viernes, 5 de octubre de 2018

IMPORTANCIA DE LA MEDITACIÓN BÍBLICA EN LA VIDA DE TODO EPISCOPAL...


IMPORTANCIA DE LA  MEDITACIÓN BÍBLICA EN LA VIDA DE TODO EPISCOPAL.



“La Palabra Viviente de Dios, encarnada en Jesús de Nazaret y revelada en la Sagrada Escritura, nos desafía y transforma de maneras que pueden ser llenas de gozo y en otros momentos un tanto desestabilizadoras. Aun cuando nuestros contextos influyan sobre nuestra interpretación de la Sagrada Escritura, afirmamos que la Escritura también se dirige a nuestros contextos con juicio y consolación, con convicción y con gracia. La Palabra de Dios ha tenido siempre un lugar fundamental y apreciado en las Iglesias de la Comunión Anglicana. Y así debe ser siempre”… Del Grupo de Reflexiones de Indaba Lambeth 2008. Numeral 134 de: capturando conversaciones y reflexiones de la Conferencia de Equipando a los Obispos para la Misión y Fortaleciendo la Identidad Anglicana 3 de agosto de 2008.

Con esta exhortación los obispos de la Comunión Anglicana nos invitan a reconocer el valor fundamental de las Sagradas Escrituras en nuestras vidas y en la congregación. El bautizado esta llamado a ser santo pero también sabio y entendido para asumir la voz de Dios convertida en palabras y signos, tal y como llega a nosotros la Biblia. Sin disciplina que es una forma de amar sincera y autentica no podremos descubrir y vivir el valor de aquel tesoro revelado que bien podríamos equiparar a un “tesoro escondido” tras las líneas del mensaje de Dios a la humanidad (Mateo capítulo 13 versículo 44-46) pues el tesoro de la Biblia esta delante de todos pero solo pocos pueden descubrir y meter literalmente en sus corazones este don maravilloso de Dios que siempre está deseoso de hablar y tratar con cada uno de nosotros sus hijos. Qué suerte tenemos, porque Dios siempre quiere hablarte en su lenguaje, el amor, siempre quiere  darte ánimo y valor ante las dificultades de cada día… Siempre quiere decirte que te ama y piensa en ti a todo momento, pero como podrá hacerlo posible si no leemos sus Escrituras. Es pues una invitación para valientes que no temen afrontar el compromiso de vivir lo que ellas revelan. Nuestros obispos bien afirmaron: “Que la Palabra de Dios se dirige a nuestros contextos con juicio y consolación, con convicción y con gracia… Toda ella está en el  corazón de esta Comunión eclesial”.

Ella debe  ser parte de nuestra espiritualidad y rutina de Fe diarias, ella debe ser el mayor de nuestros anhelos e investigaciones, ella debe ser la fuente que calme esa sed que se equipara a la  cierva descrita en el Salmo 42,2: “Como jadea la cierva, tras las corrientes  de agua, así jadea mi alma en pos de ti, mi Dios” (Biblia de Jerusalén). La sed sobrenatural que invade nuestra conciencia es la ausencia de la Palabra revelada y  manifestada  desde antes de la creación por la Palabra Encarnada (exclamaría Juan en el Prólogo de su evangelio). Esa sed que debe anidar en el alma y la sique de todos los episcopales,  es la misma que saciará perfectamente el alma de aquellas y aquellos que viven  heroicamente sus enseñanzas.

Nuestra oración queda a medias sino es enriquecida por la consideración de los misterios de la vida del Señor, por la dulzura y entrega eficaz de la Salmodia, por las revelaciones de los profetas y vivencias de los patriarcas,  aun en la imperfección de su seguimiento del Dios vivo, revelado y hablado en palabras que solo hasta entonces habían escuchado los seres angelicales.  No podemos decir que nuestras palabras por bellas y elocuentes se equiparan a las reveladas en el Texto Sagrado de Tradición. Solo las Escrituras de Dios pueden calar en lo más profundo que hay en nosotros, con toda razón el Hiponense exclamaría: el amor de Dios es lo más íntimo que hay en mí o también Deus caritas est proximus rei in. Que tan cercano estas de Dios pues así mismo lo estarás de su Palabra. Nuestra espiritualidad es eminentemente bíblica lo que implica que debemos estudiar la Palabra para entender el contexto de la revelación y como ella llega a nuestro tiempo produciendo los efectos santos  que todos hemos experimentado.

