viernes, 9 de noviembre de 2018

EL ETHOS CULTURAL EN UNA RESPUESTA ANGLICANA SOBRE SU PROPIA ANTROPOLOGÍA...


EL ETHOS CULTURAL EN  UNA RESPUESTA ANGLICANA SOBRE SU PROPIA ANTROPOLOGÍA.



Nuestra reflexión permite al menos intentar profundizar sobre el dogma y su construcción en una Iglesia dogmática y por ende doctrinal inserta en un mundo unas veces absolutista y otra indiferente… cristoeseltema.blogspot.com  (1).



El enunciado de la presente reflexión nos ubica en su contexto fundamental de la meditación inicial. El Ethos es y de hecho se convierte en la conciencia social de su dinamismo dialectico. Aquí el discurso como método de trabajo superlativo a la expresión del enunciado nos invita a centrar todos los intentos reflexivos en el discurso y su retórica (2).  El Ethos que interactúa se convierte en materia reflexiva una vez pasado el estadio de una idea entra en la configuración conceptual  (La idea es un acto elemental del pensamiento y el concepto es la materialización dialéctica de la idea, es decir, más allá de la expresión eidética). El Nous en el acontecer  griego y presente en los santos PP. Griegos (3) es el pensamiento mismo que suena a la más elemental Teología natural enseñada por el propio Platón.  En el siglo V antes de Cristo el propio Anaxágoras (4) asume el Nous “como el camino que conduce al sumo bien presente como perfección misma de  las cosas” (5). Estas posturas son bien interesantes y nos permiten confeccionar la idea clave o genética de esta cuestión reflexiva.  Mente y Pensamiento es lo mismo para efectos de la delimitación conceptual del Nous griego,  y estos en orden a nuestra reflexión nos asegura una desambiguación doctrinal del mismo. El Nous como estructura del pensamiento cuenta con el análisis de su realidad la misma que es percibida por el ser humano y los imaginarios que se tejen de la vida y la realidad pueden conducirlos a la teoría de las “Sombras” platónicas (6). No es por demás una cuestión ambigua frente  a la teoría del conocimiento platónico, el acuñar una axiología distinta para la elucubración mental de la reflexión. Como estamos agregando elementos a la discusión conceptual también podríamos incluir a los Empiristas cuyo aporte al Nous es de tipo experiencial, es decir, de la connotación de la realidad bajo los conceptos y categorías por los que esta es percibida. Nosotros desde la postura de los empiristas  aquí señalamos su tendencia conceptual yuxtaponiendo la realidad percibida a la vivida en una clara muestra de la historia en términos de la experiencia, la razón y la Gracia, esta última,  que puede modificar las estructuras sociales y culturales de todo Ethos (7). El presente ensayo es una posibilidad de diligenciar nuestra reflexión sobre el impacto de nuestro Ethos en la realidad de la Iglesia Anglicana y esta materializada en la Fe de los bautizados.  Para continuar no podríamos dejar de mencionar el  aporte moderno del pensamiento Agustiniano a la cuestión aquí tratada, me refiero directamente a Agustín de Hipona, Erasmo de Róterdam, y Martín Lutero, estos últimos compartieron la herencia del primero y fueron importantes en nuestra Reforma conceptual (Siglo XVI). 

El Nous agustiniano (Podemos llamarlo así como una hipótesis de trabajo y por ende transitoria en el presente ensayo) (8) tenía dificultades a la hora de abordar esta perspectiva y se debía como era apenas natural en su pensamiento del siglo V con las sensaciones del alma que la ubicaba en un plano accidental y por ende transitoria    pero tenía presente su inmortalidad, aquí hay un problema de una muy profunda categoría metafísica (9). La inmutabilidad es patrimonio del alma en cuanto a su presencia en los procesos intelectuales y sus operaciones, aquí la realidad se percibe bajo la categoría intelectual pero se apoya en la concepción material de la misma como quiera que por medio de los sentidos nos llega la información para su inminente reflexión. Su doctrina sobre la ILUMINACIÓN (10), relee lo anterior y determina intuitivamente que el Verbo dueño y Señor de las ideas por medio de esta Iluminación de su Gracia nos permite conocer las ideas e incorporarlas a nuestra teoría del conocimiento (Principio platónico) no podemos confundir la categoría inmutable y eterna de las ideas frente al alma capaz de ser movida por accidentes y enunciados de todo tipo,  y cómo es posible la eternidad partiendo de tales formulas axiomáticas (11)… Creo podemos buscar soluciones en el mismo Texto Sagrado de Tradición que también sirvió al Hiponense para abordar esta categoría de su pensamiento filosófico, miremos el ejemplo citado y determinante para  el  Hiponense:


Dijo Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y añadió: Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros. 15. Siguió Dios diciendo a Moisés: Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación.  (12).



La postura en el Hiponense  se transformó  dando lo que podemos definir como un “salto” en su concepción ontológica de la realidad y las relaciones del Dios vivo con la humanidad y en general con toda su creación. Dios es el Inmutable y Necesario y nosotros y en general las cosas son las contingentes y por ende mudables (13), a diferencia de Platón y “el mundo de las ideas”  aquí las ideas son mutables y por ende no eternas ya que en Platón eran eternas consubstanciales  a la divinidad. Agustín  traza la  concepción de las ideas en la mente  del Verbo eterno quien las posee y con ello posee todo cuanto existirá en el tiempo y Él fuera del mismo. Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo según la formulación anterior se despliega y mueve sin la inclusión de sus operaciones vitales en el tiempo o en la materia.  Las relaciones Trinitarias son vistas de esta forma por Agustín (14) y lo mismo sucederá con la escuela agustiniana liderada por Alejandro de Hales y Buenaventura, en esta mención podremos incluir a Anselmo de Canterbury en el siglo XI y muchos más que no viene al caso mencionar. Si continuamos sin desligarnos totalmente de la teoría platónica así sea  solo intuitiva, tendremos que afirmar que la concepción antropológica de Agustín muchas veces desconoce la separación evidente del alma y el cuerpo y la confunde constantemente como un todo sin  que medie sus operaciones (15).  

La postura anterior la encontramos inserta en una proporción grande en el Ethos como identidad cultural y litúrgica de la Iglesia Episcopal, la búsqueda  de la realidad en la que vivimos nuestra Fe nos lleva inexorablemente a la verdad del ser antropológicamente descrito en su relación vital,  Alma, Espíritu, Cuerpo (16) y su inseparabilidad se convierte en un símbolo fehaciente de nuestra eclesiología unida a Cristo y por ende inseparable. La identidad eclesial juega un papel determinante en el empoderamiento de nuestro ser como bautizados. El ámbito de la Iglesia es el terreno de la praxis para los bautizados y aunque muchas veces ellos no lo dimensionen en sus vidas son “ladrillos vivos” de esta estructura que llamamos Iglesia (17).    Las ideas que durante siglos se formaron en el vientre eclesial son argumentos necesarios para establecer su diálogo hermenéutico constante.   Un dialogo centrado en la realidad  teológica de la Iglesia  enfocando sus contenidos y propuestas en el medio sociológico donde esta se mueve (18). El Espíritu Santo como su gran motivador transforma su realidad y la manifiesta en una dialéctica inspirada acorde con la sucesión de los tiempos. No predicamos de su inalienable condición sino aquellos atributos eclesiales que obedecen a su visión del mundo y las realidades en el construidas y constituidas como paradigmas tanto sociales como culturales (19). La relación vital que argumentamos desde la perspectiva histórica de la Gracia toca positivamente el acontecer eclesial (20). Dar una respuesta antropológica implica ponerse al nivel de las condiciones significantes del entorno y su entorno somático (21).   A la luz de estas expresiones, es fácil advertir que la Eclesiología como tal no es Historia eclesiástica, ni Sociología, religiosa, ni Filosofía del espíritu. Es Teología centrada en un contenido concreto: la Iglesia. Su objeto es todo lo que se refiere a la comunidad viva a la luz de lo que dice la Fe, es decir la Palabra de Dios y el misterio latente en la misma comunidad que anuncia el Reino de Dios al mundo. 

 El análisis de los textos sagrados está pues en la raíz de esta ciencia teológica. Y el esquema básico es el que permite al teólogo acercarse al misterio de la Iglesia de Jesús: origen, base bíblica, identidad, rasgos distintivos, misión, tradición, todo lo cual se explora y presente  con más o menos orden y coherencia, pero siempre desde una óptica de creyentes.  El educador de la Fe debe mirar la Eclesiología con especial afición y profundizar cada vez más en ella. Su tarea educadora es precisamente contribuir a edificar el Pueblo de Dios, el Cuerpo Místico, el Reino divino. Cada educando y cada catequizando es una piedra viva de esa realidad misteriosa (22). 

