viernes, 15 de septiembre de 2017

TEOLOGÍA DE LA CONFIRMACIÓN. PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO.

TEOLOGÍA  DE  LA  CONFIRMACIÓN… PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO.


INTRODUCCIÓN.



“Hay tres sacramentos que su confección en la vida del  creyente no necesitan ser repetidos porque imprimen carácter y son el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal” Agustín de Hipona, Siglo V.



La Iglesia particularmente en la época de los PP. Tanto los griegos como los latinos afirmó categóricamente no solo la necesidad de la Confirmación sino también su naturaleza en cuanto al rito y su mistagogia, es pues, como definió que al igual que el Bautismo y el Orden la Confirmación una vez recibida no se administraba otra vez, era definitivamente una “consagración del cristiano a Dios” y su huella indeleble lo acompañaría indefectiblemente.  Superando la huella de la Tradición existe una realidad antropocéntrica  que asiste a la Confirmación y es como palpar la presencia del Espíritu Santo en medio de la cotidianidad y como el confirmado toma conciencia sobre su importancia y valor espiritual. La Sociedad actual está buscando siempre esclarecer los problemas que la praxis diaria ofrece y la Confirmación como realidad de los creyentes se ve en problemas a la hora de conectar con la realidad vivida en la perspectiva de la oración y las manifestaciones de la Fe personal y colectiva. Las celebraciones masivas con rotulo de “mega celebraciones” dejan muchas veces fuera la identidad del confirmado para explicitar los imaginarios de la Fe popular. Se institucionalizó este sacramento  en la vida de la Iglesia universal. Basta con recordar que la Confirmación  como sacramento se destinó eso sí, desde siempre para significar la relación espiritual  con el Bautismo y la presencia del Espíritu Santo en la vida del  creyente que en la perspectiva de su Fe como Ciclo vital espiritual perfecciona los dones y las gracias recibidas en el santo Bautismo.( Hechos de los apóstoles  8: 15-17; 19: 5-6) también en la carta a los Hebreos su autor nos recuerda que el primer rito unido al Bautismo era la “imposición de manos” (6,2)… Actualizando y perpetuando en alguna medida Pentecostés en el creyente y asociarlo no como un momento particular de la Iglesia sino como un estado espiritual que marca la existencia del cristiano.

EN LA TRADICIÓN GRIEGA Y ROMANA…  La Materia de la Confirmación es el santo Crisma (aceite consagrado por el Obispo) su simbología es bastante clara, el aceite se extiende pero impregna todo y a diferencia del agua no se retira con facilidad (Salmo 133,2) y por la acción del Espíritu Santo llega  a la vida del  “ungido” (Juan 1,16). Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda “el buen olor de Cristo” (2 Corintios  2:15).

Por medio de esta unción, el confirmando recibe “la marca”, el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (Génesis 38:18) signo de su autoridad (Génesis  41:42), de su propiedad sobre un objeto (Deuteronomio 32:34) por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor autentifica un acto jurídico (1 Reyes 21:8) o un documento (Jeremías  32:10) y lo hace, si es preciso, secreto (Isaías 29:11)

Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (Juan 6:27). El cristiano también está marcado con un sello: “Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios  1:22). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica ( Apocalipsis  7:2-3; 9:4; Ezequiel  9:4-6).

Quiero introducir esta reflexión sobre la presencia de la Confirmación y algunos argumentos sobre su institucionalización:  

“En la primera Iglesia los tres sacramentos de iniciación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, se celebraban en la misma ceremonia con adultos catecúmenos en la Vigilia Pascual. Los catecúmenos descendían a una fuente en la que eran bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después de que ascendían, se les vestía de blanco, el obispo les imponía sus manos y les ungía con el óleo. Luego iban en procesión a un lugar de honor en medio de la comunidad donde participaban en la Eucaristía por primera vez. De esta manera, su iniciación consistía en un único evento con varios momentos. El clímax era la celebración de la Eucaristía.

