IMPORTANCIA
DE LA MEDITACIÓN BÍBLICA EN LA VIDA DE
TODO EPISCOPAL.
“La Palabra Viviente de
Dios, encarnada en Jesús de Nazaret y revelada en la Sagrada Escritura, nos
desafía y transforma de maneras que pueden ser llenas de gozo y en otros
momentos un tanto desestabilizadoras. Aun cuando nuestros contextos influyan
sobre nuestra interpretación de la Sagrada Escritura, afirmamos que la
Escritura también se dirige a nuestros contextos con juicio y consolación, con
convicción y con gracia. La Palabra de Dios ha tenido siempre un lugar
fundamental y apreciado en las Iglesias de la Comunión Anglicana. Y así debe
ser siempre”… Del Grupo de Reflexiones
de Indaba Lambeth 2008. Numeral 134 de: capturando conversaciones y reflexiones de la Conferencia de Equipando
a los Obispos para la Misión y Fortaleciendo la Identidad Anglicana 3 de agosto
de 2008.
Con esta exhortación los
obispos de la Comunión Anglicana nos invitan a reconocer el valor fundamental
de las Sagradas Escrituras en nuestras vidas y en la congregación. El bautizado
esta llamado a ser santo pero también sabio y entendido para asumir la voz de
Dios convertida en palabras y signos, tal y como llega a nosotros la Biblia.
Sin disciplina que es una forma de amar sincera y autentica no podremos
descubrir y vivir el valor de aquel tesoro revelado que bien podríamos
equiparar a un “tesoro escondido” tras las líneas del mensaje de Dios a la
humanidad (Mateo capítulo 13 versículo 44-46) pues el tesoro de la Biblia esta
delante de todos pero solo pocos pueden descubrir y meter literalmente en sus
corazones este don maravilloso de Dios que siempre está deseoso de hablar y
tratar con cada uno de nosotros sus hijos. Qué suerte tenemos, porque Dios
siempre quiere hablarte en su lenguaje, el amor, siempre quiere darte ánimo y valor ante las dificultades de
cada día… Siempre quiere decirte que te
ama y piensa en ti a todo momento, pero como podrá hacerlo posible si no leemos
sus Escrituras. Es pues una invitación para valientes que no temen afrontar
el compromiso de vivir lo que ellas revelan. Nuestros obispos bien afirmaron:
“Que la Palabra de Dios se dirige a nuestros contextos con juicio y
consolación, con convicción y con gracia… Toda ella está en el corazón de esta Comunión eclesial”.
Ella debe ser parte de nuestra espiritualidad y rutina
de Fe diarias, ella debe ser el mayor de nuestros anhelos e investigaciones,
ella debe ser la fuente que calme esa sed que se equipara a la cierva descrita en el Salmo 42,2: “Como jadea la cierva, tras las
corrientes de agua, así jadea mi alma en
pos de ti, mi Dios” (Biblia de Jerusalén). La sed sobrenatural que invade
nuestra conciencia es la ausencia de la Palabra revelada y manifestada
desde antes de la creación por la Palabra Encarnada (exclamaría Juan en
el Prólogo de su evangelio). Esa sed que debe anidar en el alma y la sique de
todos los episcopales, es la misma que
saciará perfectamente el alma de aquellas y aquellos que viven heroicamente sus enseñanzas.
Nuestra oración queda a
medias sino es enriquecida por la consideración de los misterios de la vida del
Señor, por la dulzura y entrega eficaz de la Salmodia, por las revelaciones de
los profetas y vivencias de los patriarcas,
aun en la imperfección de su seguimiento del Dios vivo, revelado y
hablado en palabras que solo hasta entonces habían escuchado los seres
angelicales. No podemos decir que
nuestras palabras por bellas y elocuentes se equiparan a las reveladas en el
Texto Sagrado de Tradición. Solo las Escrituras de Dios pueden calar en lo más
profundo que hay en nosotros, con toda razón el Hiponense exclamaría: el amor de Dios es lo más íntimo que
hay en mí o también Deus caritas est proximus rei in. Que tan cercano
estas de Dios pues así mismo lo estarás de su Palabra. Nuestra espiritualidad
es eminentemente bíblica lo que implica que debemos estudiar la Palabra para
entender el contexto de la revelación y como ella llega a nuestro tiempo
produciendo los efectos santos que todos
hemos experimentado.
La meditación de la
Palabra de Dios contenida en el (Antiguo y Nuevo Testamento) vive su propio
tiempo y es así como empieza en casa con tu familia o contigo a solas, donde
llegas luego de una jornada de estudio y/o trabajo, de una visita o de una
diversión, ella se recrea en tu vida porque necesita santamente de tus huesos y
carne para llegar a otras personas que
disfrutaran de tu trato y compañía porque vives los valores en ella revelados.
