jueves, 1 de agosto de 2019

OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.


OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Oseas capitulo 11 versículos 1-11. Salmo 107:1-9,43. Colosenses capitulo 3 versículos 1-11. Lucas capitulo 12 versículos 13-21.



La visión Lucana para este domingo nos relata la historia de un hombre que deseoso de disfrutar de su riqueza se dedico a acumular sus bienes y construyó un imperio para lograrlo, pero en su intento de total auto-valoración e individualidad ante Dios desconoció que la vida como supremo valor no le pertenecía. Los bienes materiales no pueden ser la finalidad de una vida de logros y conquistas sino un recurso para su promoción y superación. Los campos donde nos encontramos dan frutos de una manera libre y en los momentos en los que la vida así lo desea, por esta razón de peso todo estará siempre en manos de Dios y no de nuestros planes egoístas y limitados en sus consecuencias. La riqueza es un valor que dependerá de la perspectiva en la que vivamos nuestra realidad como criaturas que dependemos totalmente de Dios y su Providencia, esto ultimo se encausa en una misericordiosa Teonomia de Dios hacia nosotros. Amar a Dios da prioridad a valores insospechados para quienes solo actúan bajo la normatividad del mundo y su realidad mudable y nunca satisfecha. Parece hoy un sin sentido cuando un ser humano acumula 500 pares de zapatos teniendo solo dos pies, es parte de los valores de satisfacción que el mundo preconiza dando como fundamento a este tipo de situaciones la capacidad económica para poseer antes que ser o verdaderamente necesitar.

El ser antes que el tener es un dilema que el entorno hostil al Evangelio define simplemente poniéndole valor económico a los objetos y también a las personas. Aquí se revela una verdad esencial para la persona humana y es la finalidad de su propia existencia, unos existen para tener, y otros para ser. Solo Cristo potencia en nosotros el autentico fundamento de nuestra existencia y nos habla de un Reino cuyos valores son eternos y sí satisfacen totalmente las expresiones de nuestra humanidad.  

Grandes graneros en vez de grandes corazones empequeñecen la santidad de la condición humana y la convierten en simplemente depósitos caminantes de fortunas y valores perecederos que no pueden comprar ni un solo minuto de vida a sus portadores henchidos de orgullo y autosuficiencia. Es paradójico que el dinero que las naciones invierten en renovar sus armamentos alcanzaría para superar el hambre y la enfermedad definitivamente en el mundo y romper con la ignominiosa categoría de naciones del primer y otros del tercer mundo. La justicia es una condición defendible por los bautizados cuyo discipulado se vive en la cotidianidad donde los valores deben ser “injertados”.

 Hoy estamos ante eventos que empobrecen la concepción de humanidad en la sociedad, nuevos y destructivos ethos parecen producto de praxis en el medio social, y el Evangelio necesita ser impulsado, aunque el mundo no desee escucharlo. El ateísmo tácito de miles de cristianos que dicen creer en Cristo, pero no vivir sus enseñanzas, el nacimiento de doctrinas que solo hablan del “amor humano” y se deslindan del tributo de Adoración al Dios revelado. Grandes riquezas hay en nuestros corazones y muchas de ellas son solo espejismos que nos retrasan en el caminar por un Reino.

El maná desaparece y queda la necesidad, y con ella también se hace presente la frustración por esta y otras razones estamos en manos de Dios, y su amor providente cuidará de nosotros. Ciudadanos para un Reino eterno es y debe ser nuestra consigna. Solo las riquezas que se afirman en Cristo y su justicia como gran exigencia para tener y disfrutar dará frutos en su poseedor, lo demás es solo injusticia fabricada con leyes permisivas. Poseer un Reino es la mayor de las riquezas y nada ni nadie podrá robar lo que esta solo en manos de Dios y su amor misericordioso.

 Las tentaciones y los “baales como señala en profeta Oseas están listos para hacernos perder la perspectiva de la realización de nuestro ideal cristiano. Generando en nosotros hábitos y comportamientos contrarios al valor evangélico puesto en nosotros por el santo Bautismo y la predicación en el ámbito eclesial. Oseas en su mensaje toca el concepto hasta antes no asumido del amor de Dios en la escogencia de Israel que sin duda es figura de nuestra propia escogencia como bautizados. La relación de Dios se manifiesta en nosotros con el poder de la verdad que abre caminos antes ni pensados para los bautizados, solo el amor puede mostrarnos una ruta segura y estable en el diario acontecer.

Los ídolos que fabricamos desplazan cada día más a Dios del corazón de los bautizados arruinando nuestro discipulado que se quiere expresar en relaciones santificadas en armonía con nuestro entorno. Los ídolos como imaginarios tocan el alma de los bautizados acuñando en estos valores distintos a los preconizados por el Evangelio.   La perdida de identidad es producto de esta dinámica que se aferra a estados de ánimo y emociones que gobiernan la vida introduciendo al creyente en una condición de vida absolutamente superficial. Oseas reclama de parte de Dios el amor de sus hermanos judíos y estas expresiones de justicia de Dios son signo de un estadio de madures espiritual bien avanzado. Nuestra historia de salvación personal tiene a Dios por aquel amigo constante y permanente que nunca nos ha dejado solos, aunque medie en esta relación nuestros pecados personales.

 Lucas nos invita ver con claridad que los valores de nuestra vida espiritual son distintos a los del mundo donde concretamos nuestra realidad y nos llama a ordenar los afectos para reconocer en el orden y la armonía la presencia de Dios y su amor salvífico.  Las riquezas cuando poseen el corazón del bautizado desdibujan en su ser la presencia amorosa de Dios y su opción fundamental. Los valores mundanos son expresión de una realidad percibida y a la que no podemos entregarle absoluto control de nuestra felicidad. Un corazón lleno de mundo no tendrá espacio para Dios. Un ser humano esclavo del tener nunca podrá concretar su propio ser y quedará vacío ante la opción de Dios en su vida. Las riquezas son un medio no una finalidad nos insiste Lucas.

Pablo en su mensaje a los Colosenses nos habla mortificación de los sentidos y sus apetitos, es otra forma de hablarnos del dominio propio que cada bautizado debe tener sobre si mismo, Aquí el hombre viejo es aquel que controla las pasiones y que actúa movido por instintos más no por el amor y la caridad. Todo ello ha sido renovado y dejado a un lado por la presencia del resucitado, Cristo es la imagen de las cosas nuevas y definitivas en nuestra experiencia de Fe. No hay diferencia cuando aceptamos el compromiso de vivir como bautizados y hacemos de la humanidad un todo y al propio Señor uno de nosotros. Es pues, una realidad que abordamos como creyentes y la cual modifica sustancialmente toda nuestra vida y experiencia de Fe, ya no seremos los mismos porque el paso amoroso de Dios nos transforma para su Reino. La Gracia es nuestro nuevo atuendo y ella hace que nuestras inclinaciones se depuren hasta alcanzar la coherencia necesaria para explicitar nuestra vida espiritual.



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