domingo, 27 de agosto de 2017

LAS HUELLAS DEL HIPONENSE...

LAS  HUELLAS  TEOLÓGICAS  DE  AGUSTÍN  DE  HIPONA.



Aurelio Agustín… La catolicidad celebra este 28 de agosto la memoria del Hiponense y con su reconocimiento se abre nuevas posibilidades en el ejercicio teológico en la actualidad. Agustín nació en la antigua provincia romana de la Númidia, hoy Argelia, al Norte del África, el 13 de Noviembre del año 354, de sólida formación humana en retórica, derecho, prosa, filosofía, sus padres  Mónica y Patricio. Durante algunos años convivio con Florida su esposa de la cual sobrevivió Adeodato su único hijo. Agustín vivió en una época de tránsito entre el Imperio de Roma y sus enemigos, particularmente de los pueblos germánicos ubicados en lo que hoy es Alemania. Los barbaros en última instancia derrumbaron el Imperio en occidente y Agustín vivió este proceso hasta el día de su muerte en Hipona de donde fue Obispo (año 430). De este gran hombre diremos que es considerado el mayor de los Padres de la Iglesia Latina y sus aportes a nuestra concepción fueron definitivos. Basta con mirar sus fuertes enfrentamientos con Pelagio y sus partidarios quienes suponían que la salvación era solo un asunto de la voluntad humana que veía en sus obras buenas el camino de la redención y no abrogaban este derecho a Dios. De este enfrentamiento doctrinal hoy se alimentan tanto las Iglesias de corte católico como las protestantes, puesto que el patrimonio de la Gracia como reivindicación de la soberanía de Dios es fuente de doctrina de la cristiandad. Es pues relevante que su postura originó la doctrina sobre la Gracia pero en el marco de la Justificación la misma que nos une inexorablemente. Es pues y solo por los méritos de Cristo y la Voluntad de Dios que alcanzamos la salvación. Por un momento nos imaginamos lo “delicioso” que sonaba la doctrina pelagiana descansando todo en su condición antropológica.

Agustín fue definido por el Inglés Beda el Venerable, del que muchos teólogos modernos sostienen debe ser incluido después de Isidro de Sevilla como el último PP. De la Iglesia latina y afirmó: Después de los apóstoles no existe en la cristiandad magisterio mayor que el de san Agustín de Hipona.  De esta forma queda claro el influjo de Agustín en la mentalidad latina aun posterior al establecimiento de los fundamentos de nuestra cosmovisión eclesial. Con todo lo que algunos teólogos  sostienen del Hiponense y particularmente sobre el influjo platónico y socrático en su pensamiento teológico. Es bueno no obstante, asegurar que su tendencia reivindicó la Soberanía de Dios en el mundo de lo inteligible y ratificó la presencia de los universales y nominales en la mente de Dios asegurando  con ello que la Creación parte de la Voluntad de Dios y no de concepción pre-existente. Agustín deja a Dios fuera de la materia y lo muestra como es pre-existente a la misma, esta sola definición deja sin fundamento la aseveración platónica de la existencia y pre-existencia de la materia que será moldeada por el “demiurgo”. La mente de Dios concretamente sostiene, se abre por estar  presente en su pensamiento de donde se origina sin que medie otra forma de existencia a la creada por Dios. En la actualidad la presencia del Hiponense es determinante en el mundo cristiano donde cada vez más iglesias protestantes incorporan sus escritos a sus distintos planes de formación tanto para laicos como para ministros ordenados.

El propio Martín Lutero y la reforma continental que no deja fuera a los jansenistas (Jansenio escribió un tratado sobre la obra agustiniana)  o a los calvinistas que  exacerbaron la doctrina sobre el pecado a tal punto que se apartaron de la concepción inicial y aceptada en el mundo cristiano. Sobre la cual quiero brevemente referirme solo en cuanto a  su relación (antítesis)  con la postura agustiniana.    También diremos que estas posturas son aceptadas en el mundo creyente y que su influjo no podemos desestimar nunca… Agustín no da identidad al mal propiamente, no lo equipara a un ser capaz de interferir en la vida del ser humano sino y solo hasta donde este se lo permite. A diferencia de Lutero (exreligioso) agustino la terminología es alterada por una finalidad particular y es como este obvia el termino concupiscencia que alude a la naturaleza humana y lo remite a la definición de pecado relacionado con las obras de este. Miremos solo un ejemplo de esta cuestión: La concupiscencia de la carne nos es redimida en el bautismo, no en el sentido de que ella ya no exista sino en que ya no se nos imputa en pecado. Lutero cambia el término por pecado, que en esta perspectiva de la naturaleza humana nos condiciona en la  apreciación de la Gracia y la forma como esta interviene, desafortunadamente todo se convirtió en manifestación de pecado y no en propiedad del Acto Humano y su Intencionalidad.  En orden a la definición del mal Agustín emplea tres momentos o estadios de actividad en la conciencia del ser humano  que refiero:

A-    Metafísico, corresponde a los seres que se encuentran en grados inferiores respecto a la perfección de Dios, algo así como la luz de un faro que una vez el navío se aproxima se hace más fuerte o brillante. Pues en cuanto al ser humano estamos en la capacidad de “somatizar” comportamientos con fuerte tendencia al pecado o a la imperfección de la reflexión e inteligencia de nuestro ser. La persona redimida no obstante, queda libre de la marca más no del efecto del pecado en su vida y esa marca se comunica en la generación de la vida.  La concupiscencia alude a la naturaleza inclinada al pecado y por ende a la debilidad que su herida nos infringe en el alma y en el corazón para significar con ello tanto los sentimientos como la razón. Su grado metafísico hace que se presenten distancias y diferencias entre los seres humanos. La concreción de la Gracia como acción de Dios en nosotros puede y solo ella lograr que la identidad de nuestra naturaleza se vea “iluminada” por su presencia y en sintonía con la redención que ya no es una potencia sino acto pleno del amor misericordioso de Dios.

B-    Moral, Se remite exclusivamente a la Voluntad del ser humano que a pesar de su redención obedece a su naturaleza y libertad para optar. El mal en cuanto a su accionar se manifiesta en la dinámica de las relaciones de las personas que aunque sean bautizadas no implica el rechazo total del pecado y sus grados de injerencia como quiera que la persona es imperfecta y al optar también lo es. El Libero Arbitrio del Hiponense nos plantea la necesidad de la Gracia para ser verdaderamente libres y conscientes del valor de nuestras acciones como tal. El daño moral asume el rotulo de presencia destructiva en la sique de la persona bautizada. El daño que la decisión errada trae, siempre estará sujeta a la razón de su procede, la incidencia corresponde al grado de conciencia desarrollada por esta.

C-    Físico, obedece al cuerpo y el impacto del pecado en la concreción de nuestra existencia. El pecado original es visto por Agustín particularmente al final de su vida ministerial como la consecuencia de las acciones de nuestros primeros padres y como estas acciones se manifiestan por generación y en la generación de la vida racional e intelectiva del ser humano o persona humana. El Hiponense ve con absoluta claridad que la razón de nuestra especie se equipara con la Voluntad salvífica de Dios que como y en cuanto a Dios solo quiere lo mejor pero no acepta el pecado puesto que en la perfección de su esencia este no tiene cabida… Aquí acudimos a la forma de nuestra moral  que nos interpela en el crecimiento de nuestra definitiva y vital opción por Dios. Agustín conjuga dos concepciones particulares y las contrapone en la definición de las facultades de la persona redimida y quiero resumirlas solo con la siguiente expresión: La inteligencia es el premio de la Fe, quiero aclarar que no estoy asumiendo una connotación socrática o metafísica del maniqueísmo (secta creada por el obispo Mani)  a la que por un tiempo en su juventud perteneció el Hiponense. La Bondad de la persona no depende de su grado de inteligencia o posibilidad de conceptuar la realidad sino a la vivencia de su ser intelectivo. Agustín nos deja claro que la moral no depende de que tan buenos o malos seamos sino de cómo hemos permitido a la gracia moldear nuestra existencia. Una vez más  recuerdo que para el Hiponense: La elección se halla solamente en la soberana Voluntad de Dios.

