martes, 19 de septiembre de 2017

REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE EL RITO DEL RECIBIMIENTO CANÓNICO.

 REFLEXIÓN  TEOLÓGICA  SOBRE  EL  RITO  DEL RECIBIMIENTO CANÓNICO  EN  NUESTRA  IGLESIA.



SOBRE  SU  MISTAGOGÍA.



El L.O.C en lo concerniente a ritos pastorales incluye en el rito de la Confirmación la Recepción y los Votos Bautismales (a partir de la página 335)  igual sucede con el santo Bautismo. Es interesante como la  dimensión tanto antropológica como el fenómeno sociológico de esta ceremonia de iniciación entre los creyentes que llegan a nuestras congregaciones (la membresía se alcanza por el santo Bautismo, la Confirmación o el Recibimiento Canónico) siempre y cuando el feligrés no haya sido bautizado o confirmado de lo contrario  el Diocesano o el Obispo que este autorice podrá recibirle en la santa Eucaristía. Es importante que consideremos que la Recepción  es indispensable para quienes en edad adulta desean pertenecer a la Iglesia Episcopal Comunión Anglicana. En cuanto a procedencia del rito no se puede ni debe equipararse a la Confirmación aunque tenga valor explícito en nuestra tradición eclesial. La liturgia de la Iglesia presenta en su esencia un signo como tal de su Unidad e indivisibilidad  que brota de su sentir como era antes de las separaciones que todos conocemos (Sisma de Oriente, Reforma, Anglicanismo, Viejos Católicos o Veterocatolicos, Luteranos, solo para mencionar los más relevantes). Los nexos rotos de su Unidad visible a la fecha no han sido resarcidos. En cuanto a nuestro enunciado anterior parece conveniente retomar su reflexión. Su impacto sociológico es en cuanto a la naturaleza de la Recepción la misma que se expresa en las categorías del Ethos que han fundamentado durante sus años de praxis, me refiero concretamente a la posibilidad de institucionalizar la pertenencia congregacional sin acudir ciertamente al Bautismo en Naciones donde la Iglesia Anglicana no posee la característica de Nacional (y muchos llegan por generaciones anteriores).

Estamos asegurando que el empoderamiento dialectico se asume según corresponda la relación con la Iglesia y su doctrina. Es también una manera de fijar la Unicidad de la Madre Iglesia que supedita a sus hijos bajo el concepto de la formación y sus distintos carismas como cosmovisiones encuentran estos en la Iglesia. La Recepción es sin duda una invitación al Espíritu de Dios para que con su presencia fortalezca al creyente por el que la Iglesia ora sin cesar. La Recepción está unida esencialmente a la renuncia al mal como fundamento de la vida del creyente. El dualismo que en algunos momentos se puede presentare especialmente en la concepción de lo que el creyente expresa como el mal no puede prevalecer sobre la nueva condición de los recibidos en esta Comunión. Es como a manera de intuición espiritual el despertar de la conciencia de ser parte de un todo congregacional que representa en figura y acción a la autoridad de la Iglesia.  La presentación dentro de la celebración litúrgica ratifica bajo que instancia se encuentra quien desea ser Episcopal y para concretar la afirmación le somete a la renuncia al mal y le insta a  renovar su entrega a Cristo (la misma del Bautismo, si se desea) en esta dirección diremos que el ejercicio eclesial del Recibimiento Canónico camina en la ruta de la afirmación tacita de la Fe en el resucitado y que la Iglesia se asegura de la respuesta comprometida de sus hijos. Desde luego se vincula vitalmente al resto de la Asamblea que aquí particularmente asume su vivencia sacerdotal (sacerdocio común de cada bautizado)… La Unidad eclesial queda representada en la proclamación del Pacto Bautismal cuya centralidad es la revelación Trinitaria y la incorporación al cuerpo místico de Cristo, es decir, la Iglesia.  La oración se constituye una vez más en el eje relacional de lo prometido y sin ella será imposible sostener lo prometido y lo más importante aterrizarlo en la praxis de nuestra cotidianidad. Lo hasta aquí vivido en el contexto de la necesaria renovación es clave para determinar la madurez de los bautizados y su deseo concreto de vivir bajo el toque o carisma anglicano su propia Fe. Una vez más el signo vivo de la imposición de las manos (Confirmación)  nos recuerda que se establece en nuestra antropología eclesial una relación con la voluntad eclesial de acoger a todos sus hijos y el compromiso en la respuesta eficaz de cada bautizado ahora recibido en esta Comunión. La conexión que se establece entre el creyente a ser recibido en la Comunión, y la Iglesia se fortalece con la vinculación de este a los signos visibles de nuestra eclesiología.

