Vigésimo
tercer domingo después de Pentecostés.
Propio
27.
Año
A.
Lecturas
bíblicas: Josué capítulo 24 versículos 1-3ª,14-25. Salmo
78 versículos 1-7. Primera Carta a los
Tesalonicenses, capítulo 4 versículos
13-18. Mateo capítulo 25 versículos 1-13.
Responsable:
Rvdo. Padre. Diego Sabogal.
Josué
en Siquem nos recuerda que en el pasado de Israel sobreviven los recuerdos de
situaciones desafortunadas cuando Jacob adquirió los derechos de primogenitura
y posteriormente escondió los ídolos traídos de Mesopotamia pero aun antes de
estos eventos Abraham había construido un altar para sellar la alianza con
Dios. Es pues una invitación a analizar nuestro pasado antes de comprometernos
con el Dios de la vida. Es una oportunidad que la gracia nos concede para
revisar cual ha sido nuestra entrega personal recordando la manera siempre
amorosa como Dios se ha quedado en nuestras vidas. El desenlace de esta lectura
es apropiado para mover la conciencia a reconocer que la Providencia del Señor
marca indeleblemente nuestras vidas al punto de ofrecernos tanto sus cuidados como bendiciones. Es posible que en una mano portemos un
tesoro y en la otra una situación de pecado que retrasa el Reino de Dios en
nuestras vidas. Hemos confesado nuestra absoluta entrega a Dios y sabemos que
en este peregrinar no estamos solos y nunca lo estaremos porque a quien Dios
toma de la mano nada ni nadie lo podrá separar de su corazón. Es importante
reconocer el camino pero aún más valioso es saber caminar por la senda que
describe los distintos momentos espirituales que estamos en el hoy de nuestra
historia viviendo. Nosotros exclamamos como el pueblo durante su travesía por
el desierto: solo seguiremos a Dios y no
rendiremos tributo más que a nuestro Dios.
Se
cuenta de la vida de Gautama mejor conocido como Buda, que estando en sus
acostumbradas meditaciones fue interrumpido por una madre que llevaba en sus
brazos su hijo muerto al nacer, y acercándose a Buda le dice: vengo a
suplicarte le devuelvas la vida a mi hijo, pues conozco de tu sabiduría y sin
duda sabrás que hacer, a lo que Buda le respondió, mujer ve a enterrar a tu
hijo y regresa en una semana, la mujer siguió sus indicaciones y lo visitó
pasado ese tiempo, Buda le respondió quiero que visites a tus vecinos y en cada
casa que entres pide una “semilla de trigo” si en esa familia no han sufrido
perdida alguna, al cabo de unos días ella regresa donde él con las manos vacías. Pablo dirigiéndose a los
Tesalonicenses les recalca que la muerte es una realidad-condición en la vida
del creyente que no será el final de la existencia como en la mentalidad de
aquella mujer desesperada sino que en Cristo somos portadores de la semilla de
eternidad que nos dispone para el encuentro definitivo con Dios, el Padre y
Señor de todas y todos. Pablo ilustra
una serie de imaginarios para describir ese momento lo que sabemos sin duda
alguna es de la promesa salvífica hecha por el Señor, la misma que se cumplirá
perfectamente en nuestro encuentro personal y definitivo, no debemos preocuparnos
de cuantos años viviremos sino de cómo lo hacemos y que fruto daremos, no
precisamente una semilla perecedera sino de inmortalidad. Por otro lado Pablo
está interesado en animar a los judíos convertidos que creen que los muertos
estarán en desventaja al estar dormidos cuando regrese Cristo, bello eufemismo
para hablar de nuestros difuntos. La muerte es percibida como algo no natural
que llega a nosotros por el pecado pero que en Dios no tendrá poder alguno
sobre los bautizados que en tiempo y
espacio de esta carta eran mayoría al interior de la iglesia de Tesalónica. Tomemos nuestras semillas de vida y
plantemos nuestro trigo para que después
de nosotros las aves del cielo puedan alimentarse de su fruto y los que amamos
nos recuerden llenos de Esperanza.
Mateo en su Evangelio emplea una gráfica muy
usada en esta época, nos referimos a las “lámparas de aceite” que por lo general
eran de barro por lo económicas pero también se podían conseguir de metal,
particularmente de Bronce pero eran muy costosas. De dimensiones pequeñas, y el aceite que se vertía en ellas
no superaba las tres horas de duración, lo que implicaba necesariamente llevar
consigo un recipiente para abastecerlas si la espera o vigilia era prolongada. Pues
la escena nos describe a diez muchachas que para el caso de la cultura judía eran vírgenes ya que no superaban los 15 años
de edad, recordemos que para contraer matrimonio y consumarlo la niña no podía
tener menos de esa edad, si era menor de 15 años debía permanecer con sus padres
o familia. Mateo nos está indicando que en ellas ya hay conocimiento del bien y
del mal y que poseen la madurez necesaria para preparar su vida y relación con
el novio que en este caso es figura de Cristo. Cada uno de nosotros debe tener
su lámpara lista y con suficiente provisión de aceite, es decir de las obras
que por Fe hacemos y que presentaremos al Dios amoroso Padre de la humanidad. La lámpara está disponible para combatir la
oscuridad y facilitar el que nosotros podamos reconocer el camino, esa luz es
también el Evangelio de Cristo que nos guía en esta existencia terrenal. La
cifra es conocida como la realización plena de una vocación, de la relación del
bautizado con Cristo en su Iglesia. La mitad de ella, es decir, cinco equivale
a quienes de manera imprudente vivieron su vida cristiana ignorando el gran
compromiso de edificar el Reino de Dios entre nosotros. Es grande el amor de Cristo para convertirse
en “aceite” que alimenta nuestras vidas y su espiritualidad. Somos hijos de la
luz y no podemos dar frutos distintos a los que son producto de la gracia.
Somos una vez más herederos de su Reino y como tal nuestras vidas deben
reflejar esta vocación salvífica con agradable olor a eternidad. Somos también
llamados a ser “lámpara” en un mundo cada día más “oscuro” donde el amor como
praxis y modelo ideal de vida fue relegado por la cultura del “tener” antes que
el “ser”. Donde la propuesta de Cristo en vigilia, preparación, y espera
fácilmente se confunde con una respuesta mediática de velocidad, intereses
personales e individualismo. Luchemos
por ser luz y testimonio vivo para quienes se acercan a nosotros, amemos la
gracia que es la luz de Dios en nuestra espera para que cuando Dios nos llame a
su Reino reconozcamos su llamado…
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