Propio
10, sexto domingo después de Pentecostés. Año A.
Reverendo
Padre. Diego Fernando Sabogal.
Primera
Lectura. Génesis capitulo 25 versículos 19-34.
Salmo.
119 versículos 105-112.
Segunda
Lectura. Romanos capitulo 8 versículos 1-11.
Evangelio.
Mateo capitulo 13 versículos 1-9 y 18-23.
En
cierta ocasión había dos hombres encerrados en un sótano cuyo único contacto
con el mundo exterior era una pequeña ventana instalada en la parte superior de
la pared que daba a la calle, pero como estaba lejos del piso era necesario que
ellos se turnaran uno apoyado en los hombros del otro para acceder a la ventana
y observar el mundo exterior. El primero de ellos subió a los hombros de su
compañero y quedó perplejo con lo que vio en la calle y decidió no mirar más,
mientras que el segundo exclamó “ es lo más bello que he visto” que pudo haber visto el primero que le obligó
a renunciar a seguir observando, su respuesta fue clara: Mira hermano no quiero
ver más afuera solo vi desorden, caos,
violencia, basuras, mendicidad, pero el segundo le contó su experiencia, por el
contrario yo vi un bello día soleado, nubes que pasaban sobre los transeúntes,
el verdor de los árboles y el viento en mi cara. La enseñanza es clara “todo
dependerá de lo que estés buscando de la vida y de tu entorno” Esaú no tenía
presente qué significaba la primogenitura como signo de bendición de Dios y
autoridad en medio de su familia, mientras que Jacob dispuso cuanto podía para no desperdiciar
estos dones y gracias concedidos por Dios. El panorama que hay en nosotros
dependerá en gran medida de la profundidad de nuestra relación con Jesús y hasta donde estaremos dispuestos a llevar
nuestra espiritualidad con el Señor. La
vida atreves de los ojos de Esaú solo percibe necesidades pasajeras fácilmente
solucionables, mientras que Jacob piensa en su futuro y lo que será importante
en la maduración de su vida con propósito. Jacob miró a lo alto y su hermano al
piso. Dos hermanos, dos pueblos, dos destinos matizados por sus convicciones y
propósitos, dos rivalidades como las presenta el mundo bajo el esquema de una
moral imperfecta desprovista de la luz del Evangelio de Cristo…
El
Apóstol Pablo en su Carta a los Romanos capitulo 8 versículos 1-11, nos invita
a asumir con absoluta claridad nuestra
responsabilidad ante el bien y su práctica que él reconoce presente en nuestra
experiencia cristiana. El pecado es real
pero no determinará ya el destino de los creyentes. No vivimos para la carne
cuyo señalamiento es la esclavitud del pecado que establece diferencias entre
las personas como vimos en la historia de los hijos de Isaac y Rebeca. Nuestra
opción es Cristo y como tal su Gracia hace de nosotros criaturas nuevas, es
decir, el hombre viejo que vivía de la carne y sus apetitos quedó fuera de
nosotros y ahora vive el hombre nuevo simbolizado por Cristo y su Resurrección.
Somos depositarios ya no de una primogenitura sino del mismo Amor de Dios que
se transforma en luz y guía de nuestros pasos. El mensaje de Jesús es fuente de vida y su Espíritu nos comunica
la inmortalidad a la que somos llamados por medio del Bautismo. El gobierno
antiguo que consistía en el influjo del pecado fue devorado y dejado atrás por
la Gracia de Dios en Cristo y tan rápido fue su triunfo que ni aun Esaú había
terminado sus lentejas cuando su cuerpo seguramente pedía más, en esta dinámica
los dones con los que llenamos nuestras vidas son imperecederos porque brotan
del Amor de Dios que no es carne, sangre, o comida sino Gracia y Espíritu
vivificador.
El
Evangelio de Mateo propuesto en conjunto con las lecturas anteriores, nos ubica
rápidamente en la enseñanza sobre la Palabra de vida comunicada por Jesús, pero
resalta especialmente como la Ley caducó
frente al Amor de Dios. El mismo que se expresa libremente en la vida y Fe de
cada cristiano que hace de su ser un “campo fértil” para la Palabra o Voluntad
salvífica del Padre Dios. La semilla es sin duda las enseñanzas evangélicas que
buscan anidar en nuestros corazones. No
podemos permitir que el obstáculo inicial lo constituyan nuestros proyectos y
metas, por el contrario, la Palabra revelada se convierte en la fuerza que mueve
todo propósito y afirma todo destino. Si estamos dispuestos el Espíritu Santo
nos dará la perfección sobre la antigua Ley y viviremos plenamente el mandato del
amor como centralidad de nuestro ser creyente. El Amor de Dios hace fértil
nuestras vidas y prosperas nuestras acciones y pensamientos. No perdamos de
vista que el mundo actual reclama de nuestras vidas testimonio y compromiso y
que solo desde la mirada de nuestra Fe
será posible transformar la Sociedad donde nos movemos y recuperar a
base de ejemplo muchos de los valores cristianos perdidos o en desuso. Las
parábolas que el Señor emplea con sus discípulos son en si el lenguaje de Fe
que solo quienes le buscan con sinceridad y creen en Él podrán entender
fácilmente. El lenguaje del amor y la solidaridad anidan en nuestro
entendimiento gracias a la revelación salvífica de Cristo. La cosecha dependerá
de la tierra que simboliza el escenario ideal para la semilla y del corazón que
atento se deja germinar por la Gracia de Cristo. El mundo sigue su propia
agenda como lo hemos comprobado infinidad de veces pero nosotros estamos bajo
el mandato de Dios que asegura así nuestra realización como la buena tierra y el
corazón dispuesto donde “cayó y prosperó la semilla”. El mal en su representación más clara o
“pura” literalmente puede arrebatarnos los frutos de la Palabra sino los
atesoramos y convertimos en obra
agradable a Dios, somos sus hijos y como tal estamos llamados a ser tanto la
tierra fértil, como el fruto de su Evangelio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario