viernes, 27 de diciembre de 2019

CELEBRACIONES DE FIN DE AÑO, UN ACTO DE FE EN EL SEÑOR DE NUESTRO TIEMPO...

CELEBRACIONES DE FIN DE AÑO, UN ACTO DE FE EN EL SEÑOR DE NUESTRO TIEMPO.


Nuestra cultura latinoamericana se llena de una fuerza inusitada cada que se acerca el fin de un año. Cada hora se vive con mayor intensidad y se centra la mente en acciones y acontecimientos que a pesar de ser parte de lo cotidiano ganan un realce particular. Todo inicia con el mes de diciembre y con este tiempo las familias se preparan y muchísimas definitivamente no lo hacen en el contexto de la familia cristiana. Por último las emociones terminan imponiéndose a la vivencia de la Fe en el Dios dueño y señor del tiempo, aquel (nuestra cronología) que precisamente descontrola el tema de las celebraciones y anhelos. El consumismo está ganando la partida, la celebración espiritual hace ya rato se convirtió en una celebración de los sentidos… Los artículos no necesariamente son de primera  necesidad. La política de nuestro entorno cultural genera su propio Ethos, aquel que se afirma en la praxis de una profunda expresión materialista que desea ingentemente concretar la esperanza palpable de la realización humana.

Los tiempos fuertes o estaciones de la liturgia coinciden maliciosamente con el frenesí comercial. Estamos sembrando este tipo de comportamientos en los más pequeños, justo en quienes deben rescatar los fundamentos de la Navidad como tiempo de esperanza y cercanía del Dios Humanado. Los convencionalismos sociales llegaron para quedarse en la vida de la Iglesia y sus congregaciones o parroquias y misiones. Hoy debemos replantear que tipo de espíritu estamos descubriendo en los escenarios donde actuamos a nombre de la Iglesia. El nacimiento espiritual del Señor debe ser renovado constantemente por cada uno de los bautizados, la soledad de algunos estilos de vida quedan en evidencia durante esta celebración donde  invocamos el espíritu de la familia. Modelos exitosos de economía personal o familiar  no implican que su realización sea efectiva y certera. Crece el número de personas solas que se refugian entre sus familiares cercanos y simplemente esperan  la muerte de sus padres para quedar completamente solos. Urge un modelo de vida que complemente las necesidades espirituales para poder generar una praxis viva que no dependa tan solamente de estados emocionales. La Iglesia tiene una misión muy necesaria como es rescatar las tradiciones que hacían antes más visible el advenimiento mesiánico.

La natividad del Señor es motivo de optimismo para todos y cada uno de los bautizados. El Dios viviente entró en la historia humana de una manera maravillosa, sobrenatural, trascendente y paradójicamente también natural, su entrada marca así el inicio de la proximidad de un Reino y una esperanza para ser disfrutada y no pretender crearla de manera artificial. La migración de la familia sagrada de Nazaret nos dice hoy con voz potente que las fronteras siguen en manos de corruptos que sacan partido con las necesidades de miles y miles de personas. La indiferencia  aun en el ámbito eclesial es grande ante esta realidad. Nos sobrecogemos imaginando la travesía de la familia de Jesús y de este tema salen grandes pinturas, obras de teatro, películas, libros, pero no rompemos nuestra indiferencia no sea que cueste dinero $$$ atender esta problemática… En una palabra el drama de la Navidad pasa de ser expresión amorosa de la familia para convertirse en un escape social. Por último los estados o naciones  reciben muchísimo dinero para trabajar o atender a los emigrantes y esos recursos terminan lejos de sus destinatarios ante la ausencia de políticas para mitigar a nivel domestico e internacional tal situación que raya en crisis humanitaria en algunas latitudes. Aquella maravillosa Noche de Paz sede su lugar a la estrepitosa pólvora y música sinsentido a todo volumen, no hay paz sino un alarmante proceso de pérdida de identidad religiosa y social en nuestros vecindarios. Las escenas del nacimiento que la piedad popular recrearon y que siguen en nuestros distintos imaginarios se convirtieron en una simple manifestación idealizada de un mundo tranquilo y armonioso, y qué decir de la ingente y masoquista necesidad de ubicar a la Niña Madre pariendo en un lugar absolutamente inapropiado,  inicialmente era para afirmar la humildad y confianza absoluta en Dios Padre y ahora se convirtió en  caballito de batalla de problemas sociales donde unos son afortunados por ser pobres y otros muchísimo más afortunados por vivir de ellos, aquí entra la consideración dañina de los oficialistas que defienden las políticas sociales de los estados latinoamericanos pero en el fondo viven de  dicha política, y algo aun más triste el adoctrinamiento social que se fundamentó en la ausencia de Derechos y ahora de Deberes que justifica la pobreza y la condiciona a la politiquería.

El cristiano-Episcopal debe entrar en un proceso de revisión de sus prácticas cotidianas de vida y celebración y también de los valores que afirman su entorno social y cultural, en una palabra revisar su Ethos religioso y su participación en el medio de opinión de la sociedad donde edifica su vida y familia. No podemos ser instrumento de la destrucción de los valores cristianos, de nuestra axiología fundada en Cristo y su Palabra. Este fenómeno de abandono está generando el surgimiento de muchísimas sectas o comunidades de fe que dependen de una figura caudillista que desplaza a Dios para instalarse en el centro de sus vidas. La Natividad del Señor es todo lo opuesto, es una bella tesis de amor objetivo para toda la humanidad, para uno y para todos. El modelo de familia de Nazaret se centra en Dios y en el  amor como expresión de esta relación. Hoy el consumismo se convirtió en una deidad más determinante en la vida de la sociedad que el mismo Baal en el oriente antiguo. Ya no existe la afirmación burlona de “señor de las moscas” sino de señor de grandes perfumes traídos de Paris, de empresas que rompen vilmente las alas de patos y gansos (arrancando sus plumas)  para que uno que otro inconsciente presuma de su chompa o chaqueta rellena  o mullida de plumas,  y lo mismo pasa con cómodos colchones y almohadas.  La depredación paradójicamente llegó para hacernos pasar unas maravillosas navidades.  Si retomamos el tema ingenuo y bello del niño recostado en un pesebre y rodeado de animalitos vemos como aun en esta recreación  amorosa y  armoniosa la naturaleza fue visitada también por el Dios Todopoderoso y respetada en su esencia.

Navidad debe movernos a manifestar por medio de acciones y pensamientos que hay en nosotros esperanza de un mundo mejor adornado por las virtudes de una bella madre, de un dulce y responsable padre, y una familia y amigos atentos. La Navidad es eterna porque el amor de Dios entró en ella y en nosotros para quedarse, bendita la Santísima noche en la que la Niña parió al Salvador de la creación y en ella a la humanidad, Dios con nosotros en la figura Isainiana, tan cerca que no hay nada más intimo en nosotros que su amor y Gracia, dirá hace ya muchísimos eones el Hiponense. Ahora llega el fin de este 2019 y la sucesión del tiempo nos lleva prontamente al 2020, que sea un tiempo de bendición y conciencia sobre el sentido de nuestra existencia bajo la luz de Cristo que nos guía como a aquellos personajes venidos de oriente.

FELIZ 2020, EN CRISTO SEÑOR DE NUESTRO TIEMPO...  

viernes, 20 de diciembre de 2019

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO...

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO. Isaías capítulo 7 versiculos 10-16. Salmo 80: 1-7, 16-18. Romanos capitulo 1 versiculos 1-7. Mateo capitulo 1 versiculos 18-25.


18. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. 19. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 20. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. 21. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 23. Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros. 24. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. 25. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.


El Texto Mateano nos presenta un relato bien interesante sobre la concepción del Señor.  Y recalca algo vital para el futuro de las ideas textuales del Evangelio. Esta definición apunta a la concepción Divina del embarazo de la Virgen Madre y como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad interviene en el proceso, la generación de vida en el orden biológico-natural sigue su curso. Aquí rescatamos el “desposorio” de la tradición judía, aunque el matrimonio no había sido consumado se consideraba ya al esposo el marido y lo mismo a la esposa. Los compromisos apuntaban a la ratificación del acuerdo de carácter legal entre las familias de los novios. El no hacer publico un repudio implicaba desde el contenido de la Ley Mosaica un “sin precedentes” que habla muy bien del carácter espiritual de este hombre. El señalamiento de “hijo de David” corresponde más a la misión futura del niño que a un interés de tipo nacionalista como es posible pensar, aunque el propio José era descendiente del Rey David. Ser parte de esta genealogía implicaba una visión amplia sobre su futuro mesianismo para la psique de los judíos, pero tal mesianismo rompió los esquemas esperados.

La consideraron de la generación por obra del Espíritu Santo supone un concepto amplio de redención todavía en potencia o visualizado en las escuelas proféticas de Israel. Un mesianismo que supera la concepción nacionalista para asumir una relación intrínseca con la humanidad y por ende de carácter universal. Esta postura sin duda se afirmó de manera propia una vez los acontecimientos que todos conocemos. Podríamos decir que se hace una lectura ante y pospascual de la obra salvífica iniciada en el Vientre de la Niña Maria. Aquí queda super claro cuál es el aporte de José al estatus del niño Jesús, y como precisamente su presencia le incluye formalmente en la genealogía esperada para darle autenticidad a su presencia en el contexto de una sociedad cerrada y predominante en el derecho de tribu y sangre. José es parte de la norma y su actuar es propio de un hombre bueno que sabe amar y acatar el mandato de Dios sin que con ello implique absoluta comprensión, es parte de un proceso de discernimiento desde la perspectiva de la Fe convertida en historia.

