viernes, 30 de junio de 2017

PRIMERA PARTE SOBRE LOS CARISMAS PAULINOS...

ENSAYO  SOBRE  LOS  CARISMAS  EN  LA  DOCTRINA  PAULINA… (Primera Parte).


FENOMENOLOGÍA  DEL  PROBLEMA.



Pablo  concede gran importancia a los Carismas en la vida del bautizado. Este nombre proviene del griego y básicamente traduce “don, agradar o conceder” y en cualquier concepción eclesial, particularmente histórica los carismas son de utilidad comunitaria reconociéndolos como parte activa de un ministerio o servicio en la vida eclesial. En cuanto a la dificultad de asumirlos  sin duda se debe a que los carismas pueden identificarse con dones naturales de la persona humana que sobresalen en su accionar o convivir. En cuanto a su dinámica eclesial basta con saber que operan como   gracias especiales que son concedidas por Dios en el conjunto de un proyecto de vida. La Personalidad posee atributos propios de su Psicología lo que implica el acertado empleo y cultivo de estas cualidades. Pero en la referencia eclesial sabemos que son signo inequívoco de la presencia de la Gracia convertida en Historia Personal de Salvación que dispone a quien los posee para los fines de su consciente trascendencia. No es posible ver los carismas solo con fines utilitarios preferimos verlos como signo de la Gracia que Dios irradia en el alma del bautizado… La definición latina es más aproximada al vínculo relacional eclesial y a la persona en su Inmanencia como tal porque describe  la presencia de la Gracia al llamar al Carisma Gracia o Charismatum. En cuanto a la  palabra tengamos muy presente que el ejercicio gramatical  trasciende hasta constituir en si una dinámica eminentemente relacional ya que como fenómeno el Carisma sin distingo de sus cualidades o propiedades desarrolla una hipostasis funcional, definiendo el contenido y manifestación de sus cualidades.  La construcción de la realidad eclesial necesita de los carismas como los conectores con los valores hasta el momento solo Ideales pero que en el Carisma se constituyen  en realidad cognoscible porque también ellos son Intelectivos como quiera que los experimentemos  y no solo los intuimos como una propiedad de nuestra Personalidad y su Inmanencia. Todo lo anterior para decir con certeza que los carismas aterrizan en el fenómeno llamado existencia y que la persona los vive solo en la medida en la que toma conciencia de su presencia e importancia. La construcción social reclama de los actuantes compromiso y dedicación la misma que necesita un obrero como un estudiante, un deportista, como un científico, es decir, sin carismas la existencia humana estaría condicionada a fenómenos predecibles solamente y  no habría espacio para la creatividad. Su fenomenología busca humanizar las acciones y comportamientos como las costumbres y no debemos confundir una persona con Carisma de una Carismática. La distinción en cuanto a la funcionabilidad se da teniendo presente que el Carisma es fruto de la Gracia y el Carismático es quien explota o emplea estos dones a él concedidos. También en la Psicología encontramos que muchas veces los carismas no son tal y simplemente asistimos a comportamientos ególatras que subliman solo las cualidades humanas de los individuos. Pasa a diario con las personas del mediático mundo del Cine y la Música como sus seguidores desarrollan verdaderos cultos a la persona y suponen que sus cualidades tan de ellos y de todos son en sí superiores concediéndoles un Plus que en realidad no poseen. Esta postura es de corte Socrática al suponer que por estar inmersos en el mundo del espectáculo son incluso físicamente superiores. La moralidad de estas  afirmaciones desborda la naturaleza relacional de los dones naturales y los convierten en gracias solo reconocidas en estas personas.  Es interesante como la antropización del Carisma puede desvirtuar la presencia de Dios y su Gracia y remitirnos a una mera indicación natural. Teológicamente definiendo, nuestros primeros padres creados en Gracia poseían los Carismas y dones adornados por la Gracia y los empleaban perfectamente (dones preternaturales). No nos confundamos  puesto que la Gracia y solo ella puede materializar el Carisma pero es difícil definirlo y sobre todo humanizarlo en la praxis de nuestras acciones y comportamientos. Tenemos una gran dificultad y es precisamente que la forma de la realidad que vivimos o Forma Mentis no puede ser estereotipada y afirmar que tal o cual Carisma responde de esta o aquella forma.  La Realidad como tal la estructuramos a partir de nuestras percepciones en un mar de acciones y concepciones tanto subjetivas como objetivas. La percepción de nuestro entorno requiere siempre de gracias especiales para su vivencia e interpretación, de lo contrario es imposible suponer con éxito que la realidad es configurada solo desde la perspectiva de cada individuo. El Fenómeno en el que se convierten nuestras acciones están adornadas de Carismas pero sin que con ello implique siempre la absoluta conciencia o voluntad de emplearlos en todo su esplendor. Nuestros carismas son muchos y muchos más llegaran a nuestras vidas pero la conciencia de su presencia debe ser desarrollada y articulada a nuestra realidad de Fe. La metáfora de la “mina de diamantes” aplica perfectamente “sino cavamos nunca encontraremos la riqueza que en ella está sepultada”… Es pues necesario que el Fenómeno sea aterrizado y convertido en una experiencia perceptible de tinte Intelectiva. Puntualizando diremos que los Carismas se mueven en:

·         Son un don de Dios.
·         No pertenece a la persona que lo recibe.
·         Son intransferibles.
·         No se heredan.
·         No se ganan.
·         No se venden.
·         Son  de servicio.
·         No son exclusivos.

El problema  de su fenomenología es  evidente pero también lo suficientemente claro para que no perdamos la perspectiva de su presencia en la vida de los bautizados. Una presencia que emana del propio Dios como signo de sus operaciones Ad-Extra de la SS. Trinidad. Los carismas sellan la relación de Dios con la humanidad, la misma que se particulariza e individualiza gracias a su Amor y Misericordia.  El Apóstol Pablo como ninguno otro  se adentra en la consideración de los Carismas y encontramos una muy particular forma de referirse a ellos. Pablo deja claro que los carismas son reconocidos por la naturaleza de sus operaciones. Abordamos la Fe, Esperanza y Caridad (Primera Carta a los Corintios capitulo 13 versículo 13). La Iglesia primitiva ve en los carismas la presencia de Dios que los concede para su consolidación, es para ellos, una instrumentalización de los dones concedidos a la persona Creyente. Pablo toma una aproximación bien interesante al definirlos solo en la perspectiva de su praxis. La identidad de los carismas  se da en si cuando estos son materializados por el bautizado.   La vida de los carismas expresa su contenido en la conjugación de la acción a la que su naturaleza se ve abocada, es decir, la presencia del Carisma es relevante en la acción y cotidianidad de los creyentes. El acceso racional de la vida del ser humano se manifiesta con formas aproximativas de esa misma inteligencia, así son y actúan nuestros carismas, siempre unidos a nuestro uso racional e intelectivo… El don de lenguas reconocido entre los bautizados es para Pablo consecuencia de la presencia  del Espíritu Santo y la necesidad de Antropizar el mensaje que desea comunicar tanto a la persona como a la Asamblea. Pablo ve más allá del solo poseer o compartir esa cualidad espiritual, la está remitiendo a la vida testimonial y paradigmática del bautizado. Los dones de Dios no son nuestros ni por merito ni por naturaleza, pero si podemos decir que los dones se sirven de nuestras características y atributos para ser comunicados y sobre todo instrumentalizados en el crecimiento espiritual del Creyente. Todo Carisma posee una serie de cualidades que se acercan a nuestro ejercicio intelectivo como señalaremos:

·         Los carismas poseen estructura.
·         Los carismas instrumentalizan nuestra racionalidad.
·         Los carismas son tanto reflexivos como dinámicos.
·         Son operacionales y  expresan también la estructura de  Fe de quien los comparte con los demás.
·         Los carismas establecen un principio dialectico entre el portador y el oyente.
·         La comunicación generada por la praxis del Carisma debe ser clara y sin pretensiones más allá de lo que expresa la Fe.
·         Sin excepción sirven a la vida de la Iglesia.
·         Los carismas determinan el estado espiritual de una Congregación o por el contrario son manifestaciones aisladas de la voluntad influenciada del bautizado que cree estar llamado a vivirlos sin que antes medie una profunda espiritualidad.
·         Sin Fe no hay carisma.
·         El Amor es el sentido y relevancia de todo Carisma sin importar su explicitación en la conciencia religiosa del bautizado.

