viernes, 5 de enero de 2018

BAUTISMO DE N.S. JESUCRISTO.

BAUTISMO   DE   NUESTRO   SEÑOR   JESUCRISTO… Génesis capítulo 1 versículo 1-5. Salmo 29. Hechos de los Apóstoles capítulo 19 versículos 1-7. Marcos capítulo 1 versículos 4-11.



El relato que nos ofrece el libro del Génesis es interesante señalarlo como una composición de la Tradición Sacerdotal (T.S) data del siglo VI antes del Señor y nos expone un orden lógico para manifestar con ello el crecimiento de la dignidad según procede Dios en  su creación hasta llegar al hombre (visión antropizada de la creación). Dios organiza estéticamente la creación y da sentido a cada uno de sus componentes, es el anuncio de un comienzo gobernado por la mente de Dios y su amor (mueve todo) para la consecución de su finalidad… El caos, el desorden, la oscuridad, todo ello que se refleja como la némesis de su obra y es puesto en su lugar, y lo más importante, Dios determina convenientemente los pasos a seguir. Pero también podemos afirmar junto con los PP. De la Iglesia, que este panorama era preparación para introducir el discurso de una creación a partir de la “nada” es decir, que nada era pre-existente y que todo fue creado por Dios (nada es anterior, o a la par con Dios).

Este bello relato es un “acto de Fe” en el amor de Dios por la vida y su entorno, es la proclamación de su Bondad absoluta que todo lo ordena y lo lleva  a feliz término como sucede con cada uno de nosotros ya que Dios es un DIOS DE ORDEN  y quiere que sus hijos vivan de esta manera sin miedo o espacios en sus vidas para la oscuridad y el caos, es también para todo bautizado la oportunidad de ratificar su unión y teonomia con el Dios Amor. Nada hay en nosotros que Dios no transforme en Luz y en armonía, es precisamente su deseo en la creación. Yahveh maravillosamente (tradición Yavista, Siglo  X  antes del Señor) da los medios vitales como el agua, la tierra, el aire, la luz, el fuego, señala los elementos para la sustentabilidad de su obra y lo más importante la visita y renueva con el poder de su Amor… Nada pude existir sin su amor y misericordia. Aquí encontramos una figura de la obra de Cristo y su amorosa solidaridad con la humanidad y la creación.

El Salmo (29) versión de la Biblia de  Jerusalén, atribuido a David, nos muestra un símbolo de la presencia poderosa de Dios a través de los elementos por Él creados, la tormenta evoca las manifestaciones de Dios en el Sinaí y la manera como acompañaba al pueblo en su travesía por el desierto y en sus combates con pueblos vecinos. Es la voz de Yahveh la proyección de su poder pero también capaz de hablar al corazón del creyente sin importar las tormentas que este viva.  Pero también trae la paz sobre los suyos, solo Dios puede “afilar llamaradas o desgajar cedros y a la vez tratarnos tan delicado y suave como el rocío, es una muestra de su Omnipotencia y Amor mezclados para nosotros. Somos afortunados porque el amor de Dios construye todo para nosotros y comprometidos con la valoración de su poder amoroso.

Pablo llegó a Éfeso, (Ciudad ubicada en Asia Menor en lo que hoy es Turquía, era un enclave comercial, político, militar, poseía puerto sobre  el Mar Egeo,  y lo más importante para la naciente comunidad cristiana era heterogénea, permeada por distintas creencias)… Pablo encuentra discípulos del Bautista y los aborda con el mensaje de su evangelio “término usado para designar la enseñanza sobre Jesús”  en este  momento de la Iglesia. Es un Texto muy rico en detalles sobre todo en lo referente a la génesis de la Confirmación (vista por muchos teólogos y a la cual nos sumamos) al hacer distinción en primer lugar entre el signo de Juan o bautismo de arrepentimiento y el segundo momento cuando son bautizados en Nombre del Señor (seguramente involucrando la formula presente en algunas de sus doxologías (Gálatas capítulo 1 versículos 1-5). Gestándose la inclusión Trinitaria que evolucionó hasta nuestros días.

Pablo en la imposición de manos a estas personas ratifica en el Texto Sagrado de Tradición el carácter inseparable del Bautismo y la necesidad de la imposición de manos, que se convierte en la “materia y Forma” de la Confirmación entre nosotros. La presencia del Espíritu Santo es un don amoroso de Dios a cada uno de sus hijos los bautizados, pero al igual que Pablo se convierte en un deber para la Iglesia la predicación y misión para darlo a conocer. No podemos desconocer la fuerza del amor de Dios en su Hijo y en el Espíritu Santo, como quien dice, cuando anunciamos el triunfo y presencia de Cristo lo asociamos esencialmente a las demás personas divinas (Trinidad) esto ratifica que nuestra misión y predicación consiste en el anuncio del Dios Trinidad.

La eclesiología y cosmovisión Marcana nos dice abiertamente que la relación entre el Señor y sus discípulos es signo de la Iglesia arcaica, primitiva, que se fundamenta en el conocer y amar en la intimidad de la reflexión como acto de Fe. Marcos intenta de esta manera ubicar a los discípulos como testigos y anunciantes y también como iniciadores de la Iglesia no vislumbrada de forma distinta al conocimiento íntimo y espiritual al alcance de todo bautizado. En este escenario desarrolla el autor su evangelio y ubica al Señor en el Bautismo solidario a manos del Bautista… El reino llega en la Persona del Señor y los discípulos a partir de esta verdad que  anunciaran por todo el mundo. En todo su anuncio se siente literalmente una paz que solo procede del Mesías y su ideal de vida tal como lo indica el propio Bautista, no se trata de una dieta en particular sino en el sentirse libre, sin ataduras de ningún tipo y menos materiales, así lo hace saber en el versículo (6).

El Bautismo anunciado en manos del Señor será determinante por la presencia del Espíritu Santo, es el signo vivo de pertenencia a su reinado total y totalizante, la simbología que acompaña al relato es clara en su finalidad, buscar la configuración de la relación salvífica que brota del propio Jesús al ser reconocido por los testigos de este acontecimiento. Es también una o sino la más antigua alusión en el (N.T) a la formula Trinitaria desarrollada posteriormente por Pablo como veíamos arriba en el Texto de la segunda lectura. La voz es signo de presencia de Dios (figura literaria) que se emplea para designar una manifestación sobrenatural de Dios en medio de los creyentes.


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