jueves, 8 de marzo de 2018

EL HIJO DEL HOMBRE... TÍTULOS MESIÁNICOS.


TÍTULOS  MESIÁNICOS… EL  HIJO  DEL  HOMBRE.



INTRODUCCIÓN.




La tradición judía reconoce la expresión “Hijo del Hombre” desde el A.T.  Dándole una connotación bien particular y característica de los títulos mesiánicos con los que se designa al enviado por Dios. Esta afirmación deja la puerta abierta para hablar de otra filiación presente en “el Hijo del Hombre” que realza su misma condición y naturaleza, es bueno tener presente que la naturaleza que expresa nuestra condición humana es en sí singular aunque procedamos de la misma forma como especie, esto es, que tal calificativo pretende Des-idealizar la concepción sobre la humanidad y por ende naturaleza del Hijo del Hombre. Sin duda en términos bíblicos es un título abrogado estrictamente al Mesías y como tal se recrea en el imaginario profético de Israel como veremos más adelante. El ser humano ideal no existe dada la condición de imperfección de nuestra naturaleza y en  principio de la pérdida de los dones Preternaturales que nos regresó por el camino de la evolución y la degradación de nuestro ser biológico o material.  Hablar de Hijo del Hombre es sembrar la esperanza en una condición nueva o si se quiere primigenia de la especie humana redimida. Estamos asumiendo que nuestra condición hecha plenitud solo será posible con la irrupción definitiva de la Gracia tanto en el ser persona humana como en la creación. Somos por decirlo de alguna manera la consecuencia de perdida de condición y degradación de la misma condición perdida. Esta afirmación nos permite ver que no solo el pecado nos degradó sino que nada de lo perdido está a nuestro alcance personal, salvo por la misericordia de Dios en su Adorado Hijo, el Hijo del Hombre por antonomasia. De modo que debe de entenderse que una de las características que distingue al Hijo del Hombre es su autoridad sobrenatural.

CRITICA HISTORICA DEL CONCEPTO HIJO DEL HOMBRE.

Desde la perspectiva histórica se presentan algunas dificultades para expresar convenientemente tal calificativo de índole mesiánico. El Hijo del Hombre abordado desde la concepción histórica ofrece alguna dificultad sino se interpreta desde su connotación cultural en Israel, Jesús mismo interviene y  señala así mismo como Hijo del Hombre pero antes de este señalamiento se presenta una dificultad notoria por la casi ninguna referencia concreta de la Misión de este personaje. Bien puede tratarse de una persona, o un colectivo o incluso pensaríamos más allá en una asamblea de creyentes. La personificación del termino nos asegura en primera instancia que esta aplicado a satisfacción al propio Cristo. En mi postura personal creo que se refiere al señalamiento de la esperanza cierta del pueblo y hoy de los bautizados que vemos como Jesús lo encarnó perfectamente y satisfizo hasta colmar  todas sus expectativas.

El profeta Ezequiel es llamado así por Yahveh lo que nos permite intuir un cambio conceptual según sea la misión y la persona llamada por Dios. Esto simplemente para darle un toque de originalidad al llamado, y en cuanto al profeta es para hacer referencia sobre su condición de criatura o simplemente un hombre.

En el Nuevo Testamente particularmente en los evangelios y otras citas en Apocalipsis, Hebreos y Hechos de los Apóstoles 82 veces.

Desde luego solo referidas a Jesús en su connotación mesiánica sin implicar la posibilidad de un señalamiento esclarecedor de su Naturaleza Humana. Estas observaciones son clave para que nosotros comprendamos que la expresión referida es arcaica y que por tal razón no fue muy empleada posteriormente por los santos PP. De la Iglesia. Muy probablemente las fuentes sean de índole o naturaleza extra-bíblica lo que permitirá ubicar la expresión en el tiempo y momento espiritual de los primeros cristianos. Tal señalamiento se fue trasformando en nombre dado al Señor por su connotación historica. La connotación  historica es importante  en la condición de los judíos que se acercaron al naciente cristianismo y buscaron figuras para asociar a Cristo con su tradición, es decir, el propósito era consolidar la imagen de Jesús como correspondía en su cosmovisión unido al todo religioso y profético.   Esto último era determinante para relacionarlo con las promesas del A.T.
La mentalidad judía estaba dividida sobre las implicaciones de tales señalamientos, por un lado quienes se referían a la tradición más antigua y a la novedad del título de índole mesiánico y los que vieron en Jesús la perfecta expresión del mismo como Hijo del Hombre y no hijo de hombre que era propio de un buen y piadoso judío en su época y anterior a Él.
                               