En cuanto a otros fenómenos  asociados encontramos la GLOSOLALIA que como lenguaje ininteligible puede ocupar el lugar de este Carisma y confundir a quienes lo escuchan en el contexto de una Congregación. La mente posee canales de expresión que son fácilmente empleados por una persona en un estado alterado confundiendo la realidad con lo que expresan sus temores o imaginarios. La Iglesia debe educar a sus feligreses sobre las gracias que estos reciben y como deben ser el reflejo de una vida espiritual madura y absolutamente bien intencionada. Las expresiones exteriores en si no condicionan el alcance de los dones de Dios al ser humano. Las expresiones por otro lado,  si pueden  condicionar la relación de los creyentes. Según este fenómeno surgen muchos interrogantes y uno de ellos es de carácter vinculante con la percepción del Creyente cuando está inmerso en un medio religioso o evento de esta índole. Es “normal” que cuando se está en oración los estados de conciencia se alteren y sean también movidos por una gran dosis de subjetividad, y si un persona está orando acompañada el Colectivo que hace lo mismo influye en el escenario y por ende en la respuesta del Creyente… Nos preocupa que sectorizamos el mal como expresión limitante y justificante de actitudes y comportamientos humanos. Al punto de  literalmente creer que el mal se reúne con nosotros cuando adoramos al Todopoderoso y que incluso el diablo (antropización del mal puro) solo acude a nuestra dirección. No podemos permitir que los fenómenos asociados a problemas emocionales, personales, familiares, sociales, sean “tapados” por estas manifestaciones de mal. La educación en la Fe y en los carismas de la vida espiritual sin duda pueden ayudarnos a actuar con rectitud y a identificar los móviles que se expresan en la vida de nuestros feligreses,   no estamos desconociendo que Dios se manifiesta a Voluntad pero desafortunadamente nos hemos vuelto en recurrentes frente a situaciones de este tipo y sus implicaciones son graves para la madurez espiritual del bautizado, que en ultima es lo que producen los carismas madurar nuestra Fe. Nuestra Alteridad de Fe se proyecta fácilmente en quienes están a nuestro lado lo que implica la posibilidad de ejercer influjos de naturaleza positiva o todo lo opuesto. Pablo sin duda se preocupa por el crecimiento y madurez de la Iglesia, así como por el aprovechamiento de la Gracia en todas sus formas. De sus palabras concluimos que observa en los carismas un principio que relaciona la vida del bautizado con la Iglesia y como este Creyente puede crecer en ambas direcciones. Los carismas son en sí una bendición y todos conocemos que no es posible la existencia de una bendición sin una finalidad de verdadero provecho. Los carismas como fenómeno aterrizan entre nosotros cargados literalmente de esas maravillosas cualidades del Amor de Dios. El Amor en el Carisma supera nuestros primitivos estadios emocionales de exclusivo Amor personal para convertirse en prueba del Amor por el otro y su circunstancia. El Carisma Paulino (descrito por Pablo) se centra en la vida eclesial y lo identifica como una fuente que irradia luz en la vida de la Iglesia. Pues siendo el carisma Amor sin dudarlo nosotros estamos seguros que explicita el Amor de Dios en cada corazón Creyente… Dios Santísima Trinidad se hace presente en nosotros por Amor y ese Amor maravilloso lo hacemos parte de nuestras vidas en el ejercicio maduro de nuestros carismas. Los carismas trabajan por estructurarnos para que nosotros por su influjo superemos cualquier condición de pecado que sobreviva en nosotros.





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