MEDITACIÓN DE
LA NATIVIDAD DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
La Iglesia se prepara
para vivir en la tranquilidad y seguridad de los hogares de sus hijos los
bautizados pero antes en nuestros templos este maravilloso acontecimiento que
antropizó totalmente nuestra relación con el Dios amoroso y por ende salvífico.
Proclamó antes el profeta Isaías capítulo 7 versículo 14: “Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una
doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel”. El Mesías anunciado
entrará no precedido de un ejército numeroso y poderoso sino con la sencillez
de su corazón y viendo como sintiendo a todos sus hermanos y necesitados de su
amor. Es la entrada de Dios, del Creador de todo en el reducido recinto de
Nazaret, en la ciudad de David o Belén, arrullado por los cantos de cuna cuando había antes sido adorado por
los coros celestiales de pléyades angelicales.
(Brillando en su presencia siempre, o como lo expresaría la mitología griega Eran hermanas de Calypso y de las
Hespéridas. Sus nombres eran Maya,
Electra, Taigete, Alcíone, Selene, Estérope y Mérope. En astronomía las
Pléyades son un cúmulo abierto en la constelación de Taurus). Las estrellas más
brillantes de las Pléyades pueden verse a simple vista incluso desde las
grandes ciudades. Imaginándonos simplemente si una estrella brilla hasta
nosotros con cuanto más poder cantaban sus Ángeles…
Este era el escenario cósmico del Hijo de
Dios, pero a pesar de todo su Poder como Dios se encarna y disfruta de los
cantos infantiles que le tributa la Virgen Madre. El dueño del universo reclama
una cuna entre nosotros. Es una gran paradoja que el Creador necesite que le
creen un espacio para descansar y un hogar para crecer y ser feliz… Es la familia el valor por antonomasia de
este acontecimiento histórico-salvífico. Dios ha buscado un hogar para su
Hijo hecho hombre, Dios lo confió a una joven esposa y niña en edad y dulce expresión…
La Familia conformada por
María, José y el Niño Dios, encarna el acontecer salvífico de toda la familia
humana. De toda posible esperanza que se cierne sobre la humanidad aquí
expectante, aquí materializada en la certeza de un acontecimiento que
transformará su razón y fundamento de ser y sentir, la bendición de Dios
santificando sus ciclos vitales y momentos de amor. Estos momentos salvíficos
en esencia hacen de lo cotidiano oportunidad de adoración cuando nos
reconocemos bajo la inspiración de este santo modelo de Nazaret.
Belén no es la ciudad más
reconocida por la tradición y los estudiosos
así como por los eruditos judíos,
pero no obstante la proximidad de Dios con nosotros se revela en lo pequeño y
muchas veces ignorado. Porque la cuestión radica no en el lugar sino en la
Voluntad de Dios y la disposición de nuestra Fe… En una necesidad de manifestar
su Amor a la humanidad y mostrar que el camino que conduce a su Reino no
necesita agregar portentos que solo con amar basta cuando este amar se convierte
en el combustible que enciende nuestras lámparas vigilantes. Santa Noche por excelencia en la que se juntan
las voces del cielo y la tierra y la luz brilla en ambos espacios. Bendita noche en la que un niño nos ha
nacido y porta en su tierna sonrisa la esperanza de toda la humanidad y la
creación. Pero cual fue la escena que contemplaron sus padres y quienes les
visitaron. Y que dialogo el mortal podría sostener con la Palabra
Eterna. Como expresarle al Dueño y Señor de todo, los sentimientos que embargaron a aquellas
almas devotas. En la simpleza y humildad de los pastores, en el regocijo de una
madre inexperta y un esposo maduro conocedor de la vida pero de corazón
henchido de amor y ternura. La expresión común en ángeles, pastores, familia y
amigos era una sola, Alabanza, Alabanza y Alabanza, nada distinto podría brotar
de estas personas sus primeros amigos y futuros discípulos en la obra del
Evangelio. Nada distinto a una Iglesia que como madre aguarda para adorar a su
Señor y Salvador… Bendita noche llena de estrellas y astros anunciantes de
aquel inenarrable misterio hecho carne.
Abraham, Moisés, Jacob, David, Salomón, los
profetas, todos ellos quisieron ver lo que los bautizados miramos hoy por los
ojos de nuestra madre la Iglesia. Una expresión tanto de amor como de profunda
Fe maravilla a los pastores y a los coros angélicos. Ha nacido el Verbo en la
carne humana, ha nacido el que no tiene principio pero aun así lo tiene en el
corazón de una madre. Quien podría
sospechar siquiera que el creador de todo cuanto existe, el que sostiene la
creación y la justifica siempre, sea cargado y sostenido por brazos frágiles de
mujer que paradójicamente como toda Niña, sus brazos, hechos para acariciar y no para sostener pesos,
pero aquí se trata del creador que se
rinde ante la niña Maria y su dulzura. En esta noche maravillosa será posible unir
los anhelos y la esperanza de toda la humanidad que sin saberlo por descansar
plácidamente en otras latitudes serán bendecidos con la visita de la
misericordia reconciliadora de Dios.
Paz
a los hombres de buena voluntad, no es un saludo protocolar o la manera de agraciar
a las personas de experiencia de Fe, es sobre toda expresión posible, el
señalamiento de mujeres y hombres que
han entendido que la vivencia del amor les hace participes de la misericordia
de Dios, no es misericordia aprendida de
experiencias de Fe sino de la praxis de un Ethos santo reflejado por el Dios
amor. Esta bendita noche nos hace participes y
obreros de la misericordia y la bondad por quienes nos rodean, esta bella noche
nos invita a trabajar por la extensión del Reino de Dios, de un Dios que aun
infante trabaja por nosotros sin cesar.
La Paz que procede de
Dios es y será uno de los mayores dones del resucitado, sus discípulos, y nosotros en ellos, y con
ellos participamos de los mismos. La Paz que brota del corazón de un Padre, de
Dios nuestro Padre, es la Paz que da vida y lo hace en abundancia, es la Paz de
María y José como de los pastores y sus amigos los ángeles. Es la Paz el don de
vida que llega a nosotros por el santo Bautismo, es la Paz que hace de la tierra por ese dulce momento el hogar de los
ángeles de Dios que llegaron a adorarle en la humanidad de su cuerpo frágil y
tierno, del Dios antes reverenciado en su trono altísimo, ahora abajado a la
carne de un niño lleno de amor y ternura. Tanta expectativa generó a sus padres que todo lo vivido se convertirá en
un tesoro en el corazón de la niña María.
Esta bella noche nos recuerda
que la Paz llegó a la tierra para
convertirse en el anhelo de cada bautizado y que todas las naciones de la
tierra la podrán tener cuando verdaderamente reconozcan el imperio de Dios en
sus corazones. Una Paz como la que brinda Dios que no depende de nada que pueda
suceder entre nosotros. Que no se rinde ante los imperios de este mundo o los
valores arbitrarios impuestos en la sociedad sensualista y temerosa del
verdadero amor, del único que trae Paz y esperanza. Es pues la oportunidad de
la humanidad para alcanzar los ideales de su existencia, los ideales que
respiran a vida eterna en los labios dibujada, por un frágil niño recién
nacido. La sonrisa más profunda de la creación que todavía refleja lo divino y
lo creado, que todavía ilumina la tierra aunque de este maravilloso suceso han
pasado 2000 años. Suceso que no tiene paradigma entre nosotros, suceso lleno de
expectación. La madre del niño Dios
guarda en su corazón cuanto acontece con su vida y su Fe como experiencia de
misericordia de Dios y su gran amor. Ella ante los sucesos que marcaran su vida
recuerda impávida a su niño en los primeros meses de vida y renueva
constantemente su amor de madre y su vocación como la futura hija de la Iglesia. La Fe de María y de
su esposo José, se refleja en todos los cuidados y preocupaciones por la vida
del niño reciennacido, lo que hay en sus corazones no se atiene al cuidado de
los ángeles visitantes sino que ellos asumen su rol como padres y familia. Una familia que comprende perfectamente que
la vida compartida por el Creador debe ser protegida y promovida y que los
valores y virtudes se cosechan también en familia. Una familia que hace muy bien su trabajo de
amar y cuidar, cuidar y amar, como promover y prosperar…
Lucas en su Evangelio se
cuida de mostrarnos que esta bella familia cumplió con todas las prescripciones
de la ley Mosaica aunque algunas de sus prácticas no eran obligatorias, pero de
esta forma desean mostrar al mundo que el compromiso de Fe es dulce como la
miel y más refréscate que el bálsamo puro. Familia que ora y permanece unida bajo la guía
del Espíritu Santo, son ellos modelos de Padres y Madres que caminan con
nosotros por el mundo. Sin duda que el
niño Jesús fue criado como creyente y comprometido con el Dios de la vida, el
mismo que por amor y en amor le engendró antes de todo tiempo o principio. Los bautizados debemos subir de lo material a
lo espiritual, de lo visible a lo invisible, es la trascendencia el alimento de
nuestra Navidad… FELIZ NAVIDAD EN EL
DIOS HUMANADO, EN CRISTO CABEZA DE LA MADRE DE LOS BAUTIZADOS, DE LA SANTA
IGLESIA. Para culminar esta breve reflexión los dejo con las palabras de Agustín
de Hipona… “Mirad hecho hombre al
Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para
que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y
el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos
testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la
justicia, condenada por los injustos. Y la disciplina fuera azotada con
látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado
en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la
misma vida (Sermo 191,1: PL 38,1010)”.
“Jesús yace en el
pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y
alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de
inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones
de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la
fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad…”
UNIDOS
EN CRISTO SEÑOR, SALVADOR, REDENTOR Y HACERDOR NUESTRO, Y DE SU SANTA IGLESIA, PLEROMA, VOZ, BRAZOS Y PIES…
AMÉN.
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