jueves, 9 de noviembre de 2017

IDENTIDAD TEOLÓGICA COMO DISCURSO Y PRAXIS...

IDENTIDAD  TEOLÓGICA  COMO DISCURSO  Y  PRAXIS.


INTRODUCCIÓN.



La Identidad definida desde su estructura concreta la abordamos como la noción contenida de  las diferencias que permiten ser establecidas entre una cosa y otra y lo mismo con relación a la persona (percepción antropológica) desde la dinámica de nuestra teológica y su síntesis es factible asumir la Identidad como el ejercicio de una praxis y en la cuestión del presente ensayo apunta a  la estructuración de un pensamiento que sin estar separado de la realidad teológica nos defina básicamente en el medio académico y desde luego en nuestro quehacer teológico. La Identidad se construye bajo la primicia de la coherencia en los patrones y modelos formativos y su inserción en el entorno somático de la Iglesia. Estos patrones o modelos son determinados por la tradición y la reflexión “endémica” de nuestra teología. Aristóteles en su obra “la metafísica” (1) nos plantea la relación de la Identidad con los accidentes que sobrevienen al ser, es decir, que en el ejemplo de un hombre deportista el segundo que corresponde al  deporte que practica se convierte en accidente del primero que es el hombre. Si traemos a nuestra reflexión esta concepción entonces diremos que la Identidad teológica corresponde a la praxis de un pensamiento estructurado y delimitado por los patrones que lo gestan y alimentan,  en este caso la cuestión se plantea bajo la primicia de la teología como ciencia de lo divino o especulación de la revelación de Dios que brota literalmente de nuestro estudio y expresión de Fe. Nuestra teología formal es más que un accidente pero se asemeja a este como consecuencia de nuestra reflexión. Nuestro pensamiento es similar a la teología de la Iglesia Universal puesto que su similitud se transforma en Identidad Esencial. Simplemente estamos aseverando que la teología se relaciona más allá de las reformas y cosmovisiones que nos antecedieron.



FENOMENOLOGÍA  DEL  PROBLEMA.



Nuestra reflexión aclarando las diferencias y buscando las similitudes navega por el horizonte de la Formación como punto clave de la misma. No es posible construir Identidad sin la capacidad de percibirla argumentada en el discurso teológico propio. Esta afirmación se constituye en la base fundamental de la Tesis de toda expresión teológica conocida y los patrones de relación que encontramos en la misma por esta razón es muy posible encontrar aun en las concepciones más liberales rastros de pensamiento anterior y por ende más radical u ortodoxo. Las reformas y sus reformadores partieron del estudio de los santos PP. De la Iglesia sin que con ello implique absoluta identidad en su cosmovisión con aquellas tesis. No olvidemos que la teología y la filosofía se constituyen en fenómenos históricos y como tal hacen presencia en la vida de la sociedad sin importar su evolución o desarrollo cultural. La concepción de Identidad en el hombre primitivo pasaba por su relación con los fenómenos naturales al punto de considerarlos como entidades divinas (dioses y mitos) La superstición se genera a partir de estas concepciones que entregan poder a los fenómenos que no han sido sometidos a la reflexión científica o a la historia en el devenir antropológico de esta. Estamos planteando que en el presente los rasgos de tales conceptos se manifiestan en la cultura popular que busca amuletos o vínculos con lo sobrenatural como la única posibilidad de entender o asimilar su realidad. Europa durante el oscurantismo vivió su crisis  de Identidad centrando su realidad en la reflexión teológica supersticiosa que siglos más tarde desencadenó la nefasta Inquisición. Pero retomando nuestro presente vemos con objetividad que la realidad entendida desde nuestra praxis de Fe arroja luces sobre nuestra Identidad, no en vano esta Iglesia asegura que la Liturgia es parte viva de su Identidad y cosmovisión ya que el templo y la liturgia muestran decididamente lo que vivimos y creemos...  Es decir, por medio de las  acciones culticas materializamos la actualidad del tiempo y su impacto en nuestras vidas. Es como asegurar que la proyección de nuestro hoy conserva rasgos ineludibles de nuestro pasado. “Es evidente que el templo actual, al igual que el generado a lo largo de la historia, ha de dar respuesta al hombre al que trata de servir, a su vivencia de la fe y a su expresión de la comunión con Dios y los hombres. En este sentido, la consideración de la situación espiritual, litúrgica, religiosa y sociocultural de cada momento histórico hace que el templo manifieste significados que reproducen una forma concreta de entender, vivir y expresar la Fe del hombre, además de los asociados a la propia expresión arquitectónica de cada momento.

