IDENTIDAD TEOLÓGICA
COMO DISCURSO Y PRAXIS.
INTRODUCCIÓN.
La Identidad definida
desde su estructura concreta la abordamos como la noción contenida de las diferencias que permiten ser establecidas
entre una cosa y otra y lo mismo con relación a la persona (percepción antropológica)
desde la dinámica de nuestra teológica y su síntesis es factible asumir la
Identidad como el ejercicio de una praxis y en la cuestión del presente ensayo
apunta a la estructuración de un
pensamiento que sin estar separado de la realidad teológica nos defina
básicamente en el medio académico y desde luego en nuestro quehacer teológico. La
Identidad se construye bajo la primicia de la coherencia en los patrones y
modelos formativos y su inserción en el entorno somático de la Iglesia. Estos
patrones o modelos son determinados por la tradición y la reflexión “endémica”
de nuestra teología. Aristóteles en su obra “la metafísica” (1) nos plantea la
relación de la Identidad con los accidentes que sobrevienen al ser, es decir,
que en el ejemplo de un hombre deportista el segundo que corresponde al deporte que practica se convierte en accidente
del primero que es el hombre. Si traemos a nuestra reflexión esta concepción
entonces diremos que la Identidad teológica corresponde a la praxis de un
pensamiento estructurado y delimitado por los patrones que lo gestan y
alimentan, en este caso la cuestión se
plantea bajo la primicia de la teología como ciencia de lo divino o
especulación de la revelación de Dios que brota literalmente de nuestro estudio
y expresión de Fe. Nuestra teología formal es más que un accidente pero se
asemeja a este como consecuencia de nuestra reflexión. Nuestro pensamiento es similar a la teología de la Iglesia Universal
puesto que su similitud se transforma en Identidad Esencial. Simplemente
estamos aseverando que la teología se relaciona más allá de las reformas y
cosmovisiones que nos antecedieron.
FENOMENOLOGÍA DEL
PROBLEMA.
Nuestra reflexión
aclarando las diferencias y buscando las similitudes navega por el horizonte de
la Formación como punto clave de la misma. No es posible construir Identidad
sin la capacidad de percibirla argumentada en el discurso teológico propio. Esta
afirmación se constituye en la base fundamental de la Tesis de toda expresión
teológica conocida y los patrones de relación que encontramos en la misma por
esta razón es muy posible encontrar aun en las concepciones más liberales
rastros de pensamiento anterior y por ende más radical u ortodoxo. Las reformas
y sus reformadores partieron del estudio de los santos PP. De la Iglesia sin
que con ello implique absoluta identidad en su cosmovisión con aquellas tesis. No
olvidemos que la teología y la filosofía se constituyen en fenómenos históricos
y como tal hacen presencia en la vida de la sociedad sin importar su evolución
o desarrollo cultural. La concepción de Identidad en el hombre primitivo pasaba
por su relación con los fenómenos naturales al punto de considerarlos como
entidades divinas (dioses y mitos) La superstición se genera a partir de estas
concepciones que entregan poder a los fenómenos que no han sido sometidos a la
reflexión científica o a la historia en el devenir antropológico de esta. Estamos
planteando que en el presente los rasgos de tales conceptos se manifiestan en
la cultura popular que busca amuletos o vínculos con lo sobrenatural como la
única posibilidad de entender o asimilar su realidad. Europa durante el
oscurantismo vivió su crisis de
Identidad centrando su realidad en la reflexión teológica supersticiosa que
siglos más tarde desencadenó la nefasta Inquisición. Pero retomando nuestro
presente vemos con objetividad que la realidad entendida desde nuestra praxis
de Fe arroja luces sobre nuestra Identidad, no en vano esta Iglesia asegura que
la Liturgia es parte viva de su Identidad y cosmovisión ya que el templo y la
liturgia muestran decididamente lo que vivimos y creemos... Es decir, por medio de las acciones culticas materializamos la
actualidad del tiempo y su impacto en nuestras vidas. Es como asegurar que la
proyección de nuestro hoy conserva rasgos ineludibles de nuestro pasado. “Es evidente que el templo actual, al igual
que el generado a lo largo de la historia, ha de dar respuesta al hombre al que
trata de servir, a su vivencia de la fe y a su expresión de la comunión con
Dios y los hombres. En este sentido, la consideración de la situación
espiritual, litúrgica, religiosa y sociocultural de cada momento histórico hace
que el templo manifieste significados que reproducen una forma concreta de
entender, vivir y expresar la Fe del hombre, además de los asociados a la
propia expresión arquitectónica de cada momento.
