NATURALEZA DEL
TRIPLE MINISTERIO ORDENADO.
“Obispos,
presbíteros y diáconos, tanto hombres como mujeres son los ministros de la
nueva y definitiva Alianza”.
La Iglesia desde sus
inicios deja ver la importancia de la permanencia unida a la tradición que se
convierte en su fundamento. El dato más antiguo lo constituye el Evangelio de
Marcos quien siempre presenta al Señor unido a los apóstoles y estos en relación directa con Jesús. Es pues un signo de
Comunión. Tal Comunión se define como el punto de partida en la futura
instrucción ministerial que la Iglesia moldeará y con el paso de los siglos
llamará debida ciencia para referirse a
la formación académica de los futuros clérigos o ministros ordenados. El
ministerio ordenado fue explicitado para dar respuesta al crecimiento y
propagación de la Iglesia, Pablo da ejemplo de esta estrategia al dejar en cada
comunidad o ciudad un encargado de la predicación y Cena del Señor (nombre
inicial de la Eucaristía) de esta forma el ministerio se fue consolidando en la
Iglesia evolucionando a una institución ministerial. Pablo reconoce y observa
la imperfección de algunos líderes religiosos que estaban en tránsito del
judaísmo al cristianismo por lo que sin duda muchos rabinos fueron maestros de
los primeros cristianos (Tito capítulo 1 versículos 1-16)… Pablo nos deja ver
lo que se constituye en su praxis misionera. El apóstol establece las bases de
la doctrina y deja a otras personas la organización ministerial de la comunidad
cristiana. Tomaremos como texto guía el (versículo 5) “El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de
organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad como yo te
ordené… Luego Pablo direcciona a los candidatos según la directriz
necesaria para salvaguardar la vida de la Iglesia. Es también de resaltar que
era al parecer una práctica habitual en Israel en épocas anteriores, que desde
una figura en potencia de un futuro ministerio eclesial bien valdría su aporte
y raíz: “Yahveh respondió a Moisés,
reúneme setenta ancianos de Israel, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo… Llévalos a la Tienda
del Encuentro y que estén allí contigo. Yo bajaré a hablar contigo y tomaré
parte del Espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo
la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo” (Números capítulo 11
versículos 16-17) o también (Ezequiel capítulo 8 versículo 11). Y en el N.T
encontramos señalamientos sobre los Presbíteros
en (Hechos de los Apóstoles capítulo 11 versículo 30). Y el Texto clave de la instauración de los siete (Hechos de los Apóstoles capítulo
6 versiculo1 y ss). Donde queda clara la función de los Apóstoles en la
liturgia primitiva:
·
Dirigir las reuniones de la asamblea.
·
Las oraciones en la Liturgia.
·
La instrucción catequética y la Palabra.
Al interior de las
comunidades primitivas donde ejercían el ministerio los apóstoles surgen una
serie de posturas que beneficiaron la misión de la Iglesia. Esta misión se
enmarca en la presencia de comunidades judías que habían tenido alguna formación
griega y su pensamiento menos conservador los dispuso para dar la fuerza necesaria a la Iglesia en su
expansión. Recordemos que confluían judíos que conservaban el arameo y el
hebreo y se sumaron los que provenían de Roma y Grecia (helenistas), este choque
multicultural favoreció ampliamente la concepción de Jesús como el Hijo de Dios
y el crecimiento ad-extra de la Iglesia. Sobre los ministerios es bueno tener
presente que son en síntesis fruto de la
evolución pastoral y organizacional de la Iglesia, ejemplo de ello es lo que
deja entrever el Apóstol Pablo sobre las funciones de estos. Para el Apóstol,
la Iglesia no sólo pertenece a Cristo, sino que en cierto modo se identifica
con Él. En efecto, los miembros de la Iglesia son también como los miembros de
Cristo mismo, que extienden su presencia personal en el mundo y reciben los
diversos carismas, que han de contribuir a la edificación de una comunidad
eclesial y a formar un sólo Cuerpo, un sólo Espíritu, según la vocación a la
que han sido llamados (confrontar. Efesios capítulo 4 versículos 3-4). Pablo utiliza también la metáfora de la
Iglesia como esposa de Cristo,
indicando así la íntima relación de comunión y amor entre ambos. De este modo,
la experiencia y la doctrina de Pablo es una constante invitación a toda la
Iglesia para que sea el ámbito donde se viva intensamente la relación con
Cristo y el cauce propicio para que todos lleguen a Él. Hoy
sabemos con toda seguridad que el Nuevo Testamento evita cuidadosamente llamar sacerdotes a los ministros de las
comunidades cristianas. Y en general se evita el vocabulario sacro para
designar a los ministros. Es decir, no se trata meramente de un argumento de
silencio, en el sentido de que el Nuevo Testamento no habla de sacerdotes como
dirigentes en la Iglesia. Se trata, sobre todo de que los autores del Nuevo
Testamento evitan cuidadosamente llamar sacerdotes a los ministros de las comunidades.
