ENSAYO SOBRE
LOS CARISMAS EN LA DOCTRINA PAULINA… (Primera Parte).
FENOMENOLOGÍA DEL
PROBLEMA.
Pablo concede gran importancia a los Carismas en la vida del bautizado. Este
nombre proviene del griego y básicamente traduce “don, agradar o conceder” y en
cualquier concepción eclesial, particularmente histórica los carismas son de
utilidad comunitaria reconociéndolos como parte activa de un ministerio o
servicio en la vida eclesial. En cuanto a la dificultad de asumirlos sin duda se debe a que los carismas pueden
identificarse con dones naturales de la persona humana que sobresalen en su
accionar o convivir. En cuanto a su dinámica eclesial basta con saber que
operan como gracias especiales que son concedidas por Dios
en el conjunto de un proyecto de vida. La Personalidad posee atributos propios
de su Psicología lo que implica el acertado empleo y cultivo de estas
cualidades. Pero en la referencia eclesial sabemos que son signo inequívoco de
la presencia de la Gracia convertida en Historia Personal de Salvación que
dispone a quien los posee para los fines de su consciente trascendencia. No es
posible ver los carismas solo con fines utilitarios preferimos verlos como
signo de la Gracia que Dios irradia en el alma del bautizado… La definición
latina es más aproximada al vínculo relacional eclesial y a la persona en su
Inmanencia como tal porque describe la
presencia de la Gracia al llamar al Carisma Gracia o Charismatum. En cuanto a la
palabra tengamos muy presente que el ejercicio gramatical trasciende
hasta constituir en si una dinámica eminentemente relacional ya que como
fenómeno el Carisma sin distingo de sus cualidades o propiedades desarrolla una
hipostasis funcional, definiendo el contenido y manifestación de sus
cualidades. La construcción de la realidad eclesial
necesita de los carismas como los conectores con los valores hasta el momento
solo Ideales pero que en el Carisma se constituyen en realidad cognoscible porque también ellos
son Intelectivos como quiera que los experimentemos y no solo los intuimos como una propiedad de
nuestra Personalidad y su Inmanencia. Todo lo anterior para decir con certeza
que los carismas aterrizan en el fenómeno llamado existencia y que la persona
los vive solo en la medida en la que toma conciencia de su presencia e
importancia. La construcción social reclama de los actuantes compromiso y
dedicación la misma que necesita un obrero como un estudiante, un deportista,
como un científico, es decir, sin carismas la existencia humana estaría
condicionada a fenómenos predecibles solamente y no habría espacio para la creatividad. Su
fenomenología busca humanizar las acciones y comportamientos como las
costumbres y no debemos confundir una persona con Carisma de una Carismática. La
distinción en cuanto a la funcionabilidad se da teniendo presente que el
Carisma es fruto de la Gracia y el Carismático es quien explota o emplea estos
dones a él concedidos. También en la Psicología encontramos que muchas veces
los carismas no son tal y simplemente asistimos a comportamientos ególatras que
subliman solo las cualidades humanas de los individuos. Pasa a diario con las
personas del mediático mundo del Cine y la Música como sus seguidores
desarrollan verdaderos cultos a la persona y suponen que sus cualidades tan de
ellos y de todos son en sí superiores concediéndoles un Plus que en realidad no
poseen. Esta postura es de corte Socrática al suponer que por estar inmersos en
el mundo del espectáculo son incluso físicamente superiores. La moralidad de
estas afirmaciones desborda la
naturaleza relacional de los dones naturales y los convierten en gracias solo
reconocidas en estas personas. Es interesante
como la antropización del Carisma puede desvirtuar la presencia de Dios y su
Gracia y remitirnos a una mera indicación natural. Teológicamente definiendo,
nuestros primeros padres creados en Gracia poseían los Carismas y dones
adornados por la Gracia y los empleaban perfectamente (dones preternaturales). No
nos confundamos puesto que la Gracia y solo
ella puede materializar el Carisma pero es difícil definirlo y sobre todo
