martes, 24 de julio de 2018

DÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


DECIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 2 Samuel capítulo 11 versículos 1-15. Salmo 14. Efesios capítulo 3 versículos 14-21. Juan capítulo 6 versículos 1-21.



Samuel nos ilustra en su relato sobre las flaquezas de David y como su obstinación por Betsabé la mujer de Urías uno de sus jefes militares le lleva  a actuar de forma reprobable a los ojos de Yahveh, ese pecado de David le acompañará siempre  de ahora en adelante, mostrando que las debilidades del corazón son  habituales en el ser humano pero que el ceder ante ellas nos envilecen y esclavizan. El respeto por el otro no es una opción es uno de los pilares de nuestra Fe cristiana como quiera que el propio Cristo lo elevó a la condición del amor perfecto  en el “Mandamiento Nuevo”.

La vida no es fácil pero es la vida y la Gracia irrumpe en el cuadro de nuestra existencia para legitimar cada una de las acciones del bautizado. De esta forma nuestras obras son y serán consecuencia del amor que hay en nosotros. David decide alimentar lo negativo y asumir un comportamiento rechazado por Dios, esa fue su prerrogativa, pero la nuestra es conocer el amor y hacerlo fundamento de nuestras relaciones con quienes nos rodean.

Quienes ostentan el poder corren el riesgo de creerse en verdad vitales  e  incuestionables  en su proceder, y ese error acompañó a David en este pasaje de su vida. La realidad en la que el bautizado vive y  edifica su vida es similar porque estamos en medio de dramas de todo tipo. Estos dramas son de poder, de dominio, de seducción, de enemistades y odios, de superficialidades, de sensualismo, como quien dice,  que la existencia se deja asistir de todo tipo de situaciones donde, manifestar la voluntad y opción real de cada uno de nosotros… No estamos solos y la presencia de Cristo es el fundamento de toda obra santa y necesaria, es el tributo al Dios vivo y trascendente. David creyó tener el derecho de manipular la vida y felicidad de otros y Dios le mostró el valor de la misma y la importancia de cada uno de sus hijos sin importar de donde estos procedan, pueden ser amorreos, hititas, cananeos y latinoamericanos, la vida es única y vivirla vale la pena.

Aquel hombre fue leal a David y muestra de ello es la  manera como observa la continencia que era a la sazón una norma rigurosa para la guerra, mostrando valores interesantes de resaltar. Digamos hermanos que la verdad  se impone por sobre cualquier forma de distracción o encubrimiento y más cuando esta es necesaria para la edificación de la felicidad o bienestar de los demás.

El Salmo 14, nos da pinceladas de la interpretación  del “hombre sin Dios” en la concepción ético-moral del (A.T) es la manera como se describe a quienes pretenden vivir de espalda a la realidad del Dios con nosotros Isainiano. Es decir, del Dios familiar y amigo de la humanidad. Hacer el bien es  parte del  seguimiento vital de Cristo, es parte de la manera como la esperanza se enraíza en nuestras vidas y nutre nuestro espíritu con su influjo. El hombre insensato es en la visión de este Salmo aquel que con sus acciones rechaza  a Dios y le muestra lejano en la existencia. La Salvación que Dios ofrece a su pueblo, que en un contexto más amplio involucra a la creación y a la totalidad de la humanidad pasa por la aceptación de su Voluntad. 

El Apóstol Pablo en su mensaje a la Iglesia de Éfeso, en este bello himno nos recuerda que en Dios todos tenemos nuestro origen, es decir, Dios es el Padre Supremo de todo cuanto existe. Es una bella forma de asegurar la presencia amorosa y esencial de Dios en la creación y particularmente en la vida y obra de los bautizados. Tomar nombre aquí en la visión Paulina es sinónimo de origen y de identidad, la misma que existe en la vida del bautizado, siendo el Bautismo nuestra consagración  como propiedad de Cristo y su Iglesia.

Pablo ve la necesidad de la vivencia de la Fe como camino seguro que conduce tanto a Dios como a la realización plena de nuestra vocación cristiana. No es posible vivir dándole la espalda a Dios y dedicándonos a nuestras ocupaciones materiales y pasajeras, quien está en Cristo  su ser se prepara para la eternidad o plenitud de la Fe en el Dios vivo  y revelado…

El corazón de Cristo es el destino final de todos nuestros sentimientos, solo en su Ser pleno y perfecto tendrá sentido toda experiencia de vida y amor de los bautizados. Basta con seguir de cerca el versículo 20 que afirma: A aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros.

En esta visión cósmica Cristo es el fundamento de la regeneración del mundo y las relaciones tejidas dentro de este escenario de vida complejo. Todo conocimiento de Cristo y nuestras relaciones con Él son en fundamento de  una aproximación de amor pleno y  totalizante, no se entiende otro tipo de relación con el Redentor de la Humanidad. La expresión Paulina “Plenitud de Dios” es la confirmación de la obra de Dios en cada uno de los creyentes y la forma como la presencia de la Gracia nos transforma con su influjo haciendo histórica la presencia amorosa del Dios Trascendente en el bautizado.

El Evangelio de Juan (Visión Joanica) nos presenta una escena conocida por los demás evangelios y nos referimos a la multiplicación de panes y pescados, este milagro sin duda hace parte de la tradición común que se relaciona particularmente con Marcos que sin duda los inspiró. La diferencia es clara en cuanto a la visión Joanica ya que este evangelista presenta a Cristo como la Nueva Pascua, es decir, que establece  una total coherencia con su visión del “Cordero Pascual un sacrificio que alcanza para toda la humanidad aquí simbolizada por estas personas. El pan que Jesús comparte es la diferencia entre la esperanza salvífica y la ausencia de esta, es la relación entre una tradición deseosa de ser liberada y otra que se conformó con los modelos foráneos (Influencia en Israel por parte de las culturas clásicas).

Una vez más se ratifica que la centralidad y finalidad de las Escrituras es la revelación de Cristo y su accionar salvífico por la creación y la humanidad en ella. Nosotros como bautizados reconocemos el influjo de Cristo en el proceder de nuestras vidas y más cuando la Gracia se ha convertido en alimento espiritual que nos dispone para los fines anunciados en este Evangelio. La Salvación se muestra cercana gracias a estas acciones  del Señor en medio de su pueblo y particularmente de quienes le reconocen cercano, es parte también de la temática Joanica.

La visión del Señor caminado sobre las aguas posee la propia dinámica  estrictamente Joanica,  que a diferencia de Marcos y Mateo no interviene Pedro queriendo ir al encuentro del Señor, el propósito es claro, no “ensuciar” el momento con concepciones humanas respetando la Divinidad revelada en esta escena. Juan busca afanosamente conectar al Jesús histórico con la manifestación del Dios revelado. Equiparando las cargas frente al Cordero Pascual y a su sacrificio universal. El “caminar sobre las aguas” nos interroga sobre la necesidad de signos milagrosos en nuestras vidas para que reconozcamos al Señor  o será que la relación espiritual con Cristo ha madurado al punto de amarle sin necesitar signo alguno. Es un interrogante que puede servirnos para iniciar la meditación de su Palabra y reconocernos como un Hecho vivo  del Amor de Dios…  




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