sábado, 25 de marzo de 2017

NECESITAMOS UN DISCURSO TEOLÓGICO...

METAFÍSICA DE NUESTRO DISCURSO TEOLÓGICO… ES NECESARIO POSEERLO.



La intención de nuestras palabras se traduce en la comprensión de quien las escucha o interpreta.  Es pues necesario articular un Discurso teológico  desde la perspectiva de la reflexión y sus paradigmas idiomáticos. La Metafísica  de nuestro discurso está llamada a manifestar todo aquello que es importante y constituye en argumento o centralidad de nuestra Cosmovisión. No es lo mismo hablar sin manifestar los móviles de nuestras palabras y la naturaleza que pretende revelar a poner de relieve que todas las oraciones que articulamos tienen una especificidad determinada. Los PP. Griegos tuvieron una gran dificultad a la hora de comprender la función el Verbo Divino y como expresarlo en las categorías idiomáticas, mientras que en Occidente los PP. Latinos interpretaron desde la dimensión Psicológica al Verbo y por analogía construyeron un discurso que llega con facilidad a expresar  el contenido inicial. Agustín de Hipona aterrizó la cuestión al plantear la relación entre la Esencia Divina y los componentes idiomáticos expresados en latín… Esta relación derivó en la proyección del Amor como la Esencia y la Substancia de Dios comunicada intencionalmente al ser humano. Siendo el principio de la Revelación solo la Palabra Verbo latino  o Logos  griego. Para estos últimos es el Verbo la interpretación del sonido que se produce en las palabras de quien habla, luego el Verbo o Logos de Dios es su “Voz”  en la Creación y en la naturaleza de la humanidad como sonido intencionado que comunica todo aquello necesario para la Deificación del ser humano. Mientras que los latinos y particularmente el Hiponense hablan del Amor como la intención misma y esencial de la Comunicación de Dios, es decir, el Verbo de Dios expresa lo que hay en el corazón amoroso del Padre… Por analogía diremos que el Discurso personal no se constituye solamente en la exposición de lo que sabemos o creemos saber intuitivamente sino en la manifestación de nuestra Fe razonada  (primicia de la Tradición Anglicana).

Sobre la elaboración de un Discurso teológico es de capital importancia aseverar que responde a la profunda convicción de nuestra Fe y  que de esta forma logra intelectualizar lo que se cree con lo que es posible creer… La coherencia de nuestro Discurso parte de las palabras del Salvador en el Evangelio de Juan capítulo 12 versículo 26: Si alguno me sirve, que me siga, y donde Yo esté, allí estará también mi servidor. Si tomamos este Texto Joanico encontramos que la percepción del Salvador es intuitiva y se refiere a la Pascua. Es la presencia de quienes creen en su Ser y le asistirán hasta la eternidad.  Es por demás la consumación de toda experiencia cristiana asociada a la Gracia del Redentor. El punto focal de su Tesis consiste en asegurar que la reciprocidad alimenta la Esperanza segura de trascendencia y eternidad en cada uno de los bautizados. Son las palabras del Señor el punto de partida y de arribo para nuestra argumentación trascendente. La lucha interior del Redentor por nuestra Salvación se manifiesta y aun así la exposición de su Amor es más poderosa que todo lo sucedido en su corazón (Pasión y Muerte). Si nosotros como clérigos y seminaristas   (sea cual fuere el caso en cuestión) no argumentamos un Discurso coherente simplemente estaremos repitiendo “tonalidades” propias de la realidad de otras y otros y la elaboración en perspectiva salvífica del Discurso teológico personal queda en “pañales”. Hoy se hace urgente argumentar sobre la Esperanza segura como hemos leído en Juan y sobre toda consideración referenciar la Salvación como el ejercicio constante de la Gracia  y su influjo en nuestro intelecto para producir una primicia a la que llamaremos Discurso teológico… Es pues indisoluble lo expresado con palabras como lo vivido por la experiencia de la Fe en Cristo. En Emaús queda de manifiesto que la racionalización de los postulados doctrinales unidos a la intuición de un corazón amante de su Fe da como resultado la capacidad de identificar y vivir la experiencia del Resucitado…Emaús  afronta el fenómeno de la Resurrección y supera el Mito. Esto es, logra derivar en perspectiva salvífica todo lo acontecido con el Salvador del Mundo. Los Paradigmas que suponen nocivo o poco práctico el conocimiento sobre la expresión de Fe están errados ya que la Teología es formalmente Especulación del corazón que cree pero necesita razonar sus contenidos para encontrar también en ellos la expresión de su Fe…   Una primicia Agustiniana señala: Nadie ama lo que no conoce, quedando de manifiesto que el conocimiento es referencia y reciprocidad del amor como experiencia.  El dar razón de nuestra Fe nos permite idiomatizar lo que creemos y expresamos en acciones. Pablo nos enseña y lo mismo Santiago que la Fe se interioriza y se convierte en obras solo cuando el corazón pasa del sentimiento a la acción y la corporalidad de la Fe son las obras bajo la primicia de la expresión de la trascendencia. Abraham el llamado padre de la Fe lo fue no solo  porque creyó sino porque lo que creyó lo revistió de obras al moverse literalmente al encuentro de su Señor que le mando salir de su ciudad natal. Ese movimiento revestido de trascendencia le permite al Creyente afrontar su cotidianidad como parte de su caminar hasta la eternidad…   La Fe de Moisés  superó el fenómeno intelectivo (lo que interpretan nuestros sentidos, abordaje Psicológico) de ver un arbusto en “combustión espontánea”  para asumir que tal manifestación tenía un contenido  poderoso la revelación de Dios. Moisés no solo apreció las Consecuencias de la manifestación de Dios sino que procesó las Causas de la escogencia y se ubicó espacialmente en la realidad de los desplazados en Egipto. El análisis praxecológico del fenómeno de la “Zarza ardiendo” nos dice que la acción sobrenatural parte de la imposibilidad natural para generar combustión y es aquí donde se asegura la intervención sobrenatural de Dios.   La toma de conciencia de uno y otro Patriarca la resume el Redentor en la escena de la mujer samaritana en el pozo de Jacob… El Agua Viva es la materialización para ser percibida del referente de la  Gracia que ofreció a aquella mujer (fenómeno intelectivo) sin desconocer que la Gracia transforma y Deifica la naturaleza singular de la persona humana. El Discurso teológico tiene como meta o razón de ser la formulación abreviada de toda una estructura formativa puesta en los signos y símbolos del lenguaje… La percepción del discurso está fundamentada en la organización de los presupuestos que componen el Círculo Hermenéutico que elaboramos. Todo lo anterior da como consecuencia la estructuración de un cuerpo doctrinal creíble y ordenado. El mejor ejemplo de ello lo constituye el Credo o formula doctrinal de la catolicidad (Niceno constantinopolitano). La Especulación  es parte viva del Discurso teológico sin ella incluso los  apriorismos de nuestra Fe no tendrían amarre. La promesa del Salvador sobre estar siempre a nuestro lado nos obliga a plantearnos la necesaria transformación Ontológica de nuestra Substancia o componentes esenciales de nuestro Ser y su existencia. La Fe y la Razón no son antagónicas diría el Hiponense simplemente una ilustrará la otra y en sentido contrario procede la afirmación: Que nuestra razón revise lo que creemos con el corazón.  El conocimiento es el fundamento a natura de nuestro Discurso teológico y sin su componente sería simplemente la repetición de un Discurso impropio. El punctum dolex de nuestra argumentación  y reflexión es la Resurrección del Redentor solo discutimos el cómo procede en la comprensión de nuestras categorías mentales ya que el contenido  y su naturaleza están a salvo de cualquier consideración posible. El fenómeno de la Resurrección está íntimamente unido a la percepción de sus amigos  discípulos… Gracias a la afirmación anterior es posible sostener que el eje relacional se establece entre el Jesús histórico  y  el  Cristo de la Fe no implicando con ello la necesaria percepción fuera de la interpretación de la Fe. Nuestro Discurso teológico se orienta a la explicitación de lo sobrenatural en categorías perceptibles para nuestros feligreses. Los PP. Griegos manifestaron una grande dificultad al ser confrontados sobre la naturaleza del fenómeno y como el Jesús histórico no deja  su corporalidad ni aun cuando muere en la Cruz. La fórmula preferida por ellos y los PP. Capadocios se desprende de Orígenes al argumentar que el “Verbo de Dios nunca abandonó su presencia por encontrarse en un continuo y permanente retorno al  Padre Dios.  Orígenes no rompe ni por un momento la relación histórica de la Encarnación con la trascendencia de la Resurrección planteándonos una dialéctica perceptible solo desde la naturaleza del Resucitado y su plena Glorificación lo que por analogía nos habla de la Deificación del ser humano. La Substancia de Dios no se divide solo se explicita, las funciones de la Encarnación y la Resurrección como su inclusión en el Tiempo y sus categorías espaciales.

