miércoles, 21 de junio de 2017

TERCERA PARTE TRANSFORMACIÓN DE LA PERSONA REDIMIDA...

LA  TRANSFORMACIÓN  DE LA  PERSONA  REDIMIDA  Y  LA  VIVENCICIA  DE  LO   TRANS-PERSONAL… Tercera Parte.


El ser humano en todas sus dimensiones se transforma y asume lo que esto implica. El bautizado cada día que vive su experiencia con el Señor paulatinamente configura su vida bajo el signo de su Gracia dando respuesta a su ser y entorno. La transformación es necesaria puesto que bajo su influjo nosotros podemos abordar distintos estadios de madurez tanto intelectual como afectiva y espiritual. Un ser humano maduro es aquel cuya evolución no se limitó al dominio de su medio cultural sino que edificó para la eternidad (perspectiva cristiana). La construcción de un entorno sano y equilibrado es determinante para nuestra madurez. La madurez se expresa bajo el signo de la experiencia. Encontramos algunos calificativos comparados:

·         Madurez
·         Evolución
·         Crecimiento
·         Estadios de humanidad
·         Afectividad
·         Racionalidad
·         Fe
·         Trascendencia.

Son algunos de los elementos que se manifiestan por si solos cuando una persona es consciente de su vida y Rol en la sociedad. La vida de nuestro espíritu es indispensable como quiera que la posibilidad de la trascendencia cuente con ello.  La vida en términos biológicos inicia con la unión  o contacto de las células masculinas y femeninas (ovulo/espermatozoide) asegurando que los Gametos (Gameto) sean de la misma especie para conformar la fusión genética de ambos o Cigoto. En el instante mismo de la concepción de la vida. Sobre esto hay muchas posturas en la vida eclesial y en las distintas culturas. Lo verdaderamente importante es asumir que la existencia humana posee una connotación tanto biológica como divina, solo así se convierte la vida en algo verdaderamente sagrado y no se especula sobre su valía y dignidad… El objetivo  simplemente se  tocara a  vuelo de pájaro estos aspectos de nuestra genética.  “La vida personal comienza en términos de individualidad  y persona cuando tenemos la capacidad de romper el contacto con el medio, de recuperarnos para unificarnos” palabras de Mounier, quien percibe la realidad de la existencia de la persona desde el dialogo consigo misma y su entorno descubriendo la razón de ser de su existencia y por ende de su autonomía.  La conciencia de este despertar nos permite verdaderamente individualizar lo que somos y creemos y articularlo perfectamente con lo que vivimos estableciendo un punto de encuentro coherente que nos aproxime a la Unificación de nuestro ser. La recuperación de nuestros postulados y primicias es clave para avanzar hacia la conciencia de nosotros mismos y no solo desde la perspectiva de nuestra persona sino desde el entronque con la Sociedad y Cultura que nos rodea. Nuestra conciencia se articula y moldea dando espacio a otras y otros, en términos evangélicos se equipara a la dimensión que siembra en nosotros el mandamiento Nuevo, que como plenitud de la Verdad  revelada alimenta nuestro poseer  e inserción en la Sociedad… Bajo este concepto antropológico de matiz trascendente también afirmaremos con Mounier que la persona humana “es la llamada a actuar por lo que es que por lo que dice o hace” no hay lugar para el activismo mecánico de este Siglo (XXI) pero si decimos que por lo que somos estaremos indicando la referencia segura de nuestra racionalidad y capacidad de amar, estaremos manifestando la Identidad esencial de nuestra condición humana y encaminada a la Salvación. El Ser formalmente y bajo sus atributos Ontológicos dispone su existencia bajo la primicia Metafísica de contener en si cuanto necesita para ser y existir, recordemos las palabras Paulinas: En Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hechos de los Apóstoles capitulo 17 versículo 28) esta máxima nos sintoniza de lleno con la existencia consciente de su destino como de su origen. El contenido de Dios en nosotros, es decir, su Vestigia está a salvo en el ejercicio de nuestra racionalidad, afectividad y dimensión emocional.

 Nuestro encuentro con el Absoluto Subsistente (En términos latinos) es innegable y cada uno de nosotros camina en su dirección. Solo Dios posee vida plena y siempre nueva son sus cualidades relevantes a la hora de nuestro encuentro personal y comunitario. Buscando una definición axiomática menos compleja diremos: Dios ES como DICE y HACE. Es nuestro modelo y buscamos unirnos con su Gracia y Amor. La vida de la Iglesia como Institución de origen tanto Divino como humano tiene la difícil misión de mostrar al Dios Vivo en el  testimonio de su Fe que no necesariamente plantea el éxito en el mundo sino en la fuerza de su ejemplo. Existe un sin número de “Iglesias” donde el dinero está a flor de piel y ocupan escenarios ricos y variados pero su testimonio no es sobrenatural sino de “éxito en los negocios”. Nosotros somos testigos del triunfo de Cristo y su Amor en nosotros. Somos por decirlo así luz de otros y otras y esa es la misión del bautizado.

El materialismo como el espiritualismo son estadios de inmadurez espiritual y el bautizado debe luchar para erradicarlos de su vida. Estos elementos son signo inequívoco de arraigos culturales y experienciales inmaduros en el bautizado.  La única forma de integrarnos es sin lugar a duda su superación ya que de lo contrario sería imposible dar cabida a otras personas y sus circunstancias en nuestras vidas. El individualismo se centra estrictamente en la persona y sus necesidades sin involucrar conscientemente a otros en su proceso de vida y madurez. El bautizado está llamado literalmente a vivir una especie de TRANS-PERSONALISMO  que le permita superar las individualidades que lo atan a solo ver y considerar la realidad personal por sobre el bienestar y realización de otras y otros. El modelo de vida que el entorno nos plantea cada día se debilita más puesto que sus postulados son claramente de tintes exclusivistas y cerrados sobre si mismos. Este estar “cerrados sobre sí mismos” nos habla claramente de la persona que cree que el mundo es solo el escenario de su existencia y que nada más importa que su realización y satisfacción encarnando así valores que van en abierta oposición al Evangelio. La Redención en su esencia metafísica más profunda nos conecta con la trascendencia sin dejar de estar unidos a la humanidad. La salvación es un plan que Dios trazó desde siempre con la inclusión de la persona humana capaz de “donarse” o entregarse a quienes le rodean. El desprenderse de la realidad sensitiva es una necesidad para este momento de nuestra existencia. Las seguridades del mundo deben dar paso a la absoluta confianza en Dios trascendente… La persona y su amalgama de eventos y vivencias no puede separar su vocación a la trascendencia que autores como Burgos enmarcan en la definición de  “Ser religiosos” por arropar o englobar estas vivencias e intuiciones porque en algún momento de la vida afloran. No existe manual alguno para vivir la religiosidad pero si una necesidad de depurarla superando el espiritismo del rito vacio e incorporando la fundamentación y peso de la espiritualidad.

La redención no se puede espiritualizar sin la voluntad de la persona humana por lo tanto la salvación involucra todas las funciones por decirlo así de nuestra existencia.  La Sociedad actual se mueve en la dirección del materialismo y el sensualismo como de la profunda marca que imprimen los sentidos en la comprensión y estructuración de las costumbres de la persona. El MOR-MORIS que básicamente habla de la configuración de las costumbres y sus contenidos morales se ve determinado por la estructuración de todos estos momentos. El Creyente en el Dios Vivo y Subsistente debe tener presente que los valores se encarnan y se convierten en hábitos gracias a su constante Praxis…  Moral que sin duda marca el derrotero tanto de las acciones como de los conceptos y contenidos sobrenaturales de los bautizados. La Redención como tal opera también en el Mor-Moris de nuestras costumbres y santifica todo lo que en Potencia y Acto procede de la naturaleza humana. En términos antropológicos el Hiponense lo define sencillamente: Nada de lo humano me es desconocido. La Norma  como regla de vida posee su espíritu a la hora de ejecutar la acción y asumir las consecuencias de su contenido. 

El término existencial de  la Voluntad de Dios es la realización de la vida humana en todas sus formas y direcciones posible. Nosotros actuamos bajo el signo de la salvación que el Amor de Dios derrama sobre todos y cada uno de los redimidos. Entendemos la redención como la Manifestación cósmica de la Voluntad de Dios. Esta cuestión está íntimamente  relacionada con la vida y obre del Creyente como lo expresa el propio Pablo. El Dios de la percepción de nuestra existencia en el que vivimos, nos movemos y existimos. La persona humana en su disposición comunicativa no se reserva nada de si al punto de ser capaz de compartir su ser en una clara alusión de su carácter Ontológico. Es pues determinante que la naturaleza de la persona redimida se inunde literalmente de la vida y obra de quienes comparten con ella su existencia. Es pues una clara tendencia de nuestro “ser sociable” que puede relacionarse a niveles de una extraordinaria profundidad comunicando de su ser las cualidades que vive y empeña en cada una de sus obras… La Voluntad salvífica de Dios se une hipostáticamente con el deseo muy humano de la trascendencia.