La separación de la unción del obispo del momento del Bautismo ocurrió por muchas razones en la Iglesia en Occidente. La proclamación que hizo el emperador romano Constantino de que el cristianismo era la religión oficial del Estado, en el Siglo IV significó, entre muchas otras cosas, que los bautismos se dieran en grandes cantidades. El cristianismo se extendió desde las ciudades a los campos rurales. Esto hizo que fuera imposible para los obispos, envueltos también en asuntos de gobierno de la Iglesia, el presidir todos y cada uno de los bautismos. Los obispos de Oriente resolvieron el problema al delegar los Sacramentos de Iniciación al presbítero, y se reservaron para ellos la consagración del óleo que se emplea en el rito. Hasta el día de hoy en las Iglesias de Oriente la iniciación se celebra con los tres sacramentos a la vez. Los obispos en Occidente también delegan el Bautismo a los sacerdotes, no obstante, retienen la función de hacer la unción final y la imposición de las manos. Lo celebran cuando visitan una localidad particular, una parroquia o un pueblo. Así pues, la celebración de la Confirmación en la Iglesia de Occidente se llevó a cabo mucho tiempo después del Bautismo. En los países de América Latina, especialmente en tiempos anteriores y con diócesis muy extensas, muchos infantes, niños de muy corta edad, eran confirmados cuando el obispo hacia la “visita pastoral”, que era con intervalo de muchos años. Ahora las diócesis son más pequeñas; hay más obispos y se prefiere que este Sacramento sea recibido en edad más avanzada”.

TEOLOGIA  DE  LA  CONFIRMACIÓN.

ANTROPIZACIÓN  DEL  SIGNO.

La Confirmación es anunciada y prefigurada en el pasado del pueblo de Israel, recordemos que sus gobernantes eran “ungidos” y esa unción se constituía en el signo de la destinación y presencia de Dios en ellos y en la misión encomendada.  El “aceite consagrado” era empleado también en las ofrendas de la Liturgia del Templo construido por Salomón y también antes de este Rey. El aceite se mezclaba con “harina” y era una ofrenda al Dios vivo. También era empleado para  “marcar” “destinar” “consagrar” los distintos utensilios que se usaban en la liturgia de su época, incluso los lugares santos eran signados derramando aceite sobre sus piedras ya bien para un sacrificio o para edificar un santuario. Citamos el “sueño de Jacob” Se levantó Jacob  de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella” (Génesis 28,18). Todavía hoy nuestra liturgia emplea esa fórmula para dedicar los terrenos de sus templos, en Dominicana lo llamamos “primer picazo”. Hay innumerables ejemplos de este tipo de ritos que involucran el aceite y sus cualidades simbólicas. Los reyes de Israel fueron ungidos basta con citar a David y su hijo Salomón, o Saúl su primer rey ungido por Samuel. La presencia de este signo de consagración y destinación es clara en la cosmovisión de los hebreos.  Nosotros heredamos esta tradición y la sublimamos en la liturgia bautismal  como parte integral de la iniciación cristiana.


MATERIA.
FORMA.
MINISTRO.



En la Tradición de la Iglesia romana sobrevive el Crisma como vemos a continuación .La manera remota de la Confirmación es el crisma está constituido por  aceite de oliva y bálsamos y otras esencias que se mezclan. La manera inmediata es la unción  con el crisma
La Forma es la misma en síntesis que la Materia ya que corresponde a la intención en la imposición de manos por parte del Obispo y la fórmula para tales fines dentro de la celebración del rito: “Fortalece, oh Señor, a tu siervo N, con tu Espíritu Santo…
La “imposición de manos” en la Confirmación debe ser individual, puesto que cada bautizado  manifiesta con su asentimiento la voluntad de vivir el influjo de la Gracia y buscar con sus obras y Fe en Dios Trinidad vivir este llamado a la santidad.
El Credo y el Pacto Bautismal se entrelazan para recordar los compromisos cristianos de los confirmados en la Iglesia y su adhesión tanto a la doctrina como a su culto y disciplina.
Bajo ninguna circunstancia es posible administrar la Confirmación a una persona NO-BAUTIZADA, EL Obispo se abstendrá de proceder a “confirmar” si hay duda razonable sobre el bautismo de los candidatos.  
El ministro es el Obispo en nuestra tradición, en la Iglesia romana es el Obispo y/o sacerdote delegado con esas funciones, tal cosa acontece en la Iglesia Ortodoxa, como en los Veterocatolicos (Países Bajos) que están en comunión con la “Comunión Anglicana”.  
En la Tradición anglicana la manera remota y la inmediata es la misma y está constituida por la Imposición de manos y oración conforme es relatado por los hechos de los apóstoles capítulo 8 versículos 16-17. Es decir, la imposición de manos suple el empleo de crisma, reservándolo para el Bautismo, la Unción de los enfermos y el Orden sacerdotal.   
Es nuestra disposición positiva para la Gracia y su accionar en cada bautizado… Es importante tener presente que las palabras de la “Forma” son potestad de la Iglesia y ella buscará siempre la mejor comprensión de los creyentes.
En el caso nuestro corresponde a la Tradición de nuestra composición como Iglesia. Está sujeto esto último a la disciplina eclesial y la norma que manifiesta la “rubrica”.
Sobre la Confirmación apunta Tomás de Aquino: Es el complemento del Bautismo y nos ayuda a alcanzar la edad perfecta.
La preparación es necesaria porque asegura que la Confirmación y su influjo manifiesten la presencia del Espíritu Santo en la vida del confirmado como un Ciclo vital de su Fe en Cristo.
Las oraciones que emplea el rito están determinadas por el espíritu de la administración de la Confirmación y corresponden a la esencia de su Mistagogia. 
La Mistagogia del rito pasa por la imposición de manos del Obispo… Es pues la Forma que nosotros reconocemos en la Confirmación.
La Gracia se manifiesta como consecuencia de la imposición de manos en el bautizado que se confirma.