“N., te reconocemos como miembro de la Iglesia una, santa, católica, y apostólica; y te recibimos en la hermandad de esta Comunión. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo te bendiga, te conserve y te guarde. Amén”. 

Y en cuanto a la Reafirmación.

“N., que el Espíritu Santo, quien ha iniciado la buena obra en ti, te dirija y sostenga en el servicio de Cristo y su reino. Amén”.

El rito que involucra la oración sobre los que han de ser Recibidos en la Iglesia pone de relieve la participación de estos en la liturgia Eucarística de donde brotan las gracias para vivir conforme a la opción por Cristo expresada de forma madura por  cada Episcopal.  La madurez es en sí expresión de la consolidación de la Gracia en la vida de los feligreses y como estos lo hacen públicamente. La adhesión a la Iglesia en los términos de la Recepción implicará a partir de este momento en el poder asumir y dimensionar como parte de la Fe en Cristo de los Derechos y Deberes del Episcopal frente a su membresía y a toda la cristiandad, luego, la Recepción no es solo un asunto de la congregación lo es de la universalidad de nuestra Fe y su cualidad Identitativa.  Estamos en esta perspectiva asegurando la concreta y segura opción por Cristo revelado en su Evangelio y en los signos visibles de la liturgia y misión de la Iglesia.   En cuanto al orden de la celebración queda a salvo la voluntad expresa de los bautizados por participar de este rito de introducción a la vida eclesial  de nuestra institución.

CUALIDADES   UNIDAS  Y/O  FRUTO  DE  LA  RECEPCIÓN  Y  RENOVACIÓN DE  LOS  VOTOS  BAUTISMALES.

SIGNO ECLESIAL
RECEPCIÓN
RENOVACIÓN VOTOS BAUTISMALES.




El bautizado como signo de su madurez pone de manifiesto y de forma pública su Fe en la institución y su respuesta a Cristo en el ámbito de la misma.

El santo Bautismo nos une poderosamente al plan salvífico de Dios manifestado en Cristo su Adorado Hijo.

Expresa en el ejercicio de su sacerdocio común que hace parte del cuerpo de Cristo o su Pleroma que es la Iglesia.

Ratifica en el Pacto Bautismal su opción por Cristo vivo y resucitador.

Somos regenerados por el baño santo y la imposición de manos en la Confirmación.

Vive su Fe de la Gracia.

Pide la Gracia del Espíritu de Dios para llevar a feliz término la obra salvífica de la cual fue objeto desde el Bautismo.

La vida sacramental está gobernada por la santa Eucaristía como el signo de la amorosa presencia de Cristo en su Iglesia.

Asume la necesidad de renovar constantemente su adhesión a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Ratifica delante de la Asamblea, el Obispo y el Clero su disposición para ser “otro Cristo” en el ejercicio de su Mismidad.

Es importante el análisis de la “rubrica” que  están contenidas en la página 334 del L.O.C  como introducción a la celebración de la Confirmación.




Asume con madurez los Deberes y Derechos que su compromiso le genera en la congregación de la cual se constituye en base y fundamento.




El Espíritu Santo renueva su presencia en quienes se han dispuesto para alcanzar el ideal de su conexión eclesial.




