lunes, 14 de agosto de 2017

QUINTA PARTE... LA CRISTOLOGÍA COMO VERDAD NECESARIA EN EL CONTEXTO DE LA TRANS-MODERNIDAD...

QUINTA  PARTE… LA  CRISTOLOGÍA  COMO  VERDAD  NECESARIA  EN  EL  CONTEXTO  DE  LA  TRAS-MODERNIDAD.



CIRCULO  HERMENÉUTICO  DEL  ENUNCIADO.



Nuestro discurso presenta una serie de problemas a la hora de ser elaborado y los cuales sin duda alguna necesitan ser explicados y condicionados al medio de nuestra gramática reconociendo las dificultades idiomáticas para su aprehensión.  En el presente Siglo de lo “Trans” (Rosa María Rodríguez 1989, en su obra la Sonrisa de Saturno) cuya dificultad fue elaborar una “Semiótica discursiva” capaz de responder a su introducción en la escena socio-cultural particularmente de los países de este hemisferio, desligándose de los europeos y norteamericanos. Este desligar la cultura se veía necesario ya que las políticas de estos fueron impuestas bajo el sofisma de la necesidad progresiva y aun reconocemos una terminología propia de estos sistemas que solo para citar algunos términos diremos:

·         Globalización
·         Capitalismo Liquido
·         Trans-nacionales
·         Carga Informativa (grandes medios de comunicación de presencia universal)
·         Términos nuevos en el mundo comercial y político.

Son solo algunas de las novedades que encontramos cuando definimos el concepto de “nueva cultura” a partir de lo Trans. Nuestro problema está enunciado básicamente en la ausencia de conocimiento de nuestra propia cultura y estructura de pensamiento, hay tan pocos pensadores en nuestros países que los importamos desde “tierras lejanas” quien no conoce sobre Kant o Hume y que decir de Ortega y Gasset, pero cuantos conocen sobre nuestros antepasados y su cosmovisión del mundo. Quienes conocer los principios religiosos de aquellos que aquí vivieron antes que nosotros y como construyeron hasta el color de nuestra piel… Pues es de suprema importancia reconocer que la ignorancia en la que fuimos formados respecto a lo “endémico /autóctono es grande y tan grande como los sistemas hechos concreción en los que vivimos. La dificultad hermenéutica precisamente se aliena ante tanta problemática que se convierte en una flagrante ausencia de conocimiento. Todos quieren hablar lenguas extranjeras y conocen tan poco de su propia gramática que no encuentran diferencia intencional entre español y castellano. Y si pensamos en la inclusión de una fundamentación religiosa Cristo-céntrica  vemos las mismas dificultades porque la iniciativa del creyente hace ya rato se reemplazó por un conocimiento retorico de fuerte materialización conceptual en el “rito” sin que medie la experiencia de una espiritualidad fundamentada en el Dios Subsistente. Pues es complejo hablar de Cristo cuando nuestro entorno ni siquiera conoce su condición socio-cultural y mucho menos la praxis de su propia visión del mundo. El conocimiento de la realidad religiosa de nuestro entorno muchas veces nos revela posturas cargadas de absoluta ambigüedad al confundirse sistemáticamente los principios y las razones de nuestra vocación cristiana. Es pues necesario depurar del presente cambiante y dado a  conceptuar posturas individualistas la inserción de un Dios Humanado que no atiende a intereses personales o institucionales sino universales. Tal dificultad se presenta también cuando sustraemos la experiencia  de Fe personal y queremos sujetarla a la Iglesia y su universalidad. La vocación de los bautizados reclama un reconocimiento de Cristo explícito  en la vida como en la expresión de esta por medio de acciones llamadas a ser Gracia y vitalidad de nuestras creencias. La sociedad actual busca modelos de realización plena pero esos modelos ofrecidos son básicamente segmentos de una felicidad pasajera que no resiste confrontación alguna y mucho menos que sea solicitada desde la perspectiva de sus fundamentos, la superficialidad y la frivolidad aparecen como único factor de congruencia en este modelo socio-cultural.  Las antiguas bases sociales están mutando en nuevas tendencias de edificar la estructura social en nuestro entorno. La economía reclama una producción de artículos y recursos de forma permanente ya nadie descansa y las empresas están adquiriendo maquinaria que puede trabajar las 24 horas del día sin ser apagadas lo que implica una relativización del tiempo tanto personal como de los patrones económicos que nos rodean. Tal desproporción solo puede generar un estado de ansiedad que se traduce en el consumismo y que en el mundo de las grandes superficies comerciales o centros comerciales se conoce con la definición de Viernes negro que se está imponiendo en el mundo y muestra como la desproporción comercial ocupa los niveles más altos dejando por fuera la connotación de necesidad por la de interés inmediato. O que decir de miles de personas que literalmente acampan en las afueras de las tiendas de tecnología para comparar el “último grito tecnológico en  celulares” y una vez lo compran las grandes multinacionales de este ramo tecnológico ya preparan uno que tendrá aún más posibilidades de aplicaciones y conectividad. Es un ciclo interminable que no genera bienestar alguno puesto que su disfrute dependerá solo de que tan veloz o rápido salga el próximo. 