Esta situación se mantiene así durante todo el siglo segundo (II). Hasta que en
el siglo tercero Hipólito, en la Tradición
Apostólica, Tertuliano y sobre todo
Cipriano, en 147 textos, utilizan la
palabra sacerdote para referirse a
los ministros de la Iglesia. A partir de entonces, esta designación se
generaliza. El ministerio en la vida de la Iglesia se oponía desde sus inicios
a la condición de la esclavitud que reinaba en su época y precisamente cuando
se institucionaliza el servicio de los siete es una respuesta a la condición de
necesidad que la pobreza y marginación generaban en la sociedad del ámbito de
la Iglesia primitiva.
La razón profunda de este
planteamiento está en lo que, de hecho, fue el sacerdocio de Cristo la puerta
de entrada a la Caridad como componente vivo de la ministerialidad, Cristo no
vino para ser servido, sino para servir
y dar su vida (Marcos capítulo 10 versículo 44; Mateo capítulo 20 versículo
27). Esto quiere decir, según la carta a los Hebreos, que el sacerdocio de Cristo no fue ritual, sino
existencial. Es decir, lo que Cristo ofreció no fue una ceremonia ritual
dignificante, sino el fracaso y la muerte de un subversivo, que desestabilizó
la religión y el sistema establecido. Por eso, el sacrificio cultual de los
cristianos es la misma existencia de Cristo que se refleja en los ámbitos de nuestra
justicia la misma que se constituye en base de lo social, consideremos algunos
apartes de la carta a los Hebreos ( 2,
14; 5, 7-8; 7, 27; 9, 9-14; 10, 5-9; 12, 2) de tal manera que el mismo Cristo
es la nueva víctima sin mancha que sustituye a todas las demás ofrendas (4, 14;
9, 14; 10, 6-7) y la oblación cultual del cristianismo es, ni más ni menos, el
sufrimiento de Jesús (2, 18; 5, 9) que
es el único mediador.
Por consiguiente, en la Iglesia, no hay más
dignidad ni más honor sacerdotal que el que consiste en el servicio, en la
entrega de la propia vida y en el fracaso de un ajusticiado (bajo la concepción
injusta y amañada de un proceso falso y alterado a más no poder) En esto
consiste el sacerdocio de Cristo. Un sacerdocio que evolucionó bajo la potestad
de la Iglesia y las condiciones del nuevo
“camino” estamos asumiendo con absoluta claridad que el ministerio
ordenado en su génesis se remonta a la
imposición de manos y a la unción en algunos medios eclesiales y que la
fuerza del rito se establece en las palabras de su consagración y
reconocimiento tanto de su naturaleza como de sus funciones (Forma). El
Diaconado es un ministerio ordenado (3) según la tradición y en cuanto a su
naturaleza temporal (transito al presbiterado) aduce la formación y necesidad
de discernimiento sin que con ello implique que su condición se pierda si el
Diacono no es ordenado. En cuanto al servicio y su relación con la vocación, el
Diaconado en vocación o permanente es la respuesta de la Iglesia a sus necesidades
perviviendo entre nosotros un modelo eminentemente litúrgico que no se
compadece de la realidad ministerial. El Diacono posee por definición una
función ministerial que lo convierte en puente o vinculo del Presbítero y el
Obispo con la asamblea…
La disciplina canónica
recoge el ánimo de la Iglesia y lo potencia convirtiéndolo en servicio, es este
el caso situacional del ministerio ordenado en cuanto a su naturaleza del servir con amor. La naturaleza no choca
según sea la expresión ministerial por el contrario se convierte en un
referente de su propia singularidad. La singularidad de cada función eclesial
hace único e irrepetible al ministerio ordenado. Estamos enfocados en su
importancia para la vida de una institución que aunque se diga muchas veces
otra cosa es eminentemente ministerial y el laico como tal es fundamental pero
lo ministerial está en nuestra esencia y solo quien ha sido ordenado será
idóneo para su desempeño.
Las iglesias históricas
como la nuestra, brota de la catolicidad y con su presencia está establecida la
necesaria correlación ministerial. No
somos fundamento de eclesiología distinta a la conocida en la época apostólica
de donde tomamos el ser y lo explicitamos bajo la guía del Espíritu de Dios.
REFLEXIÓN DE
LOS SANTOS PP. DE
LA IGLESIA SOBRE
EL MINISTERIO ORDENADO.
Los presbíteros forman un
colegio. En las cartas de San Ignacio de
Antioquía aparecen los presbíteros
como un colegio alrededor del Obispo. Asimismo, remarca que los presbíteros
están llamados a vivir estrechamente unidos a su Obispo formando una sola
sinfonía con él. La unidad que los presbíteros
deben de tener con su Obispo es
comparada con la unión que existe
entre las cuerdas y la lira. A este respecto, afirma el santo mártir: Os
conviene correr a una sola con el sentir de vuestro obispo, que es, justamente
lo que ya hacéis. En efecto, vuestro colegio de ancianos, digno del nombre que
lleva, digno, otrosí, de Dios, así está armoniosamente concertado con su Obispo
como las cuerdas con la lira
Los
diáconos son imágenes de Cristo-siervo. San Ignacio presenta al
Diácono como imagen de Cristo en cuanto que actualiza el servicio del Señor en la comunidad cristiana. Son los
diáconos los que recuerdan que el cristiano, como Cristo, vino a servir y no a
ser servido. San Ignacio exhorta a
respetar a los diáconos, y, al mismo tiempo, les enseña la importancia de la Jerarquía
como signo de la verdadera Iglesia: “Todos habéis también de respetar a los
diáconos como a Jesucristo. Lo mismo digo del Obispo que es figura del Padre, y
de los ancianos (presbíteros) que representan al senado de Dios y la alianza o
colegio de los Apóstoles”. Quitaos estos
no hay nombre de Iglesia.
San
Policarpo… San Policarpo
de Esmirna en su Carta a los filipenses habla con claridad de la Jerarquía Eclesiástica.
Ésta es presentada de manera colegial. Específicamente, San Policarpo habla de
los presbíteros presbuteroi que
presiden la comunidad. Además, junto a ellos, señala la presencia de los
diáconos diakonoi. Son muy hermosas
las recomendaciones que el santo mártir da a los presbíteros de la Iglesia de
Filipos: Más también los ancianos
presbuteroi han de tener entrañas de misericordia, compasivos para con todos,
tratando de traer a buen camino lo extraviado, visitando a todos los enfermos;
no descuidándose de atender a la viuda, al huérfano y al pobre; atendiendo
siempre al bien, tanto delante de Dios como de los hombres, muy ajenos de toda
ira, de toda acepción de personas y juicio injusto, lejos de todo amor al
dinero, no creyendo demasiado aprisa la acusación contra nadie, no severos en
sus juicios, sabiendo que todos somos deudores de pecado .
Tertuliano…
Tertuliano aporta una serie de términos técnicos para designar a los ministros
sagrados. No se sabe a ciencia cierta si Tertuliano fue sacerdote; sin embargo,
dada su formación jurídica, habla de tres términos: ordo (orden), plebs
(pueblo) y clerus (clero). El término
ordo se usaba en el derecho romano
para hablar de un conjunto de personas cualificadas y Tertuliano lo contrapone
a plebs, que viene a ser el pueblo
sin más, es decir quienes no son
ministros sagrados. De esta manera, Tertuliano distingue el ordo sacerdotalis
—que viene a ser la jerarquía, pues se refiere de modo directo a los ministros
sagrados — del pueblo integrado por aquellos que hoy llamamos laicos. En cuanto al término clerus,
Tertuliano lo refiere al Obispo de manera directa pero también lo hace
extensivo a los presbíteros y diáconos.
Hipólito
de Roma… En cuanto a la ordenación de los diáconos se indica con claridad
que éste no es ordenado para ejercer el sacerdocio sino para servir al Obispo.
