viernes, 29 de septiembre de 2017

REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE EL PRÓLOGO DE JUAN...



REFLEXIÓN  TEOLÓGICA  SOBRE  EL PRÓLOGO  DE  SAN  JUAN.


“Pero ¿qué valor tiene el sonido de las palabras: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios? También yo he pronunciado palabras al hablar. ¿Era como éstas la Palabra que estaba con Dios? Las palabras que yo he dicho, ¿no han desaparecido después de haberlas pronunciado? ¿Luego la Palabra de Dios habrá desaparecido también, tras haberse oído? ¿Cómo se hizo todo mediante ella, y sin ella nada se hizo? ¿Cómo se rige mediante ella lo que mediante ella fue creado, si sonó y pasó? ¿Qué clase de palabra, pues, es esta que se pronuncia y no pasa? Atienda Vuestra Caridad; se trata de algo importante.” Amonestación del Hiponense sobre el Prólogo de Juan, a manera de introducción a  su Tratado (Tratactus et Foedus). La presente reflexión de índole teológica la seguiremos en la perspectiva del latín como idioma base y del castellano como su traducción terminológica. El Prólogo como cumbre de la teología Joanica busca esclarecer el impacto dialectico de la superación del mito para transformar la realidad de la naciente Iglesia y con ello las implicaciones de lugar. La Palabra en la perspectiva idiomática expresa el pensamiento en categorías cognoscibles, es decir, por medio de las palabras construimos  un lenguaje que todos pueden comprender y de paso ratificar el ser comunicación explicita en las categorías de nuestra propia y misma riqueza de percepción.

La Palabra (recurso idiomático)  se crea en orden a nuestro lenguaje como un sonido o golpe de voz que articulamos en la garganta, ese sonido se disipa al salir de nosotros y solo queda el recuerdo voluntario de lo expresado, mientras que la Palabra como (Verbo y Logos)  brota del intelecto mismo de Dios, es decir, como una acción de su Voluntad amorosa. Esa es la Palabra Santísima de la que nos habla el Apóstol y evangelista. La Palabra que procede de la mente de Dios y es Dios (Segunda Persona de la SS. Trinidad) como lo expresaría Tomás de Aquino: Dios no da cosa distinta que Dios mismo, es decir, su comunicación amorosa solo se distingue en cuanto a la personalidad de la Persona Divina, del Engendrado antes de todos los siglos. Es un acto Volitivo porque emana de su Voluntad Divina. Esa palabra la refiere Agustín de Hipona y sabe que no pasa por ser la expresión calificativa de Dios entre nosotros. El Verbo no solo explicita la cualidad de la oración o frase sino que articula el ser que se expresa bajo las categorías a las que recurre. Cristo mismo conjuga tanto la Palabra como expresión de la Voluntad de Dios como el Verbo en ordena su Santísima procedencia no sobre su origen sino del que le engendra antes de todo tiempo. La Palabra de Dios, su Verbo es preexistente. La Palabra que proclamamos en la Eucaristía no es otra que la expresión en categorías cognoscibles del ser humano que su acción refleja la realidad de Dios que se comunica o revela. El verbo en nuestro idioma nos dice que hace, piensa u obra una persona y lo mismo acontece con la revelación ya que su presencia segura el comunicar la Voluntad salvífica de Dios. El verbo expresa la acción de la persona y en orden a la Misericordia de Dios revela su Amor Encarnado como ultima Palabra a la humanidad.

Recordemos que históricamente la época de Jesús se ve fuertemente influenciada por el pensamiento helénico, escuelas como la epicúrea, estoica y escéptica,   moldean el pensamiento en su momento. En sintonía Heráclito  define el Logos como la razón universal, como una ley cósmica que lo gobierna todo. Que en su poder mantiene todas las cosas unidas entre sí.  El Logos visto de esta manera es una expresión Panteísta. Desde esta postura “dios es todo y todo el dios”. Este pensamiento sobrevive particularmente entre los hinduistas. En Occidente la llamada “nueva era” sostiene también este principio al suponer que Dios está en nosotros con una presencia Identidad distinta a las huellas de su obra creadora (Vestigia). Gracias a la presencia de los Gnósticos  el evangelista Juan nos ofrece la ratificación de la verdadera humanidad del Señor, que es el cometido fundamental de su prólogo. Una humanidad que en todo es como la de cualquier persona humana pero con la presencia de la Hipostasis entre las naturalezas Divina y la Humana y la persona Divina que se une al alma racional de Jesús.


