BAUTISMO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO… Génesis capítulo 1 versículo
1-5. Salmo 29. Hechos de los Apóstoles capítulo 19 versículos 1-7. Marcos
capítulo 1 versículos 4-11.
El relato que nos ofrece
el libro del Génesis es interesante
señalarlo como una composición de la Tradición
Sacerdotal (T.S) data del siglo VI antes del Señor y nos expone un orden
lógico para manifestar con ello el crecimiento de la dignidad según procede
Dios en su creación hasta llegar al
hombre (visión antropizada de la creación). Dios organiza estéticamente la
creación y da sentido a cada uno de sus componentes, es el anuncio de un
comienzo gobernado por la mente de Dios y su amor (mueve todo) para la
consecución de su finalidad… El caos, el desorden, la oscuridad, todo ello que
se refleja como la némesis de su obra y es puesto en su lugar, y lo más
importante, Dios determina convenientemente los pasos a seguir. Pero también
podemos afirmar junto con los PP. De la Iglesia, que este panorama era preparación
para introducir el discurso de una creación a partir de la “nada” es decir, que nada era pre-existente y que todo fue creado
por Dios (nada es anterior, o a la par
con Dios).
Este bello relato es un “acto de Fe” en el amor de Dios por la
vida y su entorno, es la proclamación de su Bondad absoluta que todo lo ordena
y lo lleva a feliz término como sucede
con cada uno de nosotros ya que Dios es un DIOS
DE ORDEN y quiere que sus hijos
vivan de esta manera sin miedo o espacios en sus vidas para la oscuridad y el
caos, es también para todo bautizado la oportunidad de ratificar su unión y
teonomia con el Dios Amor. Nada hay en
nosotros que Dios no transforme en Luz y en armonía, es precisamente su deseo
en la creación. Yahveh maravillosamente (tradición Yavista, Siglo X
antes del Señor) da los medios vitales como el agua, la tierra, el aire,
la luz, el fuego, señala los elementos para la sustentabilidad de su obra y lo
más importante la visita y renueva con el poder de su Amor… Nada pude existir sin su amor y misericordia. Aquí encontramos
una figura de la obra de Cristo y su amorosa solidaridad con la humanidad y la
creación.
El
Salmo (29) versión de la Biblia de Jerusalén, atribuido a David, nos muestra un
símbolo de la presencia poderosa de Dios a través de los elementos por Él
creados, la tormenta evoca las manifestaciones de Dios en el Sinaí y la manera
como acompañaba al pueblo en su travesía por el desierto y en sus combates con
pueblos vecinos. Es la voz de Yahveh la
proyección de su poder pero también capaz de hablar al corazón del creyente sin
importar las tormentas que este viva. Pero
también trae la paz sobre los suyos, solo Dios puede “afilar llamaradas o
desgajar cedros y a la vez tratarnos tan delicado y suave como el rocío, es una
muestra de su Omnipotencia y Amor mezclados para nosotros. Somos afortunados porque el amor de Dios construye todo para nosotros y
comprometidos con la valoración de su poder amoroso.
Pablo
llegó a Éfeso, (Ciudad ubicada en Asia Menor en lo que
hoy es Turquía, era un enclave comercial, político, militar, poseía puerto
sobre el Mar Egeo, y lo más importante para la naciente comunidad
cristiana era heterogénea, permeada por distintas creencias)… Pablo encuentra
discípulos del Bautista y los aborda con el mensaje de su evangelio “término
usado para designar la enseñanza sobre Jesús” en este
momento de la Iglesia. Es un Texto muy rico en detalles sobre todo en lo
referente a la génesis de la Confirmación (vista por muchos teólogos y a la
cual nos sumamos) al hacer distinción en primer lugar entre el signo de Juan o
bautismo de arrepentimiento y el segundo momento cuando son bautizados en
Nombre del Señor (seguramente involucrando la formula presente en algunas de
sus doxologías (Gálatas capítulo 1 versículos 1-5). Gestándose la inclusión
Trinitaria que evolucionó hasta nuestros días.
Pablo
en la imposición de manos a estas personas ratifica en el Texto Sagrado de
Tradición el carácter inseparable del Bautismo y la necesidad de la imposición
de manos, que se convierte en la “materia y Forma” de la Confirmación entre
nosotros. La presencia del Espíritu Santo es un don amoroso de
Dios a cada uno de sus hijos los bautizados, pero al igual que Pablo se
convierte en un deber para la Iglesia la predicación y misión para darlo a
conocer. No podemos desconocer la fuerza del amor de Dios en su Hijo y en el
Espíritu Santo, como quien dice, cuando anunciamos el triunfo y presencia de
Cristo lo asociamos esencialmente a las demás personas divinas (Trinidad) esto ratifica que nuestra misión y
predicación consiste en el anuncio del Dios Trinidad.
La
eclesiología y cosmovisión Marcana nos dice abiertamente
que la relación entre el Señor y sus discípulos es signo de la Iglesia arcaica,
primitiva, que se fundamenta en el conocer y amar en la intimidad de la
reflexión como acto de Fe. Marcos intenta de esta manera ubicar a los
discípulos como testigos y anunciantes y también como iniciadores de la Iglesia
no vislumbrada de forma distinta al conocimiento íntimo y espiritual al alcance
de todo bautizado. En este escenario desarrolla el autor su evangelio y ubica
al Señor en el Bautismo solidario a manos del Bautista… El reino llega en la Persona del Señor y los discípulos a partir de
esta verdad que anunciaran por todo el
mundo. En todo su anuncio se siente literalmente una paz que solo procede
del Mesías y su ideal de vida tal como lo indica el propio Bautista, no se
trata de una dieta en particular sino en el sentirse libre, sin ataduras de
ningún tipo y menos materiales, así lo hace saber en el versículo (6).
El Bautismo anunciado en manos
del Señor será determinante por la presencia del Espíritu Santo, es el signo
vivo de pertenencia a su reinado total y totalizante, la simbología que
acompaña al relato es clara en su finalidad, buscar la configuración de la
relación salvífica que brota del propio Jesús al ser reconocido por los
testigos de este acontecimiento. Es también una o sino la más antigua alusión
en el (N.T) a la formula Trinitaria desarrollada posteriormente por Pablo como
veíamos arriba en el Texto de la segunda lectura. La voz es signo de presencia
de Dios (figura literaria) que se emplea para designar una manifestación
sobrenatural de Dios en medio de los creyentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario