ENSAYO
FUNDAMENTADO EN NUESTRA REFLEXIÓN TEOLÓGICA.
CUANDO VES AL
SEÑOR… VES AL PADRE
DIOS.
INTRODUCCIÓN.
Ver es una acción
natural cuando el sentido de la vista ejerce su función sin ningún tipo de
limitación. Cuando se trata de “ver” a Jesús se profundiza en una dinámica
poseedora de una realidad concreta que apenas es percibida influye
positivamente en las categorías de nuestra observación. El ver al Señor no es
solo una concreción histórica, es también
un proceso que relaciona vivazmente los sentidos con la experiencia de la Fe,
sin lugar a dudas sus congéneres vieron a Jesús desprovisto de su condición de
Dios, tal aseveración la desprendemos de las palabras del Apóstol Pablo ( Filipenses
capítulo 2 versículo 6 ) “Quien siendo en forma de Dios, no
consideró ello como algo a que aferrarse; sino que vaciándose (ekénosen) a sí
mismo, tomó forma de siervo, siendo hecho en semejanza de hombre y hallado como
uno de ellos...” La Kenosis permite ver en la realidad material al Hijo de
Dios, estamos hablando de un principio que se muestra tan real como cualquier
experiencia fenomenológica. La percepción que se hace desde los sentidos
siempre será corta y limitada dado el análisis de la realidad y los
acontecimientos que la edifican y explicitan. La realidad de cara a Cristo no
es modificada en lo absoluto es totalmente autentica y en un medio expresivo
como su Persona Divina imposible de conciliar su presencia con la realidad
decadente del pecado que nos rodea y condiciona. Ver a Cristo es ver por
esencia (no formal sino la percepción de nuestra intuición) al Padre y al Espíritu Santo. El bautizado
comparte por la Gracia esa maravillosa posibilidad eterna. La formalización de
la presencia de Dios entre nosotros es solo obra de su Amor por la humanidad… Nosotros no vemos su naturaleza
perfectísima, nosotros experimentamos las consecuencias de su Amor actuante y Redentor, como Creador y Santificador.
EL
QUE ME HA VISTO A MÍ, HA VISTO AL PADRE.
(1) El evangelio de
Juan es sin duda poseedor de una claridad relacional como revelatoria de la condición amorosa y comunicativa de la
Trinidad de Dios, esta realidad la explicita el Señor cuando manifiesta:
"Le dice Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino? 6. Le dice Jesús: Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida. Nadie
va al Padre sino por mí. 7. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi
Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. 8. Le dice Felipe: Señor,
muéstranos al Padre y nos basta. 9. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros y no me conoces Felipe? El
que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? 10.
¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os
digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza
las obras. 11. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos,
creedlo por las obras. 12. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí,
hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al
Padre.
***
A
diferencia de nosotros Jesús fue soberano de sus emociones y estaban
condicionadas a su parecer o voluntad cosa que no sucede con nosotros que somos gobernados por ellas.
La realidad comunicada por el Señor nunca fue superada por accidente alguno, es
decir, el Señor fue y es creíble totalmente. Esto parece dirigir el Señor a sus apóstoles
cuando le interrogan sobre su destino y por ende su misión. COMMUNICATIO IDIOMATUM, asociado tanto
a la comunicación como al “intercambio de propiedades”, es decir, nos referimos
a sus cualidades y condición las mismas que se revelan en la Encarnación y en
su vida pública. Es a ese Señor al que tendemos los bautizados y su llamado se
convierte en esencial por ser identificado por nuestra naturaleza redimida. Recordemos
que su abajamiento fue total y totalizante y no solo obedece a su Encarnación
también vivió y experimentó la existencia y sus contingencias como la sed, el
hambre, la angustia, la decepción, pero soberano y afirmando en estas emociones
su naturaleza humana sin que con ello se alterara este intercambio de
propiedades. El ver al Señor implica en el hoy de nuestra historia un
acercamiento a su Divinidad la misma que se revela en la praxis de la Gracia en
nuestras vidas. La revelación que se
manifiesta en las Escrituras se funde con la experiencia de sus discípulos que presenciaron el drama de
su Cruz y por lo tanto de su Resurrección que supera con creces la construcción
de cualquier mito al respecto, son testigos más que oculares vivenciales e
intuitivos del triunfo del Redentor.