La meditación de la Palabra de Dios contenida en el (Antiguo y Nuevo Testamento) vive su propio tiempo y es así como empieza en casa con tu familia o contigo a solas, donde llegas luego de una jornada de estudio y/o trabajo, de una visita o de una diversión, ella se recrea en tu vida porque necesita santamente de tus huesos y carne  para llegar a otras personas que disfrutaran de tu trato y compañía porque vives los valores en ella revelados. Porque el bautizado que medita la Palabra Inspirada sin duda refleja amor y respeto por la vida e integridad de sus semejantes. Quien medita la Palabra de Dios desea fervientemente que los demás disfruten de este don de vida y sanidad integral. Es aquí donde el tesoro abre su cofre y reparte a manos llenas: “Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan  y  otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria” (Proverbios 11,24).

Es insondable la riqueza de quienes viven la esperanza segura de la Palabra  de Dios, porque ella los anima y fortalece y hace de sus vidas una excepcional oportunidad de trascendencia ya que la Palabra posee la cualidad de  dignificar al ser humano y convertirle en perfecta Imagen del Dios vivo, dejando a un lado el temor y postración del pecado por ignorancia de los designios de Dios. “Ella puede educarte en la Fe y hacer de tu vida y hogar una mansión construida sobre roca” que nada por difícil que sea podrá derrumbarla: “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca” Mateo capítulo 7 versículos 24-25. Es tal el valor de su mensaje que solo podemos desear  meditarla y amarla siempre. Razón tenían nuestros obispos y los PP. de la Iglesia muchos siglos antes cuando afirmaban que “La Palabra de Dios estaba en el corazón de la Iglesia  más que en cualquier libro canónico” y esas palabras hacen eco en nuestras vidas porque como episcopales somos defensores y amantes de la Palabra de Dios y si somos sus defensores debemos conocerla y vivirla para dar razón de su bondad y si somos amantes de ella entonces debemos alimentar nuestras vidas con su mensaje.

Nuestra experiencia hermenéutica nos dice que la Palabra revelada a la humanidad  nos permite progresivamente conocer el amor de Dios y correspondiendo a su amor conocerle más y más, no la empleamos insolentemente para justificar nuestros puntos de vista o atacar a otras confesiones sino que la reverenciamos y la convertimos en parte viva de nuestra liturgia y cimiento santo de nuestras familias. En el tiempo de la Palabra de Dios está contemplado nuestro estudio asiduo de sus contenidos y revelaciones, de esto último hace eco el Apóstol Pablo  particularmente en su segunda carta a Timoteo, miremos:

14. Esto has de enseñar; y conjura en presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los que las oyen. 15. Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad.
(2 Timoteo capítulo 2 versículos 14-15).


Pablo asume la necesidad de la hermenéutica de la Palabra de Dios cuyo fruto es el conocimiento de sus enseñanzas,  y motiva a Timoteo a tal empresa, es pues según su contenido una necesidad a gritos que en las congregaciones se provea espacios adecuados para  los “estudios bíblicos” que enriquecerán la vida y el quehacer congregacional, y de paso aseguramos que todos tengan acceso al conocimiento que brota de la Palabra revelada. Si queremos evitar la “palabrería” como expresa Pablo entonces debemos estudiarla  para amarla  y amarla  para estudiarla, parafraseando al Hiponense diremos: Nadie ama lo que no conoce y ¿cómo podremos conocer sin la enseñanza?  dirá más   adelante el propio Pablo:  Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? (Romanos capítulo 10 versículo 14).

Permanezcamos fieles a la Palabra  de Dios y atesoremos sus enseñanzas, la Gracia de la Palabra  está a la puerta y llama a nuestros corazones y quiere entrar en nuestras vidas, esa fue la sorpresa de las hermanas de Lázaro,  cuando el Señor se dirigió a ellas: El maestro está y te llama o también,   magistra, et vocat te (Juan capítulo 11 versículo 28). Ni la muerte puede separarnos de su amor y misericordia y la Palabra hace eco de su voz cada que la meditamos en nuestros corazones. Nada puede evitar que su llamado llegue  a nuestras vidas porque simplemente no hay límite para el amor de Dios comunicado grandemente a cada paso que damos y vivimos todo tipo de experiencias, estamos asistidos por su influjo y eso es positivo para la praxis de nuestro ser cristiano. El bautizado episcopal se compromete a vivir las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento y convertirlas en vida y Gracia: Proclamarás por medio de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo? (Pacto Bautismal L.O.C Pag, 225).


“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos capítulo 4 versículo 12).



 







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