lunes, 20 de mayo de 2013


ENVIAS TU ESPIRITU… Y RENUEVAS LA FAZ DE LA TIERRA (Salmo 104).

La contemplación de Pentecostés deja en nuestra mente muchas imágenes que llegaron hasta el corazón del Salmista y que en este Salmo busca exaltar desde su propia experiencia de Fe el accionar de Dios en su entorno, modo y forma de vivir… “Todos ellos esperan en ti, para que les des la comida a su tiempo… Tu les das y ellos recogen” (Vers 27 y 28). Es claro para nosotros que el Autor Sagrado ve en la relación Naturaleza-Dios, un principio o Analogía que referencia perfectamente la dependencia gustosa del Hombre frente a su proveedor amoroso, es la Naturaleza como Obra Divina un “vinculo relacional modelo”   tanto para la Iglesia como para cada Cristiano que ve reflejada su Admiración por su Señor en este bello canto de Adoración y Alabanza.  

Pentecostés exalta  “la Libertad de los Hijos de Dios” en la dinámica del “Para” vemos que es posible definir qué sentido existencial y si se quiere Ontológico  tiene el ser Libres y afianzar nuestra Libertad en el Amor de Dios.  Hoy tenemos la responsabilidad histórica de orientar en la aceptación de nuestro papel en la Obra de Dios y ante nuestros hermanos de la dinámica que construye y estructura Sociedad, hoy el Colectivo Congregacional, familiar y Social, reclama la plena inserción de los Derechos de cada Hombre, Mujer, y Niño ( Sin desconocer los Derechos de los demás Seres vivos), en la propuesta de Fe transmitida por la Iglesia en su Ministerio y tal cuestión, nos recuerda que su Espíritu esta y estará acompañando nuestro desempeño y vivencia sobrenatural… Basta con citar a Pablo en su Carta a los Romanos: “El anhelo ardiente de la Creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (8,19), Pablo enfatiza en la necesidad del Espíritu Santo para llevar a feliz término la obra Redentora y transformadora de la Creación y en ella de cada uno de nosotros, el Espíritu es Signo de los “nuevos tiempos”. El modo y figura en la Cosmovisión Joanica nos deja ver en el modelo de la “Ciudad Santa, la nueva Jerusalén” la Imagen Paulina y la explicitación de las palabras con las que iniciamos esta reflexión: “Envías tu Espíritu y renuevas la faz de la Tierra” (Salmo 104,30).

 

Espíritu Santo guía nuestros pasos por el camino de la Paz.

 

 

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