Además, es el Obispo quien lo ordena aunque en la ceremonia es conveniente que
los presbíteros le impongan las manos. A este respecto leemos: Cuando se instituye un diácono, sólo el Obispo
le impone las manos, porque él no está ordenado para el sacerdocio, sino al
servicio del Obispo y para hacer lo que éste le indique. En efecto, él no forma
parte del consejo del clero, sino administra y señala al Obispo lo que es
necesario.
No
recibe el Espíritu común
del presbiterio, del que participan los sacerdotes, sino sólo aquél que le es
confiado bajo el poder del Obispo. Es por eso que sólo el Obispo ordena al
diácono. Sin embargo, es conveniente que los sacerdotes les impongan las
manos, a causa del Espíritu común y semejante de su cargo. El sacerdote, en
efecto, tiene el poder de recibir el Espíritu, pero no el poder de darlo. De
este modo, no instituye a los diáconos. Sin embargo, para la ordenación del Sacerdote,
él hace el gesto, en tanto que el Obispo ordena.
En relación con los
obispos, la Traditio apostólica
señala: Que se ordene como Obispo aquél que, siendo digno, haya sido elegido
por todo el pueblo. Una vez pronunciado su nombre, y aceptado, el pueblo se reunirá,
el día domingo, con el Presbiterio y los obispos presentes, quienes con el
consentimiento de todos, le impondrán la mano mientras el Presbiterio se mantiene
en quietud. Momentos antes de que el celebrante principal, pronuncie la oración
de consagración se recomienda silencio: Que todos guarden silencio, orando en
su corazón por el descenso del Espíritu Santo.
Acto seguido, el
celebrante principal imponiendo las manos sobre el ordenando debe pronunciar la
plegaria de consagración. A este respecto, la
Traditio apostólica señala: Después, que uno de los obispos presentes, a
pedido de todos, imponiendo la manos sobre aquél que se ordena obispo, ore diciendo:
Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo
consuelo (2 Corintios capítulo 1
versículo 3), que habitas en lo más alto
de los cielos, y miras a aquél que es humilde que conoces todas las cosas antes
de que se manifiesten (Daniel capítulo 13 versículo 42), que diste las reglas de tu Iglesia por la
palabra de tu gracia, que predestinaste desde el origen la familia de los
justos descendientes de Abraham, que instituiste a los jefes y a los
sacerdotes, y que no dejaste tu santuario sin servicio; que te complaces desde
la creación del mundo en ser glorificado en los que elegiste, que además
expandes el poder que viene de ti, el del
Espíritu Soberano que diste a tu Hijo bien amado Jesucristo y que él acordó a
tus santos apóstoles para que fundaran la Iglesia, en todos los lugares,
como tu santuario, para gloria y alabanza incesante de tu nombre. Padre, que
conoces los corazones, acuerda a tu servidor, a quien elegiste para el
episcopado, que enseñe a tu santo rebaño y que ejerza con respecto a ti el
soberano sacerdocio sin reproche, sirviéndote día y noche, que torne sin cesar
tu rostro propicio y ofrezca los dones de tu santa Iglesia; que tenga, en virtud
del Espíritu del soberano sacerdocio, el poder de perdonar los pecados según tu
mandamiento (Juan capítulo 20 versículo 23); que distribuya los cargos siguiendo tu
mandato y que libere de todo lazo en virtud del poder que tú le diste a los
apóstoles (Mateo capítulo 18 versículo 18); que te agrade por su dulzura y su corazón
puro, ofreciéndote un perfume agradable para tu Hijo Jesucristo, por quien
tiene tu gloria, poder, honor (Padre e Hijo) con el Espíritu Santo en la Santa
Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén. De esta plegaria de
consagración conviene fijarnos en algunos puntos. En primer lugar, se habla de
una donación del Espíritu Santo sobre el Obispo consagrado de tal modo que se
constituye en el sacerdote por excelencia de la comunidad, pues recibe el Espíritu
del soberano sacerdocio. De esa forma, es el liturgo y maestro de la Iglesia
particular. Por eso, el Obispo debe predicar el Evangelio, enseñando así a su
rebaño; ofrece el sacrificio, perdona los pecados y distribuye los diversos
ministerios. En fin, es el primer responsable en el gobierno y santificación de
su grey. En cuanto a la ordenación del presbítero se indica que el obispo debe
imponer las manos sobre la cabeza del candidato: Cuando se ordene a un sacerdote, que el obispo imponga la mano sobre
su cabeza, y que los otros sacerdotes lo toquen igualmente Inmediatamente
después el obispo recita la plegaria: Luego debe expresarse de la misma
forma establecida anteriormente para con los obispos, orando y diciendo: Dios y
Padre de Nuestro Señor Jesucristo, así como un día miraste a tu pueblo
ordenando a Moisés elegir a los ancianos a quienes Tú llenaste del Espíritu,
mira ahora a tu servidor aquí presente y acuérdale el Espíritu de gracia y de
consejo del presbiterio, a fin de que ayude y gobierne a tu pueblo con un
corazón puro. Además, Señor, cuidando indefectiblemente de nosotros, acuérdanos
el Espíritu de tu gracia, y tórnanos dignos, una vez colmados de este Espíritu,
de servirte en la simplicidad del corazón, alabándote por tu Hijo Jesucristo,
que tiene tu gloria y tu virtud (Padre e Hijo) con el Espíritu Santo en la
Santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén. De la plegaria de
