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METROS MÁS CERCA DE DIOS… SOLILOQUIOS.
No es fácil plantearnos
en lo secreto de nuestra vida y meditación una respuesta a las situaciones que
roban paulatinamente nuestra paz pero que como un “mojón” en el camino nos
indican a donde estamos llegando e incluso, en algunos casos, de donde estamos
saliendo. El camino que transitamos se convierte en una ruta que puede conducir
al bautizado por la desesperanza o yuxtaponer todos sus sentimientos y hacer
que su vida derive por senderos más expeditos, esto último es también un
misterio. ¿Qué tan cerca es posible estar de Dios? Bien podría ser un
interrogante que necesita más de un caminar y más de una dirección. ¿Qué tan profundo llegó a estar Jonás de la realidad que había
reusado vivir? En este caso las distancias se encuentran en el alma del
creyente y no tanto al alcance de sus
pasos… Moisés aquel naturalizado egipcio estaba tan solo a 2.285 metros de Dios
pero cuyas implicaciones definieron tanto su valor como sus propios temores. Moisés
escaló un monte llamado Sinaí pero antes había escalado más alto en su
conciencia sobre la realidad de sus congéneres. En esta
lógica nuestros pies obedecen más al corazón que a la razón, y que decir de la
geo-política que hace de las distancias aún más profundas. Era patéticamente
hablando más fácil abrir camino por las aguas que liberar las fronteras de un
imperio. Meditar una y otra vez nos
conduce a un camino y a una manera de transitar que no estaba presente cuando
nuestros pasos tomaron la iniciativa, si dejamos que el alma nos conduzca es
muy probable que el corazón sea aún más alto que el monte que escaló
Moisés. La realidad de nuestros
distintos caminos espirituales no terminan de la misma manera. Las rutas por las que
acercamos a Dios nuestras vidas y su intríngulis dista entre una y otra
persona, muchas veces estamos tan lejos como “a tiro de piedra” pero parece una
eternidad vencer esa distancia y toma mucho tiempo como si literalmente le
diéramos la vuelta al mundo. Sentirnos solos es natural pero se convierte en
contra-natura cuando voluntariamente nos alejamos de quienes nos rodean y solo
nos adentramos en la realidad que estamos experimentando. Caminamos siempre, e
incluso existen algunos momentos en los que no sabemos a dónde llegaremos, solo
poseemos la intuición del alma que nos dice que debemos continuar… Caminar y
caminando se relacionan estrechamente, el primero es un don de la naturaleza y
el segundo es el ejercitar ese don. Caminar y caminando en pos de la felicidad
es una ruta que no llega a la vez que el alma a su espiritualidad, todos caminamos
en pos de la dicha y algunos llegando ni siquiera la reconocen por andar
“embotados” en el mundo de sus ocupaciones y trivialidades… Hace unos días
inicié un camino por mi propio desierto, durante algunas semanas vi de cerca lo
relativo de las distancias y si de los obstáculos que aparecen sin importar las
motivaciones para continuar caminando. Hace
unos días me recordaron que las distancias no aminoran los sentimientos y que
las emociones no pueden ser “autorizadas” sino vividas copiosamente. Hace algunos
días me encontré lejos pero con la esperanza puesta en el camino más que en mi
lenguaje. Palabras iban y venían,
palabras de todo tipo de sonidos y mensajes, pero lo cierto es que aunque
estaba lejos también me sentía cerca… Moisés vivió un estadio de madures
espiritual que le permitió afrontar el camino y su caminar, se calzó con la
esperanza de ver el final o la meta de su caminar. Por algunos días pude experimentar ese caminar a solas contigo mismo y de quienes te rodean y ver absolutamente claro con cuantos Aarones
contaba en mi travesía. Basta con quedarte solo para escuchar las voces de
quienes se interesan por tu caminar… El Éxodo se convierte en un ejercicio de
confianza en ti mismo y en los que te aman y acompañan aun desde la distancia. No
se trata de derrotar fuerzas oscuras o liberar a otros, todo pasa para que tú
seas libre de las ataduras que sin saber tenías sobre tu cuello. La esperanza
adquiere otra dimensión totalmente distinta a las exposiciones anteriores, se
hace más aguda y llena de motivaciones, se manifiesta descarnada para
permitirnos conocer su realidad, la misma que percibimos en la medida en la que
ella se hace presente. Presencia que en la totalidad de las situaciones se
encarna en la realidad y las contingencias que vive el bautizado. No es fácil
edificar en momentos en los que no hay tranquilidad en el alma. No es fácil pensar en avanzar cuando ves
con tus propios ojos que estas retrocediendo y enfrentando lo que antes podías
superar y ahora se ha convertido en una carga sobre tus hombros. Ver el
desierto implica un nivel muy especial de perdida de seguridades terrenas para
afrontar los cambios y sus consecuencias. Estamos edificando y nada nos podrá
apartar de esa misión. No estamos
viviendo momentos de total tranquilidad siempre se presenta al alma una
situación que mina la paz esencial del resucitado. ¡Animo! parece ser la consigna en tiempos caminados y gastados con sus dificultades. No hay tiempo que no vivas sin que implique
la ausencia de dificultades, ellas son el alimento de nuestros sueños y deseos
de salir victoriosos. Animo te
grita la vida relajada que no sabe que es enfrentar problemas y vencerlos.
