METAFÍSICA DE NUESTRO DISCURSO TEOLÓGICO… ES NECESARIO POSEERLO.
La intención de
nuestras palabras se traduce en la comprensión de quien las escucha o
interpreta. Es pues necesario articular un Discurso teológico
desde la perspectiva de la reflexión y
sus paradigmas idiomáticos. La Metafísica
de nuestro discurso está llamada a
manifestar todo aquello que es importante y constituye en argumento o
centralidad de nuestra Cosmovisión. No
es lo mismo hablar sin manifestar los móviles de nuestras palabras y la
naturaleza que pretende revelar a poner de relieve que todas las oraciones que
articulamos tienen una especificidad determinada. Los PP. Griegos tuvieron una
gran dificultad a la hora de comprender la función el Verbo Divino y como
expresarlo en las categorías idiomáticas, mientras que en Occidente los PP. Latinos
interpretaron desde la dimensión Psicológica al Verbo y por analogía construyeron un discurso que llega con
facilidad a expresar el contenido
inicial. Agustín de Hipona aterrizó la cuestión al plantear la relación entre
la Esencia Divina y los componentes idiomáticos expresados en latín… Esta
relación derivó en la proyección del Amor
como la Esencia y la Substancia de Dios comunicada intencionalmente al ser
humano. Siendo el principio de la Revelación solo la Palabra Verbo latino o Logos
griego. Para estos últimos es el
Verbo la interpretación del sonido que se produce en las palabras de quien
habla, luego el Verbo o Logos de Dios es su “Voz” en la Creación y en la naturaleza de la
humanidad como sonido intencionado que comunica todo aquello necesario para la Deificación del ser humano. Mientras
que los latinos y particularmente el Hiponense hablan del Amor como la
intención misma y esencial de la Comunicación de Dios, es decir, el Verbo de
Dios expresa lo que hay en el corazón amoroso del Padre… Por analogía diremos
que el Discurso personal no se constituye
solamente en la exposición de lo que sabemos o creemos saber intuitivamente
sino en la manifestación de nuestra Fe razonada (primicia de la Tradición Anglicana).
Sobre la elaboración de
un Discurso teológico es de capital
importancia aseverar que responde a la profunda convicción de nuestra Fe y que de esta forma logra intelectualizar lo que
se cree con lo que es posible creer… La coherencia de nuestro Discurso parte de
las palabras del Salvador en el Evangelio de Juan capítulo 12 versículo 26: Si alguno me sirve, que me siga, y donde Yo
esté, allí estará también mi servidor. Si tomamos este Texto Joanico
encontramos que la percepción del Salvador es intuitiva y se refiere a la
Pascua. Es la presencia de quienes creen en su Ser y le asistirán hasta la
eternidad. Es por demás la consumación de toda
experiencia cristiana asociada a la Gracia del Redentor. El punto focal de
su Tesis consiste en asegurar que la reciprocidad alimenta la Esperanza segura
de trascendencia y eternidad en cada uno de los bautizados. Son las palabras
del Señor el punto de partida y de arribo para nuestra argumentación
trascendente. La lucha interior del Redentor por nuestra Salvación se
manifiesta y aun así la exposición de su Amor es más poderosa que todo lo
sucedido en su corazón (Pasión y Muerte). Si nosotros como clérigos y
seminaristas (sea cual fuere el caso en cuestión) no
argumentamos un Discurso coherente simplemente estaremos repitiendo “tonalidades”
propias de la realidad de otras y otros y la elaboración en perspectiva salvífica
del Discurso teológico personal queda en “pañales”. Hoy se hace urgente
argumentar sobre la Esperanza segura como hemos leído en Juan y sobre toda
consideración referenciar la Salvación como el ejercicio constante de la Gracia
y su influjo en nuestro intelecto para
producir una primicia a la que llamaremos Discurso
teológico… Es pues indisoluble lo expresado con palabras como lo vivido por
la experiencia de la Fe en Cristo. En Emaús
queda de manifiesto que la racionalización de los postulados doctrinales
unidos a la intuición de un corazón amante de su Fe da como resultado la
capacidad de identificar y vivir la experiencia del Resucitado…Emaús afronta el fenómeno de la Resurrección y
supera el Mito. Esto es, logra
derivar en perspectiva salvífica todo lo acontecido con el Salvador del Mundo.
