MUJERES
DIACONAS, PRESBITERAS Y OBISPAS…
MUJERES MINISTRAS ORDENADAS.
REFLEXIÓN DESDE
NUESTRO MINISTERIO.
Desde hace algunas
décadas (pocas en realidad) esta Institución eclesial que es parte de la
Comunión Anglicana y por ende de la catolicidad asumió el reto de la ordenación
de mujeres tanto al diaconado como al presbiterado no sin escuchar muchas voces
internas y externas que manifestaban su total desacuerdo, no obstante el
compromiso con la igualdad esencial hombre/mujer, bautizada/bautizado, triunfó
sobre la adversidad dialéctica… No deseo
tomar reflexiones ajenas al respecto sino conducirme según mi propia percepción
de esta realidad eclesial de la que soy parte y vivo en la actualidad:
En primer lugar quiero
manifestar mi total apoyo y respeto por el ejercicio ministerial de la mujer en
la vida de nuestra Diócesis, sin duda, no es asunto fácil teniendo presente la
carga cultural tan arraigada en nuestros países. Ellas con su trabajo nos
enseñan que la Fe no es transferible y que no opera por seguir patrones
culturales pre-establecidos. Dios les conceda su Gracia y por ende dones para
vivir y amar su Ministerio.
La Mujer no es igual al
hombre, ella y nosotros somos por esencia y sustancia la naturaleza singular de
nuestra especie, es decir, la Equidad
surte efectos en el ámbito cultural y legal pero en cuanto a ser persona humana
no existe posibilidad alguna de que el hombre sea más o menos igual aplica para
la mujer, somos esencialmente la misma expresión concreta de lo afectivo,
emocional y racional, el ser persona humana no descansa sobre el andamio del
“genero” o su expresión sexual… El estar “ahí” frente a la vida y frente a Dios
es la postura de la humanidad redimida, es gastar la vida en la concreción de
nuestros ideales supremos y ser felices sobre toda consideración. No existe diferencia alguna entre el hombre y
la mujer, somos la misma y única naturaleza racional (existen los animales no
humanos, diferencia en el acceso a la vida y participación del alma racional,
Agustín de Hipona en su gradación de los seres vivos) creada por Dios y por
ende no existe hombre o mujer que no proceda de la semilla materializadora del
hombre y la mujer (razones seminales) pensarían los platónicos, prefiero decir,
realidad pensada, amada y entregada… Desde la antigüedad el ser humano se entregó
a funciones para asegurar la vida o supervivencia de los individuos y fue así
como la mujer tomó el cuidado de lo interior o personal y el hombre el cuidado
y atención de lo externo, es decir, la guerra, la seguridad y la recolección de
comida y primitivas herramientas. Por esta razón el Libro del Génesis nos dice
que la mujer entregó la “fruta” al hombre (Adán y Eva) (Génesis capítulo 3)
ella es quien cuida de las provisiones y en cumplimiento de su función entrega
alimentos a su esposo, posteriormente el versículo (15) de este capítulo antes
citado (3) nos relata la hostilidad entre ella y la serpiente y luego su
triunfo, es decir, en esta reflexión antropológica, la mujer terminará por
reprimir todo ataque contra la familia y sus integrantes. Para los santos PP. De la Iglesia es alusión
en potencia a la futura Redención de la humanidad, todo empieza en la relación
hombre/mujer como artífices del todo social y culminará con el todo familiar redimido y sanado totalmente. Pues la Mujer en el ministerio ordenado
y en general en la vida de la Iglesia funge como Madre y guardiana de la Fe no
en balde ellas son y serán mayoría. La presencia de la mujer objetiva el plan
salvífico frente a la generación de la vida puesto que es ella quien porta la
vida en su vientre desarrollando nexos indisolubles con su descendencia. La
mujer encarna el mundo desde una perspectiva distinta al hombre lo que no
implica el término “complementariedad” porque
no se trata de singularidad en el proceder sino en el “sentir” y en el “ver” el
mundo y su entorno somático. La mirada de la mujer es por demás totalizante y
no particular como en el hombre. La mujer mira en su conjunto y en contexto
(bodas de Caná, no hay vino) por lo que
ella obvia el uso de violencia y ejerce una acción civilizada que brota de las
emociones y el intríngulis emocional. Su superioridad emocional le permite
desechar la violencia o agresión y fundamentar el dialogo desde la perspectiva
sentimientos-emociones. Y como parte del colectivo. El propio Jesús establece
relaciones con las mujeres y las trata en la perspectiva de la Igualdad (Juan
capítulo 4) este argumento era impensado para su época pero estamos ya en el
Siglo XXI. Para quienes dicen que Jesús no llamó mujeres al ministerio deben
tener presente que Jesús no “ordenó a nadie” ni siquiera introdujo formula consagratoria.
En cuanto al tema ministerial no existe,
teología o semblanza bíblica/escrituristica que impida el acceso de la
mujer y lo femenino al ministerio ordenado. La trama cultural que lo impide en
algunos sectores sociales son
simplemente imaginarios construidos desde el exterior de la realidad
apreciativa del hombre. Estos imaginarios son los mismos que históricamente han
pretendido hablar de “Sexo débil” o simplemente negar los derechos de la mujer
como persona natural, en esta
perspectiva diremos:
·
Esencialmente igual al hombre y el hombre
esencialmente igual a ella
·
Ambos son la expresión de la naturaleza
singular en la que fueron creados
·
Ambos fueron redimidos al mismo costo y valía
·
Ambos son hijos de Dios
·
Ambos son por adopción
·
Ambos son persona humana
·
Ambos son co-creadores de la vida
·
Ambos son la Causa Material de la Madre Iglesia
·
Ambos son y serán templos del Dios
viviente y subsistente por antonomasia
·
Ambos son Sujeto de Derechos y Deberes
·
Ni el hombre posee dominio sobre ella y
ella no lo posee sobre el hombre
·
Ambos se aman y son parte viva del
propósito salvífico de Dios
·
Las
diferencias son en cuanto a la configuración de la personalidad masculina y
femenina
·
La singularidad aplica a las habilidades y
atributos en potencia y activos en la persona humana como hombre y como mujer
·
El sexo no hace persona masculina o
femenina
·
El género es fruto del desarrollo de la
personalidad y el modo y medio relacional de la persona humana
·
Hombre y mujer son imagen del Dios
Padre-Hijo-Espíritu Santo
·
La
Fisiología propia del hombre y la mujer es su particularidad y con ella y en
ella se genera la vida y el funcionamiento de los organismos
·
La mujer es asociada con…………. Lo
bello…..Delicado…..Dulce…..Veracidad…..Gracia…..Actualidad…….Prudencia……Delicadeza……Ternura……Lo
maternal……El compromiso….. Lo honorable y venerado de nuestra especie…..
Confiable… Entre otros atributos del ser femenino.
REFERENCIA CONCRETA… Existe
una variante antropológica que busca exaltar tanto la filosofía de lo masculino
como de lo femenino y en el rango de sus apreciaciones es posible pensar en:
·
Antropología
de lo sexual que establece su diferencia
·
Identidad del cuerpo como de la mente
·
El ser humano (hombre/mujer) no es
abstracto es concreto
·
La diferencia es signo de riqueza y
también de identidad como quiera que expresa los contenidos por analogía o
singularidad tanto en ellos como en ellas.
Es
importante comprender que ser persona tanto en el hombre como en la mujer no
está significando en lo absoluto diferencias esenciales, la adaptabilidad en lo
antropológico es recurrente como necesario. Estamos por demás llamados a construir bajo la
dinámica de la interacción de lo femenino/masculino las diferencias cuando se
hacen a nivel estructural solo retrasan el orden de derechos en favor de lo
femenino. Estamos observando continuamente como en nuestras culturas las
diferencias entre lo femenino y lo masculino obedecen o corresponde a
imaginarios sin que medie argumento concreto o de naturaleza. Al respecto es
interesante como los sofismas de índole sociológica afectan la concepción e inclusión de la mujer en el Ministerio de la Iglesia, es curioso cómo se acude a la
definición de lo femenino convenientemente y como por decir algo de las tres
históricas como tal solo la Comunión Anglicana acepta parcialmente esta
propuesta ministerial de lo femenino. Se acude a la argumentación de naturaleza
y especie si cabe el término, al manifestar que Cristo no encarnó en la humanidad sino en la persona concreta
(genero) del hombre… pero nuestra
reflexión se pregunta si precisamente el
ser hombre no se vincula y relaciona con el ser mujer o si por el contrario
para la generación de la vida la semilla masculina no es necesaria o la mujer
solo porta ambas en sus ovarios. O la naturaleza masculina es independiente de
la femenina o si por el contrario son la misma naturaleza expresada en las
singularidades o particularidades de ellas y ellos. Es imposible
dialécticamente establecer una dicotomía entre lo femenino y lo masculino, es
imposible hablar solo de artículo masculino obviando lo femenino y es solo un
argumento idiomático, entonces que decir de la especie como tal. Cristo no
encarnó solo al hombre como el hombre ahora y siempre no solo encarna el ser
masculino incluso hasta genéticamente posee información de lo femenino. Cristo
encarna la totalidad de la expresión humana y no deja nada fuera, sería como
decir que un hombre no puede amar nada femenino y que la mujer puede proceder
de igual forma con lo masculino. Cristo el Hijo de Dios, el Verbo que se unió
perfectísimamente a Jesús en el vientre de María nació como hombre y vivió como
ser humano bajo el signo del amor en lo masculino como en lo femenino. Una
argumentación antropológica nos dice que no existe hombre ideal o mujer ideal
(estereotipos convencionales) solo naturaleza aterrizada bajo la identidad del
hombre y la mujer, más claro sería decir, solo existen personas que poseen
nombre, Pedro, Juan, María, Luisa, etc… La inmanencia es tanto del hombre como
de la mujer ya que esta hace referencia a su naturaleza como expresión de la
humanidad en lo masculino y en lo femenino. La libre expresión de los atributos
de lo femenino y lo masculino está abierta a la naturaleza donde se han
confeccionado, es decir, son propios y no aprehendidos. Desde esta perspectiva no existe argumento por el cual la mujer no
pueda ser ministra ordenada en la Iglesia. Queda solo la Tradición heredada
de Israel por lo que me hace pensar en los verdaderos móviles por los cuales la
Iglesia de Roma no aceptó firmar la Declaración Universal de los DD-HH de
Diciembre de 1948. En ésta declaración se contempla la igualdad esencial y los
Derechos de la mujer sobre su vida y personalidad.
El ejercicio ministerial no depende del sexo
de quien lo ejerce corresponde en esta instancia a la voluntad de la Iglesia
para incluir e influir en las costumbres y cultura de los pueblos. El sacerdocio
es una acción al servicio de la asamblea sin que medie para nada la distinción
de quienes participan de la Congregación. La universalidad misma del llamado a
la salvación reclama la articulación fundamental entre el hombre y la mujer y
juntos los reconocemos como los fundamentos de la familia, así como sus
maestros y lideres espirituales. Si acudimos a la definición sacramental
entonces encontramos absoluta igualdad entre el hombre y la mujer o es que
acaso el Bautismo de ella es discriminado y no surte los mismos efectos de
Gracia que el Bautismo que recibe el hombre. O peor aún, la salvación asume peyorativamente
la condición y genero de los bautizados y los instrumentaliza como causa de
eficacia o todo lo opuesto… Es curioso como la presencia de la mujer causa
impacto positivo en las instituciones y en general en todos los espacios de la
cultura y sociedad, bajo esta primicia no es comprensible su marginación del
ministerio ordenado. Estamos ante una situación que a toda luz es violatoria de
los Derechos de la mujer que puede ejercer como persona natural y jurídica
reconocida por la ley pero ignorada por la religión. Es imposible creer que el
sacerdote predica en pos de la salvación y la mujer solo puede ser testiga o
espectadora de la “buena nueva” es por demás absurdo que los imaginarios de
género primen por sobre la identidad esencial de nuestra especie… Pero es
cómodo para algunos suponer que Jesús llamó solo a hombres al ministerio y
mujeres al servicio de estos, que interesante modelo antropológico de
subyugación, la misma que es contradictoria a la luz del Evangelio que abre la
perspectiva salvífica a niveles de aceptación insospechados... La Gracia supone naturaleza, bella
expresión para significar entonces aquí concretamente que hay diferencia entre
la naturaleza del hombre y la mujer y mejor aún impedimento de esta frente al
hombre, que manera más especial de suponer que existe un medio de Gracia al
alcance de unos y no de otras. La realidad ministerial en la Iglesia pasa por
la aceptación del bautizado que identifica su llamado y cuyo sexo no es
determinante para que se produzca su llamado o sentimiento percibido como tal.
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