Porque el bautizado que medita la Palabra Inspirada sin duda refleja amor y
respeto por la vida e integridad de sus semejantes. Quien medita la Palabra de
Dios desea fervientemente que los demás disfruten de este don de vida y sanidad
integral. Es aquí donde el tesoro abre su cofre y reparte a manos llenas: “Unos dan a manos llenas, y reciben más de
lo que dan y otros ni sus
deudas pagan, y acaban en la miseria” (Proverbios 11,24).
Es insondable la riqueza
de quienes viven la esperanza segura de la Palabra de Dios, porque ella los anima y fortalece y
hace de sus vidas una excepcional oportunidad de trascendencia ya que la
Palabra posee la cualidad de dignificar
al ser humano y convertirle en perfecta Imagen del Dios vivo, dejando a un lado
el temor y postración del pecado por ignorancia de los designios de Dios. “Ella
puede educarte en la Fe y hacer de tu vida y hogar una mansión construida sobre
roca” que nada por difícil que sea podrá derrumbarla: “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en
práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la
lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra
aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca” Mateo
capítulo 7 versículos 24-25. Es tal el valor de su mensaje que solo podemos
desear meditarla y amarla siempre. Razón
tenían nuestros obispos y los PP. de la Iglesia muchos siglos antes cuando
afirmaban que “La Palabra de Dios estaba en el corazón de la Iglesia más que en cualquier libro canónico” y esas
palabras hacen eco en nuestras vidas porque como episcopales somos defensores y
amantes de la Palabra de Dios y si somos sus defensores debemos conocerla y
vivirla para dar razón de su bondad y si somos amantes de ella entonces debemos
alimentar nuestras vidas con su mensaje.
Nuestra experiencia
hermenéutica nos dice que la Palabra revelada a la humanidad nos permite progresivamente conocer el amor
de Dios y correspondiendo a su amor conocerle más y más, no la empleamos insolentemente
para justificar nuestros puntos de vista o atacar a otras confesiones sino que
la reverenciamos y la convertimos en parte viva de nuestra liturgia y cimiento
santo de nuestras familias. En el tiempo de la Palabra de Dios está contemplado
nuestro estudio asiduo de sus contenidos y revelaciones, de esto último hace
eco el Apóstol Pablo particularmente en
su segunda carta a Timoteo, miremos:
14.
Esto has de enseñar; y conjura en presencia de Dios que se eviten las
discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de
los que las oyen. 15. Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como
hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la
verdad.
(2 Timoteo capítulo 2 versículos 14-15). |
Pablo asume la necesidad
de la hermenéutica de la Palabra de Dios cuyo fruto es el conocimiento de sus
enseñanzas, y motiva a Timoteo a tal
empresa, es pues según su contenido una necesidad a gritos que en las congregaciones
se provea espacios adecuados para los
“estudios bíblicos” que enriquecerán la vida y el quehacer congregacional, y de
paso aseguramos que todos tengan acceso al conocimiento que brota de la Palabra
revelada. Si queremos evitar la “palabrería” como expresa Pablo entonces debemos
estudiarla para amarla y amarla para estudiarla, parafraseando al Hiponense
diremos: Nadie ama lo que no conoce y
¿cómo podremos conocer sin la enseñanza? dirá más
adelante el propio Pablo: Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no
han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se
les predique? (Romanos capítulo 10 versículo 14).
Permanezcamos fieles a la
Palabra de Dios y atesoremos sus
enseñanzas, la Gracia de la Palabra está
a la puerta y llama a nuestros corazones y quiere entrar en nuestras vidas, esa
fue la sorpresa de las hermanas de Lázaro,
cuando el Señor se dirigió a ellas: El
maestro está y te llama o también, magistra,
et vocat te (Juan
capítulo 11 versículo 28). Ni la muerte puede separarnos de su amor y
misericordia y la Palabra hace eco de su voz cada que la meditamos en nuestros
corazones. Nada puede evitar que su llamado llegue a nuestras vidas porque simplemente no hay
límite para el amor de Dios comunicado grandemente a cada paso que damos y
vivimos todo tipo de experiencias, estamos asistidos por su influjo y eso es
positivo para la praxis de nuestro ser cristiano. El bautizado episcopal se
compromete a vivir las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento y convertirlas
en vida y Gracia: Proclamarás por medio
de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo? (Pacto
Bautismal L.O.C Pag, 225).
“Porque
la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos,
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos capítulo
4 versículo 12).
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