REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE EL PRÓLOGO DE SAN JUAN.
“Pero
¿qué valor tiene el sonido de las palabras: En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios? También yo he pronunciado
palabras al hablar. ¿Era como éstas la Palabra que estaba con Dios? Las
palabras que yo he dicho, ¿no han desaparecido después de haberlas pronunciado?
¿Luego la Palabra de Dios habrá desaparecido también, tras haberse oído? ¿Cómo
se hizo todo mediante ella, y sin ella nada se hizo? ¿Cómo se rige mediante
ella lo que mediante ella fue creado, si sonó y pasó? ¿Qué clase de palabra,
pues, es esta que se pronuncia y no pasa? Atienda Vuestra Caridad; se trata de
algo importante.” Amonestación del Hiponense sobre el
Prólogo de Juan, a manera de introducción a
su Tratado (Tratactus et Foedus). La presente reflexión de índole
teológica la seguiremos en la perspectiva del latín como idioma base y del castellano
como su traducción terminológica. El Prólogo como cumbre de la teología Joanica
busca esclarecer el impacto dialectico de la superación del mito para
transformar la realidad de la naciente Iglesia y con ello las implicaciones de
lugar. La Palabra en la perspectiva idiomática expresa el pensamiento en
categorías cognoscibles, es decir, por medio de las palabras construimos un lenguaje que todos pueden comprender y de
paso ratificar el ser comunicación explicita en las categorías de nuestra
propia y misma riqueza de percepción.
La Palabra (recurso idiomático) se crea en orden a nuestro lenguaje como un
sonido o golpe de voz que articulamos en la garganta, ese sonido se disipa al
salir de nosotros y solo queda el recuerdo voluntario de lo expresado, mientras
que la Palabra como (Verbo y Logos)
brota del intelecto mismo de Dios, es decir, como una acción de su
Voluntad amorosa. Esa es la Palabra Santísima de la que nos habla el Apóstol y evangelista.
La Palabra que procede de la mente de Dios y es Dios (Segunda Persona de la SS.
Trinidad) como lo expresaría Tomás de Aquino: Dios no da cosa distinta que Dios mismo, es decir, su comunicación
amorosa solo se distingue en cuanto a la personalidad de la Persona Divina, del
Engendrado antes de todos los siglos. Es un acto Volitivo porque emana de su
Voluntad Divina. Esa palabra la refiere
Agustín de Hipona y sabe que no pasa por ser la expresión calificativa de Dios
entre nosotros. El Verbo no solo explicita la cualidad de la oración o
frase sino que articula el ser que se expresa bajo las categorías a las que
recurre. Cristo mismo conjuga tanto la Palabra como expresión de la Voluntad de
Dios como el Verbo en ordena su Santísima procedencia no sobre su origen sino
del que le engendra antes de todo tiempo. La
Palabra de Dios, su Verbo es preexistente. La Palabra que proclamamos en la
Eucaristía no es otra que la expresión en categorías cognoscibles del ser
humano que su acción refleja la realidad de Dios que se comunica o revela. El verbo en nuestro idioma nos dice que
hace, piensa u obra una persona y lo mismo acontece con la revelación ya que su
presencia segura el comunicar la Voluntad salvífica de Dios. El verbo expresa
la acción de la persona y en orden a la Misericordia de Dios revela su Amor
Encarnado como ultima Palabra a la humanidad.
Recordemos que
históricamente la época de Jesús se ve fuertemente influenciada por el
pensamiento helénico, escuelas como la epicúrea,
estoica y escéptica, moldean el
pensamiento en su momento. En sintonía Heráclito define
el Logos como la razón universal, como una ley cósmica que lo gobierna
todo. Que en su poder mantiene todas las cosas unidas entre sí. El Logos visto de esta manera es una
expresión Panteísta. Desde esta
postura “dios es todo y todo el dios”. Este pensamiento sobrevive
particularmente entre los hinduistas.
En Occidente la llamada “nueva era” sostiene
también este principio al suponer que Dios está en nosotros con una presencia
Identidad distinta a las huellas de su obra creadora (Vestigia). Gracias a la
presencia de los Gnósticos el evangelista Juan nos ofrece la ratificación
de la verdadera humanidad del Señor, que es el cometido fundamental de su
prólogo. Una humanidad que en todo es
como la de cualquier persona humana pero con la presencia de la Hipostasis
entre las naturalezas Divina y la Humana y la persona Divina que se une al alma
racional de Jesús.
ESPAÑOL
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LATÍN
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TEOLOGÍA
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En
el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra
era Dios.
Ella
estaba en el principio con Dios.
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In principio
erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum.
Et erat in
principio apud Deum.
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Juan
establece la sana distinción en cuanto al significado de “principio” o Arché
recordemos que se puede interpretar en sentido temporal cuando nos referimos
a una acción u obra determinada, y en orden a la eternidad cuyo calificativo
solo corresponde a Dios. El estar con Dios supone la misma naturaleza puesto
que no habla de una compañía sino de una realidad Identitativa. Era Dios en
cuanto al movimiento de su presencia entre nosotros, es decir, el Verbo vive
un eterno retorno al Padre que se ama y se piensa por siempre. La Palabra
expresa la Voluntad de Dios, no como subordinada sino como Dios mismo. En una
clara Procesión de su Voluntad santísima. Es
pues el principio de las relaciones Trinitarias el Arjé, Causa Primera de la creación que corresponde a la Palabra o
Verbo (Jesucristo). Es la fuente de la obra amorosa de Dios Creador. Por otro
lado es importante manifestar que la concepción de la Palabra de Dios no es
exclusiva del (N.T) ya en el (A.T) hay nociones de su significación claro
está no de ser Persona Divina, para muestra solo un botón (Proverbios
capítulo 8 versículo 22) y en la misma escuela (Sabiduría capítulo 7
versículo 22). Es el Verbo del Padre quien comunica su
misión, así lo entiende Juan cuando apunta toda su Soteriología a la
manifestación del Señor como el Cordero Pascual aquel que quita los pecados
del mundo. Pero precisamente esta obediencia hacia el Padre, libremente
aceptada, esta sumisión al Padre, en antítesis con la desobediencia del
primer Adán, continúa siendo la expresión de la unión más profunda entre el Padre
y el Hijo, reflejo de la unidad Trinitaria: “Conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre y que según el
mandato que me dio el Padre, así hago” (Juan capítulo 14 versículo 31). Más todavía, esta unión de voluntades
en función de la salvación del hombre, revela definitivamente la verdad sobre
Dios, en su Esencia íntima: el Amor; y al mismo tiempo revela la fuente
originaria de la salvación del mundo y del hombre: la “Vida que es la luz de los hombres”…
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Todo
se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En
ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
Y
la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
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Enim omnia facta sunt et sine ipso factum est nihil.
In ipso vita
erat, et vita erat lux hominum
Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non
comprehenderunt.
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Cristo
mismo es la Causa Eficiente de la creación por Él y el Él todo fue hecho. Una
vez más la presencia es fundamento de su misma y única esencia que solo
distingue las personalidades Divinas, más no así la Persona. La Luz es el
orden amoroso que solo impera por la Voluntad de Dios y el caos es su antítesis,
es decir en cuanto a la luz es y será la oscuridad. La estética de Dios en la
creación es su Amor que todo lo ordena. La vida es intransferible y solo Dios
la comunica a libremente y solo Dios la puede tomar y retener. El Señor
Jesucristo puede recibir el título de Principio si tenemos presente que es la
Causa Primera de la creación (Colosenses capítulo 1 versículo 16). Cristo es
el origen de todo cuanto existe, es el reconocimiento de su presencia en la
obra creadora. Esta concepción esta fuera del tiempo y cualquier parangón
posible no va en esta afirmación. En primer lugar hay que excluir que el Verbo sea Causa Ejemplar exclusivamente suya en la
creación, ya que la causa ejemplar próxima de la divinidad en sus obras
"ad extra" es obra de la inteligencia divina. Y el Verbo ni tiene
una inteligencia distinta de la divinidad ni tiene una causalidad exclusiva
de la causalidad de las tres divinas personas en su obra Ad- Extra. Solamente podría por apropiación atribuírsela al Verbo como Causa Ejemplar. Ni Juan
apunta a semejante tecnicismo.
El pensamiento
de Juan sobre esta causalidad ha de valorárselo en su ambiente bíblico Donde
la Palabra es la Luz y el Bien. El pensamiento es manifiestamente que
las cosas que fueron hechas por el Verbo tienen vida en El. ¿En qué sentido.
No se trata de la vida de Dios -del
Verbo- en sí mismo, pues no dice que
el Verbo era la vida, sino de la vida divina en cuanto va a ser ampliamente
participada. Pues esa vida va a ser luz de los seres humanos. Esto sitúa el problema.
Y su complemento para penetrarlo está en ver que el pensamiento de Juan está
influido, embebido, en el pensamiento judío, no en el de la filosofía griega.
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Hubo
un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
Este
vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos
creyeran por él.
No
era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
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Fuit homo missus
a Deo cui nomen erat Iohannes.
Venit in testimonium ut testimonium perhiberet de
lumine ut omnes crederent per illum.
Non erat ille lux, sed ut testimonium perhiberet de
lumine.
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Es
el objetivo de la misión del Bautista y como tal se afirma su nexo con el
Señor que no solo será de sangre sino de mensaje. El testimonio del Bautista
es un testimonio de vida y conocimiento de las promesas las mismas que afirma
en su naturaleza con la presencia del Verbo Eterno. Juan es testimonio y
testigo de estos acontecimientos, como creyente y como conocedor de la Palabra.
Este personaje establece un puente entre el A.T y la Ley y el N.T
ejemplarizado por el Amor como eje relacional que da vida tanto a la Ley como
a los profetas anteriores al advenimiento del Mesías. El Verbo hasta ahora no
había ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz;
ahora va a darla con el gran esplendor de su Encarnación. Para esto aparece
introducida la figura del Bautista.
Aparece
situado en un momento histórico ya pasado en contraposición al Verbo, que
siempre existe. Juan no viene por su propio impulso; es enviado por Dios.
Trae una misión oficial. Viene a
testificar, que en su sentido original indica preferentemente un testigo
presencial… Viene a testificar a la Luz, que se va a encarnar, para que todos
puedan creer por medio de él. El prestigio del Bautista era excepcional en
Israel (Juan capítulo 1 versículos 19-28), hasta ser recogido este ambiente
de expectación… El tema del testimonio es uno de los ejes en el
evangelio de Juan, que se repartirá multitud de veces y por variados
testigos.
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La
Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo.
En
el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino
a su casa, y los suyos no la recibieron.
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Erat lux vera,
quæ illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum.
In mundo erat et mundus per ipsum factus est, et
mundus eum non cognovit.
Et venit in domum suam, et per consequens non.
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La
Luz del mundo bien podría resumir este trozo del prólogo Joanico, es una vez
más alusión a la presencia del Mesías, Hijo de Dios. Recordemos que el mundo
puede cambiar de contenido definitorio, puede hacer mención de la creación y
la presencia de la humanidad en ella, o simplemente referirse a un “lugar2 de
hostilidad y conflicto que sería un ambiente negativo para el advenimiento
del Salvador. Los suyos designan a la humanidad que Dios redime en su Adorado
Hijo. Es también una alusión de fuerte raíz judía recordemos que para los
descendientes de Jacob es una realidad gobernada por el mal en su forma y
expresión más pura (satán). Con este lenguaje sigue hablando de modo muy
intenso el Evangelio de Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a
su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga
la vida eterna” (Juan capítulo 3
versículo 16). Y añade: “El Padre mandó a su Hijo como salvador
del mundo”. En otro lugar escribe Juan: “Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor que Dios nos
tiene: Dios ha mandado a su Hijo unigénito al mundo para que tuviéramos vida
por Él; “no hemos sido nosotros
quienes hemos amado a Dios, sino que Él nos ha amado y ha enviado a su Hijo
como víctima de expiación por nuestros pecados”. Por ello añade que,
acogiendo a Jesús, acogiendo su Evangelio, su Muerte y su Resurrección, “hemos reconocido y creído en el amor que
Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios
en Él”…
La perspectiva del cristocentrismo objetivo invita a presentar el misterio de la
Creación partiendo de la revelación de la intervención mediadora de
Jesucristo en relación con la iniciativa creadora de Dios Porque en El fueron creadas todas las
cosas. A partir de este primer elemento brota la dimensión Trinitaria del
acto creador. El principio Trinitario de la Creación. Ambos parágrafos
mostrarán la obra de Jesucristo en la Creación como ejercicio de una
causalidad suya propia. La causalidad creadora de Jesucristo. Será posible
así reconocer en Jesucristo el Primero y el Último en el que se revela la
finalidad del acto creador de Dios. El fin de la Creación. A partir de este
fundamento, simultáneamente Cristológico y Trinitario, se abre el camino para
comprender con mayor profundidad el contenido del designio salvífico de Dios
que tiene su centro en Jesucristo, Muerto y Resucitado para la salvación de
todos los hombres. Jesucristo, centro
del cosmos y de la historia. Miremos el Texto Sagrado de Tradición:
Él es también la
cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre
los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer
residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él to-das las
cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y
de los cielos (Colosenses capítulo 1
versículos 18-20).
Los
santos PP. De la Iglesia aportaron a la presente discusión: La unión en
Cristo entre el cielo y la tierra presupone sin embargo en primer lugar la
Trinidad de Dios, ya que el Hijo en la tierra no puede presentar su propia
divinidad (sólo en clave monofisita
podría pensarse), sino que sólo puede traducir al plano temporal-creatural su relación eterna
con el Padre, en cuanto a su Encarnación parece indicarnos Balthasar (von
Balthasar)… Tampoco debe olvidarse que el primer versículo de la Sagrada
Escritura, En el principio Dios creó
el cielo y la tierra (Génesis capítulo
1 versículo 1), se ha
interpretado a menudo en la tradición eclesial como un reclamo discreto a la dimensión Cristocentrica de la acción
creadora de Dios: muchísimos PP. y teólogos han interpretado como referida a
Cristo la expresión En el principio, esta interpretación la encontramos
también en Orígenes…
Igualmente Agustín afirma: A aquellos -los
maniqueos- respondemos que fue Dios quien creó el cielo y la tierra en el
principio pero no al principio del tiempo, sino en Cristo, siendo El con el
Padre el Verbo por medio del cual y en el cual fue creada cada cosa. Tampoco
puede pasarse por alto que ya la Epístola de Bernabé interpreta el otro pasaje
del Génesis Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza como indicativo de la presencia operante de
las Personas Trinitarias en la Creación y abriendo también con ello una larga
tradición. En esta teología se sitúa la sugerente teología de las dos manos
del Padre, el Verbo y el Espíritu: encontrar otros materiales en In principio. El escrito de “Bernabé”
es un texto apócrifo citado hasta el siglo V sobre todo. Es importante tener
presente que de Dios solo brota Dios mismo para indicar con esta sentencia
que la sustancia de Dios es Dios mismo y no admite en la creación
comunicación de la misma.
*Para
ilustrar el punto en cuestión quiero citar a san Buenaventura…
***En esta línea se sitúa objetivamente el
Ejemplarismo de Buenaventura Es especialmente significativo el siguiente
texto de Buenaventura: “Necesariamente, si existe la producción de lo
desemejante, se pre-supone la producción de lo semejante; lo cual se pone de
manifiesto así: lo semejante es a lo desemejante como lo igual a lo
diferente, y lo uno a lo múltiple; pero, necesariamente, lo igual precede a
lo diferente, y lo uno precede a lo múltiple; por tanto también la producción
de lo semejante precede a la producción de lo desemejante. Pero la criatura
es producida por el ser primero, y éste es desemejante; por tanto,
necesariamente, se produce lo semejante, que es Dios. ...Del mismo modo, de la substancia eterna no emana lo diferente, si no
se produce lo sustancialmente idéntico. Por consiguiente en Dios se da
primero la producción de lo semejante, de lo igual, de lo consustancial, que
la de lo desemejante, de lo desigual, de lo esencialmente distinto. Así se
puede afirmar que La diferencia permanente entre Jesús Hombre y el Dios
eterno e igualmente del eterno Hijo, significa en substancia que el Hijo
eterno no sólo precede a la existencia humana de Jesús, sino que constituye
también la razón de su existencia creatural. Al igual que todas las criaturas
también la existencia de Jesús tiene su fundamento en Dios, el Creador del
mundo. Pero al ser diferente y distinguirse de Dios, esta existencia se funda
sobre la autodistinción entre el Hijo eterno y el Padre. Así el Hijo eterno es la razón ontológica de la existencia humana de
Jesús en su relación con Dios Padre. Pero si desde la eternidad, y por
tanto también desde la creación del mundo, el Padre nunca existe sin el Hijo,
entonces el Hijo eterno no es solamente la razón ontológica de la existencia de Jesús en su autodistinción del
Padre como único Dios, sino también la razón de la diferencia y de la
existencia autónoma de toda realidad creatural… Buenaventura nos conduce
dramáticamente a su concepción de Ejemplarismo al acudir a la figura del
verbo en las categorías cognoscibles de su procedencia, no se trata de una
simple academia desgastada después de siglos de uso, nos habla de la realidad
creada que acompaña a Jesús y su Hipostasis con el increado Hijo de Dios.
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Pero
a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los
que creen en su nombre;
La
cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se
hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad.
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Quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem
filios Dei fieri, his qui credunt in nomine eius:
Et qui non ex
sanguinibus, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt.
Y verbum caro
factus est et habitavit in nobis: et vidimus gloriam ejus, gloriam quasi
unigeniti a Patre, plenus gratia et veritate.