Fijando nuestra atención en la época contemporánea, el templo queda determinado a partir de unas concepciones y categorías teológicas específicas que lo fundamentan. Este análisis debería traspasar los niveles de la mera cualidad técnica o artística para llegar a los significados profundos que el momento actual nos presenta, la forma en que los transformamos y los valores que queremos legar a los futuros creyentes. Así pues, es necesario trazar una explicitación, reflexión y puesta en relación de distintos aspectos litúrgicos, arquitectónicos, antropológicos y pastorales que se desprenden del análisis y estudio de lo que se constituye como la identidad de la arquitectura religiosa contemporánea a partir de los principios teológicos que están detrás de ellos y que los motivan”. (Apartes de las actas del Congreso Internacional de Arquitectura Religiosa Contemporánea  en Chile, apuntes de Rafael Ángel García). La reflexión citada en el texto es útil para comprender la necesidad de expresar en nuestros templos e instalaciones argumentos de Identidad que transparenten el sentir teológico de nuestra Iglesia. Esta dinámica nos dice que la materialización de los conceptos que originan la Identidad se constituye en clave para su desarrollo y planteamiento desde esta o cualquier perspectiva. En la praxis de este señalamiento vemos como las ciudades son edificadas según corresponda a   la cultura  de su entorno, ejemplo de ello podría ser el patrón arquitectónico de los romanos (imperio romano) que las edificaciones partían de un centro (rectángulo) y se dividían en patrones que hoy llamamos “calles y carreras o avenidas” este modelo arquitectónico era signo-símbolo de Identidad y a la postre lo heredamos en nuestras ciudades. Pero en el hoy de nuestra Iglesia los símbolos y signos Identitativos son clave para explicitar nuestra visión u  objetivo… La realidad se percibe desde sus contenidos tanto objetivos como subjetivos y tales percepciones son por demás fruto de la experiencia, pues una Iglesia de naturaleza establecida apunta a las grandes catedrales donde acomodan a 5000 personas y a la postre son símbolos de poder religioso y por otro lado una Iglesia de naturaleza misionera busca templos prácticos pero adornados con la simbología propia de su misión y evangelización. La realidad que se percibe en unos y otros espacios dependerá de la agudeza de quienes estén al frente de tales construcciones y desempeño pastoral inherente. Para determinar lo anterior debemos retomar o definir el centro de nuestra formación teológica que sin duda asegura un modelo formativo responsable y  facultado para mover a Identidad los esfuerzos eclesiales. Los patrones formativos deben servirse de los contenidos propios de la cultura resaltando todo lo positivo de la Iglesia en la región donde esta se encuentre pero superando la tentación a convertir la formación en solo expresión local, es decir, en manifestación endémica o exclusiva de una determinada región geográfica, como decíamos en la introducción desconociendo la génesis universal de la Iglesia de Cristo. Precisamente uno de los componentes vivos de nuestra Identidad es la absoluta centralidad en Cristo de toda y cada una de las acciones de la Iglesia Universal. Este derrotero confirma el valor intrínseco de la doctrina que genera Identidad cuando esta no se separa de sus raíces. La reflexión de índole teológica es asistida por la naturaleza tanto racional como relacional de la persona humana bajo la única condición posible la Inhabitacion de la Trinidad Divina en su ser. La Identidad de nuestros templos es clave ya que ellos manifiestan nuestra concepción de Fe, cabe anotar que la pila bautismal se instala a la entrada inmediatamente después del cancel y/o la puerta del atrio o principal. Siendo de esta manera el Bautismo la puerta de entrada a la vida de la Iglesia y a los Medios de la Gracia.

La Identidad es abordada desde la presencia de la historia que aun con el correr del tiempo no abandona los fundamentos de la construcción de sus argumentos y principios. La condensación de los fundamentos que dan a luz nuestra Identidad teológica son claros, como los concilios en donde estos se sucedieron. El presente siglo XXI nos ofrece una serie de ritos, y entre ellos es posible destacar la necesaria inclusión de la doctrina en la formación tanto clerical, como laical teniendo presente que los laicos y los clérigos son cada uno según su naturaleza un vehículo de propagación del  evangelio y que bajo esa primicia nuestra obligación no es reemplazar al Estado en sus funciones de asistencia social sino la de evangelizar conociendo la naturaleza de la sociedad y el desempeño de sus modelos culturales (arquetipos) en clara referencia a estos movimientos en donde la Iglesia debe incursionar como promotora y garante de Derechos de índole social.

