domingo, 1 de julio de 2018

CUAN IMPORTANTE ES LA FORMACIÓN CONTINUADA PARA CLÉRIGOS Y LAICOS...


CUÁN IMPORTANTE  ES  LA  FORMACIÓN  PARA  EL  CLERO  Y  TODOS  LOS BAUTIZADOS…



ANÁLISIS FILOSÓFICO/ DIALÉCTICO. 


 (1 Pedro capítulo  3 versículo 15). “Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”.
 




Problematizar la necesidad de la formación tanto en el ministro ordenado como  en los bautizados abre la perspectiva  y toda   posibilidad de alcanzar una visión amplia de la realidad de la Iglesia y por ende de desarrollar una eclesiología con bases incuestionables. La formación es la luz que ilumina nuestros talentos, (1) es la sentencia que problematiza el concepto y lo lleva a un estadio superior al de la especulación académica, porque nos permite desarrollar un corpus del saber y por ende del conocer sin trivializar el conocimiento y convertirlo en absolutista de nuestra condición racional. La razón se manifiesta no solo en las potencias del alma, y la conciencia sobre su influencia intrínseca en la vida y realidad que construimos. La persona humana no solo posee funciones acordes con su manera o modo natural de existir (singular) sino que está llamada  a escudriñar y confrontar la realidad que edifica y luego percibe más allá de los sentidos y sus juicios apriorísticos. Somos por definición tomasina “Toda inteligencia” (2)  lo que implica para nosotros la condición real de  ser perceptivos en la misma descripción de su posibilidad concreta. No se trata solo de la capacidad de pensar o razonar sino de vivir conforme a la manera como describimos y redefinimos el mundo que nos rodea. El bautizado está llamado a cultivar el conocimiento  y nunca dejar de aprender ya que es signo de la potencia de toda inteligencia que reside en el ser humano y lo hace como fundamento intrínseco de nuestra condición racional, no hay tope alguno con respecto a la inteligencia pero si lo hay seguramente en la forma como vivimos nuestra inteligencia y lo que producimos con ella.
Todos nosotros como racionales podemos mejorar la percepción e instrumentalización de la inteligencia. Lo que nos lleva a la consumación de la posibilidad tangible de conocer el entorno somático y todos y cada uno de los atributos de nuestra condición humana. Somos una y otra vez los mismos aunque la percepción de la realidad en algunos momentos sea distinta de una persona a otra. Es también una profesión de la racionalidad de nuestra Fe el creer que podemos y debemos educarnos  y superar nuestros propios estándares del conocimiento y la promoción de la realidad cognoscible donde existimos. Solo Dios es por definición conocimiento activo y nada lo limita a diferencia de nosotros, y nuestra consabida inmanencia. La mismidad que puedo percibir en el otro es realmente un reflejo de la propia limitación, pero no por ello somos condicionados bajo el peso  de la razón. La manifestación de la Fe en el bautizado es la problematización de su propia noción de trascendencia. 

 (3) Si nuestros  hermanos clérigos y feligreses no se instalan dinámicamente a los pies de la formación continuada, es muy posible que la percepción de los contenidos de la Fe y ministerio sean nublados paradójicamente por las verdades que profesan y dicen defender…  La conciencia es fruto de la percepción constante del ser en su absoluta mismidad y no solo de los enunciados de nuestros estados de conciencia, esto es, la conciencia vive y pervive en cada acto propio del ser racional y su conocimiento del entorno. Bien citará Anselmo al Hiponense cuando afirma: Credo ut intelligam pero citando al Hiponense diremos  Crede ut intelligas y Virgilio (4)  (Publio Virgilio Marón, en latín Publius Vergilius Maro; Andes, hoy Pietole, actual Italia, 70 a.C. - Brindisi, id., 19 a.C.) Poeta latino. Aunque hijo de padres modestos, Virgilio estudió retórica y lengua y filosofía griegas en Cremona, Milán, Roma y Nápoles.) También afirmara: Creo porque necesito entender y entiendo para poder creer, en la gramática  latina suena más acorde con la percepción del enunciado: Puto quod opus est intelligere, et intelligere, ut credo que bella expresión para decir que en nosotros existe tanto el conocimiento racional como la perfección de la Fe en el Dios trascendente. Es una dinámica libre de todo accidente si se pretende ver  en una u otra persona racional mayor o menor manifestación de su inteligencia.

