martes, 20 de noviembre de 2018

CRISTO REY... ULTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.  DIA DE CRISTO REY. Año B. 2 Samuel capítulo 23:1-7. Salmo 132:1-13 (14-19). Apocalipsis capítulo 1:4b-8. Juan capítulo 18 versículo 33-37.


 La celebración de Cristo Rey  enmarca el espíritu de estas lecturas y sus consideraciones, el Reinado de Cristo es prefigurado en el (A.T) y si tomamos la lectura de Samuel encontramos su lucha contra la idolatría y los falsos o seudo-dioses  que cautivaban la atención de los israelitas. Desde el rey hasta el menor de los sacerdotes todos caminaban a la casa de Dios como denominaban al templo o lugar del encuentro. Se proclamaba la ley,   se hacían las promesas y se ratificaba la alianza en cabeza del rey cuya finalidad era mantenerse fieles a Dios (Yahveh).  Recordemos que el Libro del Deuteronomio conserva el código de esta alianza que el rey y el pueblo recordaban y vivían como consagración de sus vidas y acciones al Dios vivo.  Aquí el segundo sacerdote era el que después del sumo sacerdote ejercida autoridad sobre el pueblo y podía reemplazarlo de ser necesario. El título es posexilico y tiene que ver con la jerarquización necesaria del servicio en el templo y en toda la liturgia restaurada en Israel.

La celebración de Cristo Rey  es fruto de la aceptación universal del mandato evangélico de llevar su nombre y enseñanzas. La misión es el mayor de los tributos a ese  Rey que se revela en todas las situaciones que vive la Iglesia y los bautizados en ella. Aquella lectura solemne de la Ley es el primer paso que ellos dieron en la configuración de una identidad nacional donde la centralidad fuera el Dios inspirador de tal código. El corazón retiene lo que considera  posee autentico sentido de valor. La realidad de las manifestaciones de Fe nos motivan a confesar y vivir conforme hemos confesado su Voluntad salvífica.

La Fe de Israel se mantuvo durante mucho tiempo activa en el exilio pero la connotación cultural de sus “anfitriones” influyó poderosamente en la memoria religiosa de Israel. El culto a otros dioses como es el caso de Baal (deidad de origen cananeo, también adorado por los fenicios) era llamado “señor” en estos pueblos lo que contrataba con el Señor Dios de Israel. El recuperar los escenarios de adoración para Yahveh era la meta del relato que estamos analizando.  

El Salmo 132, es considerado un Salmo Mesiánico por su contenido y figura del rey David, las promesas de Dios a su pueblo son consecuencias en primera instancia de la promesa de David y su fidelidad. La alianza con el Dios vivo, es la generadora de esta conciencia en Israel y en sus gobernantes. El ungido desciende de David es la manera de relacionar el advenimiento mesiánico con la realidad de Israel y su Fe en el único Dios (Monoteísmo). Su gobierno  se une  estrechamente con los sacerdotes como indicando la influencia de este en el pueblo y en una nueva liturgia que ya no solo hace memoria de sus peripecias y deportaciones sino sobre todo en la restauración gozosa de su pueblo.  El Mesías se convertirá en la Luz que guie las naciones como en una marcha procesional que nos recuerda el traslado del Arca y la felicidad expresada en sus cantos, danzas y oraciones.  

Juan en el Apocalipsis,  emplea una formula  ya conocida por la literatura judía, lo interesante es la calidad de los nombres entregados al Señor, la misión y las consecuencias para los bautizados de su obra salvadora. El Testigo fiel, el Primogénito, el Príncipe de los reyes, designas una serie de atributos que en Cristo alcanzaron su máxima y profunda expresión hasta convertirse en su realidad revelada. Un Reino de Sacerdotes, es alusión a la liturgia celestial que en su perfección solo puede ser ofrecida para el Dios glorioso, solo Cristo es el Sumo Sacerdote pleno y potenciador de toda expresión ministerial en la Madre Iglesia. El dominio universal es solo de Cristo por sobre sus enemigos, sobra decir que el pecado y sus estructuras son el enemigo del Señor y precisamente con su gloriosa resurrección logra derrotarlos. 

El Reino de Dios es la manifestación plena de su Voluntad. Una Voluntad salvífica totalmente  para la creación y nosotros en ella. El Alfa y la Omega,  reúne la totalidad de la obra y el poder que solo puede reposar en el Señor Resucitado. Solo Cristo es antes y después y todo fue hecho por Él y para Él, expresión conocida ya en el (N.T) particularmente en la cosmovisión Paulina. Es la cualidad revelada de Dios como principio y fin de todo, los griegos lo expresan mediante la primera y última letra de su alfabeto (Alfa y Omega).

Bellas palabras Joanicas manifestando el triunfo y Señorío  de Cristo en la Iglesia y en su pueblo comprado a precio de Sangre en la Cruz, con su Resurrección queda afirmado su Reino eterno.

El Evangelio de Juan,  haciendo eco del Señorío de Jesús lo presenta como Rey,  precisamente durante el desenlace de su Pasión, aquí la Verdad queda expuesta y es atacada frontalmente por los poderes del mundo reinante. La Verdad de Dios entre nosotros no puede ser silenciada ya que habita en el corazón de cada uno de los bautizados. Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, es decir, nada hay por sobre su soberana autoridad, pero reconocer su autoridad es todo un ejercicio de renuncia a la voluntad egoísta del ser humano que quiere reinar en todos los escenarios posibles y para ello se vale de la injusticia que hace campear por doquier. La Verdad de Dios pretende ser acallada por el materialismo y el sensualismo, por el tener “siempre la razón”, aquí encontramos una definición antropológica del contenido de la verdad y la cual debe ser aun defendida de nosotros mismos.

Reconocer su autoridad no es tan simple, no se trata de un ejercicio de competencias alegremente dibujado en el Ethos religioso de los Episcopales, reconocer la Verdad de Dios implica vivir bajo estos nuevos fundamentos y valores, implementar una axiología distinta al mundo y sus estándares de éxito y calidad… Bien dice el Señor que su Reino no es de este mundo,  si fuera de aquí y ahora, entonces seriamos  hijos de la desesperanza que agobia al creyente en un mundo materializado en sus relaciones y cotidianidad. El Reino de Dios en cabeza del Resucitado implica un modelo nuevo y definitivo de existencia y relaciones.


Confesar nuestra Fe es un acto maduro de asimilación de su autoridad y reinado, Cristo es el Señor y su gobierno es la más concreta esperanza en el alma y sique de los bautizados, la Santidad de Dios es su Adorado Espíritu Santo, y su Trono pavoroso y todopoderoso nos aguarda a su tiempo pero la misericordia de Dios se llama Cristo Hijo Adorado y Señor de su Iglesia, aquí está nuestra esperanza…





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