humanizarlo en la praxis de nuestras acciones y comportamientos. Tenemos una
gran dificultad y es precisamente que la forma de la realidad que vivimos o Forma Mentis no puede ser estereotipada
y afirmar que tal o cual Carisma responde de esta o aquella forma. La
Realidad como tal la estructuramos a partir de nuestras percepciones en un mar
de acciones y concepciones tanto subjetivas como objetivas. La percepción de
nuestro entorno requiere siempre de gracias especiales para su vivencia e
interpretación, de lo contrario es imposible suponer con éxito que la realidad
es configurada solo desde la perspectiva de cada individuo. El Fenómeno en el que se convierten
nuestras acciones están adornadas de Carismas pero sin que con ello implique
siempre la absoluta conciencia o voluntad de emplearlos en todo su esplendor. Nuestros
carismas son muchos y muchos más llegaran a nuestras vidas pero la conciencia
de su presencia debe ser desarrollada y articulada a nuestra realidad de Fe. La
metáfora de la “mina de diamantes” aplica perfectamente “sino cavamos nunca
encontraremos la riqueza que en ella está sepultada”… Es pues necesario que el
Fenómeno sea aterrizado y convertido en una experiencia perceptible de tinte
Intelectiva. Puntualizando diremos que los Carismas se mueven en:
·
Son
un don de Dios.
·
No
pertenece a la persona que lo recibe.
·
Son
intransferibles.
·
No
se heredan.
·
No
se ganan.
·
No
se venden.
·
Son de servicio.
·
No
son exclusivos.
El
problema de su fenomenología es evidente pero también lo suficientemente claro
para que no perdamos la perspectiva de su presencia en la vida de los
bautizados. Una presencia que emana del propio Dios como signo de sus
operaciones Ad-Extra de la SS. Trinidad. Los carismas sellan la relación de
Dios con la humanidad, la misma que se particulariza e individualiza gracias a
su Amor y Misericordia. El Apóstol Pablo
como ninguno otro se adentra en la
consideración de los Carismas y encontramos una muy particular forma de
referirse a ellos. Pablo deja claro que los carismas son reconocidos por la
naturaleza de sus operaciones. Abordamos la Fe, Esperanza y Caridad (Primera Carta a los Corintios capitulo 13
versículo 13). La Iglesia primitiva ve en los carismas la presencia de Dios que
los concede para su consolidación, es para ellos, una instrumentalización de
los dones concedidos a la persona Creyente. Pablo toma una aproximación bien
interesante al definirlos solo en la perspectiva de su praxis. La identidad de
los carismas se da en si cuando estos
son materializados por el bautizado. La vida de los carismas expresa su contenido
en la conjugación de la acción a la que su naturaleza se ve abocada, es decir,
la presencia del Carisma es relevante en la acción y cotidianidad de los
creyentes. El acceso racional de la vida del ser humano se manifiesta con
formas aproximativas de esa misma inteligencia, así son y actúan nuestros
carismas, siempre unidos a nuestro uso racional e intelectivo… El don de lenguas reconocido entre los
bautizados es para Pablo consecuencia de la presencia del Espíritu Santo y la necesidad de Antropizar
el mensaje que desea comunicar tanto a la persona como a la Asamblea. Pablo ve
más allá del solo poseer o compartir esa cualidad espiritual, la está
remitiendo a la vida testimonial y paradigmática del bautizado. Los dones de
Dios no son nuestros ni por merito ni por naturaleza, pero si podemos decir que
los dones se sirven de nuestras características y atributos para ser
comunicados y sobre todo instrumentalizados en el crecimiento espiritual del Creyente.
Todo Carisma posee una serie de cualidades que se acercan a nuestro ejercicio
intelectivo como señalaremos:
·
Los
carismas poseen estructura.
·
Los
carismas instrumentalizan nuestra racionalidad.
·
Los carismas son tanto reflexivos como dinámicos.
·
Son operacionales y expresan también la estructura de Fe de quien los comparte con los demás.
·
Los carismas establecen un principio
dialectico entre el portador y el oyente.
·
La comunicación generada por la praxis
del Carisma debe ser clara y sin pretensiones más allá de lo que expresa la Fe.
·
Sin excepción sirven a la vida de la
Iglesia.
·
Los carismas determinan el estado espiritual
de una Congregación o por el contrario son manifestaciones aisladas de la
voluntad influenciada del bautizado que cree estar llamado a vivirlos sin que
antes medie una profunda espiritualidad.
·
Sin
Fe no hay carisma.
·
El
Amor es el sentido y relevancia de todo Carisma sin importar su explicitación
en la conciencia religiosa del bautizado.
En
cuanto a otros fenómenos asociados
encontramos la GLOSOLALIA que como
lenguaje ininteligible puede ocupar el lugar de este Carisma y confundir a
quienes lo escuchan en el contexto de una Congregación. La mente posee canales
de expresión que son fácilmente empleados por una persona en un estado alterado
confundiendo la realidad con lo que expresan sus temores o imaginarios. La
Iglesia debe educar a sus feligreses sobre las gracias que estos reciben y como
deben ser el reflejo de una vida espiritual madura y absolutamente bien
intencionada. Las expresiones exteriores en si no condicionan el alcance de los
dones de Dios al ser humano. Las expresiones por otro lado, si pueden
condicionar la relación de los creyentes. Según este fenómeno surgen
muchos interrogantes y uno de ellos es de carácter vinculante con la percepción
del Creyente cuando está inmerso en un medio religioso o evento de esta índole.
Es “normal” que cuando se está en oración los estados de conciencia se alteren
y sean también movidos por una gran dosis de subjetividad, y si un persona está
orando acompañada el Colectivo que hace lo mismo influye en el escenario y por
ende en la respuesta del Creyente… Nos preocupa que sectorizamos el mal como
expresión limitante y justificante de actitudes y comportamientos humanos. Al
punto de literalmente creer que el mal
se reúne con nosotros cuando adoramos al Todopoderoso y que incluso el diablo (antropización
del mal puro) solo acude a nuestra dirección. No podemos permitir que los fenómenos
asociados a problemas emocionales, personales, familiares, sociales, sean “tapados”
por estas manifestaciones de mal. La educación en la Fe y en los carismas de la
vida espiritual sin duda pueden ayudarnos a actuar con rectitud y a identificar
los móviles que se expresan en la vida de nuestros feligreses, no
estamos desconociendo que Dios se manifiesta a Voluntad pero desafortunadamente
nos hemos vuelto en recurrentes frente a situaciones de este tipo y sus
implicaciones son graves para la madurez espiritual del bautizado, que en
ultima es lo que producen los carismas madurar
nuestra Fe. Nuestra Alteridad de Fe se proyecta fácilmente en quienes están
a nuestro lado lo que implica la posibilidad de ejercer influjos de naturaleza
positiva o todo lo opuesto. Pablo sin duda se preocupa por el crecimiento y
madurez de la Iglesia, así como por el aprovechamiento de la Gracia en todas
sus formas. De sus palabras concluimos que observa en los carismas un principio
que relaciona la vida del bautizado con la Iglesia y como este Creyente puede
crecer en ambas direcciones. Los carismas son en sí una bendición y todos
conocemos que no es posible la existencia de una bendición sin una finalidad de
verdadero provecho. Los carismas como fenómeno aterrizan entre nosotros
cargados literalmente de esas maravillosas cualidades del Amor de Dios. El Amor
en el Carisma supera nuestros primitivos estadios emocionales de exclusivo Amor
personal para convertirse en prueba del Amor por el otro y su circunstancia. El Carisma Paulino (descrito por Pablo) se
centra en la vida eclesial y lo identifica como una fuente que irradia luz en
la vida de la Iglesia. Pues siendo el carisma Amor sin dudarlo nosotros estamos
seguros que explicita el Amor de Dios en cada corazón Creyente… Dios Santísima
Trinidad se hace presente en nosotros por Amor y ese Amor maravilloso lo
hacemos parte de nuestras vidas en el ejercicio maduro de nuestros carismas. Los
carismas trabajan por estructurarnos para que nosotros por su influjo superemos
cualquier condición de pecado que sobreviva en nosotros.