LA TRANSFORMACIÓN DE LA
PERSONA REDIMIDA Y
LA VIVENCICIA DE
LO TRANS-PERSONAL… Tercera
Parte.
El ser humano en todas
sus dimensiones se transforma y asume lo que esto implica. El bautizado cada
día que vive su experiencia con el Señor paulatinamente configura su vida bajo
el signo de su Gracia dando respuesta a su ser y entorno. La transformación es
necesaria puesto que bajo su influjo nosotros podemos abordar distintos
estadios de madurez tanto intelectual como afectiva y espiritual. Un ser humano maduro es aquel cuya
evolución no se limitó al dominio de su medio cultural sino que edificó para la
eternidad (perspectiva cristiana). La construcción de un entorno sano y
equilibrado es determinante para nuestra madurez. La madurez se expresa bajo el
signo de la experiencia. Encontramos algunos calificativos comparados:
·
Madurez
·
Evolución
·
Crecimiento
·
Estadios de humanidad
·
Afectividad
·
Racionalidad
·
Fe
·
Trascendencia.
Son
algunos de los elementos que se manifiestan por si solos cuando una persona es
consciente de su vida y Rol en la sociedad. La vida de nuestro espíritu es
indispensable como quiera que la posibilidad de la trascendencia cuente con
ello. La vida en términos biológicos
inicia con la unión o contacto de las células
masculinas y femeninas (ovulo/espermatozoide) asegurando que los Gametos (Gameto) sean de la misma
especie para conformar la fusión genética de ambos o Cigoto. En el instante mismo de la concepción de la vida. Sobre
esto hay muchas posturas en la vida eclesial y en las distintas culturas. Lo
verdaderamente importante es asumir que la existencia humana posee una
connotación tanto biológica como divina, solo así se convierte la vida en algo
verdaderamente sagrado y no se especula sobre su valía y dignidad… El objetivo simplemente se tocara a vuelo de pájaro estos aspectos de nuestra
genética. “La vida
personal comienza en términos de individualidad y persona cuando tenemos la capacidad de
romper el contacto con el medio, de recuperarnos para unificarnos” palabras de Mounier, quien percibe la realidad de
la existencia de la persona desde el dialogo consigo misma y su entorno
descubriendo la razón de ser de su existencia y por ende de su autonomía. La
conciencia de este despertar nos permite verdaderamente individualizar lo que
somos y creemos y articularlo perfectamente con lo que vivimos estableciendo un
punto de encuentro coherente que nos aproxime a la Unificación de nuestro ser.
La recuperación de nuestros postulados y primicias es clave para avanzar hacia
la conciencia de nosotros mismos y no solo desde la perspectiva de nuestra
persona sino desde el entronque con la Sociedad y Cultura que nos rodea. Nuestra
conciencia se articula y moldea dando espacio a otras y otros, en términos
evangélicos se equipara a la dimensión que siembra en nosotros el mandamiento Nuevo, que como plenitud de
la Verdad revelada alimenta nuestro poseer e inserción en la Sociedad… Bajo este
concepto antropológico de matiz trascendente también afirmaremos con Mounier
que la persona humana “es la llamada a
actuar por lo que es que por lo que dice o hace” no hay lugar para el
activismo mecánico de este Siglo (XXI) pero si decimos que por lo que somos
estaremos indicando la referencia segura de nuestra racionalidad y capacidad de
amar, estaremos manifestando la Identidad esencial de nuestra condición humana
y encaminada a la Salvación. El Ser formalmente y bajo sus atributos
Ontológicos dispone su existencia bajo la primicia Metafísica de contener en si
cuanto necesita para ser y existir, recordemos las palabras Paulinas: En Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hechos
de los Apóstoles capitulo 17 versículo 28) esta máxima nos sintoniza de lleno
con la existencia consciente de su destino como de su origen. El contenido de
Dios en nosotros, es decir, su Vestigia está a salvo en el ejercicio de nuestra
racionalidad, afectividad y dimensión emocional.
Nuestro encuentro con el Absoluto Subsistente (En términos latinos) es innegable y cada uno
de nosotros camina en su dirección. Solo Dios posee vida plena y siempre nueva
son sus cualidades relevantes a la hora de nuestro encuentro personal y comunitario.
Buscando una definición axiomática menos compleja diremos: Dios ES como DICE y HACE. Es nuestro modelo y buscamos unirnos con
su Gracia y Amor. La vida de la Iglesia como Institución de origen tanto Divino
como humano tiene la difícil misión de mostrar al Dios Vivo en el testimonio de su Fe que no necesariamente
plantea el éxito en el mundo sino en la fuerza de su ejemplo. Existe un sin
número de “Iglesias” donde el dinero está a flor de piel y ocupan escenarios
ricos y variados pero su testimonio no es sobrenatural sino de “éxito en los
negocios”. Nosotros somos testigos del triunfo de Cristo y su Amor en nosotros.