El Texto Mateano encaja perfectamente con el acontecer profético de Israel y prueba de ello es el Texto Isainiano citado a propósito de las escenas que nos describe el evangelista. El “Dios con nosotrosPor tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel (Reina Valera edición de 1909, Isaías capitulo 7 versiculo 14). La tradición se valida por si misma en la relación textual y el acontecer de la profecía en Israel, es una cita a propósito de lo descrito por Mateo. Lo demás que se muestra nos permite ver cómo la conciencia religiosa del evangelista se entronca con la proyección de la obra redentora desde su inclusión en la historia. Mateo como buen judío es pera confirmar el advenimiento mesiánico desde su tradición profética lo que sin duda dará bases y fundamento legal a la misma. Entender el misterio no es la prioridad para el relato y la forma como gramaticalmente fue confeccionado, es una aseveración de Fe tanto para su autor como para los lectores. Hay una comunidad judía interesada en conocer sobre Jesús y también griegos que desean ver cómo es posible tal embarazo. Recordemos que lo más parecido es en la cultura clásica la forma de proceder de Zeus quien se hace pasar por el esposo de una mujer bella para tener intimidad con ella, y de tal intimidad nace un “semi-dios” por esta razón Mateo insiste en la obra del Espíritu Santo como Causa Eficiente del embarazo o Encarnación del Verbo de Dios. No hay una razón seminal o biológica que convierta al niño en un ser humano con algunos dones divinos como en las mitologías vecinas, sino una verdadera entrada de Dios en la historia de la humanidad.

El nombre posee sus connotaciones para la cultura religiosa de Israel, y también al ser un nombre popular evoca una tradición creíble y solicitada por los judíos. El Texto Isainiano describirá algunas peculiaridades en el niño que son propias de los Nazareos o consagrados a Yahveh, esto sin duda afirmará en los imaginarios judíos la forma de su obra y misión.  La realidad de la obra del Mesías iniciará construyendo una relación espiritual profunda de la cual los esposos de Nazaret se constituyen en modelo de absoluta credibilidad.  No se trata de una relación social o cultural tan solamente sino de la aceptación radical de la redención en la forma como esta llega a nuestras vidas. José y María son fruto de una profunda entrega y dedicación a la obra salvífica dando de su parte un SI o FIAT radical y fuertemente enraizado con su psique y praxis de Fe mesiánica.

El Texto Paulino a la comunidad en Roma, Este primer capítulo inicia describiendo cuál será el contenido de toda la Epístola o Carta, la intención del apóstol con referencia a una necesidad que previamente debió conocer. El llamarse siervo sin duda lo pone en la categoría de enviado como lo eran los profetas de Israel. Para Pablo es claro que la resurrección del Señor es una acción de Dios con la participación de su Espíritu que como en la Encarnación que veíamos anteriormente hace del Espíritu Santo la “Causa Eficiente de la resurrección” Lo mismo acontecerá con los bautizados, no se trata de una gracia que actúa por si misma sino de la relación vital entre Cristo y los creyentes de todas las épocas. Es el Kyrios o Hijo de Dios así constituido por su Padre Dios y ligado poderosamente con la resurrección que ratifica en la visión Paulina su condición. Hoy como hace tanto tiempo los creyentes tenemos el deber de vivir y configurar la existencia según este contenido y hacer creíble con la vida y sus acciones que verdaderamente Cristo está transformando nuestro ser en un Ser glorioso como el suyo. Este cambio de condición solo será posible bajo el contundente influjo del amor y su praxis. No podemos vivir como si la Gracia no transformará la condición de nuestra realidad mortal llamada a un Reino pleno y totalizante en cada uno de nosotros los bautizados. Pablo se circunscribe a este orden redimido y anunciado por el papel protagónico de la Gracia en la vida de los bautizados. El paso a paso dependerá de la respuesta positiva que demos a la Gracia del “Dios con nosotros” como era señalado pro el profeta Isaías. 

jueves, 19 de diciembre de 2019

ADVIENTO Y SU ACONTECER HISTÓRICO...


ADVIENTO Y SU ACONTECER HISTÓRICO.


NUESTRA TESIS.


En una interpretación absolutamente positiva de la historia salvífica la Iglesia durante los distintos tiempos fuertes de la liturgia quiere mostrarnos como vivirlos, como si se tratara de un acontecimiento que apenas está sucediendo. Esta primicia nos invita decididamente a contemplar el Adviento como un auténtico llamado a involucrarnos en el nacimiento espiritual del Salvador…


RESUMEN.


El tiempo litúrgico de Adviento al ser establecido sigue coherentemente las concordancias con la preparación para vivir los momentos definitivos en la vida y obra del Redentor. Estamos afirmando que cada tiempo litúrgico posee su propio énfasis y motivo, y el Adviento entra en esta consideración por la lógica misma de ser un tiempo señalado por la liturgia y la tradición de la Iglesia (1). La Iglesia deseosa de contribuir decididamente a la formación espiritual de sus hijos los bautizados señala el nacimiento del Salvador, no en fecha concreta aparentemente, sino como el movimiento de la Fe común que ratifica el advenimiento mesiánico y todo su contenido supra-escatologico (2) en cada tiempo vivido por la humanidad. No es propiamente los señalamientos de una determinada acción puntual sino de la preparación inicial al nacimiento de Jesús. Toda su simbología, sus términos y contenidos nos permiten hoy recrear espiritualmente lo sucedido hace ya 2000 años. La dialéctica de este tiempo litúrgico enfrenta la tesis de su existencia desmitificada cada día más, pero de increíble necesidad en la purificación de la mente y conciencia de los creyentes, Un acontecer sujeto a la praxis de la Fe de la Iglesia y por ende de sus hijos los bautizados. Un tiempo sin tiempo, pero percibido bajo la inspiración del Kairós de Dios en su Hijo el Redentor (3). Tal comprensión del tiempo salvífico es posible al remarcar los momentos de la Salvación. Los signos de este tiempo fuerte en la liturgia de la Iglesia nos invitan a redoblar nuestros esfuerzos por vivir la opción fundamental por Cristo, la misma iniciada en el santo Bautismo, aquí la Iglesia relaciona el Adviento como la misma preparación para nuestro nacimiento en la Fe. La tesis citada no afirma el nacimiento en la Fe solo por el hecho de nacer en el tiempo, la Fe se manifiesta como una Gracia de Dios en el bautizado y por ende cobija literalmente todo su tiempo vivido y construido sobre la base o fundamento de la Gracia manifestada en la Encarnación del Verbo de Dios. Desde nuestra óptica de Fe podemos afirmar con absoluta seguridad que el Adviento mueve al creyente a vivir decididamente como parte de la obra redentora anunciada antes por los profetas y hoy afirmada por la vida ministerial de la Iglesia y la ministerialidad de los ministros ordenados y laicales (4).

EN LA HISTORIA.

No se puede determinar con ningún grado de certeza cuándo se introdujo en la Iglesia por primera vez la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no se celebraba antes que existiera la fiesta misma, y no encontramos evidencia de esto antes del final del siglo IV cuando (5) se celebraba en toda la Iglesia, por algunos el 25 de diciembre, por otros el 6 de enero. Leemos sobre tal preparación en las Actas de un sínodo efectuado en Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el 17 de diciembre hasta la fiesta de la Epifanía no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia. Tenemos dos homilías de Máximo, obispo de Turín (415-466), tituladas “In Adventu Domini”, pero él no hace referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente de Cesáreo obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre el asunto. Un sínodo efectuado en Mácon, en Galia (581), en su canon noveno ordena que desde el 11 de noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito de Cuaresma los lunes, miércoles y viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el Adviento; el Papa Gregorio VII (1073-1085) redujo estos cinco a cuatro. La colección de homilías del Papa Gregorio I (Magno) (590-604) empieza con un sermón para el segundo domingo de Adviento. En el 650 en España se celebraba el Adviento con cinco domingos. 

Varios sínodos hicieron leyes sobre la observancia de ayunos durante este tiempo, algunos comenzaban el 11 de noviembre, otros el 15 y otros tan temprano como el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En La Iglesia griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo VIII.  Teodoro el Estudita (m. 826), quien habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los griegos, no menciona este tiempo. En el siglo VIII lo encontramos observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia (desde el 15 de noviembre hasta Navidad) que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los rutenianos (1720) ordenó el ayuno desde el 15 de noviembre, de acuerdo a la vieja regla. Esta es la regla al menos para algunos griegos. De manera similar, los ritos ambrosiano y mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.

En el Oficio Divino se omite el himno del Te Deum, el jubiloso himno de alabanza y acción de gracias; en la Misa no se recita el Gloria. Sin embargo, se mantiene el Aleluya. Durante este tiempo no se puede solemnizar el Sacramento del matrimonio (bendición y Misa Nupcial), incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El sacerdote y los ministros consagrados usan vestiduras color violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono se la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer domingo (Domingo de Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser de color rosado, o de un violeta intenso; en este domingo los ministros consagrados pueden vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la vigilia de la Navidad, aunque fuera el cuarto domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció que durante el Adviento se usará el color negro, pero el violeta ya estaba en uso para esta temporada a fines del siglo XIII. Binterim dice que había también una ley que ordenaba cubrir las imágenes durante el Adviento. Las flores y las reliquias de los santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer domingo; y la misma prohibición y excepción existía respecto al uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia. La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la Encarnación del Hijo de Dios, como si realmente se fuera a realizar.

ANÁLISIS DEL TEXTO CITADO COMO FUENTE PRIMORDIAL.

La sucesión de acontecimientos salvíficos en la perspectiva escatológica de la Iglesia nos indica la poderosa determinación de hacer presencia en la historia y el sentir de los bautizados, de esta forma encontramos como en la huella conciliar el tiempo fuerte del Adviento se instala en el corazón de los bautizados y en los distintos ministerios que explicitan los dones y gracias del santo Bautismo recibido en la Iglesia de Cristo. La filiación es clave desde la perspectiva del encuentro atemporal de los creyentes con los signos vivos de su Bautismo (7). Los sucesivos concilios si bien no entraron en el tema aquí citado era claro que el espíritu del adviento no entraba en discusión alguna por ser una praxis atemporal de la liturgia que revivía los misterios anteriores y posteriores a la Encarnación y su componente doctrinal explicitado por la Iglesia en las definiciones dogmáticas.  No implicaba con ello que el Adviento era definido por un dogma o concepto dogmático alguno, pero si estaba inexorablemente unido a las manifestaciones de los momentos críticos de la vida y obra del Redentor. La evolución de sus conceptos se debió sin duda a la adaptación litúrgica en la psique de los bautizados (8). La historia se adapta a las creencias conforme las pone de relieve en sus contenidos y modos de ser adelantadas, esto es, la liturgia aporta según el momento tanto social como cultural y la manera como los conceptos son asumidos radicalmente. Desde el concilio de Zaragoza la Iglesia sintió la necesidad de formalizar su praxis como preparación y concientización a la Encarnación del Hijo de Dios. Fijar el acontecimiento salvífico en el tiempo es más fácil que hacerlo en la psique de los creyentes, por esta razón el Adviento se une legítimamente a la Encarnación y nacimiento Virginal del Salvador del mundo (9). No se trata solo de anunciar un fenómeno en la historia de la humanidad sino de meterlo en lo más profundo de la mente y corazón de cada uno de los bautizados. Zaragoza solo llama a la Iglesia en su dinámica pastoral a insistir en la debida preparación para celebrar el nacimiento del Señor y lo demás nos une a la historia tanto anterior como presente, y luego a la futura configurada a si por los creyentes de todos los tiempos, luego, el Adviento es atemporal como lo es la necesidad de la Encarnación en el plan salvífico de Dios.

La Economía de Salvación toca de lleno el alma de la Iglesia y los bautizados y su misma y profunda razón de ser, esta afirmación hace del Adviento un nexo vital con los acontecimientos que el creyente vive desde la comprensión de su propia experiencia de Fe. Es una espera acompañada por la certeza de la praxis eclesial y la Gracia en ella y toda su ministerialidad que consiste en anunciar el Evangelio salvífico a todas las gentes (Conf. Mateo capítulo 28 versiculo 19) (10) Pretendemos afirmar que la preparación se convierte en Adviento ya que desde la Encarnación nosotros compartimos algo más que la Voluntad salvífica de Dios, su Hijo tomó carne para hacer que lo humano pudiera ser como lo divino desde la posibilidad TOTAL Y TOTALIZANTE (11)de la Gracia. Un llamado que es en si y por si mismo universal por no estar sujeto al tiempo, pero si al amor de Dios. Un llamado en el tiempo que responde a la atemporal Voluntad salvífica de Dios.

Los distintos cambios en la liturgia son signo de la adaptabilidad de los tiempos y su remarcado énfasis en la penitencia preparatoria. Hoy como hace tantos años en el tiempo y no en el pasado la Iglesia vive llena de alegría y esperanza el momento mismo de la entrada histórica del Señor en la vida de la humanidad. Será posible afirmar que los patriarcas y personajes centrales del (A.T) ¿no vivieron este maravilloso tempo espiritual llamado Adviento. ¿Que ellos añorando la “tierra prometida” no entraron en sus corazones buscando la esperanza de su vivencia? (12) Estamos pues bien seguros del Adviento en la historia de salvación de cada uno de nosotros y también como revelación de la Trinidad Salvífica. En este acontecer salvífico es importante que los bautizados tengan presente que no se trata de un “color” o de algunas oraciones y cantos sino de la misma preparación para la vivencia del acontecimiento que toca las fibras de la esencia de la humanidad, nunca antes en la mitología clásica o en mitos distantes en el tiempo sus deidades se habían hecho uno de ellos y como ellos, sumados en especie como ellos y por ellos. Tampoco encontramos tal contenido en la tradición sionista, Israel esperaba un salvador de su orden social y cultural y no un Dios Humanado (13). El salto dialéctico de nuestro tiempo litúrgico evoca las profundidades de la Fe de la Iglesia.  Solo desde la Fe personal y eclesial los bautizados pueden entender en gran medida este tiempo litúrgico y toda su importancia.

Las expresiones de alegría y regocijo en la liturgia son propias de los estados emocionales de los bautizados, y como tal, cada uno de ellos son fruto de su preparación para algo mayor, en este caso de los tiempos litúrgicos contenidos en el año litúrgico de la Iglesia. Esperamos pues, que los colores reflejen el estado de pureza espiritual que necesitamos para vivir en la tradición eclesial este tiempo fuerte de nuestra liturgia (14).

EN LA TRANSVERSALIDAD DE LA HISTORIA SALVÍFICA.

La Iglesia como Madre espiritual se prepara para celebrar el advenimiento del Mesías, de su Señor, Cabeza y Salvador, es tal la respuesta de su Fe que cada uno de los bautizados tienen presente el valor de la espera, de una espera que se refleja en la Liturgia y en los corazones expectantes. Desde la época pre-mesiánica hasta los tiempos del Bautista, la expectación es una y la misma, el advenimiento del Mesías y la restauración de Israel.  Es también una consideración enraizada en la psique del pueblo y sus anhelos de libertad y autonomía, la misma que habían perdido bajo la dictadura romana, el yugo extranjero había minado la esperanza del pueblo y el judío vivía por Fe aguardando el momento de traducir la promesa hecha a Abraham y a Moisés en un signo vivo y concreto del Dios con nosotros Isainiano: “El Señor mismo os dará una señal. Mirad: la virgen encinta da a luz un hijo, a quien ella pondrá el nombre de Emanuel”. (Isaías capítulo 7 versículo 14) o el texto de Jerusalén original “Dat Dominus Ipse vobis signum; Ecce do. Vírginis et parit filium, quem no erit nomen eius Emmanuhel” (15) Nos indica el signo-símbolo esperado y profetizado bajo la reconstrucción de la dignidad y libertad nacional por parte de Dios, que toca la conciencia de cada israelita de aquella época. La espera se anima con la esperanza de la restauración y la soberanía de Dios sobre su pueblo. El Dios que los escogió es el mismo que les prometió y en ellos figura nuestra del advenimiento del Mesías. La relación salvífica se manifiesta en las acciones del pueblo que aguarda bajo el signo vivo de su conciencia la instauración de un reinado más glorioso que su héroe nacional, me refiero al Rey David. Es pues el Mesías un Rey de naturaleza plena cuya presencia nace en el corazón del creyente y no en la potencia de sus ejércitos (16).

·         Colores litúrgicos señalados por la Iglesia entre los siglos V y el presente:
·         Rosa.
·         Negro.
·         Azul.
·         Morado.
·         Signos visibles:
·         Corona de Adviento y cinco cirios, cada uno de ellos marca el tiempo propicio de la liturgia y como este tiempo fuerte camina en la Iglesia (1 semana morado, segunda semana morado, tercera semana rosa y cuarta semana morado, el blanco señala la Natividad del Señor).
·         Se omite el Gloria.
·         Se conserva el Aleluya, aunque nuestra rubricas bien pueden señalar omitirlo durante este tiempo.
·         Posee su propia Himnología que remarca la intención de este tiempo litúrgico, Persiste la alegría y la esperanza en el acontecimiento salvífico señalado por el Adviento.

El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la característica de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida (17). Es decir, sin la fundamentación de nuestra esperanza en Cristo es imposible suponer la espera confiada en el Dios revelado y por ende encarnado.  La historia que se confirma en Adviento es la historia del Dios personal que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios de la tradición Yavista, Elohista, Deuteronomista, Sacerdotal, es el Dios que se revela personal e intransferible pero que con todo y lo que expresa su naturaleza tiene espacio en su corazón para contemplar las vicisitudes de su pueblo y responder como un Dios amoroso. Es pues, de esta forma como nuestra historia camina sujeta de la revelación y como la revelación reclama como escenario su vivencia trascendente. Adviento por vez primera relaciona salvíficamente la entrada de Dios en la historia humana y no de cualquier manera sino desde la perspectiva de nuestra especie. Es un Dios provisto de historia y en una dinámica dialéctica que sobrepasa cualquier concepción anterior sobre lo divino y lo humano. Es un Dios cuyo atributo relacional lo llamamos esperanza y así mismo llega a la persona humana. El cristiano se alegra y sufre como todos los mortales, pero mantiene siempre la certeza de una vida que no acaba, de una felicidad que no termina, y eso le llena de esperanza, incluso en los momentos más duros de su vida. Pues nuestra alegría pasa por la comprensión del Dios encarnado, de la forma como es bendecida nuestra historia común y la manera de no perder de vista que su entrada histórica es signo vivo de nuestra salvación.

“El Hijo de Dios en persona, aquel que existe desde toda la eternidad, aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo, principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, palabra y pensamiento del Padre, él mismo viene en ayuda de la criatura, que es su imagen: por amor del hombre se hace hombre, por amor a mi alma se une a un alma intelectual, para purificar a aquellos a quienes se ha hecho semejante, asumiendo todo lo humano, excepto el pecado. Fue concebido en el seno de la Virgen, previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu (ya que convenía honrar el hecho de la generación, destacando al mismo tiempo la preeminencia de la virginidad); y así, siendo Dios, nació con la naturaleza humana que había asumido, y unió en su persona dos cosas entre sí contrarias, a saber, la carne y el espíritu, de las cuales una confirió la divinidad, otra la recibió” (18).

El período de las promesas se extiende desde los profetas hasta Juan Bautista. El del cumplimiento, desde éste hasta el fin de los tiempos. Fiel es Dios, que se ha constituido en deudor nuestro, no porque haya recibido nada de nosotros; sino por lo mucho que nos ha prometido. La promesa le pareció poco, incluso; por eso, quiso obligarse mediante escritura, haciéndonos, por decirlo así, un documento de sus promesas para que, cuando empezara a cumplir lo que prometió, viésemos en el escrito el orden sucesivo de su cumplimiento. El tiempo profético era, como he dicho muchas veces, el del anuncio de las promesas. Prometió la salud eterna, la vida bienaventurada en la compañía eterna de los ángeles, la herencia inmarcesible, la gloria eterna, la dulzura de su rostro, la casa de su santidad en los cielos y la liberación del miedo a la muerte, gracias a la resurrección de los muertos. Esta última es como su promesa final, a la cual se enderezan todos nuestros esfuerzos y que, una vez alcanzada, hará que no deseemos ni busquemos ya cosa alguna. Pero tampoco silencio en qué orden va a suceder todo lo relativo al final, sino que lo ha anunciado y prometido.

Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él, mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo (19).

El sentir de los Santos PP. de la Iglesia es absolutamente claro y concordante con nuestra propia tradición, en la vivencia de la historia eclesial reconocemos hoy que la doctrina sobre este tiempo presente intuitivamente en los PP. de la Iglesia no difiere en nada de la postura actual de nuestra catolicidad anglicana (20).  La percepción intuitiva de los “Carolinos” según su tiempo y durante la Reforma en la Iglesia de Inglaterra nunca se desconectó dialécticamente de esta preparación espiritual, será radicalmente afirmada por los PP. del Movimiento de Oxford (21) que desde la dinámica citada anteriormente reconocen en el Adviento una restauración inteligente de las tradiciones de contenido espiritual como es el Adviento. En el desarrollo de una conciencia local unida a la catolicidad y por ende universalidad de su Fe. No fue ni es un copiar ideas ajenas, el Adviento es parte de nuestro sentir eclesial. Llega unido a la vivencia de la tradición y magisterio que descansa sobre la sapiencia de los Santos PP. latinos y griegos. La tradición cultural que deriva del Adviento es muy poderosa y precisamente marca los ritmos de sus distintas vivencias siendo así como en algunos lugares es más radical su vivencia que en otros (22). Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se ha perdido mucho de su contenido al relajar la praxis espiritual en la vida de Fe de los creyentes, hablamos de una semana en la que el color cambia por motivos de “refrigerio” ante la penitencia, pero hoy me pregunto ¿Cuál penitencia? Si todo se ha venido relajando al punto de antropizar la praxis de la penitencia, ayuno y oración buscando excusas de todo tipo. El relajar las tradiciones implica negativamente caer en el relativismo e indiferentismo (23) ante el valor supra de sus prácticas. El sensualismo y sensitiva de la realidad desgasto hace ya mucho rato el valor del sacrificio personal y su unión con el totalizante de Cristo en la Cruz. E sufrimiento esta mandado a recoger, pero persisten las esclavitudes y frivolidades en un mundo comprometido con el ser material. Tenemos una liturgia que desde la tradición de nuestra catolicidad aboga por un retorno sistemático a los caminos de la disciplina eclesial donde la praxis de nuestra Fe sea coherente y sin tantas excusas (24), Toda relación personal que entablamos con quienes nos rodean implican sacrificios de algún tipo, desde convencionalismos sociales hasta factores culturales, pero en cuanto a la Fe se esta predicando un Dios ligero dietético al que se puede servir sin ningún tipo de sacrificio. No se trata de grandes y agotadoras faenas de trabajo espiritual, pero sí de la justa valoración de una relación que nace en la realidad espiritual del bautizado. Estamos criando creyentes frágiles apegados al confort espiritual de algunos cantos y oraciones que despiertan su sensibilidad y nada más que eso (25).

En una interpretación absolutamente positiva de la historia salvífica la Iglesia durante los distintos tiempos fuertes de la liturgia quiere mostrarnos cómo vivirlos, como si se tratara de un acontecimiento que apenas esta sucediendo. Esta primicia nos invita decididamente a contemplar el Adviento como un auténtico llamado a involucrarnos en el nacimiento espiritual del Salvador… (26).


 CIBERGRAFÍA/FUENTES Y ARTÍCULOS CITADOS.

1.      Nota del autor.
2.      Nota del autor.
3.      Nota del autor.
4.      Nota del autor.
5.      Duchesne (Culto Cristiano, Londres, 1904, 260)
6.      Fuente: Mershman, Francis. "Advent." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907// Enlaces preparados y seleccionados por José Gálvez Krüger.
7.      Nota del autor.
8.      Nota del autor.
9.      Nota del autor.
10.  https://www.bibliacatolica.com.br › La Biblia de Jerusalén › Mateo.
11.  Nota del autor.
12.  Nota del autor.
13.  Nota del autor.
14.  Nota del autor.
15.  BIBLIA DE JERUSALÉN, Edición Española. Dirigida por José Ángel UBIETA, 1975.
16.  cristoeseltema.blogspot.com › 2017/12 › espiritualidad-del-adviento.
17.  Artículo, EL ADVIENTO, Tiempo de Esperanza. Pbro. Cipriano Sánchez; fuente. Catholic. Net. 2017.
18.  De los Sermones de San Gregorio Nacianceno (Sermón 45,9.22.26.28, paginas 634-66.
19.  De los comentarios de Eusebio de Cesárea (Sobre el libro de Isaías, capitulo, 40, página 24, 366-267).
20.  Nota del autor.
21.  Nota del autor.
22.  Nota del autor.
23.  Nota del autor.
24.  Nota del autor.
25.  Nota del autor.
26.  Nota del autor.


viernes, 13 de diciembre de 2019

RECURSO PARA UNA PREDICA. III DOMINGO DE ADVIENTO...


III DOMINGO DE ADVIENTO. Isaías capítulo 35 versiculos 1-10. Salmo 146:4-9. Santiago capitulo 5 versiculos 7-10. Mateo capítulo 11 versiculos 2-11.

Uno mayor que el Bautista:

2. Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:3. ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?4. Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5. los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; 6. ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí! 7. Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?8. ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. 9. Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. 10. Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino.11. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.
https://www.bibliacatolica.com.br › la-biblia-de-Jerusalén › mateo › 11

Aun el propio Bautista queda extrañado por el tipo de manifestaciones del Señor ya que en su cultura el mesianismo tendría que ser distinto a las obras de Jesús. Una realidad plasmada por Jesús que no se compadece de los presupuestos nacionalistas de los judíos sometidos a potencias extranjeras por más de 600 años. El Mesías llega rompiendo todos los esquemas posibles, se adentra en la consideración personal del otro como parte vital de cada uno de nosotros, desarrollando una idea bien amorosa y fraterna sobre el próximo o prójimo. Identificar al Señor no se hará desde la doctrina judía sino desde la concepción del amor como el eje motivacional de toda obra buena. El Mesías llega anunciando su presencia en el corazón de los demás. Respondiendo a una situación de injusticia personal y social que dejaba a los más pobre en absoluta vulnerabilidad. El Bautista atento a su praxis de Fe y justicia espera ansioso ver al Redentor y aun él mismo no conoce la dimensión de la obra de Jesús. Los signos mesiánicos son propios de un anuncio desde el conocimiento Escrituristico desarrollado por todo el pueblo de Israel.

Los más pobres de entre los pobres son en potencia evangelizados por la obra de Jesús y su atención será puesta aprueba muchísimas veces. El proceder posterior de Jesús es la prueba reina de su tiempo mesiánico y como esta realidad tocará la conciencia religiosa de todo el pueblo y con el tiempo del mundo entero. El Evangelio sale de sus palabras y nuestras acciones ratifican que debemos estar de parte de los sufrientes y menesterosos, aunque esto último sea verdaderamente difícil. Los necesitados serán pues el receptáculo de la Gracia en los comienzos del anuncio salvífico. El propio Señor nos recuerda por medio de sus obras que Dios el Padre eterno es el Dios y Padre de las familias y toda la creación. Los pobres son también sus hijos y como tal llega la respuesta del Salvador del mundo.

La obra divina llega a nosotros y a toda la humanidad mostrándonos su propio tiempo para actuar. Encontramos el tiempo del anuncio del Bautista ligado intrínsecamente con Abraham y Moisés y los demás personajes del (A.T) pero dejando en claro que el bautizado solo por el hecho de serlo será aún mayor que estos personajes de renombre en el (A.T) La relación cercana de Cristo con el creyente le hace participe de su Reino y si hablamos de relación entonces tendremos que asumir que tal relación solo es posible sobre la praxis de una auténtica experiencia con el resucitado. Las palabras son un indicador de la profundidad de su contenido y más que ellas, las acciones coherentes de los bautizados. El Bautista vivió su coherencia como uno que espera enfáticamente vivir según el contenido de sus creencias. El Bautista vivió en un tiempo conflictivo y no por ello perdió el norte de su experiencia de Fe.  El signo de su bautismo es simplemente un llamado de atención desde una perspectiva moral en el acontecer de los judíos, pero el Bautismo de Cristo es la ratificación de una intención salvífica.

Todos los bautizados nos constituimos en mensajeros de Cristo con nuestras vidas al servicio de su Palabra y viviendo realmente como quien espera confiado y no dormido un Reino. Tal actitud de vida dará sus frutos en nosotros y en nuestro entorno. Saber esperar implica saber actuar en orden a su Reino, el creyente es y será más en Cristo, pero solo cuando vive radicalmente su opción de Fe y todo el contenido transformador de su espiritualidad. El apóstol Santiago, desde este enfoque insiste en la paciencia constructiva ante las dificultades de la vida y cómo estas pueden hacer perder de vista el objetivo realizable del Reino de Dios. La caridad que brota de la vida en Cristo es tan poderosa que puede ella sola, cambiar o transformar la realidad presente. La ausencia del amor como factor de vida y acción es sin duda el mayor obstáculo del Reino para ser realidad concreta en nosotros. Estamos aguardando y esa consigna es un aliciente para vivir auténticamente la esperanza cristiana. El mundo tiene sus propios afanes y sus “caducidades” el amor, por el contrario, no tiene fecha de expiración. El juicio que se adelanta se argumenta por si mismo en la autoridad del tener antes que el ser y el poseer como fin último de la vida y obra de los bautizados no es ni puede ser, hay entre nosotros quienes buscan ser reconocidos, pues tal actitud ya recibió su paga. Santiago tiene muy claro que el orden y su estética se traducen en una vida sobrenatural plena que en Cristo alcanzará su más absoluta plenitud.  La enfermedad como condición unida a nuestra humanidad puede ser agravada por la injusticia o vida vacía de quien la sufre. La Gracia puede por el contrario transformar la debilidad en fortaleza y la esclavitud en perfecta libertad.

El profeta Isaías fiel a su estilo nos muestra tanto el castigo como la bendición de lo que implica el actuar coherentemente y sobre todo el saber esperar de Dios la realización de toda obra y vida ordenadas. La consecuencia del pecado no solo desestabiliza a la persona, sino que afecta negativamente su entorno. Esta condición es solo anulada por la obra salvífica de Dios que se convierte dialécticamente en la Gracia. Tal acontecer de Cristo en nosotros puede hacer de los tiempos una oportunidad inmejorable para fortalecer neutra relación con su Ser de Dios. La esperanza aflora siempre en todo proceder y es un mandato supremo el actuar conforme al valor del amor de Dios en nosotros y la experiencia que de ese amor tenemos. Este tipo de mensaje de retribución puede ser visto desde la perspectiva escatológica y lo cierto de ello está precisamente afirmado en la obra de la Gracia en nosotros. Las manifestaciones excepcionales de este orden y retribución no puede ser el factor decisivo en la praxis de nuestra Fe. El recibir de Dios una gracia no implica que esa gracia sea la que debe mover nuestra expresión de Fe. El amor es confiado y nunca busca una retribución que no sea el amor mismo. El orden de cosa y su estatus es una responsabilidad de los bautizados conforme su experiencia con el resucitado. La praxis de una espiritualidad madura nos permite aguardar en el dinamismo de nuestra vida su cumplimiento futuro. Estamos viendo el camino y conocemos donde llegar. La visión Isainiana parte de la gratuidad de Dios sobre su pueblo y como este amor gratis no es reconocido o aceptado por todos sino por algunos marcando una clara alusión a ritmos espirituales en la vida de los bautizados del presente.



lunes, 9 de diciembre de 2019

NATURALEZA TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS LAICALES...


NATURALEZA TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS LAICOS.


RESUMEN.


Los ministerios laicales consagrados en los cánones de esta Iglesia están enfocados positivamente en el servicio diligente de la vida congregacional y por tanto vinculados esencialmente con la vida de la Diócesis. Son en cuanto a su naturaleza teológica un signo fehaciente del Pacto Bautismal que como bautizados los lleva a profundizar su vida de Fe y espiritualidad, dando a luz al servicio cristiano y la diaconía de la Iglesia primitiva hoy actualizada. Nuestra Diócesis como expresión local de la Iglesia de Cristo (PP. del Movimiento de Oxford) promueve y alienta este servicio reconociéndose y formándose, para mayor eficacia de este trabajo amoroso en la base congregacional. Por medio del Bautismo se desarrollan estos ministerios que conocemos (Canon 4: De los Ministerios Autorizados. Sec 1 Líder Pastoral, Líder de Culto, Predicador, Ministro Eucarístico, Visitante Eucarístico, Evangelista o Catequista) es una forma de dimensionar la Gracia activa en el creyente, y desde esta perspectiva de intima comunión con el Dios revelado un signo escatológico entre nosotros. Desde la realidad ministerial de la Iglesia son un recurso vital para el crecimiento de la obra misionera diocesana y congregacional, así como socios diligentes del clérigo o responsable de una misión o congregación.


INTRODUCCIÓN.


“Los ministerios laicales y ordenados hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el Espíritu”.

La naturaleza formativa de la Iglesia se expande más allá de las aulas de sus seminarios y monasterios, este apropiarse más espacios se manifiesta en la formación laical que, aunque no es una instrucción ministerial ordenada (estado clerical) si se perfila en el quehacer del laico o feligrés en la vida de la Diócesis y concretamente de la congregación en la que este vive su Fe.  La experiencia del Líder Laico en la esfera eclesial no es solo el ejercicio de una u otra habilidad sino la explicitación formal de la naturaleza ministerial de la Iglesia y toda ella apunta a una finalidad que es su misión como organismo vivo y comunicante. La Gracia se explicita en los ministerios laicales de una manera histórica y también intestina, es decir, profundiza en la relación del creyente, el bautizado y el comulgante tanto doctrinal como socialmente. Los líderes laicos antes que desempeñar una u otra función son y deben ser los primeros creyentes de su congregación (1).  No entendemos distinta su inserción en el medio eclesial. El ser y corpus eclesial se hace visible precisamente en la Fe y ministerios tanto ordenados como laicales. Hoy estamos empeñados en la diversidad del servicio laico licenciado que de esta manera se inserta en el orden institucional específico de la Pastoral u Apostolado.  La noción de su naturaleza de servicio se remonta a la inserción del Evangelio en la praxis del bautizado. La connotación salvífica es y será una consecuencia de lo anterior.  Los ministerios laicales son históricamente nexo dialéctico entre la doctrina eclesial y las congregaciones. Lo anterior supone acertadamente la necesidad formativa para su eficiente desempeño y espiritualidad. El Episcopal da razón de su Fe estableciendo una relación crítica que ilumina su Fe y sus prácticas. La Iglesia considera fundamental esta relación que da luz a la conciencia de sus ministros y conocimiento del mundo y sus realidades. La hipóstasis ministerial se expresa vivamente en la construcción de un modelo pastoral laico que permita a estos últimos insertarse en la vivencia de su Pacto Bautismal. Un ministro laico licenciado vive a plenitud las implicancias de su sacerdocio común e identidad profética. (2) Si eres un ministro laico entonces la realidad que percibes estará informada por la Gracia y su vivencia te hará proclive a la misión eclesial. La Gracia bautismal acompaña y potencia las posibilidades de servicio de los laicos en la vida de la Iglesia. Es pues, factible y necesario que el ser y quehacer ministerial refleje la propuesta de Fe de quien vive su naturaleza. La construcción dialéctica es importante en la elaboración doctrinal y su comunicación idiomática aproxima categorías cognoscibles que el líder laico debe vivir y difundir, asumiendo un estado personal de vida que sea testimonio de su servicio. La Teologia ve en los ministerios laicos la síntesis de su pensamiento sobre el Bautismo, la Confirmación y el Orden Ministerial, como quien dice, del carácter de irrepétibilidad que alcanza la perfección de servicio y vivencia, por esta razón que objeto tendría un ministerio laical en bautizados y no confirmados. Aquí persistiría la imposibilidad testimonial de una Gracia en plenitud no poseída por estar fuera de su consecución habitual en la vida eclesial. “Si eres bautizado y confirmado tu ministerio laico dará los frutos y tendrá razón de ser testimonio vivo de Cristo y su diaconía” (3). 

MINISTERIOS LAICALES Y EL PACTO BAUTISMAL.

La fuente que explicita el servicio cristiano parte del Bautismo como “incorporación al pueblo de Dios que es su Iglesia” y esta participación en la vida de la Iglesia asume estadios de madurez espiritual que atraviesan los creyentes. El signo bautismal nos sumerge en la muerte de Cristo para resucitar con Él, de igual manera el ministro laico asume su rol en los ministerios del N.T donde su accionar es vital para la salud de la Iglesia. Una Iglesia sin ministerios laicos es una institución en problemas. El Bautismo abre las puertas de la vida de la Gracia de la que se alimentan los ministerios laicales. Sin la Gracia su trabajo sería estéril totalmente y no tendrían razón de ser.  Ese despertar como “criaturas nuevas” es un despertar a la praxis ministerial de la Iglesia cuya puerta es el santo Bautismo.  La condición escatológica de los ministerios laicales depende de su relación directa con la Gracia y el ejercicio ministerial de los bautizados. La razón eclesial se manifiesta activa en cada uno de los bautizados que la asumen y concretizan y de una manera particular en los ministros laicos (4).

La fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia es otro de los componentes vitales de los ministerios licenciados. La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Su participación no es indiferente ni debe reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien, debe ser muy activa de forma que ayuden a que todas las realidades en las que ellos trabajan sean invadidas por el espíritu del Evangelio. Por lo tanto, la familia, la profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso, todo, absolutamente todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el espíritu del Evangelio. En pocas palabras, los laicos son los encargados de que el Reino de Dios se haga realidad en los diversos campos que forman su vida.  Allí donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar, allí es donde el laico debe comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo. De esta forma la realidad percibida desde el Bautismo se fortalecerá en la vivencia del Cristo resucitado. Los ministerios laicales tienen su fundamento escatológico en el resucitado y su razón de ser es precisamente contribuir a su difusión. Miremos la siguiente consideración (5):

La comunión de la Iglesia es “abierta” a toda la humanidad, a un verdadero ecumenismo y a la Jerusalén celeste. Es signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre, Por Jesucristo, en el Espíritu Santo. La comunión con el Padre es respuesta a la llamada que convoca a los “santos” (kletoi hagioi) a vivir su misma vida (Romanos capítulo 1 versículo 7) en el seno de la asamblea de los llamados (koinonia Ekklesia). Comunión por el Hijo, para ser miembros de su cuerpo cuya expresión máxima es la Eucaristía, misterio Pascual de Jesucristo.  Comunión en el Espíritu Santo. Él es quien guía a la comunidad de los santos y convocados por el Padre, confirmados en el Hijo, hacia la plena comunión y unidad (Gálatas capítulo 5 versículo 16-18; 1 Corintios capítulo 12 versículos 4-11; 2 Corintios capítulo 13 versículo 13). El Espíritu Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia, realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y une tan íntimamente a todos en Cristo que es el principio de unidad en la Iglesia.  El Espíritu Santo es para la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio) y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la oración. El Espíritu Santo unifica, sin uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos. Pero el misterio de la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los hermanos. Porque la comunión se hace fraternidad desde la participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que esa fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la experiencia sinodal y articulan y se expresan en dicha experiencia. La Iglesia, además de comunión, es también misión. La misión es una proyección de la comunión. Se ejercita desde, en y para la comunión. Es una misión comunional. Una misión que tiene su origen en el proyecto Trinitario de la historia de la salvación, desde la creación a la elección del pueblo, hasta la misión de Jesús y la conciencia misionera de la Iglesia apostólica. La misión, pues, encierra un significado Trinitario y teologal. Nace de la caridad del Padre actualiza en cada momento de la historia la misión de Jesús, el Hijo de Dios y se hace posible por el Espíritu Santo. La misión es, además de don, una tarea histórica, contextuada, como diakonía de la caridad y diálogo interreligioso e intercultural (6).

ACCIÓN ORIENTADA DE LOS MINISTERIOS LAICALES.

Los ministros laicos tienen la tarea de construir el testimonio congregacional con sus aportes constantes a la vida en comunidad de Fe. Es la expresión fraterna de la Gracia que se recrea en la acción pastoral y de esta manera se da a otras personas en las circunstancias de vida que estas están atravesando. Los Visitadores Eucarísticos, no solo llevan la comunión al enfermo estando recluido en casa o en un centro médico, sino que extienden la solidaridad eclesial a estos lugares haciendo presencia desde la Fe y la convicción sanadora de la Iglesia que por su medio se aproxima a la realidad de estos hijos sufrientes. Es una elaborada significación de la comunión de valores, doctrina y esperanza en manos de estos ministros laicos (7).  Aquí la salud posee dos componentes, lo eminentemente físico y biológico y lo espiritual/moral, y en ambas realidades que se unen en la vida y obra del enfermo la Iglesia se muestra activa y consiente de la vivencia y limitación de quien padece o bien en el cuerpo o en su espíritu. Se establece un fundamento de solidaridad palpable que humaniza el medio congregacional (8). De esta manera la expresión: “sufriendo uno todos sufren” toma sentido a la luz de la enfermedad o el mal moral. El ministerio laico se convierte en un puente que permite a la esperanza irradiar el corazón del sufriente y alimenta su convicción sobre la presencia del Cristo sanador y liberador, pero sobre todo el Dios amoroso y misericordioso que no ama la muerte o la enfermedad sino a la persona humana redimida por su Adorado Hijo. Es también desde esta perspectiva de comunionalidad una figura activa del misterio Trinitario que se muestra escondido en las verdades de nuestra Fe (8).

 Los Predicadores como ministros laicos no solo deben hacerlo desde el “púlpito” como figura natural de su ministerio, sino que deben ser versados sobre temas relacionados con la comunidad y la experiencia cotidiana, un Predicador debe vivir actualizado y conocer la dinámica de la cultura y sociedad. Haciendo suyas las palabras del Hiponense: “Nada de lo humano me es desconocido”. El Predicador licenciado por el Diocesano (ministro laico) debe ser un bautizado creyente y practicante en comunión como todos los demás ministros laicos. Su testimonio de vida hablará más que sus elaboradas predicas. Su vivencia de la esperanza le convertirá en animador constante de sus hermanos en la Fe…  La difusión del Evangelio de Cristo no es una Buena Nueva cualquiera sino el triunfo del amor como razón de ser de nuestra existencia sublimada. Los ministros laicos licenciados son portadores de los fundamentos de ese amor y no solo como bautizados deben vivirlos sino también testimoniarlos desde la pastoral que adelantan. Es un error pensar que sus actuaciones son solo dominicales o litúrgicas son en síntesis interlocutores de la Fe de la Iglesia en su entorno o espacio vital. Al vivir los valores del cristianismo nos hablan con acciones de un Cristo posible y cercano a nosotros (9).

Los Catequistas o líderes de la Instrucción en la escuela dominical, no se constituyen en los “niñeros congregacionales” sino en orientadores doctrinales de los más pequeños enseñando los rudimentos de la Fe eclesial. Ellos presentan a los más pequeños lo que entendemos por “síntesis doctrinal” enseñando con argumentos pedagógicos y metodológicos los quehaceres que los niños desde su expresión incipiente de Fe deben vivir y afirmar. Hoy en día muchos de nuestros ministros laicos y ordenados desarrollaron su vocación gracias a estas primeras letras en la Fe. En síntesis, los ministros laicos deben estar absolutamente seguros de sus convicciones y formación para asumir el rol de evangelizadores en el medio congregacional donde creemos que estas verdades se conocen, pero no es siempre así. La dinámica de la instrucción requiere probada certeza de lo que estamos transmitiendo por esta razón el ministro laico es el primero en la línea de Fe de su congregación amándose así mismo a los suyos y a su Iglesia en una conjugación de valores y virtudes cristianas (10).

Los Lectores, como ministros laicos participan de forma decidida en la mayor expresión de adoración eclesial como lo es la Eucaristía, ellos son parte activa de la confección de nuestra liturgia y hacen de su participación un elemento consecutivo de su espiritualidad. La oración de los lectores debe iniciar con las consideraciones de la Palabra de Dios proclamando en sus hogares y vecindad como lugares de estudio y trabajo que la Palabra seduce y alienta en la vida y su quehacer   cotidiano. Un lector es un Proclamador de la Palabra inspirada y debe hacerlo con Unción y Reverencia como quien está hablando con Dios. Se cuenta en la vida del Hiponense que él instruía a sus lectores y a la asamblea diciéndoles: Hoy leeremos una carta que Dios nos envió considerando que las Escrituras son la savia que alimenta el árbol de la Fe y de esta forma el respeto y su interiorización son totalmente necesarios para vivir la espiritualidad de este y todos los ministerios laicales (11).

NATURALEZA DEL LAICADO EN LA IGLESIA EPISCOPAL.

*** Canon 4: De los Ministerios Autorizados. Sec 1.  Un comulgante confirmado, de gran estima, o, en circunstancias extraordinarias, con sujeción a las directrices establecidas por el Obispo, un comulgante de gran estima, podrá ser autorizado por la Autoridad Eclesiástica para servir como Líder Pastoral, Líder de Culto, Predicador, Ministro Eucarístico, Visitante Eucarístico, Evangelista o Catequista. Los requisitos y las directrices para la selección, capacitación, educación continua y utilización de tales personas y la duración de las licencias serán establecidos por el Obispo, en consulta con la Comisión sobre el Ministerio.

Como Iglesia Universal se toman medidas para favorecer la aproximación de los bautizados a la vivencia de su Pacto Bautismal, el mismo que se expresa en la vocación salvífica de cada uno de nosotros, miremos pues, desde el punto de vista de nuestros cánones tal afirmación:

*** TITULO III. Del Ministerio. Canon 1: Del Ministerio de Todas las Personas Bautizadas. Sec. 1. Cada Diócesis tomará las medidas necesarias para el desarrollo y la consolidación del ministerio de todas las personas bautizadas, lo que incluye: (a) Ayudar a entender que se convoca a todas las personas bautizadas al ministerio en el nombre de Cristo, a identificar sus dones con la ayuda de la Iglesia y a servir a la misión de Cristo en todo momento y en todo lugar. (b) Ayudar a entender que se convoca a todas las personas bautizadas a que sustenten sus ministerios entregándose a la formación cristiana para toda la vida.

Podemos iniciar diciendo como es obvio que lo propio de los laicos es la secularidad, es decir, su vida y participación en las profesiones y ocupaciones del mundo.  Esta naturaleza social del bautizado feligrés le permite vivir de cerca la realidad de los distintos escenarios donde este su mueve. En su trabajo lleva a Cristo como misión eclesial a la que este pertenece por el Bautismo y ahora por la vivencia del ministerio licenciado. Es un entronque bien particular con el entorno y sus contenidos culturales. Nuestra categórica tendencia a la Laicidad en nuestros laicos y particularmente en los ministros laicales es entendida como un componente importante en la expansión del Evangelio. El feligrés se relaciona con su entorno desde las actividades y construcciones eminentemente sociales y familiares, descubriendo en su cotidianidad la presencia amorosa de Dios (12). El ministro licenciado en sus diferentes ministerios de servicio congregacional puede convertirse en un “puente” que une las realidades dentro y fuera de su congregación y con sus vecinos y socios del día a día. De una actualidad contundente que hace de su servicio un acercarse más aun a sus hermanos que cuando era participante dentro de la asamblea (congregación) (13). Sin duda que el activismo es un mal para las Iglesias históricas particularmente donde sus feligreses hacen muchas cosas, pero ignoran muchas otras más especialmente en el plano de la formación cristiana. Nuestra Diócesis dispuso de un Programa abierto a todos los bautizados con la finalidad de formar sus expresiones y conocimiento de la praxis de su Fe o experiencia con el Dios vivo (14). Pues nuestra postura formativa reconoce tanto la pluralidad de los dones y carismas como de los distintos roles vocacionales de nuestros laicos. Esta Diócesis como Iglesia particular, anuncia la resurrección del Señor, resalta el triunfo del amor manifestado en la vida, anima mediante la liturgia a la permanente actitud de adoración de nuestros feligreses, lee y medita la Palabra de Dios y alimenta con los signos del Nuevo y definitivo Pacto, nos referimos a la vida sacramental. Es pues, nuestra visión del mundo y la necesidad de una postura teológica del laico formado y licenciado para el ministerio laical. Hoy se nos presenta una dificultad y es precisamente como generar estas inquietudes en los feligreses que sirven en las distintas congregaciones de la Diócesis (15).

Estamos asumiendo una relación que se puede establecer como un binomio de Fe, nos referimos a la relación Mundo-Iglesia, con escenarios compartidos pero con dos realidades distintas solo en la medida en la que el bautizado construye su experiencia de Fe y la une al Dios revelado, este es el presupuesto de trascendencia que hay en nuestra Iglesia y el cual debe ser animado y fortalecido, no sea que nos convirtamos en activistas y de espiritualidad poco. La formación es y debe ser totalizante de todos los escenarios donde el ministro laico vive su ministerio de amor y servicio (16). Esta realidad nos debe llevar a generar espacios permanentes de formación para nuestros laicos y muy decididamente para los ministros laicos. No se trata de un hacer sino de un conocer y amar para que la obligatoriedad asuma su rol salvífico en el pueblo de Dios que es su Iglesia. Recordemos que se está enfatizando en el ministerio fruto del Bautismo que es común a todos los bautizados, de la Gracia inherente a las experiencias de servicio en la vida congregacional. Por lo anterior el ministro laico en nuestra Iglesia está más que antes unido a la verdad del Bautismo y todo su poder trascendente. No son los ministerios laicales factor de discordia en la congregación, son todo lo opuesto signo de madurez y crecimiento en la Fe comunitaria (17). La sociedad reclama de la presencia viva y testimonial de la Iglesia y sus hijos los ministros laicos y ordenados como de todos los bautizados, solo que su orientación es de servicio ministerial transitorio y permanente en el caso de los ministros ordenados o clérigos (Diáconos, Presbíteros, Obispos). Todo ello desde una Iglesia contextualizada o local, remitiéndonos al triple munuso en castellano, función de Jesucristo (Sacerdote, Profeta y Rey) y a las cuatro dimensiones que configuran la Iglesia: al servicio de la comunión, al servicio de la Palabra, al servicio de la celebración y al servicio de la caridad y compromiso. En este sentido, los ministerios son el rostro y espejo de una Iglesia en medio del mundo que es sacramento de comunión y, al mismo tiempo, evangelizadora, celebrativa y comprometida. Movida por el Espíritu Santo… El conjunto de carismas y ministerios, ordenados y laicales hacen posible la realidad de una Iglesia Trinitaria como “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y “Templo del Espíritu”.

 la Iglesia es ministerial y se articula desde diversos ministerios podemos descubrirlo con claridad en el Nuevo Testamento, particularmente en las cartas Paulinas (1 Tesalonicenses capítulo 5 versículo 12; Romanos capítulo 12 versículos 6-8; 1 Corintios capítulo 12 versículos 4-11. 28-31; 14,6). De entre los diversos ministerios Pablo destaca, al menos, tres: el ministerio de apóstol, de profeta y de doctor (1 Corintios capítulo 12 versículo 28; Efesios capítulo 4 versículo 11). Sin olvidar los responsables de las comunidades, a quienes Pablo llama “sus colaboradores” (Romanos capítulo 16 versículo 3; 1 Tesalonicenses capítulo 3 versículo 2; 2 Corintios capítulo 8 versículos 23; 1 Tesalonicenses capítulo 5 versículo 12; 1 Corintios capítulo 16 versículo 16), y los evangelistas y pastores (Efesios capítulo 4 versículos 1-6). No entramos en detallar las referencias que se hacen en Lucas, Cartas de Pedro, Cartas Pastorales, Carta a los hebreos y Apocalipsis… Podemos concluir que se da, desde el comienzo de la Iglesia, “diversidad y creatividad de carismas y ministerios” en una Iglesia carismática y ministerial: los ministerios hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el Espíritu. La evolución histórica de los ministerios es muy compleja. No podemos entrar en ella. En resumen, se ha llegado a la conclusión de que existen ministerios por designación expresa de Jesús (los doce-apóstoles: Lucas capítulo 6 versículo 13; Mateo capítulo 10 versículo 2; Marcos capítulo 6 versículo 30); otros, por designación del Espíritu Santo (ministerios señalados en las cartas Paulinas: Romanos capítulo  12 versiculos 6-8; 1 Corintios capítulo  12 versiculos 8-11; 1 Corintios capítulo 12 versículo 28; Efesios capítulo 4 versículo 11) y, otros, por designación de la Iglesia (ejemplo. los “colaboradores” de los que se habla en Hechos de los Apóstoles capítulo 6 versículos 1-6; 13, 1-3 o en las cartas Paulinas (1 Corintios capítulo 16 versículo 16; 1 Tesalonicenses capítulo 5 versículo 12; Romanos capítulo 16 versículo 1, etc.) (18).

Las Escrituras alimentan nuestra concepción ministerial, pero es importante visualizar el panorama presente y las necesidades de la Iglesia explicitada o materializada en la Fe de los bautizados, la misma y única Fe que se abre paso en el mundo como realidad relacional. Una Iglesia de estas dimensiones está presente en el drama y conflicto humano y en muchas ocasiones se puede dejar arrastrar por las seducciones del mundo presente. De un mundo compuesto por infinidad de expresiones y matices. La connotación del sacerdocio común se siente con mucho peso particularmente entre los ministros tanto laicales como los ordenados, si bien el ministerio de los hermanos laicos es de índole transitoria se pueden renovar a discreción del Diocesano (Ordinario de Lugar). Y quien los recibe puede dignificarlos en el contexto de la santidad eclesial a la que está siendo llamado (19). La Iglesia no puede dejar de promover a sus hijos los bautizados para un servicio más profundo y amoroso que exprese la realidad trascendente de su sentido salvífico.  La Madre Iglesia se hace realidad en cada uno de sus hijos comprometidos con sus hermanos y la creación, en el servicio de su ministerio laico comprometido y amoroso en medio del pueblo de Dios (20). La santidad es un llamado perenne de la Iglesia a sus hijos, es un recordatorio de nuestra naturaleza vocacional y como este llamado se expresa en el servicio congregacional (21).

La economía salvífica expresada en categorías de la revelación requiere del concurso de los ministros para su auténtica aproximación al pueblo de Dios. Los ministerios laicales hablan de la prolijidad de esta opción de vida en Cristo revelado. No se muestran ausentes de la connotación económica (Gracia) en su desempeño, como quiera que ellos   son el reflejo de la nueva condición redimida de los creyentes.  Hoy estamos al frente de los desarrollos ministeriales y de servicio de la Iglesia, hoy estamos atentos a los cambios del mundo y su forma de proceder acuñando y fortaleciendo los valores eclesiales que llegan al mundo testimoniando nuestra opción fundamental por Cristo Señor de la vida (22). La palabra “laico” es un término griego κοσμικόo que en el NT significa pueblo (en sentido general) el pueblo que pertenece a una estirpe determinada (en sentido particular). En un primer momento los “laicos” son la comunidad constituida por la Fe en Cristo, en contraposición a los gentiles y a los judíos. Posteriormente significó la comunidad congregada para el culto divino, en contraposición a los dirigentes de la misma. Pero aún en este caso, el puesto de los laicos estaba absolutamente en el ámbito interno de la Iglesia, no estaban fuera de la jerarquía, sino que formaban con ella una unidad, la cual se manifestaba particularmente en la vida sacramental (23). La participación histórica de los feligreses en la vida de la Iglesia se fue transformando en mayor vivencia de la liturgia y la Palabra, y esto último generó conciencia sobre la importancia del Pacto Bautismal.  La realidad ministerial toca las fibras del creyente al punto de hacer que su vida se centre en el misterio de la regeneración, es decir de las cualidades inherentes al Bautismo. Una condición redimida es el único escenario posible para la vivencia de los ministerios laicales en la Iglesia. Desde este panorama, la instrucción debe ser eficaz y mover a reflexión como a la acción a todos los feligreses que solicitan tales funciones en su congregación (24).

MINISTERIOS LAICALES COMO EXPRESIÓN DE MAYORDOMÍA CONGREGACIONAL.

 La Mayordomía congregacional toca desde su perspectiva unitaria la participación de los bautizados congregantes en la dinámica de la ofrenda desde su visión ministerial. No se trata de una serie de intercambios por recursos o tiempo de calidad en la congregación sino de atender a su naturaleza participativa. El ministro laico licenciado al vivir su ministerio de amor y servicio, lo hace como parte de su Mayordomía en cuanto a los talentos y habilidades recibidas y re-definidas vocacionalmente. Esto último es de suma importancia ya que es un argumento que involucra el sentido escatológico de la congregación y en ella la misión de la Iglesia. No podemos considerar que su aporte queda fuera de la definición de Mayordomía, sino que gracias a su ministerio se convierte en testigo y testimonio, el primero sobre la Gracia bautismal que edifica comunidad de Fe y vivencias con el Resucitado y el segundo como ejemplo a seguir en la congregación lo que implica una vivencia autentica del ser cristiano (25).

La connotación de la comunidad de bautizados que se congrega posee en sí misma la suficiente fuerza expresiva para trabar relaciones con su entorno y el ministro laico es parte de ese engranaje relacional. No pudiera ser de otra forma si tenemos presente que la realidad congregacional necesita de los talentos y recursos humanos para explicitar su Fe y Amor (26). La auténtica vivencia del Evangelio hace de los ministros elementos vivenciales de su propuesta y no solo meros ejecutores litúrgicos, por lo anterior diremos que no existe un “Ministerio dominical” sino un ministerio vivencial permanente en la congregación. La manifestación ministerial no es una cronología elaborada a partir del sentir del ministro, sino una profundización en la verdad salvífica anunciada por la Iglesia y explicitada por la congregación como expresión local de la universalidad eclesial (27).   El ministro laico es invitado siempre a ser testigo de la Gracia habitual ya que ella permite el vivir y dimensionar la relación con Cristo en el orden y espacio de lo social y urbano como rural, es decir, la Gracia transforma toda manifestación social donde la Iglesia hace presencia por medio de sus ministros licenciados y más perfilados en los ordenados (28).  La connotación de la Gracia se puede transformar en histórica como sabemos por las aportaciones y vivencias de los bautizados, lo que sin duda asegura que el ministerio laical puede y debe convertirse en esa expresión histórica de la Gracia (29). La dinámica espiritual de la Gracia se constituyere en la primera de todas las mayordomías posibles en la congregación y desde luego en la vivencia de los ministros laicos. El componente de la Mayordomía en el ministerio de los laicos no riñe con la actividad de los feligreses, ante bien, se afirma testimonialmente (30).

Ser buen mayordomo es una tarea general en toda congregación y quienes fungen en el servicio laical con mayor responsabilidad y obligatoriedad ya que su servicio está siendo formado y capacitado por la Iglesia, de la anterior afirmación podernos concluir fácilmente que la Iglesia en su ser diocesano tiene el deber de hacer Mayordomía y la adelanta precisamente en la formación de sus ministros laicos.  No es de otra forma como el seguimiento de Cristo toca las esferas de la vida eclesial (31).  Los ministros laicos se constituyen en la esfera de la Mayordomía, en fundamento de nuevos liderazgos para el interior y exterior de la congregación y la Diócesis. Sus actividades son también presencia diocesana lo que implica como hemos expresado formación y supervisión para que el servicio sea transparente y eficiente tanto para la Iglesia como para el ministro laico y su familia, entorno este que se puede afectar positivamente con su actividad. La Iglesia en su referente local que es la Diócesis se puede beneficiar de estos ministerios una vez los establezca, oficialice y supervise (32).

No podemos tampoco sustraernos a la afirmación orgánica de que en el futuro muchos ministros laicos quieran profundizar su ministerio optando por el ordenado, desde luego y en esta perspectiva la Iglesia discierne sobre sus vidas y actitudes. El llamado ministerial no posee barreras entre nosotros, pero si espera las cualidades propias de cualquier servicio y aspiración (33). El sacerdocio común entre los bautizados puede ser perfeccionado en el ministerio ordenado si las condiciones lo dictaminan de esta manera. La Iglesia estará activa en todos los procesos formativos para garantizar tales acciones y requerimientos. Nosotros debemos prodigar todo tipo de directrices para el ejercicio coherente de los ministros laicales y cada clérigo en su medio y responsabilidad pastoral debe promoverlos y presentarlos ante el Diocesano y los organismos formativos que este determine en la Diócesis (34). La realidad vinculante del servicio eclesial estará en términos canónicos enfocado a los ministros ordenados sin desconocer las normas y procedimientos para los ministros laicos. Estamos ante una organización creada en el espíritu del servicio ministerial y no en políticas de simple manejo y regularización.  La obra del ministro laico licenciado sin duda es parte viva de la Iglesia que ve en su dedicación y servicio rasgos vivos del servicio del propio Cristo, es una forma de indicar su alta estima e importancia en la dinámica de su propia alteridad (35). La obra de Cristo necesita de manos y corazones y esto último enmarca perfectamente la espiritualidad de los ministros laicos.

ESPIRITUALIDAD DE LOS MINISTERIOS LAICALES.

No podríamos dejar fuera de contexto la vivencia espiritual de los ministros laicos y sus ministerios de servicio y compromiso, son en esta dirección en la que la vida congregacional opera y faculta el aprendizaje que sin duda alguna fundamenta la espiritualidad de sus ministros laicales. Diremos que existen una serie de elementos que hacen del servicio laical una manera o medio de crecimiento espiritual para quienes son cooperantes con la vida eclesial en esta categoría (36). La espiritualidad de los ministerios laicales toca de lleno su naturaleza de servicio y cooperación con la vida congregacional y para su crecimiento emplea los recursos propios de los bautizados, nos referimos a la lectura y meditación de la Palabra de Dios, que debe ocupar un lugar de suprema importancia y respeto en su vida personal y familiar, la oración diaria empleando no solo su  estilo propio sino también acudiendo al modelo que consagra nuestro L.O.C y sus distintas devociones, la Salmodia es la oración oficial de la Iglesia y por ende también del ministro laico, la vida sacramental teniendo presente que los sacramentos son los signos visibles de la Nueva y Definitiva Alianza de Dios con la humanidad, su frecuencia marcará la motivación en torno a  la Gracia. Las obras de Misericordia que le permitirán visibilizar al otro sufriente en la Persona del resucitado, son sin duda los elementos más determinantes de la vida y espiritualidad del ministro laico licenciado (37).

 Nuestro L.O.C en la página 344 da una pista segura sobre el valor del “Servicio Cristiano” y lo ubica en un tiempo especial o de forma permanente según sea la responsabilidad que el bautizado asume, esta dedicación se hace más radical cuando es el Diocesano quien sacando al laico de su servicio ocasional le concede la licencia para su ejercicio más dedicado y permanente en la congregación. Siempre se invoca al Espíritu Santo como Dios y revelador del misterio Trinitario, es Él la fuente y fundamento de todo servicio en la santa Iglesia. Aquí se pone de manifiesto la Voluntad de Dios y el sentir de la comunidad de Fe quien acoge y apoya a sus hijos en este santo servicio. Es importante que los bautizados dimensionen el servicio que se presta en la congregación como signo de la Gracia del Dios revelado y que por su amor y misericordia transforma vidas y realidades desde la perspectiva del servicio cristiano (38). La espiritualidad de los bautizados se mueve gracias a la presencia de Dios que ratifica nuestro Pacto Bautismal siendo este Alianza engalanada en el servicio de sus ministros. Es una realidad que nos debe motivar a continuar entregando lo mejor en la construcción de su Reino y siendo sus ministros materia preciosa y disponible. La Madre de los bautizados necesita de sus hijos y especialmente de quienes dimensionando desde el servicio su Bautismo pueden aportar a la construcción de una sociedad más justa y en rescate de los valores espirituales propios del cristiano. Los ministros laicos son hombres y mujeres llamados a vivir en justicia y ser signo de justicia entre sus hermanos… es de esta manera como la construcción del Reino de Dios inicia en el corazón de los bautizados para luego trascender, recordemos que la Iglesia  como sierva de Dios  está presente en el acontecer de nuestras  vidas y su misión es llevarnos de la mano al Reino de su Señor y qué  Madre hay que no quiera lo mejor para los suyos, pues la Iglesia es esa Madre amorosa que recibe con amor el aporte de sus hijos los ministros laicos licenciados y los ordenados (39). No son los ministerios laicales factor de discordia en la congregación, son todo lo opuesto, signo de madurez y crecimiento en la Fe comunitaria.


BIBLIOGRAFIA/CIBERGRAFIA/FUENTES.


*** https://episcopalchurch.org › posts › publicaffairs › la-constitución-y-los-c... Citamos losa Cánones y Constituciones de la Iglesia Episcopal/año 2018.
1.      Nota del autor.
2.      Nota del autor.
3.      Nota del autor.
4.      Nota del autor.
5.      Nota del autor.
6.      LOS MINISTERIOS, ESPECIALMENTE LAICALES, EN UNA IGLESIA “MISTERIO DE COMUNIÓN PARA LA MISIÓN”. Profesor Raúl Berzosa Martínez, Obispo Auxiliar de Oviedo, Santander, 20 de marzo de 2007, Aula de Teología//.
7.      Nota del autor.
8.      Nota del autor.
9.      Nota del autor.
10.  Nota del autor.
11.  Nota del autor.
12.  Nota del autor.
13.  Notad el autor.
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15.  Nota del autor.
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18.  www.mercaba.org/Pastoral/M/ministerios_laicales.htm. es.catholic.net/op/articulos/18452/cat/748/los-ministerios-laicales.html.
19.  Nota del autor.
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23.  theologicaxaveriana.javeriana.edu.co/descargas.php?archivo...pdf&idArt=1054.
24.  Nota del autor.
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29.  Nota del autor.
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39.  Nota del autor.
40. https://www.bibliatodo.com › la-biblia › version › Biblia-de-Jerusalen// de manera virtual proceden las citas bíblicas que hemos incluido en el presente ensayo.
41. cristoeseltema.blogspot.com de nuestro Blog hemos tomado contenido para la presente presentación de recursos sobre los Ministerios Laicales Licenciados.




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