TÍTULOS MESIÁNICOS… EL HIJO
DEL HOMBRE.
INTRODUCCIÓN.
La tradición judía
reconoce la expresión “Hijo del Hombre” desde
el A.T. Dándole una connotación bien
particular y característica de los títulos mesiánicos con los que se designa al
enviado por Dios. Esta afirmación deja la puerta abierta para hablar de otra
filiación presente en “el Hijo del Hombre” que realza su misma
condición y naturaleza, es bueno tener presente que la naturaleza que expresa
nuestra condición humana es en sí singular aunque procedamos de la misma forma
como especie, esto es, que tal calificativo pretende Des-idealizar la
concepción sobre la humanidad y por ende naturaleza del Hijo del Hombre. Sin
duda en términos bíblicos es un título abrogado estrictamente al Mesías y como
tal se recrea en el imaginario profético de Israel como veremos más adelante.
El ser humano ideal no existe dada la condición de imperfección de nuestra
naturaleza y en principio de la pérdida
de los dones Preternaturales que nos regresó por el camino de la evolución y la
degradación de nuestro ser biológico o material. Hablar de Hijo del Hombre es sembrar la esperanza en una condición nueva o si
se quiere primigenia de la especie humana redimida. Estamos asumiendo que
nuestra condición hecha plenitud solo será posible con la irrupción definitiva
de la Gracia tanto en el ser persona humana como en la creación. Somos por decirlo de alguna manera la
consecuencia de perdida de condición y degradación de la misma condición
perdida. Esta afirmación nos permite ver que no solo el pecado nos degradó
sino que nada de lo perdido está a nuestro alcance personal, salvo por la
misericordia de Dios en su Adorado Hijo, el Hijo del Hombre por antonomasia. De modo que debe de entenderse que
una de las características que distingue al Hijo del Hombre es su autoridad sobrenatural.
CRITICA
HISTORICA DEL CONCEPTO HIJO DEL HOMBRE.
Desde la perspectiva
histórica se presentan algunas dificultades para expresar convenientemente tal
calificativo de índole mesiánico. El Hijo
del Hombre abordado desde la concepción histórica ofrece alguna dificultad
sino se interpreta desde su connotación cultural en Israel, Jesús mismo
interviene y señala así mismo como Hijo del Hombre pero antes de este
señalamiento se presenta una dificultad notoria por la casi ninguna referencia
concreta de la Misión de este personaje. Bien puede tratarse de una persona, o
un colectivo o incluso pensaríamos más allá en una asamblea de creyentes. La
personificación del termino nos asegura en primera instancia que esta aplicado
a satisfacción al propio Cristo. En mi postura personal creo que se refiere al
señalamiento de la esperanza cierta del pueblo y hoy de los bautizados que
vemos como Jesús lo encarnó perfectamente y satisfizo hasta colmar todas sus expectativas.
El profeta Ezequiel es llamado así por Yahveh lo
que nos permite intuir un cambio conceptual según sea la misión y la persona
llamada por Dios. Esto simplemente para darle un toque de originalidad al
llamado, y en cuanto al profeta es para hacer referencia sobre su condición de
criatura o simplemente un hombre.
En el Nuevo
Testamente particularmente en los evangelios y otras citas en Apocalipsis,
Hebreos y Hechos de los Apóstoles 82 veces.
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Desde luego solo
referidas a Jesús en su connotación mesiánica sin implicar la posibilidad de un
señalamiento esclarecedor de su Naturaleza Humana. Estas observaciones son
clave para que nosotros comprendamos que la expresión referida es arcaica y que
por tal razón no fue muy empleada posteriormente por los santos PP. De la
Iglesia. Muy probablemente las fuentes sean de índole o naturaleza
extra-bíblica lo que permitirá ubicar la expresión en el tiempo y momento
espiritual de los primeros cristianos. Tal señalamiento se fue trasformando en
nombre dado al Señor por su connotación historica. La connotación historica es importante en la condición de los judíos que se
acercaron al naciente cristianismo y buscaron figuras para asociar a Cristo con
su tradición, es decir, el propósito era consolidar la imagen de Jesús como
correspondía en su cosmovisión unido al todo religioso y profético. Esto
último era determinante para relacionarlo con las promesas del A.T.
La mentalidad judía
estaba dividida sobre las implicaciones de tales señalamientos, por un lado
quienes se referían a la tradición más antigua y a la novedad del título de
índole mesiánico y los que vieron en Jesús la perfecta expresión del mismo como
Hijo del Hombre y no hijo de hombre
que era propio de un buen y piadoso judío en su época y anterior a Él.
Hijo del hombre procede del Antiguo Testamento, en concreto
del libro del Profeta Daniel, de
la visión que tuvo de noche el Profeta: Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes
del cielo a uno como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y
fue presentado ante éste. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio
eterno que no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá (Daniel capítulo 7 versículos
13-14)
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La visión nocturna sobre
el Hijo del Hombre posee
una connotación determinante en la cercanía de Jesús con la humanidad, este
señalamiento del profeta se constituye en pieza importantísima para comprender
paulatinamente la Encarnación y accionar histórico del Dios Humanado. Es
determinante que los términos representen el sentir histórico de este pueblo de
lo contrario no encajarían con la historia y la conciencia religiosa como en
las ocasiones en las que se emplean calificativos sobre los atributos del
futuro Mesías.
La expresión Hijo
del Hombre empleada por el
evangelista Marcos sin duda tiene todo que ver con la concepción de este
evangelio sobre la naturaleza humana de Jesús y como su naturaleza humana
interactúa perfectamente como uno de nosotros. Marcos desea mostrarnos una
dinámica distinta en su expresión garantizando la comprensión por medio de la
Fe de los discípulos de Jesús en el contexto de la figura arcaica de su
evangelio sobre la Iglesia y su relación con el Señor.
Pues para que sepáis que el hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados – dijo al
paralitico (Marcos capítulo 2 versículo 10).
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Que el perdón no era aquí
una condición futura sino que está enmarcado en la acción de Jesús como hombre
verdadero dado que como Dios obra portentosamente. La relación humana y divina
en el Señor que la Iglesia denomina Hipostasis,
es aquí comprendida en cuanto a la autoridad de Jesús sobre las cosas
temporales y eternas… Nos deja pensando y reflexionando sobre nuestra propia
experiencia de Fe con Cristo, y como en semejante escenario del perdón de los
pecados actua tanto Dios como el Hombre en la realidad de Jesús. Esta expresión
nos debe llevar a confirmar nuestro autentico seguimiento de Cristo como Dios y
como hombre sin que las apariencias sean determinantes como lo fue en su época
porque si estamos lanzando hipótesis Cual
sería la actitud de los judíos si el Señor se presenta como un dignatario
poderoso y rico. En el hoy de nuestra
historia sucede algo similar cuando acudimos a Dios movidos por intereses que
no son propiamente fruto de su exigencia y seguimiento y queremos una respuesta
generalmente favorable de argumentos no lógicos por trivializar esta
exposición.
Marcos
está planteando para nosotros un reconocimiento de este Jesus el Cristo desde
nuestra reflexión y Fe no tanto desde los milagros y portentos que como Dios
realizó en su ministerio publico en Israel. Nos corresponde como bautizados
fincar una relación madura y comprometida que no se vea condicionada por
paradigmas humanos tan fáciles de encontrar y secundar en nosotros. La potestad de Jesús es un medio salvífico
para los creyentes y desde esta perspectiva es la fundamentación de nuestro
propio SÍ a su llamado. Generalmente el influjo del pecado y el
desconocimiento del Señor generan una especie de patología que limita y postra
al creyente desprevenido. No podemos
dejar a un lado las determinaciones del
bautizado por vivir de cara a esta realidad trascendente e invisible su vida. La
potestad del Hijo del Hombre no llega por méritos de su ser (Hipostasis) cuya naturaleza es humana sino en la dimensión
de su Naturaleza y Persona Divina. Es la manera como Cristo se reveló a la
humanidad bajo figuras y categorías cognoscibles por todos los creyentes de su
época y de la nuestra. Daniel nos
enseña que el Hijo del Hombre es
también Dios y que su autoridad es fruto de la manifestación de su ser
revelado.
En Juan
capítulo 3 versículo 14 Jesús hace un
paralelismo entre el concepto Hijo del hombre y la
serpiente, en concreto la que Moisés levantara en el desierto, la serpiente de
bronce (Libro de Números capítulo 21
versículo 9) que sería curativa
para quienes la miraran tras haber sido mordidos por serpientes venenosas.
También en el (Apocalipsis capítulo
1
versículo 15-16) se hace una descripción
alegórica de un hijo del hombre con
pies como el bronce fundido a fuego y con una boca de la que salía una espada
aguda de dos filos, metáfora de la lengua típicamente bífida de una serpiente.
Y Jesús menciona que se ha de levantar al Hijo del Hombre igual que Moisés levantó la serpiente de bronce.
Igualmente los
evangelistas ponen en boca de Jesús el
concepto Hijo del Hombre para anunciar por tres veces a sus
discípulos su juicio, muerte y resurrección, aunque presentan a Jesús expresándose en tercera persona. De ahí que
sea lógico que la teología y la tradición le consideren el Hijo
del Hombre (además del Hijo de Dios).
También Jesús, reconociéndose como Maestro y Señor (Juan capítulo 13 versículo 13)
aunque declarando no llamar siervo a nadie (Juan capítulo 15 versículo 15)
también presenta al Hijo del Hombre como
"Servidor" (Mateo capítulo 20 versículo 28) y a sí
mismo se define como el que sirve (Lucas
capítulo 22 versículo 27) aunque acá empleando la primera persona. Estamos
enfocados en la concepción de la conciencia del propio Señor sobre su presencia
como parte de la humanidad y su condición divina que no es obstáculo para su
dialéctica salvífica. Las cualidades están
muy cerca de la concepción mágica de
algunos personajes mitológicos, el poder sanador de la serpiente levantada por Moisés en el desierto entronca
perfectamente con la manifestación del Hijo
de Dios en la Cruz y la forma como se hace visible en la intención de
la humanidad que camina hacia su poder sanador y liberador. La figura de la
serpiente no deja de asombrar al hombre primitivo que desconoce su fisiología
pero que la ha palpado en sus encuentros con ella. La sagacidad de la serpiente
aquí signo de salud y remedio a una condición que en nosotros se tipifica como
el pecado original. La ruptura o daño de nuestra relación con
Dios es latente y solo Cristo es la auténtica cura o total restitución de la
condición original lo que toca también a otras formas de vida contaminadas por
el pecado.
La figura que relaciona a
Cristo lo hace en una perspectiva apreciativa por parte de Israel y la
cosmovisión judía dando así espacio al poder “curador” del Señor que se extendería de modo y forma universal con
los Medios de la Gracia, el Hijo del
Hombre conoce nuestra fragilidad y condición humana fruto del pecado y la
perdida de la Gracia con la que fuimos creados. Esta condición es la que
necesita ser liberada y solo mirando a lo alto de la Cruz como figura de la
sublimación de nuestras vidas lo podremos hacer.
Entonces me
dijo, hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ello andan
diciendo, se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza,
todo ha acabado para nosotros (Ezequiel capítulo 37 versículo 11).
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La connotación ezequeliana
es clara para nosotros, la referencia es de índole mística y se refriere a la
naturaleza humana del profeta y no reviste otra condición distinta a la
manifestada. No implica con ella una
postura distinta por decirlo así a la percepción humana de la revelación y su
relación con Dios. La posible relación
se argumenta como la concepción básica de una criatura que se reconoce obra de
su Hacedor. También puede apuntar a la identidad de un individuo en un enclave
social y cultural determinado y su ubicación tiempo espacial cede a la expresión de su Fe en el Dios Creador. La
pérdida de esperanza no es una posibilidad para el creyente, su ausencia sumergiría
al bautizado en un sin sentido en la expresión de su Fe cristiana. El profeta tiene claro esta percepción por eso
deja en Dios su vida y cuanto está llamado a obrar porque aun la libertad más concienzuda
tiene que descubrir su camino y realidad. La casa de Israel alude a una
expresión de realeza que asegura su
condición de escogencia. El Hijo del
Hombre asume las connotaciones propias de nuestra condición y las proyecta
sobre su Ser Resucitado. De esta forma da total sentido a la
expresión de realeza que nos relaciona con la definitiva condición una vez la
realidad humana se haya glorificado en su Nombre.
Si
observamos con detenimiento, los Cánticos del Siervo de Yahveh en Isaías veremos la relación histórica que se
materializa en la expresión de sus sufrimientos con nuestra realidad de
pecado, limitación, enfermedad y sobre todo necesidad de Dios. Este Siervo se
presenta congruente con sus expresiones de Fe y total confianza en Dios que
da sentido a todos sus padecimientos.
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