NOVENO DOMINGO DESPUÉS DE
PENTECOSTÉS. Isaías capitulo 1 versículos 1, 10-20. Salmo 50: 1-8, 23-24.
Hebreos capitulo 11 versículos 1-3, 8-16. Lucas capitulo 12 versículos 32-40.
Donde esté vuestro
tesoro, allí estará tu corazón. Lucas nos ilustra
convenientemente el concepto de religión que posee y quiere explicitar a sus
hermanos judíos y aquellos convertidos al cristianismo. Las riquezas no son
malas pero el poseerlas y amarlas más que a la praxis cristina si se constituye
en un problema de suprema complejidad y por ende nada conveniente para el
corazón del discípulo de todas las épocas. El corazón es el símbolo de la
relación más intima que se puede tener con Cristo y si los bienes y
preocupaciones de este mundo ocupan su espacio entonces no habrá lugar para el
propio Señor. Las riquezas se poseen no son ellas quienes nos puedan
poseer, de presentarse esta situación entonces el daño a nivel esencial es
grande en la vida del bautizado. El poder que generan las riquezas debe ser
manejado cristianamente y no como lo hace el mundo. Lucas lleva esta
connotación a otro nivel cuando introduce la interioridad en el poseer o ser
dueño de algo, esta realidad no aplica a la persona cuya propiedad es
reclamada por el propio Cristo y su Iglesia por medio del santo Bautismo.
Los tesoros que
sobresalen en la vida del creyente son aquellos que no se acumulan en bancos u
objetos cuyo valor es fijado de manera arbitraria por la economía en nuestras
distintas sociedades y culturas, el tesoro realmente importante es aquel
cuyo garante será el propio Señor. No se trata de un poseer vacío sino
de un tener lo indispensable para promover la vida y la familia según las
características de su entorno. Las riquezas cuando dan al ser humano (discípulo
actual) seguridad y suficiencia entonces le hacen ver a un Dios lejano del
que no necesita nada. Esta dinámica nos introduce en una relación nominal cuyo
conocimiento carece de intimidad y alegría de estar en contacto con el Dios
amado y añorado. Dar el corazón al mundo implica clausurarlo para el
propio Señor. Esperamos al Señor (ser llamados a su presencia)
esto ultimo trae una connotación bien particular y la cual nos señala la propia
temporalidad de nuestra existencia y el compromiso de todo discípulo actual
de estar preparado según su vida y condición espiritual. No podemos creer que
el mundo nos concederá la plenitud tanto en el tener como en el ser, estos
valores absolutos escapan del mundo y su realidad material como sensorial. La
vida que podemos edificar debe poseer las connotaciones necesarias para ser
plena y totalizante guardando estrecha relación entre lo físico y lo
espiritual.
Dar gracias a Dios de
manera activa y vital es parte de esa preparación para darle el justo valor al
mundo y sus contenidos sin dejar de pensar en un Reino al que estamos llamados
por Gracia de Dios y no por merito alguno de parte nuestra. Estemos pues
preparados para vivir conforme al Evangelio y poner por obra sus valores todos
ellos cargados de eternidad. Lucas ve la inmediatez de esta relación salvífica,
y es su afán sin duda el que los discípulos actuales nos demos cuenta
sobre el valor de lo sobrenatural y como esto ultimo hace parte de nuestra gran
aspiración a entrar en un Reino eterno. Aquí hermanos la praxis evangélica es
la llamada a avivar todas nuestras vivencias de Fe en el Dios resucitado y
resucitador. Asumamos pues una condición informada por la Gracia y el
amor, asumamos una condición de vida movida por su Espíritu y cuyos frutos son
la posibilidad real de una vida conforme al Dios de la vida. Estar
preparados es la consigna de vida de todo discípulo y solo una vida ordenada
refrendará tal llamado del Señor a entrar en su Reino, no vivimos solo para el
mundo no sea que el mundo viva en nosotros y no Cristo. No sabemos cuando
será nuestro llamado por lo tanto vivimos siempre listos, como en la milicia
para asumir nuestro compromiso porque todo bautizado es directamente
responsable de su propia salvación, este compromiso es ineludible para el
creyente. La concepción de “limosna”
que nos trae la visión Lucana es distinta al mero hecho de dar de lo que
tenemos, implica dar cabida al otro y su realidad en nosotros y nuestra
conciencia sobre el sufrimiento y limitación humana. El pecado hace esclavos en
pleno siglo XXI y solo en Cristo esas cadenas podrán ser destruidas y anulado
ese estatuto de dominio.
El Texto Isainiano,
nos recuerda que el verdadero culto a Dios brota del corazón del bautizado y no
solo de una serie de formulas ritualistas para exaltar el momento anímico de
los bautizados, esto último, en nuestro caso. Nuestra adoración debe ser el
reflejo de la vida espiritual y toda su interioridad de lo contrario
simplemente será una respuesta de índole mediática a un momento emocional, la
justicia del amor de Dios reclama muchísimo más que eso, reclama una verdadera
relación de intimidad y trascendencia. El culto verdadero debe brotar del
corazón amante de su Dios. Esta religión verdadera es la que reclama
tanto el profeta como el Evangelio. Una autentica relación de amor y entrega. Los
pecados no serán un obstáculo insalvable ya que su amor podrá quitarlos para
dar paso en nosotros al “imperio de su Gracia”. Esto ultimo nos
indica Isaías en:
“18.
Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh - Así fueren vuestros pecados
como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí,
cual la lana quedarán”
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El pecado como primer
escollo es superado por el llamado amoroso de Dios al corazón de su discípulo
de todas las épocas, es un eco existencial que nos mueve a actuar con absoluta
conciencia siendo dueños de nosotros mismos y no dejando nuestro ser al mundo. El
profeta sabe de las implicancias de una aceptación frontal de nuestra Fe en el
Dios que llama a su plenitud y por ende intuye la existencia de un Reino.
El Salmo 50, citado en la Liturgia de la
Palabra de este domingo (IX después de Pentecostés) se mueve en la misma
dirección, Dios rechaza el culto ritual cuando este está lejos de la
verdadera condición discipular. Cuando
se cree con la boca y no con el corazón, las acciones sin amor son vacías y
las repudia Dios.
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El autor de los
“hebreos” nos recuerda muy a su estilo que por medio de la Fe
creemos en lo que sucederá una vez abandonemos el mundo y por la no praxis de
nuestra Fe en Cristo también se recibirá algo totalmente opuesto a la salvación.
La Fe es fundamental en el andamiaje espiritual del discípulo actual. El
modelo es Abraham una Fe que implica salir de la comodidad de
nuestro mundo para asumir las condiciones de una vida moldeada por Dios cuyo
fin es la eternidad, aunque suene contraria al orden conocido. Noé
es otro personaje cuyo modelo de Fe le permitió iniciar un proyecto
descabellado para su época y aun así lo logró al poner su esperanza tan solo en
Dios. De la misma manera su ejemplo abarca a más personajes bíblicos del (A.T) es
un intento maravilloso por darnos la esperanza de afirmar que otros pudieron y
nosotros tenemos aun más que ellos para lograrlo, porque el propio Cristo está
a nuestro lado en una relación de absoluta intimidad espiritual.
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