La Confirmación completa (Siglo III registro de Hipólito) lo iniciado en el Bautismo con la presencia del Espíritu Santo para asegurar con ello la posibilidad de vivir la santidad a la que todo bautizado es llamado... La iniciación cristiana une hipostáticamente tanto al Bautismo como a la Confirmación. La unción se realiza en el Bautismo y en la Confirmación la imposición de manos como parte de la iniciación en la vida cristiana.
“signaculum donationis Spiritus Sancti” o dona tu Espíritu Santo a este siervo signado o marcado. … Esta es la fórmula griega que concuerda en  alguna medida con la empleada por nuestro L.O.C. Mientras que la romana es: Te signo Crucis, & confirmo te Chrismate salutis in nomine Patris, & Filii, & Spiritus Sancti. Amen.  Palabras de  la invocación Trinitaria.
Se recomienda que quienes se acercan a la Confirmación sean preparados convenientemente, lo que implica evitar presentar bautizados todavía en la niñez. Solo la Iglesia griega u Ortodoxa conserva la tradición de “Crismar” a los niños una vez se les administra el santo Bautismo. Nosotros y occidente compartimos la tradición  de administrar la confirmación en una edad mayor que la niñez.


La imposición de manos por parte del Obispo, marca para nuestra tradición la confección plena de la Confirmación tal y como la tradición Escrituristica la conserva hasta nuestros días. Es importante considerar que la imposición de manos es en si el signo y el símbolo de la Confirmación recayendo en la Liturgia y en la voluntad del Obispo su administración. La Confirmación comporta una serie de cualidades que facilitan el plan de Dios y nuestro propósito como creyentes, para Lutero en la imposición de manos no se recibía al Espíritu Santo como don sino los dones de su presencia en el confirmado, es una de las dificultades para su aceptación entre iglesias de corte y doctrina protestante. Desde luego nosotros explicitamos su presencia mediante sus dones y no como Dios Espíritu Santo puesto que nada creado podría contener a Dios mismo.

1.      La Confirmación es el don del Espíritu Santo explicitado en sus gracias.
2.      La Confirmación es la gracia de ratificar de forma activa y reflexiva los compromisos  de nuestro Pacto Bautismal.
3.      La Confirmación es como Gracia fuente inagotable de bendición para quien decididamente abraza sus compromisos de Fe.
4.      La Confirmación como antes el Bautismo se constituye en Sello de Dios en el corazón del confirmado en la Iglesia.
5.      La Confirmación es la vivencia de la Fe de la Iglesia en el Resucitado y quien se confirma acepta vivir  en la disciplina y doctrina de esta Fe.
6.      La Confirmación comporta carácter de irrepétibilidad.
7.      La Exposición de la madurez de la Fe en Cristo necesita de la Confirmación.
8.      El Obispo es en nuestra Iglesia el ministro ordinario de la Confirmación.
9.      La Confirmación es Sello de Dios en la vida del confirmado.
10.  Juan en su Evangelio admitió que no teníamos como escribir o relatar todas las obras del Señor, esto nos indica que la Confirmación bien podría ser parte de aquello no escrito por cuestiones de tiempo y momento.
11.  El Señor entrega a su Iglesia la potestad de fijar y quitar, borrar y liberar lo mismo puede acontecer con la instauración  de estos signos vivos de su Gracia.
12.  La Confirmación se relaciona directamente con los dones del Espíritu Santo, quien se confirma recibe la Gracia concreta bajo la simbología conocida de la presencia del Espíritu de Dios en:

