LA VIOLENCIA
DE GENERO ES INACEPTABLE ENTRE
LOS BAUTIZADOS.
En los últimos días se
han venido desarrollando una serie aterradora de ataques contra la mujer y
especialmente contra niñas menores de edad. Es lamentable tales
acciones que muestran el grado de degradación y descomposición del entorno Psico-afectivo de los agresores
así como de las niñas y mujeres que se
refugian muchas veces en relaciones de tipo tormentoso. Hoy estamos
consternados ante la forma como perdió la vida una niñita de 15 años Emely Peguero con 6 meses de embarazo. Le
practicaron al parecer una interrupción de su embarazo que por lo avanzado del
mismo es imposible de llevarse a cabo sin consecuencias como las sucedidas.
Estamos en verdad creando habitad seguros para nuestras niñas y jóvenes o por
el contrario la descomposición familiar y la contaminación sensualista de
nuestro entorno seguirá afectando a los más jóvenes y por ende vulnerables. Es
triste como entre las prioridades de muchas personas que sin duda son
bautizadas no está la defensa y promoción de la vida. La praxis de valores hace ya rato privilegió
el consumismo y la búsqueda de dinero y bienestar material que desplazó la reflexión y el compromiso activo por la construcción de
nuestra Sociedad. La legislación y los partidos políticos no pueden permanecer
callados, a ellos les compete la discusión y aprobación de políticas realmente
dignas para la mujer ciudadana (Olympia
Gouges, durante la Ilustración francesa al notar que la alusión a la mujer
era explicitada como lo femenino en la Declaración de los Derechos del Hombre,
escribe la Declaración de los Derechos
de la Mujer Ciudadana, tiempo antes de ser condenada a muerte en la
guillotina). Una sociedad que no protege sus niñas y mujeres está condenada al atraso
e ignorancia, así como a la perdida de sus valores y fundamentos verdaderamente
democráticos.
La Cultura de la vida está siendo atacada por
una serie de concepciones individualistas de tipo narcisista que optan por
suplir los vacíos en unos y en otros. Sí, el narcisismo dicta ineludiblemente
sentencia a través de patrones estereotipados de obligatoriedad en muchos
escenarios culturales. El sexo no es consensuado porque en una niñita no existe
posibilidad reflexiva para tal respuesta. Según estadísticas en nuestros países
del hemisferio occidental de cada 10 jóvenes y niñas mayores de edad al menos 4 empezaron su vida sexual
activa antes de cumplir los 18 años.
Muchos padres de familia e instituciones educativas son temerosos ante este
tema y su necesaria orientación y todavía aplican modelos de épocas pasadas donde primaban otras actitudes
y el componente del tejido social era distinto al actual. Hoy vivimos la
cultura de lo “Ciber” y la realidad se percibe como si fuera una aprehensión
inmediata de los sentidos. Esta tendencia toca de lleno las relaciones humanas
y más tratándose de los jóvenes. Recordemos
que la generación de la ciber-tecnología es distinta a la análoga donde fueron educados los padres
del presente.
Emely es solo una víctima
más de tan delicada situación, sus derechos, sueños, metas, sentimientos fueron
ignorados y recibió un trato descarnado el mismo que muchos aplican a seres
indefensos. Emely tenía la posibilidad de vivir y ser feliz y aprender de sus
equivocaciones pero todo eso le fue arrebatado. La sociedad está en mora de tener una
legislación proteccionista de los DD-HH y particularmente de los más jóvenes.
Hace unos meses el ejemplo a seguir eran unos delincuentes de “cuello blanco” que
entregaron parte de la soberanía de la Nación a una Trans-nacional, hoy es la
muerte de niñas y mujeres e incluso de no-natos.
Hay una gran
responsabilidad del sistema educativo que no se abandera de la promoción de los
Derechos y defensa de los más vulnerables. Todos quieren graduarse ya de la
Universidad pero muchos no les interesa ser personas de bien cumplidores de la
Ley y temerosos de Dios. Hoy hay miles que son gente que de gente solo tienen
la ropa. Es vital adelantar campañas formativas para crear conciencia sobre
la necesidad de la buena educación y fundamentación emocional de nuestros jóvenes
y niñas. Es importante que la casa y la familia sean territorio de paz, amor,
seguridad y promoción de sus vidas y relaciones con su entorno vital y
somático. Dios libre a nuestras niñas y mujeres de tan aberrantes situaciones,
de tanta y triste experiencia del mal puro. Que estas hijas de Dios sean una
voz para que las hijas del hombre vivan seguras y amando como es su estado
ideal de vida.
Los bautizados profesamos
el amor por los demás aunque no sean parte de nuestra familia sanguínea pero
hacen parte de nuestra comunidad espiritual. Todos sin acepciones estamos
comprometidos con el Derecho y cuidado integral de la vida, asunto que recae
con mayor peso sobre la vida y bienestar de los más jóvenes. Es necesario que
la conciencia de bienestar nutra las
relaciones de todo tipo y la formación coherente le diga a unos y a otras que
la actividad sexual trae grandes compromisos y responsabilidades ineludibles. Nuestros
colegios tienen un deber moral muy grande y es precisamente formar sobre estos tópicos
a la comunidad estudiantil. La escuela de padres es otro de los espacios
apropiados para la generación de dialogo permanente y favorecer la confianza de
los padres hacia los hijos y estos hacia sus padres. Una educación sexual y reproductiva madura y seria (tercera persona del
singular), animada por una tendencia Ética
experiencial donde las impresiones
sean conductistas en el fortalecimiento de la axiología de nuestros estudiantes
y sus familias como espacios inmediatos a ellos. Retomar la auténtica vivencia del “Dios con
nosotros” y ser desde nuestras congregaciones guardianes de la vida y su
dignidad en toda expresión. Oremos por
las víctimas de esta violencia irracional, pero levantemos la voz y protejamos
la vida de nuestras niñas. Esta Iglesia no tolera la violencia de género,
los feminicidios y el maltrato tanto verbal como Psicológico y económico contra
la niña/mujer. La prostitución y la trata de blancas, como el embarazo en
menores de edad, son daño directo de
esta situación que convierte a la mujer en “carne” y al hombre en su “carnicero
favorito”.
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