lunes, 5 de febrero de 2018

TÍTULOS MESIÁNICOS... PRIMERA PARTE.

CICLO DE SIMBOLOGÍAS  DEL  ANTIGUO TESTAMENTO.


NOMINALES  DEL  MESIANISMO.


INTRODUCCIÓN.



La tradición judía es bastante antigua como su presencia en las Escrituras reveladas, el Mesías era concebido bajo un proceso histórico concreto que evolucionó hasta materializarse dialécticamente en la venida del Señor. La pedagogía divina se inserta en la mentalidad de aquellas épocas anteriores a su Encarnación tomando del medio cultural y cosmovisión los elementos necesarios para construir su dialéctica. No se trataba de una irrupción arbitraria en la historia de la humanidad sino en todo un plan de revelación salvífico hasta donde llegó la historia que desde nuestra perspectiva inicia con el llamamiento de Abraham de la ciudad de Ur en territorio caldeo. También cuenta en este proceso pedagógico las experiencias del pueblo en el desierto que a diferencia de los asirios y babilónicos que al ser derrotados cargaban a sus ídolos y escapaban, es distinto con Israel, porque es Dios quien se hace su Dios y los saca de Egipto y guía durante décadas por el desierto y sale a la batalla con ellos. Es Dios el que escoge y no el escogido. En esta perspectiva surge por su Misericordia la necesidad de un Redentor y que este su diera a conocer en la tradición y en las necesidades de esta sociedad cuyo Ethos monoteísta fue determinante. Durante su recorrido histórico este pueblo configuró un modelo  de revelación que afirmó su conciencia sobre la trascendencia y lo que tal manifestación lograba en ellos… Dios es el Dios vivo y por lo tanto afecta positivamente las relaciones entre el pueblo y con Él llevándolas a un plano personal como colectivo y su máxima expresión como lo es su liturgia. Estamos afirmando la contundente formación de nexos históricos como revelativos.


ARGUMENTO ENCRIPTADO.
Los Rabinos consideraban que la palabra aramea Nehora, ‘luz,’ era uno de los nombres secretos del Mesías, porque leemos en la parte aramea del libro de Daniel que, “El conoce lo que está en tinieblas, y con Él mora la luz” (capitulo 2 versículo 22). Además, con el apoyo de las profecías de (Isaías capítulo 42 versículo 6 y capitulo 60 versículo 1–3), el Mesías es visto como la “luz de los gentiles.” ¿No anunció Jesús que Él mismo era la “luz del mundo,” y que “el que me sigue no andará en tinieblas”? El Midrash entiende las palabras de Daniel capítulo 2 en sentido Mesiánico: “Y con él mora Nehora.” Este es el Mesías Rey, pues escrito está: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz” (Isaías capítulo 60 versículo 1).


La Luz es la apreciación temprana del acontecimiento trascendente e histórico a la vez. Desde luego es producto de la capacidad asociativa judía que incluso los cristianos no siempre podemos percibir con absoluta claridad. Esta tesis la defiende el Apóstol Pablo y nos da constancia de lo aquí afirmado: “había estado oculto desde los siglos y edades” (Colosenses capítulo 1 versículo 26). Los secretos cuya referencia son expresiones directas de Fe son parte de la madurez y la habilidad  espiritual para descubrirlos o leerlos en la historia de la revelación. La interpretación judía sobre el advenimiento mesiánico es la base de nuestras interpretaciones mesiánicas y cristológicas, miremos como ejemplo el Texto llamado “Proto-evangelio”.


“Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” (Génesis capítulo 3 versículo 15).




El ser humano empezó a esconderse de Dios al reconocer su propia desnudes, es decir, cuando la autosuficiencia le hizo creer que la existencia dependía de sí mismo y no de la Bondad del Dios vivo. Esa enemistad se traslada a la creación y se convierte en estructura de pecado conocida por todos. La conciencia sobre la “caída” fue superada y nos corresponde a nosotros “rehabilitar la obra de Dios” porque de lo contrario el pecado y su destrucción continuaran manifestándose con fuerza en medio de la humanidad y sus relaciones mutuas y también con la creación. Al respecto nos ilustra bastante bien el profeta Daniel, miremos:


“Poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable.” (Daniel capítulo 9 versículo 24).


