OCTAVO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. PROPIO 12. Año A. Génesis capítulo 29
versículos 15-28. Salmo 105:1-11, 45b.
Romanos capítulo 8 versículos 26-39. Mateo capítulo 13 versículos 31-33,
44-52.
La escena que nos
describe el Génesis involucra a Jacob, a Labán padre de Lía y Raquel (la menor)
esta recreada en el género Yavista y muestra parte de las tradiciones matrimoniales en el pueblo
hebreo. Estas tradiciones eran vinculantes y aseguraban que la unión esponsal
fuese clave para la preservación de la familia (clan) y sus posesiones
económicas, particularmente la tierra, los esclavos y el ganado. El trabajo
durante siete años aseguraba la liberación de una promesa o deuda y eso
significaba la absoluta libertad, de allí a que el tiempo se sumara y Jacob
pudiera contraer matrimonio con las hermanas. La tradición antigua permitía
esta práctica para tener más posibilidades de legar herederos y compartir la
sangre que en últimas era el documento legal viviente de toda posesión
material. Las celebraciones o fiestas duraban siete días como lo deja intuir esta escena. Estamos
enfocados en la línea de esta literatura patriarcal y sin duda que
posteriormente el relato nos mostrará quizá la forma y figura en potencia de
las 12 tribus de Israel reflejadas en los 12 hijos de Jacob que aparecerán más
adelante en el Libro Sagrado de Tradición (Gn). Pues este relato es bien
interesante porque nos ofrece algunos datos sobre estas tradiciones y
especialmente sobre la forma como las costumbres expresaban el legado cultural adquirido de
otros pueblos particularmente de Mesopotamia. Estos elementos asimilados fueron incorporados
posteriormente a la Ley Mosaica desde luego objetivando su significación.
El Apóstol Pablo en la
Carta a los Romanos expone la madures de
su Fe o experiencia con el resucitado. La Fe es el producto de la presencia de
Dios (Inhabitación) en el ser humano y Pablo privilegia esa presencia por sobre
cualquier otra consideración. La madurez espiritual nos ubica en camino de la
definitiva transformación como él mismo lo argumenta: Pues estoy seguro que ni la
muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo
futuro… (Versículos 38-39) en esta dinámica
la consecuencia de la relación salvífica es la configuración de una
nueva Creación de dinámica escatológica distinta a la realidad del presente ya
contaminado y reducido a su mínima expresión por el pecado y sus estructuras.
La imagen de la perfección de Dios es precisamente su Adorado Hijo. La
escatología deja ver el futuro de ese nuevo creyente potencializado por la
Gracia hasta alcanzar la perfección de su relación con Cristo… Recordemos que
solo Cristo posee la plenitud de la Imagen de Dios Padre y que las Huellas de
esa maravillosa Imagen en nosotros fueron opacadas por el pecado. Si nuestra Fe
se afirma en Cristo será imposible que las fuerzas hostiles de esta realidad
contaminen nuestra Fe y experiencia de vida cristiana. La fuerza del santo Bautismo nos permite vivir
anticipadamente revestidos de la condición de gloria revelada en Jesucristo. Nuestro
mundo material sufre las consecuencias de nuestro accionar de pecado y no solo
se queda allí, también toca a la naturaleza que como vimos el domingo anterior
sufre por el influjo de nuestro pecado. La vida a partir de la presencia amorosa de
Dios ofrece la liberación y la felicidad
que solo los hijos de Dios entienden y comparten.
Mateo en su
Evangelio tiene presente que el Reino de
Dios es “modesto” en sus comienzos pero que como la semilla de mostaza crece hasta alcanzar la plenitud en la vida del
creyente. Quienes optan por el Reino hacen una renuncia y ratifican su voluntad de trabajar por su instauración. Las parábolas traducen en lenguaje sencillo la
puesta en escena que revela las intenciones de Jesús en su Ministerio y
Predica… Mateo presenta una secuencia de parábolas que sin duda no fueron
anexadas de igual manera por la fuente original pero para la ilustración del
mensaje convenía distribuirlas de esta forma. Es pues la oportunidad de argumentar una
enseñanza que se concatena con otras de su misma naturaleza. Mateo piensa en el
Reino de índole mesiánica, es decir, del cumplimiento implícito de la promesa y
Jesús complementa esta percepción llevándola a un extremo. Tal postura es
garantía de la secuencia necesaria para los fines del anuncio del Reino de los
cielos del cual Él es la centralidad. El Espíritu de Dios se manifiesta en la
Voluntad de Dios porque todos conozcan
su Palabra y puedan discernir su contenido salvífico. La opción por el Reino es
una realidad y a partir de esa primicia se escogerá a quienes lo dejaron “todo”
por caminar en esa dirección. La radicalidad es también fruto de la presencia
del Espíritu de Cristo en los bautizados. Recordemos una primicia que llega a nuestra
Fe desde el Éxodo del pueblo: Dios es un
Dios diferente y por eso debemos ser un
pueblo, una Iglesia diferente. Pues la diferencia la hacemos desde nuestro
seguimiento de Cristo y dándole el lugar que su Palabra y enseñanzas merecen,
es decir, el centro y motor de nuestras vidas…
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