El Qué o Sustantivo de la Tercera Declinación latina Quaestionis o Cuestión (complementa el qué) nos indica que el interrogante es despejado en el Discurso por el planteamiento de la experiencia de Fe y la  comprensión de la razón. El argumento fundamental de nuestro Discurso teológico se desprende precisamente de la experiencia personal como de los enunciados racionales de nuestra Fe. Todo bautizado está llamado a dar razón de su Fe y con mayor presteza  el Clérigo que funge a nombre de la Iglesia.  El Qué pasa a convertirse en la consecuencia directa del Cómo  nos formamos y vivimos nuestra experiencia con el Resucitado. La experiencia en Emaús  es la narración de una vivencia que superando el discurso inicial se instala en la sique de los testigos del suceso, muy probablemente estos hombres vieron el desenlace de Jesús en la Cruz. Los signos y las palabras que permitieron  a estos hombres reconocer al Resucitado son elementos de su conciencia religiosa la misma que nos permite afirmar que el Pez y el racimo de uvas son signos de la Eucaristía aunque en el hoy de nuestra historia no los empleamos como tal en la Confección de la Santa Eucaristía. El Discurso teológico es eminentemente Cristocentrico lo que implica el acercamiento de cualquier postulado a la realidad y su revelación desde documentos romanos sobre el ajusticiamiento de un “tal” Jesús hasta las narraciones Post-pascuales de la Iglesia Primitiva pasando por las manifestaciones de Fe de cada época vivida. Es pues como reconstruimos la Historia de Fe y actualizamos al Resucitado presente en nosotros. Hemos superado el Mito al afirmar que los tiempos y  vivencias son  signo del Resucitado y no dejamos esta formulación exclusivamente a las tradiciones del pasado (en términos de estadios de madurez no cronologías). El Clérigo de esta Iglesia debe vivenciar y con ello actualizar la percepción del Salvador en su Ministerio y en sus feligreses. La finalidad explicita e implícita de cada actividad pastoral sin importar su naturaleza es manifestar que Cristo está vivo y es la razón de ser   de todo cuanto emprende la Iglesia y sus Ministros (Ordenados y Laicos)… Nuestro Discurso teológico actualiza la percepción espiritual del Resucitado. Desde esta perspectiva asumimos que el Discurso teológico es Metafísico  ante todo por la naturaleza de su contenido y finalidad de su exposición.  La fórmula lapidaria que asegura que el ser humano es esclavo de lo que calla no tiene fundamento somos esclavos de las verdades que ignoramos. La Mente de Dios y solo ella se piensa a sí misma y fruto de su Pensamiento y Amor  Engendra al Hijo Eterno o Verbo de Dios…

 El Espiritu Santo es Dios porque solo Dios cuando comunica se comunica a sí mismo a diferencia de nuestra Inmanencia. Desde luego que el Hijo es parte Esencial y Substancia de esa comunicación eterna o Procesiones siendo activa mientras que el Espiritu Santo hacia el Padre y el Hijo es Pasiva (repaso).  Nuestras Homilías actualizan contenidos   especialmente Escrituristicos no implica esta afirmación que estamos revisando y conformando nuevas interpretaciones o discursos porque esta Comunión Eclesial afirma categóricamente la Inerrancia de la Biblia. Nosotros no re-escribimos ni una “coma” de la Tradición recibida.  Para concluir este muy breve ensayo diremos que la Palabra  de Dios es nuestra guía y consuelo y que contiene todo lo necesario para nuestra Salvación y que la interpretamos unidos a la Tradición y a los Santos PP de la Iglesia. Bien diría san Jerónimo: El Canon de las Sagradas Escrituras está más en el corazón de la Iglesia que en los Libros.   
  


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