Todos estos factores deben ser tenidos en cuenta en nuestra discusión hermenéutica de lo contrario la realidad se verá empañada y la apreciación del concepto también. Los imaginarios religiosos reemplazaron en muchos sectores sociales a la propia praxis de Fe de los creyentes al punto de visibilizar el contenido de estructuras superficiales que reclaman de la religión respuestas a sus interrogantes pero sin implicar compromiso o vivencia de algún tipo… Lo fundamental en la presente  discusión sobre el Ethos religioso es fincar nuestras esperanzas en procesos de crecimiento que acompañen los propios de la sociedad y la familia. La lingüística no se queda atrás debemos plantear terminología apropiada para la comprensión de las enseñanzas de la Iglesia. Es parte activa de la Semiótica la renovación y comprensión simbólica tanto de imágenes como de signos y palabras. Para los primeros cristianos el Pez y el Pan eran símbolos inequívocos de su Fe y Liturgia pero hoy en un mundo moderno plagado de posibilidades gastronómicas estos símbolos pierden toda su objetividad y su referencia como tal, queda truncada por el olvido. Las palabras también sufren este impacto relativo al punto de escuchar cada día “jergas” o seudo-lenguajes sectorizados en la sociedad y cultura urbana.  Tales argumentaciones son por demás incidencias del modernismo desproporcionado que relativiza todo, absolutamente todo lo que está a su alcance y particularmente sin formación.  El conocer de nuestra hermenéutica sufre también este relativismo.  Nuestra connotación de lo cognoscible es clara pero también sufre el impase de la novedad, es decir, de la tendencia termino muy de moda para significar las variaciones de un enunciado y cuyo acceso depende de quienes lo expongan, prueba de ello es la discusión de género,  cuyos derechos solo son medibles desde la perspectiva de quienes los asumen o explicitan o dado el caso cuestionan. El modelo cultural extranjero es particularmente agresivo en Latinoamérica y el Caribe donde la frontera que divide lo propio de lo foráneo es supremamente delgada y en la medida en la que estamos más cerca del coloso del Norte más se siente esta realidad. La Trans-modernidad nos postra ante el dominio del exacerbado individualismo que se viste de problemática social pero que en realidad solo afecta el entorno de las personas cuando estas realizan su inmersión en la cultura y relaciones con su espacio vital. Tal inmersión nos invita a desdibujar la autonomía de la razón y los postulados heredados como es el caso de la religión.


CRISTO  VIVE.


Argumentando desde la experiencia  post-pascual de los amigos y discípulos del Señor es posible sostener que su presencia es congruente y que a su actualidad  se debe el fortalecimiento de cada bautizado en su encuentro histórico con la Gracia. No es solo un enunciado de corte ontológico sino que reúne el sentir de la Iglesia y el creyente. Como se quedó presente el Señor y como sentimos su presencia es un interrogante que el mundo Trans-moderno obvia. Lo hace porque su exposición supera la Inmanencia conceptual del individuo y se instala en la Universalidad de su enunciado y sin duda un sistema como el actual que rechaza ostensiblemente los discursos absolutistas ve con mucha dificultad el asumir estas posturas de la presencia del Resucitado atemporal y sin estar sujeto a la concepción mudable de nuestros análisis personales. La Cruz como signo y símbolo de su muerte se transforma en prueba tangible de su triunfo, la ausencia de cuerpo es signo de la potencia plena de nuestra Fe y la capacidad de sentirle intuitivamente libre de su suplicio y vinculado a la plenitud de donde descendió… Nosotros somos en potencia y plena opción el camino de la divulgación de la Resurrección por esta razón está presente el Señor siempre porque  habita en el bautizado y consecuentemente lo introduce en los medios de Gracia para crecer y vivir su llamado. “Cristo llama y da como y con qué escuchar su llamado”…  Las palabras se materializan en nuestra opción como bautizados, digamos que la Semiótica empleada por el Salvador se constituye en un lenguaje cuya fonología suena distinto a otras formas de escuchar palabras. El Verbo encarna en la lingüística nuevas formas de conocer el lenguaje y llevarlo a la concreción del Amor. Debemos fijar la mirada en el resucitado y no desviar la intención de su objetivo no sea que en nuestro caminar suceda lo que con Pedro que una vez vio al Señor caminar  sobre las aguas pidió hacer lo propio y en el momento crucial  distrajo su mirada  y se quedó en la referencia obvia que los sentidos le mostraban y era la “tormenta” muy común en  el mar de Galilea… No podemos permitir que la “locura” de este presente explicitada en los avances de la ciencia y la tecnología nos aparte la mirada del Señor y sus manifestaciones. La Post-modernidad y la Trans-modernidad se renuevan en la sique aventajada de estos tiempos y la necesaria concreción de su antropología la misma que nos insta a trabajar por la instauración de un Reino Nuevo y distinto a los poderes y modos de ser del presente Siglo.  Cristo vive y lo hace por su poder y Majestad y no por reconocimiento intuitivo de la humanidad, quienes buscan sacarle de sus vidas se engañan porque simplemente nunca estuvo en sus vidas y corazones, quien le conoce le adora y Ama definitivamente… Le Adora como a su Dios y le Ama como a su Señor. El lenguaje nuevo es claro solo la experiencia autentica de Amor puede prevalecer en las eras o épocas por vivir la humanidad.  La Iglesia como pueblo de Dios es el mayor testimonio de su legado lo que implica la edificación de un mundo congregacional justo y lleno de los valores transformados en praxis según el Evangelio. Cristo es Maestro y vive Inhabitado en nosotros, es pues la Gracia, la fuerza y contundencia de su presencia la que hace posible la concepción de nuestra propia Resurrección. En el plano de nuestra antropología será reconocerle y vivirle y construir con su Gracia nuestro propósito de vida y dejar que Dios lo inserte en su Economía salvífica tal y como lo ha dispuesto desde antes de la fundación del mundo. La luz de Cristo no es simplemente una intuición espiritual es la claridad de las acciones y convicciones de cada bautizado.


CRISTO  ENCARNA  EN  LA  NUEVA  HUMANIDAD  DEL  PRESENTE.