ordenación presbiteral remarcamos que el presbítero está profundamente relacionado
con su obispo. En efecto, es el obispo quien lo ordena, y pide que sobre el
candidato venga el Espíritu de gracia y de consejo del presbyterium. La referencia a los setenta ancianos que colaboraron
con Moisés sugiere que los presbíteros ayudan al obispo en el gobierno de la
comunidad cristiana.
“No
hallo placer en la comida de corrupción ni en los deleites de la presente vida.
El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de David;
su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible”. Palabras sobre la
Eucaristía o Misa empleadas por Ignacio de Antioquía en el siglo I. fue el
primero de los PP. En emplear el termino Eucaristía.
Justino Mártir…Uno
de los primeros apologistas cristianos. Aquí le ofrezco unas selecciones de su
carta al Emperador Antonino Pío.
“El día que se llama día
del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la
ciudad o en el campo. Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de
los Profetas. Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra
para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos
levantamos y oramos por nosotros… y por todos los demás dondequiera que estén,
a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones, y
seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna… Luego se
lleva al que preside el pan y una copa con vino y agua mezclados. El que
preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo, por el
nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos
sido juzgados dignos de estos dones… Cuando el que preside ha hecho la acción
de gracias y el pueblo ha respondido amén, los que entre nosotros se llaman
diáconos distribuyen a todos los que están presentes el pan y el vino “eucaristizados”.
A nadie le es lícito participar en la
Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha
purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y
no vive como Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estos alimentos como si
fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro
salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma
manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de
gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma
nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel
mismo Jesús que se encarnó”.
Agustín
de Hipona… No escribió un tratado sobre el ministerio
ordenado pero podemos hacer mención de algunas referencias al respecto. El
Hiponense se refiere al ministerio ordenado con el nombre de Sacramento del Orden y define su forma
a partir de la imposición de manos por parte del Obispo “Manus ordinationis imponere” La definición es clara y alude a la
tradición. El triple ministerio ordenado llega por la imposición de las manos
del obispo y de los presbíteros cuando se trata de la ordenación de uno de
estos menos del Diacono y el Obispo. La
vida del sacerdote debe estar movida por la Caridad. Como aporte es el
primer teólogo que trata el tema del sacerdocio en la teología occidental con
referencia clara a su universalidad que emana de su carácter… Según el Hiponense el sacerdocio al ser recibido por la
imposición de manos del Obispo es válido y no importa si no se refiere a la
virtud de su condición en la Iglesia, es decir, sino está el Obispo en comunión
con la Iglesia (romana) el ministerio que imparte es válido porque no se
refiere a la virtud sino al carácter. Que interesante que los que contradicen
por ignorancia el ministerio ordenado en nuestra Iglesia lean al Hiponense, el
pensamiento de un hombre que vivió hace 1500 años. Para el Hiponense Cristo es Sacerdote y
Mediador: Unicum sacrificium mediatoris
veri sacerdotis. Necesarius erat mediator, hoc est reconciliator… Agustín
une el sacerdocio con el sacrificio de Cristo y es por demás el primero de los
PP. De la Iglesia en hablar de la espiritualidad sacerdotal unida a la Cruz. Es
el sacrificio del sacerdote un signo de la presencia de la Gracia en su vida y
ministerio. Es el primero en orar y en atender a sus feligreses. Sin sacrificio no existe reconciliación
alguna. También sobre la vocación ministerial deja claro que la existencia
del Sacramento del Orden como él lo llama se une a la espiritualidad del
resucitado en todos los ámbitos de la Iglesia. Miremos la sentencia latina: Pro nobis tibi sacerdos et sacrificium et
ideo sacerdos, quia sacrificarum si nullum sacrificium est nullum sacerdos
o si lo preferimos en español Sacrificaremos
por ti, un sacerdote y un cura para el sacrificio si no hay sacrificio de
cualquier sacerdote. Es audaz su declaración pero deja claro que la función
del Presbítero es el sacrificio incruento de la Eucaristía. Es pues la
celebración eucarística una de las responsabilidades de mayor importancia en la
vida del sacerdote y debe celebrarla con amor y absoluta entrega. “Si vosotros mismos sois Cuerpo y
miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor; y
recibís este sacramento vuestro. Respondéis “Amén” a lo que recibís, con lo
que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir “el Cuerpo de Cristo”, y respondes
“amén”. Por lo tanto, se tú verdadero miembro de Cristo para que tu “amén” sea
también verdadero”.