13.  Confianza.
14.  Temor de Dios.
15.  Consejo.
16.  Discernimiento.
17.  Sabiduría.
18.  Fruición.
19.  Fortaleza.
20.  Fe.
21.  Esperanza.
22.  Caridad.
23.  Entendimiento.
24.  Ciencia.
25.  Alegría.
26.  Paz.
27.  Libertad.
28.  Justicia.
29.  Amor.
30.  Verdad.
31.  Coherencia.
32.  Gozo.
33.  Calidad y condición de ser amables.
34.  Defensa de nuestra Fe.

En el siglo III están los excelentes testimonios de Tertuliano y San Cipriano; habla por lo menos siete veces de la Confirmación y suele (aunque no siempre) citarla entre el Bautismo y la Eucaristía y se fija principalmente en los efectos espirituales que produce.  Cipriano considera más bien la necesidad y los ritos esenciales de la Confirmación, a la par que insiste también en la necesidad del Obispo como ministro. Ambos distinguen la Confirmación del Bautismo y presentan la Confirmación como complemento del Bautismo: A continuación (después del Bautismo) se procede a la imposición de la mano por la bendición, invocando e invitando al Espíritu Santo. Ahora bien, el efecto de la imposición de manos así como el efecto espiritual, por el que somos liberados de los pe cados del acto carnal del Bautismo mismo, por el que somos sumergidos en el agua, por los que habían recibido el Bautismo  orado por ellos y habiéndoles impuesto las manos, fuera invocado e infundido sobre ellos el Espíritu Santo. Lo cual también se hace hoy entre nosotros de manera que los que son bautizados en la Iglesia sean presentados a los obispos de la Iglesia y por nuestra oración y la imposición de  manos reciban el Espíritu Santo y sean perfeccionados con la señal del Señor. Como está claro, Cipriano habla de aquel rito usado por los apóstoles en Samaria, el cual dice que se sigue haciendo en su tiempo en la Iglesia; y sin embargo no consta que en tiempo de  Cipriano bajara como en tiempo de los apóstoles el Espíritu Santo de forma carismática. Por otra parte es un rito distinto y separable del Bautismo y que tiene un efecto espiritual y al mismo tiempo imprime carácter.

En el siglo IV ya todos los santos PP. están de acuerdo con lo que afirma  Jerónimo: que era costumbre de las comunidades eclesiásticas “el que el Obispo acuda con presteza a fin de imponer las manos, al tiempo que invoca al Espíritu Santo, a aquellos que han sido bautizados por presbíteros y por diáconos”.

 Hipólito dice: “Que es este óleo con el que los creyentes son ungidos con el crisma del Bautismo, es la virtud del Espíritu Santo”: Y el Papa  Cornelio recrimina a Novaciano el que después de una enfermedad haya omitido lo que es costumbre dar a los bautizados: el sello recibido del obispo. El autor del tratado sobre los sacramentos: Sigue (al bautismo) la señal espiritual que habéis oído que se lee hoy, porque después del Bautismo queda el que se realice la perfección, cuando a la invocación sacerdotal se infunde el Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de santo temor, siete a manera de virtudes del Espíritu. La celebración de la Confirmación en el ámbito de la Iglesia supone la invocación de la presencia del Espíritu Santo de dos maneras: la primara obedece a la disposición particular de la asamblea que unida en oración y bajo un mismo sentir clama la presencia del Espíritu de Dios en total comunión con sus enseñanzas y compromiso de vivir sus dones y carismas. Y la segunda corresponde a quienes el Obispo les impone las manos y ora por ellos con la fórmula de la invocación contenida en el L.O.C página 340. Este rito nos acerca a  la realidad de la Inhabitación Trinitaria en el bautizado y ahora confirmado.