Solo la justicia y la Fe verdaderas podrán aplastar literalmente el pecado y sus personificaciones sin importar el recurso natural o sobrenatural que este emplee contra la humanidad. Solo la paz aplasta el pecado y sus incidencias en el colectivo de Israel y posteriormente de toda la humanidad. La Paz como atributo mesiánico llegará plenamente con la Resurrección del Señor tal y como lo afirma el evangelio Joanico, recordemos que uno de los signos de su Triunfo es precisamente la paz que comparte con sus discípulos y en ellos con la Madre Iglesia. De este modo la serpiente cuya cabeza aplasta la mujer es signo del triunfo de Cristo por liberar a la humanidad y dignificar la creación abatida por nuestro pecado estructural y antes original. La Paz no solo es un estado temporal en el ser humano sino que con el peso de la Gracia y su incidencia se convertirá en la forma de ser y existir entendiendo que si   ella está presente en el ser redimido, entonces no habrá lugar a formas de vida destructivas para la humanidad. La Paz como atributo mesiánico nos indaga sobre la forma como estamos viviendo y edificando relaciones entre nosotros. No es un simple consejo que se nos da es la posibilidad de llevar una existencia tanto estética como en perfecta armonía o Ataraxia. No es una Paz idílica como era esperada por los israelitas pre y post-exilicos sino la contundente manifestación del Orden de Dios  en la vida del creyente. Es un atributo expuesto por Isaías que une intencionalmente con otras cualidades para hacer posible la estructuración de una mentalidad concreta sobre el impacto real del Mesías en la vida de Israel.


 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
 Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Yahveh de los ejércitos hará esto (Isaías capítulo 9 versículos 6-7).



Princeps Pacis
príncipe de Paz


Princeps Pacis o príncipe de Paz es una visión de la futura escatología que reclama un estado de cosas y situaciones totalmente distintas en la concepción del creyente. La Paz anunciada no está en manos o siquiera posibilidad de ser lograda por las estructuras sociales humanas ya que su imperfección genera una violencia tal que doblegan miles de personas en leyes y decretos injustos. Este reinado de la Paz es fruto de la absoluta configuración con el Dios creador y guía de su pueblo, así lo comparte con nosotros Isaías (capitulo 9 versículo 6). No es un estado idílico como en los relatos del Paraíso sino la puesta en práctica de una perfecta teonomia en la vida del bautizado, es decir, Dios delante de su vida y asuntos. Los anhelos israelitas son constantes sobre la Paz ya que se convirtió en su época en  un requisito vital para prosperar, podemos afirmar que las cosas no han cambiado mucho en el presente pero el encuentro vital de su propia experiencia de  Fe sí. Isaías está pensando en un cuadro distinto ya que reclama la vivencia interior de una Paz de índole universal y fraterna.


EL  RENUEVO  DE  ISRAEL.
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar. Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa (Isaías capítulo 11 versículos 1 y ss).




Las expectativas del pueblo son conjugadas bajo el signo de la Misericordia de Dios y tales acciones son el culmen de la renovación tanto de la esperanza en el Señor como en la reflexión tardía del pueblo sobre los acontecimientos que los sujetaron a potencias extranjeras y minaron su relación al mismo interior de su cosmovisión religiosa. El Renuevo es el síntesis la posibilidad de ser otro pueblo y corresponder al Amor de Dios en la figura antropizada de su Mesías. Los signos conocidos de conflicto y hostilidad ya no los eran más en medio de Israel y las criaturas retornaran a su antiguo condición (Preternatural) como corresponde a  los redimidos por las acciones salvíficas del Mesías. Es pues la figura del Espíritu profético que le configura en orden a su futura obra de salvación. Este mismo Espíritu lo emparenta con sus antepasados (Moisés y antes Abraham, Isaac y Jacob).

Es un mensaje en sí de la materialización dialéctica de la concepción Universalista de Isaías que abre las puertas de par en par para todas las naciones. El Temor de Yahveh con el paso de los siglos se convirtió para nosotros y nuestra experiencia de Fe en los dones del Espíritu Santo que llegan a nuestras vidas. Son una serie de dones clave en la explicitación de una auténtica religión interior y fundamentada en el Dios tanto Creador, como Redentor y Santificador.  La praxis de los judíos sobre el Renuevo será determinante en la edificación de una muy amplia concepción de esperanza en la intervención de Dios para transformar lo que ha sido la vida de esta Nación. Este Renuevo tiene por decirlo así, el encargo de remediar la desobediencia humana que rompió el orden de la existencia y alteró la condición de la creación. Es pues todo lo contrario a la decadencia que sume en la postración al ser humano que la padece, es el retorno de toda la vitalidad de nuestra Fe en la Bondad de Dios. Isaías nos habla de esta “ERA MESIÁNICA que como decíamos antes traerá una definitiva Alianza de Paz. Tal movimiento será clave en la re-estructuración de la sociedad judía y la productividad de la tierra simboliza esta nueva Alianza. Es pues una relación renovada y en auténtica Paz tanto entre nosotros, como con la misma naturaleza. Miremos el señalamiento del profeta Oseas.