EL  MUNDO  DE  LO  TRANS-PERSONAL.

Una de las características del presente Siglo en referencia directa a la persona humana es precisamente la evolución hacia una definición más activa de su ser persona, superamos las barreras de los modos que expresan nuestra naturaleza para encausarnos bajo la guía de la experiencia creativa que todos compartimos y desarrollamos cada día. Ante un mundo acabado o edificado surge en nosotros la inquietud de Re-edificar y Re-ordenar nuestro entorno y por ende sus paradigmas. Es pues necesario el replantear las formas como estamos realizando el encuentro con el otro y el mundo cada día.  En este ir y venir de la vida las emociones se contextualizan y relacionan con el fruto de nuestras manos, mente y corazón y el ser humano rompe con las  cadenas de una Vida Plana.

La definición de lo Trans-personal   supera el estado de cosas que conocemos porque le permite al ser humano disfrutar de su libertad priorizando cuanto es vital en su comprensión o asimilación del entorno o  REALIDAD/MUNDO que sin duda ejerce gran atracción sobre el bautizado. La persona de frente a esta ya habitual condición debe reflexionar y concretar los absolutos de su existencia como ejemplo de ello es su vida espiritual. Superamos lo que entendemos como propio para salir al encuentro de lo considerado  de otros. Este movimiento del alma y la razón es gobernado por el Amor y su capacidad de acercamiento dialectico al otro y su circunstancia. Lo anterior es claramente comprensible si tenemos presente que la vida opera en nosotros con el peso de sus valores y connotaciones. La Redención sale al encuentro del YO del TU del NOSOTROS, quedando a salvo lo que hay en mí que por su naturaleza es intransferible pero abriendo mi ser al dialogo con otros como Yo en términos de mi personal Esencia y Naturaleza. La TRANSHUMANIZACION  de las realidades que vivimos y por ende percibimos no solo se convierten en un fenómeno de la razón humana sino que por mucho se instalan en la habilidad de ligar estas realidades con lo que somos y creemos como esperamos.

La humanidad está latente en nosotros y por esta razón cada una de nuestras acciones se convierte en universal. La aproximación a las definiciones Kantianas al respecto en cuanto al Mor/Moris es bien clara: Obra de tal manera que tus acciones sean ejemplo para aquellos que te observan. Nosotros superamos nuestra propia humanidad en términos egoístas para entrar de lleno en la realidad de nuestros cercanos, o como lo expresan los evangelios el Prójimo o Próximo…

La Individualidad también   necesita de los demás. Nuestra condición Colectiva así lo determina. La génesis de nuestra Especie la encontramos en la Comunidad. Solo cuando establecemos Comunión con nuestro entorno pudiendo  visualizar su impacto y presencia en nuestras vidas. Hipotéticamente hablando un ser humano nunca debería sentirse solo en ninguna parte del Planeta ya que en el Cosmos existen otros como él.   La Soledad apunta a los gustos y características  del ser humano más no a su esencia. No está solo quien en el mundo tiene otros 7.000.000.000 como él. En cuanto a la Comunicación  en la dinámica del dialogo apenas natural del ser humano encontramos que es una habilidad muy especial que sin duda nos eleva y transforma en una experiencia que como las anteriores supera nuestra singular personalidad para unirnos con otras personas haciendo de este momento de la comunicación otro principio de lo Transpersonal. Estamos hablando literalmente de un “salir de nosotros mismos”  para alcanzar nuestra realización, esta comunicación se eleva a Dios y luego a los hermanos. Lo anterior nos hace caer en una  de las paradojas más determinantes de la persona dialogante, es decir, que cuando salimos de nosotros mismos somos capaces de encontrarnos con nosotros mismos. Somos capaces de poseernos auténticamente. Expresado en términos actuales: SE GANA PERDIENDOSE… No estamos cuestionando nuestra Inmanencia simplemente estamos divisando al ser humano desde su propia y necesaria Alteridad… la visión Joanica de estar en el mundo y no ser del mundo expresado en  términos relacionales  a la vida y obra del Redentor también aplica en su justa categoría para la persona humana gracias al influjo de Dios (Evangelio de Juan capitulo 17 versículo 1 y s).
El paradigma está montado ya, estamos en el mundo como realidad compartida pero esperamos ir más allá de su entorno material: Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como salvador al Señor Jesucristo (Carta a los Filipenses capitulo 3 versículo 20). Nuestro destino no se gasta o consume totalmente en  este mundo sino que busca la trascendencia. En términos Agustinianos afirmaremos con él: Señor nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti…  





     



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