La Iglesia como Madre espiritual confecciona los recursos eclesiales que son de gran utilidad en la vivencia y expresión de nuestra Fe.

Los signos de nuestra eclesiología tienen cabida plena en quienes renuevan su Fe y lo más importante son aportadores de recursos tanto en la oración como en el estudio de la Palabra  y su contexto revelador.
Sagradas Escrituras (su hermenéutica y Exegesis).
Sacramentos (operación de la Gracia en la historia personal y eclesial).
Liturgia (en la confección y mistagogia de nuestras distintas expresiones culticas de Adoración a Dios Trinidad).
Ética y Moral (centrada en los Derechos y Deberes de la persona humana redimida y la exposición del Decálogo y el Evangelio).
El Ministerio Ordenado (Tradición al servicio de los Medios de la Gracia).
El Magisterio y su conexión con el pasado, presente y porvenir de la Iglesia de Cristo.

Los dones y frutos del Espíritu Santo  acompañan la vida y militancia de quienes optaron por vivir el carisma y toque spiritual anglicano, y de paso no perdieron la noción de universalidad de nuestra Comunión.

Cristo Maestro Interior potencia todos los signos visibles de la espiritualidad y ministerialidad de su Iglesia y cada bautizado, confirmado y recibido se vinculó de lleno con la realidad salvífica manifestada al mundo por la Trinidad Económica.
Identidad y acción propiamente dicha de quienes  optando por Cristo lo hacen bajo el toque y carisma de esta Comunión.
Los Votos Bautismales nos recuerdan la esencia de nuestra Fe y como la espiritualidad  anima la expresión y sentir de los creyentes que se congregan a celebrar la Resurrección de Cristo.

El conocimiento de la Palabra de Dios es una de las mayores riquezas que el Recibido en esta Iglesia  puede experimentar y vivenciar en el escenario concreto de su cotidianidad. La dinámica de lo cultico debe considerar que el estudio de la Palabra de Dios hace parte de sus cometidos y finalidades. Es indispensable establecer una relación esencial entre la Recepción y la Palabra. La expresión de todo lo relacionado con nuestra liturgia necesita  ser esclarecida en los términos congruentes con   la comprensión de todos los feligreses. Es vital estimular la lectura y  meditación de las Sagradas Escrituras entre los feligreses y especialmente entre quienes han sido Recibidos. Las relaciones en la congregación se deben edificar bajo el signo vivo de la Gracia que asegura que la fraternidad ocupe el lugar preponderante tanto en el trato como en el hablar del otro… La vida congregacional reclama de todos nosotros coherencia con la búsqueda permanente de Dios en la que vivimos el ser eclesial. El Recibido se convierte en testimonio y anuncio de las  Palabras y las verdades que contiene y también ensaña al mundo con sus acciones y forma de vida que está comprometido con la trascendencia. No es posible que si estamos identificados con su Palabra nuestras acciones no se fundamenten en sus enseñanzas. La relación salvífica de cada bautizado en la Iglesia no puede excluir la  oración y la meditación de la Palabra revelada. Las oraciones de la Iglesia por quienes son admitidos en la Comunión  afirman la paternidad de Dios Padre sobre todos y cada uno de los recibidos lo que de entrada implica un comportamiento acorde con los misterios que celebramos y que materializamos bajo el concepto de nuestra espiritualidad.

El Episcopal debe estar inquieto permanentemente sobre el estudio y meditación de los evangelios, es una de las formas favoritas que tiene Cristo de estar en contacto con nosotros. Uno de los PP. De la Iglesia latina afirmó: Quien no conoce los evangelios, miente si dice conocer a Cristo. Me refiero a san Jerónimo, quien precisamente traduce la Biblia a lenguaje vernáculo, es decir, para que todos la pudieran leer… La Palabra de Dios no se queda en el papel ella se convierte en base fundamental de nuestra Fe y espiritualidad.  La Palabra alimenta la vida y obra de los bautizados que renuevan su Pacto Bautismal y de los Recibidos.

Según lo afirmado anteriormente establecemos un binomio interesante entre nosotros y la Palabra de Dios.  Esa relación debe estar en permanente crecimiento hasta alcanzar un conocimiento traducido en calidad de vida cristiana. Tanto en unos como en otros la buena obra que Dios inicio llega a la perfección teniendo presente nuestra condición escatológica, lo que implica un aprendizaje en este mundo y su realidad material. También suponemos que el conflicto con el entorno es por la presencia de otra forma de vivir con una serie de valores que muchas veces contradice los postulados del mundo. Quien es Recibido debe tener presente que su modelo y referente es Cristo y no los paradigmas que ofrece el mundo. Esta consideración versa también para los bautizados y confirmados según sea la madurez de su Fe en el resucitado.

EN  LA  PRAXIS  DEL  RECIBIDO  CANÓNICAMENTE  EN  ESTA  COMUNIÓN.


PERSONA REDIMIDA.
EL MUNDO O ENTORNO.
LA IGLESIA/CONGREGACIÓN.



 Es hijo de Dios por el santo Bautismo y la aceptación de Cristo como su Señor y Salvador.

Los compromisos del Pacto bautismal y la Confirmación como complemento ideal de lo profesado.

Es habitante de la tierra y su responsabilidad le lleva a comprometerse con el entorno  que es su habitad.



Asistencia y vivencia de la Liturgia que lo dispone en la Adoración y Alabanza al Dios vivo.
Se identifica con el misterio Trinitario que Inhabita en su existencia.



Respetuoso de las leyes y la justicia que se debe reflejar en su actitud ante el sistema y los procesos democráticos en los que participa.
Su compromiso le debe llevar a reconocer la necesidad de formarse para dar razón de su Fe cristiana ratificada en la renovación de los Votos Bautismales y demás sacramentos y ritos sacramentales recibidos.



Reconoce con facilidad el papel preponderante de la revelación en su vida y concretamente el valor absoluto de las Sagradas Escrituras.

Debe trabajar por mantener relaciones sanas y equilibradas con sus hermanos de congregación como respuesta a las posturas del Evangelio que medita a diario.




Es amante y defensor de la vida y esta con dignidad al ser parte de la creación y mayordomo de ella.

Acepta los contenidos de los primeros siete (7) concilios de la Iglesia indivisible.

Se convierte por medio de la Gracia y sus dones en un referente de paz y armonía para quienes viven su Fe unidos a cada uno de los bautizados, confirmados y recibidos.

Toma conciencia sobre la necesidad de la protección del medio Ambiente como escenario donde desarrolla su existencia.

Identifica en su experiencia de Fe la presencia fundamentadora de las enseñanzas que identificamos como dogmas y en su mayoría referentes a Cristo, la Trinidad y las relaciones Divinas.

La congregación como facilitadora de las vivencias de sus feligreses pone a su disposición los espacios de las distintas pastorales que involucran tanto a niños como a jóvenes y adultos de ambos sexos.

Asume con propiedad su papel como parte activa de las relaciones testimoniales de cara a la sociedad y la familia como en el trabajo y en la educación.

Se convierte en causa de bienestar para los suyos tanto con su trabajo como con su espiritualidad.

Desarrolla su vocación de servicio cristiano dando espacio en su vida a los distintos compromisos a los que está llamada(o), desde servir como acolito en el altar, hasta ser guardián mayor pasando por otras importantes responsabilidades.

Vive en actitud de  cambio permanentemente teniendo presente que era otro u otra antes de pertenecer a la Iglesia y que gracias a su militancia puede ver la realidad bajo la óptica de la Fe, Esperanza, y Caridad.



Su servicio lo une a la disciplina de la Iglesia que esa persona bautizada y todos nosotros debemos respetar.



Con la administración de la Confirmación se compromete a defender su Fe y mostrar con sus actos y decisiones que Cristo está vivo y triunfante.

Encuentra en los Ministerios Laicos Licenciados por el Diocesano una fuente de recursos formativos que aprovechan sus cualidades y virtudes por el  bien de la congregación en la que esta hermana o hermano explicita su Fe.

Asume que los mandamientos o Decálogo son vitales junto con el Evangelio para configurar  el Acto Humano y su Intencionalidad (acciones).








PERSPECTIVA  SOCIO-CULTURAL.

La  expresión de una militancia madura  debe conducirnos a testimoniar mediante la vida y su intríngulis el concepto  transformado en praxis de la pertenencia a la Iglesia. El medio social es clave puesto que de sus distintas situaciones proceden nuestros feligreses, es decir, que la presencia de la Iglesia en el medio social del País es fundamental para conocer y relacionar a los bautizados entre sí y con la Iglesia. Estas relaciones se convierten en salvíficas solo en la medida en la que nosotros y nuestros hermanos laicos dimensionamos su importancia en la vida tanto personal como familiar y socio-cultural. Hoy vivimos en medio de una gran preocupación por lo  relativizada que se encuentra la vida y los valores y que decir de la autoridad que regenta tanto el Gobierno como el Estado. La vivencia del Evangelio nos debe impulsar a convertir  a la Iglesia en un referente confiable para la sociedad y desde luego a testimoniar desde las instituciones la transparencia y presencia del Dios subsistente por antonomasia. 

El Evangelio con el toque y carisma Episcopal reclama ser llevado a todas las instancias que sean necesarias. Los jóvenes en nuestros colegios y estancias (niños) necesitan que en la perspectiva de su formación académica se introduzca el para qué los estamos formando teniendo presente las  distintas competencias de los modelos educativos vigentes. Todo lo anterior determina que el modelo social puede ser llevado también a la Iglesia en cuanto a las personas que son Recibidas en las congregaciones a lo largo y ancho de la Nación. La realidad que circunscribe a nuestros hermanos laicos no es fácil y tiene todo que ver con el deterioro de modelos visibles en el ser ciudadanos asumiendo tanto sus Derechos como Deberes. La Iglesia Episcopal debe ser modelo en el cumplimiento de la ley y por ende también una institución garantista de Derechos y con una poderosa voz profética que denuncie todo lo que esté en contra de la vida y su promoción teniendo el valor de exigir al estado su cumplimiento, es decir, de convertirse en voz de los que no la tienen y ser visible en representación de los que no lo son en la sociedad y en el Estado. Es sin duda una de las funciones de su marcada responsabilidad social… La Iglesia como nuevo pueblo de Dios debe vivir según las normas que fundamentan la exposición de los Mandamientos de la Ley de Dios y el Evangelio.

El compromiso social debe estar remarcado por la atención y promoción de su espacio vital que no es otro que su campo de acción pastoral y la preocupación por los suyos. En el lenguaje lógico de los rescatistas reza una sentencia que tiene todo valor y reacción: Antes de ayudar a ponerse a salvo a otros tú debes estar a salvo primero, de lo contario serán dos víctimas y no un rescate.  Es por demás una invitación a ponernos a salvo antes de pretender ayudar a otros, es de esta forma como nuestros esfuerzos son canalizados y optimizados  pastoralmente. El medio cultural es determinante ya que en sus distintos escenarios el ser humano vive tanto su identidad como sus sueños y anhelos, es por demás imperativo que este escenario multifacético cuente con la presencia inspiradora de modelos referentes bien configurados. La Iglesia envía a sus hijos al mundo con la Esperanza de ver la transformación del mismo en territorio de paz y promoción de derechos. La pobreza no es la voluntad de Dios, es solo consecuencia del pecado que se materializa en el tener por sobre el ser.
La dinámica que abraza el Recibido en esta Comunión está por demás fijada bajo el criterio del Evangelio que es la fuerza que revela en su vida la Voluntad de Cristo como su Señor y Salvador. Es por demás fundamental comprender que la Voluntad de Dios fuente liberadora de cualquier esquema social o político que contradiga la auténtica libertad el bautizado.



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