Tomás necesita una
constatación que lo saque del quietismo de su Fe y lo introduzca en la
condición deseada de su discipulado. Ser discípulo de Cristo es una condición
que no siempre implicara ser testigo directo, es un recurso de la Iglesia
primitiva para afirmar autoridad y por tanto ministerialidad. Estamos en una
discusión de índole tiempo-espacial ya que la realidad que percibimos es
fundamentalmente esta, condicionada por su inmanencia y mismidad. Las propiedades que el Señor comparte con
sus discípulos son sin duda las mismas de las que disfrutamos los bautizados. Los
signos materiales que rodean sus discursos los consideramos anclajes históricos
de su revelación atemporal e inmaterial, Jesús se muestra según la realidad
cognoscible de los suyos sin que indiquemos con el que no poseía cuerpo o que
era una imagen inmaterial como sostenían los “patripacionistas” (herejía del
siglo II que sostenía que el Padre afrontó la Cruz y no el Hijo). Tertuliano y
Orígenes fueron los primeros en responder a este intento por negar las
naturalezas divina y humana del Señor. La necesidad tomasina de ver y
experimentar las huellas de la pasión y antes, conocer el “camino” al Señor sin duda son
interrogantes que de no ser despejados desde una sólida espiritualidad pueden
ocasionar traumas en la concepción de Fe de los bautizados. El interrogante no es fruto de ignorancia o
malintencionado, supone una necesidad natural que debe ser conciliada con los
valores espirituales y la Fe del creyente. Previamente la experiencia cristiana
se alimenta de las palabras del Redentor cuando afirma categóricamente ser Camino, Verdad y Vida, señalando con
ello todas las posibilidades de solidarizarse con la constante búsqueda de la
verdad que anida en el corazón del bautizado. No es una verdad de índole académica o
existencial lo es aún más profundo, se refiere a la esencia de la vida y
realidad del ser humano que explora los caminos que le conducen inexorablemente
con su Creador. La constatación de nuestra Fe pasa precisamente por esta
búsqueda sin cesar. Luego la vida
entendida como relación tanto física (biológica) como espiritual
(alma-espíritu) construye dinámicamente toda noción de verdad y por ende de
realidad creada. No es posible vivir al margen de su revelación como
tampoco es posible suponer la plenitud de la existencia sino trasciende bajo la
primicia de la Gracia y sus momentos que dialécticamente hacen Uno. Porque una sola es tanto la vida como el
camino y una misma y única finalidad es la verdad absoluta que realiza todos
sus postulados en nosotros los bautizados.
El conocimiento del
Señor es consecuencia de la revelación y la intimidad sobrenatural que cada
creyente alcanza en la realización de su ser consagrado e Inhabitado por la
Trinidad Santísima. El Jesús visto por
los apósteles, no es un Señor solitario que en el mundo atraviesa todas las
vicisitudes de la Cruz, es todo lo contrario, un Dios Trinidad que se expresa
solidariamente y no solo uno de sus componentes o integrantes como los
patripacionistas lo querían ver y de paso romper la unidad esencial del Dios Trino
y Uno.
Jesús muestra la
relación con el Padre y el Espíritu Santo y el hecho de llamar a Dios Padre lo
introduce en una categoría relacional que nosotros conocemos en el interior de
nuestras familias. No es una relación cuyo modelo desconozcamos, por el
contrario, su fundamentación es plena y totalizante partiendo del Amor como su
esencia y unidad natural. Jesús revela
al Padre y lo hace pensando en las categorías que nosotros conocemos,
reconocemos y construimos. No es posible suponer que esta relación se sale
de las connotaciones de la humanidad y más aún que el Amor de Dios es en
fundamentación y naturaleza reconocido por nosotros. De Dios conocemos su Amor…
Es pues interesante que lo primero y fundamental que Jesús desea revelarnos del
Padre Dios es precisamente lo que por analogía nos conecta y relaciona,
haciendo de su experiencia con el Padre una luz maravillosa de nuestra futura
experiencia. Ver a Jesús implica ver a
Dios en las categorías de Padre amoroso, de un Padre que lo da y entrega todo por
sus hijos, es decir, el Amor reconocido por nosotros en su máxima y posible
expresión.
