lunes, 27 de noviembre de 2017

2.285 METROS MÁS CERCA DE DIOS...

2.285 METROS MÁS CERCA DE DIOS… SOLILOQUIOS.



No es fácil plantearnos en lo secreto de nuestra vida y meditación una respuesta a las situaciones que roban paulatinamente nuestra paz pero que como un “mojón” en el camino nos indican a donde estamos llegando e incluso, en algunos casos, de donde estamos saliendo. El camino que transitamos se convierte en una ruta que puede conducir al bautizado por la desesperanza o yuxtaponer todos sus sentimientos y hacer que su vida derive por senderos más expeditos, esto último es también un misterio. ¿Qué tan cerca es posible estar de Dios? Bien podría ser un interrogante que necesita más de un caminar y más de una dirección. ¿Qué tan profundo llegó  a estar Jonás de la realidad que había reusado vivir? En este caso las distancias se encuentran en el alma del creyente y no tanto al  alcance de sus pasos… Moisés aquel naturalizado egipcio estaba tan solo a 2.285 metros de Dios pero cuyas implicaciones definieron tanto su valor como sus propios temores. Moisés escaló un monte llamado Sinaí pero antes había escalado más alto en su conciencia sobre la realidad de sus congéneres.  En esta lógica nuestros pies obedecen más al corazón que a la razón, y que decir de la geo-política que hace de las distancias aún más profundas. Era patéticamente hablando más fácil abrir camino por las aguas que liberar las fronteras de un imperio.   Meditar una y otra vez nos conduce a un camino y a una manera de transitar que no estaba presente cuando nuestros pasos tomaron la iniciativa, si dejamos que el alma nos conduzca es muy probable que el corazón sea aún más alto que el monte que escaló Moisés.  La realidad de nuestros distintos caminos espirituales no terminan  de la misma manera. Las rutas por las que acercamos a Dios nuestras vidas y su intríngulis dista entre una y otra persona, muchas veces estamos tan lejos como “a tiro de piedra” pero parece una eternidad vencer esa distancia y toma mucho tiempo como si literalmente le diéramos la vuelta al mundo. Sentirnos solos es natural pero se convierte en contra-natura cuando voluntariamente nos alejamos de quienes nos rodean y solo nos adentramos en la realidad que estamos experimentando. Caminamos siempre, e incluso existen algunos momentos en los que no sabemos a dónde llegaremos, solo poseemos la intuición del alma que nos dice que debemos continuar… Caminar y caminando se relacionan estrechamente, el primero es un don de la naturaleza y el segundo es el ejercitar ese don. Caminar y caminando en pos de la felicidad es una ruta que no llega a la vez que el alma a su espiritualidad, todos caminamos en pos de la dicha y algunos llegando ni siquiera la reconocen por andar “embotados” en el mundo de sus ocupaciones y trivialidades… Hace unos días inicié un camino por mi propio desierto, durante algunas semanas vi de cerca lo relativo de las distancias y si de los obstáculos que aparecen sin importar las motivaciones para continuar caminando. Hace unos días me recordaron que las distancias no aminoran los sentimientos y que las emociones no pueden ser “autorizadas” sino vividas copiosamente. Hace algunos días me encontré lejos pero con la esperanza puesta en el camino más que en mi lenguaje. Palabras  iban y venían, palabras de todo tipo de sonidos y mensajes, pero lo cierto es que aunque estaba lejos también me sentía cerca… Moisés vivió un estadio de madures espiritual que le permitió afrontar el camino y su caminar, se calzó con la esperanza de ver el final o la meta de su caminar. Por algunos días pude experimentar ese caminar a solas contigo  mismo y de quienes te rodean y  ver absolutamente claro con cuantos Aarones contaba en mi travesía. Basta con quedarte solo para escuchar las voces de quienes se interesan por tu caminar… El Éxodo se convierte en un ejercicio de confianza en ti mismo y en los que te aman y acompañan aun desde la distancia. No se trata de derrotar fuerzas oscuras o liberar a otros, todo pasa para que tú seas libre de las ataduras que sin saber tenías sobre tu cuello. La esperanza adquiere otra dimensión totalmente distinta a las exposiciones anteriores, se hace más aguda y llena de motivaciones, se manifiesta descarnada para permitirnos conocer su realidad, la misma que percibimos en la medida en la que ella se hace presente. Presencia que en la totalidad de las situaciones se encarna en la realidad y las contingencias que vive el bautizado. No es fácil edificar en momentos en los que no hay tranquilidad en el alma. No es fácil pensar en avanzar cuando ves con tus propios