EN HONOR DE
LA DIVINA PROVIDENCIA…Estación después de pentecostés.
Justo después
del tiempo de Pascua, nos preparamos para introducir nuestra experiencia de Fe
en estas estaciones que son el Tiempo más extenso de la Liturgia antecediendo a
Adviento… “Concede oh Señor, que el
curso de este mundo sea gobernado pacíficamente por tu Providencia…”
(Propio 3, pág. 144).
Nuestra
Cosmovisión nos ubica en el ámbito de las relaciones necesarias para nuestra
existencia en las Facetas mismas en las que nos desempeñamos siempre rescatando
nuestra “Actitud Orante” que nos
lleva a vivir continuamente la maravillosa relación de los “Hijos de Dios” que
claman y Dios “les concede todo a su tiempo”… Citamos en (Gn 22, 8) las
palabras de Abraham “Dios proveerá”,
aclamación que resume la visión de este Patriarca, frente a su respuesta
también la ratificación del “Dios que Provee” este Tiempo privilegiado nos
permite vivir la cotidianidad Providente de Dios que cuida de nosotros en una
maravillosa relación amorosa que Justifica continuamente su Obra y la Creación
entera… ”Sabemos, además, que los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien” (Rm 8,28) Y también… “Vano es madrugar y acostarse tarde, vano
es también comer pan del trabajo; pues a su amado le da el sueño” (Salmo
127,3).
La Teonomia
nos enseña que Dios está dispuesto
en cada ocasión que se nos presenta pero sobre todo, que la Cotidianidad
expresa nuestra dimensión de Fe que irradia nuestro Entorno o “Soma” recordando
las palabras de Jesús quien expresa esta relación vital con figuras
determinadas por la necesidad y vinculo amoroso, solo por señalar la actitud
del propio Jesús al emplear el símil de
la Relación Padre-Hijo, Gallinita- Pollitos, para indicarnos la Intima y
esencial dependencia fruto del Amor… “Nuestra
alma espera en el Señor; nuestra ayuda y nuestro escudo es él” (Salmo
33,20). Y también en el (Salmo 34,15)
“Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos a su clamor” de
esta aproximación Bíblica qué podría quedar para nosotros en el ámbito de
nuestra Oración personal y comunitaria.
Quiero
relacionar esta reflexión con el Texto Luquiano, que nos habla sobre la
Providencia de Dios y que Lucas une a la
experiencia de la Ofrenda que se convierte en principio de Retribución, la comparación es Sublimada a partir de la experiencia
de quien vive de cara a Dios en una permanente Disposición y actitud dialogante
con su Señor y Proveedor:”No os
angustiéis por vuestra vida, que comeréis ni por el cuerpo con que lo
vestiréis, la vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido”. Lucas
no solo considera vital la Ofrenda en su vida sino que nos muestra la relación
indisoluble que vincula al Ser Humano en toda su complejidad y riqueza, al
suponer que el Alma está por encima de todas las consideraciones de la
supervivencia material (Lc 12: 22-23). Le queda a cada uno de nosotros, la
necesidad de considerar nuestras experiencias de vida como un continuo tributo
al Dios que cosecha en los suyos y para los que ama.
Estamos
iniciando una Estación Litúrgica bien interesante en orden a vivir en el Día a
Día esta magnífica oportunidad de “recolectar”
los Dones y Frutos de la cosecha Divina que se hace bien abundante en nuestras
Congregaciones, Hogares y ocupaciones dando sentido a nuestro “caminar
productivo” la Providencia se manifiesta en la conciencia plena que el
Cristiano desarrolla a la par con su vida. En el plano Eclesial nos permite
comprometernos con la explicitación de esta providencia, que nos invita a
compartir de lo que el Padre Dios nos da para la Edificación de nuestro “Mundo”
nuestra Mayordomía es claro ejemplo
de ello.
La Divina
Providencia no sustituye nuestra
responsabilidad y compromiso con la vida y esta explicitada en casa y Familia,
es sin duda un poderoso aliciente para Edificar de cara a Dios y al Colectivo
Social en el que actuamos, es sin duda, un principio de Retribución para nuestra existencia (Cof: Lc 12,22s).
“Dios todopoderoso, te damos gracias porque has hecho que la tierra sea
fructífera y produzca lo necesario para la vida: Bendice a los que labran la
tierra; danos un clima apacible; y concede que compartamos sus frutos
regocijándonos en tu bondad; por Jesucristo nuestro Señor. Amén
(L.O.C. Pág. 714).
EN HONOR DE LA DIVINA PROVIDENCIA.
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