Aparece como un tema que pone de manifiesto los gustos, preferencias, simpatías, rechazos, sentidos de pertenencia y adscripciones de los seres humanos en sociedad, que implica también su forma de percibir al mundo, a los demás y, por ende, la dirección de sus actuaciones particulares o grupales ante ciertas circunstancias y personas. Es por ello, que se aborda la cultura, desde la corriente simbólica de Clifford Geertz, porque “conceptualiza como ideas basadas en el aprendizaje cultural de símbolos y concibe las culturas como mecanismo de control, planos, recetas, reglas construcciones, lo que los técnicos en programadores llaman para regir el comportamiento” (Giner, 1998: 168). Según Giménez, Geertz, define la cultura como “pautas de significados”, por consiguiente, Geertz, restringe el concepto de cultura reduciéndolo al ámbito de los hechos simbólicos, pues sigue hablando de “pautas”, pero ya no de pautas de comportamientos sino de pautas de significados, que de todos modos constituyen una dimensión analítica de los comportamientos. Siguiendo a Geertz: Lo simbólico es el mundo de las representaciones sociales materializadas en formas sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, y que pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o relación. En efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados culturales: no sólo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos de comportamiento, las prácticas La “identidad”, como una construcción cultural para la Sociología Maribel Arancibia Almendras 6 sociales, los usos y costumbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos, la organización del espacio y del tiempo en ciclos festivos… (2)

La referencia de la Identidad toca la postura sociológica a más no poder y esta definición nos plantea la necesaria relación entre la existencia de lo cotidiano y lo que sucede luego, es decir, que la manifestación de la Identidad se expresa desde la concepción cultural del ser humano por eso es de capital importancia el crecimiento cultural de nuestros modelos tanto formativos como Identitativos (Roce) logrando de esta manera una interacción saludable con los modelos y expresiones referencia de nuestro entorno socio-cultural. Estamos pues argumentando que el peso (expresión semántica y retorica) delimita poderosamente las posibilidades de comunicación del ejercicio misionero ya que mientras menos elaborado sea menores son las posibilidades de hacer inclusión en otros medios socio-culturales distintos a los actuales. La expresión de lo cultico se relaciona abiertamente con el entorno somático del bautizado y puede incluso reescribir su percepción de la realidad de Fe. Este ejercicio necesariamente nos invita a replantear las definiciones que hemos construido de Identidad en los distintos escenarios donde nos movemos. Para ilustrar esta argumentación daré como ejemplo la cultura de los “tatuajes y las perforaciones corporales” que están de moda en la actualidad, todos conocemos que pertenecen originariamente a culturas primitivas y apartadas de los medios sociales masivos,  pero que en la actualidad han sido reescritas y redefinidas como también re direccionadas para significar otra cosa que no necesariamente exprese vinculo alguno con sus orígenes pero que en el plano social y cultural son distintos a los conceptos de moda y libertad vividos por nuestras generaciones pasadas.  En esta misma dirección “sugerir” a una mujer como vestirse se convierte en invasión de  su libertad y por ende tipifica como violencia sexual.  Las expresiones culturales son también en escenario propicio para la evangelización, desde luego sin cuestionar sus motivaciones. La Iglesia en general asume que el mensaje debe ser in-culturizado sin perder con ello las nociones de Identidad que no implica el degradar sus propios enunciados. Sobre los fundamentos de la Identidad de nuestra Iglesia en dinámica teológica los resumo de la siguiente manera:

A-    Fundamento Trinitario.
B-    Revelación Cristo-céntrica.
C-    Sagradas Escrituras.
D-    Tradición y Magisterio de la Iglesia (especialmente los santos PP).
E-     Nuestros documentos históricos y Medios de la Gracia, así como Usos y Costumbres.
F-     Construcción del Dogma a partir de la relación intrínseca de todos los anteriores enunciados.
La construcción de la Identidad  presenta una serie de problemas que tocan de lleno o frontalmente la Identidad en lo social, y es comprensible si observamos como en la actualidad los procesos de pérdida de Identidad afectan básicamente los siguientes tópicos:

A-    Moda.
B-    Alimentos y costumbres culinarias.
C-    Tecnologías importadas.
D-     Expresiones estéticas.
E-     Música y literatura.
F-     Modelos económicos y del Estado.