ojos que estas retrocediendo y enfrentando lo que antes podías superar y ahora se ha convertido en una carga sobre tus hombros. Ver el desierto implica un nivel muy especial de perdida de seguridades terrenas para afrontar los cambios y sus consecuencias. Estamos edificando y nada nos podrá apartar  de esa misión. No estamos viviendo momentos de total tranquilidad siempre se presenta al alma una situación que mina la paz esencial del resucitado. ¡Animo! parece ser la consigna en tiempos caminados  y gastados con sus dificultades. No hay tiempo que no vivas sin que implique la ausencia de dificultades, ellas son el alimento de nuestros sueños y deseos de salir victoriosos. Animo te grita la vida relajada que no sabe que es enfrentar problemas y vencerlos. Animo te grita quienes te aman y quieren solidarizarse contigo en tu caminar. Quien acude al desierto cada 5000 años y toma tan solo un granito de arena al final de su esfuerzo sin importar el tiempo cósmico gastado podrá estar seguro de la llegada de  su final, pero nuestros problemas muchas veces nos quitan la posibilidad de actuar ante ellos de forma predecible como aquel hombre… No importa cuanta arena logres retirar del desierto lo cierto es que conoces cual será el final ahora o en el tiempo, pero muchos de nuestros problemas afrontados en la inmediatez de la acción, su resultado es incierto, y que decir del costo que ellos implican en nuestras vidas… Tomate todo el tiempo porque podrá sobrevenir uno que no dependerá de ti y te verás subyugado… visibiliza  tu vida y no pienses en el tiempo.  El tiempo se piensa a sí mismo y tú solo lo percibes radicalmente. No podrás más que pensar en su realidad, la misma que escapa de tu racionalidad cada que quiere afectar tu vida y la de tu entorno. No cuanta que tan alto, ancho, o largo sea tu camino, a la postre la única diferencia se hace trasegando. Los signos del caminar de Moisés unas veces se vestían de hambre  y otras de enfermedad, unas de ira y otras de misericordia. No puedes trazar una ruta sin tener presente al destino porque este se revela cuando el caminante no lo espera y hace lo que no se desea. Caminar y camino de entrelazan como exclamando, aquí hay uno que se niega a caminar y no sabe que su existencia va de la mano tanto del camino como del caminar. Cada vida no muestra las huellas del camino sino la forma de caminar. El Ama y haz lo que quieras del Hiponense, se convierte en una experiencia del caminar que sabe reconocer el camino. El amar es en última instancia, la ruta del que camina y su caminar. El ritmo lo traza el caminante. No importa ciertamente cuanta arena se introduce por tus sandalias, solo cuenta la que puedes retirar de tu camino. La soledad marca una percepción desolada del camino que el creyente vive ante alguna calamidad o grande dificultad. La soledad no se interroga sobre lo fértil del caminar sino solo sobre lo inútil de avanzar cuando no sabes con quien llegar. La vida del cristiano se convierte en un eterno caminar que arranca con la existencia para dejar en nosotros su impresión, la misma que los años logran exteriorizar. La espiritualidad tiene  por objeto  fundamentar la vida interior, la misma donde se revela la verdad (Agustín de Hipona) tal aseveración es determinante para crecer en la trascendencia y animarnos con la esperanza segura que exterioriza nuestra Fe casi que convirtiéndola en un fenómeno de nuestra propia inmanencia. De la necesidad de salir de nosotros mismos y percibir la realidad tal como esta se presenta en nuestras acciones. El Espíritu de Dios en su Inhabitacion por la Fe hace de nosotros no solo los receptáculos de la Gracia sino que por extensión nos convierten en templos de la Trinidad de Dios. Es aquí donde tiene sentido esperar y saber que las cosas aunque inicialmente se presenten con su acostumbrada dificultad hasta las dificultades tienen sentido en el plan de Dios y que decir de nosotros que debemos educar el corazón para percibirlas en su fin último.  La vida no es fácil, la vida posee su intríngulis y no conocemos inmediatamente su propia inmanencia si pudiéramos conocerla muy seguramente no tendría sentido vivirla. Vivir sin  esperanza es como encontrar mar sin orilla, sencillamente no hay posibilidad de descubrir la felicidad sino conocemos los límites de la necesidad o del sufrimiento. La Crisálida se rompe cuando aprendemos a movernos libremente por la vida y su intríngulis, cuando salimos al encuentro de la experiencia cristiana sin detenernos por la forma como el camino y el caminar se presenta.  