ESPAÑOL
LATÍN
TEOLOGÍA



En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Ella estaba en el principio con Dios.
In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum.

Et erat in principio apud Deum.
Juan establece la sana distinción en cuanto al significado de “principio” o Arché recordemos que se puede interpretar en sentido temporal cuando nos referimos a una acción u obra determinada, y en orden a la eternidad cuyo calificativo solo corresponde a Dios. El estar con Dios supone la misma naturaleza puesto que no habla de una compañía sino de una realidad Identitativa. Era Dios en cuanto al movimiento de su presencia entre nosotros, es decir, el Verbo vive un eterno retorno al Padre que se ama y se piensa por siempre. La Palabra expresa la Voluntad de Dios, no como subordinada sino como Dios mismo. En una clara Procesión de su Voluntad santísima.   Es pues el principio de las relaciones Trinitarias el Arjé, Causa Primera de la creación que corresponde a la Palabra o Verbo (Jesucristo). Es la fuente de la obra amorosa de Dios Creador. Por otro lado es importante manifestar que la concepción de la Palabra de Dios no es exclusiva del (N.T) ya en el (A.T) hay nociones de su significación claro está no de ser Persona Divina, para muestra solo un botón (Proverbios capítulo 8 versículo 22) y en la misma escuela (Sabiduría capítulo 7 versículo 22).  Es el Verbo del Padre quien comunica su misión, así lo entiende Juan cuando apunta toda su Soteriología a la manifestación del Señor como el Cordero Pascual aquel que quita los pecados del mundo. Pero precisamente esta obediencia hacia el Padre, libremente aceptada, esta sumisión al Padre, en antítesis con la desobediencia del primer Adán, continúa siendo la expresión de la unión más profunda entre el Padre y el Hijo, reflejo de la unidad Trinitaria: “Conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre y que según el mandato que me dio el Padre, así hago” (Juan capítulo  14 versículo  31). Más todavía, esta unión de voluntades en función de la salvación del hombre, revela definitivamente la verdad sobre Dios, en su Esencia íntima: el Amor; y al mismo tiempo revela la fuente originaria de la salvación del mundo y del hombre: la “Vida que es la luz de los hombres”…  



Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.

En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,

Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Enim omnia facta sunt et sine ipso factum est nihil.

In ipso vita erat, et vita erat lux hominum

Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt.
Cristo mismo es la Causa Eficiente de la creación por Él y el Él todo fue hecho. Una vez más la presencia es fundamento de su misma y única esencia que solo distingue las personalidades Divinas, más no así la Persona. La Luz es el orden amoroso que solo impera por la Voluntad de Dios y el caos es su antítesis, es decir en cuanto a la luz es y será la oscuridad. La estética de Dios en la creación es su Amor que todo lo ordena. La vida es intransferible y solo Dios la comunica a libremente y solo Dios la puede tomar y retener. El Señor Jesucristo puede recibir el título de Principio si tenemos presente que es la Causa Primera de la creación (Colosenses capítulo 1 versículo 16). Cristo es el origen de todo cuanto existe, es el reconocimiento de su presencia en la obra creadora. Esta concepción esta fuera del tiempo y cualquier parangón posible no va en esta afirmación. En primer lugar hay que excluir que el Verbo sea Causa Ejemplar exclusivamente suya en la creación, ya que la causa ejemplar próxima de la divinidad en sus obras "ad extra" es obra de la inteligencia divina. Y el Verbo ni tiene una inteligencia distinta de la divinidad ni tiene una causalidad exclusiva de la causalidad de las tres divinas personas en su obra Ad- Extra.  Solamente podría por apropiación atribuírsela al Verbo como Causa Ejemplar. Ni Juan apunta a semejante tecnicismo.
El pensamiento de Juan sobre esta causalidad ha de valorárselo en su ambiente bíblico Donde la Palabra es la Luz y el Bien. El pensamiento es manifiestamente que las cosas que fueron hechas por el Verbo tienen vida en El. ¿En qué sentido. No se trata de la vida de Dios  -del Verbo-  en sí mismo, pues no dice que el Verbo era la vida, sino de la vida divina en cuanto va a ser ampliamente participada. Pues esa vida va a ser luz de los seres humanos. Esto sitúa el problema. Y su complemento para penetrarlo está en ver que el pensamiento de Juan está influido, embebido, en el pensamiento judío, no en el de la filosofía griega.



Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.

Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.

No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
Fuit homo missus a Deo cui nomen erat Iohannes.

Venit in testimonium ut testimonium perhiberet de lumine ut omnes crederent per illum.

Non erat ille lux, sed ut testimonium perhiberet de lumine.
Es el objetivo de la misión del Bautista y como tal se afirma su nexo con el Señor que no solo será de sangre sino de mensaje. El testimonio del Bautista es un testimonio de vida y conocimiento de las promesas las mismas que afirma en su naturaleza con la presencia del Verbo Eterno. Juan es testimonio y testigo de estos acontecimientos, como creyente y como conocedor de la Palabra. Este personaje establece un puente entre el A.T y la Ley y el N.T ejemplarizado por el Amor como eje relacional que da vida tanto a la Ley como a los profetas anteriores al advenimiento del Mesías. El Verbo hasta ahora no había ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz; ahora va a darla con el gran esplendor de su Encarnación. Para esto aparece introducida la figura del Bautista.

Aparece situado en un momento histórico ya pasado en contraposición al Verbo, que siempre existe. Juan no viene por su propio impulso; es enviado por Dios. Trae una misión oficial. Viene a testificar, que en su sentido original indica preferentemente un testigo presencial… Viene a testificar a la Luz, que se va a encarnar, para que todos puedan creer por medio de él. El prestigio del Bautista era excepcional en Israel (Juan capítulo 1 versículos 19-28), hasta ser recogido este ambiente de expectación…  El tema del testimonio es uno de los ejes en el evangelio de Juan, que se repartirá multitud de veces y por variados testigos.



La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Erat lux vera, quæ illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum.

In mundo erat et mundus per ipsum factus est, et mundus eum non cognovit.

Et venit in domum suam, et per consequens non.
La Luz del mundo bien podría resumir este trozo del prólogo Joanico, es una vez más alusión a la presencia del Mesías, Hijo de Dios. Recordemos que el mundo puede cambiar de contenido definitorio, puede hacer mención de la creación y la presencia de la humanidad en ella, o simplemente referirse a un “lugar2 de hostilidad y conflicto que sería un ambiente negativo para el advenimiento del Salvador. Los suyos designan a la humanidad que Dios redime en su Adorado Hijo. Es también una alusión de fuerte raíz judía recordemos que para los descendientes de Jacob es una realidad gobernada por el mal en su forma y expresión más pura (satán). Con este lenguaje sigue hablando de modo muy intenso el Evangelio de Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Juan capítulo  3 versículo  16). Y añade: “El Padre mandó a su Hijo como salvador del mundo”. En otro lugar escribe Juan: “Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor que Dios nos tiene: Dios ha mandado a su Hijo unigénito al mundo para que tuviéramos vida por Él; “no hemos sido nosotros quienes hemos amado a Dios, sino que Él nos ha amado y ha enviado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados”. Por ello añade que, acogiendo a Jesús, acogiendo su Evangelio, su Muerte y su Resurrección, “hemos reconocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios en Él”…
 La perspectiva del cristocentrismo objetivo  invita a presentar el misterio de la Creación partiendo de la revelación de la intervención mediadora de Jesucristo en relación con la iniciativa creadora de Dios Porque en El fueron creadas todas las cosas. A partir de este primer elemento brota la dimensión Trinitaria del acto creador. El principio Trinitario de la Creación. Ambos parágrafos mostrarán la obra de Jesucristo en la Creación como ejercicio de una causalidad suya propia. La causalidad creadora de Jesucristo. Será posible así reconocer en Jesucristo el Primero y el Último en el que se revela la finalidad del acto creador de Dios. El fin de la Creación. A partir de este fundamento, simultáneamente Cristológico y Trinitario, se abre el camino para comprender con mayor profundidad el contenido del designio salvífico de Dios que tiene su centro en Jesucristo, Muerto y Resucitado para la salvación de todos los hombres. Jesucristo, centro del cosmos y de la historia. Miremos el Texto Sagrado de Tradición:
Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él to-das las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos (Colosenses capítulo  1 versículos 18-20).
Los santos PP. De la Iglesia aportaron a la presente discusión: La unión en Cristo entre el cielo y la tierra presupone sin embargo en primer lugar la Trinidad de Dios, ya que el Hijo en la tierra no puede presentar su propia divinidad (sólo en clave monofisita podría pensarse), sino que sólo puede traducir al plano temporal-creatural su relación eterna con el Padre, en cuanto a su Encarnación parece indicarnos Balthasar (von Balthasar)… Tampoco debe olvidarse que el primer versículo de la Sagrada Escritura, En el principio Dios creó el cielo y la tierra (Génesis capítulo  1 versículo  1), se ha interpretado a menudo en la tradición eclesial como un reclamo discreto a la dimensión Cristocentrica de la acción creadora de Dios: muchísimos PP. y teólogos han interpretado como referida a Cristo la expresión En el principio, esta interpretación la encontramos también en Orígenes…
 Igualmente Agustín afirma: A aquellos -los maniqueos- respondemos que fue Dios quien creó el cielo y la tierra en el principio pero no al principio del tiempo, sino en Cristo, siendo El con el Padre el Verbo por medio del cual y en el cual fue creada cada cosa. Tampoco puede pasarse por alto que ya la Epístola de Bernabé interpreta el otro pasaje del Génesis Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza  como indicativo de la presencia operante de las Personas Trinitarias en la Creación y abriendo también con ello una larga tradición. En esta teología se sitúa la sugerente teología de las dos manos del Padre, el Verbo y el Espíritu: encontrar otros materiales en In principio. El escrito de “Bernabé” es un texto apócrifo citado hasta el siglo V sobre todo. Es importante tener presente que de Dios solo brota Dios mismo para indicar con esta sentencia que la sustancia de Dios es Dios mismo y no admite en la creación comunicación de la misma.
 *Para ilustrar el punto en cuestión quiero citar a san Buenaventura…

***En esta línea se sitúa objetivamente el Ejemplarismo de Buenaventura Es especialmente significativo el siguiente texto de Buenaventura: “Necesariamente, si existe la producción de lo desemejante, se pre-supone la producción de lo semejante; lo cual se pone de manifiesto así: lo semejante es a lo desemejante como lo igual a lo diferente, y lo uno a lo múltiple; pero, necesariamente, lo igual precede a lo diferente, y lo uno precede a lo múltiple; por tanto también la producción de lo semejante precede a la producción de lo desemejante. Pero la criatura es producida por el ser primero, y éste es desemejante; por tanto, necesariamente, se produce lo semejante, que es Dios. ...Del mismo modo, de la substancia eterna no emana lo diferente, si no se produce lo sustancialmente idéntico. Por consiguiente en Dios se da primero la producción de lo semejante, de lo igual, de lo consustancial, que la de lo desemejante, de lo desigual, de lo esencialmente distinto. Así se puede afirmar que La diferencia permanente entre Jesús Hombre y el Dios eterno e igualmente del eterno Hijo, significa en substancia que el Hijo eterno no sólo precede a la existencia humana de Jesús, sino que constituye también la razón de su existencia creatural. Al igual que todas las criaturas también la existencia de Jesús tiene su fundamento en Dios, el Creador del mundo. Pero al ser diferente y distinguirse de Dios, esta existencia se funda sobre la autodistinción entre el Hijo eterno y el Padre. Así el Hijo eterno es la razón ontológica de la existencia humana de Jesús en su relación con Dios Padre. Pero si desde la eternidad, y por tanto también desde la creación del mundo, el Padre nunca existe sin el Hijo, entonces el Hijo eterno no es solamente la razón ontológica de la existencia de Jesús en su autodistinción del Padre como único Dios, sino también la razón de la diferencia y de la existencia autónoma de toda realidad creatural… Buenaventura nos conduce dramáticamente a su concepción de Ejemplarismo al acudir a la figura del verbo en las categorías cognoscibles de su procedencia, no se trata de una simple academia desgastada después de siglos de uso, nos habla de la realidad creada que acompaña a Jesús y su Hipostasis con el increado Hijo de Dios. 



Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;

La cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem filios Dei fieri, his qui credunt in nomine eius:

Et qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt.

Y verbum caro factus est et habitavit in nobis: et vidimus gloriam ejus, gloriam quasi unigeniti a Patre, plenus gratia et veritate.
Juan acude a una definición que sin duda está en sintonía de la afirmación de la Generación Eterna del Verbo, puesto que no se plantea una existencia producto de la intervención de los factores humanos. El nacer de Dios aleja el término de la connotación rabínica, que lo situaban en el mundo en cuanto a la descendencia o nacimiento en la carne (persona humana). Solo el Verbo nos concede la Gracia para llegar a ser hijos de Dios, no en sentido del A.T que podía ser utilizado para referirse a una persona natural sino a la eternidad que procede de Dios. El nacer de la carne resalta realmente la Encarnación y la debilidad de la condición humana.  El Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro capítulo  1 versículo  4): Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios. Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios, palabras de Ireneo de Lyon  Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo… El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres (Tomás de Aquino).  La Gracia y la verdad del Verbo encarnado nos recuerdan las palabras de Yahveh a Moisés en la zarza ardiendo. Pablo en su carta a los Filipenses nos ilustra sobre la Encarnación y nuestra respuesta: Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Filipenses capítulo 2 versículos  5-8)…
Nuestra inteligencia se une al Conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del Padre. La inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es Jesucristo. Y lo hace por medio de la virtud teologal de la Fe. (Las virtudes teologales son aquellas que nos unen directamente con Dios, que alcanzan directamente a Dios) para el propósito de este argumento podremos consultar en  Romanos capítulo  5 versículo  2. Por lo tanto, nuestra inteligencia se une a Jesús, Hijo del Dios Vivo, por medio de la Fe.
Lo propio de la voluntad es amar, el amor. El Amor en Dios es el Espíritu Santo.  Romanos capítulo  5 versículo 5. Por lo que nuestra Voluntad se une a Dios Espíritu Santo por medio de la virtud teologal de la Caridad, amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el principal de los mandamientos.
En la Memoria recreamos la vida. Pero para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo tanto, tenemos que dejar entrar en ella la Vida de Dios, el Padre, que viene del futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia enfermiza. Más allá de las cosas y de las personas, está la Vida de Dios. Ésta es ya Vida Eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo tanto, nuestra Memoria, haciendo el “vacío” de todo lo creado, se une al Padre por medio de la virtud teologal de la Esperanza, que nos hace penetrar en la Vida Eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya desde ahora. En la Encarnación recordamos una vez más se manifestó la Trinidad Inmanente en el Hijo y la Económica en la Voluntad salvífica del Padre Dios. Repasemos:
Las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona, que es la Divina, a quien llamamos Jesucristo.
El Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y así la Persona Divina hace las veces de Persona no sólo para la Naturaleza Divina, sino también para la naturaleza humana, a la cual se unió.
Nuevamente, aquí se encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se hace. Creemos sí con absoluta firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en forma que nos brinda plena certidumbre.
Así como dijimos (intuición)  que en Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble dos inteligencias, dos voluntades, todo lo que se refiere a la Persona será único y así, no adoro en El dos seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo.




Juan da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
Iohannes testimonium perhibet de ipso, et clamat dicens: "Hic erat, quem dixi. Qui post me venit, ante me factus est: quia prior me erat,
Juan es testimonio como creyente y hombre de profunda espiritualidad. Juan argumenta cualidades propias de la presencia del Espíritu Santo en el bautizado, y que gracias a esos dones es posible vivir nuestra Fe en el Resucitado. El testimonio del bautizado debe ser mayor que incluso el dado por el propio Bautista, no en vano el Señor eleva la condición del creyente por sobre la figura del Precursor… Siguiendo, pues, a los Santos Padres (Concilio de Calcedonia 451) enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado' (Hebreos capítulo 4 versículo 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
En Cristo el ser humano puede establecer una relación que va de la mano con las misiones del Hijo y del Espíritu Santo que están destinadas a nuestra salvación, es pues el testimonio del bautista un ejemplo de identidad sobre la futura salvación tal y como la ve el Precursor. Las relaciones de Dios con nosotros son principio de salvación no es posible salvarnos si Dios no está a nuestro lado y nos abre las puertas de su Reino. Es pues elocuente el testimonio del Bautista sobre la salvación que se gesta en la relación vital con Dios por medio de su Hijo nuestro Señor. El términos antropológicos es la presencia del Espíritu de Dios que sublima y potencia las acciones de un ser contingente encerrado en sí mismo como es nuestro caso.



Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.

Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Et de plenitudine eius nos omnes accepimus et gratiam pro gratia.

Quia lex per Moysen data est; factum est gratia et veritas per Jesum Christum.
Los judíos esperaban un Mesías profeta como lo era por excelencia Moisés, no olvidar las escenas narradas del Éxodo y como el Poder de Dios se manifestaba gracias a este líder carismático. No es Jesús el modelo esperado, no es la figura de autoridad que los condujera a su liberación del poder del Imperio Romano. La Ley Mosaica no es referente directo del Poder del testimonio que darán los bautizados a partir del advenimiento del Señor. La Verdad corresponde a la existencia misma del creyente que será guiado por el Evangelio que a su vez es el gran “contenedor” de la Verdad revelada. En Él se haya la verdad, toda respuesta existencial, la Fe en la vida eterna, el amor que anhelamos y no encontramos en el mundo, el amigo que siempre está ahí dispuesto a escuchar, la protección de nuestras vidas y de los nuestros, la fuerza para vivir, el perdón de los pecados, la nueva mente que nos hace libres, la alegría y el gozo, la alabanza, la gloria, el Reino, la Verdad. En él se haya la guía para hacer las obras del Espíritu y vivir según Dios. El misterio de la Santísima Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo.
La revelación de Dios llega a su punto culminante con Jesucristo. Ahora ya no es que Dios hable a unos hombres, más o menos excepcionales, sino que Dios mismo se encarna en el hombre Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una revelación de Dios, como lo expresa el Apóstol en la carta a los Hebreos: Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días nos habló por su Hijo. (1, 1-2). La plenitud de Dios es nosotros es la Gracia. Nuestra vida pertenece a la Sustancia Divina como el acto mismo de nuestra creación, es uno de los argumentos del Hiponense sobre la vida como obra del amor revelado de Dios.
La plenitud de la Trinidad Económica, es decir, nuestra salvación llega en el Amor de Dios hecho carne…



A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
Deum nemo vidit umquam: unigenitus Filius, qui est in sinu Patris, ipse enarravit.
Acudimos a un término presente particularmente en la escolástica (Siglo XII) y que se empleó para sustituir a la Perichoresis de Juan Damasceno y me refiero a Circumincessio a la mutua In-Existencia de las Personas Divinas (SS. Trinidad) que emplearon en la Escuela franciscana con san Buenaventura, Duns Escotto, Burgundio de Pisa su creador…  Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a uno de la Trinidad. El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad (Para nuestra reflexión y complemento mirar, Juan  capítulo 14 versículos  9-10). San Juan es el único en afirmar que el Espíritu dará testimonio de Cristo. Cuando la persecución arrecie y los discípulos conozcan la tentación del miedo y de la duda, el Espíritu fortalecerá su corazón para confirmar su Fe en Jesús. Es un testimonio distinto de la ayuda prometida por Cristo a los discípulos, cuando sean arrastrados a los tribunales. Por fin el Espíritu Santo demostrará, que el pecado está en el mundo, la justicia en Jesús y que el verdadero condenado es el demonio o príncipe de este mundo. Cristo materializa la idea de un Dios personal que si es posible relacionarnos con su trascendencia e inmanencia porque es Cristo precisamente quien la revela a la humanidad…  El Hijo de Dios Encarnado en la única verdad explicita del Dios creador que en cuanto a su presencia en el mundo lo hace por el Amor de su Adorado Hijo. Dios se manifiesta porque en su infinita Voluntad estaba el enviar a su Adoro Hijo para que naciera de una Virgen en el pueblo de Israel. Solo así llega a nosotros la Gracia como relación salvífica de dios con nosotros. Juan tiene muy en claro esta prerrogativa del Hijo de Dios y solo Él puede conocer porque Él y el Padre son lo mismo, es decir, la llamada Perichoresis de Juan Dámaso y el termino ya mencionado durante la Escolástica  Circumincessio cuya argumentación se propone en (Juan capítulo 10 versículo 30 y en el versículo  38)… Juan como ningún escritor del (N.T) nos plasma esta afirmación. Solo el Hijo ha visto al Padre porque son en síntesis expresión de su Persona Divina como Padre y como Hijo y como Espíritu Santo.  Como decíamos al fin del bloque anterior, las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, porque donde está Una de Ellas están también habitándose las Otras Dos. Están “como Una metida dentro de las Otras” (la Perichoresis o Circumincessio). La Trinidad tiene “una sola y misma operación”. Por lo tanto, crean las Tres, redimen las Tres y santifican las Tres.

Pero, por Apropiación o Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada Obra: Por ejemplo, la Creación se atribuye al Padre. La Redención, al Hijo. La Santificación, al Espíritu Santo. La persona humana revela a la Trinidad SS. En cuanto a  sus operaciones es una bella comparación y desde luego con su respectiva analogía.
Esto nos lleva al concepto de persona que usa (en la línea del Hiponense lo citamos) ***Ricardo de San Víctor en su teología trinitaria: “Persona est rationalis naturae incomunicabilis existentia” (Persona es una existencia incomunicable de naturaleza racional). El rasgo distintivo de esta definición es hablar de existencia incomunicable: la incomunicabilidad supone la independencia, pero la existencia,  supone la relación. Ricardo llama a la naturaleza sistencia, por tanto la ex-sistencia es el modo de tener una determinada naturaleza. La Trinidad es una sistencia o naturaleza que se realiza en tres ex-sistencias o personas: el Padre ex-siste desde sí mismo, el Hijo ex-siste desde el Padre y el Espíritu ex-siste desde el Padre y el Hijo. No se puede pensar en una sistencia abstracta independiente de las Tres Personas, como si la naturaleza divina fuera anterior a las Tres Personas: la sistencia divina solo ex-siste en una de las tres formas dichas, que sólo pueden realizarse en cuanto están mutuamente implicadas. Es decir, siempre que encontramos a Dios lo descubrimos de alguna manera como persona, y la persona como existencia sólo tiene su perfección en la relación, por lo que a Dios sólo podemos llamarlo personal si descubrimos su proceso interno, eso es lo que se nos ha manifestado a través de la Revelación, porque Dios es un proceso que sólo se explicita y realiza a través de y en las Personas Divinas… Como autor cercano a nosotros quiero citar al alemán Rahner cuyo aporte a la concepción de Persona unida a la revelación considero es de lo mejor en cuanto a reflexión y actualidad conceptual. Miremos.
 ***Rahner (1904-1984), toma conciencia de los problemas en torno a la relación entre los tratados “De Deo Uno” y “De Deo Trino”. En los manuales al uso el tratado no trinitario “De Deo uno” precede al tratado sobre la Trinidad, y esto lleva a hablar de las personas divinas de una manera absolutamente formal que no afecta a la esencia de Dios. Esta situación no es razonable, si la Trinidad no fuera un misterio salvífico no se nos habría revelado (solo para que no lo olvidemos, es Cristo quien revela las relaciones Trinitarias)
A partir de esta convicción y para superar esta situación  Rahner formula su tesis fundamental: La Trinidad económica es la Trinidad inmanente y a la inversa. Esta tesis se sustenta en una observación concreta: hay al menos un caso en que la Trinidad Económica es la Trinidad Inmanente y es una verdad de Fe definida, la Encarnación del Verbo de Dios. Jesús no es Dios en general, sino el Hijo, y esta misión no sólo le es aplicada a la Segunda Persona Divina, sino que le es propia y peculiar. Por tanto, en la encarnación, algo ocurre fuera de la vida intradivina que no es simplemente un acontecimiento del Dios tripersonal que actúa como ser único. Si esto es así resultan falsas todas las opiniones que sostienen tanto el principio de que no hay nada histórico-salvífico que no pueda predicarse de la misma manera del Dios Trino y de cada Persona como el de que una doctrina sobre la Trinidad solo pueda hacer aserciones sobre lo intradivino. Por contra resulta verdadero que la doctrina de la Trinidad y la economía de la salvación no pueden distinguirse adecuadamente.
 Rahner detecta también una aporía en el concepto de persona cuando se aplica a la doctrina sobre la Trinidad. Tres Personas no significa en Dios ni una multiplicación cuantitativa de la esencia ni una igualdad de la Personalidad, pero cuando hablamos hoy de persona en plural casi nos vemos obligados a pensar en varios centros espirituales de actividad, en varias subjetividades. En Dios sólo se da una esencia, una conciencia real poseída en tres formas distintas. Esta dificultad tiene su causa en el hecho de que ha habido un cambio en el concepto de persona, mientras que antiguamente se refería “in recto” únicamente a la subsistencia distinta y solo “in obliquo” a la naturaleza racional, en la Edad Moderna la persona pasó a designar “in recto” el elemento espiritual y subjetivo. A causa de esto es necesario abrir la posibilidad de otros modos teológicos de expresión que tomen como punto de partida el axioma fundamental, según el cual Dios es el Dios concreto en cada una de sus formas de darse, lo que, traducido a la Trinidad Inmanente, significa que el Dios único subsiste en tres formas distintas de subsistencia.