La teología para
orientar y afirmar la reflexión de la Iglesia afirma constantemente la
Identidad de las divinas Personas y lo hace no solo especulando sobre sus relaciones
perfectísimas sino y sobre todo porque necesita educar y fundamentar la Fe de
sus hijos los bautizados. Jesús revela al Padre y Juan lo intuye desde la
perspectiva de la Persona Divina que es, y no solo, desde las analogías propias
de la relación familiar entre un padre y su hijo. Sabemos que Dios es Padre porque Cristo es el Verbo su Hijo, es decir,
que la personalidad del Padre se revela en el Hijo y en la función de su
esencia como Padre en el Hijo y sabemos que Cristo es el Verbo
el Hijo, porque su personalidad nos revela la relación con el Padre. Y en cuanto al Espíritu Santo como es natural
donde hay una relación plena entre Padre e Hijo, el Amor es quien gobierna todo
absolutamente todo en dicha relación y como Dios no puede dar otra cosa distinta
a su Ser Divino, entonces el Espíritu Santo es por decirlo de alguna manera la
“materialización esencial” de esa relación entre el Padre y el Hijo. Desde esta
perspectiva es posible ver al Hijo y ver al Padre y ver al Espíritu Santo.
Su relación es plena
porque la distinción es sola de personalidad más no esencial, Tres Divinas Personas que son y
actúan distinto pero cuya relación esencial es la misma. Una relación que
respira a eternidad y que no está condicionada por las imperfecciones que
vivimos nosotros los seres humanos. El
Padre como ser Padre, y en el Hijo como ser Hijo. Ver a Jesús es como ver al
Padre, son lo mismo pero su Amor que genera Identidad es tan propio como su
naturaleza. No olvidemos que son
nuestras categorías.
Las propiedades que se
revelan en la relación Trinitaria son las mismas que reconocemos, desde luego,
su profundidad no. Jesús muestra al Padre gracias a su procedencia ya que solo
Él como Hijo Unigénito fue engendrado por el Padre, es Dios de Dios y Luz de
Luz que así mismo se comunica eternamente con su Adorado Hijo. Ver a Jesús hoy
es posible, desde nuestra más profunda espiritualidad y certeza, la misma que
atemporalmente quedó sellada en las palabras de Jesús: Quien me ve al Padre que
me envió. El envío es perfectamente la intimación de la Voluntad
del Padre en el Hijo y todo ello por nuestra salvación. Si el bautizado no hace
una lectura desde su corazón le será imposible ver con claridad esta realidad y
aún más, asimilarla como incorporarla en su vida y obra. La realidad que a
diario percibimos de nuestra espiritualidad debe ser construida paso a paso ya
que no existe una aprehensión inmediata de esta realidad que estamos llamados a
vivir no como producto terminado sino como el proceso por el cual el creyente
se une a su Dios.
Ver al Padre por medio
del Hijo, no es solo una sentencia gramatical es una realidad contundente ya
que no estamos listos o preparados para contemplar su naturaleza divina, pero
en Cristo nuestros ojos y sentidos pasaran a otra condición que si sea asequible.
La Deificación o glorificación del bautizado es la plenitud de su futura
realidad escatológica. La realidad plena que es adelantada relacionalmente por
el Salvador en sus afirmaciones y señalamientos. EL vínculo fraterno sobrevivirá ya que está fundamentado en la
experiencia con el Señor resucitado, tal y como sucedió con los apóstoles una
vez superada la frustración y el temor. El Amor de Cristo es la fundamentación
de su Amor eterno en nosotros. Lo mismo que experimentaron sus discípulos
está ahora a nuestro alcance ya que el Bautismo revive a perfección el Amor de
Dios en nosotros y sus consabidos frutos.
Ver al Padre es ver la
realización salvífica del creyente en el Hijo y por ende en la comunicación
Trinitaria. Tomás desea junto con todos ver al Padre, para constatar por sí
mismo la veracidad de las palabras del Señor, pero esta petición no es
simplemente para ser concedida como un favor o una gracia especial sino que
debe ser respondida desde la interioridad que se une con el Dios revelado. Sin
creer perfectamente en el Señor es imposible si quiera pensar en ver al Padre
Dios. No es posible simplemente cerrar los ojos y ver al Padre ya que la visión
beatifica es consecuencia de la presencia de Dios en el ser del bautizado. Tomás
quiere ver al Padre y cree ser una referencia sin discusión para dar toda la
autoridad y autenticidad al Señor. La
espiritualidad es el vínculo relacional sobrenatural con esta maravillosa
revelación. No se trata de ver sino de amar a plenitud. La perplejidad que sin duda arrancó las
palabras del Señor en sus discípulos comparada en la actualidad con las expresiones superficiales de muchos bautizados
que intencionalmente buscan sintetizar su relación con Dios. Pero tal forma de vivir su espiritualidad
solo consigue convertir a Dios en un ser contingente de nuestros sentimientos y
emociones.
