Segundo
Domingo de Pascua, Año A. Hechos de los apóstoles capítulo 2 versículo 14ª,
22-32. 1 Pedro capítulo 1 versículo 3-9. Salmo 16. Juan capítulo 20 versículo
19-31.
Lucas nos presenta en
el Texto de Hechos de los apóstoles el “discurso paradigmático” de Pedro presentando
para los Israelitas y foráneos, la exposición de la vida y obra de Jesús bajo
el signo posterior a los acontecimientos de la Pasión. Es interesante dado que
estamos ante el primer discurso esquematizado de índole kerigmatico por parte
de Pedro y con ello busca generar conciencia sobre la verdadera identidad de
Jesús y como el pueblo judío terminó dándole el mismo trato que a los profetas.
Pedro establece una relación directa con el pasado hebreo pero aclara el vínculo tan estrecho entre Dios y su Adorado Hijo.
Esta concepción de Fe será el fruto de todo un recorrido espiritual que inició
con la elección por parte de Jesús… La centralidad de este discurso no es otra
que la de asumir desde el testimonio personal quien es Jesús y como se
transforma en el Cristo de la Fe. Como el Hijo de Dios deja su condición
terrena para reinar en la gloria eterna. Pero el testimonio de los discípulos
será fundamental para que el mundo crea. Recordemos hermanos que el contenido
de los Evangelios son modelo de la predicación primitiva en la Iglesia y como
esta se encaminaba a fundamentar la figura del Salvador. Pedro se apoya en el
Salmo 16 para anunciar las buenas nuevas del tiempo de Salvación inaugurado por
Jesús y continuado por Voluntad del Padre en el Espíritu Santo. La Era del
Espiritu de Dios parte de la predicación del Señor y su Resurrección se
constituye en el signo más poderoso y luminoso de todas las manifestaciones de
Dios en la Creación. La versión de los
LXX nos da luces sobre los términos más empleados comparativamente hablando
(fosa-tumba-muerte-corrupción). El Salmo 16 se une literalmente e
intelectivamente al discurso de Pedro y se constituye en soporte literario de su mensaje exaltando las
profecías sobre los tiempos mesiánicos ya plenificados y ejemplarizados en
Cristo Resucitado.
En 1 Pedro capitulo 1
versículo 3-9, el autor Inspirado nos deja ver la relación ritual que vincula
el A.T con los escritos del N.T está empleando una fórmula de bendición
contenida particularmente en el Libro del Génesis capítulo 14 versículo 20 “Bendito sea el Dios Altísimo” en este
pasaje citado por Pedro intencionalmente se rinde tributo a nominales del
Nombre de Dios como “Altísimo” y de paso engancha gramaticalmente la Adoración
de su Hijo Resucitado. Pedro invoca el poder de la Fe como fundamento de la
relación con Dios. La Fe en la revelación última y plena que es el propio Hijo
de Dios o la “última palabra de Dios a la humanidad”… Nuestra certeza se llama
Jesucristo y en su Nombre y sacrificio estamos destinados para la Salvación por
el inmensurable amor de Dios por su Creación y nosotros contenidos en ella. El
vínculo bautismal es el nexo de nuestra Fe y praxis espiritual. La Fe como
Virtud teologal es un precioso regalo de Dios a la humanidad para establecer
una relación salvífica y trascendente.
En el Evangelio Joanico
capítulo 20 versículo 19-31 se transmite en un sentido muy fraterno esta manifestación
del Resucitado. Dejando ver los atributos con los que adornará la vida de la
Iglesia y los bautizados. Nos referimos a dones que solo llegan a nosotros por
la Resurrección del Señor, La Paz
mesiánica, el don de su Espíritu y el vínculo de la fraternidad y la caridad
cristiana. Son las cualidades que establecerán la diferencia entre los
bautizados y quienes rechazando a Dios se niegan a participar de sus dones
amorosos. El “soplo” de Jesús sobre los discípulos y
demás asistentes es signo inequívoco de la relación salvífica establecida desde
el origen mismo del mundo, así parece decirlo en consonancia con (Génesis
capítulo 1 versículo 2 ss) para Juan
apenas inician aquí los coloquios fraternos con el Resucitado lo que afirmará
la Fe de los discípulos y amigos. El signo de las llagas expuestas es una
mirada de Fe que alimentará la experiencia espiritual del bautizado de todas
las épocas. No son las huellas de la Pasión sino las consecuencias de amarnos
al extremo lo que marcará la diferencia entre su sacrificio y muerte de Cruz y
otros eventos que pueden ser comparados en su época o posterior. La actitud de
Tomás es consecuente con su experiencia espiritual. Pasar toda la vida literalmente
“metidos” en actividades de la Congregación no significa autentica vida en
Cristo o espiritualidad dependerá de nuestras actitudes y compromisos. Pensemos
en nuestro propio testimonio y en quienes pueden creer gracias a nuestro
ejemplo y desenvolvimiento social y cultural. Juan termina su exposición con
una formula muy común en los escritos del N.T: estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre… Versículo 31.
El mundo actual no
busca afanosamente la re-afirmación de su Fe sino un modelo para exculpar sus
acciones y consolar sus propias dudas. Las “huellas de la Cruz” relacionan al
resucitado con la humanidad y sus propias llagas formadas a partir de la guerra
entre los pueblos o la ruptura de las relaciones humanas a todo nivel. Las
llagas del Señor no fueron vistas por el corazón de Tomás e igual en el presente hay muchos más “Tomás” que
buscan vivir de cara al mundo y abandonan la trascendencia como meta y
aliciente de su experiencia en el mundo. Las Huellas del crucificado se quedaran
para siempre en el corazón de los bautizados como un recordatorio vivo de lo
que significa vivir ya para Cristo. La afirmación tomasina Señor mío y Dios mío es la definitiva individualización de la Fe en
Cristo que se vive intensamente en cada Creyente. Es la aceptación de su Señorío y Soberanía. Podemos afirmar
que solo así Cristo el Señor resucitó en
el corazón de Tomás. Y por esta experiencia en cada uno de nosotros.
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