DOMINGO
VIGÉSIMO SEXTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 1 Samuel capítulo 1 versículo
4-20. Salmo 16. Hebreos capítulo 10 versículos 11-14 (15-18) 19-25. Marcos
capítulo 13 versículos 1-8.
La
escena con la que inicia el primer libro de Samuel
es un estereotipo conocido de otros relatos cuyo modelo es similar, digamos que
un recurso literario que describe un
evento determinante para el pueblo de Israel. Ana una mujer que no podía dar a
luz y por ende tener un hijo que la constituyera en ciudadana reconocida en su pueblo, y el conflicto que esta situación genera en su
vida son un factor que mueve su propia experiencia de Fe. La misión de su
futuro hijo no estará siendo determinada por los hombres y sus tradiciones sino
que ese niño (Samuel) será escogido por el propio Dios para su obra, el hijo de
Ana será el último de los jueces de Israel. La Voluntad de Dios pasa por sobre cualquier
apreciación amañada de la realidad personal de los creyentes y lo hace como
gesto amoroso de absoluta libertad.
Samuel será el hijo dado
por Dios a una mujer estéril que nos recuerda a personajes como Isaac, Sansón,
Juan el Bautista, entre otros. Las acciones salvíficas reclaman de condiciones
excepcionales en los bautizados y una de
ellas es la Fe, la misma que expresó Ana al consagrar su hijo al servicio de
Dios sin interesarle el conflicto social por su ausencia. La respuesta es
clara, el creyente se consagra a Dios y lo hace de forma aleatoria con todo lo
que es y posee y guarda en lo más íntimo de su alma.
Dios destina
misteriosamente el curso de nuestras vidas y acontecimientos y cuenta desde
luego con nosotros para ratificar tales eventos, Dios vio la amargura de Ana y
no demoró su intervención en tal situación, pero sobre todo vio su corazón y lo
que era importante para aquella mujer, el hacer la Voluntad
de Dios era para Ana el motor que hacía que deseara tener un hijo.
Nosotros tenemos prioridades como es apenas natural pero estas deben estar
supeditadas al misericordioso amor de Dios en Cristo. Para Dios nada es
imposible y menos cuando un corazón humilde se dirige a Él. Ana ya no era la misma porque tocó
literalmente el amor de Dios en su vida y fue suficiente para vivir la certeza
y plenitud de su Fe y Esperanza en el Dios de su pueblo. No somos nunca más los
mismos cuando le creemos a Cristo y vivimos de su Palabra. La certeza es
fruto de una profunda relación con Cristo a eso estamos llamas todos y cada uno
de los bautizados.
El
Salmo 16, nos relata como Dios es y se constituye en la
herencia de los creyentes, en una herencia que trasciende hasta darnos la
plenitud de todo cuanto creemos y
esperamos de Dios en nosotros y en nuestro entorno o espacio vital. Aquí
la reciprocidad es necesaria, no podemos correr tras las esperanzas del mundo y
buscar en Dios su complemento, no es fácil ser cristiano pero tampoco
imposible. El Salmista nos invita a
vivir la confianza en la misericordia de Dios y no claudicar en la espera señalada. Una relación de profunda
espiritualidad es la clave para percibir su amor activo en nosotros y en cada
una de las historias tejidas por los bautizados. La conciencia es iluminada por
Dios mediante su Gracia pero para alcanzarla es indispensable configurar nuestras
vidas según su mandato, creer en Dios implica vivir esa creencia de forma
coherente.
El
Texto a los Hebreos continua en la misma dirección de los
domingos anteriores, exaltando las cualidades del Sumo Sacerdocio de Cristo y a diferencia de los seres humanos, su
sacrifico es suficiente de cara a la Salvación de la humanidad y la creación. Es
suficiente como solo Cristo podía hacerlo en la plenitud de su amor por la obra
del Padre Dios. Hebreos es una contundente declaración de Fe que llega como
estímulo para nosotros los bautizados.
El Sacerdocio de Cristo
es pleno en su Iglesia, nosotros, los
ministros ordenados vivimos esa participación como parte de su mandato y
Voluntad salvífica… Los ministros laicos
licenciados a su vez reciben el compromiso por medio de su Bautismo como
manifestación del servicio cristiano en las congregaciones y misiones de la
Iglesia. El sacrificio de Cristo es
definitivo lo que implica que la Iglesia perpetúa su obra en su misión llevando
la esperanza que brota de nuestro gran Sumo Sacerdote.
Tenemos acceso a Dios en
su Adorado Hijo, es una condición escatológica que brota de la Cruz del
Redentor, Cristo hace posible que entremos a su presencia y seamos recibidos
como hijos del Padre Dios, es una adopción filial que significa la plenitud de nuestro
ser como bautizados. La obra de su sacerdocio no se quedó en la Cruz sino que
trasciende hasta los mismos cielos inaugurándose una liturgia de Adoración y
Alabanza eterna. Ser fieles a la Iglesia es una condición necesaria para todos
los creyentes y esa fidelidad asegura en nosotros el cumplimiento de sus
promesas, el ser Asamblea de bautizados
es ya una condición saludable de nuestro destino final.
Somos
hijos de la Esperanza que anida en nuestros corazones y la cual es una
constante invitación a vivir los valores del Evangelio y su contenido trascendente.
La
vocación es gratuita como la Gracia para concretarla, Dios conoce nuestras
limitaciones así que dispuso un alivio efectivo como la Gracia para
encaminarnos correctamente.
El
Texto Marcano, nos
presenta una visión perturbadora que nos aproxima al tiempo fuerte del
Adviento, estamos ante una serie de acciones que son descritas de manera aleatoria que hacen parte del sentido interpretativo
de los tiempos y sus propios afanes, recordemos que las crisis son patrimonio
de la actividad humana. El mensaje del
Señor se sintoniza con esta realidad. Desde esta perspectiva también diremos
conforme a la tradición interpretativa que el Texto citado se ubica en el contexto más primitivo de las
palabras del Señor o logion, aunque no sea del todo claro frente esta aseveración,
está sosteniendo la inevitable ruina de Jerusalén… Tampoco es descabellado
ubicar este contenido en el ámbito apocalíptico particularmente de Daniel.
La crisis señalada se
puede ubicar tanto en el tiempo descrito
arriba como en el acontecer de las distintas culturas y sociedades que
padecieron conflictos destructivos a lo largo de su historia, es también
posible conectar estos sucesos con el tiempo presente y sus problemas más álgidos.
De este panorama de tragedias y sufrimientos sobresale el triunfo del Señor, su
Resurrección cambia este panorama y lo llena de esperanza.
La espiritualidad nos
debe centrar en una manera de apreciar nuestro entorno con los ojos puestos en el Señor, el
sensualismo hace que los bautizados vivan más atentos a como se disfruta el
tiempo en el mundo, donde pasar vacaciones, y que consumir en determinadas fechas, dejando de lado el contenido espiritual de la
personal expresión de su Fe. Los discípulos maravillados con la belleza de la
arquitectura y la nobleza de los materiales empleados pero desconociendo lo más
importante y duradero, buscando a Dios fuera y con Dios en lo más intimo de su
ser. Como que es más fácil mirar al exterior que a su propio interior, sentimientos
y corazón.
Marcos nos invita a ver en el fondo de nuestro
ser y palpar el encuentro con el Dios
amoroso del que más tarde afirmará el Hiponense: “Dios es lo más íntimo que hay en mí… y también, el amor es mi peso. Aquí
la novedad es el amor como razón de ser de nuestro diario devenir. No busquemos
por fuera lo que reposa en nosotros desde antes de la creación del mundo.
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