miércoles, 17 de octubre de 2018

VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Job capítulo 38 versículos 1-7 y 34-41. Salmo 91: 9-16. Hebreos capítulo 5 versículos 1-10.  Marcos capítulo 10 versículos 35-45.



El libro de Job inicia en el capítulo 38 describiendo el modelo de las teofanías primitivas,   en tales afirmaciones se debelaba el misterio de la creación y se le adjudicaba al mismo Dios. Esta realidad descriptiva era la manera de abordar el orden conocido y sus  relaciones con el entorno donde vivía el creyente y del cual sacaba su sustento, es un argumento propio de una cultura ligada a la tierra, a los climas y   temporadas de abundancia de recursos. Job se interroga sobre el conocimiento y la autoridad que este entrega al ser humano particularmente en la vivencia de su Fe personal.

El proceso descriptivo es meticuloso y refleja el adelanto de  las técnicas de construcción de Israel, Todo por grande que sea, aun el mismo mar es nada ante su Creador. La única defensa posible de Job es desde la Fe en el Dios revelado y  esto sin importar las condiciones en las que pasó parte de su existencia. Job es un creyente y como tal reacciona ante la complejidad de la creación.

En el versículo 36 “Quién puso  en el ibis la sabiduría y quien dio al gallo inteligencia”. El versículo anterior nos transporta a Egipto donde “ibis” era una deidad que predecía cuando  llegaban las crecientes del rio Nilo y el gallo todos conocemos su habilidad para despertar a los habitantes del campo justo al inicio de cada mañana. Estos elementos mencionados son oscuros en cuanto a su procedencia pero para los fines de la reflexión de Job calan bastante bien. La sabiduría no depende del ser humano sino de Dios que es su fuente y termino. No hay excusas para que el creyente diga no conocer a Dios si su inteligencia es precisamente el recurso vital para tales imágenes. La verdadera sabiduría es tema central de los Sapienciales de los que hace parte el libro de Job y tiene por objeto el conocer y amar  a Dios.

Los ciclos de la vida son creados por Dios y todo depende de su sabiduría. Este es un principio que servirá a nuestros teólogos para redefinir el concepto teológico de la Justificación, de un Dios amoroso que nos justifica segundo a segundo siendo la vida obra de su Amor y no de nuestro ingenio o habilidad para conservarla. 

El  Salmo 91 está ambientado en la época exilica, es decir, durante la estadía y peregrinar del pueblo en el desierto. Durante esta etapa de su historia, Israel deberá confiar en Dios y enfrentar de esta manera todos los retos y dificultades de su tránsito por lo inhóspito, la simbología emplea figuras como las serpientes, los dragones, leones, y todo tipo de mal que puede asaltarlos durante su caminar, una serie de dificultades que atestiguaran de la pedagogía Divina para conducirlos y fortalecer su Fe. Estas experiencias  son parte de lo cotidiano y se transportan al plano de lo espiritual donde los bautizados libran auténticas batallas con el “hombre viejo” aquel que quiere vivir conforme al mundo y no para Dios. La lógica del creyente le permite discernir sobre lo que es agradable a Dios y bienestar de su ser en constante crecimiento y realización. El mal se alimenta de los miedos y temores,  y el bautizado de la Gracia de Dios.

La Carta a los Hebreos,  nos presenta una comparación de  la institución de  los sumos sacerdotes de Israel, de aquellos que aunque tengan tamaña dignidad no pueden ofrecer nada por si mismos sino que estan en cuanto a  los sacrificios en el mismo nivel que el pueblo, es decir, no hay nada que puedan hacer más que pedir perdón por sus propios pecados. El sacrificio anual era por los pecados del pueblo y quien los ofrecía era parte de esa Massa pecata. La realidad cultual era vital en la cosmovisión judía y más tratándose de la Santidad de Dios ofendida por los pecados del pueblo hebreo. 

La figura del Señor asume su connotación salvífica y el argumento es claro,  solo Cristo ofreció un sacrificio por la humanidad y la creación sin que Él lo necesitara o se encontrara en la misma posición que el sumo sacerdote. Aquí también vemos patente que la necesidad del pueblo caído requería que su Redentor conociera su condición y en acto de amor solidario asumiera su existencia más no el pecado.

La religión posee una virtud necesaria para ser vivida y es la “sumisión” al Evangelio como centralidad de nuestra Iglesia. Sin esta característica es difícil que el creyente se vea envuelto en todo un proceso de conversión y opción por Cristo. No es tarea sencilla reconocer a Cristo como Salvador sin antes haberlo interiorizado desde nuestra propia perspectiva.  Cristo transforma la historia y permite que la Gracia redefina la ruta de sus escogidos,  a la sazón y en la cosmovisión eclesial de todos los seres humanos sin distingo alguno.

Todo modelo eclesial fue vivido por Cristo en cuanto a su relación de sumisión y aceptación de la Voluntad salvífica del Padre Dios. La intimación de la Voluntad del Padre es formalmente nuestra Salvación. Cristo es el perfecto altar y victima  así como el sacerdote que oficia su sacrificio Redentor. 

El Texto Marcano,  Inicia su relato con la solicitud apenas natural de estos discípulos de estar a su lado según el esquema de la realeza, es decir, uno a su Derecha y otro a la Izquierda que eran lugares únicos para los altos consejeros y  por ende personas de mucho poder en un reino. La respuesta sobre tal petición es concluyente en el contexto de su futura Pasión, Muerte y Resurrección. El reto para el bautizado es configurar su vida en Cristo a tal profundidad que buscar de Él solo su Amor sea la razón de nuestra Fe y todo el ejercicio de la espiritualidad. 

El mundo presiona con sus categorías y estándares de vida a todos los bautizados, pero tal situación no implica que nuestra Fe viva solo en esos parámetros de éxito para el mundo. Nadie se hace multimillonario sin sacar ventaja  moral de la situación ya que si uno se convierte en rico es porque otros sufrieron su influjo y no lo lograron también. Los funcionarios de la banca y del estado  con elevados ingresos los supeditan a su trabajo productivo pero vemos que eso es  una falacia ya que muchas veces sus instituciones son corruptas o no crecen como se espera… Aquí el poder se apodera del recurso económico y dicta sus propias leyes salariales que no cobijan a toda la población. Hace 15 años un funcionario tenía un sueldo 15 veces superior a sus empleados de bajo o mediano rango, ahora se incrementó a la escandalosa cifra de 150 veces más.

La petición de  estos discípulos no se compadece de sus hermanos y discípulos también, el querer sacar provecho de una relación o cercanía con la persona que ostenta el poder no es un comportamiento cristiano y mucho menos moralmente aceptable. El modelo cristiano es diametralmente opuesto, es un modelo de equidad y justicia donde el otro y su condición personal cuenta. El servicio eclesial es un llamado urgente para los bautizados que entendiendo su compromiso no solo hacen o aportan sino que quieren  y necesitan ser. Solo el servicio cristiano es un capacitador de situaciones de vida y todas ellas tan positivas como el Amor, la Justicia y la Igualdad esencial entre los seres humanos. El bautismo al que alude el Señor será de sufrimiento solo equiparado a un abismo de dolor y soledad.


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