todas sus intenciones salvíficas que a fin de cuentas son la base de todo ministerio. Nuestra relación con las enseñanzas apostólicas están latentes y nuestro compromiso con la historia se ha vivido y alimentado desde siempre. No hay posibilidad de rehusar la necesaria instrucción para facilitar  la comprensión de la revelación en nuestras vidas. Como anglicanos vemos el signo de la revelación tanto en las Sagradas Escrituras como en los contenidos que la Tradición eclesial aportan a nuestro Corpus eclesial. Tal situación nos une en la dialéctica histórica de una doctrina que no es la misma, es parte viva de nuestro ser eclesial, no se trata de presentar las divergencias o similitudes sino las coordenadas de un ministerio que se vive intensamente y que históricamente también se constituye en nexo de comunión eclesial y vida espiritualizada de la Tercera Persona de la SS. Trinidad.  Pentecostés es el primer signo vivo de comunión. La Iglesia Anglicana por extensión desde la manifestación fundacional del Espíritu Santo (engendrada en el vientre apostólico)  guarda firmemente la tradición  ministerial tal y como esta se fue gestando en la Iglesia primitiva, pasando luego por la afirmación fundamental del Cristo de la Fe, ese proceso de identidad y definición teológica fue vital para la consolidación de la doctrina que llegó a la tierra de los celtas en la misma época apostólica y cuenta de ello es la consolidación de la catolicidad incluso antes del siglo V cuando Roma voltea la mirada sobre Britania (nombre dado por el Imperio romano) desde comienzos de nuestra Era.  Pues la raíz  apostólica se mantenía con la presencia de un Pentecostés “pequeño” que alimentaria no solo los viajes de Pablo o la decisión de Pedro de sacar la Iglesia de Jerusalén (plano local)  sino que se constituiría en plataforma de vivencia y fortalecimiento del ser eclesial fuera incluso de Oriente. Pentecostés el fenómeno engendrador se esparció por el mundo y de esta forma la identidad eclesial se mantuvo en Inglaterra…  (53).


En la  concepción de nuestra eclesiología el Espíritu Santo no está presente por extensión en la institución fundada por los apóstoles sino que somos esa institución. La realidad de la comunión es abarcante y nuestra identidad es total y totalizante en cada una de las provincias de la Comunión Anglicana (54). Visto desde esta perspectiva el sentido  de Iglesia  de la Comunión es para nosotros una nota eclesial y un contexto eclesiológico. La realidad de nuestro presente es abordada como abordamos la realidad de nuestro pasado no hay mutación alguna somos Iglesia de Cristo y expresión local o particular de esa nota esencial (55).

 La Iglesia Episcopal no puede simplemente  actuar como una Iglesia independiente ya que tal concepción no existe en la catolicidad, aquí la independencia solo es una propuesta latitudinal apenas obvia. La connotación de nuestra filiación supera cualquier modelo coyuntural que estemos dispuestos a abordar  en la actualidad… Hoy la postura eclesial debe reflejar nuestra inclusión en el ámbito de una catolicidad reformada pero desde luego bien definida (56).  Volver a las fuentes parecía ser solo un axioma de Lutero frente a los cambios y conceptos de su Reforma Continental,  pero hoy vemos que es una necesidad que nuestra identidad se anclé a su tradición para evitar ser movidos por cualquier movimiento, aunque esto último  pueda sonar paradójico. La identidad eclesial en el propio Cristo es la confirmación precisamente de nuestro envío del cual en potencia estábamos presente cuando sucedió y es descrito por el  Evangelio Mateano. Aquí parece que nuestra alegoría se ajusta a la necesidad descrita en el vientre mismo de la Comunión Anglicana (57). Perder la identidad eclesial es facultad propia de la pérdida de memoria eclesial que parece azolar más de una conciencia eclesial por estos días.

Nuestra postura abierta y ecuménica no puede contradecir nuestra herencia eclesial, precisamente en ella esta inserta nuestra memoria religiosa y doctrinal, es decir, nuestro Ethos campea por estas aportaciones vitales del ser Episcopal en el concierto mundial. No somos una religión imperial sino parte viva de la cristiandad que se manifiesta desde su ser  eclesial en la catolicidad (58). No solo una bien elaborada Hipérbole para estos fines. La connotación de nuestra eclesiología es muy particular y por ende debemos estudiarla para conceptuar sobre sus implicaciones. La Comunión de  nuestra catolicidad es determinante en la edificación de nuestra misión sino tenemos claro sus implicaciones tampoco definiremos que es el contenido a mostrar y dimensionar en una dialéctica empoderada (59). Somos Iglesia, familia de creyentes y pueblo de Dios son estas nuestras características frente al mundo y sus relaciones (60).  

BIBLIOGRAFIA/ CIBERGRAFIA/ ARTICULOS.

1-      Nota del autor.
2-      Nota del autor.
3-      Nota del autor.
4-      Nota del autor.
5-      Nota del autor.
7-      Nota del autor.
9-      Nota del autor.
10-  Nota del autor.
11-  Nota del autor.
12-  Nota del autor.
13-  Nota del autor.
14-  Nota del autor.
15-  Nota del autor.
16-  Nota del autor.
17-  Nota del autor.
18-  Nota del autor.
19-  Nota del autor.
20-  Nota del autor.
21-  Nota del autor.
22-  Nota del autor.
23-  Nota del autor.
24-  Puritanismo, en ERC, VI, 390-391: E Iserloh, El cisma inglés y la reforma protestante en Inglaterra, en H. Jedin (Ed,), Manual de historia de la Iglesia, V, Herder, Barcelona 1972, 460-475… La Fuente la tomamos de: www.mercaba.org/VocTEO/P/puritanismo.htm.
25-  Nota del autor.
26-  K. ALGERMISSEN, Iglesia católica y confesiones cristianas, Madrid 1963, 936 ss.; K. FEELING, England under the Tudors and Stuarts, Londres 1927; WALKER, The Creeds and Platforms of Congregationalism, Nueva York 1893; 1. R. GREEN, A Short History of the English People, Londres 1876. Para más estadísticas, v. el Congregational Handbook más reciente. Fuente de: www.mercaba.org/VocTEO/P/puritanismo.htm.
28-  w Lohff Pietismo, en SM, Y 465-469, P Chiocchetta, Pietismo, en DE, 111, 1691170; Pietismo, en ERC, V 1561-1562; G, Gusdorf La conciencia cristiana en el siglo de las luces, Verbo Divino, Estella 1977, 73-114.
29-  Nota del autor.
30-  Nota del autor.
31-  Nota del autor.
32-  William Laud nació el 7 de octubre de 1573 en Reading, Berkshire, Inglaterra y murió el 10 de enero de 1645 en Londres.
33-  Nota del autor.
34-  Nota del autor.
35-  Nota del autor.
36-  l. R. GREEN, A Short History ol the English People, Londres 1876; H. BENSON, Archbishop Laud, Londres 1887. Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991… RICHARD A. P. STORK. Fuente: www.mercaba.org/Rialp/L/latitudinarismo.htm.
37-  Nota del autor.
38-  Nota del autor.
39-  Nota del autor.
40-  Nota del autor.
41-  Nota del autor.
42-  Nota  del autor.
43-  Nota del autor.
44-  Nota del autor.
45-  Nota del autor.
46-  Nota del autor.
47-  Nota del autor.
48-  Nota del autor.
49-  Nota del autor.
50-  Nota del autor.
51-  Nota del autor.
52-  Nota del autor.
53-  cristoeseltema.blogspot.com/2018/04/pentecostes-en-la-tradicion-eclesial.html/ cristoeseltema.blogspot.com/2018/04/pentecostes-signo-vovo-de-la-tradicion.html/ cristoeseltema.blogspot.com/2017/05/pentecostes.html.
54-  Nota del  autor.
55-  Nota del autor.
56-  Nota del autor
57-  Nota del autor.
58-  Nota del autor.
59-  Nota del autor.
60-  Nota del autor.





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