Comparto un bello Himno
compuesto por Tomás de Aquino en el siglo XIII lleno de doctrina sobre la
Eucaristía.
Pange lingua, gloriosi
Corporis mysterium,
Sanguinisque
pretiosi,
Quem
in mundi pretium
Fructus
ventris generosi
Rex
effudit Gentium, mi lengua, la gloria del Salvador,
De
su carne canta el misterio;
De
la Sangre, todo precio superior,
Derramada
por nuestro Rey inmortal,
Destinado,
para la redención del mundo,
Desde
un vientre noble hasta la primavera.
Nobis
datus, nobis natus
Ex
intacta Virgine,
Et
en mundo conversatus,
Sparso
verbi semine,
Sui
moras incolatus
Miro
clausit ordine. De una Virgen pura e
inmaculada
Nacido
para nosotros en la tierra abajo,
Él,
como Hombre, con el hombre conversando,
Se
quedaron, semillas de verdad que sembrar;
Entonces
cerró en orden solemne
Maravillosamente
Su vida de aflicción.
En
supremae nocte cenae
Recumbens
cum fratribus
Observata
lege plene
Cibis
en legalibus,
Cibum
turbae duodenae
Se
dat suis manibus. En la noche de la Última
Cena,
Sentado
con su banda elegida,
Él
la víctima de Pascal comiendo,
Primero
cumple con el mandamiento de la Ley;
Entonces
como alimento a sus apóstoles
Se
da con su propia mano.
Verbum
caro, panem verum
Verbo
carnem efficit:
Fitque
sanguis Christi merum,
Et
si sensus déficit,
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides sufficit. Palabra-hecha-carne,
el pan de la naturaleza
Por
Su palabra a la carne Él se vuelve;
El
vino en su sangre cambia;
¿Qué
sin embargo no percibe ningún cambio?
Sólo
ser el corazón en serio,
Fe
de su lección aprende rápidamente.
Tantum
ergo Sacramentum
Veneremur
cernui:
Et
antiquum documentum
Novo
cedat ritui:
Praestet fides supplementum
Sensuum defectui. Abajo
en adoración cayendo,
La Hostia sagrada saluda;
Las formas antiguas que salen,
Prevalecen
los nuevos ritos de gracia;
Fe
para todos los defectos que proveen,
Donde
el débil sentido falla.
Genitori,
Genitoque
Laus
et iubilatio,
Salus, honor, virtus quoque
Sit et benedictio:
Procedimiento
extravagante
Compar
sit laudatio.
Amén.
Aleluya.
Para
el Padre eterno,
Y
el Hijo que reina en lo alto,
Con
el proceder del Espíritu Santo
Adelante
de cada eternamente,
Sea
la salvación, honor, bendición,
Poder
y majestad sin fin.
Amén.
Aleluya.
OBISPO
|
PRESBITERO
|
DIACONO.
|
En un principio
era escogido por el colegio presbiteral. Se constituía en el garante de la
doctrina y liturgia de la Iglesia presidiendo las celebraciones en las que
hacia presencia. Por la imposición de manos de otros obispos.
|
En su
Ordenación, el
Obispo impone sus manos y pronuncia la oración de consagración al ministerio
ordenado y sus hermanos presbíteros lo hacen después como signo de participación
en el colegio de los presbíteros donde compartirá tanto sus funciones como el
carácter de su ordenación.
|
La Diaconía se
interpretó como servicio y así fue desde los mismos Textos del N.T. El Diacono no
asumía funciones litúrgicas sino de asistencia en las comunidades y apoyo en
la pastoral social.
|
Inicialmente
y solo hasta el siglo III tomó la forma que conocemos, antes era ayuda idónea
para el Obispo pero sus funciones estaban limitadas por el tamaño de la
Diócesis que permitía que solo el Obispo atendiera las comunidades de Fe.
|
||
Es la autoridad
en la formación y cuidado de la doctrina de la Iglesia. Doctrina ya
establecida en la Tradición. El Obispo es signo de comunión visible en la
Iglesia y como tal referente de sus enseñanzas no determinando la doctrina
sino garantizando que la tradición se mantenga donde la Iglesia se puso de
acuerdo u conformidad (Siete primeros concilios).
Mujeres y Hombres
(en
nuestra Iglesia)
|
El Diacono no
celebra “misa de Diacono” puesto que en cuanto a la confección del
Sacramento eucarístico son ministros
ordinarios el Obispo y el Presbítero con licencia de este para celebrarla… La consagración del Diacono corresponde a la imposición de manos para el
servicio y no para la confección sacramental,
sin embargo el Diacono puede bautizar y casar o presenciar enlaces a nombre
de la Iglesia solo con licencia
expresa del Diocesano. Está viciada cualquier otra expresión distinta a la
correspondiente a su naturaleza ministerial. La Forma de la misa es la consagración o Epiclesis y un Diacono no
consagra…
|
|
El Obispo posee en su
ejercicio la autoridad de su grado ministerial que le ubica en la cima del
mismo. Es el cuanto a ministro de la Iglesia su referencia e
institucionalidad. La formación también le comporta grande responsabilidad
con la Diócesis y en general con la vida y obra de sus colaboradores los
Presbíteros y Diáconos.
|
En Pablo recibe
el nombre de anciano por la connotación de sabiduría y autoridad en la
asamblea o Ekklesia.
|
Las
acciones litúrgicas de un Diacono son por excelencia presidir las oraciones y
devociones de la Iglesia que puede acompañar por una breve reflexión sobre
sus lecturas de la Palabra (Matutina/Vespertina).
|
Está
en su naturaleza ministerial (autorizada) la celebración de la Eucaristía, el
Bautismo, el Matrimonio, la Unción, la Consejería, la Visita pastoral y la
Misión evangelizadora.
|
Su
ministerio le inserta en la vida de la asamblea, siendo quien presenta sus
inquietudes y necesidades al Presbítero y este al Diocesano.
|
|
La
figura del Obispo entra en absoluta relación vital con el bautizado, siendo
este un bautizado que lleva en su vida a la perfección el ministerio y el
compromiso como creyente. En nuestra Iglesia como parte de una familia y con
los mismos derechos y deberes de un ciudadano.
|
Mujeres y
Hombres (en
nuestra Iglesia)
|
El
primer dato pertinente y fundamental del NT es que el verbo diakonein designa la misión misma de
Cristo en cuanto servidor (Mt 10,45 par; cf. Mt 12,18; Hch 4,30; Flp 2,6-11).
Esta palabra o sus derivadas designan también el ejercicio del servicio hecho
por sus discípulos (Mc 10,43ss; Mt 20,26ss; 23,11; Lc 8,3; Rom 15,25), los
diferentes géneros de servicio en la Iglesia, sobre todo el servicio
apostólico de predicar el Evangelio, y otros dones carismáticos [11].
|
El Presbítero, por efecto de su
residencia canónica debe informar al Diocesano sobre sus desplazamientos
fuera de esta. Y en muchos casos contar con su autorización expresa.
|
El Diacono, inserto en el
siglo por desarrollar una actividad laboral se convierte en un referente
testimonial de la vida de la Iglesia y de la praxis cristiana de los valores
del Evangelio.
|
|
El Obispo
ensaña, guía y compaña a sus presbíteros y diáconos.
|
||
Ejerce
el gobierno de una Diócesis y/o apoya el gobierno de otro Obispo o Diocesano.