Los Paradigmas que suponen nocivo o poco práctico el conocimiento sobre la
expresión de Fe están errados ya que la Teología es formalmente Especulación
del corazón que cree pero necesita razonar sus contenidos para encontrar
también en ellos la expresión de su Fe… Una primicia Agustiniana señala: Nadie ama lo que no conoce, quedando de
manifiesto que el conocimiento es referencia y reciprocidad del amor como
experiencia. El dar razón de nuestra Fe nos permite
idiomatizar lo que creemos y expresamos en acciones. Pablo nos enseña y lo
mismo Santiago que la Fe se interioriza y se convierte en obras solo cuando el
corazón pasa del sentimiento a la acción y la corporalidad de la Fe son las
obras bajo la primicia de la expresión de la trascendencia. Abraham el llamado padre de la Fe lo
fue no solo porque creyó sino porque lo
que creyó lo revistió de obras al moverse literalmente al encuentro de su Señor
que le mando salir de su ciudad natal. Ese movimiento revestido de
trascendencia le permite al Creyente afrontar su cotidianidad como parte de su
caminar hasta la eternidad… La Fe de Moisés
superó el fenómeno intelectivo (lo
que interpretan nuestros sentidos, abordaje Psicológico) de ver un arbusto en “combustión
espontánea” para asumir que tal
manifestación tenía un contenido poderoso la revelación de Dios. Moisés no solo
apreció las Consecuencias de la manifestación de Dios sino que procesó las Causas
de la escogencia y se ubicó espacialmente en la realidad de los desplazados en
Egipto. El análisis praxecológico del fenómeno de la “Zarza ardiendo” nos dice
que la acción sobrenatural parte de la imposibilidad natural para generar
combustión y es aquí donde se asegura la intervención sobrenatural de Dios. La toma
de conciencia de uno y otro Patriarca la resume el Redentor en la escena de la
mujer samaritana en el pozo de Jacob… El Agua
Viva es la materialización para ser
percibida del referente de la Gracia que
ofreció a aquella mujer (fenómeno intelectivo) sin desconocer que la Gracia
transforma y Deifica la naturaleza singular de la persona humana. El Discurso teológico
tiene como meta o razón de ser la formulación abreviada de toda una estructura
formativa puesta en los signos y símbolos del lenguaje… La percepción del
discurso está fundamentada en la organización de los presupuestos que componen
el Círculo Hermenéutico que
elaboramos. Todo lo anterior da como consecuencia la estructuración de un
cuerpo doctrinal creíble y ordenado. El mejor ejemplo de ello lo constituye el
Credo o formula doctrinal de la catolicidad (Niceno constantinopolitano). La Especulación es parte viva del Discurso teológico sin ella
incluso los apriorismos de nuestra Fe no
tendrían amarre. La promesa del Salvador sobre estar siempre a nuestro lado nos
obliga a plantearnos la necesaria transformación Ontológica de nuestra
Substancia o componentes esenciales de nuestro Ser y su existencia. La Fe y la Razón no son antagónicas diría
el Hiponense simplemente una ilustrará la otra y en sentido contrario procede
la afirmación: Que nuestra razón revise
lo que creemos con el corazón. El
conocimiento es el fundamento a natura de nuestro Discurso teológico y sin su
componente sería simplemente la repetición de un Discurso impropio. El punctum dolex de nuestra argumentación y reflexión es la Resurrección del Redentor solo discutimos el cómo procede en la
comprensión de nuestras categorías mentales ya que el contenido y su naturaleza están a salvo de cualquier
consideración posible. El fenómeno de la Resurrección está íntimamente unido a
la percepción de sus amigos discípulos…
Gracias a la afirmación anterior es posible sostener que el eje relacional se
establece entre el Jesús histórico y
el Cristo de la Fe no
implicando con ello la necesaria percepción fuera de la interpretación de la
Fe. Nuestro Discurso teológico se orienta a la explicitación de lo sobrenatural
en categorías perceptibles para nuestros feligreses. Los PP. Griegos manifestaron
una grande dificultad al ser confrontados sobre la naturaleza del fenómeno y
como el Jesús histórico no deja su
corporalidad ni aun cuando muere en la Cruz. La fórmula preferida por ellos y
los PP. Capadocios se desprende de Orígenes al argumentar que el “Verbo de Dios
nunca abandonó su presencia por encontrarse en un continuo y permanente retorno
al Padre Dios. Orígenes no rompe ni por un momento la
relación histórica de la Encarnación con la trascendencia de la Resurrección planteándonos
una dialéctica perceptible solo desde la naturaleza del Resucitado y su plena
Glorificación lo que por analogía nos habla de la Deificación del ser humano. La
Substancia de Dios no se divide solo se explicita, las funciones de la Encarnación
y la Resurrección como su inclusión en el Tiempo y sus categorías espaciales.
