VIGÉSIMO
QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Rut capítulo 3 versículos 1-5;
4:13-17. Salmo 127. Hebreos capítulo 9 versículos 24-28. Marcos capítulo 12
versículos 38-44.
El
Libro de Rut, continúa en la dinámica del domingo
anterior, es decir, presentando a Rut en
relación con su opción de Fe al continuar al lado de Noemí no obstante que los vínculos
familiares quedaron rotos por la pérdida de su esposo, la fidelidad de esta
mujer es de admirar, La escena que sigue es la recreación de la entrada en sus
vidas de su Goel o pariente político israelita que asumía
la responsabilidad de velar por estas mujeres. Históricamente la figura del Goel simbolizó un contenido más
universal al ser relacionado con el propio Cristo quien nos rescató en la Cruz.
La figura de este pariente es clave para asegurar la descendencia de Noemí y
explicar el origen del Rey David (en
lo sucesivo de este relato).
La decisión de Rut
asegura también continuidad histórica de la descendencia futura de su pueblo y
la manera como es incrustada en la visión universalista del futuro Mesías. Rut atenta a la situación no da marcha atrás sino
que asume las tradiciones de su suegra y las consecuencias de estas son vistas
como en una perspectiva salvífica que requiere de su decisión y capacidad para
confiar en su nueva familia. Sus cualidades son equiparadas a las de los
bautizados hoy, especialmente la confianza en las promesas de Dios por medio de
su Adorado Hijo.
Las medidas de los productos
de la tierra son parte de la simbología de la prosperidad que acompaña a quienes decididamente hacen la Voluntad de Dios y por ende siguen sus planes. Estos
planes son eminentemente salvíficos y tienen todo que ver con la condición confiada
del creyente que reconoce en Dios su absoluto y pleno proveedor como lo
relatará seguidamente el Salmo propuesto para este domingo.
El
Salmo 127, específicamente
asume la connotación de una autentica Teonomia, es decir, confianza total en el
Dios providente, que cuida de la
naturaleza y provee todo cuanto esta necesita para ser y existir. El Salmo
citado para este domingo (25) sin duda entra perfectamente en la visión del
libro de Rut, deja todo en manos de Dios sin dudar sobre su desenlace. Miremos
un ejemplo de ello:
En
vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de
fatigas, cuando él colma a su amado mientras duerme (Versículo 2).
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Solo
nuestro trabajo dará su fruto si es fecundado por el amor de Dios, de lo
contrario solo será esterilidad queriendo fecundar y pobreza pretendiendo
riqueza. Dios en su infinita misericordia puede hacer
prosperar el fruto de nuestros afanes y así lo hace con creces en una relación
espiritual madura y confiada, signo vivo de santidad.
La
Carta a los Hebreos, aborda una vez más la temática de Cristo como
Sumo Sacerdote convirtiendo este título en exclusiva designación del Redentor del mundo. El
sacrificio de Cristo es irrepetible lo que significa que estará siempre delante
de Dios moviendo su infinita misericordia por nosotros y su creación entera. La
entrada de Cristo en el mundo supone gracias a su Encarnación una relación con
el pecado pero en la más grande de las paradojas “el pecado sirvió para tenerle
entre nosotros” como lo expresaría atinadamente el propio Agustín de Hipona “Oh feliz culpa que nos mereciste tal
Redentor” o también: “O felix culpa,
quae tantum meruit habere Redemptorem meruimus” el pecado sirvió para la manifestación
plena del Hijo de Dios entre nosotros y el autor de la carta a los Hebreos lo
sabe. Esta relación con el pecado nunca le puso bajo su dominio, sino que la
vivió de esta forma por nosotros.
La presencia de Cristo en
nuestra historia es totalmente salvífica, no existe posibilidad alguna de ser
contraria a nuestra necesidad pero todo ello por amor a la creación, Dios no ha
dejado a su obra abandonada, está allí a
nuestro lado. Tal relación era necesaria
porque solo Dios podía actuar como Dios y amar como Dios, es decir, plena y totalmente
perfecto.
El orden establecido por
el triunfo de Cristo es también el nuestro pero solo si nuestra relación con Él
es vital y autentica, de esta manera su plan salvífico llega a la perfección en
cada uno de los bautizados.
El
Texto Marcano, nos
muestra una escena muy conocida y es la de aquella mujer que a pesar de su condición
social y pobreza real entrega sus ofrendas en el templo, asumiendo tal acción desde
la perspectiva de la Providencia de
Dios. La pobreza no es natural en la vida de las sociedades y mucho menos debe
ser considerado como parte de una herencia en determinado grupo social o
colectivo. La pobreza limita
poderosamente el crecimiento de los pueblos y mientras más pobreza existe en
una nación esto es indicativo de sus elevados niveles de corrupción.
El presente siglo tiene
retos bien interesantes y uno de ellos es luchar contra tanta desigualdad
social. Tanta limitación que hace de las ciudades expresiones de su autismo
fraterno y sobre todo de modelos bizarros que funcionan en un espacio
determinado.
La mujer que depositó en
el tesoro del templo cuanto tenía era consciente de sus necesidades pero
también ella podría haber necesitado de la solidaridad social tan perdida hoy
por hoy. No todo es asunto de nuestra Fe también de estructuras justas y
humanas al servicio del otro y del reconocimiento de sus circunstancias. El tesoro estaba por sobre el judío y sus compromisos personales e
incluso familiares. El diezmo como
tal solo fue producto de la ley Mosaica por su exagerado deseo de exaltar la
ley y el valor intrínseco de su cumplimiento, situación esta que el propio Señor derogó al introducir
el amor al otro a pesar de su condición de vida.
Marcos ve en el cumplimiento
de estas leyes una paradoja que permite so pena por no cumplirla el ignorar a
los demás en su praxis de vida a nuestro lado. Si el bautizado solo se queda en el término financiero corre el riesgo de
perder la dimensión de su propia espiritualidad y haber creado así otra ley no
evangelica. Agustín de Hipona afirmó: “No
es más feliz el que mucho tiene, sino el que menos necesita y en esta
dirección también dijo, Toma solo lo que
necesites, deja un poco que otros también necesitan”. La Providencia de
Dios es una realidad no sujeta a las finanzas estrictamente, es por demás, expresión
de su amor por nosotros sus hijos adoptivos. Vivir de su amor y misericordia nos ubica en el nivel más alta de esta
relación de absoluta teonomia y/o dependencia de su Gracia.
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