OCTAVO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 2 Samuel capítulo 6 versículos
1-5, 12b-19. Salmo 85: 8-13. Efesios capítulo 1 versículos 3-14. Marcos capítulo
6 versículos 14-29.
Samuel,
reanuda
así el relato del Arca, sin duda estamos ante un Texto no escrito por su mano pero
en la misma vocación de la exaltación de esta liturgia para agraciar a Yahveh
cuyo signo es el Arca en medio del pueblo. El rey David estaba vestido de sacerdote por
lo que su baile y expresiones de alegría son parte de la liturgia de traslado
del Arca de la Alianza, es pues, en síntesis la expresión de un hombre de Fe
que unido a su pueblo reconoce el amor de Dios y la presencia de Este en medio
de los suyos. Lo demás aquí descrito es cuidadosamente diseñado para mostrar la
grande significación de sus ritos y como estos se convirtieron en expresión cultica
del colectivo convirtiéndose en Israel en cívicos.
Es interesante como la Fe
se convierte en el fundamento de los procederes y amplía el panorama de la cosmovisión
religiosa de quienes participan en todo tipo de manifestaciones de Fe. David
mando construir una tienda para depositar en ella con toda dignidad el Arca de
Yahveh, con el correr del tiempo esta manifestación
de Fe fue definitiva en la configuración de un sistema político de fuertes
tendencias religiosas. David no solo actuaba como su rey sino también como un
creyente más de su pueblo. En la actualidad nuestros gobernantes no actúan sobre
este tipo de señalamientos sino que buscan su lucro olvidándose de la connotación
sagrada de la autoridad que ejercen al frente del pueblo que los elige.
La Fe es sin duda
fundamental para el buen desempeño de la empresa de vida del bautizado, ella es
la luz que guía sus actuaciones y compromisos en los distintos escenarios por
donde este transita. Cada domingo el Episcopal sale al encuentro de Dios y lo hace
desde la perfección de su liturgia como máxima expresión de Adoración al Dios
revelado y acogida del otro que comparte
el mismo escenario que nosotros. La liturgia es la mayor forma de Adoración de
la que dispone la Madre Iglesia y esto implica de nuestra parte absoluto
respeto y coherencia en su vivencia, en tiempos modernos nuestra Iglesia
consideró que la liturgia era también una de sus más importantes formas de
evangelizar y misionar entre los bautizados y los no-bautizados.
El
Salmista (85) pide a Yahveh mostrar su amor y darnos así la
Salvación, (versículo 8) es la manera más directa de ponernos en manos de Dios
y aspirar siempre a vivir su Gracia y Amor. Asume una actitud de total escucha frente
a su Palabra, lo que está implicando una serie de compromisos en la vivencia de
su experiencia con el Resucitado, esto último para el bautizado, la verdad es
parte integral del mensaje que con su contenido busca transformar la realidad
del creyente que espera en su vida poder consumar una vivencia que le guíe a la
presencia de Dios.
La vivencia por antonomasia del amor es la que
asegura que nuestra experiencia de Fe sea concreta y autentica. Sin hechos de
amor no tiene sentido esperar en el Dios Amor revelado posteriormente por el (N.T).
La bendición es aquí una expresión
material deseada por todos, recordemos que el escenario es agrícola como la economía
del pueblo judío.
El
Apóstol Pablo en su Carta a los Efesios, toca un aspecto realmente
bello el celeste, no quiere reducir su mensaje a esta comunidad de creyentes
bajo otro presupuesto Escrituristico que este, sus bendiciones están enfocadas
a exaltar la vida de los bautizados a los que llama elegidos, ese llamado a la
santidad es propio de su mentalidad y creencias personales, Pablo es un
convencido de la santidad como consecuencia de la vivencia de las enseñanzas de
la Palabra de Dios, del Evangelio y el cumplimiento del Mandamiento Nuevo.
Es absolutamente gratuito
el don amoroso de Dios y el ofrecimiento
de su Reino. Los santos PP. de la Iglesia
Oriental reconocen aquí el termino griego “Jaris” como gratuidad, lo que básicamente no depende
de nosotros sino del Amor de Dios (versículo 6). Esta Gracia como sabemos es intrínseca
en cada uno de los bautizados, es decir,
está a nuestro lado para ser parte de nuestra vivencia. Pablo se refiere al Padre Dios como el dueño y
Señor de la herencia de la eternidad y por la que el bautizado deberá vivir conforme
al modelo de Cristo.
Recordemos que la elección
es de Cristo y no depende de nosotros, lo que está a nuestro alcance es vivir según
su Palabra. Algunos bautizados hablan de
imitar las virtudes de Cristo y otros de actuar como Él lo haría en las
distintas situaciones de vida. Lo cierto es básicamente que la vivencia implica
renuncia a nosotros mismos y el celo por el poseer y dominar tan propio de nuestra
naturaleza. La renuncia al mundo contrasta
con la propuesta de este sobre los bautizados. En este panorama de bendiciones no queda
fuera Israel al que se le reconoce el llamado inicial antes de la universalidad
del Mesías… Con todo lo anterior solo es
y será Cristo quien nos reagrupara bajo el signo de su Iglesia, dándole a esta
todo su valor y objetividad posible.
El Plan salvífico de Dios
solo es posible por la presencia de su Espíritu en el bautizado, pero insisto (
a título personal ) que esta presencia no es de ningún modo utilitarista o
emotiva, es toda digna como corresponde a la misma Santidad del Dios vivo. Pablo espera también la Parusía del Señor, esto
es parte de su doctrina y no se escatima en señalamientos. Aquí hermanos
encontramos las cinco bendiciones de Pablo con respecto a los bautizados como
obra de la Redención de Cristo. Pablo lo circunscribe al don eclesial por
antonomasia, es decir, las posesiona en el marco de la institución eclesial. Las cinco bendiciones de Pablo a esa comunidad de Éfeso se fusionan
para configurar una sola gran bendición que es sin duda alguna la Madre Iglesia…
Marcos,
ambienta
la presencia del Precursor (Bautista) en una imagen previa que le asociaba con
el Señor y por medio de la cual Herodes expresaba conocerle, y como otros más
en Israel creer que se referían a un profeta o conocedor de la Ley Mosaica o
como lo expresaba, “aquel Juan, a quien yo decapité, ha resucitado” (versículo 16).
El
nombre Juan significa Yahveh es favorable, sobre la figura del Bautista
diremos, el sentido exacto de su papel, su voluntad de ocultamiento, han hecho
del Bautista una figura siempre actual a través de los siglos. No se puede
hablar de él sin hablar de Cristo, pero la Iglesia no recuerda nunca la venida
de Cristo sin recordar al Precursor.
No sólo el Precursor está
unido a la venida de Cristo, sino también a su obra, que anuncia la redención del mundo y su reconstrucción
hasta la Parusía. Cada año la Iglesia nos hace actual el testimonio de Juan y
de su actitud frente a su mensaje. De este modo, Juan está siempre presente
durante la liturgia de Adviento. En realidad, su ejemplo debe permanecer
constantemente ante los ojos de la Iglesia. La Iglesia, y cada uno de nosotros
en ella, tienen como misión preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena
Noticia. Pero recibirla exige la conversión de la cual el Bautista fue ejemplo
de decidida vivencia y dedicación. Fue víctima de quienes ignorando la realidad
espiritual del ser humano, viven aún ahora, como sin eternidad o llamado a
ella. Fue testigo con su sangre pero
sobre todo con su fidelidad al mensaje que en potencia le conducirá a los pies
de Cristo, del que solo el Señor y de nadie más dijo lo siguiente: De los nacidos de mujer nadie tan grande
como el Bautista.
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