El Qué o Sustantivo de la Tercera Declinación latina Quaestionis o Cuestión (complementa el
qué) nos indica que el interrogante es despejado en el Discurso por el
planteamiento de la experiencia de Fe y la comprensión de la razón. El argumento
fundamental de nuestro Discurso teológico se desprende precisamente de la
experiencia personal como de los enunciados racionales de nuestra Fe. Todo bautizado
está llamado a dar razón de su Fe y con mayor presteza el Clérigo que funge a nombre de la Iglesia. El
Qué pasa a convertirse en la consecuencia directa del Cómo nos formamos y vivimos nuestra
experiencia con el Resucitado. La experiencia en Emaús es la narración de una vivencia que superando
el discurso inicial se instala en la sique de los testigos del suceso, muy
probablemente estos hombres vieron el desenlace de Jesús en la Cruz. Los signos
y las palabras que permitieron a estos hombres
reconocer al Resucitado son elementos de su conciencia religiosa la misma que
nos permite afirmar que el Pez y el racimo de uvas son signos de la Eucaristía
aunque en el hoy de nuestra historia no los empleamos como tal en la Confección
de la Santa Eucaristía. El Discurso teológico es eminentemente Cristocentrico
lo que implica el acercamiento de cualquier postulado a la realidad y su
revelación desde documentos romanos sobre el ajusticiamiento de un “tal” Jesús
hasta las narraciones Post-pascuales de la Iglesia Primitiva pasando por las
manifestaciones de Fe de cada época vivida. Es pues como reconstruimos la
Historia de Fe y actualizamos al Resucitado presente en nosotros. Hemos
superado el Mito al afirmar que los
tiempos y vivencias son signo del Resucitado y no dejamos esta
formulación exclusivamente a las tradiciones del pasado (en términos de
estadios de madurez no cronologías). El Clérigo de esta Iglesia debe vivenciar
y con ello actualizar la percepción del Salvador en su Ministerio y en sus
feligreses. La finalidad explicita e implícita de cada actividad pastoral sin
importar su naturaleza es manifestar que Cristo está vivo y es la razón de ser de todo
cuanto emprende la Iglesia y sus Ministros (Ordenados y Laicos)… Nuestro
Discurso teológico actualiza la percepción espiritual del Resucitado. Desde
esta perspectiva asumimos que el Discurso teológico es Metafísico ante todo por la
naturaleza de su contenido y finalidad de su exposición. La fórmula lapidaria que asegura que el ser
humano es esclavo de lo que calla no tiene fundamento somos esclavos de las
verdades que ignoramos. La Mente de Dios
y solo ella se piensa a sí misma y fruto de su Pensamiento y Amor Engendra al Hijo Eterno o Verbo de Dios…
El Espiritu Santo es Dios porque solo Dios
cuando comunica se comunica a sí mismo a diferencia de nuestra Inmanencia. Desde
luego que el Hijo es parte Esencial y Substancia de esa comunicación eterna o
Procesiones siendo activa mientras que el Espiritu Santo hacia el Padre y el
Hijo es Pasiva (repaso). Nuestras Homilías
actualizan contenidos especialmente Escrituristicos no implica esta
afirmación que estamos revisando y conformando nuevas interpretaciones o
discursos porque esta Comunión Eclesial afirma categóricamente la Inerrancia de la Biblia. Nosotros no
re-escribimos ni una “coma” de la Tradición recibida. Para concluir este muy breve ensayo diremos
que la Palabra de Dios es nuestra guía y consuelo y que contiene todo lo
necesario para nuestra Salvación y que la interpretamos unidos a la Tradición y
a los Santos PP de la Iglesia. Bien diría san Jerónimo: El Canon de las Sagradas Escrituras está más en el corazón de la
Iglesia que en los Libros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario