martes, 9 de octubre de 2018

VIGÉSIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Job capítulo 23 versículos 1-9, 16-17. Salmo 22:1-15. Hebreos capítulo 4 versículos 12-16. Marcos capítulo 10 versículos 17-31.



La percepción del mal por parte de los creyentes dependerá de la interacción con la Gracia que sensibiliza frente a sus estructuras y manifestaciones. No es el triunfo del mal algo contundente ya que solo se percibe de esta manera cuando estamos alejados del sumo bien que es Dios. Job percibe la injusticia y sus consecuencias pero se mantiene firme en la vivencia de su Fe. Cuando el creyente cree que las cosas no mejoran en  ese preciso momento debe tomar las armas de la Fe y el Amor para generar los cambios necesarios en su vida y condición. Nada está acabado  y menos cuando se trata de la esperanza de cambiar cualquier injusticia en nuestras vidas y realidades.

Job  enfrenta en sus crisis personales las consecuencias del mundo que le rodea pero no obstante su frialdad toma con fuerza la esperanza y la convierte en combustible para alimentar su Fe y expresión de amor que vive de cara a Dios. Su subjetividad es como la de cualquiera de nosotros, pero su respuesta meditada y profunda argumenta el estado de una Fe y espiritualidad dinámicas. Cuando el creyente se sienta desanimado o en extrema preocupación no puede olvidar ni por un instante que Dios no tardará en actuar.

Job es consecuente con su Fe y no permite que las dificultades lo determinen y coarten la vivencia de su esperanza,  es ante todo un creyente que alimenta su tragedia positivamente hablando con el remedio o antídoto, es decir, con la más profunda esperanza, Job es con mucho un hombre de esperanza. Nosotros en el medio eclesial podemos también contribuir con el desarrollo de nuestra esperanza y convertirla en valores sobrenaturales del rol  del creyente en el entorno de la sociedad.

El Salmo 22 que citamos en nuestra liturgia de la Palabra de este domingo,  inicia relatando el sufrimiento percibido por el doliente que puede ser cualquiera, pero con todo y lo que ello implica, acude determinado a los brazos de su esperanza, es decir, a Dios mismo, no deja ni por un momento de clamar a Dios, su confianza es inquebrantable. Ante tanta dificultad resuena la acción de gracias porque Dios no abandona a nadie y busca siempre sin excepción nuestro bienestar. El templo es y se muestra siempre en este tipo de invocaciones como el epicentro de la oración junto con la intimidad del creyente. También nos recuerda al Señor en su Pasión, miremos tal imagen textual:


7. Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, 8.todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza: 9. Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama! 10. Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre; 11.a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.




El creyente no puede perder de vista que su esperanza ante el sufrimiento es el Amor de Dios y su Amor no se mengua sino que crece hasta la misma eternidad. El salmista afirma que Dios le conoce totalmente sin reparo o límite alguno, tal introspección solo es posible cuando el Amor mueve nuestra experiencia de vida.

El Autor de la Carta a los Hebreos, centra su atención en las expresiones del Sacerdocio de Cristo en las alturas junto al Padre Dios, es para él un signo de su triunfo y condición plena de su Divinidad. El mensaje que se comunica de parte de Dios es pleno y eficaz no son solo frases y oraciones que el ser humano confecciona sino un contenido salvífico porque se centra en el propio Cristo. 

La Palabra de Dios posee unas cualidades que la hacen única y cuya vocación es eminentemente salvífica y revelativa de una realidad que solo atañe al propio Dios revelado. Es la manifestación de su Voluntad a la humanidad creyente y a quienes aún no le conocen. Solo la Palabra de Dios puede transformar vidas con todo lo que ello puede implicar. Nosotros los bautizados tenemos aquí la posibilidad de profundizar en los misterios de la revelación de Dios a la humanidad.