Fijando
nuestra atención en la época contemporánea, el templo queda determinado a
partir de unas concepciones y categorías teológicas específicas que lo
fundamentan. Este análisis debería traspasar los niveles de la mera cualidad
técnica o artística para llegar a los significados profundos que el momento
actual nos presenta, la forma en que los transformamos y los valores que
queremos legar a los futuros creyentes. Así pues, es necesario trazar una
explicitación, reflexión y puesta en relación de distintos aspectos litúrgicos,
arquitectónicos, antropológicos y pastorales que se desprenden del análisis y
estudio de lo que se constituye como la identidad de la arquitectura religiosa
contemporánea a partir de los principios teológicos que están detrás de ellos y
que los motivan”. (Apartes de las actas del Congreso Internacional de
Arquitectura Religiosa Contemporánea en
Chile, apuntes de Rafael Ángel García). La reflexión citada en
el texto es útil para comprender la necesidad de expresar en nuestros templos e
instalaciones argumentos de Identidad que transparenten el sentir teológico de
nuestra Iglesia. Esta dinámica nos dice que la materialización de los conceptos
que originan la Identidad se constituye en clave para su desarrollo y
planteamiento desde esta o cualquier perspectiva. En la praxis de este
señalamiento vemos como las ciudades son edificadas según corresponda a la cultura
de su entorno, ejemplo de ello podría ser el patrón arquitectónico de
los romanos (imperio romano) que las edificaciones partían de un centro
(rectángulo) y se dividían en patrones que hoy llamamos “calles y carreras o
avenidas” este modelo arquitectónico era signo-símbolo de Identidad y a la
postre lo heredamos en nuestras ciudades. Pero en el hoy de nuestra Iglesia los
símbolos y signos Identitativos son clave para explicitar nuestra visión u objetivo… La realidad se percibe desde sus
contenidos tanto objetivos como subjetivos y tales percepciones son por demás
fruto de la experiencia, pues una Iglesia de naturaleza establecida apunta a
las grandes catedrales donde acomodan a 5000 personas y a la postre son
símbolos de poder religioso y por otro lado una Iglesia de naturaleza misionera
busca templos prácticos pero adornados con la simbología propia de su misión y
evangelización. La realidad que se percibe en unos y otros espacios dependerá
de la agudeza de quienes estén al frente de tales construcciones y desempeño
pastoral inherente. Para determinar lo anterior debemos retomar o definir el
centro de nuestra formación teológica que sin duda asegura un modelo formativo
responsable y facultado para mover a
Identidad los esfuerzos eclesiales. Los patrones formativos deben servirse de
los contenidos propios de la cultura resaltando todo lo positivo de la Iglesia
en la región donde esta se encuentre pero superando la tentación a convertir la
formación en solo expresión local, es decir, en manifestación endémica o
exclusiva de una determinada región geográfica, como decíamos en la
introducción desconociendo la génesis universal de la Iglesia de Cristo. Precisamente
uno de los componentes vivos de nuestra Identidad es la absoluta centralidad en
Cristo de toda y cada una de las acciones de la Iglesia Universal. Este
derrotero confirma el valor intrínseco de la doctrina que genera Identidad
cuando esta no se separa de sus raíces. La
reflexión de índole teológica es asistida por la naturaleza tanto racional como
relacional de la persona humana bajo la única condición posible la Inhabitacion
de la Trinidad Divina en su ser. La Identidad de nuestros templos es clave
ya que ellos manifiestan nuestra concepción de Fe, cabe anotar que la pila bautismal se instala a la entrada inmediatamente
después del cancel y/o la puerta del atrio o principal. Siendo de esta manera
el Bautismo la puerta de entrada a la vida de la Iglesia y a los Medios de la
Gracia.
La Identidad es
abordada desde la presencia de la historia que aun con el correr del tiempo no
abandona los fundamentos de la construcción de sus argumentos y principios. La
condensación de los fundamentos que dan a luz nuestra Identidad teológica son
claros, como los concilios en donde estos se sucedieron. El presente siglo XXI
nos ofrece una serie de ritos, y entre ellos es posible destacar la necesaria
inclusión de la doctrina en la formación tanto clerical, como laical teniendo
presente que los laicos y los clérigos son cada uno según su naturaleza un vehículo
de propagación del evangelio y que bajo
esa primicia nuestra obligación no es reemplazar al Estado en sus funciones de
asistencia social sino la de evangelizar conociendo la naturaleza de la
sociedad y el desempeño de sus modelos culturales (arquetipos) en clara
referencia a estos movimientos en donde la Iglesia debe incursionar como
promotora y garante de Derechos de índole social.
