SEGUNDO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año A. Génesis capitulo 18 versículo 1-15. Romanos
capitulo 5 versículo 1-8. Mateo capitulo 9 versículo 35 y capitulo 10 versículo
8.
El Texto del Génesis tradicionalmente ha sido interpretado como una
referencia pre-figurada de la Trinidad
Divina, así algunos PP. de la Iglesia lo indican en sus reflexiones. Nosotros
miramos en esa y en otras direcciones como quiera hace mención a las promesas
que Dios hace a su siervo. Las promesas están enfincadas o enraizadas en la
generosidad de Dios que prevé las necesidades fundamentales de quienes acudimos
a su Amor. Las figuras recurrentes de
este relato nos ubican en una especie de Rito
de Acogida pero también muestra algunas coincidencias con
un sacrificio ritual como sucederá según
el orden cronológico descrito por el Éxodo y los otros libros del Pentateuco. Los
elementos ofrecidos por el Patriarca Abraham se refieren a una ceremonia de sacrificio y/o Acción de gracias
por la visita de los personajes que en algunos momentos el Texto los presenta
en singular y otros en plural. Lo
importante para nuestra reflexión es descubrir como Dios se hace presente en la
vida de los bautizados y concede lo que es fundamental y vital tal como
aconteció con su esposa Sara. Ellos esperaran el nacimiento de su hijo Isaac. La respuesta de Sara es común entre los
Creyentes, el dudar del Poder de Dios implica la necesidad de profundizar en la
espiritualidad y reconocer la relación estrecha entre Cristo y los bautizados.
Las obras de Dios no se miden en cuantías absolutas sino en la fuerza como
calan en nuestros corazones para no salir de allí jamás. Sara simplemente le dio rienda suelta a sus sentimientos
los mismos que la abrumaron al negarle la vida la posibilidad de ser Madre
asunto fundamental para una mujer en su época. Recordemos que una mujer casada
sin hijos era considerada “maldecida” y no podía aportar a la vida agrícola de su
familia puesto que los hijos no solo trabajaban en las labores del campo sino
que protegían sus vidas y recursos. La Maternidad
era pues asumida como la realización plena de la mujer.
Pablo
a
diferencia de Sara enfatiza en el poder de la Fe como fuerza que se agrega a nuestra
justificación. Sin Fe la Gracia no podrá operar en nosotros. La Fe se
constituye en la facilitadora de las estructuras redimidas de la humanidad. La
Fe nutre nuestra Esperanza. Todos los bienes escatológicos son aguardados desde
la espera confiada que la Fe da a nuestras vidas. La vida del bautizado se debe
convertir paulatinamente en expresión de la Gracia y sus valores redimidos.
Pablo une esta propuesta con la presencia personal del Espíritu Santo del que
estamos seguros se manifiesta en nosotros. Los santos PP. Tienen una definición
o sentencia axiomática al respecto: No
podemos obrar nada bueno sin la presencia personal del Espíritu Santo en
nosotros. La prueba del Amor de Dios por nosotros es evidente al punto que su adorado Hijo murió y resucito
por cada ser humano. Pablo ve con absoluta claridad la presencia de Dios que es
en últimas quien da sentido y fundamento a nuestra Fe y todo lo que se deriva
de ella. La vida se hace nueva en nosotros y es la vida del Espíritu que actúa
vivamente en cada corazón. Nuestra futura Resurrección será gracias a la
presencia de Dios en nosotros por el santo Bautismo y la Gracia.
El Evangelio de Mateo, nos presenta en dinámica liberadora la obra del
Redentor y como el propio Señor se movía donde la necesidad del ser humano así
lo declaraba. Mateo presenta a Jesús en una actitud de profunda Solidaridad y
de paso marca la intencionalidad de su Ministerio público. La obra demanda una disposición
y entrega absoluta de su parte, así como Identificarse con cada una de las
personas en situación difícil. Jesús es el alivio y consuelo de todas y todos (versículo 35). En
el siguiente capítulo (10) versículo (8) ante la proximidad del Reino de Dios
que encarna en su Persona exhorta a los suyos a vivir como hijos de la promesa
y enfrentar cuanto está sucediendo armados por su Fe y Confianza en Dios. Jesús
recalca la gratuidad de estos dones recibidos y como la Iglesia en el futuro
los pondrá al servicio de los bautizados. El triunfo sobre los fracasos y la pérdida
de Esperanza será fruto de la Fe y completa Unidad Cristo-Creyente. No debemos
perder la paciencia ante las cosas negativas sino orar y redoblar esfuerzos por
imponer la verdad reveladora y liberadora de Dios. El amor de Cristo es tan
real como nuestra necesidad de estar a su lado. El pecado es un cruel “retardante”
del Reino de Dios y no por ello nos hará perder de vista la consumación de nuestra
existencia. Ahora las cadenas están menos estereotipadas por decirlo así pero
se camuflan con total facilidad haciendo ver su presencia como algo normal
fruto de los tiempos modernos. Paulatinamente el Dios Liberador es desplazado por muchos bautizados que se dejan
seducir por los encantos del mundo y como
están en el mundo creen que son permitidos o necesarios. Quien se une a Cristo
nunca podrá ser apartado de Él.
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