Solo Dios conoce la plena y perfecta realidad de las cosas y sus criaturas. Solo Dios puede llegar hasta donde nosotros no podemos aun en nuestro propio interior. Su Amor está tan dentro de nosotros que se convierte en lo más íntimo que hay en cada uno de los bautizados. Haciendo eco de esta expresión dirá Agustín de Hipona: “Tu Amor Señor es lo más íntimo que hay en mí”. Pues esta intimidad expresada por el Hiponense es la misma que nos alienta cada día a trasegar en lo cotidiano sin perder de vista que Dios está a nuestro lado, debemos desarrollar esta conciencia de su cercanía.

Cristo es el gran amor solidario de Dios a la humanidad y su amor no entra en discusión, solo quienes profundizan en su relación podrán percibirlo y conservarlo como ese tesoro enterrado que nos hace vender todo para poseerlo.


Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna (versículo 16).
 




El Trono del mismo Dios es su manifestación amorosa por medio de la Tercera Persona de la SS. Trinidad, nos referimos al Espíritu Santo, solo Él puede ayudarnos y derramar bendiciones tras bendiciones y cubrir con su Gracia todo lo que estamos haciendo y donde necesitamos su presencia amorosa. No desmayes que aunque la injusticia se vista de linos finos el Amor de Dios la supera y desaparece en tu vida. La Gracia de su Trono es la manifestación de su Amor por ti y por mí sin distingo alguno, somos hijos de la esperanza.  Sin importar lo que suceda hoy o mañana Dios tiene un plan para ti y los tuyos solo búscale humildemente y déjalo ser Dios en tu vida.

El Texto Marcano,  inicia con una amonestación del Señor sobre el valor de los Mandamientos y escoge para su exhortación aquellos que entran de lleno en el Ethos social y cultural de la humanidad, no matar, no robar, no cometer adulterio, honrar a padre y madre, y otros  más que sin duda hacen parte de los compromisos de vida de los bautizados, sin ellos es imposible pensar en un orden justo y socialmente aceptado por todos, la paz interior necesita también de la paz que se genera en las acciones comprometidas de los creyentes. El encuentro con el otro puede sufrir graves daños sino respetamos la convivencia y los valores cristianos que nos invitan a edificar sobre las bases sólidas del amor y la Caridad.  

La riqueza es una bendición pero también  puede ser un obstáculo cuando el bautizado no ha priorizado la opción por Cristo en su vida. La tenencia solo animada por el valor intrínseco de lo material no representa provecho más allá de las comodidades y definiciones de esta vida. El poseer es visto como un obstáculo o barrera ante lo espiritual y primordial de la existencia humana, pero el Señor se plantea y comparte un interrogante sobre su valor como opción de vida y motivación. Aquel hombre joven (insistencia Marcana) posee riquezas o las riquezas lo poseen como su trofeo. El tener es una necesidad real y vital para la sobrevivencia, pero el corazón no puede terminar siendo esclavizado por el tener sin vivir a plenitud el ser.

Dar el corazón implica ser subyugados o envilecidos por el tener antes que por el ser, es buscar una razón para tener y no para ser a conciencia, bien se expresaría Agustín cuando afirmó:


No es más feliz el que tiene mucho sino el que necesita poco… -En otra ocasión también- Señor pídeme lo que quieras pero dame lo que me pides.


Estas palabras son fiel gráfica del Evangelio y la confianza en el Dios  providente que se manifiesta en nuestras vidas. Un “camello” pasar por el “ojo de una aguja” sin duda el Señor se refería a las ventanas de las construcciones judías y de origen Persa, por cuyo espacio solo podía pasar una persona delgada e impensable para un animalito de más de 500 kilos. La realidad cristiana nos indica que todo es posible para Dios y para el hombre todo depende de su Creador.

Quienes dejaron todo por seguir a Cristo y mostraron esa radicalidad en sus vidas recibirán de su Señor la recompensa de la eternidad y una relación que no será agotada nunca como sucede con todo lo que creamos en nuestro mundo y edificamos en relaciones y diálogos permanentes entre iguales.  




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