SEGUNDO
DOMINGO DE ADVIENTO. Isaías capítulo 40 versículos 1-11. Salmo 85:1-2,8-13. 2
Pedro capítulo 3 versículos 8-15ª. Marcos capítulo 1 versículos 1-8.
El
presente capítulo de Isaías (40) da inicio a la segunda
parte de su libro profético que propiamente tiene todo que ver con la consolación
de Israel, recordemos por las dificultades que este pueblo afrontó y como la
promesa de perdón y restauración fue sostenida por Dios, una restauración que
hará brillar la justicia desde su concepción escatológica, es decir, plena y perfecta de
tal modo que se asemeja a la reconstrucción de la identidad de este pueblo. Sus anuncios son de índole mesiánica ya que
las figuras humanas simbolizadas por sus reyes y autoridades religiosas son
insuficientes para sembrar esperanza en ellos.
Ante tanta injusticia se
presenta la posibilidad de un “nuevo Éxodo” pero guiado enteramente por el
sentir de Dios. Un movimiento de características cósmicas que se alimentará de
la justicia y la misericordia de Dios. Tales promesas se consumaran
definitivamente en el advenimiento mesiánico remarcado en Isaías en el capítulo
7 versículo 14… La autoridad de Israel simbolizada en el Rey dará paso a la auténtica
autoridad que procede de Dios mismo. Esta autoridad será definitiva para el
pueblo judío. No es difícil leer este texto que nos invita la liturgia
dominical y asociarlo con el Bautista (precursor) y toda su actividad de
anuncio del Señor.
Más adelante los profetas del destierro ampliaran
estos señalamientos como es natural, nosotros
estamos atentos a la manifestación definitiva del Hijo de Dios una vez la
creación delante de Dios Padre se prepare para su definitiva recapitulación. Momento
en el que el Reinado de Cristo sea contundente en todas y en todos. La Palabra de Dios es un tema central aquí, ya que
atestigua sobre su valor intrínseco, el mismo que supera los acontecimientos
del pueblo y la creencia de sus habitantes.
El
Salmo de este domingo (85) se centra en la paz mesiánica anunciada
por el profeta Isaías, una paz que llega por virtud de la misericordia del
pueblo que aun sin hacer nada goza de la bondad de Dios. Recordemos que este
anuncio es matizado fuertemente por el drama de los deportados y su regreso a
casa a una tierra desolada que necesita ser trabajada y prosperada por el
pueblo cautivo. La gloria de Dios regresa al pueblo y con su presencia todo
será convenientemente transformado.
El
Apóstol Pedro, Explica desde su mentalidad judía el
motivo por el cual la Parusía no se da en su época y alude precisamente a la
misericordia de Dios como lo vemos en el versículo (9). Aun así se enfoca en el
espíritu del Evangelio para citar también la tradición profética de Israel en
lo referente al Día de Yahveh que
sin duda marcará las aspiraciones inmediatistas también percibidas por Pablo
como bien cita Pedro en el versículo (15) de esta manera queda claro para
nosotros la concepción del regreso del Señor y como la Iglesia primitiva lo interpretaba.
La realidad de la venida del Señor será
en el orden y la armonía que supone la Gracia en la obra de Dios (creación), de
un orden que será clave para que los bautizados incorporados al cuerpo de
Cristo (Iglesia-Pleroma) se esfuercen
por vivir según sus enseñanzas dándole valor tanto a la Palabra como a la
Gracia que brota de sus líneas y promesas.
El tiempo al que alude
Pedro sin duda corresponde al tiempo de Dios (Kairos) y no a la concepción de
tiempo empleado por quienes aguardaban inmediatamente la vuelta del Señor, es
un tiempo de vida y madurez espiritual que es asumido individualmente por cada
uno de los bautizados.
El
Evangelio de Marcos, inicia citando al profeta Isaías, pero lo hace bajo
el signo de la presencia humilde del Mesías, en un modelo relacional que
pretende dar razón de nuestra Fe no por los signos y prodigios descritos en el
Evangelio sino por el amor y la intimidad que el bautizado construye con el
Señor. La Buena Nueva solo llega por
la acción del Señor y los signos que son fruto de su amor por la humanidad, la
misericordia, la compasión, la bondad, entre otros. Tal anuncio necesita de nuestra
parte una actitud comprometida y que simbolice la opción que hicimos como
bautizados por el Señor.
La figura del Bautista es
un referente cuyo accionar dibuja la condición del anuncio, será un anuncio
desprovisto de poderes humanaos y mediatismos porque su esencia será el
conocimiento de Dios en su Hijo Jesucristo. Todo anuncio en poder de la Iglesia implica ser testimonio antes que
testigo y testimonio que se vea reflejado por la praxis del Evangelio que confía
totalmente en Cristo su Señor y Salvador. El perdón de los pecados es y
será solo facultativo del Dios revelado que no desconoce nuestra condición pero
ejerce en ella su poder sanador, liberador y dignificador. El Espíritu Santo
será la fuente de la que brotará toda Reconciliación con el Padre Dios y así lo hace saber Marcos en su Evangelio. Es
pues el amor de Dios la Causa de nuestra Reconciliación y el modelo de vida
para la misma. Por demás diremos que el Espíritu Santo revelado en el Bautismo
solidario del Señor, es la Causa Ejemplar de nuestra propia reconciliación.
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