martes, 4 de abril de 2017

FRUSTRACIÓN QUE DIFICULTA LA COMPRENSIÓN DE NUESTRO DISCURSO TEOLÓGICO...

FRUSTRACIÓN  QUE DIFICULTA LA COMPRENSIÓN DE NUESTRO  DISCURSO TEOLÓGICO.


La imposibilidad existencial de ser felices o concretar asuntos vitales conduce a la persona redimida a vivir lamentablemente la frustración que como signo inequívoco de in-felicidad se ciñe a todo tipo de actitudes y respuestas en la vida familiar, personal, social, congregacional. Este retrato nos sirve para dimensionar sus implicaciones en la Consejería pastoral y en acompañamiento de quienes armados de valor y deseo de superación lo reconocen como tal y buscan ayuda sin desmedro de su dignidad. Esta ayuda marcará el inicio de una relación pastoral sana y necesaria sopesada por los acontecimientos o vivencias que la solicitan. Hoy en día la Sociedad manifiesta crisis esencial en la vivencia de una axiología recta y vital cuyos contenidos pueden humanizar las relaciones y el entorno. Si hace falta humanidad entonces el pecado y sus estructuras contaminan la vida y obra de los bautizados al punto de “sepultar” cualquier búsqueda de la felicidad y el bienestar.  La frustración la abordamos también en la perspectiva de la Gracia al suponer con absoluta seguridad que ella es fruto de la presencia de la des-gracia en la persona redimida que envilece su existencia al punto de vivir de espalda a la esencia de su existencia y poster trascendencia…

La frustración produce un mal de dimensiones escatológicas por conseguir que la persona ya no viva de la Esperanza sino de la desazón que le produce  la incertidumbre y la pérdida constante de Gracia en la forma y modo de percibir la vida y su realidad. La persona redimida es receptáculo de Esperanza y de Justicia que se asumen como consubstánciales a la misma Gracia o realidad como vocación salvífica. La profundización de la Fe como experiencia de vida en el Resucitado marca positiva y Ontológicamente la vida y el quehacer del bautizado lo que nos muestra que no es posible que el Pacto bautismal comporte desazón o frustración alguna. Jesús nos da ejemplo de ello cuando hace del perdón un constitutivo viable de la Esperanza y un requisito sin el que no procede la consumación de su Misión salvífica. Perdonar no es olvidar es bendecir y cubrir de Gracia la acción y al que la obró. Solo la madurez espiritual da la fuerza para tales acciones. El bautizado está llamado a celebrar la vida en cada acción de su existencia porque solo la vida es competencia de la Gracia que la potencia y hace plena. No hay vida sin Gracia o Gracia sin perdón es como expresaban los santos PP. De la Iglesia “un asunto de naturaleza que supone presencia de la Gracia y todo cuanto comporta existencia racional y afectiva (consubstancialidad de la existencia tanto racional como emocional en la persona humana)… Miremos un ejemplo  sobre esta cuestión en el Texto Sagrado de Tradición: El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: si alguno tiene sed, venga a mí, y beba, el que crea en mí como dice la Escritura, de su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Juan capítulo 7 versículo 37 al 39. Este trozo Joanico es claramente de estilo Sapiencial aterrizado en Jesús como la Sabiduría de Dios que se manifestará en el perdón absoluto y vital como esencial a toda la humanidad. El perdón rompe el “dique” que el pecado establece en la conciencia del ser humano dificultándole cualquier posible manifestación de la Gracia. Es necesario no solo recibirlo sino también buscarlo y aceptarlo de lo contrario su búsqueda será incompleta y poco satisfactoria. Nosotros debemos trabajar por  vivenciar el perdón en la dinámica del Ser que se transforma a la luz de la Gracia y se convierte en un Ser Nuevo que vive ya en adelanto de la eternidad la experiencia renovadora del perdón y la liberación como la sanación integral. La frustración corta las alas de la Esperanza por lo que debemos alejarla de nuestra experiencia de Fe y vida en el resucitado. En Cristo nuestra Esperanza adquiere ribetes de salvación. Busquemos la Esperanza convertida también en perdón para que el odio no tenga influencia en nuestras vidas y relaciones.  En palabras del Hiponense sería: Ama y haz lo que quieras entendiendo por libertad la absoluta convicción de haber sido liberados y bendecidos al extremo por el Amor y la Misericordia de Dios. Es pues necesario asumir que la vivencia de una autentica condición redimida nos llevará a la vida destinada para nosotros en el Reino de Dios… La frustración es un problema que bloquea el influjo de la Gracia y puede distraer literalmente del cometido esencial de la  búsqueda de la felicidad.

En una dinámica teológica la frustración es la configuración definitiva para quienes alejados del amor de Dios no viven la aceptación salvífica de su Voluntad y no tienen a donde “ir” una vez abandonen su condición terrena (desencarnados) la llamada condenación es una forma de expresar el impacto de la frustración espiritual y relacional en la persona humana. Si bien la Salvación es una Gratuidad  no implica que se obligue al cristiano a vivirla puesto que Dios respeta la libertad y opción de cada uno de nosotros. Es pues en esta búsqueda del ser felices que manifestamos el total rechazo a la frustración como “medida de nuestra valía y tranquilidad” esta  cuestión es determinada por la respuesta a la Gracia y al plan de Dios en nuestras vidas “somos absolutamente libres para aceptarlo o para rechazarlo y Dios respeta nuestras opciones como muestra de nuestra libertad… El pecado personal alimenta fuertemente la frustración de la persona humana y  de esta forma hace casi  imposible la percepción de un orden redimido como tal. La condición humana es muy singular como nuestra naturaleza y no por ello abandonamos la lucha contra la tiranía del pecado y la opresión de cada una de sus estructuras. El asunto de las estructuras que favorecen la frustración del ser humano tiene todo que ver con las nociones de Justicia que generan paradójicamente in-justicias… Estamos afirmando que donde la Gracia no hace presencia asume la des-gracia y con ella la in-justicia que entra para modificar las estructuras tanto:

·         Culturales
·         Sociales
·         Mentales
·         Intelectuales
·         Emocionales
·         Afectivas
·         Formativas
·         Relacionales…

En cuanto a la Salvación diremos: La frustración impide la realización plena de la persona redimida creando en ella estructuras que radicalmente chocan con  sus congéneres y que en su eje relacional  eminentemente antropológico ocasiona tanto la pérdida de Identidad como de Fraternidad dos componentes de nuestro Discurso Antropológico. La realidad de la Gracia entra para modificar definitivamente el panorama y asumir en conjunto con nuestra voluntad la Voluntad salvífica de Dios Señor Nuestro. Al respecto de lo citado quiero acudir a Colosenses capítulo 3 versículo 2: Concéntrense  en las cosas celestiales y no en las terrenas es una bella alusión a las prioridades del ser humano y sus metas en la presencia de la Gracia y su realización personal como colectiva sin perder de vista la imagen de Dios que se recrea en nosotros o llamado Vestigia (huella de Dios en la Creación).

También tengamos presente que somos un propósito de salvación en el cual Dios actúa por nuestro bien: Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito (Romanos capítulo 8 versículo 28). El propósito de Dios es la Salvación de cada uno de nosotros los bautizados conforme a las enseñanzas del Evangelio de Jesús. Este proyecto para el ser humano se convierte en su razón de ser superando así toda limitación que se puede convertir en un señalamiento de pecado. La Sangre de Cristo en la Cruz es el sello definitivo.

  


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