De las tres concepciones anteriores desprendemos que la dinámica del ser esta interactivo con su realidad, la misma que percibe bajo la concepción de una realidad afectada por el pecado y des-afectada por la Gracia. Si el pecado nos afecta, la Gracia nos libera, se produce una transformación de índole ontológica en el ser que la recibe y la prospera como en la parábola de los talentos. En este punto en cuestión el Hiponense camina por la plenitud de la salvación que bajo el signo de las obras se muestra necesaria. Agustín como ninguno en su genio, nos muestra deliberadamente que la preparación se da en orden a la salvación por las obras buenas que bajo al parvedad de su concepción alejan el pecado y son signo de la Inhabitación de Dios en nosotros, pero que no está la obra acabada como tal sino en proceso. A diferencia de algunas corrientes evangélicas y protestantes que se desligaron de esta concepción y asumen que las obras buenas son signo inequívoco de ya estar salvados o libres de los influjos del  pecado, pues de ser así la salvación se da en la criatura sin que esta continúe su batalla contra el pecado y sus  estructuras. El actuar  bien en el contexto del Acto Humano es signo de los méritos del bautizado pero no implica perfección esencial puesto que estamos bajo el signo de la realidad mudable  y no ante su estado definitivo. Aquí comprendemos la necesidad que tenía Lutero de presentar la doctrina agustiniana contra la Escolástica y el aristotelismo. Es pues en síntesis la necesidad de hacer libre al hombre que aún bajo las consecuencias  de su existencia inclinada a la concupiscencia se pretende deliberadamente afirmar la radical perdida de la condición de pecado quitando así la libertad de los hijos de Dios. El Hiponense busca afirmar la Soberanía de Dios por sobre cualquier ejercicio de la condición humana, sea bajo el peso del pecado o en la vivencia del signo de libertad en Cristo. En pleno Siglo XXI encontramos que la gente supedita la vivencia espiritual a la concepción de una moralidad de actitudes que nos recuerda a Kant pero sin un absoluto ejemplarizante, es decir, cada uno es bueno porque así lo cree bajo sus propios estándares de acción. El Hiponense afirma no solo la presencia del mal sino que resta identidad para no configurarlo como persona, cosa que hoy por hoy, toma sentido aun para la Iglesia donde muchos de sus ministros predican no sobre el Dios vivo sino sobre la influencia del mal.  Hoy la percepción del mal se equipara a la persona redimida y muchos llegan al colmo de asociar cualquier problema con su influjo. La identidad que debe primar en nosotros es la Gracia. Es pues necesario reconocer que cuando hablamos de identidad lo estamos haciende de los componentes o atributos de la persona que la definen como tal y en función de tal que sería la existencia consciente y plena de sus facultades. Es un problema para el Hiponense llegar a la plenitud de su definición sobre la persona humana, es un mar profundo del cual no puede  salir fácilmente. Es tan profunda la realidad de la persona que si no es asociada a Dios nunca llegará  a su complejidad. Las  pasiones en la antropología  trascendente del Hiponense son en sí manifestación necesaria de este abismo que somos y que difícilmente conocemos no en balde su expresión: El amor es mi peso o Amor est pondus, el peso de nuestra existencia es el amor y este es la praxis de nuestra condición como Imagen del Dios vivo por antonomasia. El amor es peso de nuestra centralidad que es Cristo y recordemos que fuimos creados y posteriormente redimidos por el factor común que se llama Amor de Dios.  El peso de Dios en nosotros es la posibilidad de trasfigurar nuestra existencia a imagen de la Voluntad salvífica de Dios en Cristo. Para concretar su definición en dinámica antropológica acudimos a otra sentencia del Hiponense: El amor es lo más íntimo que hay en mí o dilectus meus in íntimas. Aquí el amor aparece como referencia directa y material de la Gracia por medio de la cual el ser humano bautizado transforma su ser al punto de vivir según la enseñanza del amor que este en cuanto a que lo vivamos produce una autentica transformación tanto metafísica como alusión al ser ontológico del bautizado y por ende redimido. El peso y la profundidad solo son  asequibles por la presencia del Espíritu Santo. La profundidad de la persona humana debe ser puesta por sobre cualquier concepción que busque reivindicar la dignidad de la humanidad. El estado final de nuestra salvación es un proceso en el que no renunciamos  a nuestra concepción singular de ser y existir, podamos incorporar el amor como signo de la Voluntad activa de Dios en nosotros, principio de nuestra Justificación.

La verdad como esencia del bautizado habita en su corazón y rige en sus acciones como consecuencia de la presencia Trinitaria en su existencia. El Hiponense como ninguno nos habló sobre la Inhabitación Trinitaria en la persona humana redimida y consagrada por medio del Bautismo. La verdad interior es la revelación de la Gracia que se transforma en historia de salvación vistiendo cada una de las acciones humanas en acciones de vida y redención. La verdad interior como la asume el Hiponense nos habla de la vida en el Espíritu a la que estamos llamados bajo el signo de la Caridad. Fue más allá que cualquiera al suponer la presencia de Dios desde la perspectiva simbólica de la doctrina Paulina sobre “templos vivos de Dios” (1 Corintios capítulo 3 versículo 16) Agustín relacionó directamente esta presencia con la Gracia y el amor de Dios por nosotros, como quien dice solo por el amor, Dios habita en nosotros: En el interior del ser humano habita la verdad o Veerum intus habitet que es una verdad esencialmente revelada por la resurrección de Cristo y la Vestigia de Dios (huella)… La verdad es el fundamento de la intervención en nosotros, nada más que la verdad expresa la perfección de nuestro Creador y solo ella es capaz de hablar de sus atributos y potencias derivadas hacia la Creación, es decir, Padre, Creador, Señor de todos, Hacedor, Ordenador, fuente de Amor y Gracia…

·         El Amor
·         La Verdad
·         La Gracia
·         La Inhabitación
·         La Justificación

Son solo algunos términos del gran componente idiomático que el Doctor de la Gracia empleó en su obra y que engloban sus enseñanzas iluminadas sobre los misterios de nuestra Fe.   Una fuerza idiomática que comunica con absoluta claridad el sentir de la Iglesia  en la expresión de su Magisterio y Tradición. No existe teología alguna que no hubiese tocado su pensamiento y estructurado su presencia. En contraposición al mundo presenta el pensamiento  del Hiponense sobre la Libertad, relaciona ampliamente la voluntad del ser humano con la realidad vivida de su existencia libre y unida a Dios. El pecado ha debilitado la libertad y la ha convertido  en su mínima expresión bajo el signo del Libre Albedrío, es una libertad imperfecta que tampoco hace plenamente feliz al ser humano. El ser humano es creado en libertad esencial y el pecado cuestiona nuestra libertad al punto de sombrearla con el signo vivo y contraproducente del pecado y sus estructuras. Nuestra libertad en esos términos es un absoluto imperfecto y no una primicia desobligante de los existencialistas.

 El mundo de lo Trans, busca las expresiones más auténticas de la libertad pero los sistemas socio-culturales todavía retienen la idea de una libertad material que sufre los influjos del hacer de la humanidad. El accionar de la humanidad se concreta en el ejercicio de su voluntad para acoger y determinar el curso de sus eventos, en esta dirección la libertad imperfecta no posee puerto seguro para llegar. Es pues un problema axiológico que se materializa con la perdida de la Felicidad como exposición de nuestra razón de ser.  El qué bueno es estarnos aquí, de Pedro en la Transfiguración del Señor fue reemplazado por modelos de libertad esclavizadoras de la conciencia de la persona bautizada y de quienes no lo han sido… Agustín aborda la libertad desde la perspectiva posible de las relaciones entre Dios y el ser humano, una libertad cuyo fundamento es Cristo y el acceso a una Luz cognoscible que en la medida de nuestro caminar hacia ella nos ilumina con la verdadera libertad de los hijos de Dios. Solo Dios diría el Hiponense engrandece la libertad y existencia humana y solo en Dios hay auténtica libertad, libertad de sus hijos redimidos… La relación esencial de nuestra libertad es solo obra de Dios cuya perfección llega a nosotros bajo el medio dialectico de su Gracia. La experiencia  de este Siglo nos dice que cuando el ser humano rechaza la libertad de Dios por seguir sus propias concepciones de vida y existencia se esclaviza de lo más vil que limita y empobrece, del pecado y la autosuficiencia. En conclusión al ser libres podemos usar bien o mal el Libre Albedrio y constituirlo en razón de pesar y angustia porque hasta el oro puede ser empelado vilmente… La fenomenología de nuestra libertad respira Gracia y Justificación pero es determinante la coherencia de nuestras acciones en la afirmación de la Voluntad soberana de Dios. Agustín resume la coherencia de la libertad de los bautizados con una sentencia bien conocida: Señor nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti, la policromía del ser humano se hace corazón para vivir y amar la auténtica libertad… En la perspectiva anterior queda claro que para el Hiponense todos los bienes provienen de Dios como su Creador y dador por amor a la humanidad. No existe nada bueno que no sea bajo la luz que irradia Dios en la Creación y en ella la humanidad, la huella de Dios o Vestigia es el amor inhabitado en cada uno de nosotros… El Hiponense nunca pensó en el pecado como un factor que proviene del exterior del ser humano sino de su interior siguiendo la dirección Paulina, la presencia del pensamiento platónico y socrático es fruto de una definición estética sobre la persona y sus tendencias fruto del pecado. Lo más positivo de estas aportaciones del Hiponense es quitar de en medio la concepción del mal personificado o Identitativos que persigue sin cuartel al ser humano obligándole a actuar mal. El pecado como el mal en su forma más pura puede ser concebida y exteriorizado por el ser humano, para muestra un botón y solo basta mirar noticias para comprenderlo. El mal y el demonio o diablo existe desde luego pero no tienen primacía sobre nosotros ya que somos templos del Dios viviente y su Gracia nos configura sin lugar a duda. El pecado y el mal se manifiestan en acciones contrarias al amor de Dios y el bien de su obra.

Si somos libres lo somos para ser felices y construir nuestra felicidad y para ello cada una de nuestras acciones es determinante y aleatoria si se quiere. Agustín señala desde el mismo Génesis su amor por las Escrituras y como ellas definen su reflexión teológica, basta agregar que sobre el problema de la libertad se centrará inicialmente en el primer libre de la Biblia acude a la sentencia creadora del ser humano, “Hecho a imagen de Dios” este punto de partida firmará el origen divino de nuestra libertad ya que solo a nosotros nos llamó a su Imagen y Semejanza y nos unió como a ningún otro ser vivo a su Voluntad, luego nuestra libertad es también un atributo concedido por nuestro Creador.

 La imagen que compartimos de Dios es también un reflejo de lo que esencialmente somos por esta razón el pecado solo proyecta una imagen pobre y deteriorada de la persona humana. La Creación al ser contaminada también la obligamos a proyectar una imagen que ella no es o cuando pasamos por un prado o un rio y vemos basura que no da ganas ni de acercarnos a verle, es pues también imagen empobrecida de la realidad creada… Creo vale la pena mencionar los aportes reflexivos, especulativos del Hiponense sobre la SS. Trinidad, que sin duda tiene su origen común en la filosofía griega, en la concepción natural que nos antecedió: Agustín cita convenientemente en su trabajo a Platón y particularmente encontramos el rastro de Plotino (murió en Egipto  el año 200 a.C) y quien hace referencia a la Trinidad pero no en la definición clásica de personas divinas sino del Uno, el Nous, y el Alma Humana.  En su trabajo Plotino nos hablará del Uno que es la perfección y del Nous que básicamente es el reflejo del Uno o un espíritu que procede de este, y en cuanto al Alma la considera como los griegos en general inmortal, lo que nos interesa es la concepción de una divinidad que es tres y como tal se relacionan no en esencia pero si en la procedencia y grados de perfección, de este modelo podemos tomar consideraciones que más tarde servirán para elaborar nuestra doctrina Trinitaria. La Fruición que describe Plotino lo acerca al Uno como fuente de todo gozo o alegría interior y para profundizar en esa “dicha” el ser humano deberá acercarse a su perfección por medio de lo inteligible que le eleva de la condición humana a la del Uno. La Fruición Agustiniana es clave en cuanto a su relación plena con la Trinidad Económica y el concepto de la felicidad por estar unidos a Dios. Esta felicidad o Fruición es propia de  la relación o posesión espiritual de lo trascendente. En Plotino la materia se constituye en un obstáculo para la plena Fruición. La postura del Hiponense que muchas veces suena radical frente a la materia corresponde  una reflexión y cosmovisión personal que se empapa de sus vivencias y experiencias. El Uno toma forma a partir de su interacción con lo espiritual y reposa precisamente en los anhelos y sueños del ser humano por vivir en categorías donde la injusticia y el mal no puedan lastimarlo. El Uno es una proyección de la perfecta armonía que debe reinar en la vida de la sociedad bajo el signo de una cultura viva con definiciones plenas del ser antropológico inmanente.

 El Nominalismo en el que circunscriben al Hiponense es definido en un plus de su pensamiento ya que no se trata de la negación de los Universales tanto en la realidad como en nuestra mente sino todo lo contrario, el Hiponense los establece a partir de la soberana presencia creadora de Dios y los hace residir en la mente de Dios, es la manera de indicarnos que ellos no están por sobre el orden de lo creado y que no pierden su categoría universal  sino que son fruto de la obra de Dios de donde brotan como parte de la creación en un acto de su Voluntad. Los Nominales como “nombre” son contrarios a la doctrina socrática y platónica. Para ilustrar una idea al respecto diremos: Una pared, un cuaderno, un mueble, son de color azul lo que implica que el universal es lo que se repite en ellos, es decir, el color azul. Es pues la existencia algo particular. Para redondear esta reflexión diremos que el Hiponense y desde luego Plotino se adelantaron a la exposición del Conceptualismo y que bajo la guía del Hiponense aceptamos que estos están contenidos en la mente de Dios como  Creador.

 En lo personal prefiero la definición neo-platónica, porque generamos conciencia sobre la existencia de los Universales a partir de la Voluntad creadora de Dios y a diferencia de los “moderados” no estamos abrogándoles el derecho  a existir previamente a la creación (los Universales no son pre-existentes). Otro de mis autores favoritos el maestro Guillermo de Ockham religioso franciscano ingles que vivió en el Siglo XIII apodado la Navaja de Ockham y también “el mayor  nominalista que jamás vivió” fue sin duda una de las mentes más especulativas de este periodo de la historia. Introdujo el principio de Parsimonia que formulará siglos después Russell (1950) el maestro Ockham  es también señalado como el padre de la Epistemología moderna, solo para escenificar a este autor que citamos en la presente reflexión,   en su reflexión se aproxima aún más al conceptualismo y defiende la tesis de la presencia de los universales solo en la mente, a diferencia de Tomás de Aquino sostiene que solo por la Fe conocemos a Dios mientras que el angélico sostenía que la filosofía era un ingrediente de esta aproximación a la Divinidad.  Con su actitud separa la Fe de la razón y ubica todo este proceso intelectivo en la mente.  Recomiendo leer detenidamente a John Locke seguidor de Ockham en cuanto al Derecho Natural. Cuando me remito a Locke lo hago precisamente porque en la exposición del Derecho Natural sostiene la existencia de un “decreto” divino sobre la armonía y la paz y el rechazo de todas las fuentes de pecado que generan violencia y nos alejan de la relación armoniosa necesaria en el ámbito humano. El afecto es un constitutivo de lo filiar dado por Dios. Recordemos que como Empirista negaba lo absoluto. Aclaremos que el principio de la Parsimonia es literalmente  e idiomáticamente la búsqueda de la solución más rápida y sencilla a un problema y que tal postura no desgasta la concepción de la realidad en la que se producen los eventos como tal.  La Epistemología introducida por el maestro franciscano nos puede conectar decididamente con la Ilustración. Hasta este momento podemos conectar con el pensamiento del Hiponense ya que durante la actividad del maestro franciscano la Escuela Agustiniana estaba en plena acción  elaborando  su propia Summa Teológica a la par con el angélico. El Siglo XIII salta temáticamente al XVIII y de allí a nuestro presente. Para continuar cierro con una expresión del maestro franciscano: Una persona vale más que todos los universales recordemos que la dinámica interpretativa ubica los universales en la mente. En cuanto al hombre es universal por las cosas que somos y conocemos. Los universales y la sustancia de las cosas se relacionan en la exposición de sus contenidos como atributos  que se ejemplarizan en nuestra reflexión.

 Durante la Edad Media las obras del Hiponense fueron determinantes en el surgimiento de nuevas escuelas, entre ellas la franciscana fundada por el inglés Alejandro de Hales   maestro de san Buenaventura  solo por citar un nombre. Alejandro toma la filosofía agustina y la relaciona con el pensamiento Árabe y la tradición greco,  de esta mezcla citamos una vez más a Avicena el gran autor árabe. Quiero resumir la doctrina de hales sobre la creación bajo la lupa de la reflexión anterior agustiniana:

El problema. (La creación Ex nihilo).

La noción halesiana de creación se encuentra presente en todas sus obras, pero es en la Summa Theologica donde se halla expuesta con mayor claridad, en el Liber Primus (De Deo) y en el Liber Secundus (De Creatura), de clara influencia agustiniana, esto es, de aquella proveniente del Agustín repensado por San Anselmo y aumentado por las especulaciones originadas en San Víctor.

En esta línea de pensamiento, y en concordancia con los Padres de la Iglesia, Alejandro sostiene en la Summa que la Voluntad de Dios es la causa primera y suprema de todas las creaturas: "[...] su gratuita voluntad creó las creaturas", e invoca para probarlo la autoridad del mismo Agustín, citándolo profusamente. Dada la gratuidad absoluta del acto creador divino, es evidente que no hay necesidad alguna por parte de Dios al crear, es más, el mismo término -sostiene el maestro de Hales, siguiendo a San Anselmo- repugna a la noción de Dios. Por lo tanto, solo Dios crea y lo hace siguiendo su libérrima Voluntad.

De este modo, si crear es un acto exclusivo de Dios, ninguna creatura -ni siquiera un ángel- puede poseer potencia creadora, ya que ésta no es una capacidad que esté incluida en su naturaleza, es decir, en su condición de ser sacado de la nada. Y la razón que esgrime Alejandro es muy poderosa: "Si la potencia de crear todas las cosas que es propia de Dios se atribuyera a la creatura, ésta tendría la potencia de crearse a sí misma, y, así, sería causa de ella misma". En este sentido, ninguna creatura podría tampoco participar en el acto creador divino (nec esse particeps in opere creationis), vale decir, ser con-causa o causa concomitante de la creación, pues esto sería igualar en poder a la creatura con el Creador. Como lo sostiene el maestro franciscano, lo propio de la creatura es obrar sobre una materia ya creada, y no cooperar en la producción de las formas, obra exclusiva de Dios. Su rol es, más bien, "disponer de las cosas menos nobles, instando a Dios a la producción de las cosas más nobles", pues, como ya lo había manifestado San Agustín, a quien cita Alejandro en este pasaje, las creaturas, ya sean ángeles u hombres, solo obran exteriormente, mientras Dios es el único que obra desde dentro (interius operatur) de los entes creados.


ANALISIS DEL TEXTO ANTERIOR DESDE LA PERSPECTIVA AGUSTINIANA.


La definición inicial de Hales es determinante para comprender de qué forma se separa del pensamiento aristotélico sobre la materia inmortal y el Movimiento que no posee limite alguno. La causalidad de la creación recae solo en Dios y en su Voluntad, la mente de Dios en si origina todo cuanto existe y comunica la “inteligencia” de las leyes naturales que siguen su curso inexorablemente. El movimiento es finito y el llamado Motor Inmóvil que es Dios opera desde la acción de su mente creadora establece así un principio de Contingencia para “mover” cuanto existe. Los otros motores son los que operan la contingencia de la creación. La necesidad de la existencia es por demás obra de Dios que crea para la existencia cuanto es y cuanto puede llegar a ser dándole al ser humano la inteligencia para proceder con lo que existe y puede llegar a necesitar. El obrar de Dios es el único que consideramos necesario mientras que el humano es básicamente la aprehensión de lo ya existente y mudable como es el caso de la materia, pero solo lo perfeccionado procede de lo interior. El ser humano disfruta del sol pero solo de los reflejos externos de este cuerpo celeste. No depende de nosotros la realidad física que lo originó, sostiene y mantiene donde se encuentra.  Dios obra dentro porque se constituye en la razón de ser de cuanto existe y/o fue llamado a la existencia.  La Forma en la creación es exclusiva de Dios.  Luego la creación no es eterna como sostiene Aristóteles en cuanto a la pre-existencia de  la  materia.  El mundo creado obedece a un propósito Divino y no necesita de ser eterno mientras se concreta en la realidad material en la que existe. Agustín como hales habla del tiempo y su existencia y la percepción que del mismo hacemos. La materia existe a la par con el tiempo porque ambas son realidades creadas a partir de la Voluntad de Dios. No es posible suponer la pre-existencia del tiempo o del movimiento ya que en Dios no opera ni lo uno ni lo otro. El tiempo es en concreto parte de la creación y su presencia expresa el movimiento de los entes. En esta dinámica Agustín nos habla sobre la Gradación de los  seres creados. La perfección dependerá de que tan cerca estén de la revelación de la potencia de Dios expresada en sus atributos como tal. La Bondad de Dios mueve por decirlo así su Voluntad creadora.

Metafísicamente hablando es imposible que el tiempo y el movimiento sean eternos. Como Agustín hales sostiene el Ejemplarismo de las criaturas creadas por Dios. La Esencia de Dios y la del mundo creado son distintas, Dios es principal y la creación ha sido sacada de la nada lo que implica ser posterior a su Creador. Que en última instancia es Simple lo que implica en su definición ausencia de componente alguno mudable como sucede con la creatura y su entorno. La Sabiduría de Dios en la creación desde la perspectiva de las ideas  por analogía llega a su origen que es Dios, en términos  del Hiponense sería: Señor nos hiciste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en ti. Existe la necesidad de llegar a la plenitud de la perfección que solo entrega Dios tanto a su obra como a la humanidad partiendo del principio de la creación tanto material como espiritual. Como expresábamos anteriormente la Gradación de los seres creados se debe al Ejemplarismo como tal. Nuestra similitud con Dios es sin duda la impronta que su Gracia  imprime en nuestra naturaleza y cuya huella es una exposición ontológica de su Voluntad, dicho de otra forma, la impronta de Dios es la razón y el amor en nuestras vidas. Para concluir la cuestión sobre la creación y la relación doctrinal con el Hiponense cito esta reflexión sobre Hales, para comprender fácilmente la aseveración de formas  sustanciales:

*** El maestro franciscano, adhiriendo a San Agustín, sostiene que la creatura es un concreatum, donde tanto materia como forma han sido creadas por Dios ex nihilo y en la simultaneidad de su acto creador, es decir, no fue creada primero la materia y luego, tras un tiempo fueron creados los entes, sino que "al mismo tiempo pasaron del no-ser al ser los principios y lo que se hace a partir de ellos". Por lo tanto, al igual que San Agustín, Alejandro de Hales defiende la noción de creación como el radical paso del no-ser al ser de todo lo que la creatura es, en la simultaneidad del acto creador de Dios. No obstante, el fondo de la distinción halesiana (Alejandro de Hales)  entre materia y forma sigue siendo de raigambre aristotélica y judía (Avicebrón).

Continuando con la incidencia agustiniana en este periodo quiero mirar un poco de Avicena  (Siglo X) médico y filósofo, siguió el pensamiento aristotélico buscando así su posible compatibilidad con la doctrina musulmana.  Su epistemología es  emanantista como su nombre lo define, esta metafísica propone que todo cuanto existe tanto lo espiritual como lo material “emana” o brota de la divinidad.  Su contingencia  separa por decirlo así las razones por las cuales los seres existen y la potencia de estos en cuanto a que unos son y otros podrían serlo. Como buen seguidor de Aristóteles define a Dios como la Causa Primera o necesaria para la existencia de los seres. La procedencia o emanación es la que deja al descubierto las esencias inteligibles que dan origen a la vida y los seres vivos.  El alma por ser sustancialmente inmaterial puede desarrollar conciencia sobre su existencia y diferente al cuerpo. Considera que la creación es eterna por emanar de Dios que lo es. Para compaginar con otra gran creencia como la religión hebrea solo citaré un nombre a Maimónides que vivió por la misma época de Avicena.

Averroes, vivió en el Siglo XII su pensamiento como el de Avicena marcaron fuerte influencia en Europa hasta el Renacimiento. Se convirtió en el fundamento de la ciencia hebrea. El alma está dividida en dos partes el intelecto pasivo que es perecedero y el activo de origen divino y por tanto eterno… Su pensamiento da la sensación de moverse en la esfera de lo Empírico  y deja a la inteligencia la posibilidad de inferir sobre la revelación o la verdad propiamente filosófica. Su epistemología es evidentemente ontológica, el pretende determinar el conocimiento según el grado de perfección de la razón o inteligencia. Su teoría la resumimos de esta forma:

“La concepción del intelecto en Averroes es cambiante, pero en su formulación más amplia distingue cuatro tipos de intelecto, es decir, las cuatro fases que atraviesa el entendimiento en la génesis del conocimiento: material (receptivo), habitual (que permite concebirlo todo), agente (causa eficiente y formal de nuestro conocimiento, intrínseco al hombre y que existe en el alma) y adquirido (unión del hombre con el intelecto).

Averroes distinguía, además, entre dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los sujetos de los inteligibles en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son verdaderos (las formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el sujeto de la sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el sujeto del intelecto (por el cual este es verdadero), dentro.”

 No rechaza la Inmanencia del conocimiento lo que le permite suponer la presencia de la vía del conocimiento entre el alma y el sujeto cognoscible. La percepción de los inteligibles, se recrea en el entendimiento de la persona y no fuera de ella porque de lo contrario la posibilidad de perder lo conocido es real. La inmanencia sujeta la epistemología de lo que conoce el sujeto y lo relaciona con la realidad que percibe. Ya entrando en el Renacimiento es interesante como la influencia agustiniana se siente con fuerza en pensadores de esta época y posteriores con énfasis tanto en el Barroco  como en la Ilustración, solo por citar un ejemplo, el italiano Campanella  (Siglo XVII) publicó una obra titulada La Ciudad del Sol si observamos sus primeros capítulos nos da la intención de su obra y como dibuja un esquema conocido por todos, se refiere a la condición anterior del modelo teocrático y el prototipo agustiniano sobre la Ciudad de Dios logrando una composición  que nos suena más a Utopía política que a un verdadero sistema organizativo de modelo social, es decir, los ideales que dieron origen a su obra son básicamente fundamentos irrealizables. Lo positivo es que hace girar todo en orden al trabajo del hombre reclamando así justicia y reconociendo para el estadio de trabajo personal y comunitario que solo es posible desde la ausencia de la propiedad privada que da valor y escala a los elementos que deseamos. Un artículo tiene fijado un determinado precioso solo por una razón arbitraria, porque deseamos tenerlo…  Un derecho natural de fundamentos racionales que permiten al autor fijar su postura frente a lo natural como el trabajo el ser humano y la revelación de un orden justo y armonioso, es pues, una respuesta que proyecta los imaginarios de lucha contra un medio contaminado por el absolutismo medieval. Basta con agregar que Campanella vivió durante la “contrarreforma” por lo que sus escritos fueron prohibidos y el perseguido. En síntesis su pensamiento busca la emancipación de sus ideales frente al modelo político-religioso que imperaba hasta entonces, este modelo a pesar de ser reflejado por el Hiponense le sirve de plataforma doctrinal para sus escritos y particularmente “la Ciudad del Sol”…

