miércoles, 8 de noviembre de 2017

VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES.

Vigésimo tercer domingo después de Pentecostés.
Propio 27.
Año A.
Lecturas bíblicas:   Josué capítulo 24 versículos 1-3ª,14-25. Salmo 78 versículos 1-7.  Primera Carta a los Tesalonicenses,   capítulo 4 versículos 13-18. Mateo capítulo 25 versículos 1-13.

Responsable: Rvdo. Padre.  Diego Sabogal.

Josué en Siquem  nos recuerda que en el  pasado de Israel sobreviven los recuerdos de situaciones desafortunadas cuando Jacob adquirió los derechos de primogenitura y posteriormente escondió los ídolos traídos de Mesopotamia pero aun antes de estos eventos Abraham había construido un altar para sellar la alianza con Dios. Es pues una invitación a analizar nuestro pasado antes de comprometernos con el Dios de la vida. Es una oportunidad que la gracia nos concede para revisar cual ha sido nuestra entrega personal recordando la manera siempre amorosa como Dios se ha quedado en nuestras vidas. El desenlace de esta lectura es apropiado para mover la conciencia a reconocer que la Providencia del Señor marca indeleblemente nuestras vidas al punto de ofrecernos tanto sus  cuidados como bendiciones.   Es posible que en una mano portemos un tesoro y en la otra una situación de pecado que retrasa el Reino de Dios en nuestras vidas. Hemos confesado nuestra absoluta entrega a Dios y sabemos que en este peregrinar no estamos solos y nunca lo estaremos porque a quien Dios toma de la mano nada ni nadie lo podrá separar de su corazón. Es importante reconocer el camino pero aún más valioso es saber caminar por la senda que describe los distintos momentos espirituales que estamos en el hoy de nuestra historia viviendo. Nosotros exclamamos como el pueblo durante su travesía por el desierto: solo seguiremos a Dios y no rendiremos tributo más que a nuestro Dios.

Se cuenta de la vida de Gautama mejor conocido como Buda, que estando en sus acostumbradas meditaciones fue interrumpido por una madre que llevaba en sus brazos su hijo muerto al nacer, y acercándose a Buda le dice: vengo a suplicarte le devuelvas la vida a mi hijo, pues conozco de tu sabiduría y sin duda sabrás que hacer, a lo que Buda le respondió, mujer ve a enterrar a tu hijo y regresa en una semana, la mujer siguió sus indicaciones y lo visitó pasado ese tiempo, Buda le respondió quiero que visites a tus vecinos y en cada casa que entres pide una “semilla de trigo” si en esa familia no han sufrido perdida alguna, al cabo de unos días ella regresa donde él  con las manos vacías. Pablo dirigiéndose a los Tesalonicenses les recalca que la muerte es una realidad-condición en la vida del creyente que no será el final de la existencia como en la mentalidad de aquella mujer desesperada sino que en Cristo somos portadores de la semilla de eternidad que nos dispone para el encuentro definitivo con Dios, el Padre y Señor de todas y todos.   Pablo ilustra una serie de imaginarios para describir ese momento lo que sabemos sin duda alguna es de la promesa salvífica hecha por el Señor, la misma que se cumplirá perfectamente en nuestro encuentro personal y definitivo, no debemos preocuparnos de cuantos años viviremos sino de cómo lo hacemos y que fruto daremos, no precisamente una semilla perecedera sino de inmortalidad. Por otro lado Pablo está interesado en animar a los judíos convertidos que creen que los muertos estarán en desventaja al estar dormidos cuando regrese Cristo, bello eufemismo para hablar de nuestros difuntos. La muerte es percibida como algo no natural que llega a nosotros por el pecado pero que en Dios no tendrá poder alguno sobre los bautizados que en  tiempo y espacio de esta carta eran mayoría al interior de la iglesia de  Tesalónica.   Tomemos nuestras semillas de vida y plantemos nuestro trigo  para que después de nosotros las aves del cielo puedan alimentarse de su fruto y los que amamos nos recuerden llenos de Esperanza.   

 Mateo en su Evangelio emplea una gráfica muy usada en esta época, nos referimos a las “lámparas de aceite” que por lo general eran de barro por lo económicas pero también se podían conseguir de metal, particularmente de Bronce pero eran muy costosas. De dimensiones  pequeñas, y el aceite que se vertía en ellas no superaba las tres horas de duración, lo que implicaba necesariamente llevar consigo un recipiente para abastecerlas si la espera o vigilia era prolongada. Pues la escena nos describe a diez muchachas que para el caso de la cultura judía  eran vírgenes ya que no superaban los 15 años de edad, recordemos que para contraer matrimonio y consumarlo la niña no podía tener menos de esa edad, si era menor de 15 años debía permanecer con sus padres o familia. Mateo nos está indicando que en ellas ya hay conocimiento del bien y del mal y que poseen la madurez necesaria para preparar su vida y relación con el novio que en este caso es figura de Cristo. Cada uno de nosotros debe tener su lámpara lista y con suficiente provisión de aceite, es decir de las obras que por Fe hacemos y que presentaremos al Dios amoroso Padre de la humanidad.  La lámpara está disponible para combatir la oscuridad y facilitar el que nosotros podamos reconocer el camino, esa luz es también el Evangelio de Cristo que nos guía en esta existencia terrenal. La cifra es conocida como la realización plena de una vocación, de la relación del bautizado con Cristo en su Iglesia. La mitad de ella, es decir, cinco equivale a quienes de manera imprudente vivieron su vida cristiana ignorando el gran compromiso de edificar el Reino de Dios entre nosotros.  Es grande el amor de Cristo para convertirse en “aceite” que alimenta nuestras vidas y su espiritualidad. Somos hijos de la luz y no podemos dar frutos distintos a los que son producto de la gracia. Somos una vez más herederos de su Reino y como tal nuestras vidas deben reflejar esta vocación salvífica con agradable olor a eternidad. Somos también llamados a ser “lámpara” en un mundo cada día más “oscuro” donde el amor como praxis y modelo ideal de vida fue relegado por la cultura del “tener” antes que el “ser”. Donde la propuesta de Cristo en vigilia, preparación, y espera fácilmente se confunde con una respuesta mediática de velocidad, intereses personales e individualismo. Luchemos por ser luz y testimonio vivo para quienes se acercan a nosotros, amemos la gracia que es la luz de Dios en nuestra espera para que cuando Dios nos llame a su Reino reconozcamos su llamado…



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