Administra y confecciona todos los signos de la nueva alianza (sacramentos).
|
El Obispo, impone las manos
y pronuncia la oración de consagración al ministerio ordenado, no hacen lo
mismo los presbíteros puesto que es ordenado al servicio del Obispo.
|
|
Con ustedes soy
bautizado, entre ustedes Obispo. Agustín Obispo de Hipona. El Obispo está
inserto en la línea de servicio que le une a Cristo y su autoridad expresa
el signo recibido como plenitud el ministerio ordenado bajo la autoridad de
la Iglesia a la que incluso el Obispo debe reportar. El Obispo asume la
función de gobierno sobre la necesidad de hacerlo y no posee cualidad alguna
que lo haga infalible sino que actua en derecho y como tal sus decisiones son
acatadas sin que con ello exprese la Iglesia que posee algún rasgo o
principio de infalibilidad (idea romana).
La
Iglesia es la depositaria del triple ministerio ordenado y es ella la que lo
confiere tanto al Obispo como al Presbítero
y Diacono. Solo es Obispo es el ministro de la confección de este sacramento,
es decir, solo el Obispo impone las manos y consagra o bien al grado del Presbítero
o bien al grado del Diacono.
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Presbítero, algo que es
muy fundamental en el ser del sacerdote: su relacionalidad. Este aspecto es fácil de descubrir en el
presbítero porque es lo que más resalta en una persona que tiene el
ministerio, el servicio, como su razón de ser. Pero conviene recordar que la
relacionalidad del sacerdote no se reduce -aunque sea mucho a ser persona de
relaciones, con capacidad ejercitada de diálogo y de comunicación, sino que
tiene la cualificación que le proviene de la sacramentalidad. Más que persona
que tiene relaciones, el sacerdote,
porque actúa en nombre de Cristo, Cabeza y Pastor y en nombre de la Iglesia es
persona en relación: con Cristo, con la comunidad, con el Obispo y con el
presbiterio; su ser de sacerdote
es ser en relación. Esta realidad cualifica
sus relaciones.
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El
diakonein es la característica
esencial del ministerio de apóstol. Los Apóstoles son los colaboradores y los
servidores de Dios (cf. 1 Tes 3,2; 1 Cor 3,9; 2 Cor 6,1), -servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Cor 4,1). Son ministros de la nueva alianza (2 Cor 3,6) y ministros del Evangelio (cónfer. Col
1,23; Ef 3,6 s), servidores de la
Palabra (Hch 6,4). Éstos, en su función de apóstoles, son «ministros de
la Iglesia», con el fin de realizar en plenitud el acontecimiento de la
Palabra de Cristo entre los creyentes (cf. Col 1,25) y de organizar la
edificación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en el amor (cónfer. Ef 4,12).
Los apóstoles se convierten en servidores de los creyentes a causa de Cristo,
puesto que no se anuncian a sí mismos, sino a Cristo Jesús, Señor (2 Cor
4,5), Son enviados en nombre de Cristo, ya que la Palabra les ha sido
transmitida para que la proclamen al servicio de la reconciliación. A través
de ellos, es Dios mismo quien exhorta y actúa en el Espíritu Santo y en
Cristo Jesús, que ha reconciliado al mundo con Él (cónfer. 2 Cor 5,20).
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En relación con
los obispos, la Traditio apostólica señala: Que se ordene como Obispo aquél
que, siendo digno, haya sido elegido por todo el pueblo. Una vez pronunciado
su nombre, y aceptado, el pueblo se reunirá, el día domingo, con el
Presbiterio y los obispos presentes, quienes con el consentimiento de todos,
le impondrán la mano mientras el Presbiterio se mantiene en quietud. Momentos
antes de que el celebrante principal, pronuncie la oración de consagración se
recomienda silencio: Que todos guarden silencio, orando en su corazón por el
descenso del Espíritu Santo.
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el sustantivo
presbítero, denomina al grupo jerárquico que se
Encuentra
ubicado Presbyteri‖, seniores y presidentes. Con las tres
expresa la misma realidad
ministerial,
pero de ellas interesa analizar la derivación que saca de la palabra
Presbítero.
Con entre el Obispo y los Diáconos.
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Mujeres y
Hombres (en
nuestra Iglesia)
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