 Durante el Renacimiento el pensamiento agustiniano se sintió particularmente libre bajo la exposición del Holandés Erasmo de Rotterdam (1466) este Humanista/renacentista buscó incansablemente relacionar la espiritualidad cristiana con las letras y la reflexión filosófica,  desde los 16 años se vinculó a la Orden de san Agustín y su formación posterior le llevó a tener contacto con la Inglaterra de la Reforma especialmente en Cambridge y Oxford, está por demás decir que este agustino de corazón vivió momentos difíciles como era la constante en su época, movida la sociedad por cambios intestinos agudos, en plena decadencia del Sacro Imperio romano-germánico. Su trabajo preparó en alguna medida el advenimiento de la Reforma. El libre Albedrio como tema de su filosofía y teología atrajo miradas no deseadas por las que debió refugiarse en naciones distintas a la suya.  Es interesante como un pensamiento libre era  cargado de una dosis muy alta de antropocentrismo exacerbado logrando  relacionar las verdades de Fe con el quehacer de lo cultural. Fue escritor, humanista, filósofo, artista, todo ello lo compagino con la propuesta de un Dios liberador familiarizado con todo lo humano, sin duda aplicó a su dialéctica la máxima del Hiponense: Nada de lo humano me es desconocido. Quiero resumir su cosmovisión de lo humano relacionado con la razón que propone la libertad del intelecto en algunas de sus frases favoritas:

·         La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa

·         No tengo ninguna paciencia con los que dicen que la excitación sexual es vergonzosa y que estímulos venéreos no tienen su origen en la naturaleza sino en el pecado. Nada está más alejado de la verdad.

·         Ningún hombre es sabio todo el tiempo.

·         Qué es la vida sino una obra de teatro en la que cada uno hace un acto hasta que baja el telón.
Interesante apuesta por la relación de las formas de expresión y libertad humanas con la vida en todas sus formas y sobre todo con la concepción de un Dios abierto y al que nada de lo que somos como sus hijos le sorprende, por el contrario lo santifica y restituye en dignidad. El humanismo de este autor es básicamente una manifestación de su Fe encarnada en la realidad espacial de sus congéneres y reconoce en el Arte la posibilidad de la revelación que tras el intelecto humano muestra su realidad como lo que  es, la trascendencia en el Dios vivo. Erasmo es parte del influjo agustiniano en Europa y su presencia asegura la continuidad desde la postura humanista del don de gentes agustiniano.


DIALÉCTICA AGUSTINIANA.


En Europa y particularmente en el desarrollo del Humanismo y posterior a este el conflicto entre la Fe y la Razón tocó la experiencia espiritual de muchos creyentes, basta con un antecedente no tan distante y que tiene por centro a la Escuela Franciscana siglos atrás. Es pues interesante como la postura de la búsqueda de Dios asume formas variadas según sea la época en la que realicemos la búsqueda. Dios se revela como realidad que trasciende los fundamentos materiales y simbólicos de cualquier relación cómo y en fundamento de su expresión más aguda. La revelación del presente se conecta con las demás formas o medios de su procedencia y fines. Dios aparece revelado desde el interior de la humanidad que al salir y entrar en contacto con las formas creadas y evolucionadas se interroga sobre su autor y la perfección del mismo. Dios está escondido para los ojos del inquieto creyente, pero en realidad está aflorando siempre en el encuentro con la experiencia de su revelación. El Ontologismo que aparece con fuerza entre los pensadores de estas épocas anteriores a nosotros, enseña sobre la posibilidad de ver a Dios cara a cara en esta realidad,  pero una visión que llega desde lo intelectivo es una visión que fundamenta una visión  de corte subjetivo/empirista que no permite en verdad verde desde el interior sino y solo desde la especulación que las formas permiten ver o enseñar como tal. El ser creado es imagen de Dios Creador pero una imagen sujeta al vínculo esencial de su naturaleza singular que por demás está impedida formalmente. La experiencia Psicológica de Agustín de Hipona le lleva a buscar a Dios desde su Interior y no desde la constatación de una obra que habla bajo los  conceptos de su Creador, sino de las fibras del amor que hicieron realidad nuestra existencia. Hay una relación real con nuestro Dios y Señor pero es también cierto que nuestra condición esta limitada grandemente por las huellas del pecado y las consecuencias que asumimos como lo hacemos con nuestra existencia.

 No perdamos de vista que la realidad es transformada por la introducción en ella y sus principios de la Gracia o presencia histórica de Dios. La inquietud es por demás valida pero el proceder de cara a su concreción hace la diferencia entre el Dios que algunos desean sentir bajo control de sus momentos y expresiones de Fe y el Dios realidad completamente y esencialmente distinto a nosotros. Dios no subsiste en el plano material de nuestra experiencia cognoscible, tampoco es una formulación por medio de la cual la realidad puede ser trasformada. Dios Es y el Ser de Dios implica el conocerle por su Voluntad encarnada en la experiencia de Amor del bautizado. Agustín reconoce esta realidad de allí su exclamación, que en boca de su autor quiero plasmar:


Confesiones, Libro 7, 10.18, 27.  “Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad”.

“Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti”.

No existe realidad que no sea transformada pero solo el pensar en  apartar de la interioridad en la que el ser humano busca su razón de ser. No es la maravilla lo que apercibimos con los sentidos sino lo que hay en el interior de cada bautizado. Recordemos que el Evangelio nos dice que lo que sale de la boca proviene del corazón y allí están tanto los buenos como los malos propósitos.  Dios habita en lo profundo de cada uno de nosotros. Dios es el fundamento del hombre nuevo y como tal forja en  cada bautizado los dones y gracias para vivir su Palabra, la misma que trasciende a la eternidad. No es solo el tiempo sino la realidad que decidimos dejar allí como un enunciado más o por el contrario vivir su actualidad que implica el reconocer a Dios como nuestro Único y Suficiente Señor… Agustín busca en su corazón la verdad eterna sembrada en el santo Bautismo. Busca la semilla de la eternidad que se llama Gracia. Esta búsqueda le remite a su epistemología de índole espiritual al buscar en la perfección de las criaturas lo que solo puede brindar el Dios revelado…  La cronología del proceso de acercamiento de las criaturas a Dios dependerá de que tan cerca se encuentren en los grados de perfección  e iluminación. No es posible proceder en su dirección si nuestro ser no está preparado y dispuesto para su percepción absoluta. Misteriosamente Dios nos deja en libertad  y afirma esa libertad esencial en la Predestinación que se finca totalmente en la Voluntad salvífica del Dios revelado. Recordemos que en el Hiponense la libertad que no se afirma en Cristo  es aparente y finita como dicta su relación con los sentidos y bajo la percepción de las cosas en esta realidad material donde nosotros habitamos.

 La belleza siempre antigua y siempre nueva es la revelación estética del Amor de Dios que es signo de plenitud en el ser humano. Es pues la belleza un atributo revelado por Dios e informado en nuestro ser racional como emocional y afectivo. Tarde te amé implica que el tiempo cobra nuestros descuidos pero aun así el don de Dios es totalmente atemporal. No estamos solos en esta bella experiencia de vivir y gastar la vida. Estamos una y otra vez orientados hacia su Amor. Lo bello en el Hiponense se fundamenta en la presencia estética y ordenadora de Dios que como conocemos produce un vínculo identitativo del ser creado   con su Creador (Vestigia). Agustín ve con absoluta lucidez  como los sentidos son liberados por la luz de la Gracia para reconocer la figura del Amor de Dios, empleo el término “figura” porque esta aseveración racional de lo Hilemorfico no solo relaciona la materia con la forma sino y sobre todo lo creado con la Gracia que lo transforma y recrea en una forma que es la Forma redimida el Ejemplarismo Hiponense es claro cuando afirmamos que el modelo de nuestra existencia es un modelo pensado y redimido y que toda potencia es transformada bajo los actos del Amor de Dios.  Es pues la Potencia aquí citada como la forma de origen aristotélico pero moderado, su impacto bajo lo intelectivo que nos da la posibilidad de percibirlo redimido y pleno.

El Hiponense cree en la Predestinación, de los bautizados y lo hace no condicionando la respuesta salvífica de nuestro propio “Si” a Dios sino viendo como  es en realidad, una posibilidad de alcanzar la verdadera y auténtica libertad de los hijos de Dios. No es un predicamento entre el bien y mal que nos condiciona en la elección sino la respuesta al plan de Dios escrito desde antes de nuestro nacimiento, miremos los salmos:  
Salmo 138 “Dios está en todas partes”.


1Señor, tú me sondeas y me conoces;
2me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
3distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

4No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
5Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
6Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

7¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
8Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

9si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
10allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

11Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
12ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

* * *

13Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
14Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
15no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
16tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

17¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
18Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

[19Dios mío, ¡si matases al malvado,
si se apartasen de mí los asesinos
20que hablan de ti pérfidamente,
y se rebelan en vano contra ti!

21¿No aborreceré a los que te aborrecen,
no me repugnarán los que se te rebelan?
22Los odio con odio implacable,
los tengo por enemigos.]