Animo te grita quienes te aman y quieren solidarizarse contigo en tu caminar. Quien
acude al desierto cada 5000 años y toma tan solo un granito de arena al final
de su esfuerzo sin importar el tiempo cósmico gastado podrá estar seguro de la
llegada de su final, pero nuestros
problemas muchas veces nos quitan la posibilidad de actuar ante ellos de forma
predecible como aquel hombre… No importa cuanta arena logres retirar del
desierto lo cierto es que conoces cual será el final ahora o en el tiempo, pero
muchos de nuestros problemas afrontados en la inmediatez de la acción, su
resultado es incierto, y que decir del costo que ellos implican en nuestras
vidas… Tomate todo el tiempo porque podrá sobrevenir uno que no dependerá de ti
y te verás subyugado… visibiliza tu vida
y no pienses en el tiempo. El tiempo se piensa a sí mismo y tú solo lo
percibes radicalmente. No podrás más que pensar en su realidad, la misma
que escapa de tu racionalidad cada que quiere afectar tu vida y la de tu
entorno. No cuanta que tan alto, ancho, o largo sea tu camino, a la postre la
única diferencia se hace trasegando. Los signos del caminar de Moisés unas
veces se vestían de hambre y otras de
enfermedad, unas de ira y otras de misericordia. No puedes trazar una ruta sin
tener presente al destino porque este se revela cuando el caminante no lo
espera y hace lo que no se desea. Caminar
y camino de entrelazan como exclamando, aquí hay uno que se niega a caminar y
no sabe que su existencia va de la mano tanto del camino como del caminar. Cada
vida no muestra las huellas del camino sino la forma de caminar. El Ama y haz lo que quieras del Hiponense,
se convierte en una experiencia del caminar que sabe reconocer el camino. El
amar es en última instancia, la ruta del que camina y su caminar. El ritmo lo traza el caminante. No importa
ciertamente cuanta arena se introduce por tus sandalias, solo cuenta la que
puedes retirar de tu camino. La soledad marca una percepción desolada del
camino que el creyente vive ante alguna calamidad o grande dificultad. La soledad no se interroga sobre lo fértil
del caminar sino solo sobre lo inútil de avanzar cuando no sabes con quien
llegar. La vida del cristiano se convierte en un eterno caminar que arranca
con la existencia para dejar en nosotros su impresión, la misma que los años logran
exteriorizar. La espiritualidad tiene por objeto
fundamentar la vida interior, la misma donde se revela la verdad
(Agustín de Hipona) tal aseveración es determinante para crecer en la
trascendencia y animarnos con la esperanza segura que exterioriza nuestra Fe
casi que convirtiéndola en un fenómeno de nuestra propia inmanencia. De la
necesidad de salir de nosotros mismos y percibir la realidad tal como esta se
presenta en nuestras acciones. El
Espíritu de Dios en su Inhabitacion por la Fe hace de nosotros no solo los
receptáculos de la Gracia sino que por extensión nos convierten en templos de
la Trinidad de Dios. Es aquí donde tiene sentido esperar y saber que las
cosas aunque inicialmente se presenten con su acostumbrada dificultad hasta las
dificultades tienen sentido en el plan de Dios y que decir de nosotros que
debemos educar el corazón para percibirlas en su fin último. La
vida no es fácil, la vida posee su intríngulis y no conocemos inmediatamente su
propia inmanencia si pudiéramos conocerla muy seguramente no tendría sentido
vivirla. Vivir sin esperanza es como
encontrar mar sin orilla, sencillamente no hay posibilidad de descubrir la
felicidad sino conocemos los límites de la necesidad o del sufrimiento. La
Crisálida se rompe cuando aprendemos a movernos libremente por la vida y su
intríngulis, cuando salimos al encuentro de la experiencia cristiana sin
detenernos por la forma como el camino y el caminar se presenta. Ayer escuchaba a una exsenadora colombiana (Piedad
Córdoba) una mujer valerosa que lucha
contra todo tipo de persecuciones e incomprensiones en el País, ella citaba un
dicho muy colombiano: En carrera de gallos,
mueren muchos pollitos, sin duda el no estar preparados para afrontar la
vida y sus dificultades puede hacer del creyente un “pollito” indefenso que no
comprende porque razón debe tener esperanza aun cuando se encuentre solo. La Fe
es asunto de “gallos” y no por tener espuelas aseguramos la victoria ni la
tranquilidad ante los problemas. Razón tenía el padre del Psicoanálisis alemán (Freud) cuando afirmó: Soy un hombre afortunado porque nada me ha sido fácil, en la perspectiva de las relaciones humanas
sin duda permite exteriorizar y visibilizar donde se encuentran verdaderamente
las personas que hacen presencia en tu vida y en los presupuestos emocionales
que el ser humano experimenta. Los presupuestos interpretativos que solo
matizan las relaciones y la forma como percibimos al otro. El criterio da paso a la crítica y esta última
sin argumentos vitales más solamente con supuestos. Aquí es cuando la frase del Hiponense sobre la libertad que otorga el
amor cobra todo su sentido, quien ama no cuestiona simplemente acompaña y
muchas veces su sola presencia y silencio es mayor expresión que las palabras y
cuestionamientos. Lo cierto es que no existe desierto que no posea su oasis
y tampoco desierto que no sea persuadido por un espejismo. En la vida espiritual
el silencio interior puede ser aún más expresivo que las palabras o la
descripción de imágenes como tal, se cuenta de la vida del cura de Ars
(sacerdote francés del siglo XIX) que
sirvió en una parroquia rural, veía siempre a un feligrés suyo, un
campesino que entraba todos los días al templo en la mañana y delante el altar
colocaba sus herramientas en el piso y pasaba un buen rato mirando el
presbiterio sin pronunciar palabra, este sacerdote en su curiosidad lo
interroga preguntándole porque siempre repetía la acción sin decir una “sola
palabra” y aquel labriego le respondió con toda simpleza y profundidad: Él me mira y yo lo miro, era toda su
oración, cabe agregar que Francia durante este periodo sufrió una hambruna
tenaz. La esperanza de aquel hombre no
dependía de la aceptación de sus congéneres sino de la confianza puesta en Dios
aun desafiando la radicalidad de su condición, es un bello ejemplo de
confianza y esperanza puesta toda en
manos de Dios. Aun cuando creas que estas solo y quienes te rodean no conocen
tu idioma, aun así, Dios te mira y tú lo miras…
El silencio con amor fraterno no se convierte en cómplice sino en amigo
solidario, aquel hombre le enseñó a Juan María Vianney que las palabras sobran
cuando el lenguaje del amor habla. Es una paradoja que en la Iglesia muchas
veces se escuchan ruidos y no son fruto del amor silencioso sino de las
interpretaciones negativas de la vida fraterna. Sino ayudamos escojamos el silencio fraterno. La experiencia de aquel hombre fue determinante para
vivenciar su Fe sin perder de vista el
supremo valor de la intimidad espiritual, la misma que le daba confianza en su
trabajo y desempeño diario. La oración cuenta los granos de arena que un hombre
puede sacar de su propio desierto de suerte que llevando el resultado a su
conciencia se pueda sentir más cerca de Dios
o redoble su empeño en alcanzarlo. Dios se deja encontrar es una
primicia del A.T que hombres como Abraham y Moisés dimensionaron correctamente,
Dios no solo se deja alcanzar sino que termina en tratos muy personales y familiares
con los bautizados. No es una búsqueda como tal sino la percepción de su presencia.
La vida de la Iglesia se convierte en una constante percepción de su Voluntad y
palpitar de su revelación. Dios habla a nuestro corazón inquieto y de esta
manera se asegura de ser escuchado. Nuestra esencia racional le reconoce pero el
amor en nosotros le percibe. Quien ama experimenta la presencia de Dios y la
del otro y otra en su vida. Sin amor el creyente se hace o convierte en
invisible para su entorno y en una dificultad grande para quien le ama. La
Gracia hace su trabajo concretando en nosotros humanidad y todo lo que ello
conlleva. La Iglesia ora con sus hijos y
para que sus hijos oren también solos y reconozcan a su Dios en sus oraciones.
No hay una sola oración que no brote de
la presencia de la Gracia de Dios en nuestras vidas. Somos solidarios,
llenos de esperanza y confianza en el Dios de la vida y en su Adorado Hijo, junto
con el que procede de Entrambos… Todo
camino y caminar cristiano parte del alma y ser del bautizado.
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