Somos por decirlo así luz de otros y otras y esa es la misión del bautizado.
El
materialismo como el espiritualismo son estadios de
inmadurez espiritual y el bautizado debe luchar para erradicarlos de su vida.
Estos elementos son signo inequívoco de arraigos culturales y experienciales
inmaduros en el bautizado. La única
forma de integrarnos es sin lugar a
duda su superación ya que de lo contrario sería imposible dar cabida a otras
personas y sus circunstancias en nuestras vidas. El individualismo se centra estrictamente en la persona y sus
necesidades sin involucrar conscientemente a otros en su proceso de vida y
madurez. El bautizado está llamado literalmente a vivir una especie de TRANS-PERSONALISMO que le permita superar las individualidades
que lo atan a solo ver y considerar la realidad personal por sobre el bienestar
y realización de otras y otros. El modelo de vida que el entorno nos plantea
cada día se debilita más puesto que sus postulados son claramente de tintes
exclusivistas y cerrados sobre si mismos. Este estar “cerrados sobre sí mismos”
nos habla claramente de la persona que cree que el mundo es solo el escenario
de su existencia y que nada más importa que su realización y satisfacción
encarnando así valores que van en abierta oposición al Evangelio. La Redención
en su esencia metafísica más profunda nos conecta con la trascendencia sin
dejar de estar unidos a la humanidad. La salvación es un plan que Dios trazó
desde siempre con la inclusión de la persona humana capaz de “donarse” o
entregarse a quienes le rodean. El desprenderse de la realidad sensitiva es una
necesidad para este momento de nuestra existencia. Las seguridades del mundo
deben dar paso a la absoluta confianza en Dios trascendente… La persona y su
amalgama de eventos y vivencias no puede separar su vocación a la trascendencia
que autores como Burgos enmarcan en
la definición de “Ser religiosos” por
arropar o englobar estas vivencias e intuiciones porque en algún momento de la
vida afloran. No existe manual alguno para vivir la religiosidad pero si una
necesidad de depurarla superando el espiritismo del rito vacio e incorporando
la fundamentación y peso de la espiritualidad.
La
redención no se puede espiritualizar sin la voluntad de la persona humana por
lo tanto la salvación involucra todas las funciones por decirlo así de nuestra
existencia. La Sociedad actual se mueve
en la dirección del materialismo y el sensualismo como de la profunda marca que
imprimen los sentidos en la comprensión y estructuración de las costumbres de
la persona. El MOR-MORIS que
básicamente habla de la configuración de las costumbres y sus contenidos
morales se ve determinado por la estructuración de todos estos momentos. El
Creyente en el Dios Vivo y Subsistente debe tener presente que los valores se
encarnan y se convierten en hábitos gracias a su constante Praxis… Moral que
sin duda marca el derrotero tanto de las acciones como de los conceptos y
contenidos sobrenaturales de los bautizados. La Redención como tal opera
también en el Mor-Moris de nuestras costumbres y santifica todo lo que en
Potencia y Acto procede de la naturaleza humana. En términos antropológicos el
Hiponense lo define sencillamente: Nada
de lo humano me es desconocido. La Norma como regla de vida posee su espíritu a la hora
de ejecutar la acción y asumir las consecuencias de su contenido.
El
término existencial de la Voluntad de Dios es la realización de
la vida humana en todas sus formas y direcciones posible. Nosotros actuamos
bajo el signo de la salvación que el Amor de Dios derrama sobre todos y cada
uno de los redimidos. Entendemos la redención como la Manifestación cósmica de la Voluntad de Dios. Esta cuestión está íntimamente
relacionada con la vida y obre del
Creyente como lo expresa el propio Pablo. El
Dios de la percepción de nuestra existencia en el que vivimos, nos movemos y existimos.
La persona humana en su disposición comunicativa no se reserva nada de si al
punto de ser capaz de compartir su ser en una clara alusión de su carácter Ontológico.
Es pues determinante que la naturaleza de la persona redimida se inunde
literalmente de la vida y obra de quienes comparten con ella su existencia. Es pues
una clara tendencia de nuestro “ser sociable” que puede relacionarse a niveles
de una extraordinaria profundidad comunicando de su ser las cualidades que vive
y empeña en cada una de sus obras… La Voluntad salvífica de Dios se une hipostáticamente
con el deseo muy humano de la trascendencia.
EL MUNDO
DE LO TRANS-PERSONAL.
Una
de las características del presente Siglo en referencia directa a la persona
humana es precisamente la evolución hacia una definición más activa de su ser
persona, superamos las barreras de los modos que expresan nuestra naturaleza
para encausarnos bajo la guía de la experiencia creativa que todos compartimos
y desarrollamos cada día. Ante un mundo acabado o edificado surge en nosotros
la inquietud de Re-edificar y Re-ordenar
nuestro entorno y por ende sus paradigmas. Es pues necesario el replantear
las formas como estamos realizando el encuentro con el otro y el mundo cada
día. En este ir y venir de la vida las
emociones se contextualizan y relacionan con el fruto de nuestras manos, mente
y corazón y el ser humano rompe con las cadenas de una Vida Plana.
La
definición de lo Trans-personal supera
el estado de cosas que conocemos porque le permite al ser humano disfrutar de
su libertad priorizando cuanto es vital en su comprensión o asimilación del
entorno o REALIDAD/MUNDO que sin duda ejerce gran atracción sobre el
bautizado. La persona de frente a esta ya habitual condición debe reflexionar y
concretar los absolutos de su existencia como ejemplo de ello es su vida
espiritual. Superamos lo que entendemos como propio para salir al encuentro de
lo considerado de otros. Este movimiento
del alma y la razón es gobernado por el Amor y su capacidad de acercamiento
dialectico al otro y su circunstancia. Lo anterior es claramente comprensible
si tenemos presente que la vida opera en nosotros con el peso de sus valores y connotaciones.
La Redención sale al encuentro del YO
del TU del NOSOTROS, quedando a salvo lo que hay en mí que por su
naturaleza es intransferible pero abriendo mi ser al dialogo con otros como Yo
en términos de mi personal Esencia y Naturaleza. La TRANSHUMANIZACION de las
realidades que vivimos y por ende percibimos no solo se convierten en un fenómeno
de la razón humana sino que por mucho se instalan en la habilidad de ligar
estas realidades con lo que somos y creemos como esperamos.
La
humanidad está latente en nosotros y por esta razón cada una de nuestras
acciones se convierte en universal. La aproximación a las definiciones Kantianas
al respecto en cuanto al Mor/Moris es bien clara: Obra de tal manera que tus acciones sean ejemplo para aquellos que te
observan. Nosotros superamos nuestra propia humanidad en términos egoístas para
entrar de lleno en la realidad de nuestros cercanos, o como lo expresan los
evangelios el Prójimo o Próximo…
La
Individualidad también necesita de los demás. Nuestra condición
Colectiva así lo determina. La génesis de nuestra Especie la encontramos en la
Comunidad. Solo cuando establecemos Comunión
con nuestro entorno pudiendo visualizar su impacto y presencia en nuestras
vidas. Hipotéticamente hablando un ser humano nunca debería sentirse solo en
ninguna parte del Planeta ya que en el Cosmos existen otros como él. La Soledad
apunta a los gustos y características del ser humano más no a su esencia. No está
solo quien en el mundo tiene otros 7.000.000.000 como él. En cuanto a la Comunicación en la dinámica del dialogo apenas natural del
ser humano encontramos que es una habilidad muy especial que sin duda nos eleva y transforma en una experiencia
que como las anteriores supera nuestra singular personalidad para unirnos con
otras personas haciendo de este momento de la comunicación otro principio de lo
Transpersonal. Estamos hablando literalmente de un “salir de nosotros mismos” para alcanzar nuestra realización, esta comunicación
se eleva a Dios y luego a los hermanos. Lo anterior nos hace caer en una de las paradojas más determinantes de la
persona dialogante, es decir, que cuando
salimos de nosotros mismos somos capaces de encontrarnos con nosotros mismos. Somos
capaces de poseernos auténticamente. Expresado en términos actuales: SE GANA PERDIENDOSE… No estamos cuestionando
nuestra Inmanencia simplemente estamos divisando al ser humano desde su propia
y necesaria Alteridad… la visión
Joanica de estar en el mundo y no ser del mundo expresado en términos relacionales a la vida y obra del Redentor también aplica
en su justa categoría para la persona humana gracias al influjo de Dios
(Evangelio de Juan capitulo 17 versículo 1 y s).
El
paradigma está montado ya, estamos en el mundo como realidad compartida pero
esperamos ir más allá de su entorno material: Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como
salvador al Señor Jesucristo (Carta a los Filipenses capitulo 3 versículo
20). Nuestro destino no se gasta o consume totalmente en este mundo sino que busca la trascendencia. En
términos Agustinianos afirmaremos con él: Señor
nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti…
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