 Es el Espíritu Santo quien derrama sus dones y carismas sobre el  creyente que ha sido depositario de los mismos. Esta presencia nos capacita para vivir los ideales de nuestra Fe y reconocer el vínculo eclesiástico que hay en nosotros al ser convertidos por el Bautismo y ahora la Confirmación en hijos de la Madre Iglesia. La relación con la Iglesia no es nominal corresponde a un espacio de absoluta y necesaria importancia  sin la cual la experiencia del creyente estaría supremamente limitada. La Iglesia debe por ende educar a sus hijos en las enseñanzas de la Tradición, Magisterio y en todo aquello que nos conduce a la vivencia plena de nuestra Fe cristiana. Sobra decir que las Sagradas Escrituras son vitales y ellas “contienen todo lo necesario para nuestra salvación”. La madurez espiritual comporta una serie de actitudes para poder nosotros sopesar el influjo de la Gracia. La presencia del Espíritu Santo es el fundamento de la Confirmación. La administración de la Confirmación rompe con el individualismo de algunas concepciones sobre dones y carismas exclusivos de las instituciones y las personas en particular. La Confirmación llega a todos los bautizados que se alimentan convenientemente de la santa Eucaristía.

ALGUNAS CUESTIONES  RELATIVAS A LA CONFIRMACIÓN.

*** La confirmación, al llevar a plenitud la gracia bautismal, nos une más fuertemente a Jesucristo y a su Cuerpo, que es la Iglesia. También aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo con el fin de concedernos una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la Fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz
*** San Ambrosio exhorta al confirmado con estas vibrantes palabras. Recuerda que has recibido el sello espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y fortaleza, el Espíritu de ciencia y piedad, el Espíritu de temor de Dios y conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado, te ha confirmado Cristo Señor y ha puesto en tu corazón como prenda el Espíritu (De mysteriis).

*** El don del Espíritu nos  compromete a dar testimonio de Jesucristo y de Dios Padre, y asegura la capacidad y la valentía para hacerlo. Los Hechos de los Apóstoles nos dicen claramente que el Espíritu es derramado sobre los apóstoles para que se conviertan en testigos (Hechos de los Apóstoles capítulo  1 versículo 8 y  Juan capítulo 15 versículos  26-27).

 *** Tomás de Aquino, por su parte, sintetizando admirablemente la tradición de la Iglesia, afirma que mediante la confirmación se le dan al bautizado las ayudas necesarias para profesar públicamente y en toda circunstancia la Fe recibida en el Bautismo. Se le da la plenitud del Espíritu Santo -precisa-ad robur spirituale (para la fortaleza espiritual), que conviene a la edad madura (Summa Theol., III, q. 72, a. 2). Es evidente que esa madurez no se ha de medir con criterios humanos, sino dentro de la misteriosa relación de cada uno con Cristo.

*** Esta enseñanza, arraigada en la Sagrada Escritura y desarrollada por la sagrada Tradición, encuentra expresión en la doctrina del concilio de Trento, según la cual el sacramento de la confirmación imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter que es precisamente el signo impreso por Jesucristo en el cristiano con el sello de su Espíritu.

***  Este don específico conferido por el sacramento de la confirmación capacita a los fieles para desempeñar su función profética de testimonio de la Fe. El confirmado, explica santo Tomás, recibe el poder de profesar públicamente la Fe cristiana, como en virtud de un cargo oficial (quasi ex officio) El bautizado que, con plena y madura conciencia, recibe la Confirmación, declara solemnemente ante la Iglesia, sostenido por la Gracia de Dios, su disponibilidad a dejarse inundar, de modo siempre nuevo y cada vez más profundo, por el Espíritu de Dios, a fin de llegar a ser testigo de Cristo resucitado.

***  Esta disponibilidad, gracias al Espíritu Santo que penetra y colma su corazón, se extiende hasta el martirio, como lo demuestra la ininterrumpida cadena de testigos cristianos que, desde los albores del cristianismo hasta nuestro siglo, no han temido sacrificar su vida terrena por amor a Jesucristo. La Iglesia es el supremo testimonio de la verdad de la Fe, designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. En la actualidad el martirio se lleva a concepciones no sangrientas o incruentas  de lucha y renuncia por alcanzar la perfección de vida cristiana.

