VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Libro de Job capítulo 42
versículos 1-6, 10-17. Salmo 34: 1-8
(19-22). Hebreos capítulo 7 versículos 23-28. Marcos capítulo 10 versículos
46-52.
El
Libro de Job, comparte
con los bautizados su tesoro maravilloso
el cual es la percepción de la realidad de Dios en la vida del creyente. Por la
Fe Job cree y espera en Dios, por la Fe Job profundiza su relación al punto de
hacerla manifestar su testimonio vivo y contundente. Solo quien ama puede
conocer a Dios y solo conoceremos aquello que Dios desea revelarnos y darnos a
conocer. Es insondable su misterio y su
enseñanza no se hace esperar convirtiendo
nuestras vidas en un gran laboratorio de Fe… La propuesta de Dios es
siempre la misma y para conocerla debemos literalmente doblar nuestras rodillas
delante de su Majestad. Dios está atento
a nuestro proceder pero aún más a nuestra forma de amar y vivir en vocación
salvífica nuestra Fe.
La experiencia de amor ha
llevado a Job por el camino de la superación personal, dejando a un lado sus
temores y miedos más profundos simbolizados por todas las calamidades que este
personaje vivió. Nada de lo sufrido lo separó del amor de Dios, todo lo vivió con
heroísmo al punto de hacer de sus tragedias personales una autentica
declaración de Fe. No interesa que tan dura sea la prueba que el creyente
experimente la Sabiduría de Dios es insospechada y obedece a su Voluntad
salvífica. Job es testigo excepcional de
esta realidad vivencial. Job conoce el amor de Dios aun en la dificultad de su
existencia.
Su círculo inmediato y
entre sus amigos y cercanos su esposa parece no comprender la obra de Dios en
Job. La misma que lo hará retornar por los caminos de la Prosperidad pero solo
una vez su amor conozca límite en la praxis terrena. Job no fue puesto a prueba
por argumentos terrenales sino por la auténtica dimensión de su amor por Dios. Los
últimos versículos de este Libro Sapiencial, nos regalan una historia
totalmente distinta al dolor y la amargura, en sus versículos vemos el sentido perfecto de
la Retribución en el espíritu del (A.T) Job dio parte de sus bienes a sus hijas lo que no
era praxis en su época ya que solo podían heredar sino tenían hermanos, pero
Job vivió la justicia en todas sus expresiones como consecuencia de su profunda
Teonomia. Socialmente fue restaurado e incluido en el medio familiar de
donde salió precisamente por sus calamidades personales. La bendición de Dios es la perfección de su estado de vida y familia.
El
Salmo 34, es una bella composición Sapiencial cuya finalidad es
la instrucción de los creyentes. Dar gracias a Dios es una de las mayores
actividades de nuestra vida y del empleo de nuestro tiempo en la oración de
acción de gracias reconociendo el favor de Dios. Es una primicia comprobada en
la vida de los bautizados “Dios se deja
encontrar” para quienes le buscan con amor y sinceridad, es también tema
del (A.T) y en el presente de nuestra espiritualidad cristiana. Dios está cerca de nuestras vidas lo que
implica todo un ejercicio de interioridad para reconocer su presencia. Los
tiempos de la historia son trazados por Dios y nuestras vidas estan dibujadas
precisamente en sus tiempos. Vivamos conforme a su Palabra y lo
encontraremos. Dios está con nosotros y será siempre de esta manera.
Hebreos,
como el domingo anterior,
continua centrando su relato en el
sacerdocio de Cristo el cual a diferencia de los judíos no es perecedero sino
eterno, establecido de una vez para siempre. Cristo como Sacerdote es pleno y
lo comparte en alguna proporción con su Iglesia, es decir, que nuestro
ministerio ordenado tiene sentido solo en su ejercicio en la vida de la
Iglesia. Solo Cristo posee el “Sacerdocio
Pleno” el nuestro es comunicado por
su Iglesia, lo que implica que la vivencia afecta positiva o negativamente a la
Iglesia. El testimonio sacerdotal es el testimonio del testigo de Cristo en el
mundo y sus realidades percibidas desde el ejercicio ministerial. Los
tiempos no son fáciles y el testimonio parece muchas veces diluirse en la
praxis de un ministerio inserto en el mundo que muchas veces no atestigua el
triunfo de Cristo sino el éxito personal de Obispos, Diáconos y Presbíteros. Si
el reconocimiento es exclusivamente humano entonces nuestro ministerio solo
estará arraigado en el mundo y no en el corazón de la Iglesia.
Recordemos como lo hace
también el Texto citado en la presente reflexión, que el sacerdocio de Cristo
es pleno y que solo su Sangre verdaderamente nos ha comprado un Reino que
comúnmente llamamos “Reino de los Cielos”
Nuestra visión de la Fe debe llevarnos a vivir de cara a esta realidad
trascendente y no escudarnos tanto en el mundo como en sus exigencias.
El autor del Libro a los
Hebreos, tiene claro que solo el
sacrificio de Cristo hizo posible nuestra Salvación y que no depende de nosotros su eficacia, lo
que hacemos como Iglesia es materializar nuestra Fe común y Adorarle en la
Liturgia y la proclamación de su Palabra, pero los méritos son exclusivos del Hijo de Dios, Sumo y Eterno Sacerdote.
Cristo inaugura su
Sacerdocio siendo intercesor nuestro ante el Padre Dios, pues de su plenitud
nuestra escatología cobra su sentido y razón de ser. Solo un sacrificio efectivo y definitivo, el de Cristo nuestro Señor y
Salvador.
El
Texto Marcano, nos
presenta una escena dinámica sobre la curación de un ciego en Jericó, el
dialogo con Jesús le permite a este hombre acercarse a Jesús desde su percepción de Fe y ver con el
alma lo que esperaba confirmar con sus ojos. La ceguera limita poderosamente y
hace que el invidente dependa totalmente de otros en su vida cotidiana, pero en
cuanto a la Fe no pasa de igual manera, esta se ve así misma libre de toda
atadura y el reconocer a Cristo es parte de esa libertad. Una expresión de vida
que confía plenamente en Cristo aunque con los ojos del cuerpo no lo perciba,
pero el alma empoderada de su Fe ve por
sobre su propia limitación y privación.
Aquí la ceguera tiene dos
connotaciones como hemos dicho, la
física y la espiritual, cada una de ellas es difícil de superar pero no
imposible como reto de vida y espiritualidad. El alma puede estar a oscuras
mientras el cuerpo es iluminado por el mundo y sus valores. O todo lo opuesto, ser
invidentes ante las luces y realidades del mundo material y con los ojos del alma
abiertos para ver aproximarse al Señor, tal y como aconteció con aquella persona. No estamos ciegos, no
somos ajenos al mundo y sus realidades, estamos inmersos en el mundo pero con
los ojos puestos en el Dios liberador.
Descubrir el amor de Dios
solo podemos equipararlo al que pudo recobrar su visión… Al que pudo ver su
propia realidad y superarla grandemente reconociendo a Dios en ella. Bien diría
el Hiponense: “Dios es lo más íntimo que
hay en mí”. No se trata de una percepción amañada del mundo y su
intríngulis. No se trata de ver lo que anhelamos sino vivir lo anhelado en su
presencia. El cambio de actitud es
indispensable para dejar atrás las privaciones de la vista emocional, afectiva,
y material. Solo nuestra Fe nos
libera y retira las “costras” de nuestros ojos. El camino del creyente no es
fácil pero no estamos solos, nunca lo hemos estado. Dice el
Señor ánimo, y lo repite en su Iglesia que está allí a nuestro lado para
guiarnos en el diario caminar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario