martes, 27 de noviembre de 2018

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO...


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. Jeremías capítulo 33 versículos 14-16. Salmo 25: 1-9. 1 Tesalonicenses capítulo 3 versículos 9-13. Lucas capítulo 21 versículos 25-36.




PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO: La palabra latina Adventus traduce el término griego parusía, que originalmente significaba presencia, llegada, y se utilizaba con varios sentidos. En primer lugar, designaban la manifestación poderosa de un dios a sus fieles, por medio de un milagro o de una ceremonia religiosa. En el ámbito civil, indicaban la primera visita oficial a la corte de un personaje importante (un embajador de otro reino, por ejemplo), con la ceremonia en que tomaba posesión de su cargo y los posteriores festejos. El término parusía-adviento también se usaba para referirse a la visita solemne del emperador a una ciudad, con todo lo que conllevaba: reparto de regalos, banquetes, indultos, etc. De hecho, en unas excavaciones arqueológicas en Corinto aparecieron unas monedas con una inscripción que recuerda la visita de Nerón a la ciudad, denominada Adventus Augusti, y el Cronógrafo del 354 (un calendario de piedra) designa la coronación de Constantino como el Adventus Divi. Como la vida religiosa y la civil estaban totalmente unidas, con la llegada del rey se celebraba la epifanía de un dios en el monarca… Los Santos Padres de la Iglesia comprendieron que hay una relación profunda entre los deseos de salvación que caracterizaban al mundo grecorromano y el mensaje cristiano. Si los pueblos deseaban la cercanía de sus dioses, sin conseguirla, en un tiempo y en un lugar concreto se ha producido el verdadero adviento, la parusía, la epifanía de Dios. El Hijo de Dios ha entrado en nuestra historia y ha revelado su misterio, hasta entonces inalcanzable para el hombre. En Cristo, Dios ha dado respuesta a la larga búsqueda de los filósofos y de los hombres religiosos de todos los tiempos. De alguna manera, Dios mismo sembró en ellos los deseos de encontrarlo, y los ha satisfecho: Es conmovedor comprobar cómo ya la humanidad anterior a Cristo vivía anhelando la venida del verdadero Salvador


El profeta Jeremías,  nos ilustra sobre la materialización de la auténtica esperanza en el Dios amoroso que dispondrá de paz para su pueblo y la paz como signo de nuestra perfecta comunión con su Palabra  y esta comunión como tal se formalizará en el Germen de Israel, una alusión mesiánica por antonomasia. Cristo es el Germen de justicia que brilla para la creación y la humanidad. Los tiempos y sus afanes estarán siempre ante nosotros y la decisión de vivir conforme al mundo o al propio  Cristo es y será nuestra prerrogativa, aquí se visualiza la libertad de los hijos de Dios.  

Jerusalén exaltada como ciudad sagrada es figura de la Madre Iglesia como bien dirán posteriormente los santos PP. de Alejandría. La realidad de nuestra Fe estará unida inexorablemente a la Voluntad de Dios como signo inequívoco de salvación para la humanidad. Jerusalén evoca la perfección de la congregación de los bautizados que se convertirán en el templo mismo del Dios resucitado. Un templo purificado y en el que el corazón será su único altar para el amar sin límite.

El Derecho y la Justicia son fruto de los valores evangélicos que deben alimentar nuestras vidas y acciones como quiera que el Dios revelado cuenta con nosotros para llegar a más y más personas constituyéndose en principio de la misión eclesial. Solo de Dios procede la razón de nuestras obras buenas y solo en Dios tienen plena significación ya que la Gracia de su Amor nos da el valor para actuar correctamente. El actuar bien es un compromiso de los bautizados y su aporte concreto al mundo donde están edificando vida, familia, Iglesia y sociedad. El Germen de Dios es la concretización de sus rasgos antropomórficos como el Buen Pastor, el Goel, la Vid, el Mesías, el Hijo del Hombre, son algunos de los títulos mesiánicos que la evolución del profetismo en Israel concede a Cristo el Hijo del Altísimo.

El Salmo 25, nos habla de la profunda experiencia de Fe  del Salmista que le lleva a confiar totalmente en Yahveh,  y este signo de  nuestra confianza en Dios es el primer paso para establecer una relación salvífica centrada en el amor de Dios y en nuestra razón de ser como sus hijos adoptivos. La Esperanza es uno des us frutos más ansiados y vitales en la vida del bautizado, sin ella es difícil esta relación. Su Justicia nos muestra el camino sin importar nuestros pecados ya que aquí la razón de Dios es su Amor por la humanidad.   El camino que lleva a Dios es parte viva de su revelación,  la humanidad, los paradigmas de este camino son el amor y la justicia. Una lectura justa de un mandato de absoluta confianza en su amor y misericordia por nosotros.

El Apóstol Pablo a los Tesalonicenses, nos amonesta sobre la necesidad real  de configurar nuestras vidas a la luz de su Palabra, estamos buscando siempre la verdad y la diferencia entre el bien y el mal y muchas veces el conocer no es acompañado de una autentica reflexión de valores y espiritualidad y solo queda el conocimiento que ofrece el mundo y sus relaciones egocéntricas. Somos Imagen de Dios (Imago Dei) y esta imagen es auténticamente expresión de la Gracia solo cuando materializamos nuestra Fe en Cristo y asumimos el reto de vivirlo a plenitud como criaturas nuevas dejando a un lado la antigua condición pecadora.

Pablo ve con claridad que la condición de los bautizados es distinta frete a los modelos de éxito del mundo y sus paradigmas. El pecado se camufla aun en muchas  buenas acciones cuando estas pierden su norte y se convierten solo en expresión humana (visión filantrópica del otro y su condición). Aquí en el orden de Cristo ya no hay razas, ni pasaportes o nacionalidades, todos iguales cuya única norma y medida es el amor en nuestras vidas. Pablo ve la necesidad de acudir  a este mensaje para motivar una respuesta positiva en Tesalónica (Ciudad del siglo II antes de Cristo).  Nuestra Fe es carta de garantía para entrar en la vida eterna.

El modelo que nos lleva  a la eternidad es el modelo vivido por Cristo y su absoluta confianza en el Padre Dios. Ya no pesa para el bautizado la herencia de nuestros primeros padres, ya no pesa su pecado y sabemos que luchamos contra los pecados personales que durante años hemos alimentado. Cristo libera y esa es la primicia en nuestros corazones, su amor es incondicional y su misericordia se siente con fuerza en cada uno de los bautizados.

La visión Lucana entra en sintonía con el pensamiento Paulino, la redención es interpretada como liberación, y una manera tacita es la manifestación del Hijo de Dios, las enseñanzas  del Señor cobran toda su validez como quiera que el bautizado se compromete con ellas y con ellas anima toda su experiencia de vida y relaciones en su entorno y espacio vital. Sabemos que nada quedará en pie,  es una manera de indicarnos que todo aquello que no esté construido sobre el Amor de Dios y su santa Revelación no tendrá firmeza y mucho menos podrá resistir las consecuencias de sus acciones. Si nuestras vidas no se edifican sobre la “Roca” que es Cristo entonces cualquier cosa puede pasar y hacer mucho daño.

El nuevo y  definitivo orden  está al alcance de todos nosotros pero para ello la Fe es fundamental como configuración de una nueva condición  de ser y existir. Lucas construye su relato alimentándose de la tradición y viendo en estas oraciones la  manifestación de la Esperanza que no solo tienen los creyentes sino el mundo en un nuevo orden. A diferencia del mundo (relaciones hostiles) las relaciones cristianas están animadas por la Gracia y el mutuo Amor que rompe las barreras del egoísmo y el  deseo de reinar por sobre otras y otros.

El titulo  dado  a Jesús como “Hijo del Hombre” está siendo usado aquí por Lucas en la perspectiva de su misión mesiánica, es decir, de manera solemne y formal.  Es el Hijo del Hombre,  el Mesías y su presencia es fruto de la Voluntad salvífica del Padre Dios intimada en su Hijo Jesucristo. El nuevo orden asumido aquí es consecuencia de la misma creación y en ella la necesidad de la salvación producto del “pecado original” en términos más que personales cósmicos. La paradoja final del pecado es la entrada de Dios en nuestra historia tanto personal como cósmica, recordemos las exclamaciones de  Agustín de Hipona: “Oh feliz culpa que nos mereciste tal Redentor”. El pecado sin querer se convirtió en la más amorosa gracia posible para la humanidad, todo ello en el Dios de la vida que nos ama al extremo.


jueves, 22 de noviembre de 2018

TEORIZANDO SOBRE INCULTURACIÓN DOCTRINAL Y TEOLÓGICA EN EL ÁMBITO DE LA IGLESIA EPISCOPAL...


TEORIZANDO SOBRE  INCULTURACIÓN DOCTRINAL Y TEOLÓGICA  EN EL ÁMBITO  DE  LA IGLESIA EPISCOPAL.


DONDE ESTAMOS.

                                                                                                         
Donde nos encontramos con relación al enunciado categórico que nos atañe en la presente reflexión, la ubicación conceptual es determinante en la construcción de una identidad  Ad-Extra de la realidad de nuestras comunidades de Fe y su entorno compuesto por expresiones multicolores que hablan de la manera como el Dios revelado es percibido y construido con esta premisa una relación. El ámbito teológico no puede ignorar los distintos movimientos locales y la migración de ideas e imágenes que continuamente llegan a nuestros feligreses y en general a todas y todos los creyentes. La diversidad humana expresa libremente tanto sus limitaciones como su propia riqueza, la realidad que percibimos supera con creces los conceptos iniciales en los que hemos sido conducidos. La connotación real de nuestro acontecer se mezcla vivamente con miles de aconteceres en una percepción individual de un todo social y cultural que definimos como Ethos. Hoy el Episcopal asume el reto de vivir la Fe en el Resucitado en escenarios donde por las acciones y su praxis pareciera que campea la desesperanza y la des-gracia como ausencia precisamente de la Gracia del Dios revelado. La némesis de valores establece su triste axiología si cabe la expresión, pero en realidad la libertad se ha convertido en una carga grande para el modelo sensorial de la sociedad presente. Ser libres es hoy un peso y no una cualidad esencial de la existencia humana consciente de si y de su medio relacional (1)…  La ubicación de lo social determina el grado o nivel de respuesta en las relaciones y sus lineamientos, la condición objetiva del dialogo social se acentúa en la medida en la que el creyente al corresponder a la historia y sus procesos sabe relacionar su vida con el todo antropológico que le rodea. La sociedad se manifiesta en sus distintos matices como portadora de los acontecimientos históricos que cronológicamente la determinan. Aquí la Gracia se hace una vez más histórica cuando por medio de los bautizados  moldea cuidadosamente un Ethos sobrenatural que explicita nuestra identidad como cristianos (2). Por nuestras obras seremos conocidos aterrizando hoy las palabras del Señor. Las obras son el punto reflexivo del discurso evangélico: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?” Mateo capítulo 7 versículo 16. (3) La contra-propuesta nos ubica no  del lado de las autoridades judías sino del medio relacional del Evangelio.  La respuesta es inminente ante el interrogante que supone al actuar movidos por la Gracia  y de esta manera el “todos” inserto en la conciencia social tiene su propia y vital identidad antropocéntrica, tal postura no afecta en nada la visión del Dios amoroso que confía en nosotros sus hijos adoptivos. El medio social es expresión antropizada de la realidad estética que rodea la vida de los bautizados cuando estos caminan en pos del Dios viviente. La interacción del bautizado le proyecta de cara al mundo como encuentro de realidades perceptibles desde la condición misma de nuestra connotación antropológica, la realidad sociológica la percibimos tan fácilmente como se esclarece una metafísica contundente que nos ubica en la superación del concepto de identidad del creyente. Una identidad que se hace aleatoria de todo el acontecer humano tanto en lo social como familiar y eclesial, desde que lo significante se encarnó en los imaginarios colectivos, desde que la lógica abrió brecha en el pensamiento fetichista del  ser humano primitivo, desde allí reconocemos el  poder de la  presencia de la simbología sobre lo trascendente. Nuestra antropología  no se deteriora en el encuentro con el otro y sus percepciones unas veces ambiguas y otras concretas de la realidad. El asumir culturas es propio de la capacidad para “colonizar” (4) todos los espacios disponibles, hoy se adelanta  bajo otros símbolos dicientes. La economía, la política, el deporte, los espectáculos, la culinaria, la literatura, son clara muestra de la Inculturación que llega constantemente a nosotros. Las operaciones culturales son ahora plenas y universales. Reconocer una Teología en medio de tales cuestiones operativas es nuestro cometido y el de la misión eclesial cuando se enfrenta a un mundo intelectivo que se fundamenta en principios distintos a los establecidos.  Inculturar es clave si hablamos del encuentro de culturas cuyo Ethos se asemeja en cuanto a sus operaciones básicas. Doctrina y Teología son divididos orgánicamente por los principios que se aplican multi-disciplinariamente. No es posible configurar una dinámica religiosa sin conocer las manifestaciones históricas de ese modelo que deseamos compartir e introducir en la sique del colectivo. (5) La Teología se plantea este reto abiertamente difundido, y es claro que la idea conceptuada da los argumentos y los fundamentos para sus operaciones. El quehacer histórico nos alienta a reconocerlo presente en estas operaciones del Ethos religioso de esta Comunión. Cada manifestación de la catolicidad toca el pensar de la sociedad y su cosmovisión es expresión metafísica del literalmente “Ir más allá de lo conocido formalmente”,  su par latino dirá acertadamente: Ad quam rite sciri… (6) Lo conocido como emblema de nuestra racionalidad objetivamente hablando aterriza en la concepción doctrinal de un Dios revelado, nosotros los Episcopales vamos más allá de todo formulismo y vivimos el ser identitativo explícitamente como consecuencia del Bautismo, una consecuencia acertada desde la óptica de la Gracia (7).  

LA EXPERIENCIA  DEL SER CULTURAL EN EL ÁMBITO TEOLÓGICO.


La definición cultural de la persona humana, es importante en el horizonte de nuestro ejercicio reflexivo, la persona desde su visión cultural es reconocida en comunión con su entorno y con  sus semejantes. Todo el proceder y sus distintas connotaciones hacen posible la materialización dialéctica del ser persona en la percepción de lo social y cultural. Una realidad construida con fundamento en la interacción de los protagonistas. El  ser humano vive de cara a su entorno y lo organiza de forma inteligente o simplemente como consecuencia de su dialogo perenne con el  espacio vital donde reconoce y es reconocido (8). El ser cultural como Ethos de lo racional creado o articulado por el ser humano se compone de sus distintos momentos… Somos por definición parte del entorno y contenido cultural fruto de esta interacción vital con los componentes básicos de la realidad. Aquí la memoria histórica se viste de pasado, presente, y futuro, y todo lo desarrollado hace parte de sus distintos estadios de evolución. La Redención también toca estos escenarios, la justicia es otra ascensión a la igualdad de las gentes y sus situaciones son vitales para explicitar el tipo de vivencia que sufre positivamente  el ser humano en su constante interacción con el medio,  y la construcción de tales acciones son anexas a la persona en donde esta se encuentra teniendo conciencia de tal obrar (9)…  Persona  y la Cultura son un  binomio fundamental de todo el accionar personal y colectivo del bautizado. Tales acciones son el reflejo de su ser identitativo. La cultura es en sí todo cuanto hacemos y tal definición es vinculante también en la percepción  cultica de nuestra Fe (10).  La realidad cultural es una amalgama de eventos y creencias que se convierten en verdades a punta de imaginarios construidos y percibidos. Aquí la verdad se puede relativizar según sea la dinámica establecida. El ser cultural y el ser cultura es inherente a la experiencia humana en la creación de Dios, entramos en contacto de la obra de Dios y nos sumamos a sus fines cuando tenemos claro los nuestros (11).
La cultura aparece, pues, como algo inseparable de la naturaleza humana, hasta el punto -como hemos visto- de resultar conformados por ella. Esta conformación se produce a nivel evolutivo y educacional. A nivel evolutivo, dando lugar a una inflexión que determina la emancipación de lo biológico, provocando en el hombre no tanto una evolución en términos de individuo, sino de sociedad  y a nivel educativo, socializando los procesos biológicos, afectivos y cognitivos (12). La sociedad que se asume desde la dinámica de lo cultural es la misma donde el ser humano pasa toda su existencia. Una existencia condicionada por los modelos culturales donde ha sido dada a luz. La connotación cultural está presente en la religión y en la praxis de sus contenidos sobrenaturales (13).  Hasta la manera de reconocer la relación con el Dios vivo y trascendente es  parte inalienable del todo cultural y del Ethos como intelección de esa premisa. Adoramos desde la connotación cultural según sea la orientación de nuestro entorno (14).  La concreción de lo cultural es de naturaleza social,  eminentemente para desambiguar sus contenidos el ser humano vive y co-crea en sus linderos, es decir,  la familia y los hijos o cercanos son reconocidos en un entorno cultural establecido del que sobresalen los signos Identitativos como el hacer,  y el ser cultural de la sociedad (15).   Desarrollar un  contenido teológico requiere de un contexto histórico-critico que nos ofrece la cultura donde estamos produciendo la reflexión (16). Este enunciado se hace acompañar de  su realidad sociológica como quiera que ella mueve el acontecer y lo convierte en hábitos… La definición sobre este argumento supone un interactuar de la especie humana desde la connotación de su ser social y por ende de tendencias político-criticas como indicando que la racionalidad es el ingrediente en el descubrir y afincar los nexos o principios de lo cultural (17).
La postura crítica en la sociedad es consecuencia de la racionalidad de los presupuestos para asumir la convivencia y todos sus derivados. El modelo o definición social es impuesto mediante su praxis y teorización para ser expresado en el ámbito de cada realidad o contexto. Solo daré un ejemplo de esta afirmación: “En la India las vacas son sagradas y en América en general son alimento de primer orden” (18) El Ethos cultural es el modelador o Arquitecto de la tendencia cultica y cultural que involucra esta especie. La cosmovisión  cambia tremendamente de un lugar a otro y siempre lo hace con los mismos ingredientes donde cambia solo su significación crítica y así se aplica a cuanto es distinto en el modelo social y cultural de la humanidad (19). La realidad percibida se mezcla dramáticamente con los aconteceres de los grupos sociales y por ende humanos que los viven y sustentan. El elemento conector de la reflexión puntual será sin duda alguna la necesidad de realizar el modelo cultural y cultico en el mismo espacio de su apreciación, es decir,  la cultura traza normas de desempeño social y esas normas influyen poderosamente en los patrones de la religión. Los pueblos primitivos de las Américas no conocían el Trigo entonces pudieron haber celebrado la Eucaristía con un ingrediente conocido como lo era el Maíz, aquí como observamos el contenido cultural está por sobre cualquier otra apreciación conceptual, de lo anterior solo concluimos que la fuerza del ser cultural influye poderosamente en la Teología y su acontecer doctrinal relacionando esencialmente ambos contenidos (20).
Teorizar nos ofrece un espectro muy amplio de discusión en la dirección que deseemos tomar. La teoría y su sustento académico pueden  y necesita enriquecer cualquier contenido tanto intuitivo como emocional y que decir de lo afectivo (21).  No es posible determinar  una dialéctica libre de estas  variables. El encuentro antropológico es por ende un encuentro de realidades movidas por el todo del ser humano y su ubicación en el mundo. La  cultura que el Episcopal vive es una manifestación del valor intrínseco de la vida en todas sus formas. Es una respuesta continua ante lo que sucede en el mundo y toca aspectos de distintos ámbitos donde lo cultural, biológico, social, político, natural, filosófico, tienen su espacio (22). La experiencia de nuestro Ethos eclesial está literalmente en permanente actitud de diálogo de cara al mundo y a nuestro Creador. La postura abierta de esta Comunión permite interiorizar y priorizar cuanto acontece  en torno nuestro e interesa a nuestro  espacio vital (23).
La experiencia en una praxis cultural necesariamente se involucra con el acontecer de la sociedad y todo lo que se produce en ella no es independiente a nuestra percepción de su realidad. La Libertad (24) entra de lleno a ocupar su lugar en un medio ya condicionado por distintas orientaciones políticas, culturales y culticas que nos permiten ver como por medio de un “Caleidoscopio”  los matices que componen la exposición social y cultural en nuestro medio político y social, América Latina posee esto y más y como si fuera poco la praxis cultural está siendo afectada por la importación de modelos culturales ajenos a nuestro devenir (25). El ser apropiado de la Cultura no es nuevo y mucho menos corresponde a algún ejercicio dialectico moderno, esta cuestión se remonta al siglo II antes del Señor, Catón el Viejo (234-149 a.C.) un romano  radical en sus fundamentos morales, relaciona el termino agricultura con la definición actual solo que  en su época se refería estrictamente a la relación del ser humano con la tierra (26).
El quehacer cultural ahora es abarcante y no deja nada fuera de su cobijo e influencia, la metafísica como respuesta de esta percepción  de la realidad se plantea una cultura cuya  sola praxis  supera el orden material de la sociedad hasta instalarse por sobre esa realidad en una clara alusión de su atemporalidad. Una atemporalidad que se encuentra latente en el devenir de la historia. La praxis cultural de la Iglesia en su determinación histórica tiene todo que ver con el modelo cultural donde se da a conocer el Evangelio. Tal posibilidad es evangelizadora  y por ende necesaria en la Iglesia (27). La praxis cultural nos ubica frente a la libertad que expresa sus presupuestos en el diario acontecer donde el bautizado toma sus decisiones algunas son de suma importancia,  otras son fruto de la normal trivialidad, pero tanto las complejas como las básicas son signo totalizante del accionar libre de nuestra especie en este modelo cultural que llamamos civilización occidental. Una Teología (28)  capaz de conciliar el problema humano y toda su fenomenología con su teoría de valores y conocimiento dando forma continuamente a la respuesta teológica más coherente. Hoy la Iglesia Episcopal en sus distintos compuestos culturales como quiera que ha salido de suelo Estadounidense para instalarse en otras naciones, lo que implica con ello que  el modelo cultural propio se debe desarrollar en la dirección de lo que eclesiológicamente llamamos iglesias particulares o diócesis. Dando espacio necesario al acontecer cultural propio. Tal necesidad no es un capricho,  es una realidad sociológica que se demuestra desde la praxis de contenidos tanto éticos como morales y doctrinales (29).
En cuanto a la libertad teológicamente expresada en el Ethos cultural que vivimos,  en lo personal me asalta una serie de interrogantes, uno de ellos es precisamente el contenido epistemológico de nuestra propia Teología, si caminamos en la dirección de una epistemología teológica nos vamos a encontrar con una serie de contenidos que están allí precisamente para ratificar y fijar posición frente a cuanto sucede en el ámbito cultural. El Episcopal debe tener presente que existe un norte doctrinal y que las posturas personales son defendibles pero no son susceptibles de instalarse por sobre la dialéctica histórica de la Tradición de la Iglesia (30). Una respuesta al ser humano libre se puede afirmar como prioridad también desde la concepción teológica que nos une a la historia. Sin comprender nuestra teología  es prácticamente imposible tal señalamiento y entonces nuestra propia epistemología se diluirá en las novedades del presente siglo. Ese conocimiento teológico es viable en sí mismo como contenido especulativo pero también como nexo con la historia desde donde procede el ser eclesial Episcopal. El conocer no simplemente implica el abordar el fenómeno del conocimiento sino el discernir sobre la validez de sus postulados en el contexto de un marco referencial que definimos desde nuestra propia eclesiología y tradición (31). 
El bautizado se enfrenta al mundo como primordial escenario de su existencia y para comprenderlo el Ethos cultural le ha venido guiando y educando en sus fundamentos,  la praxis académica no es asunto de  segunda mano es el fundamentar el método de todo conocimiento. Evangelizar es también conocer y dimensionar acertadamente tal conocimiento, aquí debo acudir brevemente al Movimiento de Oxford, los PP. de este Movimiento eclesial (1833 y 1845)  (32)  en el vientre de la Iglesia de Inglaterra,  reconocieron la necesidad de los modelos históricos eclesiales para asegurar su propia autenticidad doctrinal, el término “recatolizar” (33) no debe generar temor o suponer que es incompatible con nuestra realidad eclesial, la connotación histórica fue su propia salvación, retomar el Ethos eclesial es tanto histórico como cotidiano, salvífico como reflexivo y doctrinal, su esfuerzo epistemológico lo encontramos hoy en la praxis de nuestra historia común eclesial. La expresión de los Tractarianos con Keble y Newman a la cabeza es clara: “Somos la expresión local de la Iglesia de Cristo” de la misma Iglesia de la que William Laud desde la sede de Canterbury (34)  defendía, el signo de la sucesión apostólica,  y el ministerio ordenado son hijos de la más profunda tradición eclesial indivisa.  Parece que la Iglesia ignora que los esfuerzos de estos PP. fue claro, luchar contra el laicismo en la Iglesia y sus consecuencias peligrosas para la Fe eclesial (35)…  

Los Episcopales somos hijos de la postura epistemológica de Hooker, Cranmer, Laud, Keble y muchos más… Olvidarlo sería desconocer nuestra propia praxis eclesial milenaria, indirectamente los ingleses podrían sumar a esta breve lista a Anselmo de Canterbury, la intuición histórica de Beda el Venerable, Agustín de Hipona cuyos escritos fueron los más traducidos y por ende leídos por los PP. de la Reforma inglesa del siglo XVI y por los PP. de Oxford en el siglo XIX. Si queremos fijar una postura teológica con su réplica epistemológica es necesario tamaña inclusión intelectiva. (36). Los Episcopales somos fruto de la historia de la Iglesia y no ella fruto de nuestra dialéctica. Primero ella y ahora nosotros en un compartir atemporal de realidades de Fe y Salvación, de Gracia y Amor misericordioso de Dios, por esta expresión local de la Iglesia de su Adorado Hijo (37)…

El cometido antropológica queda a salvo reconociendo el acontecer histórico de la Gracia en su ser y actuar. Tal reconocimiento es dialécticamente factible desde la percepción de la Fe en cada uno de los Episcopales. Somos una manifestación de la universalidad salvífica propuesta por el propio Señor, la eclesiología Episcopal es amplia en su concepción de la realidad tanto revelada como antropológica y sociológica. El abordaje de nuestro Ethos cultural no está desprovisto de su contenido de gratuidad por el ingente accionar de Dios en nuestra historia tanto personal como familiar y eclesial, esta postura involucra el Ethos en la dimensión totalizante de la cultura y la sociedad (38).
Nuestro accionar posee un valor teológico relevante como quiera que con tal postura estamos edificando realidades en nuestro ser que se da al otro en la dirección del encuentro cristiano. El Ethos teológico Episcopal (39) nos permite ver al otro desde la perspectiva de su realidad y aun desde la  manera como este comprende su entorno y/o espacio vital.  La vida se recrea siempre en nosotros y de nosotros la Gracia se comunica a la vida en una danza de lo trascedente que toca a cada uno de los Episcopales y su compromiso con la Fe de la Iglesia. Nuestro accionar es cultura y sus consecuencias pueden ser un trasfondo de lo cultural. La dialéctica establecida sobre la primicia de la Teología y su Ethos como accionar, pensar, especular y direccionar, es vital en la eclesiología de esta Iglesia (40).

Praxis, Ethos, Cultura,  y Teología, caminan de la mano y juntos estos conceptos generan su propia epistemología que se integra en la doctrina y tradición de esta Iglesia. La Ética y la Moral son también parte de esta significación vital (41).


EVANGELIO  DESDE LA PERCEPCIÓN  DE NUESTRA PRAXIS O ETHOS.


Este enunciado nos ubica inmediatamente en el cometido de este segmento de la presente reflexión, se establece un binomio o matrimonio duradero e indisoluble, entre el Ethos como praxis evangélica y la praxis como fundamento del Evangelio y su vivencia (42). La connotación del creyente frente al mensaje de Cristo le obliga positivamente a reconocerlo y dimensionarlo a partir de la vivencia de su personal “Pacto Bautismal” (43).  Ningún Episcopal puede olvidar o ignorar maliciosamente que el  acontecer de su Fe trae una serie de consecuencias  de índole concretas en su vida y relaciones, la Fe en el Dios revelado obliga a vivir según esos presupuestos, ser Episcopal no es fácil sobre todo cuando nos dicen  NO, desde aquí el Mos-Moris,  como expresión de nuestra Teología Moral (44)  reclama espacios en la vivencia del bautizado Episcopal. No solo son respuesta a normas de índole moral sino y sobre todo a la respuesta dinámica de vida y ser del Episcopal que asume el reto de vivir las enseñanzas de la Iglesia en su tiempo y bajo sus personales connotaciones (45). La Teología cuando explicita dinámicamente la vida de la Iglesia está anunciando su auténtica vocación.
Las condiciones inherentes al anuncio  son ratificadas en el ejercicio de crecimiento espiritual de cada bautizado. La Iglesia toma en sus “manos” (46) la Palabra revelada y se convierte en depósito de la misma. Tal función está registrada en la conciencia de los bautizados que la materializan en sus reflexiones y meditaciones de cada día. La Palabra trabaja la conciencia y en general todo el accionar de los creyentes. Los escenarios en los que el Evangelio llega a desplegarse son como la semilla que el campesino lleva en su “morral” (47) y que luego al sacarla de él la esparce donde  desea y muchas veces de forma accidental llega a otros lugares. El Evangelio está presente en todas  las acciones eclesiales reconocidas como tal. La Palabra cuando se empodera de una u otra situación produce los cambios o transformaciones necesarios, eso desde siempre nos incluye a nosotros y el cultivo de virtudes y cualidades propias y vitales para la expansión del Reino de Dios.
El Ethos del Evangelio deja huella indeleble en la conciencia de cada bautizado. Una huella que camina velozmente en todos los escenarios por donde esta transita. La Palabra se  materializa sin ignorar las concepciones de su entorno y con ello segura su presencia en cuanta situación de vida podemos rastrear. La cultura de la vida que es aquella por la que todo Episcopal debe luchar se origina precisamente en la Palabra revelada y como tal es asumida valientemente por la Iglesia, teniendo presente que las acciones en todos los campos del saber y de la ciencia es expresión de esa responsabilidad de los bautizados por cristianizar todos los escenarios posibles (48).
La cultura como expresión plena de nuestro Ethos vive de su praxis,  la misma que es y necesita ser permeada por los postulados conocidos. Valores, virtudes, cualidades, todos ellos están delimitados convenientemente en la esfera de lo que el ser formalmente debe y requiere hacer para concretar dialécticamente su civilidad o configuración social en el medio o entorno donde desarrolla su propuesta de vida.  La vida como la manifestamos al mundo es clave en la consecución  de toda meta cristiana, no hay mejor campo de acción que el acontecer de cada bautizado (49). Lo ordinario y cotidiano  necesita de ser alimentado siempre por la buena disposición de los bautizados. Aquí el Evangelio llega y se queda como parte fundamental de nuestra respuesta al mundo y sus relaciones. Las consecuencias de nuestro accionar se civiliza del lado de los Derechos y Deberes cuando el Evangelio es el rector de nuestros procederes. No solo es vista esta expresión como un referente Ético-Moral de la existencia del bautizado sino de la misma incorporación de sus cualidades en el ejercicio y vivencia de la libertad cristiana. El componente antropológico de la Verdad como fuente de libertad puede problematizarse y se debe hacer para contar con su influjo en la configuración social y cultural de la existencia de los bautizados (50).
Los Episcopales intervienen como es natural en los escenarios de vida que desarrollan nuestra vocación cultural, esos escenarios necesitan de la Gracia,  por ende cada uno de nosotros se convierte en un factor decisivo para  que la Gracia entre históricamente en todos los ámbitos sociales. La discusión ontológica aborda literalmente todo aquello que en acción y potencia estamos llamados a realizar. En el presente siglo en nuestras naciones el laicismo hace su trabajo y toma formas dramáticas, una de ellas la preferida por su alcance global es sin duda alguna el fenómeno de la “corrupción” (51) cuyo accionar es la contradicción de toda esperanza y obra buena en el todo social de los estados y sus gobiernos, es también en una lectura antropizada la perdida de esperanza en el hombre y por el hombre. Este fenómeno de compra y venta de valores y conciencias, afecta el plan de Dios en cuanto a su concreción en lo  social,  ya que como fenómeno antropizado resta valor al encuentro del ser humano con sus similares, la Resurrección percibida desde lo antropológica encuentra en este fenómeno una dificultad para constituirse en esperanza de lo social (52).
La pérdida sistemática de esperanza afecta progresivamente al ser humano en su encuentro diario, la responsabilidad en el Ethos social y cultural es de cada uno de los bautizados, el vivir y dimensionar la esperanza es una oportunidad dorada para todos. El concepto de lo que es y no posible desarrollar en el ámbito de los social  y político  corre de la mano con los fundamentos que percibimos y vivimos desde su connotación Ético-Moral, la norma de vida es clara y la supeditamos a las máximas del Evangelio en nosotros. Aquí la Palabra es viva y eficaz cuando moldea corazones y conciencias. El sentido común es necesario para apreciar el impacto del Evangelio en estos procesos sociales y culturales, el creyente vive la norma como inspiración de los bienes y valores superiores que comporta el Evangelio en su praxis de los social y cultural.
 Unos valores que están destinados a materializar la Gracia de Dios en su recorrido por el Ethos y su praxis. La civilidad que desempeña un papel en el todo social es parte del crecimiento en las normas de convivencia  que los Episcopales deben observar en su permanente interacción (53). No puede haber proceso alguno donde se muestre ausente el  Evangelio, no puede haber modelo social donde el bautizado no explicite la Palabra en sus acciones y responsabilidades. La dinámica política de los distintos esquemas sociales donde vive el bautizado,  necesitan  ser redimidos también, es una expresión del valor de la Gracia en términos sociológicos y bajo el accionar de cada uno de los  bautizados cuya  relación sobrenatural alimenta su devenir. Aquí la Gracia se antropiza sin perder su calidad esencial de “don gratis de Dios” (54) pero que en la connotación de sus operaciones en el todo social se aprecia determinada y determinante de los procesos en los que el creyente interviene, bajo este argumento es visible que la corrupción es una contradicción cuando los  cristianos son  los funcionarios. La ausencia de Justicia es un medio propicio para los pecados estructurales y estos son ampliamente combatidos por el Evangelio que clama por la Justicia como “carta de navegación” de las sociedades  cristianas por antonomasia. El ejercicio de las formas concretas de justicia es expresión de sus er jurídico y político a la vez. La posibilidad de concretar la justicia es cometido de las instituciones movidas y animadas por los creyentes. El intríngulis de índole jurídica es viable en un orden donde el ciudadano es reconocido desde la esencia de sus Derechos y Deberes y más aún si es bautizado y comprende su aporte a la instauración del  Reino aun desde la premisa de lo jurídico (55). El Reino de Dios es la propuesta más fuerte que el creyente posee para edificar un orden justo y con vocación de trascendencia. El Reino como praxis de los valores evangélicos y consolidación de una relación con la Persona de Dios en la figura e imagen Trinitaria es posible si en el plano de lo social y cultural tomamos el camino correcto de esta bella Topia (a diferencia de la Utopía es posible realizarla) (56). La postura del Episcopal como bautizado comprometido en su Fe no puede hacerse esperar, debe ser contundente y del lado de lo justo y por ende redimido, la justicia es signo inequívoco de redención aun en lo jurídico. La inculturación teológica es una propiedad del Ethos y su praxis, es como vivenciar  la posibilidad de obrar conforme a nuestra filiación e identidad.
La dinámica Episcopal en el mundo no se sustrae pero si recuerda su fundamento también en la historia y en lo jurídico, aquí la justicia no es una discusión de género y mucho menos una ideología sino una respuesta concreta al mundo y en él,  a la obra del amor de Dios que es nuestra redención. La justicia en el espacio de lo temporal  vincula al Ethos en su concreción, y si miramos desde la perspectiva de nuestra eclesiología encontramos con claridad que tal relación es fructificada por la presencia de la Gracia y la redención en el ámbito de lo histórico y fenomenológico del accionar humano (57). La presencia del Espíritu Santo anunciada por el propio Señor condiciona salvíficamente todos los escenarios de nuestro Ethos y robustece su praxis. Hoy se hace urgente reconocer la presencia de la Gracia en el ámbito de lo Social, Jurídico, y Legislativo, las leyes como tal deben expresar el sentir de un colectivo cuyos valores son determinados por la influencia permanente de la Gracia (58).
  La antropización de la presencia de Dios genera unos postulados que se mantienen firmes  con el devenir de las modas y las tendencias que a diario  aparecen en los modelos de lo social y cultural. Una sociedad abierta a la Gracia puede  santificar aun las mismas diferencias en su accionar dialectico. Nuestra antropología trascendente esta  al orden del día frente a los cambios en el medio de lo social y cultural. La Iglesia Episcopal es motivadora de cambios, pero el Episcopal no puede olvidar que toda nuestra reflexión teológica es histórica y la Gracia campea en ellos como en nosotros. Los acontecimientos modernos son inevitables como consecuencia del discernimiento de los actores que intervienen en ellos, es decir, del orden antropológico que vivimos.  La cultura eclesial no puede estar de espaldas a tales procesos de antropización del todo o ente social y cultural reflejado en el estado y el sistema de gobierno (59).  Quienes abogan por una separación total desconocen que el medio está determinado por las leyes y estas son fruto del estado en todas sus formas, el ente estatal se materializa en la norma y el respeto y acatamiento del ciudadano sea o no Episcopal… Diríamos mejor aún, como Jonás fue retenido en el vientre de un gran pez, nosotros desde el vientre mismo del Estado (En la Nación donde nos encontremos) podemos y debemos dar testimonio del amor de Dios manifestado en nosotros por medio del Bautismo en su Adorado Hijo (60).

CRITICA SOBRE EL PODER Y EL ESTADO ANTROPIZADO E IDEOLOGIZADO.


En contexto frente al estado como sistema de gobierno asumimos su importancia y valor aunque no necesariamente todas sus políticas obedezcan a la necesidad  real de los ciudadanos pero siendo pragmáticos debemos reconocer su necesidad para conformar un Estado de Derecho. En cuanto a este segmento de nuestra reflexión  necesitamos hablar sobre el Poder y como este se ejerce en el medio social donde interactúan los ciudadanos. Básicamente el Poder son los medios y recursos para desarrollar una determinada labor en la sociedad y proyectarla en el tiempo. Las figuras que emplea el Poder se asocian intelectivamente con el discurso de las razones ideológicas que mueven uno y otro sistema doctrinal o filosófico con referencia al estado y su necesidad. EL Poder es criticado fuertemente y apoyado también pero no existe posibilidad alguna de su ejercicio sin generar inconformismos en la sociedad. La realidad nos dice que su influencia muta según sea el tiempo y la finalidad que este persiga. Los valores que desarrolla el poder son valores que no necesitan coincidir con la vocación cristiana,  sino que su escenario es total y totalizante como quiera que los modelos sociales y culturas y su Ethos es irradiado por su forma de aparecer y hacerse concreto (61).
Si entramos en análisis sobre el Poder necesitamos hacer mención sobre su influencia desde lo jurídico, contractual y también en el ámbito de la reflexión teológica, recordemos que la mentalidad del medioevo ubica el Poder solamente como manifestación de la voluntad de Dios,  hoy la sociedad nos dice que el Poder corresponde al fenómeno social fundamentado en los medios de la economía y la razón política de la sociedad. Max Weber (62)como sociólogo en el siglo anterior teorizo al respecto, encontramos esta definición sobre Poder en sus escritos: “Probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad” digamos que su noción de Poder no dista de la argumentada por Hobbes (63) en su momento histórico podemos decir que creía en la Monarquia absoluta como la forma más plausible de gobierno y autoridad en el Estado siendo ella misma un estado de gobierno. El Poder en el estado se legitimiza al punto de convertirse  más que en una opción ideológica en el manejo de las emociones,  y pensamientos pobres de argumentos históricos que con la influencia de los medios, así en el presente, se establece en relación con las aspiraciones de los ciudadanos. La sique es abordada desde sus temores y necesidades fundamentales, el Poder emplea el dinero y la economía como los fundamentos de su accionar en el orden social y cultural. El Confort es uno de sus supra valores determinantes que todos buscan pero en realidad según las relaciones del Poder no está disponible sino para la “casta de gobierno” (64) introduciendo una relación de vitalidad entre el conocimiento y los medios para lograrlo, no es raro encontrar que los estudios en determinadas universidades son la plataforma social para el Poder y su disfrute.  Para los pensadores alemanes e ingleses del siglo XIX y XX el Poder era justificado para asegurar el bienestar y la seguridad de los ciudadanos, hoy vemos todo lo contrario el absolutismo de la fanfarria política y la miseria de las ciudades y pueblos y de igual forma los campos (65). El Poder como accionar histórico-critico estaba enfocado doctrinalmente en la protección y promoción de la persona en su calidad de ciudadano. No podemos dejar por fuera de esta reflexión a John Locke (66). Sostenía que el Poder estaba condicionado en el Soberano,  que interesante es su postura frente a los aconteceres  de nuestro tiempo donde el Poder es una “burla demagoga de movidas soterradas” y no precisamente al servicio del ciudadano. Es el panorama que encuentra el Episcopal en las distintas latitudes donde este vive y trabaja edificando familia y sociedad.  El Poder empleado  de manera egoísta solo puede generar estados de postración e ignorancia en la sociedad que sufre de esta manera su influjo. La legitimación del Poder es un asunto que asegura el uso natural de los recursos y el beneficio de todos los ciudadanos (67). La naturaleza del Poder no riñe con esta clase de argumentos, lo que si muestra descontento es el uso totalitarista del Poder hasta convertirlo en un  meta-discurso (68) y por ende absoluto en la sociedad donde se explicita. La metafísica del discurso   lleva las expresiones más allá de la retórica lo que implica con ello la afirmación categórica de las condiciones del discurso en los escenarios donde profundiza su lenguaje y simbologías (69).
El soberano es el gobernante y el sistema instituido para los fines del Poder, la Democracia que se vive en la mayoría de las naciones es vista hoy como la forma más acertada de gobierno, la realidad indica que el Poder aquí  en  este sistema de gobierno es empleado de formas distintas a su vocación. Es concretamente vulnerado como principio de favorescencia de las mayorías para constituirse en un recurso de dominio y generación de pobreza en toda dimensión. La cadena de favores (70) es transmutada por el orden y la instrucción para la consecución de causas plausibles para las mayorías lo que genera bienestar al todo de lo social y en cuanto al Ethos, este puede verse  irradiado por el bienestar que supone un sistema garantista de los Derechos y Deberes del ciudadano (71).
El riesgo de tales  formas de gobierno es la permisividad como enfrentan los procesos sociales y de todo tipo. Los conceptos de Ideologías estan arraigados en la sique y la academia desde que apareció  el ser humano y su capacidad de optar. La necesidad de un gobierno es sustancial al nivel de organización del todo social. El gobierno es necesario y vital,  no así los corruptos y egoístas del Poder (72). Las definiciones modernas sobre el uso del Poder exaltan casi de manera idealista el empleo del mismo con fines altruistas pensando en el otro y su realidad. La diferencia social entre las personas es fruto de la perdida de este norte como dirección del proceder en el Poder y para el Poder. La discriminación también se suele vestir de necesidad y cuando creemos estar luchando por ideales de las minorías,  bien podríamos estar discriminándolas al exaltar su condición minoritaria y rompiendo con el engranaje antropológico donde ellas  encajan. La reacción de la sociología no se hace esperar y por esta razón los procesos sociales son necesarios así como lo es la igualdad esencial por sobre la equidad (73). La  concepción de un todo social no es una afirmación absolutista sino metafísica porque el ser social de la humanidad se entrelaza en todas las generaciones vividas y por vivir. Y porque la existencia del colectivo supera las limitaciones de su extensión material en la medida en la que su conciencia le permite formular espacios de absoluta igualdad alejando los problemas estructurales como la ignorancia y por ende la pobreza que priva de la Gracia social (paralelismo antropológico) (74). El contexto social  es determinante en la estructuración del pensamiento ya  que su presencia asegura la disertación necesaria en la comprensión de las relaciones antropizadas del ser humano. La postura real y concreta nos asegura un desempeño clave en la fundamentación del ente social que bien podríamos definir como el estado y su sistema de gobierno cuyo fenómeno  llamamos democracia,  si es nuestro deseo (75).
La postura de la Iglesia Episcopal debe ser garantista de Derechos y Deberes reconociendo la necesidad del Orden, la Justicia y las Instituciones estatales pero reclamando de estas el cumplimiento de la ley. El Episcopal vive su espíritu democrático participando activamente de los procesos sociales, culturales y políticos de su  País. El ciudadano en su dimensión laica requiere de la guía espiritual de su Iglesia. Las políticas que van en contra de la vida en todas sus formas no pueden ser toleradas por la Iglesia. El testimonio como vivencia es nuestra empresa social por antonomasia (76).

Las ideologías en el contexto histórico introducen en la sociedad fundamentos que se  convierten en dialécticas explicitadas por fenómenos sociales cuya aprobación se constituye  en norma, las ideologías políticas y sociales corren el riesgo de estructurar formas alienantes de vida y convertir una discusión de carácter legal, científico, filosofico, moral, ético, religioso, en un precedente para  el Ethos tanto del estado como del ciudadano.  Las ideologías entendidas como expresión de la voluntad humana son importantes y de hecho no existe una sola institución que no las posea, nosotros planteamos la necesidad de una transversalidad del amor en todas sus articulaciones para garantizar de esta manera la correcta explicitación de valores y fines superiores. La razón social no puede estar desprovista de  estos fines,   cuando una ideología quiere remarcar su énfasis en el terreno jurídico puede ser solo una ley más sin un principio de verdadera necesidad… (77). La necesidad es el común denominador de las transformaciones en general del quehacer  humano. Una necesidad es un principio que puede convertirse en ideología. El amor como  su  conector puede hacer que las ideologías sin importar su naturaleza sean fruto de una aspiración  concreta y contextualizada en el bien común, esto último tan ignorado en el presente (78)



El estado como ente ideal acude en perspectiva de todo movimiento transformista siendo esto último un estadio de madurez en el Ethos estatal. En cuanto al Ethos social y cultural sus manifestaciones son también relevantes en la edificación de la estructura social de un pueblo. La sociedad movida por la presencia histórica de la Gracia es una manera práctica de señalar los fines trascendentales de la convivencia y el quehacer humano en la familia y todo su entorno. El Episcopal tiene el deber  de someter las transformaciones al todo  del Evangelio como quiera que explica de esta forma la coherencia de su Fe y la capacidad de antropizarlo en el paisaje de lo social y cultural (Ethos cristiano). Aquí la salvación también se expresa en la sociedad como una expresión dialéctica del convivir y construir un pueblo (79). Nuestros gobernantes inician  su mandato jurando a Dios hacerlo en su Nombre, las implicaciones cristianas son infinitas, pero la ignorancia hace de tal profesión de Fe estatal  una simple alegoría de  un estado espiritual ideal. La connotación de jurar en su Adorado Nombre es suficiente argumento para hablar de un Ethos estatal basado en los fundamentos evangélicos y su ética y moral acorde con tal señalamiento. El gobierno de Dios es la expresión de su Soberana Voluntad (80).
                                                                                           

BIBLIOGRAFIA/ ARTÍCULOS/INSUMOS/ CIBERGRAFIA.

1-      Nota del autor.
2-      Nota del autor.
4-      Nota del autor.
5-      Nota del autor.
6-      Nota del autor.
7-      Nota del autor.
8-      Nota del autor.
9-      Nota del autor.
10-  Nota del autor.
11-  Nota del autor.
13-  Nota del autor.
14-  Nota del autor.
15-  Nota del autor.
16-  Nota del autor.
17-  Nota del autor.
18-  Nota del autor.
19-  Nota del autor.
20-  Nota del autor.
21-  Nota del autor.
22-  Nota del autor.
23-  Nota del autor.
24-  Nota del autor.
25-  Nota del autor.
26-  Nota del autor.
27-  Nota del autor.
28-  Nota del autor.
29-  Nota del autor.
30-  Nota del autor.
31-  Nota del autor.
32-  Nota del autor.
33-  Nota del autor.
34-  Nota del autor.
35-  Nota del autor.
36-  Nota del autor.
37-  Nota del autor.
38-  Nota del autor.
39-  Nota del autor.
40-  Nota del autor.
41-  Nota del autor.
42-  Nota del autor.
43-  Nota del autor.
44-  Nota del autor.
45-  Nota del autor.
46-  Nota del autor.
47-  Nota del autor.
48-  Nota del autor.
49-  Nota del autor.
50-  Nota del autor.
51-  Nota del autor.
52-  Nota del autor.
53-  Nota del autor.
54-  Nota del autor.
55-  Nota del autor.
56-  Nota del autor.
57-  Nota del autor.
58-  Nota del autor.
59-  Nota del autor.
60-  Nota del autor.
61-  Nota del autor.
62-  Max Weber… (Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo alemán que opuso al determinismo económico marxista una visión más compleja de la historia y la evolución social. Para Weber, las estructuras económicas y la lucha de clases tienen menos importancia que otros factores de naturaleza cultural, como la mentalidad religiosa o filosófica o incluso la ética imperante; así, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), obra clásica de la por entonces naciente sociología, vio en la espiritualidad protestante el caldo de cultivo que favorecería el desarrollo del capitalismo en el norte de Europa. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/w/weber_max.htm.
63-   Tomás Hobbes… (Westport, Inglaterra, 1588 - Hardwick Hall, id., 1679) Filósofo inglés. Hijo de un eclesiástico, quedó a cargo de su tío cuando el padre abandonó a la familia, tras participar en una pelea en la puerta de su iglesia. Estudió en el Magdalen Hall de Oxford, y en 1608 entró al servicio de la familia Cavendish como preceptor de uno de sus hijos, a quien acompañó en sus viajes por Francia e Italia entre 1608 y 1610. A la muerte de su alumno, en 1628, regresó de nuevo a Francia para entrar al servicio de Gervase Clifton. En dicho país permaneció hasta 1631, cuando los Cavendish lo solicitaron de nuevo, como preceptor de otro de sus hijos. En 1634, acompañando a su nuevo alumno, realizó otro viaje al continente, ocasión que aprovechó para entrevistarse con Galileo y otros pensadores y científicos de la época, entre los que figuraron René Descartes y Pierre Gassendi. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hobbes.htm.
64-  Nota del autor.
65-  Nota del autor.
66-  John Locke… Filósofo y pensador político inglés. Nació en Wrington, cerca de Bristol el año 1632. Hizo sus primeros estudios en la Westminster School de Londres; ingresó en 1652 en el Christ Church College de Oxford con intención de seguir la carrera eclesiástica, pero su interés fue progresivamente declinando hacia el estudio de la Física, Química y Medicina (en esta última se graduó, sin haber ejercido nunca profesionalmente), un tanto decepcionado del clima que la Teología y la Filosofía tenían en la atmósfera nominalista de Oxford. La biografía de L. muestra una rica personalidad en la que se entrecruzan incesantemente dos facetas: la de hombre de ideas y la de hombre político. Hay un L. que reflexiona largas horas sobre los problemas filosóficos y toma parte en las tertulias de cartesianos y gassendistas durante su exilio, y un L. que colabora con Lord Ashley Cooper, jefe del partido liberal, en la gestación de la revolución parlamentaria. En la cronología de su vida se reflejan las oscilaciones de fortuna política de su noble protector: en ella se alternan cargos administrativos y embajadas con el destierro en el continente. Cuando en 1688 sube al trono Guillermo de Orange (v.), L. se ve rodeado de honores y respeto, pero su precario estado de salud le lleva a declinar una serie de responsabilidades que se le ofrecen en el gobierno. En 1700 se retira a Oates (Essex), donde fallece cristianamente en 1704. www.mercaba.org/Rialp/L/locke_john.htm.
67-  Nota del autor.
68-  Nota del autor.
69-  Nota del autor.
70-  Nota del autor.
71-  Nota del autor.
72-  Nota del autor.
73-  Nota del autor.
74-  Nota del autor.
75-   Nota del autor.
76-  Nota del autor
77-  Nota del autor.
78-  Nota del autor.
79-  Nota del autor.
80-  Nota del autor.

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