Hijo del hombre procede del Antiguo Testamento, en concreto del libro del Profeta Daniel, de la visión que tuvo de noche el Profeta: Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes del cielo a uno como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá (Daniel capítulo  7 versículos 13-14)

La visión nocturna sobre el Hijo del Hombre   posee una connotación determinante en la cercanía de Jesús con la humanidad, este señalamiento del profeta se constituye en pieza importantísima para comprender paulatinamente la Encarnación y accionar histórico del Dios Humanado. Es determinante que los términos representen el sentir histórico de este pueblo de lo contrario no encajarían con la historia y la conciencia religiosa como en las ocasiones en las que se emplean calificativos sobre los atributos del futuro Mesías.

La expresión  Hijo del Hombre  empleada por el evangelista Marcos  sin duda  tiene todo que ver con la concepción de este evangelio sobre la naturaleza humana de Jesús y como su naturaleza humana interactúa perfectamente como uno de nosotros. Marcos desea mostrarnos una dinámica distinta en su expresión garantizando la comprensión por medio de la Fe de los discípulos de Jesús en el contexto de la figura arcaica de su evangelio sobre la Iglesia y su relación con el Señor.

 Pues para que sepáis que el hijo del hombre  tiene potestad en la tierra para perdonar pecados – dijo al paralitico (Marcos capítulo 2 versículo 10).

Que el perdón no era aquí una condición futura sino que está enmarcado en la acción de Jesús como hombre verdadero dado que como Dios obra portentosamente. La relación humana y divina en el Señor que la Iglesia denomina Hipostasis, es aquí comprendida en cuanto a la autoridad de Jesús sobre las cosas temporales y eternas… Nos deja pensando y reflexionando sobre nuestra propia experiencia de Fe con Cristo, y como en semejante escenario del perdón de los pecados actua tanto Dios como el Hombre en la realidad de Jesús. Esta expresión nos debe llevar a confirmar nuestro autentico seguimiento de Cristo como Dios y como hombre sin que las apariencias sean determinantes como lo fue en su época porque si estamos lanzando hipótesis Cual sería la actitud de los judíos si el Señor se presenta como un dignatario poderoso y rico.  En el hoy de nuestra historia sucede algo similar cuando acudimos a Dios movidos por intereses que no son propiamente fruto de su exigencia y seguimiento y queremos una respuesta generalmente favorable de argumentos no lógicos por trivializar esta exposición.
Marcos está planteando para nosotros un reconocimiento de este Jesus el Cristo desde nuestra reflexión y Fe no tanto desde los milagros y portentos que como Dios realizó en su ministerio publico en Israel. Nos corresponde como bautizados fincar una relación madura y comprometida que no se vea condicionada por paradigmas humanos tan fáciles de encontrar y secundar en nosotros. La potestad de Jesús es un medio salvífico para los creyentes y desde esta perspectiva es la fundamentación de nuestro propio SÍ a su llamado. Generalmente el influjo del pecado y el desconocimiento del Señor generan una especie de patología que limita y postra al creyente desprevenido.  No podemos dejar a un lado  las determinaciones del bautizado por vivir de cara a esta realidad trascendente e invisible su vida. La potestad del Hijo del Hombre   no llega por méritos de su ser (Hipostasis)  cuya naturaleza es humana sino en la dimensión de su Naturaleza y Persona Divina. Es la manera como Cristo se reveló a la humanidad bajo figuras y categorías cognoscibles por todos los creyentes de su época y de la nuestra. Daniel nos enseña que el Hijo del Hombre es también Dios y que su autoridad es fruto de la manifestación de su ser revelado.