***En el umbral del tercer milenio, invoquemos el don del Paráclito para reavivar la eficacia de la  Gracia del sello espiritual impreso en nosotros en la Confirmación. Nuestra vida, animada por el Espíritu, difundirá el perfume de Cristo (2 Corintios capítulo  2 versículo 15) hasta los confines de la tierra.

FUNDAMENTO  CRISTOLÓGICO.

El punto de partida cristológico fundamental para un intento de revalorización  de la Confirmación, ha de ser la bajada del Espíritu sobre Jesús después de su “bautismo” (signo solidario) en el Jordán (Mc 1, 9-11 par). El envío del Espíritu por el Padre expresa la idea de que, en la plenitud del Espíritu, Jesús acepta su misión mesiánica. Así, se convierte en el Ungido sobre el que reposa el Espíritu; y a la luz de su unción, la venida del Espíritu es reinterpretada como la iniciación de su misión mesiánica. Tanto el Bautismo como la unción se consideran pertenecientes al contenido básico del kerigma apostólico (Hechos de los Apóstoles capítulo  10 versículos  36-43). La venida del Espíritu adquiere su significación real a la luz de las profecías isaínianas  que anuncian la venida del Espíritu del Señor sobre su ungido (Isaías 11, 1-2; 42, 1-2; 61,1), cuyo cumplimiento es el bautismo de Jesús. Así, el envío del Espíritu constituye claramente a Jesús como el único Siervo de Yahvé, como el prometido para los tiempos escatológicos y mesiánicos, lo cual explica por qué la cristología neo-testamentaria es una cristología del “siervo de Yahveh” el Yo cooperativo de Cristo se pone de manifiesto en la vida ministerial de la Iglesia que a su vez la hereda de la tradición semita del pueblo hebreo. La Confirmación anuncia especialmente tanto a Pentecostés como el Misterio Pascual que sumerge a Cristo en la muerte y le resucita glorioso y vencedor. Es como dijimos anteriormente la manifestación profética un signo de la revelación mesiánica que centra su accionar en el reconocimiento de este anuncio.

 Hoy por ejemplo la necesidad imperante es de corte ecuménico y solo por medio del Espíritu de Dios que habita en cada bautizado y confirmado  es posible que la Iglesia se abra a todo tipo de escenarios donde viven y sobreviven hijos de Dios por adopción. No creamos que la relación del bautizado con el Espíritu Santo se frena una vez este sea consciente de su compromiso y vivencia de este Pacto de Amor o Alianza de eternidad, por el contrario, apenas inicia la edificación de su ser destinado a la plenitud en el Espíritu de Dios.

 No es factible suponer que la asamblea que cada domingo celebra la Resurrección del Señor lo haga sin tener el influjo del Espíritu Santo que con su presencia convierte cada acción puntual e histórica en la continuidad de nuestra opción por Cristo Salvador y Redentor. En esta perspectiva, Pentecostés es un acontecimiento fundador de Iglesia, en el caso de la Iglesia Universal, pero el envío del Espíritu para fundar Iglesias no se limita al primer Pentecostés, sino que se encuentra en pasajes temáticamente importantes de los Hechos de los Apóstoles, donde Lucas describe el envío del Espíritu en la inauguración de las Iglesias de Samaría y Asia Menor (Hechos de los Apóstoles  8, 5-25; 19, 1-7) Así pone de relieve la importancia del don del Espíritu para el establecimiento pleno de la Iglesia, no sólo universalmente, como en el primer Pentecostés, sino también, y quizá incluso primariamente, a nivel local, allí donde se forma una Iglesia en torno al Obispo como su cabeza visible y el clero que ejecutará la obra.

 Habrá que tener en cuenta lo que Lucas entiende por Iglesia, la comunidad de creyentes modelada en una unidad, para llegar a ser, por su realidad de llena del Espíritu, la presencia del mesianismo en el mundo del que somos parte activa en la dinámica de nuestra Fe Cristocentrica. Luego y según  lo anterior la Confirmación se relaciona vitalmente con el Bautismo, la vida de la Iglesia y el anuncio de Cristo resucitado, o que sentido tiene la Confirmación sino es como punta de lanza para el anuncio de Cristo vivo y triunfante. La Iglesia como comunidad de Fe y bautizados, se convierte en sacramento universal de salvación al mundo y a su gran cantidad de componentes socio-culturales que lo gobiernan… Una vez más el Señor se refiere a la presencia del Espíritu Santo como parte de su plan salvífico y para fundamentar con ello la vivencia de su Palabra.