Haré en su favor un pacto el día aquel con la bestia del campo, con el ave del cielo, con el reptil del suelo; arco, espada y guerra los quebraré lejos de esta tierra, y haré que ellos reposen en seguro (Oseas capítulo 2 versículo 20).




Esta reflexión se hace presente por vez primera en el Génesis y toma fuerza bajo la noción de la Restauración definitiva de Israel y su extensión cósmica a toda la vida y relaciones trabadas en el escenario del ser humano y su entorno somático, es decir, de una mejor comprensión de la coexistencia. Esta Alianza anunciada por Oseas se dará como un paso necesario para la consolidación tanto del Renuevo como de la Paz. Es una Restauración en la Santidad y Gracia del Mesías. El signo clave es la presencia de Dios una vez más en medio de su pueblo y ahora de su creación, bajo las condiciones de la Redención tal y como operó en Cristo el Hijo de Dios.  


PRINCIPE-MESÍAS.  INDOLE  POLITICO.
Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas, plaza y foso serán reconstruidos, pero en la angustia de los tiempos (Daniel capítulo 9 versículo 25).




Daniel  en su estilo profético emplea un título que es de interés aunque no muy generalizado, me refiero a la connotación de la profecía de un Príncipe Mesías  que se manifestará en un escenario político y social totalmente inestable como sucedía en su época y en anteriores, a su aparición en la escena profética de Israel, las escenas que este creyente describe tienen su origen en la Babilonia de  Nabucodonosor y su hijo Baltasar. Es un panorama de amplia confrontación que exige total fidelidad del judío al Dios revelado. En un medio tan polarizado, el Mesías Príncipe,  esta alusión no goza de mucha aceptación entre los PP. De la Iglesia más antiguos ya que se puede interpretar como alusión al final de los tiempos o como expresión de la Fe en la restauración por parte de Dios. Tal opinión parte del hecho de que el Texto aquí citado tiene lugar en el periodo de la reconstrucción bajo el dominio Persa. Un príncipe es heredero de un reino y como tal inicia en su momento su gobierno con toda la autoridad conferida a un rey. La idolatría es tenida aquí como la herencia del conjunto de infidelidades del pueblo. Daniel está empleando el lenguaje encriptado de los rabinos y para conocerlo debe ser la persona judía conocedora de la tradición y la acción profética de Israel.


Números  capítulo 24 versículo 17. PRE-EXILICO.
Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel. Aplasta las sienes de Moab, el cráneo de todos los hijos de Set.



En su contexto tribal es importante ver la claridad de las figuras empleadas en este relato de índole profético, son imágenes que asociamos sin dificultad alguna al estudio de las manifestaciones mesiánicas en Israel. Tales manifestaciones poseen una especie de cronología montada sobre los acontecimientos más relevantes de su historia. El conflicto con otras naciones o tribus es el detonador de la necesidad de un modelo de esperanza que supere esta condición de conflicto permanente por la supremacía y posesión de la tierra prometida.

 Por esta última tesis es entendible el por qué el pueblo esperaba un Mesías de poder y soberanía y como el conflicto les quitaba gran parte de su tiempo, vidas y recursos a la sociedad judía. Es conveniente un Mesias-principe que priorice la supremacía y bienestar de este pueblo. Es un escenario cananeo donde se desata el conflicto tribal. Sobre su simbología diremos muy brevemente que la figura de una estrella  es relacionada con alguna deidad o dios del antiguo Oriente…  Pero luego con el correr del tiempo pasó a constituir el lenguaje simbólico para designar a un rey divinizado como ocurría en los países vecinos de Israel. El término “cetro” en la traducción griega apunta  a la figura de un hombre con características de liderazgo para Israel lo que se transformará en potencia de un liberador de índole mesiánico. No olvidar que todas estas figuras de autoridad eran usualmente relacionadas en el futuro inmediato con el rey David.
Continuaremos en la segunda parte…


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