FRUSTRACIÓN QUE DIFICULTA LA COMPRENSIÓN DE NUESTRO DISCURSO TEOLÓGICO.
La imposibilidad
existencial de ser felices o concretar asuntos vitales conduce a la persona
redimida a vivir lamentablemente la frustración
que como signo inequívoco de in-felicidad
se ciñe a todo tipo de actitudes y respuestas en la vida familiar,
personal, social, congregacional. Este retrato nos sirve para dimensionar sus
implicaciones en la Consejería pastoral y
en acompañamiento de quienes armados de valor y deseo de superación lo
reconocen como tal y buscan ayuda sin desmedro de su dignidad. Esta ayuda
marcará el inicio de una relación
pastoral sana y necesaria sopesada por los acontecimientos o vivencias que
la solicitan. Hoy en día la Sociedad manifiesta crisis esencial en la vivencia
de una axiología recta y vital cuyos contenidos pueden humanizar las relaciones
y el entorno. Si hace falta humanidad entonces el pecado y sus estructuras
contaminan la vida y obra de los bautizados al punto de “sepultar” cualquier búsqueda
de la felicidad y el bienestar. La
frustración la abordamos también en la perspectiva de la Gracia al suponer con
absoluta seguridad que ella es fruto de la presencia de la des-gracia en la persona redimida que envilece su existencia al
punto de vivir de espalda a la esencia de su existencia y poster trascendencia…
La frustración produce
un mal de dimensiones escatológicas por conseguir que la persona ya no viva de
la Esperanza sino de la desazón que le produce la incertidumbre y la pérdida constante de
Gracia en la forma y modo de percibir la vida y su realidad. La persona
redimida es receptáculo de Esperanza y de Justicia que se asumen como
consubstánciales a la misma Gracia o realidad como vocación salvífica. La
profundización de la Fe como experiencia de vida en el Resucitado marca
positiva y Ontológicamente la vida y el quehacer del bautizado lo que nos
muestra que no es posible que el Pacto bautismal comporte desazón o frustración
alguna. Jesús nos da ejemplo de ello cuando hace del perdón un constitutivo viable de la Esperanza y un requisito sin el
que no procede la consumación de su Misión salvífica. Perdonar no es olvidar es
bendecir y cubrir de Gracia la acción y al que la obró. Solo la madurez
espiritual da la fuerza para tales acciones. El bautizado está llamado a
celebrar la vida en cada acción de su existencia porque solo la vida es
competencia de la Gracia que la potencia y hace plena. No hay vida sin Gracia o
Gracia sin perdón es como expresaban los santos PP. De la Iglesia “un asunto de
naturaleza que supone presencia de la Gracia y todo cuanto comporta existencia
racional y afectiva (consubstancialidad de la existencia tanto racional como
emocional en la persona humana)… Miremos un ejemplo sobre esta cuestión en el Texto Sagrado de
Tradición: El último día de la fiesta,
el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: si alguno tiene sed, venga a mí, y
beba, el que crea en mí como dice la Escritura, de su seno correrán ríos de agua
viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que
creyeran en Él. Juan capítulo 7 versículo 37 al 39. Este trozo Joanico es
claramente de estilo Sapiencial aterrizado en Jesús como la Sabiduría de Dios
que se manifestará en el perdón absoluto y vital como esencial a toda la
humanidad. El perdón rompe el “dique” que el pecado establece en la conciencia
del ser humano dificultándole cualquier posible manifestación de la Gracia. Es
necesario no solo recibirlo sino también buscarlo y aceptarlo de lo contrario
su búsqueda será incompleta y poco satisfactoria. Nosotros debemos trabajar
por vivenciar el perdón en la dinámica
del Ser que se transforma a la luz
de la Gracia y se convierte en un Ser
Nuevo que vive ya en adelanto de la eternidad la experiencia renovadora del
perdón y la liberación como la sanación integral. La frustración corta las alas
de la Esperanza por lo que debemos alejarla de nuestra experiencia de Fe y vida
en el resucitado. En Cristo nuestra Esperanza adquiere ribetes de salvación. Busquemos
la Esperanza convertida también en perdón para que el odio no tenga influencia
en nuestras vidas y relaciones. En
palabras del Hiponense sería: Ama y haz
lo que quieras entendiendo por libertad la absoluta convicción de haber
sido liberados y bendecidos al extremo por el Amor y la Misericordia de Dios.
Es pues necesario asumir que la vivencia de una autentica condición redimida
nos llevará a la vida destinada para nosotros en el Reino de Dios… La
frustración es un problema que bloquea el influjo de la Gracia y puede distraer
literalmente del cometido esencial de la búsqueda de la felicidad.
En una dinámica
teológica la frustración es la configuración definitiva para quienes alejados
del amor de Dios no viven la aceptación salvífica de su Voluntad y no tienen a
donde “ir” una vez abandonen su condición terrena (desencarnados) la llamada
condenación es una forma de expresar el impacto de la frustración espiritual y relacional
en la persona humana. Si bien la Salvación es una Gratuidad no implica que se obligue al cristiano a
vivirla puesto que Dios respeta la libertad y opción de cada uno de nosotros. Es
pues en esta búsqueda del ser felices que manifestamos el total rechazo a la frustración
como “medida de nuestra valía y tranquilidad” esta cuestión es determinada por la respuesta a la
Gracia y al plan de Dios en nuestras vidas “somos absolutamente libres para
aceptarlo o para rechazarlo y Dios respeta nuestras opciones como muestra de
nuestra libertad… El pecado personal alimenta fuertemente la frustración de la
persona humana y de esta forma hace casi
imposible la percepción de un orden
redimido como tal. La condición humana es muy singular como nuestra naturaleza
y no por ello abandonamos la lucha contra la tiranía del pecado y la opresión
de cada una de sus estructuras. El asunto de las estructuras que favorecen la
frustración del ser humano tiene todo que ver con las nociones de Justicia que
generan paradójicamente in-justicias… Estamos
afirmando que donde la Gracia no hace presencia asume la des-gracia y con ella
la in-justicia que entra para modificar las estructuras tanto:
·
Culturales
·
Sociales
·
Mentales
·
Intelectuales
·
Emocionales
·
Afectivas
·
Formativas
·
Relacionales…
En cuanto a la Salvación diremos: La
frustración impide la realización plena de la persona redimida creando en ella
estructuras que radicalmente chocan con
sus congéneres y que en su eje relacional eminentemente antropológico ocasiona tanto la pérdida
de Identidad como de Fraternidad dos componentes de nuestro Discurso Antropológico. La realidad de la
Gracia entra para modificar definitivamente
el panorama y asumir en conjunto con nuestra voluntad la Voluntad salvífica
de Dios Señor Nuestro. Al respecto de lo citado quiero acudir a Colosenses capítulo
3 versículo 2: Concéntrense en las cosas celestiales y no en las terrenas
es una bella alusión a las prioridades del ser humano y sus metas en la
presencia de la Gracia y su realización personal como colectiva sin perder de
vista la imagen de Dios que se recrea en nosotros o llamado Vestigia (huella de Dios en la
Creación).
También
tengamos presente que somos un propósito de salvación en el cual Dios actúa por
nuestro bien: Sabemos que Dios obra en
toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por
Dios de acuerdo a su propósito (Romanos capítulo 8 versículo 28). El
propósito de Dios es la Salvación de cada uno de nosotros los bautizados
conforme a las enseñanzas del Evangelio de Jesús. Este proyecto para el ser
humano se convierte en su razón de ser superando así toda limitación que se
puede convertir en un señalamiento de pecado. La Sangre de Cristo en la Cruz es
el sello definitivo.
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