 Quiero tocar una cuestión fundamentadora de esta reflexión y es lo referente a una Teología Fundamental Eclesiológica (23). De esta manera abordamos el párrafo anterior y su reflexión pertinente. El componente de nuestra Antropología Trascendente afirmado así en singular y de manera particular como primicia  y tesis a la vez corresponde a la Gracia que puede trasformar las realidades sociológicas y  convertirlas en sustento de todo tipo de relaciones tanto Ad-Intra  como Ad-Extra (24)…  La Teología posee una función básica en la orientación y educación de los bautizados. Tal condición es fruto de su interacción con el entorno donde vive el creyente. Es importante conocer la realidad y sus entornos para delimitar los problemas formativos y las percepciones de los mismos. La Teología Fundamental no es otra cosa que una norma que todos los bautizados deben conocer y que no necesariamente los relaciona con una opción ministerial. En cuanto a esta visión de nuestra antropología inserta en la Iglesia Anglicana solo diremos que los ministerios laicales licenciados son la máxima expresión eidética y dialéctica de esta señalada Teología Fundamental y sus bases intelectivas estan al alcance de los creyentes y debe ser de esta manera como el conocer y dar razón de la Fe común, de la Iglesia en su proceso de individualización en la sique del bautizado llega para quedarse y dar criterio tanto de lo creído como de lo amado en el ámbito eclesial (25). La construcción de un todo doctrinal no es estéril es relevante  en el armazón de la Teología Fundamental y por ende Funcional (26),   nuestra respuesta antropológica no puede desconocer la necesidad de la doctrina en su ejercicio sociológico, la relación entre el sujeto y su entorno es propio de la conciencia humana proclive a la Salvación. Ahora estamos dispuestos a entrar en dialogo con nuestro entorno reconociendo su ser esencial y desencriptando el contenido de estas relaciones y su reciprocidad. No se trata de un medio de subsistencia sino de un elemento relacional vital que se equipara aun desde lo jurídico.  Nuestra antropología se extiende positivamente hacia la naturaleza y la vida en todas sus formas, de esta manera estamos indicando que la vida sin distingo alguno es vital en sus relaciones con nosotros. La naturaleza en su ser armonioso reclama de la presencia decidida de la humanidad en su simbiosis de lo contrario la antropología eclesial Episcopal no tomará distancia de quienes depredan y consumen desmedidamente su entorno vital (27). Los presupuestos ético-morales son la definición de nuestro Ethos ya que son el reflejo y consecuencias de nuestro accionar como Iglesia en el mundo y en la construcción de una cultura e identidad religiosa.  Creeríamos que la Iglesia Episcopal deberá hacer una más decidida opción  por los pobres de su entorno cultural, económico, y político. Su voz debe sonar más fuerte especialmente en el coloso del Norte (28).

Un meta discurso que supere las barreras de su condicionamiento religioso y pueda instalarse en la sique de cada uno de los bautizados (29). Una respuesta antropológica  requiere de un compromiso a nivel de las estructuras producidas por el ser humano en las sociedades donde actúa esta Comunión. La inclusión del otro y sus circunstancias son la clave para ampliar el espectro de nuestra reflexión teológica. Tenemos un papel que desempeñar en el mundo y solo cuando esa realidad mueva los fundamentos eclesiales podemos asegurar haberlo conseguido. Una respuesta antropológica cuya centralidad sea Cristo como su modelo y razón de ser (30). 

En la centralidad de nuestra Teología Funcional  debemos reconocer la presencia del otro y sus connotaciones que  son producto del Ethos en el que su dialéctica dio a luz su ser eclesial como Bautizado, Recibido, o Confirmado, la realidad misma de estos enunciados le sitúan estrictamente en el entorno Episcopal como quiera que hemos aludido a sus fundamentos de conformidad o integración en el modelo eclesial pertinente.  Las verdades que suponen el ejercicio dialéctico de una Teología Fundamental y por ende Funcional se desarrollan en el campo de la relación primaria del creyente con su entorno familiar, social y eclesial. Descubre así la manifestación de un Dios amoroso y Creador absoluto y revelado desde la perspectiva y profundidad de su obra en el mundo y su Palabra (31).

Este Dios amoroso se manifiesta en el contingente devenir de nuestra historia y lo conocemos intelectiva y amorosamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo, mostrando al mundo (Creación) su Ser amoroso y misericordioso en una serie de manifestaciones y revelaciones cuyo culmen dialectico es su Adorado Hijo, es un Dios que Comunica y Revela sin que previamente se establezca orden alguno en sus manifestaciones,   más simplemente es su Amor y Gracia que se universaliza en todo cuanto se desarrolla en su Iglesia (32). El Principio religioso que heredamos de la Reforma nos indica con precisión que la Presencia de Cristo toca nuestra Antropología Cultica de forma dramática al restituir el valor Intrínseco de los Laicos en la Liturgia de la Iglesia conforme era en los primeros siglos , el Movimiento de Oxford en su dinámica de recatolización del Anglicanismo, y en consonancia con la Reforma tanto Insular como Continental acude al Hiponense al sostener: Accedit verbum ad elementum et fit sacramentum no se trata solo de una Formula imprescindible en la Confección Sacramental, es sobre toda consideración la actualización de la Palabra en la vida y Culto de la Iglesia, es como si indicáramos que la Predicación es la constante actualización de la Palabra de Dios en la Liturgia y vida Eclesial, desde luego unida al Espíritu Santo (33).

Esta relación tan estrecha entre la Palabra y el Espíritu Santo fue potenciada en los Usos y Costumbres de la Iglesia Ancha o Media (Broad Church) cuya Teología parte del presupuesto Antropológico de la Racionalidad y un latente Humanismo Cristiano, de esta forma en su contexto nosotros hoy 200 Años después comprendemos la afirmación de Oxford: Esta es la Iglesia de los Laicos, Obispos y demás Clérigos… El Ser Humano es el punto relevante de la Iglesia a la hora de entender y vivir la relación con el Dios de la vida, es también, la raíz de nuestra Postura siempre abierta a las tendencias y crisis de la vida en todas sus formas, por esta razón somos la primera catolicidad en no satanizar al Hombre y sus circunstancias y buscar respuesta a sus problemas y problemática (Aborto, Eutanasia, Contaminación, Modelos Económicos, Sexualidad y Diversidad, entre otros)  no es fruto del antojo sino de una necesidad de acoger y dimensionar la Dignidad Humana por encima de estas situaciones. Sin duda este Latitudinarismo  dio origen a la respuesta Metodista de corte Evangélico que conocemos y su Método (34).

La Antropología se expresa en términos finitos pero en la Gracia asume una dimensión que trasciende hacia la realización del modelo religioso del que nosotros hacemos parte y prueba de ello es la restauración de la vida Comunitaria y Monástica en la Iglesia Anglicana (Siglo XIX) que como era de esperarse tomó de la Contrarreforma de Roma la Forma y Regla de vida para sus primeras comunidades religiosas (Regla de vida de San Francisco de Sales) como respuesta al quietismo de las Tradicionales, dando así un puesto relevante a la Misión que terminará por difundir masivamente el Anglicanismo (Ad Gentes) asunto que fue tomado por el Concilio Vaticano II, como quien dice 100 Años antes estábamos practicando el estilo de Misión que por su Cosmovisión mezcló o fusionó dos estilos y concepciones distintas de hacer Iglesia (Reforma Insular, Continental y Contrarreforma). Solo citaré dos de estas Congregaciones Anglicanas: Jesús en el bendito Sacramento y Santa María Virgen… Es importante resaltar que este ambiente que vive los Consejos Evangélicos Tradicionales de las Órdenes antiguas de la Catolicidad (Ermitaños de San Agustín, Franciscanos, Dominicos, Carmelitas, entre otros) Fueron defendidas por el Teólogo Federico Heiler (1892-1967) Luterano que propició en nacimiento de la Iglesia Alta en el seno del Luteranismo y de fuertes vínculos con Inglaterra (Doctrina). Nosotros y ellos buscamos desde el Siglo XIX la Perfección del (N.T) mediante  la vida Consagrada, sobresaliendo la Comunidad de Taizé fundada en Francia por el Teólogo Suizo Roger Schütz en 1940 de carácter Ecuménico… (Teleiótes, perfección tanto Moral como Espiritual). Es importante recordar que estos movimientos sobrevivieron gracias al Ecumenismo que desarrollaron (35).

El Evangelio Totaliza la Dignidad Humana al punto de no condicionar la respuesta de Jesús que nace desde el Corazón del Creyente y la Generosidad de la Gracia de Dios. Tampoco dogmatizamos a la Sociedad sino que le indicamos la Ruta del Amor como medio eficaz para superar el odio que produce la segregación aunque en muchos casos sea motivada por una deformación  en la interpretación Bíblica (36).

Nuestra antropología desde la  perspectiva de su metafísica se centra como sabemos en la expresión integral de los DD (Derechos)  de la persona humana   en el entorno donde esta agota su existencia social. La Iglesia  Anglicana desde su visión axiológica y multi étnica asume el reto de explicitar el valor intrínseco de la humanidad en todos sus postulados. Hemos convertido en influjo de la Gracia en una constante de oportunidades salvíficas tal y como es descrita en el Evangelio y la totalizante invitación salvífica del propio Señor. La Iglesia en su contexto relacional aplica el contenido de su Cristología y lo pone literalmente al alcance de los bautizados cuya acción es realmente poderosa  movidos por el Amor de Dios. La presencia de un Dios Humanado (37)  que entrando en el ámbito de la carne y el alma de la humanidad nos conoce a profundidad y santifica lo que somos y seremos en la única perspectiva posible del Dios Salvador y Redentor (38).

Cristo revelador de la vida Trinitaria y última Palabra del Padre se ha venido a convertir en la primera palabra salvífica que brota de nuestros labios redimidos y en Gracia de su inefable Amor (39). El Dios Humanado es la más excelsa primicia de nuestra antropología trascendente. La Iglesia Episcopal debe afrontar su pluriculturalidad   entendiendo que  el mundo globalizado reclama también posturas para sus quehaceres y que tales asuntos no están exentos de la necesaria disciplina. La asimilación conceptual es categórica y su ejercicio vital en el contexto eclesial actual. Nuestra postura cristiana está delimitada por el ejercicio Escrituristico y no es delimitada por el espectro de nuestras orientaciones  personales.  La Iglesia es un cuerpo  colegiado lo que de inmediato implica su vivencia en unidad e igualdad de criterios, no podemos presentar un fundamento de nuestra propia antropología en valores y criterios distintos  a su unidad e igualdad conceptual (40).

La Encarnación es el punto de apartida de la visión del Dios humanizado en categorías de nuestra identidad, solo una concepción eclesiológica que busca en su esencia  la razón de su ser podrá descubrir también al otro sin cargos de conciencia en su accionar ministerial. La realidad concebida bajo la primicia de la razón sin duda alguna argumenta una postura clave para entender el mundo y las realidades que a diario son edificadas en el mismo. La multiculturalidad se expresa fuertemente en escenarios donde el encuentro con el otro es amplio y garantista de sus derechos. Aquí por razones morales y evangélicas esta Iglesia nunca podrá aceptar posturas indiferentes ante la vida y su entorno. Lo anterior no implica aceptación tácita de todo fenómeno social que aparece sino la claridad para enriquecerlo sin perder de vista el orden disciplinario e institucional (41). Una antropología dualista o  parcializada   no prosperará  en un medio donde él orden estético es reclamado por el colectivo. La connotación de la estructura organizada  de la Iglesia es relevante para el desarrollo de su misión evangelizadora.

Conceptos y concepciones sobre el accionar humano que le hacen directamente responsable de sus consecuencias.   Nuestro presente no dista mucho de la relación de necesidad que aparece en la génesis de la institución eclesial. La superación del mito religioso y la consolidación del modelo Kerigmatico requirieron de  un denodado esfuerzo por estructurar  una doctrina, somos fruto de esas luchas,  y el contenido antropológico está hoy como desde siempre al orden del día.  Los valores religiosos son como la conciencia de las celebraciones culticas. No fue fácil ubicarlos en la mentalidad de cada época, hoy no estamos haciendo nada nuevo que no tenga su raíz en el pasado tanto remoto como inmediato (42).

La dialéctica de la Iglesia cuando sale de su ámbito formal  se encuentra con un mundo necesitado de razones y no solo de soluciones mediáticas a sus necesidades, porque así mismo como llegan las personas de igual forma desaparecen. La evolución en términos sociales no debe ser un tema alejado de nuestras discusiones  y academia. La evolución antropológica hace de la sociedad su campo predilecto de manifestación imperativa bajo las categorías culturales que todos conocemos y que simplemente están allí aguardando nuestra interacción con sus valores. El todo social está en el presente dictaminando nuevas posibilidades de Fe y valores  religiosos, la evolución en lo social supone para la Iglesia un campo no muy explorado bajo sus nuevas categorías, nuestros jóvenes son fruto de un modelo eclesiológico universal pero no articulado bajo los principios de la Iglesia sino del entorno somático y sus relaciones,  los cuales determinan su comprensión bajo categorías que no son las contempladas por nuestros modelos antropológicos o igual contenido en la dinámica sociológica (43).

La realidad epistemológica es determinante en estos procesos de concepción de nuestra propia eclesiología, la cuestión gravita directamente sobre los modelos incorporados de otras latitudes cuyo esquema cultural es propio y no importado. La verdad expresada en las categorías universales del Evangelio es la misma pero su percepción depende de otros factores endémicos y mediante la academia se  inserta en el todo de su universalidad. La Formación tanto de laicos como de clérigos es vital en este proceso de re-estructuración de la vocación y misión eclesial. La consolidación de un modelo laical que asuma el control de los escenarios sociales nos permitirá como Iglesia caminar de la mano de los factores cotidianos tan importantes en el quehacer del bautizado. La connotación estética y  fenomenológica de una Teología al alcance de los bautizados es imperativa a los fines ya descritos, el contenido de una Teología Fundamental y Funcional a la vez puede insertarse en el modelo social y cultural de nuestras ciudades y congregaciones (44). La praxis de esta Teología nos permitirá orientar en la configuración de una Identidad Eclesial propia que no necesita importar teóricamente modelos eclesiales de su entorno. Debemos descubrir nuestra propia espiritualidad. Nuestra propia relación con la Palabra de Dios revelada en el Texto Sagrado de Tradición. La vida sacramental como la recibimos en el modelo  eclesial necesita de una apropiación de escenarios y espacios tanto profanos como sagrados,  tanto de la vida personal como familiar y  social, en una palabra,  de ambientes controlados y compartidos porque de lo contrario  sería un mito la comunión y su recepción un mero rito simbólico (45).  La visión de nuestra antropología se actualiza conforme la Gracia opera en la conciencia del bautizado. Sus operaciones son vistas como aliciente en el crecimiento del ser cristiano comprometido con su propia vocación salvífica y con el entorno eclesial que se fusiona dinámicamente con su medio o espacio vital. Nuestra antropología nos  orienta en la relación dialogante con el Dios revelado en las Escrituras. Una antropología que camina de la mano de lo Sagrado en la expresión de su Fe y construcción de su propia trascendencia. Los niños y jóvenes como los adultos poseen escenarios propios en su entorno somático y como Iglesia debemos reconocerlos y potenciarlos. La Iglesia hace de la salvación un principio de espiritualización en la historia de la humanidad que es por demás su propia historia (46). 

