viernes, 29 de septiembre de 2017

DÉCIMO -SÉPTIMO DOMINGO...

DÉCIMO-SEPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año A. Propio 21. Éxodo capítulo 17 versículos 1-7. Salmo 78:1-4,12-16. Filipenses capítulo 2 versículo 1-13. Mateo capítulo 21 versículos 23-32.



El pueblo se encuentra en su última parada antes de llegar al Sinaí, las murmuraciones hablan de la escasa provisión de agua que el pueblo tenía a la hora de emprender su recorrido en búsqueda de la tierra prometida (expresión muy conocida en la época aquí descrita). Es posible que como consecuencia el pueblo dudara de las intenciones de Dios, aunque el autor se cuida de iniciar este relato con Dios como guía del pueblo. La roca que golpea Moisés (peña) es signo de la presencia proveedora de Yahveh que los acompaña a lo largo de su travesía, algunos estudiosos judíos consideran que la roca acompañó al pueblo hasta el punto descrito (Horeb) en dicho lugar confluyen los conflictos que genera la falta de Fe y de Esperanza aunque la respuesta de Dios no se tardó en producirse.

 En cuanto a nosotros diremos que el conflicto duda hasta de las raíces más profundas de la humanidad que hay en torno nuestro. Sin preparación para emprender una empresa sin importar la naturaleza de esta, el fracaso es un invitado ineludible, esto mismo estaba pasando en (Massá y Meribá). La Sed   que sufre el pueblo es esencialmente una metáfora que toca las puertas de una más profunda como lo es la existencial que atañe a la vida del ser humano y como este está construyendo su vida. Vivimos en auténticos desiertos que limitan la humanidad a niveles lamentables y de grande preocupación. Pidamos a Dios el agua viva que bebería la samaritana en el poso de Jacob pero no de su agua sino de la que brinda el Señor. La que brotó en su costado justo después de morir en la Cruz.
El Apóstol Pablo interesado en la comprensión de la naturaleza del sacrificio de Cristo sitúa a su comunidad de Filipos en el contexto de la renuncia del Señor y así lo presenta en el (versículo 7) “Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre”…Los santos PP. Consideran que es una alusión directa a la Encarnación, en la que el Verbo de Dios asume la condición humana como “renunciando” a su gloria de Hijo de Dios, solo Dios puede amar de esa forma tan profunda cuyo abismo nadie conoce. No podemos conocer la magnitud del sacrificio de Cristo si antes no confesamos que es nuestro Dios. Pablo alude a la Kénosis  solo el amor como dijimos es tanto obra como absoluta renuncia. Nos exhorta a vivir de ese amor cuyo modelo perfectísimo es el propio Jesús.

El cristiano hace su propia Kénosis en la existencia de renuncia ante lo que el mundo propone que no considera ni por un minuto la exaltación de dios y solo acoge los modelos superficiales que pretende vivir y emplearlos en construir su felicidad. Cristo se humilló a si mismo, Cristo asumió la carne y sus flaquezas no pecando pero si soportando sobre si nuestras debilidades propias de la condición que Él asumió y cargo hasta la Cruz. El Nombre de Dios en su Adorado Hijo alcanza la más grande expresión en su poder y es precisamente la Resurrección esa ratificación. Luego percibimos la visión de Pablo sobre la totalizante Soberanía del Resucitado que lo expresa de categorías cósmicas: Para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en los abismos. Creemos se refiere a la existencia de la realidad tanto material como espiritual y las distintas connotaciones que tiene esta realidad en la vida de los bautizados. Cristo está por sobre todo tipo de existencias, tanto de este mundo físico y material como de los fenómenos espirituales y las fuerzas que lo habitan.

El Evangelio de Mateo nos presenta al Señor enseñando en el Templo esto último era algo que solo se permitía el Señor sin ser Fariseo o Saduceo. Desde luego la respuesta de esas autoridades no se hizo esperar aunque las enseñanzas son apegadas a la tradición pero potenciadas por la superioridad del gesto de Jesús por sobre el atinado ejemplo del Bautista. Su presencia en el Templo es de índole conciliador e instructivo, es el espacio para enseñar su mensaje y mostrar así la autoridad de quien habla bajo el Espíritu de Dios. Recordemos que el Señor viene de expulsar los vendedores del templo, y la higuera estéril es figura de Israel castigado y abatido por sus pecados. Entonces en esta dirección entra en el templo y genera un cuestionamiento apenas natural por su presencia pero que es manejado con tal habilidad que limita la presión de las autoridades religiosas y logra ponerse en sintonía del Bautista como figura reciente de impacto en la memoria del colectivo israelita.

Tanto el Bautista como Jesús predican en el Nombre de Dios y sus enseñanzas son bien vistas por el pueblo.  El Evangelio se adentra en el corazón de cada uno de nosotros los bautizados produciendo una dinámica de vida cargada de identidad en orden al reconocimiento de Dios y el poder de su Gracia.  Nosotros sabemos con qué autoridad predica el Señor y somos sus testigos en un medio hostil que rechaza su mensaje por buscar como en el desierto la felicidad en cosas que solo llenan los sentidos y el vientre.

Debemos hacer el trabajo en el momento en el que el Señor nos llame a su servicio sin  mediar oposición alguna. Somos bautizados, es  parte viva de nuestro Pacto Bautismal. Es por demás la razón de ser en el espacio vital en el que nos encontramos. Es mostrar a Dios vivo entre nosotros y compartirlo así con quienes nos rodean o gastan sus vidas a nuestro lado.



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