 La inteligencia es un atributo de la persona humana a Imagen del Dios vivo. El creer se une sustancialmente al conocer porque ambas son expresiones de la misma racionalidad que persiste en nosotros. Creer es parte de la inteligencia, y gracias a ella la Fe se convierte en evidencia sobrenatural del ser y su acontecer. (5) Desde esta perspectiva el feligrés y el clérigo están llamados a formarse constantemente porque la capacidad de conocer es ilimitada y está en constante movimiento al ser potencia y no acto puro como en Dios. La explicitación del concepto que aprendimos esta pues puesto bajo el ojo de la conciencia y la razón (6). Si la inteligencia  es un constitutivo de la racionalidad que hay en el ser humano entonces el percibirla es solo posible desde su condición misma, es decir, solo el ser racional puede percibir la inteligencia que posee y emplearla en la construcción de su realidad. La Idea como tal es en sí una manifestación de nuestra racionalidad pero esta como todo debe ser materializada y siempre lo hacemos cuando pasa a ser un concepto en el proceder y creer, luego la Fe es también un concepto sobrenatural y trascendente que podemos percibir. Sino fuera de esta manera entonces la percepción de sus enunciados sería una verdadera dificultad. (7).

La necesidad de la Formación no es un mero contenido hipotético que unos asumen y otros ignoran, es la consonancia de la racionalidad o estado mayor de la condición humana. La connotación de la persona redimida supone una disposición para el conocer ya que la misma redención en  (dialéctica)  términos de lo perceptible puede ser abordada como un problema, como una explicitación de una fenomenología que tiene a Dios por principal. Es claro cuando afirmamos que problematizar la formación permite que sus enunciados sean convertidos en elementos componentes de la misma y única posibilidad de conocer bajo la guía del Espíritu de Dios. Establecemos una bella Teonomia al afirmar que el Espíritu de Dios es la fuente misma de todo conocimiento y  Dios tiene mente (Persona) y valora el conocer como expresión  del amar. Es una actualización del nominalismo Agustiniano (en general de la Escuela Agustiniana de la Edad Media) (8) Los universales están en la mente de Dios, es la expresión cristiana del Dios Creador ya que todo es pensado y amado por Dios de lo contrario no existiera nada de lo existe.

 El Teísmo del Hiponense es el mismo por citar un ejemplo de los reformadores de Oxford, solo para dejarlo en perspectiva. La unicidad en la doctrina de nuestra propia catolicidad es una noción de universalidad que prima por sobre la concepción de una Iglesia eminentemente endémica y propia de alguna región o nación en particular. Podríamos decir que la negación de lo particular en los individuos y que el concepto solo está en la mente, pero prefiero unirme a la concepción de un nominalismo que parte de la mente de Dios donde si están los conceptos plenos de cuanto existe. La naturaleza singular del ser humano es fruto de esta concepción de la existencia a partir de un acto amoroso de Dios. El Nominalismo es fundamentalmente la entrega absoluta de la soberanía de cuanto existe a Dios y solo a su Majestad Creadora. El concepto como tal nace de una idea convertida en expresión racional de lo intrínseco a la mente humana. Es también un acto elemental de la mente y pensamiento humano, o de donde brotó todo cuanto existe sino por esta analogía que descansa en la mente del Creador. La realidad universal bien pide ser un argumento contrario al Nominalismo pero de lo que si estamos muy seguros es del Señorío de Dios sobre todo cuanto es y será en la manifestación de su potencia. (9).