Hoy nosotros no hacemos distinción alguna frente a las naturalezas presentes en el Resucitado y no lo hacemos precisamente porque de esta forma estamos encarnando al Dios Encarnado que no dejó que la historia pasara de largo sin reconocerle desde el Vientre de una Virgen. La dinámica de nuestra propia Introspección nos lleva a reconocer y vivir sus postulados. Ya no es el Sepulcro Vacío son los corazones y vidas llenos de su Gracia y actualidad… Solo el ser humano de todas las épocas puede encarnar al Dios que lo hizo primero como anticipo de nuestra futura condición, no es posible decir que creemos y amamos a Cristo sino encarnamos su Evangelio y constituimos sus enseñanzas en fundamento de nuestra nueva condición. La antropología nos invita a sumir las consecuencias de su Trascendencia y en palabras de los santos PP. De la Iglesia griega: La divinización de la humanidad se da cuando Dios se hace Hombre para que nosotros nos hagamos como Dios… Definitivamente maravillosas palabras de la Tradición y más cuando la divinización implica el ser y manifestar nueva condición como creyentes. La divinización es una terminología muy actual puesto que nos señala el camino y la forma como lo recorremos, la Gracia esta Hoy con nosotros y Mañana también para anunciar ontológicamente que somos distintos y diferentes porque nuestro Dios lo es… O qué sentido tiene hablar de una transformación sino media la nueva y terminante condición desde nuestra transformación tanto Ontológica como metafísica, si el Ser que somos no va más allá de su condición Inmanente. Cristo es nuestro Presente y será nuestro futuro construido con su Gracia y marcado por su Resurrección. El discurso paradigmático de Pablo y su anuncio del Kerigma se concreta intuitivamente con la Resurrección de los creyentes como lo determinó su Señor maravillosamente presente en nosotros. No hay ya muerte porque qué sentido tiene la muerte eterna si Cristo es el Señor de nuestra eternidad. O quien podrá arrebatarnos de su mano si su Gracia nos unió sustancialmente a Él como signo de Salvación. Como romper esos vínculos maravillosos si el propio Dios los selló con su Adorada Sangre y gloriosa Resurrección, Amén.  Vive el Dios con Nosotros como lo anunció su profeta hace ya muchos siglos y sin duda este anuncio atemporal es signo de la Bondad de Dios por nosotros, su creación. Edificar el presente sobre roca no es más que ponerle a Él de fundamento (Agustín de Hipona) ese fundamento es eterno como lo es su invitación a construir sobre su Evangelio. Cristo encarna la Nueva Humanidad porque ella necesita ser renovada y encontrar su camino. La humanidad clama como antes lo hizo la creación diría Pablo a los romanos que le escuchaban. Su mensaje llega constantemente y el creyente lo convierte en realidad “humanada” como emanación de su presencia en cada acción concreta de salvación.

La “Supra-presencia” del Señor en términos de la Supra-presencia de Husserl nos dice en cuanto a su contexto que incluimos en la dirección de nuestra Fe, que  la historia y el presente todo él está contenido en Cristo y su Voluntad salvífica sin que nada quede fuera de su Gracia. La Universalidad de su sacrifico es signo de la universal salvación y su gratuidad. Encarnar no es una cuestión de naturaleza es sin duda el hacerse presente en la cultura moderna y sus expectativas, manifestar que existe un modelo de vida que asegura la auténtica realización de la persona humana y cuya praxis es más que emotividad o momentos  plagados de hilaridad…  la alegría como respuesta al estímulo de la Fe puede verse y entirse como seguridad en la Esperanza la misma que nos invita continuamente a revisar los modelos de existencia a la luz de la Palabra y las enseñanzas de la Iglesia. No es simple la dinámica porque involucra las expectativas de los creyentes en un entorno muchas veces hostil pero no a Dios sino a los compromisos que implica visibilizarlo en la realidad personal y social. Estamos pues insertos en un medio socio-cultural que determina en gran medida el resultado final de nuestros sueños y expectativas y el Evangelio así mismo aterriza en esta realidad… No es posible visibilizar lo que en la conciencia del Colectivo no aparece referido. No es posible hablar de Cristo cuando la inmediatez del presente funda concepciones amañadas de la felicidad. Nadie piensa hoy en la trascendencia  porque la recreación del entorno cultural se materializa y visibiliza en el hoy y su cotidianidad. El tiempo sufre los embates de la relatividad conceptual y parece que los años duran menos tiempo y que decir de la forma como percibimos su paso… La percepción  conceptualmente hablando es la capacidad de ver a la luz de nuestros sentidos su paso el mismo que potenciamos cada día bajo la consigna de nuestro accionar. La realidad percibida como tal es la que construimos con los elementos de nuestro entorno. Una “fe” construida bajo sofismas será una “fe” empobrecida y condenada al fracaso.

La noción de espiritualidad nunca podrá estar desprovista de nuestra conciencia y deseo de vivirla auténticamente y fundamentada esa autenticidad en el resucitado. Un modelo de Fe antropizada es dialécticamente imposible de ser concebida ya que su misma naturaleza reclama la trascendencia para ser vitalmente autentica. Existe hoy una especie de manifestación espiritual-diríamos- que se funda en la experiencia de Dios presente en nuestro entorno donde el creer en la Institución no es determinante y solo se le apuesta a la percepción de la vida bajo los conceptos definidos por el entorno. Una especie de Fede natura, es decir, de Fe que brota de la observación antropológica y cuya vivencia es solo en la dinámica de nuestra propia antropización de la realidad, pues una Fe de estas características solo percibe la realidad desde su praxis material.  En últimas se transforma en una especie de seudo-fe materialista. La responsabilidad muchas veces pasa por la Institución que ha perdido el testimonio y por ende su absoluta credibilidad. El silencio en lo social y cultural o la vocería en estas dinámicas sin la prudencia necesaria también se constituyen en causa de pérdida. Una “Supra presencia” que en ordena la Gracia se convierte en total y totalizante de la existencia humana. Basta recordar los discípulos en los coloquios con el Señor Resucitado o camino a Emaús donde la presencia estaba plenamente asumida y convertida en Fenómeno de Fe y no es contradictorio hablar de fenómeno de Fe ya que la certeza del creyente puede materializar lo que cree de Dios y transformarlo en vivencia de lo revelado por Dios, en otro lenguaje sería  “vivir el Evangelio”. Los discípulos lo afirman cuando dicen que mientras le escuchaban les ardía el corazón (Lucas capítulo 24 versículo 32).

El reconocer a Cristo presente es un asunto de vivencia espiritual y material de nuestra existencia, el sentirlo presente se asume como manifestación de sus enseñanzas de su Palabra que es la misma que se Encarna en el Vientre de María.  Cristo es Palabra de Dios.  Esta afirmación tan conocida por el creyente paradójicamente ofrece resistencia en nuestro entorno donde las condiciones de vida pareciera que buscan salir de su postración buscando otro anuncio. La injusticia como tal causa perdida de esperanza en el bautizado ya que su existencia no puede ser desconectada del acontecer de la sociedad. La injusticia es sin duda alguna un enemigo que ataca la estructura de la vida con esperanza y limita el crecimiento en la Fe del bautizado. Si nuestro entorno está plagado de injusticia es poco probable que el Evangelio de sus frutos y si hace presencia en muchos casos se convierte en un simple alivio pasajero para que luego el bautizado retorne a su realidad la misma que le llena o puede llenar de desesperanza… Reconocer la Palabra de Dios en todas las acciones que conjugamos a partir de sus enseñanzas es labor de la Iglesia y sus ministros como ministerios. La inserción de índole socio-cultural dependerá de cada uno de nosotros y la responsabilidad en la comunicación de un mensaje portador de esperanza pero aterrizado a las exigencias del medio donde adelantamos nuestra labor o donde la Iglesia funge. En principio no puede existir espacio alguno donde la Iglesia no entre con la fuerza de su testimonio y creemos hay escenarios convenientes como lo es el Estado y su Gobierno. O cómo podríamos generar conciencia si no estamos involucrados con los actores de la realidad nacional… es pues necesario plantearnos el incursionar en todos los medios donde el creyente sale a hacer su cotidianidad y donde necesita la presencia del Dios vivo por antonomasia. Esta presencia  la que aludimos es la mayor fuente posible de esperanza y no podemos construir sociedades sin ella y sin el mensaje que nos llega de la praxis del Evangelio y su inclusión en el entorno somático. Somos como en Emaús testigos de lo que siente nuestro corazón cada que el Señor está cerca y lo mismo debemos compartir con otras y otros en el camino de nuestra vivencia en el Resucitado. El testimonio es el eje fundamental de la materialización del Evangelio como propuesta de vida para los bautizados, es su carta de navegación que le permite llegar a puertos saludables y seguros.  Continuaremos en la sexta parte.


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