Ayer  escuchaba a una exsenadora colombiana (Piedad Córdoba)  una mujer valerosa que lucha contra todo tipo de persecuciones e incomprensiones en el País, ella citaba un dicho muy colombiano: En carrera de gallos, mueren muchos pollitos, sin duda el no estar preparados para afrontar la vida y sus dificultades puede hacer del creyente un “pollito” indefenso que no comprende porque razón debe tener esperanza aun cuando se encuentre solo. La Fe es asunto de “gallos” y no por tener espuelas aseguramos la victoria ni la tranquilidad ante los problemas. Razón tenía el padre del Psicoanálisis alemán (Freud)  cuando afirmó: Soy un hombre afortunado porque nada me ha sido fácil,  en la perspectiva de las relaciones humanas sin duda permite exteriorizar y visibilizar donde se encuentran verdaderamente las personas que hacen presencia en tu vida y en los presupuestos emocionales que el ser humano experimenta. Los presupuestos interpretativos que solo matizan las relaciones y la forma como percibimos al otro.  El criterio da paso a la crítica y esta última sin argumentos vitales más solamente con supuestos. Aquí es cuando la frase del Hiponense sobre la libertad que otorga el amor cobra todo su sentido, quien ama no cuestiona simplemente acompaña y muchas veces su sola presencia y silencio es mayor expresión que las palabras y cuestionamientos. Lo cierto es que no existe desierto que no posea su oasis y tampoco desierto que no sea persuadido por un espejismo. En la vida espiritual el silencio interior puede ser aún más expresivo que las palabras o la descripción de imágenes como tal, se cuenta de la vida del cura de Ars (sacerdote francés del siglo XIX) que  sirvió en una parroquia rural, veía siempre a un feligrés suyo, un campesino que entraba todos los días al templo en la mañana y delante el altar colocaba sus herramientas en el piso y pasaba un buen rato mirando el presbiterio sin pronunciar palabra, este sacerdote en su curiosidad lo interroga preguntándole porque siempre repetía la acción sin decir una “sola palabra” y aquel labriego le respondió con toda simpleza y profundidad: Él me mira y yo lo miro, era toda su oración, cabe agregar que Francia durante este periodo sufrió una hambruna tenaz. La esperanza de aquel hombre no dependía de la aceptación de sus congéneres sino de la confianza puesta en Dios aun desafiando la radicalidad de su condición, es un bello ejemplo de confianza y esperanza  puesta toda en manos de Dios. Aun cuando creas que estas solo y quienes te rodean no conocen tu idioma, aun así, Dios te mira y tú lo miras…  El silencio con amor fraterno no se convierte en cómplice sino en amigo solidario, aquel hombre le enseñó a Juan María Vianney que las palabras sobran cuando el lenguaje del amor habla. Es una paradoja que en la Iglesia muchas veces se escuchan ruidos y no son fruto del amor silencioso sino de las interpretaciones negativas de la vida fraterna. Sino ayudamos escojamos el silencio fraterno.  La experiencia  de aquel hombre fue determinante para vivenciar su Fe sin perder de vista  el supremo valor de la intimidad espiritual, la misma que le daba confianza en su trabajo y desempeño diario. La oración  cuenta los granos de arena que un hombre puede sacar de su propio desierto de suerte que llevando el resultado a su conciencia se pueda sentir más cerca de Dios  o redoble su empeño en alcanzarlo. Dios se deja encontrar es una primicia del A.T que hombres como Abraham y Moisés dimensionaron correctamente, Dios no solo se deja alcanzar sino que termina en tratos muy personales y familiares con los bautizados. No es una búsqueda como tal sino la percepción de su presencia. La vida de la Iglesia se convierte en una constante percepción de su Voluntad y palpitar de su revelación. Dios habla a nuestro corazón inquieto y de esta manera se asegura de ser escuchado. Nuestra esencia racional le reconoce pero el amor en nosotros le percibe. Quien ama experimenta la presencia de Dios y la del otro y otra en su vida. Sin amor el creyente se hace o convierte en invisible para su entorno y en una dificultad grande para quien le ama. La Gracia hace su trabajo concretando en nosotros humanidad y todo lo que ello conlleva. La Iglesia ora con sus hijos y para que sus hijos oren también solos y reconozcan a su Dios en sus oraciones. No hay una sola oración que no  brote de la presencia de la Gracia de Dios en nuestras vidas. Somos solidarios, llenos de esperanza y confianza en el Dios de la vida y en su Adorado Hijo, junto con el que procede de Entrambos… Todo camino y caminar cristiano parte del alma y ser del bautizado.




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