Es interesante la concepción de  la unidad corpórea de la sustancia humana donde relacionamos intrínsecamente tanto el cuerpo como el alma y la razón con la percepción de   la conciencia. No implica con ello que el Nominalismo expresado por el Hiponense contradiga la concepción de unicidad del ser humano solo está remontándolo a la génesis de la existencia humana. (10). Para no profundizar en esta cuestión solo afirmamos una vez más que la naturaleza del ser humano es racional y se presenta indisolublemente unida al cuerpo, y que la capacidad de conocer y razonar es propia de la condición de nuestra naturaleza y que no es factible suponer que cada uno de nosotros no posea cuanto necesita para su ejercicio racional formalmente hablando. El concepto desconocido en la terminología Nominalista no es abordado por el Hiponense ya que él cree en la palabra como expresión del logos inteligible, de lo anterior se asume que el pensamiento se encuentra en nosotros como expresión de nuestra condición tanto amable como racional. No rechaza el Hiponense esa característica de la palabra que manifiesta la compleja recopilación del ser racional cómo y en cuanto tal. El Hiponense vive el contenido del pensamiento como la expresión de nuestra inteligencia y no como una mera sustancia que sobreviva por si misma ya que es indisoluble su unión con la materialidad del cuerpo para conformar la existencia del ser humano.

Santo Tomás, por el contrario, sostiene fuertemente la unidad de la sustancia corpórea y en particular la unidad del ser humano compuesto de alma y cuerpo. Hay una única forma sustancial en cada sustancia corpórea, y en el hombre en particular, el alma espiritual es directamente y por sí misma la forma del cuerpo, como fue luego definido en 1312 por el Concilio de Vienne. Lo cual no le impide a Santo Tomás afirmar y demostrar la inmaterialidad e inmortalidad del alma humana. (11). De lo anterior se desprende que la inmortalidad el alma hace también y por extensión inmortal la conciencia y la razón.

LA FORMACIÓN EN SUS CATEGORIAS COGNOSCIBLES.

La naturaleza intelectiva de la formación nos habla por sí misma, nos está poniendo en perspectiva de la realidad conocida y por conocer ya que reconocemos también en ella un acto de la potencia del ser que conoce y se conoce así mismo. Formar desde el ámbito académico implica la perfecta disposición para asimilar los contenidos y transformarlos en hábitos “saludables” reconociendo en la formación la presencia de la Gracia de Dios. Esto último no como un atributo de lo académico sino de la experiencia  de Fe del que conoce. Estamos pues materializando necesariamente la academia como inalienable y determinante de hábitos y comportamientos y todos ellos también desde la naturaleza humana, (12). La formación es expresión de lo cognoscible e intelectivo porque gracias a ella conocemos sin literalidad cuanto es posible conocer y amar, ya que el conocer es también fruto del amor en nuestras vidas. La Gracia se manifiesta intrínsecamente en el conocimiento como la luz es el reflejo de la naturaleza del Sol y aquel primero es su naturaleza y luego su luz intrínseca es  a su naturaleza y expresión de esta, igual forma ocurre con nosotros, el conocer es fruto de la categoría racional que expresa nuestra persona humana. (13).

Retomando los hábitos, estos fueron definidos por la Escuela Franciscana (Agustiniana) como Actos  repetitivos buenos y si son buenos entonces el conocimiento será siempre expresión de nuestra racionalidad y por ende de la singularidad de esta,  en latín suena aún más claramente: repetita bonorum operum, con ello queda claro que nunca nos podremos cansar de actuar bien y tampoco de conocer, ya que está presente en la naturaleza humana, es pues un argumento prioritario del ser como es (naturaleza)  y se reconoce (inmanencia) así mismo. (14).

La Iglesia posee su corpus o  estatuto doctrinal lo que implica que si está en los imaginarios y enseñanzas teológicas es precisamente porque es importante y más que eso, vital conocer y apreciar el valor de su contenido. El conocer la doctrina de la Iglesia nos conecta con la realidad de su historia y evita que seamos esclavos de la concepción localista de su tradición. Es simplemente un articular palabras para determinar la magnitud de la conciencia eclesial que sobrevive en el bautizado y el clérigo en su opción por Cristo y su Iglesia. La concepción salvadora del Señor está íntimamente unida a la visión de la Iglesia y de la Gracia que actua en esta. (15). La universalidad de la salvación toca   todas las estructuras eclesiales y sucede de esta manera precisamente para remarcar su naturaleza totalitaria en el concurso de la Fe del bautizado, es un categoría que expresa su contenido y mistagogia. El conocimiento de las verdades de nuestra Fe es fundamental para profesarlas, enseñarlas y darles todo su peso y valor en el contexto donde se desempeña el creyente. La realidad formativa es determinante de la reflexión del bautizado y con ello se asegura la postura segura del creyente, el Hiponense expresa desde la percepción Psicológica esta realidad o binomio entre el bautizado y la doctrina de la Iglesia: Nadie ama lo que no conoce o Nullus amat, quod non scitis (16) esta expresión  nos dice que el conocer es también una expresión del intelecto y que el amor también necesita conocer como fundamento de su sentir y vivir, no puede haber amor sin conocer lo que se ama plenamente.

