EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TIENE VIDA
ETERNA (Jn 6: 51-58).
Extenso el discurso Eucarístico del Salvador pero lleno de
Intimidad y Fraternidad para los suyos, es una continuación de su Revelación pero
hecha en la esfera que mueve el corazón de los Bautizados y de todo creyente que
vive la plenitud de su banquete Eucarístico, este banquete es primicia de la misma y única Eternidad
anunciada por el propio Hijo de Dios, aunque se presenta una situación bien
particular que por sí misma es sinónimo de confrontación entre el Mundo y sus
amigos, esta dicotomía no es definitiva y mucho menos excluyente, es un llamado
a caminar hacia Dios y reconocerle en la Intimidad del Hombre y la Mujer de Fe
y fuerte Espiritualidad, este que podemos denominar Requisito se transforma en
entrega total de su Amor: Sino coméis la
carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tenéis vida en vosotros… Y
el mensaje continua El que come mi Carne
y bebe mi Sangre, tiene vida Eterna, y Yo le Resucitaré el ultimo día (53-54).
La vida como Don de Dios se constituye en la Plenitud de
nuestra Fe, pero no una vida pasajera o sometida a la esclavitud de la muerte sino
de la Eternidad y solo quien configura su vida dando participación a Dios podrá
asumir una existencia transformada en Eternidad, lejos queda la Justificación
(Doctrina Judía emparentada con la Retribución Divina) para convertirse en una Única Actualidad Perenne
de Dios en su Criatura así Redimida…
La Comunión es un vínculo Esencial que toca las fibras de
cada Bautizado y le convierte en depositario de la Gracia y Fortaleza del Amor
de Dios, nosotros al participar en la Santa Eucaristía, actualizamos el
Sacrificio de Cristo en la Cruz al punto de vivirlo una vez mas aunque de forma
Incruenta, pero viva y atemporal,
puesto que el Sacrificio de Cristo en la Cruz esta y estará delante del Padre
Dios por toda la Eternidad en un inconfundible retorno de Amor y Sacrificio por
todos nosotros.
Jesús acude también a la figura del maná (58) pero estable
una diferencia clara entre un alimento de implicaciones exclusivamente biológicas
y naturales y el Pan bajado del Cielo que
asegura la vida Plena, esta diferencia es posterior a la comprensión misma de
la fe (Interioridad) por parte de los Bautizados, y se define así porque de lo
contrario se corre el peligro de dejar la “Cena del Salvador” en el ámbito del Rito y no de la Gracia Intrínseca
a su Mistagogia. Una vez más queda claro que nuestra Catolicidad reconoce en la
Eucaristía la Centralidad de nuestra Espiritualidad, la Mayor entre los Medios de la
Gracia y la fuente de nuestros Usos y Costumbres… Promovamos entre nuestros
Feligreses la asistencia y asiduidad en la Comunión, es por decirlo de otra
forma y siendo literales: También el que
me coma vivirá por Mí (57).
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