Los anteriores conceptos están construyendo paradójicamente una ausencia de Identidad que ha venido relajando las manifestaciones de la vivencia de Derechos y Deberes en la sociedad. La pérdida de norte como dirección factible de ser antropizado nos está obligando incluso a asumir comportamientos que se están convirtiendo en patologías  extrañas que debilitan la necesaria línea entre la expresión del ser femenino y el ser masculino. Este concepto no tiene nada que ver con la promoción de los Derechos de la persona humana. No es un señalamiento de tendencia homofóbica sino todo lo contrario la necesaria construcción de una identidad sexual madura y poseedora de Derechos y Deberes. La Iglesia como Madre de los bautizados apunta a la salvación de todos sus hijos y no puede como Madre discriminar a nadie en lo absoluto, recordemos que Cristo para el Apóstol Santiago “no hace acepción de personas”… Miremos al Apóstol: Mas si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y sois reconvenidos de la ley como transgresores.(3). Por otro lado de esta reflexión es importante tener presente que la libertad es expresión de nuestra racionalidad y soberanía en lo afectivo y emocional.

De lo anterior se desprende otro principio de Identidad que tiene todo que ver con la Institución eclesial que debe fijar sus posturas y concepciones ante lo que  sucede en un mundo cambiante con ausencia muchas veces de la historia. La Identidad Institucional se fundamenta en la misma cosmovisión que nos dice cómo proceder y sobre que fundamentos. La Identidad de esta naturaleza no es accidente que le sobreviene a la Iglesia sino una expresión de su coherencia ministerial. Para aclarar el anterior concepto Identitativo, recuerdo de manera informal la relación de Yahvé con el pueblo de Israel, de cómo le fue dando leyes y mostrando el orden de su acción cultica o Adoración, como quien dice que Dios se constituye en un planeador de un modelo cultural y social distinto a los modelos de los pueblos vecinos, convirtiendo la expresión cultica en un medio dinámico de Identidad de Nación superando paulatinamente los individualismos propios de nuestro entorno cultural. La Identidad es como expresión de  lo que somos fundamentales, y también necesita de la Redención para alcanzar la plenitud de su expresión.

 El papel o misión de Moisés no era  solo guiarles, también debía mostrar los signos de su Identidad como quien dice que la autoridad en la Iglesia tienen como misión mostrar el camino y la forma de los medios de su vivencia. El sujeto que reclama para sí la autonomía de su conciencia es el mismo que necesita conceptos extrínsecos para elaborar su propio discurso tanto ético como moral y que decir del teológico. La formación es vital como determinante en todo proceso de construcción de Identidad. Nosotros asumimos que en el entorno en donde interactuamos es posible encontrar como en la naturaleza elementos que constituyan aportes a esta formación.

 El Discurso teológico que tanto hace falta en algunos escenarios eclesiales no se construye solo en el aula, es también fruto de la combinación certera de praxis y vivencias que amplíen el espectro de las vocaciones. En este orden la formación debe ser pluricultural dándoles a los seminaristas y clérigos la posibilidad de moverse, socialmente hablando, en otros escenarios que no son los de su diaria rutina. Como ejemplo comento  un caso que viví hace años siendo religioso. Durante un tiempo de misión conocí una pareja de jóvenes ingleses que hacía poco se habían graduado de la secundaria y que en sus contenidos y asignaturas para la universidad estaba el idioma español o castellano, pues estos chicos habían sido financiados por el Estado inglés para conocer naciones de esta habla o lengua y de paso ver como era su cotidianidad y maneras de vivir la economía. Sin duda que de ese ejercicio salieron con un conocimiento que no da los libros o los talleres. Mientras que en muchos ambientes eclesiales los ministros nunca salieron de su medio social, esto último limitó su ministerio al punto de desconocer otros conceptos culturales y teológicos válidos y necesarios para construir un discurso clave y de contenidos bien estructurados.

La Identidad necesita de escenarios definidos y con un espectro amplio para su edificación y delimitación. Es pues fundamental que la formación sea la propagadora de Identidad y que su influjo se extienda también a los laicos, recuerdo una bella expresión agustiniana: Nadie ama lo que no conoce, sin duda que el amar algo nos introduce en su percepción de la realidad y nos equipara en su dirección. La luz del ser humano es el amor… La Identidad es vital y sin ella sería imposible vivir uno solo de los contenidos que explicitan nuestro Pacto Bautismal.

BIBLIOGRAFIA.

(1)   Patricio Azcarate. Obras de Aristóteles, Madrid 1875, Tomo 10 paginas 165-6
(2)   Sincretismos Sociológicos. Nuevos Imaginarios, Revista Electrónica, Año 1, Numero 2, Septiembre de 2015, Enero 2016.
(3)   Biblia Online, Reina Valera Antigua 1602. Santiago 2,9.




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