sábado, 29 de abril de 2017

TERCER DOMINGO DE PASCUA...

TERCER DOMINGO DE PASCUA, AÑO A… Hechos de los apóstoles capítulo 2 versículo 14ª,36-41. 1 Pedro capítulo 1  versículo 17-23. Evangelio de Lucas capítulo 24 versículo 13-35.


Pedro introduce su discurso con una afirmación de su Fe en el Señorío y autoridad de Jesucristo dejando ver que su triunfo sobre la muerte le entrega el disfrute de sus prerrogativas las mismas que poseía antes de su Encarnación. Pedro ve con absoluta claridad que Jesús una vez resucitado entra en la Gloria eterna para reinar sobre la Creación y que da fe de la Salmodia que lo señala como tal, solo para nuestra reflexión compartimos: Salmo 110 y su señalamiento mesiánico; Salmo 16 y Salmo 2, 7 es el Hijo de Dios no hay duda al respecto desde la perspectiva de una “mirada de Fe”… La Conversión en esta dinámica no es otra que la respuesta positiva a las afirmaciones anteriores. El Creyente abandona su antigua condición y se abraza a su nueva realidad en Cristo Señor. El Bautismo es el signo inequívoco de este cambio de vida y gracias a su poder regenerador el bautizado empieza a vivir como Criatura Nueva destinada al Reino de Dios… Aparece el Don del Espíritu Santo  que es lo propio de los hijos de Dios y  su Gracia significante es la que puede transformarnos en verdaderos discípulos testimoniales de Cristo en su Iglesia. El número de quienes se bautizaron sin duda es simbólico y obedece a la perfección de los  atendieron el llamado y abrazaron la Fe en el Resucitado.  

Pedro prosigue su intención discursiva al plasmar la vida presente como un “destierro” dado que los bautizados saben que son fruto de la Gracia y destinados a la eternidad. Es el llamado a vivir teniendo presente la temporalidad de nuestra existencia terrena y un recordatorio de la importancia de darle su lugar a todo lo que construimos y vivimos todos los días sin descuidar la trascendencia. Fuimos rescatados a un precio supremamente alto al que nadie en este mundo puede cubrir porque la justificación no es valor monetario o equiparado como tal es ni más ni menos que la Sangre de Cristo derramada en la Cruz.    Pedro insiste en la Predestinación de nuestro rescate porque la obra de Cristo está concebida antes de la fundación del mundo. Nuestra Esperanza está fundada en la Misericordia de Dios y por medio de su Hijo resucitado se concreta en cada uno de nosotros los bautizados. Es pues una amonestación a los bautizados para que vivan de forma consecuente con los dones recibidos en el Pacto Bautismal  dando así testimonio de la Resurrección de Cristo. Esta centralidad está constituyendo paulatinamente nuestro crecimiento espiritual y así mismo dicta la posibilidad cierta y segura de nuestra futura trascendencia. Vivamos en este mundo con ojo puesto en la eternidad.


Emaús marcará la intencionalidad Lucana por antonomasia al recordarnos que la Nueva Condición del Resucitado será también la nuestra una vez concluya nuestra presentación en este mundo. Es pues un recordatorio de las “nuevas” relaciones del Creyente con su Señor ya glorificado y victorioso. El imperio de la muerte ya no podrá nublar nuestras mentes y corazones y por el signo del Amor fraterno le reconocemos cada día. En Emaús la realidad resucitada de Cristo atestigua su nueva y definitiva condición que ya no será percibida por los sentidos sino por el grado de interioridad y relación vital alimentada con Él en los Medios de Gracia que la Iglesia nos brinda, es en la Oración, Meditación  de la Palabra Revelada y en la vida Sacramental como el bautizado crecerá hasta la eternidad. Ver a Cristo es posible cuando su presencia se convierte en vital alimento diario de lo contrario pasa como quienes dicen hoy creer en Dios pero no hacen nada para alimentar su Fe esa idea que dicen tener fenece porque lo que no se alimenta desaparece o pierde su peso… Las relaciones espirituales son necesarias para crecer en la Fe y su praxis. Los signos son claros (Pan y Pescado) como indicando desde la Iglesia primitiva la figura de la Santa Eucaristía el epicentro de nuestra vida resucitada. Cristo mismo les explicó las Escrituras, encontramos una bella síntesis de los “Medios de la Gracia”. El Corazón les ardía, porque ellos vivieron el encuentro inmediato que desde antes muy seguramente estaban cultivando con el Resucitado. No es un mero y casual encuentro es la relación fraterna que supera las barreras de los sentidos y la incredulidad para instalarse en lo más profundo del corazón… En el Símbolo Eucarístico se abrieron sus ojos, en la nueva y vital forma de su presencia resucitada y escatológica. Se dijeron el uno al otro ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros  cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras… Versículo 32. Lo anterior da la impresión de haber sido una manifestación del Señor justo después de su Resurrección. La inmediatez de la Fe da paso a la certeza de su presencia.  La acción del Espíritu Santo mueve el corazón de los discípulos que muy seguramente estaban en la fase de la aceptación de lo ocurrido con Jesús y sus corazones estaban retenidos por los sucesos vividos por Jesús. La misión apostólica contará con la Certeza de haber compartido con el Resucitado estos momentos o coloquios espirituales que sin duda alimentaron y robustecieron su Fe.  

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