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Juan
acude a una definición que sin duda está en sintonía de la afirmación de la Generación Eterna del Verbo, puesto
que no se plantea una existencia producto de la intervención de los factores
humanos. El nacer de Dios aleja el término de la connotación rabínica, que lo
situaban en el mundo en cuanto a la descendencia o nacimiento en la carne
(persona humana). Solo el Verbo nos concede la Gracia para llegar a ser hijos
de Dios, no en sentido del A.T que podía ser utilizado para referirse a una
persona natural sino a la eternidad que procede de Dios. El nacer de la carne
resalta realmente la Encarnación y la debilidad de la condición humana. El
Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro
capítulo 1 versículo 4): Porque tal es la razón por la que el
Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre
al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se
convirtiera en hijo de Dios. Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para
hacernos Dios, palabras de Ireneo de Lyon
Unigenitus Dei Filius, suae
divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines
deos faceret factus homo… El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos
participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que,
habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres (Tomás de Aquino). La
Gracia y la verdad del Verbo encarnado nos recuerdan las palabras de Yahveh a
Moisés en la zarza ardiendo. Pablo en su carta a los Filipenses nos
ilustra sobre la Encarnación y nuestra respuesta: Tened entre vosotros los
mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no
retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo
en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz. (Filipenses capítulo 2 versículos 5-8)…
Nuestra
inteligencia se une al Conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del
Padre. La inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es
Jesucristo. Y lo hace por medio de la virtud teologal de la Fe. (Las virtudes teologales son aquellas que
nos unen directamente con Dios, que alcanzan directamente a Dios) para el
propósito de este argumento podremos consultar en Romanos capítulo 5 versículo 2. Por lo tanto, nuestra inteligencia se une
a Jesús, Hijo del Dios Vivo, por medio de la Fe.
Lo
propio de la voluntad es amar, el
amor. El Amor en Dios es el Espíritu Santo. Romanos capítulo 5 versículo 5. Por lo que nuestra Voluntad se une a Dios Espíritu Santo
por medio de la virtud teologal de la Caridad,
amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el principal de los
mandamientos.
En
la Memoria recreamos la vida. Pero
para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo tanto,
tenemos que dejar entrar en ella la Vida de Dios, el Padre, que viene del
futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia enfermiza.
Más allá de las cosas y de las personas, está la Vida de Dios. Ésta es ya
Vida Eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo tanto,
nuestra Memoria, haciendo el
“vacío” de todo lo creado, se une al Padre por medio de la virtud teologal de
la Esperanza, que nos hace
penetrar en la Vida Eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya
desde ahora. En la Encarnación recordamos una vez más se manifestó la
Trinidad Inmanente en el Hijo y la Económica en la Voluntad salvífica del
Padre Dios. Repasemos:
Las dos
naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona, que es la Divina,
a quien llamamos Jesucristo.
El
Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y
así la Persona Divina hace las veces de Persona no sólo para la Naturaleza Divina,
sino también para la naturaleza humana, a la cual se unió.
Nuevamente,
aquí se encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos
comprobar que en esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender
a fondo cómo se hace. Creemos sí con absoluta firmeza en él, porque Dios nos
lo reveló en forma que nos brinda plena certidumbre.
Así como dijimos
(intuición) que en Jesucristo todo lo
que se refiere a la naturaleza es doble dos inteligencias, dos voluntades,
todo lo que se refiere a la Persona será único y así, no adoro
en El dos seres, sino uno solo, no
actúan dos individuos sino uno solo.
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Juan
da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de
mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
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Iohannes testimonium perhibet de ipso, et clamat
dicens: "Hic erat, quem dixi. Qui
post me venit, ante me factus est: quia prior me erat,
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Juan
es testimonio como creyente y hombre de profunda espiritualidad. Juan
argumenta cualidades propias de la presencia del Espíritu Santo en el
bautizado, y que gracias a esos dones es posible vivir nuestra Fe en el
Resucitado. El testimonio del
bautizado debe ser mayor que incluso el dado por el propio Bautista, no en
vano el Señor eleva la condición del creyente por sobre la figura del Precursor…
Siguiendo, pues, a los Santos Padres (Concilio de Calcedonia 451) enseñamos
unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro
Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad;
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y
cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con
nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros, excepto en el
pecado' (Hebreos capítulo 4 versículo 15); nacido del Padre antes de todos
los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido
en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la
humanidad.
En
Cristo el ser humano puede establecer una relación que va de la mano con las
misiones del Hijo y del Espíritu Santo que están destinadas a nuestra
salvación, es pues el testimonio del bautista un ejemplo de identidad sobre
la futura salvación tal y como la ve el Precursor.
Las relaciones de Dios con nosotros son principio de salvación no es posible
salvarnos si Dios no está a nuestro lado y nos abre las puertas de su Reino. Es
pues elocuente el testimonio del Bautista sobre la salvación que se gesta en
la relación vital con Dios por medio de su Hijo nuestro Señor. El términos
antropológicos es la presencia del Espíritu de Dios que sublima y potencia
las acciones de un ser contingente encerrado en sí mismo como es nuestro
caso.
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Pues
de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.
Porque
la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado
por Jesucristo.
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Et de
plenitudine eius nos omnes accepimus et gratiam pro gratia.
Quia lex per Moysen data est; factum est gratia et
veritas per Jesum Christum.
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Los
judíos esperaban un Mesías profeta como lo era por excelencia Moisés, no
olvidar las escenas narradas del Éxodo y como el Poder de Dios se manifestaba
gracias a este líder carismático. No es Jesús el modelo esperado, no es la
figura de autoridad que los condujera a su liberación del poder del Imperio
Romano. La Ley Mosaica no es referente directo del Poder del testimonio que
darán los bautizados a partir del advenimiento del Señor. La Verdad corresponde a la existencia misma del creyente que será guiado por el
Evangelio que a su vez es el gran “contenedor” de la Verdad revelada. En
Él se haya la verdad, toda respuesta existencial, la Fe en la vida eterna, el
amor que anhelamos y no encontramos en el mundo, el amigo que siempre está
ahí dispuesto a escuchar, la protección de nuestras vidas y de los nuestros,
la fuerza para vivir, el perdón de los pecados, la nueva mente que nos hace libres, la alegría y el gozo, la
alabanza, la gloria, el Reino, la Verdad. En él se haya la guía para hacer
las obras del Espíritu y vivir según Dios. El misterio de la Santísima
Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo.
La revelación de
Dios llega a su punto culminante con Jesucristo. Ahora ya no es que Dios
hable a unos hombres, más o menos excepcionales, sino que Dios mismo se
encarna en el hombre Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una
revelación de Dios, como lo expresa el Apóstol en la carta a los Hebreos: Muchas veces y en muchas maneras habló
Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas;
últimamente, en estos días nos habló por su Hijo. (1, 1-2). La plenitud de
Dios es nosotros es la Gracia. Nuestra vida pertenece a la Sustancia
Divina como el acto mismo de nuestra creación, es uno de los argumentos del
Hiponense sobre la vida como obra del amor revelado de Dios.
La
plenitud de la Trinidad Económica, es decir, nuestra salvación llega en el
Amor de Dios hecho carne…
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A
Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre,
él lo ha contado.
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Deum nemo vidit
umquam: unigenitus Filius, qui est in sinu Patris, ipse enarravit.
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Acudimos
a un término presente particularmente en la escolástica (Siglo XII) y que se
empleó para sustituir a la Perichoresis
de Juan Damasceno y me refiero a Circumincessio
a la mutua In-Existencia de las
Personas Divinas (SS. Trinidad) que emplearon en la Escuela franciscana con
san Buenaventura, Duns Escotto, Burgundio de Pisa su creador… Puesto que en la unión misteriosa de la
Encarnación la naturaleza humana ha
sido asumida, no absorbida la Iglesia ha llegado a confesar con el correr
de los siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de
inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero
paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece
propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo
lo que es y hace en ella pertenece a uno de la Trinidad. El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo
personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo,
Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad (Para
nuestra reflexión y complemento mirar, Juan capítulo 14 versículos 9-10). San
Juan es el único en afirmar que el Espíritu dará testimonio de Cristo.
Cuando la persecución arrecie y los discípulos conozcan la tentación del
miedo y de la duda, el Espíritu fortalecerá su corazón para confirmar su Fe
en Jesús. Es un testimonio distinto de la ayuda prometida por Cristo a los
discípulos, cuando sean arrastrados a los tribunales. Por fin el Espíritu
Santo demostrará, que el pecado está en el mundo, la justicia en Jesús y que
el verdadero condenado es el demonio o príncipe de este mundo. Cristo
materializa la idea de un Dios personal que si es posible relacionarnos con
su trascendencia e inmanencia porque es Cristo precisamente quien la revela a
la humanidad… El Hijo de Dios
Encarnado en la única verdad explicita del Dios creador que en cuanto a su
presencia en el mundo lo hace por el Amor de su Adorado Hijo. Dios se
manifiesta porque en su infinita Voluntad estaba el enviar a su Adoro Hijo
para que naciera de una Virgen en el pueblo de Israel. Solo así llega a
nosotros la Gracia como relación salvífica de dios con nosotros. Juan tiene
muy en claro esta prerrogativa del Hijo de Dios y solo Él puede conocer
porque Él y el Padre son lo mismo, es decir, la llamada Perichoresis de Juan
Dámaso y el termino ya mencionado durante la Escolástica Circumincessio
cuya argumentación se propone en (Juan capítulo 10 versículo 30 y en el
versículo 38)… Juan como ningún
escritor del (N.T) nos plasma esta afirmación. Solo el Hijo ha visto al Padre
porque son en síntesis expresión de su Persona Divina como Padre y como Hijo
y como Espíritu Santo. Como decíamos al fin del bloque anterior,
las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, porque donde
está Una de Ellas están también habitándose las Otras Dos. Están “como Una metida dentro de las Otras”
(la Perichoresis o Circumincessio).
La Trinidad tiene “una sola y misma
operación”. Por lo tanto, crean las Tres, redimen las Tres y santifican las
Tres.
Pero,
por Apropiación o Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada Obra:
Por ejemplo, la Creación se atribuye al Padre. La Redención, al Hijo. La Santificación,
al Espíritu Santo. La persona humana revela a la Trinidad SS. En cuanto
a sus operaciones es una bella
comparación y desde luego con su respectiva analogía.
Esto
nos lleva al concepto de persona que usa (en la línea del Hiponense lo citamos)
***Ricardo de San Víctor en su teología
trinitaria: “Persona est rationalis naturae incomunicabilis existentia”
(Persona es una existencia incomunicable de naturaleza racional). El rasgo
distintivo de esta definición es hablar de existencia incomunicable: la
incomunicabilidad supone la independencia, pero la existencia, supone la relación. Ricardo llama a la
naturaleza sistencia, por tanto la ex-sistencia es el modo de tener una
determinada naturaleza. La Trinidad es una sistencia o naturaleza que se
realiza en tres ex-sistencias o
personas: el Padre ex-siste desde sí mismo, el Hijo ex-siste desde el Padre y
el Espíritu ex-siste desde el
Padre y el Hijo. No se puede pensar en una sistencia abstracta independiente
de las Tres Personas, como si la naturaleza divina fuera anterior a las Tres
Personas: la sistencia divina solo
ex-siste en una de las tres formas dichas, que sólo pueden realizarse en
cuanto están mutuamente implicadas. Es decir, siempre que encontramos a Dios
lo descubrimos de alguna manera como persona, y la persona como existencia
sólo tiene su perfección en la relación, por lo que a Dios sólo podemos
llamarlo personal si descubrimos su proceso interno, eso es lo que se nos ha
manifestado a través de la Revelación, porque
Dios es un proceso que sólo se explicita y realiza a través de y en las
Personas Divinas… Como autor cercano a nosotros quiero citar al alemán
Rahner cuyo aporte a la concepción de Persona unida a la revelación considero
es de lo mejor en cuanto a reflexión y actualidad conceptual. Miremos.
***Rahner
(1904-1984), toma conciencia de los problemas en torno a la relación
entre los tratados “De Deo Uno” y “De
Deo Trino”. En los manuales al uso el tratado no trinitario “De Deo uno”
precede al tratado sobre la Trinidad, y esto lleva a hablar de las personas
divinas de una manera absolutamente formal que no afecta a la esencia de
Dios. Esta situación no es razonable, si la Trinidad no fuera un misterio
salvífico no se nos habría revelado (solo
para que no lo olvidemos, es Cristo quien revela las relaciones Trinitarias)…
A
partir de esta convicción y para superar esta situación Rahner formula su tesis fundamental: La Trinidad económica es la Trinidad
inmanente y a la inversa. Esta tesis se sustenta en una observación
concreta: hay al menos un caso en que la Trinidad Económica es la Trinidad
Inmanente y es una verdad de Fe definida, la Encarnación del Verbo de Dios.
Jesús no es Dios en general, sino el Hijo, y esta misión no sólo le es
aplicada a la Segunda Persona Divina, sino que le es propia y peculiar. Por
tanto, en la encarnación, algo ocurre fuera de la vida intradivina que no es simplemente un acontecimiento del Dios tripersonal que actúa como ser único.
Si esto es así resultan falsas todas las opiniones que sostienen tanto el
principio de que no hay nada histórico-salvífico que no pueda predicarse de
la misma manera del Dios Trino y de cada Persona como el de que una doctrina
sobre la Trinidad solo pueda hacer aserciones sobre lo intradivino. Por contra resulta verdadero que la doctrina de la
Trinidad y la economía de la salvación no pueden distinguirse adecuadamente.
Rahner detecta también una aporía en el
concepto de persona cuando se aplica a la doctrina sobre la Trinidad. Tres Personas
no significa en Dios ni una multiplicación cuantitativa de la esencia ni una
igualdad de la Personalidad, pero cuando hablamos hoy de persona en plural
casi nos vemos obligados a pensar en varios centros espirituales de
actividad, en varias subjetividades. En Dios sólo se da una esencia, una conciencia real poseída
en tres formas distintas. Esta dificultad tiene su causa en el hecho de que
ha habido un cambio en el concepto de persona, mientras que antiguamente se
refería “in recto” únicamente a la subsistencia distinta y solo “in obliquo” a la naturaleza
racional, en la Edad Moderna la persona pasó a designar “in recto” el
elemento espiritual y subjetivo. A causa de esto es necesario abrir la
posibilidad de otros modos teológicos de expresión que tomen como punto de
partida el axioma fundamental, según el cual Dios es el Dios concreto en cada
una de sus formas de darse, lo que, traducido a la Trinidad Inmanente, significa que el Dios único subsiste en tres
formas distintas de subsistencia.
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CONCLUSIÓN Y
REFLEXIÓN PERSONAL.
Desde el primer renglón
encuentra uno que la herencia de las Causalidades (Formal/Eficiente) e incluso
la material como seres vivos de la creación nos remiten a las Divinas Personas
como indicando que Dios siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo, interviene de
lleno en la obra de la Creación, que no es posible suponer que la “luz” de Dios llegó al mundo por misión
sin que esta fuera intimada en el Verbo por la presencia de la Trinidad plena
Inmanente (Circumincessio) esta
presencia es herencia en términos idiomáticos de la conjugación de las tradiciones
tanto griega como latina. Es Orígenes antes que Agustín en suponer que la
Sustancia de Dios ejemplariza por decirlo así las relaciones Trinitarias y que la
única posible distinción son en sí y para si las Personalidades de la Individua Trinidad… causa Ejemplar y
Eficiente, ellas en si muestran el cómo interviene el Hijo (verbo) en la
creación y como en la Cruz este mismo Hijo de Dios asume la humanidad creada de
Jesús siendo (Él Persona) el Engendrado antes de todo tiempo como si desde el
tiempo de la encarnación no se hubiera transformado en historia el eterno sin
ella como degradación del tiempo y sus ciclos. Los PP. Capadocios cuando
emplean el término Hipostasis nos están
diciendo desde la perspectiva distinta del pensamiento griego que la Persona
que hay en el Encarnado es Divina y que las Naturalezas de Jesús y del Verbo se
hacen Una sin implicar con ello la degradación de la Naturaleza Racional del
Señor. Es una y otra vez la Luz de Dios
en los ojos de su Adorado Hijo la que nos muestra el camino en la madre de los
bautizados. Hoy reflexionamos sobre la presencia “voluntaria” del Amor sublime
de Dios que como Dios solo puede darse así y eternamente como en la relación a
Ad-Intra entre las Divinas Personas. En
Jesús tomó carne la realidad increada para que la realidad creada se librara de
las consecuencias de su pecado. La historia personal la encontramos redimida
no solo en tiempo sino también en obras. La redención se llena de humanidad
en la humanidad de Jesús. Constituimos
una realidad sustancial con la Gracia que nos transforma y nos hace llamar a
Dios Padre de todas y de todos. La filiación por apropiación de las
cualidades de ser redimidos, es decir, sin ser redimidos Ontológicamente
hablando, no se podía decir que somos hijos de Dios, no al menos en la
transformación sustancial de nuestra condición.
La filiación gracias al Señor es una realidad de índole definitiva, es
la aseveración de nuestra futura condición de la cual ya todo bautizado goza en
potencia por la Gracia.
Nuestra
reflexión es posible porque el mismo Dios se reveló para que nuestra
inteligencia tuviera la certeza de su presencia. Es una presencia tan clara que el misterio se
convierte en realidad y la realidad es transformada con matices de eternidad.
El Bautista ve la Palabra y no escrita o pronunciada en su categoría de fonema,
ve la Palabra como ve a su entorno, esta percepción supera la Fe y se instala
en los sentidos. Solo viéndote con el alma Señor evitaremos pretender “tocar tus
heridas”… Cristo Palabra del Padre se escribe en el alma del
bautizado y se convierte en luz para sus pasos. La Palabra/Personalidad de Dios se
llama Jesucristo.
Que
lo que crees con tu corazón sea también sometido a la razón. El Hiponense.
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