El Jesús Histórico penetra la conciencia de sus congéneres con la propuesta de su Evangelio y lo introduce decididamente ante los imaginarios construidos en su época que son el primer obstáculo en la comprensión de su Naturaleza Divina. Para el judío era imposible suponer que la Divinidad de Yahveh encarnará plenamente en un ser humano lo que sin duda manifiesta  el primer gran problema para referir su mensaje a la Encarnación, de la cual nos  habla. Es pues una realidad que la inclusión de su mensaje afecta positivamente a las personas que se abren a su influjo. La cristología se manifiesta positivamente en la vida de los creyentes y más cuando estos viven sus definiciones y participan conscientemente de la vida de la Iglesia.

  El siglo XXI nos ilustra sobre sus prioridades y necesidades y la comunidad eclesial requiere de la vivencia decidida de la Confirmación para asegurar que los procesos de madures espiritual sean ampliamente difundidos en todos los escenarios de la Iglesia.  Los confirmados son los soldados de Cristo y su milicia es el Evangelio y la Fe, Esperanza y Caridad su armadura, espada y escudo.  En cuanto a la confección de la Confirmación se vive en tres momentos que relacionan objetivamente hablando  a la congregación con sus candidatos y con el clero representados por su Obispo y los que le asisten en la ceremonia o rito. Esta es la real posibilidad hecha concreción de profundizar la Gracia recibida en el Bautismo. La Iglesia debe cuidar celosamente de sus hijos confirmados para que el Espíritu y sus gracias no se alejen de la vida de nuestros jóvenes y adultos que han decidido vivir su Fe con nosotros. La realidad de nuestra composición social y cultural genera oposición a la Confirmación ya que los valores que el mundo está sembrando son contradictorios al espíritu de los creyentes y su praxis. Uno de los frutos personales de la Confirmación es la adhesión a Cristo y la vivencia de su Evangelio. En el cumplimiento de las promesas que emitimos en el Bautismo y en la Confirmación se puede sentir la mano de la Iglesia que abre espacios para la vivencia madura de nuestra Fe y su consecuencia es clara, estar unidos a Cristo y vivenciar en todo lo que hacemos que la  definitiva alianza la hemos sellado mediante la Gracia de nuestra iniciación cristina (Bautismo y Confirmación)… Cristo como Señor de la Iglesia es quien le confiere la Gracia por medio del Espíritu de Dios para vivir lo que de viva voz proclamó en el Pacto Bautismal que  al unísono la Iglesia representada en la congregación comparte con los confirmandos. No es sencillo simplemente suponer que su influjo llega a nosotros bajo las concepciones personales y no eclesiales. Hoy como en la época de los santos PP. De la Iglesia la Confirmación marca el inicio y la vivencia de la madurez de la Fe de los cristianos. Es ella que con su Gracia alimenta toda realidad trascendente al punto de disponernos para su encuentro. Sin la Confirmación nuestra oración no podrá ser plena ya que con ella recibimos el don de Dios para potenciar nuestras palabras y pensamientos y abrir nuestro entendimiento a la consideración de las verdades de Fe contenidas en la interpretación bíblica.


ALGUNAS CITAS BIBLICAS PARA NUESTRA REFLEXIÓN.

Isaías 58,11
Ezequiel 47,1
Joel 2,28
Juan 14,16.26
Hebreos 6,2
Hechos de los Apóstoles 8,14
Timoteo 4,14
Hechos de los Apóstoles 19,1-7
Juan 19,30
1 Juan 5,6
Juan 1: 19-34
2 Crónicas 15:10-13
Éxodo 23,14



DE  RITOS  Y  TRADICIONES.  


El Himnario Provisional que empleamos en nuestra liturgia nos señala dos cantos  que se aconsejan para la administración de la Confirmación y son el # 84 y el 85 el primero es una invocación al Espíritu Santo y el segundo nos ilustra en primera y tercera persona sobre los compromisos de quien se confirma en la vida, obra, y  cosmovisión de la Iglesia. “Ven santo Espíritu creador Eterna luz de inspiración… Divina unción espiritual. Tuseptiforme don nos das” Veni sancte spiritus creator lumen aeternum... Sancte Spiritus spiritalis unctio. Vivamus Tuseptiforme da nobis. Reconocemos no el Espíritu Santo como don en la extensión de su naturaleza y esencia porque nuestra naturaleza creada no puede contenerle al Dios Trino y Uno pero si como lo señala el párrafo recibimos los dones que su presencia emana en nuestras vidas. La interpretación del canto es sin duda acertada y concreta bajo el signo de la Pneumatología que lo inspira. Somos pues receptáculos de sus dones para construir nuestra experiencia con el resucitado. La traducción al latín nos asegura la más absoluta fidelidad al texto que contiene su explicitación tanto piadosa como teológica y doctrinal. Ven Santo Espíritu recita el confirmando justo antes de su imposición de manos y después cuando una vez concluida la celebración sale a irradiar los dones a él o ella concedidos.  En nuestra dinámica antropológica suponemos la más auténtica conexión con la realidad espiritual que nos rodea y de la cual participamos.

Su culmen doctrinal lo encontramos en el verso (7) al afirmar: Al Padre, al Hijo muéstranos y a Ti que vienes de los dos y en latín: Et Patris, et Filii, et ostendam tibi qui es in nobis duabus, el Hiponense cita la procedencia del Espíritu Santo y nos dice de Entrambos. La presencia del Espíritu Santo es asociada a las demás Divinas Personas y se establece así su concepción relacional que solo se distinguen en cuanto a las Personalidades Divinas y no a su esencia o sustancia. Nosotros heredamos de los santos PP. De la Iglesia la interpretación Trinitaria de las relaciones Divinas y así lo  deja claro este verso citado. Luego la Confirmación es al igual que el Bautismo un vínculo espiritual con el Dios que se revela Inhabitando al ser humano. Es una profesión de Fe que acude a su bella dialéctica para expresar con absoluta claridad que somos y seremos trinitarios.

Jesús yo he prometido
Servirte con amor;
Concédeme tu gracia,
Mi amigo y Salvador.
No temeré la lucha
Si Tú a mi lado estás,
Ni perderé el camino
Si Tú guiando vas.

El mundo está muy cerca,
Y abunda tentación;
Muy suave es el engaño
Y es necia la pasión:
Ven Tú, Jesús, más cerca
Mostrando tu piedad,
Y escuda al alma mía
De toda iniquidad.

Y si mi mente vaga
Ya incierta, ya veloz,
Concédeme que escuche,
Jesús, tu clara voz:
Anímame si dudo;
Inspírame también;
Repréndeme, si temo
En todo hacer el bien.

Jesús, Tú has prometido
A todo aquel que va
Siguiendo tus pisadas,
Que al cielo llegará.
Sostenme en el camino,
Y al fin con dulce amor
Trasládame a tu gloria,
Mi amigo y Salvador. Amén.

Que bello canto inspirador de una experiencia de Fe que el confirmado puede y necesita vivir como signo de  compromiso con Cristo y su Iglesia. No permitamos que se olvide el deber con la Iglesia cuya  inspiración esta siempre en nuestros corazones. No existe posibilidad de interpretar nuestra Fe sin la continua presencia de la Iglesia. Vivimos nuestro cristocentrismo en la Iglesia y ella como depositaria de la  Misericordia y Voluntad salvíficas del Padre Dios. Aunque muchas personas no les guste como suena pero es una realidad que en la Confirmación confesamos también la Fe de la Iglesia y nos unimos a ella que vela por sus hijos los bautizados y ahora confirmados. Es pues la Iglesia no solo testiga de los confirmados sino también su maestra y guía. No en vano el mayor de los magisterios de la Iglesia después de los apóstoles (frase célebre del inglés Beda el Venerable comentador de las obras del último PP. De la Iglesia latina, nos referimos a Isidoro de Sevilla) comentó en Hipona delante de su clero: Creo en Cristo y en su Evangelio porque así me lo enseña la santa Madre Iglesia.

(No ha sido mi interés referirme a connotaciones o antítesis de los enunciados de la Confirmación como rito sacramental o como sacramento, queda a la disciplina de la Iglesia sus definiciones, nos hemos sujetado a la tradición eclesial que aceptamos y vivimos).  


Ven Santo Espíritu de Dios la mente de los tuyos a iluminar. Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra… Veni Sancte Spiritus Dei mente tua illuminativam. Domine mitte Spiritum facie terræ, et renovare… Amén.

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