El bautizado Episcopal debe amar el conocimiento de su Fe y la Iglesia debe preocuparse por que esta realidad sea manifestada desde los distintos ámbitos del saber a los que puede y necesita tener acceso el creyente. La formación continuada es una necesidad desde esta perspectiva porque también es difícil pretender amar sin conocer cuando la racionalidad hace parte el componente intelectivo de nuestra condición humana. La presencia del Espíritu Santo se vive también desde el ámbito de lo académico ya que como decíamos antes este hace parte de la expresión de una Fe madura y constante evolución. David derrotó  a un gigante no solo por Fe sino porque la Fe potenció su saber y conocimiento de las tácticas y armas de guerra así como su técnica y la manera de sacarle provecho a todos los recursos. Salomón empleó toda la sabiduría de su intelecto potenciado por la Gracia del Espíritu de Dios y de esta manera su experiencia se convirtió en factor decisivo para administrar justicia y gobernar. (17). De esta  y otras formas elocuentes las Escrituras nos están indicando que la formación es vital para potenciar todo el saber del que somos capaces sin que con ello implique abandono de la Fe, es todo lo opuesto, el conocer brota de la Gracia y habilidad para conceptuar en nuestros procesos mentales como tal. Si buscamos una sustancia distinta a la materia no busquemos mucho se llama inteligencia y la forma de vivirla y emplearla es determinante de la evolución del bautizado en un medio cada día más competitivo y que busca afanosamente razones para vivir y creer. (18). Miremos algunos conceptos sobre el creer y el formar al creyente:


La formación ilumina todo proceso mental y permite al bautizado crecer en la comprensión de sus relaciones con el mundo.
La formación laical en nuestra Iglesia se remonta a los orígenes mismos del cristianismo y por ser  comunidades no muy numerosas es factible la participación del laico en todas las acciones de la vida eclesial, esta responsabilidad obliga positivamente a plantear la necesidad de establecer principios formativos para valorar y promover su acercamiento a la vida ministerial y social creando de esta forma una cultura de vida y defensora de los Derechos.
La formación es también actualización de los conceptos que brotan de la praxis académica de la Iglesia.
Las dificultades son parte de todo proceso de crecimiento siendo la crisis expresión viva de la necesidad de cambio, transformación o re-direccionamiento de los esfuerzos de los individuos en un medio social, político, cultural, entre otros. Tal contenido no es ajeno a la dinámica eclesial inserta en el mundo.
La formación Hace parte del “trípode” de la concepción de nuestra experiencia de Fe y eclesiología.
La formación se manifiesta como un fenómeno que despeja todos los interrogantes de la Fe cuando es animada por la razón.
Nadie ama lo que no conoce.
Formarnos implica  todo un mundo de posibilidades en el cual navegar.
La espiritualidad y el carisma de la Iglesia son comunicados también por medio de la formación tanto en las congregaciones como en el perfil de sus clérigos.
Formar a los bautizados asegura que las manifestaciones de su espiritualidad puedan ser sometidas tanto al corazón como a la razón de la materialización de su propia Fe.
La Iglesia es Madre y Maestra y por esta razón debe formar a sus hijos tanto ministros ordenados como laicos comprometidos y en  este renglón entran todos aquellos deseosos de conocer su Fe mediante la reflexión formativa.
El conocer y el amor son expresiones de la misma realidad humana.
Un clérigo bien formado (Debida ciencia) dará mayor testimonio de su Fe en Cristo y sabrá reconocer los límites del activismo y la proclamación de la Palabra sin que con ello se desvirtúe el mensaje por la acción de lo social. Evitará  perder la noción necesaria de lo sagrado y lo eminentemente social.
Los clérigos en permanente formación actualizan la visión y misión de la Iglesia.
El conocer implica el ejercicio disciplinado de las habilidades intelectivas en el bautizado.
El conocimiento es lo propio de la naturaleza humana y este se une al amor para dar razón de nuestra condición.
Se es verdaderamente libre cuando el corazón y la razón trabajan en la misma dirección.
La ignorancia alimenta la superstición.

Salamanca no da lo que natura no presta, dirían los filósofos y teólogos  españoles.
El objeto del conocimiento es el amor.
La Gracia potencia el conocer y el amor para vivir la Fe en el Dios vivo y trascendente.

La Gracia hace de la formación la materialización de todo lo amable en la Iglesia.
La formación del clero sin distingo de ministerios es clara necesidad en el presente siglo, las oportunidades pastorales reclaman de un ministro versado en temas amplios y con una vivencia natural de la disciplina de la Iglesia
Necesitamos creer como conocer y amar para definir a un más lo que conocemos y por ende creemos.
La fuerza de la formación derriba los muros del complejo y la ambigüedad en la praxis de la Fe.

El bautizado Episcopal debe amar el conocimiento de su Fe y la Iglesia debe preocuparse por que esta realidad sea manifestada desde los distintos ámbitos del saber a los que puede y necesita tener acceso el creyente.
Conoce y conoce y aún más conoce porque el amor se convierte en conocimiento y conocimiento y aún más conocimiento.
La Iglesia que prepara con amor a sus ministros ordenados y licenciados debe proveer los espacios  congregacionales para los fines anteriormente mencionados, una Institución eclesial animada constantemente por los laicos comprometidos sin duda tendrá más escenarios para el anuncio y el testimonio de vida, para transparentar la Fe conocida y ahora testimoniada.
Si te preparas conociendo tu Fe terminaras amando aún más a tu Iglesia.
La revelación necesita de mentes dispuestas para procesar y construir dialécticas con su contenido.
Dar razones de lo que creemos es fundamental en un mundo competitivo como el actual.
Un laico formado es un agente de pastoral al servicio de su propia Fe y de la Iglesia de Cristo.

La formación es la luz que ilumina nuestros talentos.
 Nuestra espiritualidad, carisma y vocación es una propuesta abierta a los bautizados como modelo de vida y accionar bajo la norma del Evangelio.
El conocimiento que aporta la formación da peso y valor a la reflexión de nuestros distintos ministerios en la vida de la Iglesia.
En síntesis la formación es un estadio de actividad tanto académica como emocional y expresión de nuestra Fe.
La formación en el ámbito de la congregación despierta el interés por servir mejor explotando los talentos y habilidades del feligrés.

La formación es expresión del alma inquieta de los feligreses por explorar su Iglesia y doctrina.
La formación determina el alcance de las políticas eclesiales al sustentarse en la decidida participación de los bautizados.
La formación es vital para  descubrir los talentos de los bautizados y de esta manera facilitarles la vivencia de estos dones propios del Pacto Bautismal.  La formación es una continuidad del Bautismo en términos de conocimiento y madurez de la vida eclesial.
El saber es luz que guía los pasos y vivencias de los bautizados y los promueve hacia estadios de madures y responsabilidad en la  integración de sus vidas a la congregación.  De esta forma podemos afirmar que el crecimiento no será posible sin la debida instrucción de los bautizados.
El creyente bien formado permanecerá en su Iglesia creciendo en la Fe y en la vivencia de su identidad, la  que le aproximará cada vez más al ser eclesial.





(19).


FORMACIÓN CONTINUADA PARA CLÉRIGOS Y LAICOS.


La doctrina bíblica de un sacerdocio y responsabilidad común a todos los bautizados se articula en especial a partir de (1 Pedro capítulo  2 versículos 5.9-10 y de Apocalipsis capítulo 1 versículo 6 y  5-10). Encuentra un eco importante en tiempo de los Padres de la Iglesia  que se prolonga hasta la Escolástica tardía (Escuela de Salamanca siglos XVI y XVII) Según  Ireneo todos los justos poseen rango sacerdotal. Esto mismo se refleja en la liturgia, donde la comunidad entera es denominada plebs sancta, y en el Crisóstomo, donde es designada como plenitud sacerdotal del obispo. Según los Padres, la Alta Escolástica e, incluso, el concilio de Trento, en conjunto, los creyentes son los que sacrifican y consagran a través del servicio del sacerdote. A partir de la interpretación de (Mateo capítulo  16 versículo 19).  Agustín pudo escribir que la iglesia en conjunto tenía la llave del Reino de los Cielos. San Cipriano creía que no debía suceder nada en la Iglesia sin el consentimiento de todo el pueblo. Esta cor-responsabilidad de los laicos en la iglesia antigua queda patente, ante todo, en la elección de los ministros y en el papel que jugaban los laicos en los concilios.

La fundamentación teológica viene dada por la unción, por medio del Espíritu Santo, que todos han recibido, y la doctrina del sentido de la Fe de todos los creyentes.  Newman ha demostrado que en la crisis arriana del siglo  IV no fueron los obispos, sino el pueblo creyente, el que profesó la Fe auténtica. Walter Kasper (Nació el 5 de marzo de 1933, Heidenheim/Brenz, diócesis de Rottenburg-Stuttgart, Alemania)  Breve historia de la diferenciación En el transcurso de la historia de la teología y de la iglesia, la estructura "de comunión" de la iglesia y el sacerdocio común de todos los creyentes no sólo no fueron desarrollados, sino también, a menudo, ignorados e, incluso, olvidados. Una serie de factores juegan un papel muy importante. El más importante es el introducido por Constantino, que llevó al cristianismo a ser permitido en el imperio, para pasar, después, a ser declarado religión oficial del estado. Como consecuencia de ello las masas entraron a formar parte de la Iglesia y así el cristianismo perdió su fuerza originaria.

 Los obispos fueron equiparados a los altos funcionarios del imperio, tomando parte en sus privilegios. La diferenciación teológica inherente a la Iglesia entre clérigos y laicos se convirtió en una diferenciación sociológica; los clérigos superiores se convirtieron en una clase poderosa, la mayoría de los laicos, en cambio, en el pueblo "sencillo". Además en la temprana Edad Media los clérigos recibieron el privilegio de la formación. De esta forma, carisma y poder se confundieron, a menudo, de manera funesta. (20). La formación laical en nuestra Iglesia se remonta a los orígenes mismos del cristianismo y por ser  comunidades no muy numerosas es factible la participación del laico en todas las acciones de la vida eclesial, esta responsabilidad obliga positivamente a plantear la necesidad de establecer principios formativos para valorar y promover su acercamiento a la vida ministerial y social creando de esta forma una cultura de vida y defensora de los Derechos. La formación permite al laico asumir desde el conocimiento de sí mismo un espacio de reflexión e introspección sobre la vida y el servicio cristiano al alcance de todos los bautizados. (21). La Iglesia que prepara con amor a sus ministros ordenados y licenciados debe proveer los escenarios congregacionales para los fines anteriormente mencionados, una Institución eclesial animada constantemente por los laicos comprometidos sin duda tendrá más escenarios para el anuncio y el testimonio de vida, para transparentar la Fe conocida y ahora testimoniada. (22).

La teología en su expresión sintética si  -cabe el término- podrá madurar la participación de todas y todas y orientarlos al servicio del Cuerpo Místico de Cristo constituyendo a los laicos en ladrillos vivos de la Fe en el Resucitado pensando más que en un señalamiento sociológico, en una realidad de vivir y comunicar la Fe recibida. No se trata de importar modelos sociales  que pueden funcionar en otras latitudes bajo otros presupuestos apreciativos, creemos se trata de vivir y ser facilitadores de los espacios como tal para que el desarrollo ministerial complemente la vida y vocación de la Iglesia reflejada en la comunidad local donde el ministro laico vive su ministerio. Conocernos a nosotros mismos es un imperativo categórico que nos lleva sin duda alguna a saber actuar bajo los parámetros de nuestra propia sique y emotividad. Si el clérigo y el laico no son afables con los que llegan estos difícilmente se quedan ya que por lo general vienen escapando de situaciones difíciles y lo que menos desean es revivir estos conflictos en la congregación, este es uno de los factores consecuencia de la poca formación de los feligreses. (23).

El modelo eclesiológico es quien abre espacios al laico y positivamente amarra su servicio y lo promueve como vital en la misión de la Iglesia, es decir, que la Iglesia se refleja en sus políticas en la congregación local sin que con ello  pierda su identidad e incidencia y quienes asisten a sus funciones litúrgicas y ministerios lo hacen en la Iglesia universal. (24). La mentalidad es otro de los factores a tener presente y dese esta perspectiva a formar diligentemente para conseguir los objetivos de una Iglesia que asimile sus motivaciones y metas. La espiritualidad ocupa un papel preponderante en tales políticas eclesiales ya que sin ella no sería posible fundamentar la noción de lo trascendente. La experiencia pastoral de la congregación es también un vínculo con la universalidad de la Iglesia ya que en sus cometidos aterriza el ser integro eclesial. Un laico formado es un agente de pastoral al servicio de su propia Fe y de la Iglesia de Cristo (25). No queda duda sobre el valor de las aportaciones cuando estas brotan de realidades concretas de formación y no de imaginarios que fácilmente caen en la superstición, de lo anterior es rescatable la función que desarrolla la formación en la creación de una conciencia tanto personal como colectiva del hacer de la Iglesia inserta en la comunidad de Fe. Tal apreciación nos dice que la formación propicia toda obra buena tanto al interior como al exterior de la congregación, de esta manera el proceso de la Evangelización inicia con bases incuestionables y al alcance de toda una congregación que como decíamos antes, es la manifestación local de la Diócesis y esta de la Iglesia universal. Aquí es posible ver con claridad un principio de comunión eclesial (26).

La educación en la Fe de los niños y jóvenes también entra en la categoría del todo formativo y la Iglesia debe responder a las distintas percepciones de estos ante el mundo y la propia elaboración de conceptos y roles de vida. Los más jóvenes nos plantean el reto de encajar en los distintos relevos generacionales que se presentan en las congregaciones y la Iglesia en general. El muro como signo de dificultades o impedimentos  es siempre externo, no interior; la empalizada no es una cualidad natural, sino que está puesta alrededor. Por eso, San Pablo dice: educadles en la doctrina y enseñanzas del Señor. No os conforméis, pues, con ponerles alrededor una simple empalizada exterior: de bienestar material y de prestigio social. Pues cuando cae -y terminará cayendo- la planta queda desnuda y debilitada, y no sólo no le habrá traído ventajas haber pasado el tiempo en esa situación, sino que habrá quedado con daños. El recinto que le ha impedido reforzarse contra el ímpetu de los vientos, al caerse, arrastra a la planta consigo. Así, el bienestar material resulta nocivo, porque impide que el hombre se ejercite contra las dificultades de la vida (27).  El carácter de la persona es formado también desde la perspectiva eclesial siendo esta un ingrediente de su vida y búsqueda de la felicidad. En síntesis la formación es un estadio de actividad tanto académica como emocional y expresión de nuestra Fe… Las posibilidades son casi ilimitadas por eso es vital formar para valorar todos los contenidos que movemos en dicha dirección (28). La congregación deberá reconocer sus propias limitantes para desarrolla un programa formativo cuya finalidad sea la superación de los mismos. Las dificultades son parte de todo proceso de crecimiento siendo la crisis expresión viva de la necesidad de cambio, transformación o re-direccionamiento de los esfuerzos de los individuos en un medio social, político, cultural, entre otros. Tal contenido no es ajeno a la dinámica eclesial inserta en el mundo (29). Estamos ante la necesidad de enfrentar los retos de la vida congregacional y hacerlo bajo los paradigmas formativos que den todo el peso y valor a las enseñanzas evangélicas predicadas y vividas en el accionar de la congregación. Somos por decirlo de alguna manera, el producto de una conciencia religiosa a escala mayor que la sola percepción de un individuo inserto en el modelo eclesial porque tenemos y poseemos la visión eclesial propia de nuestro carisma y vocación.

El clérigo en cuanto a su ordenación ministerial y por su naturaleza está en la obligación de continuar su formación dado que el don ministerial se recrea y renueva dialécticamente en la formación permanente o continuada, de esta forma tenemos presente que la formación en el ministro ordenado le pone directamente ante los acontecimientos de la modernidad cuyos contenidos cambian drásticamente o se introducen nuevas formas de asumir la realidad. Pues esa realidad de la que tratamos es la misma bajo contenidos sofisticados, o que decir de la Informática y toda la ciencia de la comunicación avanzada, antes la comunicación era absolutista ahora por el contrario, se presenta como Meta-comunicación yendo más allá de los enunciados objetivos. La inmutabilidad de la gramática y fonética contrastan con nuevas expresiones idiomáticas que manejan los más jóvenes y cuyos contenidos describen solo la realidad desde la percepción de estos, aquí se objetiviza un modelo de comunicación sectorizado y gradado por edades e intereses. El relevo generacional es en sí expresión propia y comunicativa y el ministro ordenado debe conocer esta meta-comunicación con todos sus contenidos y argumentos, no implica que esa sea la panacea pero es de recurso comunicativo (30).

 Las rápidas y difundidas transformaciones y un tejido social frecuentemente secularizado, típicos del mundo contemporáneo, son otros factores, que hacen absolutamente ineludible el deber del presbítero de estar adecuadamente preparado, para no perder la propia identidad y para responder a las necesidades de la nueva evangelización. A este grave deber corresponde un preciso derecho de parte de los fieles, sobre los cuales recaen positivamente los efectos de la buena formación y de la santidad de los sacerdotes (31). La formación del clero sin distingo de ministerios es clara necesidad en el presente siglo, las oportunidades pastorales reclaman de un ministro versado en temas amplios y con una vivencia natural de la disciplina de la Iglesia, la propuesta permanente corresponde a los procesos y sus transformaciones continuas, no es posible suponer que el centro de formación, universidad o seminario da todos los recursos pero si es posible asumir que la formación continuada garantiza el acceso del clérigo a los fundamentos de su formación y regeneración de hábitos sanos y vitales en la promoción de su ministerio (32). Las verdades de nuestra Fe como su corpus doctrinal, no se alteran pero si sufren cambios en cuanto a la dialéctica y retorica que las manifiestan en los escenarios ministeriales. La comunicación es clave para conservar y promover a las personas que entran en contacto con nuestros distintos ministerios (33).

BIBLIOGRAFIA.

1-      Nota del autor.
2-      Nota del autor.
3-      Nota del autor.
4-      Nota del autor. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/virgilio.htm/es citado por el Hiponense a pesar de no ser uno de sus autores de mayor referencia, dante lo citará en la “Divina Comedia”.
5-      https://books.google.com.do/books?isbn=9688591580
6-      ec.aciprensa.com/wiki/Agustín_de_Hipona:_Crede_ut_intelligas
7-      Nota del autor.
8-      Nota del autor.
9-      www.infocatolica.com/blog/praeclara.php/1108271003-acerca-del-nominalismo/ roble.pntic.mec.es/jagl0002/html/hfilosofia/tema2.htm/ www.infocatolica.com/blog/praeclara.php/1109050523-algunos-antecedentes-historicos.
10-  Nota del autor.
11-  https://books.google.com.do/books?isbn=8488643667/ Salvador Pié i Ninot - 2006 - ‎Theology, Doctrinal
12-  Nota del autor.
13-  Nota del autor.
14-  Nota del autor.
15-  Nota del autor.
16-  Agustín de Hipona/ Nota del autor.
17-  Nota del autor.
18-  Nota del autor.
19-  Nota del autor.
20-  Berufung und Sendung des Laien in Kirche und Welt. Geschichtliche und systematische Perspektiven, Stimmen der Zeit, 205 (1987) 579 – 593…Tradujo y condensó: JUAN JOSE PRIEGO/  www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol28/110/110_kasper.pdf...
21-  Nota del autor.
22-  Nota del autor.
23-  Nota del autor.
24-  Nota del autor.
25-  Nota del autor.
26-  Nota del autor.
27-   Homilías sobre la Carta a los Efesios, 21, 1-4. / es.catholic.net/op/articulos/.../cat/.../tarea-de-educar-segun-los-padres-de-la-iglesia.htm...
28-  Nota del autor.
29-  Nota del autor.
30-  Nota del autor.
31-  JUAN PABLO II, Ex. ap. post-sinodal Pastores dabo vobis/ Nota del autor. www.mercaba.org/CONGREGACIONES/CLERO/presbiteros_03.htm.
32-  Nota del autor.
33-  Nota del autor.




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