23Señor, sondéame y conoce mi corazón,
Ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
24mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Agustín asume que el conocimiento de Dios no puede ser dejado a la voluntad y opción del ser humano sino que misteriosamente nuestras vidas siguen el plan de su Providencia amorosa. Este plan es definitivo y nos conduce respetando nuestra libertad porque como expresa el Salmista no es posible estar fuera de los planes de Dios. La majestad de Dios sobrepasa no solo el entendimiento sino también toda causalidad en la que la existencia humana se involucre. No reduzcamos la comprensión de nuestra propia libertad al imaginario que  literalmente “deja” todo en manos de Dios pero que en cuanto a nuestra voluntad aspiramos lo contrario. El Gobierno de Dios predestina lo que fue comprado a precio de Sangre en la Cruz. En términos de Economía, Cristo cuida su “inversión” la que sin duda alguna es motivada por su absoluta Voluntad soberana.


AGUSTÍN  DE  HIPONA  EN  LA REALIDAD  ANGLICANA.


No es descabellado hablar de la presencia agustiniana en el anglicanismo (cuando los reformadores de Oxford  e incluso antes de ellos se sintieron atosigados por las doctrinas del racionalismo y el materialismo, acudieron al Hiponense no en balde las Confesiones fue una de las obras más populares en Oxford porque compendiaba la relación entre la especulación de lo racional y la aceptación de la Fe, en síntesis desde el Siglo XVII al XIX)   desde la apreciación de sus aportes a la doctrina y al Dogma en general, la primicia fundamental al respecto nos dice que somos una Institución eclesial donde los dogmas tienen espacio y se convierten históricamente hablando en el fundamento de nuestras tradiciones y enseñanza. La exposición agustiniana  aportó al dogma universal un plus de claridad y sustento, quien no conoce las disputas del Hiponense contra Donato en las que defiende la autoridad y el carácter tanto del  Ministerio Ordenado como de la autoridad de la Iglesia. Es Agustín quien afirmará que la eficacia de los sacramentos no depende de la pureza del ministro que los imparta o confeccione. Es el primero en establecer el principio de la naturaleza psicológica del Alma para la interpretación del dogma Trinitario, es el que afirma categóricamente el medio relacional que hace del alma metáfora apropiada de esta enseñanza de la Iglesia: Así como el alma posee Memoria, Voluntad, Entendimiento son figura inteligible e intelectiva de su Creador puesto que es imposible separar sus operaciones y ninguna de sus potencias puede operar sin la intervención de las otras. La prueba Psicología describe como el ser consciente de su existencia es reflejo de la Imagen del Dios vivo. Cuando esta Iglesia habla sobre la evolución de las especies hay una semilla que interpretan los naturalistas anglicanos de los siglos XVIII y XIX cuando afirman sus teorías de la evolución de las especies y encontramos en Agustín sentencias al respecto cerca de 1200 años atrás: Todo ser vivo posee en si una semilla con toda la información necesaria para su evolución y desarrollo.  Y en cuanto a los racionales afirma: En la gradación de los seres vivos su perfección dependerá de que cuan cerca estén de su Creador. Es el primer Padre de la Iglesia en afirmar que los animales no-humanos poseen un grado de racionalidad fruto de la presencia del alma racional en ellos, es decir, la Inteligencia, es un asunto de percepción y desarrollo y no exclusivo de la especie humana.  La inteligencia asegura el empleo perfecto del Instinto en las especies llamadas inferiores.  Sus disputas con Pelagio y Arrío directamente abren para nosotros el espectro de la Gracia como Voluntad soberana de Dios para salvarnos. Es aquí patrimonio indiscutible entre las iglesias de tradición católica y las protestantes históricas. Es pues, importante que distingamos entre las verdades acuñadas en nuestra catolicidad y las praxis de eventos y fenómenos de Fe copiados de Roma, una cosa es la catolicidad de la que hacemos parte y otra muy distinta las enseñanzas romanas que no son autoridad en la catolicidad, y doy como ejemplo el primado papal.

 La influencia de Agustín continúa manifestándose en la producción teológica tanto de la catolicidad como de las grandes protestantes. Es simplemente recordar que su presencia fue definitiva para la construcción doctrinal del presente lo que no implica que no se haya equivocado en algunas apreciaciones como es lógico en su momento concreto. La discusión que el abrió permitió superar temores y ver con claridad el panorama antropológico donde el dogma  se afincaba y revelaba como disciplina de la Iglesia. Agustín nos enseñó la necesidad tanto de la Fe como de la Razón, no en balde afirmó antes que nosotros: Que la razón someta a su análisis lo que creemos con el corazón como reza en el trípode de nuestra Fe. Logró desligar el mal de la Identidad esencial que muchos creyentes creían sobre su influjo. Le restó poder al mal y lo sometió al imperio de Dios dejando claro que no hay nada por  sobre su Soberanía. Su perspicacia sirvió para agudizar la necesidad de la Ciencia en la Fe y su aporte investigativo bajo modelos que hoy todavía están vigentes. Solo citaré como ejemplo a Bacon y Descartes cuyos modelos son eminentemente agustinianos siendo pionero el Hiponense en la Duda como método. Gracias a ubicar a los Universales en la mente de Dios su Nominalismo (moderado) nos permitió decir: Dudo de una cosa, pero no puedo dudar de que estoy dudando. La duda esclarece la verdad y sus argumentos discutidos bajo el método o teoría del conocimiento, una determinada epistemología.

Es necesario reconocer que la historia de la Iglesia se vincula también a los imaginarios e idealismos políticos, para ellos encontramos la idea platónica y aristotélica sobre el Estado como ente de gobierno y el colectivo bajo su autoridad. El Idealismo Político agustiniano contenido en la Ciudad de Dios nos abrió la posibilidad para el establecimiento de la Utopía obra cumbre de Tomás Moro  y que fue replicada por el italiano Campanella en su obra “la ciudad del sol” un sistema ideal de gobierno del que solo citaré: De las leyes injustas está ausente el pueblo. Y sin duda el Hiponense se centrará en las palabras de Pablo y el Evangelio de Juan sobre la Autoridad constituida o así percibida en el pragmatismo de la cosa política (Juan capítulo 18 versículo 33 y 1 Timoteo capítulo 2 versículo 7). En la época del Imperio romano al que asistió el Hiponense estaba activa la concepción de los dioses en la vida política del pueblo y solo para ilustrar citaré la Triada Capitolina  compuesta por una trinidad de dioses o deidades (Júpiter, Juno y Minerva).

“Interpretando la concepción de Moltman  sobre la Teología Política diremos que este Autor del Siglo XX   aborda la idea del Futuro como una categoría y Paradigma  a la  vez, es decir, Dios rompe con el Tiempo tanto Pasado como Presente y es la revalidación de nuestra aproximación al Futuro, es la vivencia de la Trascendencia para llevar precisamente su Esperanza. Es la misma noción del Resucitado que en la Cruz reivindica la Humanidad y la saca de su Realidad de muerte y destrucción, es la Potencia de la Historia en manos de Yahvéh… De esta forma la lucha es y será contra la desesperanza y la desazón de la Pobreza y la injusticia y todas sus categorías alienantes.

·        El Acontecimiento de Jesús  está al lado de quienes son víctimas en la Sociedad, los enfermos, pobres, desamparados,  y todo tipo de personas que sufren y hacen del dolor una constante experiencia incluso de privación. Es el lugar que el propio Cristo ganó en favor de un orden Justo y Humano. Esta serie de reivindicaciones en  manos del Salvador son claro Signo de su Reino y de los valores sobre los cuales descansa el ejercicio de Justicia cristiana en la Sociedad que está necesitada del Amor y Compasión por el otro y la otra” (El anterior párrafo corresponde a mi  ensayo sobre “teología política” que publiqué hace unas semanas)…

Agustín asume la relación de la política y reclama un modelo  político sujeto al Evangelio, su idealismo sin duda lo conduce a un sin saber a lo que posteriormente llamaremos idealismo político tan de moda durante el Renacimiento. Recordemos una vez más su obra “Ciudad de Dios” la Civitas Dei nos habla de una ciudad en el cielo y otra en la tierra, su aporte es en orden a la concepción teológica de la historia y como la relación del ser humano con Dios define este orden y su contenido estructurador de Justicia, Gracia y pecado. El paradigma político enunciado corresponde a la primacía de la verdad como revelada y concatenada en el escenario de lo político. El modelo de Estado que sugiere la Utopía es idealista exacerbadamente considerado y desproporcionado que no se compadece de las relaciones y vicios políticos. Que no está directamente relacionado con las posibilidades de un sistema sostenible y realizable. Solo diremos que sobrevive la necesidad de la justicia como el eje relacional de los estados y sus gobiernos. Agustín aterriza en la necesidad de la presencia de Dios que hoy traducimos en los lineamientos de un Estado respetuoso y coherente con el ciudadano y la defensa al igual que la   promoción de sus Derechos y Deberes, es decir, antropizar el Estado implica resurgir un orden de Justicia y Equidad dinámico y concreto. La Justicia como factor vital de la supervivencia de un Estado justo y verdaderamente Pluricultural implica más que elecciones y sufragio universal, también necesita copiosas dosis de participación de todos los estamentos y tejido social en su estructura y toma de decisiones. Vivimos en sistemas que se representan a sí mismos y no a las mayorías creando una especie de casta política que cada 4 años se reparte el poder y como profecía bíblica, al pueblo, la inmensa mayoría solo le tocan migajas (la ciro-fenicia) . Parece que el estado habitual de los más pobres sea la ignorancia que los convierte en un poderosa masa que justifica su poder político y económico, se han creado imaginarios  tan poderosos ante la ausencia de justicia social que muchísimos creen que su condición ideal es la pobreza y no la promoción humana. El antropocentrismo político fue cambiado por el Ego-centrismo político lo que implica culto y autoridad personal y no institucional. Lo político se transformó en dogma y los partidos políticos son los infalibles que actúan según ellos en nombre de los pueblos pero no erradican la miseria el más grave factor de la corrupción política. No es muy conveniente el idealismo político sino logramos aterrizar algunos de sus postulados en actitudes concretas tanto de quienes gobiernan como de quienes los eligen. Para concluir diremos que la justicia política es realmente una necesidad y que sin su praxis el tercer mundo se convertirá en el “cuarto”…

La espiritualidad agustiniana está marcada por el aterrizaje de las emociones en el contacto de lo espiritual. Esta aseveración implica madurez  en las manifestaciones espirituales. La dinámica es ampliamente concienzuda y por qué no liberal. Agustín resume su Espiritualidad  en argumentos y terminología como:

·         La Fruición. A pesar de ser un concepto neoplatónico empleado especialmente por Plotino y que en términos del Hiponense se remite a la posesión y disfrute de lo más elevado concretizado en el Amor de Dios.
·         El Deleite. Lo que implica las gracias de disfrutar de la Fruición en la espiritualidad de los creyentes.
·         Hermosura y belleza… Términos que  sublima en relación con la verdad y el amor totalmente otros de Dios y que por su misericordia nos ofrece.
·         La Iglesia. Agustín la considera como nuestra madre espiritual, de allí que la tenga como el fundamento de la evangelización y misión, una de sus oraciones resume la expresión que por demás es muy osada para su época: Creo en Cristo y en su Evangelio porque me lo enseña la madre Iglesia. Reconoce su maternidad particularmente en cada uno de los bautizados.
·         Dios es Padre y la Iglesia es Madre.
·         Pienso en mi precio. Se refería al sacrificio de Cristo por nuestra redención y el compromiso de vivir según el costo de la salvación.
·         Ama y haz lo que quieras. Solo el amor nos deja en completa libertad de acción cuando media en todo lo que hacemos la Fe, Esperanza y Caridad.
·         Cristo pan de vida. La Eucaristía o Misa es el fundamento de nuestra espiritualidad y el mayor de los alimentos espirituales.

·         Cristo Maestro Interior… Merece un comentario muy especial la dinámica espiritual en la que interpretaba Agustín los acontecimientos y como relacionarlos con la Economía salvífica y/o la historia de salvación personal. Cristo presenta al Padre cuanto somos y vivimos incluso por su Encarnación desde antes de nuestra presencia en el mundo. Las palabras son potenciadas y allegadas al cielo delante del Padre Dios. Cristo como Verbo Eterno conjuga el sentir de los bautizados y hace inefables nuestras oraciones delante de su Padre Dios y el Espíritu Santo.  El Maestro Interior acompaña y potencia igualmente todas las acciones litúrgicas de la Iglesia y la asamblea.  La espiritualidad agustiniana es actual en cuanto a la relación de los bautizados con la Iglesia y su Señor. Las tendencias de espiritualidad modernas han perdido peso en cuanto a la reflexión y la contemplación, ahora se busca la instauración de fenómenos de espiritualidad prácticos y llenos de inmediatez. La presencia de Dios se desea vivir sensitiva y supeditada a la praxis de cada cual. La oración ahora despierta más reflexiones y expresiones al exterior del creyente y menos agudeza en su interior donde se deben producir los conceptos y los frutos de una auténtica madurez espiritual. Agustín permaneció fiel a la exposición de los contenidos litúrgicos de la Iglesia y vio en su praxis la posibilidad de crecer y madurar la Fe en toda expresión Cristocentrica.

·         Romanos capítulo 13 versículos 13-14. Cuenta en sus confesiones como estaba reunido en un solar de Hostia tiberina (Italia) en compañía de sus amigos más cercanos Alipio y Posidio, cuando escuchó una cantinela infantil en la calle de aquel lugar: Toma y Lee o Tolle et lege. Tenía en sus manos las cartas Paulinas y justo abre en la cita antes mencionada de la Carta a los Romanos. Lo que sucedió lo definió como la “purga del alma” donde se confrontaba su vida anterior y la verdad que el reconocía había llegado a su existencia.

Tomo como referencia para ampliar esta reflexión las palabras de un  historiador agustiniano Fray. Victorino Capanaga.


“En el mismo programa agónico entra la exigencia fundamental
de la katharsis, no sólo de la filosofía platónica, sino también de
la revelación de la Biblia y del episodio de la conversión con la
lectura de San Pablo (Rm 13,13-14): «No andéis en comilonas y
embriagueces, en torpezas y deshonestidades, en reyertas y
envidias, sino revestíos del Señor Jesucristo, y no os deis a la
carne para satisfacer sus apetitos» 9. He aquí la fórmula
completa de la nueva espiritualidad cristiana con una doble
pedagogía negativa y positiva, de vacío interior y de plenitud
por la gracia de Jesucristo. 

Expresa la misma idea en este lugar con lenguaje más
figurado y bíblico, comparando su hambre interior con la
saciedad del presente: «No quería ya enriquecerme en bienes
terrenos devorando el tiempo y siendo devorado por los
tiempos, pues en vuestra eterna simplicidad tenía otro trigo,
vino y aceite» 10. 

Con estos manjares clásicos y litúrgicos, propios, sobre todo,
de los hombres del Mediterráneo, designa la nueva riqueza de
que se hizo dueño. 

El convertirse no es sólo vaciarse y quedarse interiormente
hueco y famélico, sino llenarse de manjares eternos que nutren,
iluminan y deleitan, como el fruto de la oliva, de la espiga y de la
vid. La espiritualidad debe dar alimento, luz y alegría al espíritu”. 


CONCEPTOS  AGUSTINIANOS  COMUNES.


·         Las Sagradas Escrituras son determinantes en la construcción doctrinal de la Iglesia y deben sus enseñanzas ser plasmadas para  todos los bautizados.
·         La Gracia expresa la Soberanía de dios y su Voluntad. No hay nada en nosotros que posea mérito alguno más allá del Amor de Dios.
·         El Libre Albedrio es una cualidad de nuestra condición humana pero por si solo no implica la perfección de nuestras decisiones o actuaciones esto solo se logra gracias a la presencia de Dios en nosotros. El Cristo se afinca nuestra verdadera libertad
·         La Virgen Madre lo fue en su corazón y luego en su vientre.
·         Todavía es materia de discusión su postura sobre la procedencia de las fuentes de los evangelios. Aduce que  Mateo origina a Marcos y juntos a Lucas es una postura sobre los sinópticos que no implica disparidad esta simplemente  abierta a discusión sin olvidar las fuentes comunes y la misma fuente “Q”.
·         El Sacramento del Orden, el Santo Bautismo y la Confirmación, imprimen carácter, es decir, no se repite su administración o confección en la misma persona.
·         Cristo Maestro Interior fundamento de nuestra espiritualidad.
·         Sobre la administración de recursos personales y eclesiales que llamamos mayordomía: Pídeme Señor lo que quieras y dame lo que me pides. No es más feliz quien tiene mucho sino quien necesita poco.
·         La creación es en sí un acto de la Voluntad de Dios quien sacó del no ser lo que existe.
·         Materia y tiempo como movimiento existieron desde el comienzo a la par.
·         La verdad habita en el interior del ser humano donde Dios se revela.
·         El Amor es la Imagen y Semejanza de Dios en nosotros.
·         El mal se puede dar en el ser aunque no sea esencialmente parte del ser.
·         Prueba Psicológica de la SS. Trinidad.
·         De las leyes injustas estará ausente el pueblo.
·         Ciudad de Dios o modelo político idealista.
·         Origen  y enunciado primario de la Duda como teoría del conocimiento.
·         La Fruición como el deleite de la presencia de Dios en nosotros.
·         Sobre la Trinidad afirma que según las Escrituras el Hijo recibe el Ser por parte del Padre y que del Padre no se predica similar condición.
·         Que la igualdad entre el Padre y el Hijo no se puede comprender sino desde Dios mismo ya que los ejemplos humanos son imperfectos.
·         Igual se predica del Espíritu santo quien procede del Padre (Principal) lo que no implica inferioridad como tampoco al asegurar que procede de Entrambos (Padre e Hijo). Aunque las misiones del Hijo y del Espíritu Santo se repitan constantemente.  

·         No se puede concretar, sin temeridad, cuál de las tres personas se apareció a los padres y profetas. No se puede determinar, a no ser que el texto lo indique, si fue el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo; o si unas veces se apareció el Padre, otras el Hijo y algunas el Espíritu Santo; o, finalmente, si se manifestó el Dios único, sin distinción de personas, es decir, la Trinidad… Este trozo fue tomado del Libro II de Trinitate. Para esclarecer su percepción de las misiones  divinas en el A.T.

·         A propósito... El mismo Verbo de Dios se hizo carne, es decir, se hizo hombre, sin que se haya transformado o convertido en aquello que se hizo; y de tal suerte se encarnó, que en él se encuentra el Verbo de Dios, la carne del hombre y alma racional del hombre; y esta totalidad se llama Dios por [ser] Dios y hombre por [ser] hombre.  La diferencia entre esta Epifanía del Verbo y la del Padre (la voz) y las del Espíritu Santo (paloma, lenguas de fuego) es grande. En éstas no se da como en la Encarnación la unión con la persona. Las epifanías del Nuevo Testamento muestran tres verdades fundamentales: que "la Trinidad, inseparable en su esencia, puede manifestarse separadamente en la criatura sensible", y que en estas manifestaciones la acción de la Trinidad se da indivisamente. Cada una de las personas -según San Agustín- se puede manifestar personalmente. Así ocurre en la voz del Padre (Bautismo y Transfiguración), en las apariciones sensibles del Espíritu Santo (hálito, fuego, paloma) y en la Encarnación del Hijo. Sin embargo, toda la Trinidad actúa inseparablemente: La Trinidad inseparablemente ha operado la voz del Padre, la carne del Hijo y la paloma del Espíritu Santo, refiriéndose cada una de estas realidades a cada una de las personas. Por este ejemplo se conoce cómo la Trinidad, inseparable en sí misma, se manifiesta separadamente por la forma visible de la creatura, y la operación inseparable de la Trinidad está en cada una de las cosas singulares que se dice manifestar propiamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Trinidad en el N.T. Su obra De Trinitate fue escrita entre los años 399 y 419.

El texto citado de Trinitate deja entrever las operaciones simultáneas y similares de la Trinidad Inmanente que se manifiesta en la Trinidad Económica. 
·         Para entender debemos creer.

Análisis del pensamiento agustiniano sobre la Trinidad Divina.

·         Emplea para hablar de la Trinidad y sus Procesiones los términos: Esencia, Sustancia, Naturaleza, Persona, Procedencia, Igualdad, Identidad, Amor, Unidad, Relaciones, Entrambos (Padre/Hijo), Paráclito, Consolador, Verdad, Personalidad, Mente, Potencias, Imagen. La posibilidad el andamiaje agustiniano sobre la Trinidad se confecciona a partir del reconocimiento que hace sobre la Revelación Escrituristica y el misterio Trinitario. Agustín asume con absoluta claridad que la esencia de Dios y su Persona no es la misma que se expresa en la forma como la Creación y el ser humano existen. Aunque llamemos persona al ser humano sin duda lo hacemos en la única perspectiva posible tanto su naturaleza singular como su modo racional y afectivo de existir como la conciencia de ser. Somos una vez más por definición Imagen de Dios que se queda en nosotros por la creación y generación de la vida. Es una Imagen necesaria para Ser y existir, no es una Imagen realizada por la transmutación de nuestra esencia humana con la divina. Agustín aporta al dogma Trinitario su claridad para observar desde la revelación Escrita (Biblia) las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y como define el ser Persona y sus atributos y ciertamente que no hace enunciado o predicado de la simpleza de Dios como Sustancia y Esencia. Une su reflexión al Amor que encuentra en estas relaciones eternas. En nuestros estudios sobre el pensamiento del Hiponense podemos descubrir o mejor aún percibir que Agustín  se retrae un poco de hablar sobre las diferencias de las Personalidades Divinas y asocia el todo Trinitario en sus expresiones. Dios no solo es Padre/Hijo/Espíritu Santo. Es una maravillosa realidad que se expresa en absoluta Unidad de Personas y diferencias sustanciales de sus Personalidades. Sus concepciones son sin duda Pre-calcedonienses (Concilio de Calcedonia año 451). Es clave en su Fe las misiones de la Trinidad las que identifica tanto Ad-Extra como Ad-Intra,   y en esas relaciones reconoce también la Hipostasis que se  sintetiza con la Encarnación.

Hay que reconocer que sus definiciones sobre la Persona Divina es un tanto débil pero lo compensa no hablando de cómo se define el Ser Persona Divina sino como la Persona de Dios se relaciona con su obra o creación. Para contextualizarnos llama al Espíritu Santo “El Reconciliador” y el “Dedo poderoso de Dios”  porque expresa que la misión del Espíritu de Dios es precisamente en el bautismo la reconciliación entre Dios y el creyente.  Da luz sobre el Inicio salvífico encaminado por el Pacto Bautismal. Reconoce la absoluta Bondad de la persona humana y acude a las potencias del alma para dar una sencilla analogía sobre el Ser de la Trinidad Inmanente (relaciones de las Divinas Personas). Llama al Hijo en estas relaciones el enviado del Padre, de su misma Sustancia junto con el Paráclito. Emplea también las Causalidades para hablar tanto de la Creación como de la Salvación (Eficiente, Formal, Material) y como pocos PP de la Iglesia introduce en este escenario Trinitario a la Iglesia a la que llama  hija de Dios. Tres Divinas Personas, más que para comprender, para amar y callar. Estas palabras son en síntesis su mayor comprensión del dogma Trinitario. A Dios no le conocemos, es el Subsistente por antonomasia, no podemos decir como es Dios pero si lo que Dios hace que en últimas nos dice lo que revela de Si, Dios es Amor.

Las relaciones de Dios Ad-extra manifiestan el vínculo del Hijo y su reconocimiento en nuestra Salvación. Si hay un Hijo es porque hay un Padre y si hay un Espíritu Santo es porque tanto el Padre como el Hijo se aman y amarse significa entrega y perfecta donación. El Amor de Dios (Trinidad Inmanente) es eterno porque eternamente se aman por los siglos sin fin. En cuanto al misterio de la revelación Trinitaria y la mente analítica del Hombre conviene decir que el Hiponense caminó por la ruta de la reflexión constructiva al asumir que la persona humana estaba destinada como por una muy particular analogía a la unión con lo trascendente y que la presencia de Dios era claramente salvífica y solo por Amor y absoluta Soberanía de la Trinidad.   Es necesario que nuestra reflexión deje campo a la meditación. El Amor de Dios esencialmente nos comunica su Gracia y Voluntad, solo es clave comprender que lo que Dios ama lo conduce a su presencia porque en Dios no hay sino Amor, la imperfección y el pecado son ajenos a su Ser perfectísimo.  La estética de Dios es el Amor y el fin último de nuestra existencia es realizar y hacer vivido su amor… El Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti, y nuestro aporte es precisamente hacer posible la experiencia o los hechos de Amor que materializan la Bondad de Dios en nosotros.  La capacidad de optar se centra en la Gracia que la ilumina pero no restringe. La construcción de nuestra dialéctica in-culturizada en esta latitud y época sin duda es una necesidad para aterrizar bajo figuras cognoscibles nuestra Fe y su experiencia. La fenomenología que compartimos con los PP. De la Iglesia es indeleble y su rastro no puede perderse en el tiempo sería tanto como perder la información genética de nuestros padres y ancestros. No olvidar nunca que somos frutos de estos esfuerzos por vivir desde la perspectiva racional lo que creemos con la fuerza del corazón y que así materializamos.  El aporte agustiniano viajó por estadios de evolución hasta legar a nuestro presente y nos relata desde esta posibilidad la experiencia de Fe de este hombre.

 Su antropología es fiel muestra de las huellas del Creador y la sublimación de nuestra naturaleza, la misma que deriva del Amor de Dios Trinidad. Es pues importante  asumir el reto de cultivar la academia que es propia de la Luz  e Inteligencia que Dios dotó a nuestra especie. El conocimiento es también signo de la inquietud de nuestra Fe. Nuestra Fe es dimensionada, antropizada y sociológicamente hablando plantada en la historia y el devenir de la especie humana. Es una maravillosa oportunidad de trascender y afirmar la Soberanía de Dios y el poder de nuestro intelecto el mismo que expresa armoniosamente nuestra relación y el principio de nuestra espiritualidad.  No olvidemos que Dios se deja encontrar para quienes le buscan con sincero y humilde corazón. Agustín vive una Mística  bien particular ya que la supedita a su trabajo académico que es una materialización conceptual de lo que él cree y vive en perspectiva salvífica. La reflexión teológica es también un camino necesario que por analogía conduce al Dios vivo.

Reconoce que la historia como sucesión de eventos humanos está identificada también por momentos salvíficos en los que interviene Dios. Que nada de lo vivido puede ocupar categorías fuera de nuestra percepción y de la Gracia de Dios en Cristo. La humanidad es reflejo de la Misericordia de dios hecha carne y no es de otra forma pues por cada uno de nosotros Cristo opera la salvación. Nosotros somos una muy elaborada hipostasis de momentos y recuerdos como también de acciones y decisiones en la Fe. Todo sea para la Gloria de Dios Trinidad, Tres Divinas Personas para amar y callar antes que conocer y comprender…

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