Ver al Padre implica
conocer a su Hijo Jesucristo, ninguna experiencia individual puede superar la revelación
reflejada en la conciencia de Jesús sobre su Padre Dios y posteriormente sobre
el Paráclito. La vida espiritual desprovista de esta realidad revelada estará “coja”
y propensa a diluirse en los devenires de la cotidianidad. Ver al Padre es ver a su Hijo y no se puede expresar de otra forma,
solo de la forma conocida y revelada que es la asumida por Jesús. No es posible
conocer al Padre sin conocer y amar al Hijo, no se trata de conocer a dos
Personas distintas sino de amar la revelación que las hace tanto Una como
distinta. En la dimensión Psicológica del ser humano sería tanto como decir que
los hijos conocen y aman como hijos y los padres hacen lo propio con sus hijos.
No nos inventamos formas para conocer y amar más allá de la misma experiencia.
PARA
CONOCER AL PADRE.
Como lo indica el
enunciado (arriba) es indispensable conocer del Padre Dios para entender su
relación y mandato salvífico:
A- Engendra
al Hijo.
B- Padre
de la Gracia.
C- La
redención es su iniciativa, y su interés es la plena reconciliación con la
humanidad.
D- El
Padre no procede en tiempo alguno, el
Padre ES.
E- Con
relación a su Adorado Hijo no existe como nosotros de forma separada (singular)
sino que con el Hijo y el Espíritu Santo son UNO.
F- La
Esencia viene por el Padre.
G- La
Substancia viene por el Padre.
H- La
misión salvífica del Hijo fue Intimada
por el Padre.
I- “outo
men emeis eis te ten Triada ten Monada, platynomen adiaireton, kai ten Triada
palin ameioton eis ten Monada”. Los santos PP. Griegos afirmaron en pocas palabras que el Hijo y el Espíritu
Santo proceden (consubstancialidad)
de la Esencia del Padre sin que con ello se haya presentado división alguna en
Dios. Incluso sostienen que pueden
ser considerados contenidos en el Padre.
J- La Mónada, se refiere a la primera Persona y no olvidamos
que el Padre creó todo por medio de su Hijo y el Espíritu Santo, en palabras de
Ireneo, ellos (refiriéndose al Hijo y al Espíritu Santo) fueron las dos manos
de Dios Padre en la creación.
K- La
Esencia Divina, no se puede multiplicar numéricamente, la
unidad del Padre es también una cuestión de Voluntad al engendrar al Hijo y
hacer proceder al Espíritu Santo junto con su Hijo (Verbo).
L- Conociendo sobre el Padre Dios es posible
comprender en parte la relación que se da entre las Personas de la SS. Trinidad.
Esta relación afecta positivamente nuestra Fe y vivencia como bautizados. La
realidad relacional no es posible entenderla en nuestras categorías, por lo
tanto afirmamos como lo hicieron los santos PP. De la Iglesia: La mayor profesión de Fe sobre la Trinidad de
Dios es afirmar que no conocemos el misterio.
M- Sobre lo anterior afirmó el Hiponense: Tres divinas Personas más que para conocer,
para amar y callar.
N- Dios mío, creo en ti, espero en ti,
te amo sobre todas las cosas con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas
mis fuerzas; te amo porque eres infinitamente bueno y porque eres digno de ser
amado; y, porque te amo, me pesa de todo corazón haberte ofendido: ten
misericordia de mí, pecador. Amén.
APORTES BIBLIOGRAFICOS Y
TEXTOS.
1- ………………..https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/14/
2-SAN
ATANASIO, Orationes quatuor contra Arianos; IDEM, Liber de Trinitate et Spiritu
Sancto.
3-
SAN AGUSTÍN, Libri XV de Trinitate.
4- RICARDO
DE SAN VICTOR, Libri VI de Trinitate; (escuela
agustiniana).
5-
SANTO TOMÁS, Summa, I, xxvii-xliii.
6-
NEWMAN. Causes of the Rise and Success of Arianism in Theol. Tracts. (Londres,
1864).
7-
Joyce, George. "The Blessed Trinity." The Catholic Encyclopedia. Vol.
15. New York: Robert Appleton Company, 1912… (Nuestra Fuente).
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