El escenario es universal ya que la misión lo reclama de esta manera. Somos una institución eclesial con fuertes fundamentos en la realidad social que afecta al bautizado desde su compleja relación con el entorno necesitado también de la Gracia que llega precisamente por el accionar de los bautizados. Trabajar con todos los componentes sociales es también una manera de evangelizar sus realidades.  Abrirnos al estado como sistema de gobierno civil donde nos encontramos es también una forma práctica de evangelizar desde sus intestinos, es decir, desde lo más profundo de sus estructuras y no implica que seamos contaminados con la corrupción, es  un compromiso social que habla de nuestro testimonio (47).

La praxis de lo social está inserta en las venas de la tradición y esta disciplina de cara al Estado es definida como Teología política con todo lo que ello implica en la dialéctica política de la opción que acompaña al ciudadano. La libertad como valor es afirmado también desde el ámbito de lo jurídico aquí la Iglesia es garante de los DD de los ciudadanos sin importar sus propias políticas es responsable de los nacionales y migrantes como quiera que es un encargo de la misma universalidad del mandato de Cristo contenido como sabemos en (Mateo 28). Las tesis de gobierno son ejecutadas pero no por sobre el mandato de Cristo. La disciplina no puede perder carne y huesos de lo contrario es solo una norma como tantas (48).

La antropización del paisaje legal implica asumir el reto y vocación de la denuncia profética tan propia de la dimensión eclesial en la que vivimos el signo salvífico del Bautismo. La denuncia es en si el rechazo contra las formas alienantes que deterioran  los valores y sacralidades de la humanidad en lo particular de nuestros entornos, el asesinato, las violaciones, la pobreza, la ignorancia, la contaminación  son solo una muestra de la némesis y su poder en el contexto de lo social.  La injusticia es con todo,  la oposición a las manifestaciones históricas del Reino de Dios (49). Tal Reino se hace revelación en la Persona Adorable del Salvador. La relación vital del Reino con el acontecer nuestro es sublimado por medio del Bautismo y la Eucaristía como encuentro de permanente renovación de la presencia de Dios tanto en el creyente como en la sociedad donde este construye su vida. Aquí es materializada la Fe de la Iglesia y su ser de Madre amorosa (50). La dinámica de nuestra antropología se explicita en cada uno de los bautizados como es apenas natural. Su relación con la Gracia es tanto trascendente como histórica, tanto horizontal como vertical, en una palabra todos los procesos de la Gracia se manifiestan en el enclave social y congregacional de los bautizados y su antropología como expresión de humanidad no posee límite alguno.

Los tiempos modernos ofrecen también retos nuevos para nuestra eclesiología, no se trata solo de definiciones y posturas sino de la conservación del ser eclesial sin ser modificado por el influjo de las evoluciones culturales y sus Ethos apenas reconocidos. La contingencia de la cultura en relación con el devenir de la especie humana es dinámica y en cada región que el ser humano se ha instalado produce sus presupuestos conceptuales. La política como mojón histórico  de racionalidad y su formalidad desde la academia es una opción fundamental de expresión (51). Tal concepto lo relacionamos desde la connotación de nuestras expresiones de Fe… La historia aquí no solo responde a los procesos sociales sino también al ámbito salvador de la Gracia. Tal antropología eclesial es dinámica y por ende dinamizadora del todo antropizado. Un todo antropizado que no es ajeno a la Gracia como intervención profunda de Dios, pero esta intervención no es arbitraria obedece a su presencia  en cada uno de vosotros. Dios no importa modelo alguno sino que potencia lo que somos y expresamos (52). La radicalidad de la persona humana y su natural postura dialogante con el Creador se convierte en un vínculo más poderoso que cualquiera que el ser humano pueda establecer con su entorno. Desde tal concepción de esta relación razón tenía Agustín de Hipona cuando asume “Dios es lo más íntimo que hay en mí,  y su amor es mi peso” o también: Deus est amor proximi,  est apud me pondere meo (53). 

La conciencia del ser humano no es una barrera es una necesaria comunión con la realidad que es percibida, la Gracia se manifiesta pero la conciencia asume su influjo aun sin que su entorno lo determine de esta forma. La eternidad suena hoy como un discurso absolutista gastado ya por el tiempo y las circunstancias que lo han rodeado desde su origen. Hablar de eternidad cuando el entorno somático reclama solo experiencias materialistas y sensualistas no es fácil, la concepción de un bienestar que supera los presupuestos y conceptos materiales no es de sencilla comprensión (54). El mundo y sus valores son fortines para el ser humano y más aún cuando este no desea superar sus posiciones globales en orden al tener y poseer como la sublimación de sus derechos así vistos desde la praxis de lo jurídico que alienta y concluye en los DD de lo que se puede o no tener como posesión material. La trascendencia de nuestra propia antropología no queda lejos o distante de esta concepción de la realidad, hoy el dinero define incluso la manifestación de la Fe de los bautizados y las  iglesias se gastan literalmente en su consecución.

 La presencia de unos valores tanto sociales como jurídicos alienta la concepción de una Ética y Moral dependiente de tales procesos de identidad y tenencia. La trascendencia queda muchas veces solo como una formalidad intuitiva que acompaña interpretaciones escrituristicas y no como la razón de la misma reflexión espiritual y su componente religioso. Desde tal panorama el potencial fracaso de una espiritualidad de estas características es posible y el decrecimiento también, cuando el asunto fundamental son las discusiones antropocéntricas entonces el laicismo entra directamente al corazón de la tesis eclesial. La figura de la persona humana es vista solamente desde los accidentes sociales e ideológicos que enfrenta la cultura. No se trata de la identidad de la razón y el amor como binomio de la consecución humana sino de las posesiones del imaginario que dicta la supremacía de la tenencia y el valor de lo material cuando el  espíritu reclama su espacio y alimento. No es lo mismo una ideología que una doctrina religiosa o antropocéntrica. La idea de nuestra antropología tampoco puede o debe abandonar los procesos intelectivos que la escriben, miremos un aporte importante de Kant a esta reflexión (55): Kant, en su Crítica de la razón pura, se interroga expresamente sobre las condiciones de posibilidad que deben darse en el sujeto cognoscente para que el hombre pueda conocer y juzgar en general sobre todo cuando un conocimiento o un juicio contiene algo más que lo simplemente percibido por los sentidos… Cada vez que el hombre conoce algo no se limita a conocer la “realidad pura” la famosa “cosa en sí”, sino que en su conocimiento y juicio va también incluido un factor subjetivo. Ahora bien, este factor subjetivo no es producto de conocimientos, experiencias o percepciones; es algo que está ya en el hombre desde siempre, que constituye un a priori del conocimiento humano... Justamente en este contexto introduce Kant la palabra “trascendental” (56).

 El concepto de la trascendencia que llega a nosotros se define en la interacción de los valores de lo trascedente y no precisamente solo de la percepción antropocéntrica del ser humano y su realidad intelectiva. La realidad como pura no es otra cosa que la comprensión del fenómeno por las vías intelectivas de nuestra racionalidad. El modelo social hoy se fundamenta en este tipo de tesis y posturas dejando fuera las verdades no jurídicas de lo religioso y sus dogmas, aquí podemos agregar,  mejor aún, el dogma universal como el contenido totalizante de la doctrina eclesial (57). No nos alejamos o marcamos distancia de la intencionalidad que define el proceder humano y le coloca de frente a su relación con el Dios revelado, la postura de Abraham ante el posible sacrificio de su hijo es ejemplo de ello, la connotación moral es superada por el influjo de lo subjetivo en la interpretación de los signos de su Fe   inmersa en un entorno donde los sacrificios eran comunes y expresamente indicaban la Fe de los que los ofrecían. Para Kant la realidad más allá de la concreción de la razón no existe, luego lo que trasciende tampoco podría ser visto (58). Por otro lado la antropología percibida desde esta postura no dista mucho de concepciones que se desligan del hoy cultural al considerarlo como un simple accidente del accionar humano.

El Logos de la razón (si cabe la expresión) supera las manifestaciones de la conciencia al ubicarse por fuera del dominio de la racionalidad humana. Dios no puede ser abordado racionalmente, Dios no puede ser percibido como se percibe un fenómeno y se establece una fenomenología que no es otra cosa que una dialéctica necesaria para construir el fenómeno como manifestación de la conciencia o percibido por esta (59). Nuestra respuesta antropológica no desconoce el devenir conceptual de la realidad según el tiempo presente.

La antropología metafísica que dejamos ver antes con la inclusión de la trascendencia que supera los estereotipos  de la moral y la ética en esta visión de nuestro ser eclesial es provista de la libertad esencial que entrega la Gracia al configurar la respuesta del bautizado en el ámbito de su existencia. El modelo y su Ethos, refiriéndonos a lo social puede ser fecundado por la Gracia histórica en el accionar de los creyentes. La relación vital que se establece con respecto a la Gracia es abordada desde el mandato  de la objetividad evangélica y su relación con la misión eclesial. Ser objetivos implica la aceptación de nuestra antropología al servicio del Evangelio y este como potenciador de su dignidad. La condición eclesial se hace asistir por la  sociedad como ámbito de toda relación posible, luego la Gracia fecunda estas relaciones. El fruto es fundamental en la construcción de un modelo social proclive al mensaje cristiano, puede hoy sonar a utopía pero las pequeñas transformaciones producidas en la vida del bautizado se unen a otras manifestaciones y constituyen una poderosa fuente testimonial.  El recurso de lo social es una tangencial en relación directa con todos los procesos eclesiales formados y desarrollados en la vida y obra de los bautizados. Definir nuestra antropología parece obvio pero no es tan directa su respuesta. La persona humana conocida y definida como tal  no está lejos de la percepción de nuestros intereses eclesiales, hoy no apuntamos a nuestra racionalidad (Definición de Boecio y más tarde de Tomás de Aquino)  como si lo  planteamos en referencia con la sacralidad de nuestra existencia para fundamentar lo superlativo de nuestros valores y valía como especie redimida (60). No solo somos identificados por el ejercicio racional,  también la praxis del amor (sin ser pietistas) es un signo seguro de nuestra condición humana. De hecho una antropología fundamentada en el amor nos acerca  nuestro origen, en términos Agustinianos sería: “Señor nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti”  o en su idioma “Dominus fecit nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in Te” (61).  El amor en el todo social parece como un vínculo sobrenatural que da sentido a una praxis natural de la especie humana.