Aparece como un tema
que pone de manifiesto los gustos, preferencias, simpatías, rechazos, sentidos
de pertenencia y adscripciones de los seres humanos en sociedad, que implica
también su forma de percibir al mundo, a los demás y, por ende, la dirección de
sus actuaciones particulares o grupales ante ciertas circunstancias y personas.
Es por ello, que se aborda la cultura, desde la corriente simbólica de Clifford
Geertz, porque “conceptualiza como ideas
basadas en el aprendizaje cultural de símbolos y concibe las culturas como
mecanismo de control, planos, recetas, reglas construcciones, lo que los
técnicos en programadores llaman para regir el comportamiento” (Giner, 1998:
168). Según Giménez, Geertz, define la cultura como “pautas de significados”, por consiguiente, Geertz, restringe el
concepto de cultura reduciéndolo al ámbito de los hechos simbólicos, pues sigue
hablando de “pautas”, pero ya no de
pautas de comportamientos sino de pautas de significados, que de todos modos
constituyen una dimensión analítica de los comportamientos. Siguiendo a Geertz:
Lo simbólico es el mundo de las representaciones sociales materializadas en
formas sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, y que pueden ser
expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o
relación. En efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados
culturales: no sólo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos de
comportamiento, las prácticas La “identidad”, como una construcción cultural
para la Sociología Maribel Arancibia Almendras 6 sociales, los usos y
costumbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos,
la organización del espacio y del tiempo en ciclos festivos… (2)
La referencia de la
Identidad toca la postura sociológica a más no poder y esta definición nos
plantea la necesaria relación entre la existencia de lo cotidiano y lo que
sucede luego, es decir, que la manifestación de la Identidad se expresa desde
la concepción cultural del ser humano por eso es de capital importancia el
crecimiento cultural de nuestros modelos tanto formativos como Identitativos
(Roce) logrando de esta manera una interacción saludable con los modelos y
expresiones referencia de nuestro entorno socio-cultural. Estamos pues
argumentando que el peso (expresión semántica y retorica) delimita
poderosamente las posibilidades de comunicación del ejercicio misionero ya que
mientras menos elaborado sea menores son las posibilidades de hacer inclusión
en otros medios socio-culturales distintos a los actuales. La expresión de lo
cultico se relaciona abiertamente con el entorno somático del bautizado y puede
incluso reescribir su percepción de la realidad de Fe. Este ejercicio necesariamente
nos invita a replantear las definiciones que hemos construido de Identidad en
los distintos escenarios donde nos movemos. Para ilustrar esta argumentación
daré como ejemplo la cultura de los “tatuajes y las perforaciones corporales” que
están de moda en la actualidad, todos conocemos que pertenecen originariamente
a culturas primitivas y apartadas de los medios sociales masivos, pero que en la actualidad han sido reescritas
y redefinidas como también re direccionadas para significar otra cosa que no necesariamente
exprese vinculo alguno con sus orígenes pero que en el plano social y cultural
son distintos a los conceptos de moda y libertad vividos por nuestras
generaciones pasadas. En esta misma
dirección “sugerir” a una mujer como vestirse se convierte en invasión de su libertad y por ende tipifica como
violencia sexual. Las expresiones
culturales son también en escenario propicio para la evangelización, desde
luego sin cuestionar sus motivaciones. La Iglesia en general asume que el
mensaje debe ser in-culturizado sin perder con ello las nociones de Identidad que
no implica el degradar sus propios enunciados. Sobre los fundamentos de la
Identidad de nuestra Iglesia en dinámica teológica los resumo de la siguiente
manera:
A-
Fundamento Trinitario.
B-
Revelación Cristo-céntrica.
C-
Sagradas Escrituras.
D-
Tradición y Magisterio de la Iglesia (especialmente
los santos PP).
E-
Nuestros documentos históricos y Medios
de la Gracia, así como Usos y Costumbres.
F-
Construcción del Dogma a partir de la relación
intrínseca de todos los anteriores enunciados.
La
construcción de la Identidad presenta una
serie de problemas que tocan de lleno o frontalmente la Identidad en lo social,
y es comprensible si observamos como en la actualidad los procesos de pérdida
de Identidad afectan básicamente los siguientes tópicos:
A-
Moda.
B-
Alimentos y costumbres culinarias.
C-
Tecnologías importadas.
D-
Expresiones
estéticas.
E-
Música y literatura.
F-
Modelos económicos y del Estado.
Los anteriores
conceptos están construyendo paradójicamente una ausencia de Identidad que ha
venido relajando las manifestaciones de la vivencia de Derechos y Deberes en la
sociedad. La pérdida de norte como dirección factible de ser antropizado nos está
obligando incluso a asumir comportamientos que se están convirtiendo en patologías
extrañas que debilitan la necesaria línea
entre la expresión del ser femenino y el ser masculino. Este concepto no tiene
nada que ver con la promoción de los Derechos de la persona humana. No es un señalamiento de tendencia homofóbica
sino todo lo contrario la necesaria construcción de una identidad sexual madura
y poseedora de Derechos y Deberes. La Iglesia como Madre de los bautizados
apunta a la salvación de todos sus hijos y no puede como Madre discriminar a
nadie en lo absoluto, recordemos que Cristo para el Apóstol Santiago “no hace acepción
de personas”… Miremos al Apóstol: Mas si hacéis acepción
de personas, cometéis pecado, y sois reconvenidos de la ley como transgresores.(3).
Por otro lado de esta reflexión es importante tener presente que la libertad es
expresión de nuestra racionalidad y soberanía en lo afectivo y emocional.
De lo anterior se
desprende otro principio de Identidad
que tiene todo que ver con la Institución eclesial que debe fijar sus
posturas y concepciones ante lo que sucede en un mundo cambiante con ausencia
muchas veces de la historia. La Identidad Institucional se fundamenta en la
misma cosmovisión que nos dice cómo proceder y sobre que fundamentos. La Identidad de esta naturaleza no es
accidente que le sobreviene a la Iglesia sino una expresión de su coherencia
ministerial. Para aclarar el anterior concepto Identitativo, recuerdo de
manera informal la relación de Yahvé con el pueblo de Israel, de cómo le fue
dando leyes y mostrando el orden de su acción cultica o Adoración, como quien
dice que Dios se constituye en un
planeador de un modelo cultural y social distinto a los modelos de los pueblos
vecinos, convirtiendo la expresión cultica en un medio dinámico de Identidad de
Nación superando paulatinamente los individualismos propios de nuestro entorno
cultural. La Identidad es como expresión de
lo que somos fundamentales, y también necesita de la Redención para
alcanzar la plenitud de su expresión.
El papel o misión de Moisés no era solo guiarles,
también debía mostrar los signos de su Identidad como quien dice que la
autoridad en la Iglesia tienen como misión mostrar el camino y la forma de los
medios de su vivencia. El sujeto que reclama para sí la autonomía de su
conciencia es el mismo que necesita conceptos extrínsecos para elaborar su
propio discurso tanto ético como moral y que decir del teológico. La formación
es vital como determinante en todo proceso de construcción de Identidad.
Nosotros asumimos que en el entorno en donde interactuamos es posible encontrar
como en la naturaleza elementos que constituyan aportes a esta formación.
El Discurso
teológico que tanto hace falta en algunos escenarios eclesiales no se construye
solo en el aula, es también fruto de la combinación certera de praxis y
vivencias que amplíen el espectro de las vocaciones. En este orden la formación
debe ser pluricultural dándoles a los seminaristas y clérigos la posibilidad de
moverse, socialmente hablando, en otros escenarios que no son los de su diaria
rutina. Como ejemplo comento un caso que
viví hace años siendo religioso. Durante un tiempo de misión conocí una pareja
de jóvenes ingleses que hacía poco se habían graduado de la secundaria y que en
sus contenidos y asignaturas para la universidad estaba el idioma español o
castellano, pues estos chicos habían sido financiados por el Estado inglés para
conocer naciones de esta habla o lengua y de paso ver como era su cotidianidad
y maneras de vivir la economía. Sin duda que de ese ejercicio salieron con un
conocimiento que no da los libros o los talleres. Mientras que en muchos
ambientes eclesiales los ministros nunca salieron de su medio social, esto último
limitó su ministerio al punto de desconocer otros conceptos culturales y teológicos
válidos y necesarios para construir un discurso clave y de contenidos bien
estructurados.
La Identidad necesita
de escenarios definidos y con un espectro amplio para su edificación y
delimitación. Es pues fundamental que la formación sea la propagadora de
Identidad y que su influjo se extienda también a los laicos, recuerdo una bella
expresión agustiniana: Nadie ama lo que
no conoce, sin duda que el amar algo nos introduce en su percepción de la
realidad y nos equipara en su dirección. La
luz del ser humano es el amor… La Identidad es vital y sin ella sería
imposible vivir uno solo de los contenidos que explicitan nuestro Pacto
Bautismal.
BIBLIOGRAFIA.
(1)
Patricio Azcarate. Obras de Aristóteles,
Madrid 1875, Tomo 10 paginas 165-6
(2)
Sincretismos Sociológicos. Nuevos
Imaginarios, Revista Electrónica, Año 1, Numero 2, Septiembre de 2015, Enero
2016.
(3)
Biblia Online, Reina Valera Antigua
1602. Santiago 2,9.
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