En Juan capítulo  3 versículo 14 Jesús hace un paralelismo entre el concepto Hijo del hombre y la serpiente, en concreto la que Moisés levantara en el desierto, la serpiente de bronce (Libro de Números capítulo 21 versículo 9) que sería curativa para quienes la miraran tras haber sido mordidos por serpientes venenosas. También en el (Apocalipsis capítulo  1 versículo  15-16) se hace una descripción alegórica de un hijo del hombre con pies como el bronce fundido a fuego y con una boca de la que salía una espada aguda de dos filos, metáfora de la lengua típicamente bífida de una serpiente. Y Jesús  menciona que se ha de levantar al Hijo del Hombre igual que Moisés levantó la serpiente de bronce.

Igualmente los evangelistas ponen en boca de Jesús  el concepto Hijo del Hombre para anunciar por tres veces a sus discípulos su juicio, muerte y resurrección, aunque presentan a Jesús  expresándose en tercera persona. De ahí que sea lógico que la teología y la tradición le consideren el Hijo del Hombre (además del Hijo de Dios). También Jesús, reconociéndose como Maestro y Señor (Juan capítulo  13 versículo 13) aunque declarando no llamar siervo a nadie (Juan capítulo  15 versículo 15) también presenta al Hijo del Hombre como "Servidor" (Mateo capítulo  20 versículo 28)   y a sí mismo se define como el que sirve (Lucas capítulo 22 versículo 27) aunque acá empleando la primera persona. Estamos enfocados en la concepción de la conciencia del propio Señor sobre su presencia como parte de la humanidad y su condición divina que no es obstáculo para su dialéctica salvífica.  Las cualidades están  muy cerca de la concepción mágica de algunos personajes mitológicos, el poder sanador de la serpiente levantada por Moisés en el desierto entronca perfectamente con la manifestación del Hijo de  Dios en la Cruz y la forma como se hace visible en la intención de la humanidad que camina hacia su poder sanador y liberador. La figura de la serpiente no deja de asombrar al hombre primitivo que desconoce su fisiología pero que la ha palpado en sus encuentros con ella. La sagacidad de la serpiente aquí signo de salud y remedio a una condición que en nosotros se tipifica como el pecado original. La ruptura o daño de nuestra relación con Dios es latente y solo Cristo es la auténtica cura o total restitución de la condición original lo que toca también a otras formas de vida contaminadas por el pecado.

La figura que relaciona a Cristo lo hace en una perspectiva apreciativa por parte de Israel y la cosmovisión judía dando así espacio al poder “curador” del Señor que se extendería de modo y forma universal con los Medios de la Gracia, el Hijo del Hombre conoce nuestra fragilidad y condición humana fruto del pecado y la perdida de la Gracia con la que fuimos creados. Esta condición es la que necesita ser liberada y solo mirando a lo alto de la Cruz como figura de la sublimación de nuestras vidas lo podremos hacer.

Entonces me dijo, hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ello andan diciendo, se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros (Ezequiel capítulo 37 versículo 11). 

La connotación ezequeliana es clara para nosotros, la referencia es de índole mística y se refriere a la naturaleza humana del profeta y no reviste otra condición distinta a la manifestada.  No implica con ella una postura distinta por decirlo así a la percepción humana de la revelación y su relación con Dios.  La posible relación se argumenta como la concepción básica de una criatura que se reconoce obra de su Hacedor. También puede apuntar a la identidad de un individuo en un enclave social y cultural determinado y su  ubicación tiempo espacial cede  a la expresión de su Fe en el Dios Creador. La pérdida de esperanza no es una posibilidad para el creyente, su ausencia sumergiría al bautizado en un sin sentido en la expresión de su Fe cristiana.  El profeta tiene claro esta percepción por eso deja en Dios su vida y cuanto está llamado a obrar porque aun la libertad más concienzuda tiene que descubrir su camino y realidad. La casa de Israel alude a una expresión de realeza que asegura su condición de escogencia. El Hijo del Hombre asume las connotaciones propias de nuestra condición y las proyecta sobre su Ser Resucitado. De esta forma da total sentido a la expresión de realeza que nos relaciona con la definitiva condición una vez la realidad humana se haya glorificado en su Nombre.

Si observamos con detenimiento, los Cánticos del Siervo de Yahveh en Isaías  veremos la relación histórica que se materializa en la expresión de sus sufrimientos con nuestra realidad de pecado, limitación, enfermedad y sobre todo necesidad de Dios. Este Siervo se presenta congruente con sus expresiones de Fe y total confianza en Dios que da sentido a todos sus padecimientos.





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