La antropología Episcopal se puede percibir en su afán de catalizar las consecuciones humanas en el todo de lo social, una actitud positiva que reclama también una estética jurídica y con sentido de ubicación en el ámbito de las relaciones humanas (RR-HH). La respuesta no es solo positiva,  también es desde la norma y disciplina de la historia de la Iglesia en el presente. El descubrir al otro en su condición es bíblico pero el dejarlo así no lo es (Promoción)… La referencia de un cambio es la asimilación metafísica de una condición renovada, en esta postura es imposible  no tocar la dimensión ontológica de nuestra eclesiología (62).  Esta  postura ontológica se centra en el ser necesitado de la Gracia y en el redimido por la misericordia de Dios en Cristo. Nuestra actitud es positiva tanto en el enunciado como en la fuente de la premisa, esta Iglesia como Institución histórica reconoce a la persona humana como fruto del amor Creador de Dios. Una tal configuración que nos permite ser sujetos activos en el concurso de nuestra propia salvación, eso sí, inserta en el todo eclesial (63). Todos y cada uno son parte  del todo y de cada explicitación particular tanto de la existencia personal como eclesial (64).  La relación antropológica es esencial, fundamental e intransferible, por ser una manifestación tanto metafísica como ontológica. La necesidad de la transferencia del Evangelio en las relaciones eclesiales se asume también como componente social de nuestra misión.  Somos una Institución engendrada en el vientre apostólico y esa realidad nos asistirá siempre y condicionará en el contexto de su historia, apenas necesario y vital en el ser católico y su catolicidad patrimonio de la humanidad.


Cristo es el modelo de nuestra antropología eclesial (65).



BIBLIOGRAFÍA/CIBERGRAFÍA/ARTÍCULOS/INSUMOS.

1-         Nota del autor.
2-         Nota del autor.
3-         Nota del autor.
4-         www.mercaba.org/DicFI/A/anaxagoras.htm. https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rlm/article/viewFile/9448/8898.
5-         Nota del autor.
6-         Nota del autor.
7-         Nota del autor.
8-         Nota del autor.
9-         Nota del autor.
10-       Nota del autor.
11-       Nota del autor.
12-       https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/exodo/3/
13-       Nota del autor.
14-       Nota del autor.
15-       Nota del autor.
16-       Nota del autor.
17-       Nota del autor.
18-       Nota del autor.
19-       Nota del autor.
20-       Nota del autor.
21-       Nota del autor.
22-       catequesis.lasalle.es/E/Eclesiologia.html.
23-       Nota del autor.
24-       Nota del autor.
25-       Nota del autor.
26-       Nota del autor.
27-       Nota del autor.
28-       Nota del autor.
29-       Nota del autor.
30-       Nota del autor.
31-       Nota del autor.
32-       Nota del autor.
33-       Nota del autor.
34-       cristoeseltema.blogspot.com/2015/07/ensayo-sobre-antropologia-anglicana-y.html
35-       cristoeseltema.blogspot.com/2015/07/ensayo-sobre-antropologia-anglicana-y.html.
36-       cristoeseltema.blogspot.com/2015/07/ensayo-sobre-antropologia-anglicana-y.html.
37-       Nota del autor.
38-       Nota del autor.
39-       Nota del autor.
40-       Nota del autor.
41-       Nota del autor.
42-       Nota del autor.
43-       Nota del autor.
44-       Nota del autor.
45-       Nota del autor.
46-       Nota del autor.
47-       Nota del autor.
48-       Nota del autor.
49-       Nota del autor.
50-       Nota del autor.
51-       Nota del autor.
52-       Nota del autor.
53-       Agustín de Hipona PP: de la Iglesia latina siglo V.
54-       Nota del autor.
55-       Nota del autor.
56-       (Weger, 1982: 34)… Citando la obra de Kant, Critica de la Razón Pura. BAENA BUSTAMANTE, GUSTAVO El método antropológico trascendental, Theologica Xaveriana, núm. 155, 2005, pp. 351-378 Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, Colombia
57-       Nota del autor.
58-       Nota del autor.
59-       Nota del autor.
60-       Nota del autor.
61-       Agustín de Hipona PP: de la Iglesia latina siglo V.
62-       Nota del autor.
63-       Nota del autor.
64-       Nota del autor.
65-       Nota del autor.






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