DECIMO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 2 Samuel capítulo 11 versículos 1-15. Salmo
14. Efesios capítulo 3 versículos 14-21. Juan capítulo 6 versículos 1-21.
Samuel
nos ilustra en su relato sobre las flaquezas de David y como su obstinación por
Betsabé la mujer de Urías uno de sus jefes militares le lleva a actuar de forma reprobable a los ojos de
Yahveh, ese pecado de David le acompañará siempre de ahora en adelante, mostrando que las
debilidades del corazón son habituales
en el ser humano pero que el ceder ante ellas nos envilecen y esclavizan. El
respeto por el otro no es una opción es uno de los pilares de nuestra Fe
cristiana como quiera que el propio Cristo lo elevó a la condición del amor
perfecto en el “Mandamiento Nuevo”.
La vida no es fácil pero
es la vida y la Gracia irrumpe en el cuadro de nuestra existencia para legitimar
cada una de las acciones del bautizado. De esta forma nuestras obras son y serán
consecuencia del amor que hay en nosotros. David decide alimentar lo negativo y
asumir un comportamiento rechazado por Dios, esa fue su prerrogativa, pero la
nuestra es conocer el amor y hacerlo fundamento de nuestras relaciones con
quienes nos rodean.
Quienes ostentan el poder
corren el riesgo de creerse en verdad vitales e incuestionables en su proceder, y ese error acompañó a David
en este pasaje de su vida. La realidad
en la que el bautizado vive y edifica su
vida es similar porque estamos en medio de dramas de todo tipo. Estos dramas
son de poder, de dominio, de seducción, de enemistades y odios, de
superficialidades, de sensualismo, como quien dice, que la existencia se deja asistir de todo tipo
de situaciones donde, manifestar la voluntad y opción real de cada uno de
nosotros… No estamos solos y la presencia de Cristo es el fundamento de toda
obra santa y necesaria, es el tributo al Dios vivo y trascendente. David creyó
tener el derecho de manipular la vida y felicidad de otros y Dios le mostró el
valor de la misma y la importancia de cada uno de sus hijos sin importar de donde
estos procedan, pueden ser amorreos, hititas, cananeos y latinoamericanos, la
vida es única y vivirla vale la pena.
Aquel hombre fue leal a David
y muestra de ello es la manera como
observa la continencia que era a la sazón una norma rigurosa para la guerra, mostrando
valores interesantes de resaltar. Digamos hermanos que la verdad se impone por sobre cualquier forma de distracción
o encubrimiento y más cuando esta es necesaria para la edificación de la
felicidad o bienestar de los demás.
El
Salmo 14, nos da pinceladas de la interpretación del “hombre
sin Dios” en la concepción ético-moral del (A.T) es la manera como se
describe a quienes pretenden vivir de espalda a la realidad del Dios con nosotros
Isainiano. Es decir, del Dios familiar y amigo de la humanidad. Hacer el bien
es parte del seguimiento vital de Cristo, es parte de la
manera como la esperanza se enraíza en nuestras vidas y nutre nuestro espíritu con
su influjo. El hombre insensato es en la visión de este Salmo aquel que con sus
acciones rechaza a Dios y le muestra
lejano en la existencia. La Salvación
que Dios ofrece a su pueblo, que en un contexto más amplio involucra a la
creación y a la totalidad de la humanidad pasa por la aceptación de su
Voluntad.
El
Apóstol Pablo en su mensaje a la Iglesia de Éfeso, en
este bello himno nos recuerda que en Dios todos tenemos nuestro origen, es decir,
Dios es el Padre Supremo de todo cuanto existe. Es una bella forma de asegurar
la presencia amorosa y esencial de Dios en la creación y particularmente en la
vida y obra de los bautizados. Tomar nombre aquí en la visión Paulina es sinónimo
de origen y de identidad, la misma que existe en la vida del bautizado, siendo
el Bautismo nuestra consagración como
propiedad de Cristo y su Iglesia.
Pablo ve la necesidad de
la vivencia de la Fe como camino seguro que conduce tanto a Dios como a la realización
plena de nuestra vocación cristiana. No es posible vivir dándole la espalda a
Dios y dedicándonos a nuestras ocupaciones materiales y pasajeras, quien está
en Cristo su ser se prepara para la
eternidad o plenitud de la Fe en el Dios vivo
y revelado…
El corazón de Cristo es
el destino final de todos nuestros sentimientos, solo en su Ser pleno y
perfecto tendrá sentido toda experiencia de vida y amor de los bautizados.
Basta con seguir de cerca el versículo 20 que afirma: A aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente
mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en
nosotros.
En esta visión cósmica Cristo
es el fundamento de la regeneración del mundo y las relaciones tejidas dentro
de este escenario de vida complejo. Todo conocimiento de Cristo y nuestras relaciones
con Él son en fundamento de una aproximación
de amor pleno y totalizante, no se
entiende otro tipo de relación con el Redentor de la Humanidad. La expresión
Paulina “Plenitud de Dios” es la
confirmación de la obra de Dios en cada uno de los creyentes y la forma como la presencia de la Gracia nos transforma
con su influjo haciendo histórica la presencia amorosa del Dios Trascendente en
el bautizado.
El
Evangelio de Juan (Visión Joanica) nos presenta una escena
conocida por los demás evangelios y nos referimos a la multiplicación de panes
y pescados, este milagro sin duda hace parte de la tradición común que se
relaciona particularmente con Marcos que sin duda los inspiró. La diferencia es clara en cuanto a la
visión Joanica ya que este evangelista presenta a Cristo como la Nueva Pascua, es
decir, que establece una total
coherencia con su visión del “Cordero
Pascual” un sacrificio que alcanza
para toda la humanidad aquí simbolizada por estas personas. El pan que Jesús
comparte es la diferencia entre la esperanza salvífica y la ausencia de esta,
es la relación entre una tradición deseosa de ser liberada y otra que se
conformó con los modelos foráneos (Influencia en Israel por parte de las
culturas clásicas).
Una vez más se ratifica
que la centralidad y finalidad de las Escrituras es la revelación de Cristo y
su accionar salvífico por la creación y la humanidad en ella. Nosotros como
bautizados reconocemos el influjo de Cristo en el proceder de nuestras vidas y más
cuando la Gracia se ha convertido en alimento espiritual que nos dispone para
los fines anunciados en este Evangelio. La Salvación se muestra cercana gracias
a estas acciones del Señor en medio de
su pueblo y particularmente de quienes le reconocen cercano, es parte también
de la temática Joanica.
La visión del Señor
caminado sobre las aguas posee la propia dinámica estrictamente Joanica, que a diferencia de Marcos y Mateo no
interviene Pedro queriendo ir al encuentro del Señor, el propósito es claro, no
“ensuciar” el momento con concepciones humanas respetando la Divinidad revelada
en esta escena. Juan busca afanosamente conectar
al Jesús histórico con la manifestación del Dios revelado. Equiparando las
cargas frente al Cordero Pascual y a su sacrificio universal. El “caminar sobre las aguas” nos interroga
sobre la necesidad de signos milagrosos en nuestras vidas para que reconozcamos
al Señor o será que la relación espiritual
con Cristo ha madurado al punto de amarle sin necesitar signo alguno. Es un
interrogante que puede servirnos para iniciar la meditación de su Palabra y
reconocernos como un Hecho vivo del Amor
de Dios…
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