CONCLUSIÓN  Y  REFLEXIÓN  PERSONAL.


Desde el primer renglón encuentra uno que la herencia de las Causalidades (Formal/Eficiente) e incluso la material como seres vivos de la creación nos remiten a las Divinas Personas como indicando que Dios siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo, interviene de lleno en la obra de la Creación, que no es posible suponer que la “luz” de Dios llegó al mundo por misión sin que esta fuera intimada en el Verbo por la presencia de la Trinidad plena Inmanente (Circumincessio) esta presencia es herencia en términos idiomáticos de la conjugación de las tradiciones tanto griega como latina. Es Orígenes antes que Agustín en suponer que la Sustancia de Dios ejemplariza por decirlo así las relaciones Trinitarias y que la única posible distinción son en sí y para si las Personalidades de la Individua Trinidad… causa Ejemplar y Eficiente, ellas en si muestran el cómo interviene el Hijo (verbo) en la creación y como en la Cruz este mismo Hijo de Dios asume la humanidad creada de Jesús siendo (Él Persona) el Engendrado antes de todo tiempo como si desde el tiempo de la encarnación no se hubiera transformado en historia el eterno sin ella como degradación del tiempo y sus ciclos. Los PP. Capadocios cuando emplean el término Hipostasis  nos están diciendo desde la perspectiva distinta del pensamiento griego que la Persona que hay en el Encarnado es Divina y que las Naturalezas de Jesús y del Verbo se hacen Una sin implicar con ello la degradación de la Naturaleza Racional del Señor.  Es una y otra vez la Luz de Dios en los ojos de su Adorado Hijo la que nos muestra el camino en la madre de los bautizados. Hoy reflexionamos sobre la presencia “voluntaria” del Amor sublime de Dios que como Dios solo puede darse así y eternamente como en la relación a Ad-Intra entre las Divinas Personas. En Jesús tomó carne la realidad increada para que la realidad creada se librara de las consecuencias de su pecado.   La historia personal la encontramos redimida no solo en tiempo  sino también  en obras. La redención se llena de humanidad en la humanidad de Jesús. Constituimos una realidad sustancial con la Gracia que nos transforma y nos hace llamar a Dios Padre de todas y de todos. La filiación por apropiación de las cualidades de ser redimidos, es decir, sin ser redimidos Ontológicamente hablando, no se podía decir que somos hijos de Dios, no al menos en la transformación sustancial de nuestra condición.  La filiación gracias al Señor es una realidad de índole definitiva, es la aseveración de nuestra futura condición de la cual ya todo bautizado goza en potencia por la Gracia.

Nuestra reflexión es posible porque el mismo Dios se reveló para que nuestra inteligencia tuviera la certeza de su presencia.  Es una presencia tan clara que el misterio se convierte en realidad y la realidad es transformada con matices de eternidad. El Bautista ve la Palabra y no escrita o pronunciada en su categoría de fonema, ve la Palabra como ve a su entorno, esta percepción supera la Fe y se instala en los sentidos. Solo viéndote con el alma Señor evitaremos pretender “tocar tus  heridas”… Cristo Palabra del Padre se escribe en el alma del bautizado y se convierte en luz para sus pasos. La Palabra/Personalidad de Dios  se llama Jesucristo.


Que lo que crees con tu corazón sea también sometido a la razón. El Hiponense. 

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